Friday rainy
MinHo se había pasado todo el camino
en el bus con la mirada perdida, mirando a la nada sin realmente ver nada,
pensando en lo cansado que estaba después de haber tenido unas horas horribles
en su turno en la cafetería. Aquel viernes, la gente parecía haber salido en
masa a la calle y la cafetería había estado hasta los topes y no había tenido
ni un segundo libre para tomarse un descanso en todas las horas que había
durado su turno, que además se había alargado media hora más de lo que debía
porque la chica del siguiente turno que tenía que sustituirlo había llegado
tarde. No le gustaba aquella chica, no era la primera vez que no entraba a su
hora, pero al jefe le caía bien, así que, nunca le decía nada. El chico solo
había salido de sus pensamientos cuando escuchó casi entre sueños la voz
robótica que anunciaba su parada salir de los altavoces del bus y, en aquel
momento, volvió a la realidad, dándose cuenta de que el vehículo se había
llenado por completo y casi no cabía ni un alma más y, dándose cuenta de que
había comenzado a llover y por eso la gente se habría metido en el bus.
Como bien pudo, se levantó de su asiento y se
metió entre el gentío para llegar a la puerta y salir del bus, inspirando el
olor a tierra mojada cuando lo hizo, quedándose bajo la lluvia unos momentos
mientras sacaba de la mochila su paraguas rojo para no ponerse como una sopa.
En cuanto lo abrió, se alejó de la parada del bus, antes de que llegara algún
otro autobús, pisara el charco que había cerca de la acera y lo empapara. Ya
estaba oscuro, así que no le extrañaba que pudiera suceder.
MinHo recorrió el camino que lo llevaba desde
la parada en la que se había bajado hasta casa a paso rápido porque notaba cómo
las gotas que caían sobre el paraguas cada vez eran más fuertes y constantes,
llegando en apenas diez minutos hasta su bloque cuando generalmente tardaba
unos quince como mínimo en hacerlo. Las ganas de subir en el desvencijado ascensor
hasta el tercer piso y meterse en la cama directamente, tumbándose como un peso
muerto sobre ella, se acrecentaron al llegar allí, pero antes de entrar al
bloque de pisos, se dio cuenta de que había una persona diminuta, encogida
sobre sí misma con la cara entre sus rodillas, vestida con una sudadera negra al
menos un par de tallas más grande. Por un segundo, MinHo estuvo tentado a pasar
por su lado sin siquiera hacerle caso, pero vaciló porque en el fondo tenía
buen corazón y se acercó a la persona, poniendo el paraguas sobre ambos.
—Está lloviendo a mares —le dijo—. Si estás
esperando a alguien por qué no entras antes de que te empapes y pilles un
resfriado.
La persona que estaba bajo la enorme
sudadera negra levantó la cabeza y la capucha se le cayó, dejando ver un pelo
rubio quemado y desordenado, primero y después un par de ojos grandes y
redondos que siempre habían sido muy expresivos, brillantes y alegres, pero que
lo único que mostraban en aquel momento era tristeza y hastío, bajo unas gafas
enormes que prácticamente ocupaban aquel rostro redondo que era todo mejillas.
El corazón de MinHo dio un vuelco al verlo, tan conocido y tan diferente a
partes iguales, tan extraño y tan irreal sentado en las escaleras que llevaban
a su bloque, como si hubieran regresado unos cinco años en el tiempo.
—No hace falta —le respondió—. La persona que
esperaba ha llegado ya a casa.
La tristeza con la que JiSung dijo aquellas palabras
provocó que el corazón de MinHo se encogiera y su instinto le dijera que tenía
que abrazarse al chico fuertemente y consolarlo, decirle que todo lo que lo
preocupara no era nada y que él estaría allí para él, como siempre lo había
estado, como siempre había hecho tiempo atrás. No obstante, el tiempo había
pasado… cinco años nada más y nada menos, cinco años en los que, durante el
primero de ellos habían hablado alguna que otra vez, pero a partir del segundo
sus conversaciones se habían vuelto intermitentes hasta que finalmente se
habían convertido en inexistentes. MinHo no supo si era lo mejor acercarse al
chico y abrazarlo o no y titubeó, sin saber qué era lo que podía hacer, qué era
lo que el otro estaba haciendo allí, lo que buscaba, lo que quería… al final
simplemente se quedó donde estaba, observando a JiSung fijamente, sin decir
nada, sin hacer nada, hasta que los ojos del menor se llenaron de lágrimas y,
de repente, se levantó.
—Necesitaba huir, no podía aguantar más, no sabía dónde
ir, no podía ir a casa de mis padres porque me obligarán a volver y eres la
única persona que se me ha venido a la mente, sé que no nos vemos ni hablamos
desde hace años y sé que tienes una vida y no puedes bregar conmigo también
ahora y… yo… lo siento mucho, no tenía que haber venido, de verdad lo siento,
yo… he sido un estúpido… ya me voy.
JiSung
dijo todo aquello del tirón, casi sin coger aire, como si fuera uno de sus
raps, sin dar prácticamente tiempo a MinHo a procesar sus palabras y reaccionar
a ellas. Todavía estaba tratando de entender qué era lo que lo traía hasta la
puerta de su casa cuando el chico ya había echado el pie adelante para comenzar
a alejarse de él. Movido por un impulso totalmente involuntario, MinHo alargó
el brazo izquierdo para detenerlo y, sin saber qué más podía hacer, simplemente
se pegó al cuerpo de JiSung y lo abrazó fuertemente, pasándole el brazo por los
hombros, provocando que el rostro del menor quedara encajado entre su cuello y
su clavícula.
Al
principio, JiSung pareció extrañado y su cuerpo se quedó totalmente rígido e
inmóvil durante los primeros momentos del abrazo, pero aquello solo duró un
instante porque las lágrimas que caían de los ojos del chico comenzaron a
empapar su camiseta, de la misma forma que lo hacían las gotas de lluvia que
caían de su pelo y su sudadera enorme mojada en la que él llevaba, a la vez que
se aferraba a su ropa con fuerza. MinHo dejó escapar un suspiro profundo de
puro alivio y comenzó a acariciar la cabeza y la espalda de JiSung para
calmarlo de aquella forma, no sabiendo qué otra cosa podía hacer.
Realmente no supo cuánto tiempo estuvieron de
aquella forma, abrazados en las escaleras y bajo la lluvia que cada vez era más
intensa, cubiertos a medias por aquel paraguas rojo que MinHo sujetaba
distraídamente, pero poco a poco, JiSung fue calmándose y las lágrimas
remitieron hasta que dejó de llorar. En ese momento, el chico se separó de su
cuerpo, con los ojos completamente rojos bajo aquellas enormes gafas y su
rostro completamente hinchado. MinHo le dedicó una sonrisa lo más
tranquilizadora que pudo antes de volver a hablar.
—Entra y cámbiate de ropa —le dijo—. No quiero
que cojas un resfriado.
JiSung lo observó durante unos
momentos fijamente, como si estuviera cavilando si hacer aquello que le había
dicho o salir huyendo de allí lo más rápido posible y, aunque MinHo tuvo la
sensación de que la primera intención del chico fue huir, finalmente asintió a
sus palabras. MinHo le pasó el brazo por los hombros para atraerlo hacia sí y
que cupieran mejor en el paraguas antes de echar a andar, subiendo los
escalones que llevaban al portal del edificio, donde abrió la puerta para que
JiSung entrase y después sacudió el paraguas, tratando de que este no goteara
demasiado sobre el suelo del lugar. Cuando entró, se dio cuenta de que el menor
ya había llegado hasta el ascensor y lo estaba esperando dentro, sujetando la
desvencijada puerta con una mano para que ésta no se cerrase. Al meterse dentro
del cubículo con él, se fijó en que ya había pulsado también el número de la
planta a la que se dirigían y no pudo evitar que una pequeña sonrisa se
extendiera por su rostro porque el chico había recordado la planta en la que se
encontraba el piso a pesar de que hacía tanto tiempo que no visitaba aquel
lugar.
Sin volver a dirigirse una palabra
siquiera, subieron en el ascensor y llegaron hasta el piso de MinHo, que
introdujo la clave de su puerta para poder entrar, quitándose los zapatos en la
entrada e indicándole a JiSung que cerrara la puerta rápido en cuanto entrara
con un gesto de su mano. El chico no le cuestionó la premura, simplemente cerró
la puerta tal y como le había sido indicado y se quitó los zapatos después. Con
la puerta cerrada ya no había peligro de que ninguno de sus adorables gatos se
escapara, así que, fue hacia el tendedero, donde colgó el paraguas rojo,
cogiendo de este mismo su sudadera gris, la más calentita que tenía, y después
yendo a su habitación a por unos pantalones de chándal y una camiseta para
dárselos a JiSung y así se pudiera cambiar de ropa y no pillar un resfriado.
Sacó también de su armario una toalla que no solía usar y unos calzoncillos que
aún no había estrenado porque al final siempre se ponía los mismos cuatro de
siempre. El chico se extrañó al no ver a ninguno de sus gatos sobre la cama o
en su cuarto, pero supuso que estarían remoloneando en cualquier otro lugar del
piso.
—Te traigo una toalla —comenzó a decir, cuando
prácticamente no había salido de su habitación, pero aquel piso era pequeño y
se escuchaba todo lo que dijeras en prácticamente cualquier lado, así que, no
se molestó en empezar a hablar cuando tuviera al chico delante solo—, para que
cuando te duches con agua caliente te puedas secar y ropa de recambio.
Cuando salió al salón, se encontró
con que JiSung se encontraba en la entrada todavía, chorreando y goteando,
agachado en el suelo y acariciando a Soonie, que estaba ronroneando y buscando
más carantoñas del chico. A pesar de todo el tiempo que había pasado, Soonie
seguía recordando a JiSung como si hubiera estado todos los días allí, en lugar
de haber estado ausente los cinco anteriores años. Uno de sus miles de
recuerdos con el chico apareció en su mente, mostrándolo con Soonie, a ambos
super pequeñitos, conociéndose el uno al otro por primera vez en casa de sus
padres. MinHo suspiró profundo después de aquel recuerdo familiar salido de la
nada y aquello provocó que tanto Soonie como JiSung se giraran hacia él.
—No quería molestar —dijo, esbozando una
sonrisa y caminando hacia JiSung—. Te traigo una toalla y ropa de recambio,
puedes ducharte y usar toda el agua caliente que necesites, debes de estar
congelado.
JiSung acarició por última vez a
Soonie y después se incorporó y tomó las cosas que MinHo le tendía, caminando
hacia la puerta del baño y entrando a este, cerrando a sus espaldas justo
después. También recordaba dónde se encontraba el baño. MinHo sacudió su
cabeza, tratando de no pensar en nada de aquello y se agachó para acariciar a
Soonie, que comenzaba a darle cabezazos en sus piernas mientras se paseaba
entre ellas, maullándole como bienvenida. Se enfocó en Soonie unos momentos, en
lugar de en el agua de la ducha que se escuchaba caer, en lugar de pensar en
JiSung, en que estaba allí junto a él como si aquello fuera lo más normal del
mundo, como si no hubiera cambiado nada en todos esos años.
Después de un rato, se incorporó y
fue hasta la cocina para echar comida y agua fresca en los cuencos de sus
gatos, provocando con el ruido de las bolsas de la comida que tanto Doongie
como Dori aparecieran rápidamente en el lugar, dispuestas las dos a comer,
seguidas por Soonie, que también parecía tener hambre. MinHo se las quedó
viendo comer unos minutos y después fue hacia su habitación para cambiarse de ropa,
ya que JiSung se la había mojado con su ropa empapada y sus lágrimas.
JiSung.
JiSung había aparecido tan repentinamente en su
vida que no sabía cómo sentirse y estaba reaccionando como si estuviera con el
piloto automático puesto, pero no sabía si lo que estaba haciendo era realmente
lo correcto. No sabía qué era lo que lo había llevado hasta allí, pero el chico
parecía estar al borde de algún tipo de abismo y solo había podido pensar en él
y había ido hasta su casa para encontrar algún consuelo, un consuelo que MinHo
no sabía si le podía dar realmente o no porque su relación ya no era la misma
que había sido años atrás. Ya no eran los mejores amigos, ya no eran como
hermanos, ahora solo eran prácticamente unos extraños que tenían algunos
recuerdos juntos de juventud, pero que habían seguido con sus respectivas vidas
sin el otro en ellas. Aunque aquello fuera así… MinHo se sentía muy apegado al
chico todavía y tenía el presentimiento de que cuanto más tiempo pasara en su
piso, más apegado se sentiría y sentimientos que había enterrado en lo más
profundo de su ser acabarían amenazando con salir como si nada.
Unos pequeños golpes en su puerta lo
alertaron de que JiSung ya había salido del baño y dejó de estar en sus
pensamientos para prestar atención a la realidad. El chico ya se había cambiado
de ropa, poniéndose la suya, la sudadera gris le quedaba un poco grande, pero
no tanto como la negra que había llevado hasta entonces; el pelo rubio quemado
chorreando y goteando sobre el gorro de la sudadera y sus enormes gafas, ahora
limpias, sobre su rostro que ahora tenía un tono rosado por el vapor del baño.
—¿Dónde pongo la ropa? —le preguntó,
enseñándole el gurruño de ropa mojada que llevaba en sus brazos.
—Dámela —murmuró él en respuesta.
MinHo ya había terminado de
cambiarse y su propia ropa estaba también por la habitación, así que la recogió
antes de coger la que JiSung le tendía y después fue con ella en brazos hasta
la lavadora, donde la metió toda con una toallita que separaba los colores, le
echó el detergente y la puso a funcionar, sobresaltando a Doongie, que todavía
se encontraba en la cocina comiendo. Doongie le dedicó una mirada asesina por
el sobresalto y MinHo le sacó la lengua en respuesta. Después de aquello, pasó
por el baño para coger una toalla pequeña y se dirigió hacia JiSung,
colocándosela sobre la cabeza.
—Para que te seques bien el pelo —le comentó.
Luego volvió a su habitación para
recoger un par de cosas que había dejado por medio antes de salir para el
trabajo a medio día porque no le había dado tiempo a hacer prácticamente nada
más que ducharse y comer, después de pasarse la mañana fuera haciendo la
compra. También tendría que recoger la cocina porque no había fregado los
cacharros del almuerzo, pero eso lo haría después de la cena. La cena. MinHo
supuso que JiSung se querría quedar a cenar, así que, salió al salón para
preguntarle sobre ello, encontrando al chico sentado en su sofá, con la toalla
olvidada sobre sus hombros y el pelo chorreando mientras jugaba con Doongie,
que también lo había reconocido. MinHo se sintió un poco ofendido porque
Doongie lo odiaba a él, pero siempre había adorado a JiSung y aquello era
injusto porque era él el que le daba de comer y era su casa en la que vivía.
Estaba muy indignado con aquella gata.
Sin embargo, MinHo no hizo nada con
respecto a Doongie, después de todo, aquel bicho era desagradecido a más no
poder, simplemente se acercó al sofá y se sentó tras JiSung, tomando la toalla
entre sus manos y comenzando a secar el pelo del chico, quien se sobresaltó por
la repentina acción en un primer instante, pero después se dejó hacer mientras
seguía jugando con Doongie, como si aquello fuera lo más normal del mundo. No
intercambiaron ni una sola palabra durante todo el rato y MinHo solo volvió a
hablar cuando después de terminar se levantó del sofá, dejó la toalla colgada
en el baño para que se secara y salió de nuevo al salón.
—Supongo que tendrás hambre… ¿cenamos? —JiSung
asintió, pero no dijo nada en respuesta—. Perfecto. Lávate las manos y ven a
ayudarme.
Él mismo después de decir aquello se lavó las manos y
después se metió en la cocina, abriendo la nevera para ver qué podía hacer con
lo que había comprado aquella mañana. Nunca solía tener la nevera especialmente
llena porque vivía allí solo, en el antiguo piso de sus abuelos, así que había
sido una coincidencia grata que JiSung hubiera aparecido en su puerta justo el
día que había hecho la compra y tenía un montón de comida fresca para cenar los
dos. Normalmente después de una tarde de trabajo tan horrible como la que había
tenido, habría cogido cualquier cosa de la nevera porque no tenía ganas de
cocinar, pero aquella noche quería cocinar algo casero para JiSung, que
probablemente no habría probado la comida casera en mucho tiempo.
Tenía algo de carne y verduras así que podía hacer gochujang
jjigae, algo calentito para aquella noche que parecía que iba a seguir
siendo lluviosa y fría de inicios de otoño. Tardaría un poco en estar todo
hecho, pero se podía hacer sin problema con los ingredientes que tenía allí y
era una comida que a JiSung le gustaba. JiSung llegó poco después, con las
manos lavadas, a la cocina, mientras MinHo todavía estaba sacando todos los
ingredientes que iba a necesitar, mirando una receta en su móvil porque hacía
algo de tiempo que no cocinaba aquel plato.
—¿Te importa lavar y cortar las verduras? —le preguntó al
chico cuando ya tenía todos los ingredientes preparados.
—En absoluto —dijo y cogió todas las verduras y las llevó
al fregadero mientras MinHo comenzó a hacer la salsa para el guiso y así poner
en marcha la cena.
A
medida que todo fue avanzando, ambos cayeron en un silencio cómodo, pero MinHo
no pudo dejar de echarle un ojo al chico de vez en cuando para ver cómo iba con
las tareas que le iba asignando por si tenía algún problema con ellas y no
sabía cómo hacerlas. Él no era tampoco un experto cocinero, pero JiSung siempre
que se había arrimado a la cocina anteriormente, las cosas habían acabado bastante
mal, como aquella vez que le dejó el plástico puesto a la pizza congelada
cuando la metió en el horno y provocó un estropicio —al menos se alegraba de
que ahora supiera lo mínimo como para cortar verduras sin matarse—. Cuando ya
estaba todo prácticamente terminado, solo quedaba que el guiso hirviera una
última vez con todos los ingredientes, JiSung se dejó caer sobre la silla de la
mesa de la cocina y, tras dejar escapar un profundo suspiro, volvió a hablar,
rompiendo el silencio.
—¿No me vas a hacer ninguna pregunta? —le cuestionó.
MinHo dejó la tapa de nuevo sobre el guiso y se volvió
lentamente hacia JiSung, observándolo. La pregunta la había hecho como si no le
importara lo que le fuera a contestar, pero MinHo podía ver perfectamente que
estaba muerto de miedo por si él acababa haciéndole todas las preguntas que
debía de hacerle. Obviamente, MinHo tenía muchísimas preguntas sobre muchas
cosas, pero también sabía cómo debía tratar a JiSung y que sacarle las cosas
con sacacorchos no iba a servir de nada, así que, negó con la cabeza.
—No, no voy a hacerte ninguna pregunta porque sé que
hablarás de ello cuando estés preparado —dijo, provocando que los expresivos
ojos de JiSung se abrieran por la sorpresa que le había causado su respuesta—.
Te gustaba comer kimchi con el gochujang jjigae, ¿no? —preguntó,
cambiando de tema—. ¿Puedes coger un tupper con kimchi de la
nevera?
MinHo se volvió hacia el guiso y trató de ignorar
deliberadamente a JiSung hasta que terminara de cocinar. Por supuesto que tenía
muchas preguntas para él y tenía muchísimas ganas de poder comenzar con un
exhaustivo interrogatorio, pero tenía que contenerse para no hacerlo… de la
misma forma que tenía que contenerse para no pasarse todo el rato abrazado al
chico, queriendo protegerlo de cualquier mal que lo acosara. Siempre había sido
así, siempre había tratado de proteger a JiSung de todo porque era el mayor y
era su responsabilidad y aunque ambos habían crecido y habían tomado caminos
completamente diferentes, en ciudades totalmente diferentes, no había podido
quitarse de la cabeza nunca al chico y, ahora que lo tenía allí junto a él,
todo lo que siempre había llevado dentro, todo lo que había sentido por JiSung,
quería aflorar como si no hubieran pasado cinco años desde la última vez que se
habían visto, como si aquella situación en la que se encontraban fuera la más
común y cotidiana entre ellos. En ocasiones se odiaba a sí mismo… y aquella era
una de esas situaciones.
Cuando la comida estuvo lista, ambos se sentaron a comer
en la mesa de la cocina y lo hicieron en un silencio cómodo que solo era roto
por el ruido que hacían las cucharas contra los platos o el de ellos
masticando. Dori se les unió al festín, subiéndose a las piernas de MinHo y
observando fijamente a JiSung, no sabiendo si acercarse a él o no porque era
para ella una persona desconocida. No hacía más que año y medio que la había
adoptado, así que, nunca antes se habían visto, no como Soonie o Doongie, que
habían crecido con JiSung pululando a su alrededor y lo habían reconocido en
cuanto había entrado por la puerta, a pesar de que hacía muchos años que no lo
veían. Dori era la única que no lo había traicionado… pero sabiendo que JiSung
siempre había tenido buena mano para los niños y para los animales, no tardaría
mucho tampoco en hacerse amigo de Dori.
—Friego yo los platos.
JiSung
se ofreció a ello cuando acabaron de cenar y MinHo no se lo negó, simplemente
lo ayudó a recoger un poco la cocina y después fue hacia el baño para buscar un
cepillo de dientes para el chico en el armario. Se había comprado un pack de
tres y hacía tiempo y sabía que al menos uno le debía de quedar, así que, puso
patas arriba el armario hasta que finalmente lo encontró. Lo enjuagó bien y se
lavó los dientes esperando a que JiSung terminara de fregar los platos. Una vez
lo hizo y apareció por el salón, MinHo le enseñó que le había sacado el cepillo
también para él y el chico se lo agradeció con una leve sonrisa.
—¿Quieres ver alguna película? —le preguntó, mientras el
chico estaba en el baño, haciendo que éste asomara la cabeza y con el cepillo
todavía en la boca, le contestara.
—¿Tienes por ahí Parasite? Aún no he tenido la
oportunidad de verla.
MinHo se extrañó no por la petición de la película, sino
por la aclaración sobre no haber podido verla. Aquello le indicó que no había
debido tener ningún tipo de tiempo libre en el último año y algo, porque
prácticamente todo Corea del Sur y medio mundo habían visto la película. El
trabajo de idol realmente era demasiado sacrificado y MinHo estaba
seguro de que la aparición de JiSung en su casa se debía a algo relacionado con
aquello. No obstante, no dijo nada, y solo buscó la película para que la
pudieran ver sin problema aquella noche. Sin embargo, apenas habían apagado las
luces y se habían acomodado para ver la película con sus tres gatos rodeándolos
en el sofá, también acomodados, cuando en las primeras escenas, MinHo escuchó
cómo JiSung comenzaba a llorar.
—¿Qué sucede? —le preguntó, preocupado.
JiSung no contestó de inmediato. No podría haberlo hecho
de todas formas porque las lágrimas no lo dejaban casi ni respirar
correctamente, así que, MinHo simplemente esperó pacientemente hasta que el
chico se calmara lo suficiente como para poder hablar, alargándole pañuelos
desechables cada vez que acababa con uno empapado en lágrimas y mocos. La
película seguía avanzando, como ruido de fondo, mientras su atención estaba
totalmente puesta en JiSung y el llanto desconsolado del chico iba remitiendo
poco a poco hasta que no fue más que un sollozo lo que quedó.
—Lo siento… —fue lo primero que dijo el chico—. Por… toda
esta escena… —añadió, probablemente al ver la expresión confusa que MinHo había
mostrado en su rostro—. Lloro demasiado…
—Nunca se llora demasiado, ni poco —comentó él en
respuesta—. Se llora justo lo que cada uno necesita para desahogarse —JiSung
cogió otro de los pañuelos que le tendía—. Ahora dime qué te ha sucedido para
llorar, porque algo ha debido pasar.
JiSung se sonó los mocos, escondiendo su rostro tras el
pañuelo de papel mientras parecía pensarse cómo comenzar y después le pidió con
un gesto de la mano que le alargara directamente la caja de los pañuelos. MinHo
se la tendió y él cogió un par más para secarse las últimas lágrimas que
seguían escapando de sus ojos, antes de volver a hablar, de forma seria, pero
sin mirar en ningún momento a la persona que se encontraba ante él.
—¿Recuerdas cuándo me fui de la ciudad? —le
preguntó.
MinHo asintió. ¿Cómo iba a olvidarlo? Cuando JiSung se
marchó hacia la capital, cinco años antes, persiguiendo el sueño de su vida
después de que sus padres le dieran vía libre para hacerlo al acabar el
instituto. El día que despidió al chico en la estación de autobuses, fue uno de
los días más miserables de su vida, porque durante todo el tiempo había querido
llorar, pero se había prometido despedirlo con una sonrisa, porque por mucho
que le doliera no poder verlo o estar con él todos los días, JiSung se iba para
cumplir su sueño y él no tenía ningún derecho a llorar, a mostrar lo
desconsolado que se sentía en realidad, porque era un buen amigo que debía de
alegrarse por las cosas que hacían felices a su amigo… aunque en la realidad,
MinHo hubiera querido decirle antes de que se fuera que lo quería, que estaba
enamorado de él y que no lo dejara, que no se alejara de él, que se quedara en
Gimpo, a su lado. Pero MinHo nunca había sido egoísta y, a pesar de que por
dentro él se estuviera sintiendo como si una apisonadora estuviera maltratando
su corazón, simplemente lo había despedido con la mayor de sus sonrisas y le
había deseado toda la suerte del mundo.
—En ese momento estaba ilusionado por poder cumplir con
mi parte del trato, cumplir mi sueño y hacer lo que me gustaba —continuó JiSung,
sacándolo de sus pensamientos—. Pero después de estos años he perdido esa
ilusión, estoy cansado… frustrado… estresado… —cada una de aquellas palabras
fue acompañada por un suspiro profundo del chico—. La forma en la que mi sueño
ha derivado a ser mi peor pesadilla me asusta de sobremanera y lo único que
ahora mismo quiero es no volver jamás… quiero dejarlo todo, volver a casa…
descansar de verdad, regresar a mi antigua vida y borrar los últimos años de mi
cabeza, como si solo fueran un mal sueño que al despertar no pudiera recordar —JiSung
volvió a inspirar profundamente y, durante unos momentos se calló, MinHo no
supo si esperando una reacción por su parte o simplemente para reordenar sus
palabras en su mente antes de seguir—. Este es el único fin de semana que he
tenido libre en los últimos tres años y lo único que quiero hacer es
desaparecer y no volver jamás.
Después de aquello, volvió a sonarse los mocos y MinHo
por fin encajó las piezas que le faltaban en aquel rompecabezas caótico que
había aparecido en su puerta horas antes en forma de JiSung. Su vida como idol
no era fácil, menos cuando él mismo junto a sus otros dos compañeros de grupo
eran los que preparaban sus canciones y cuando además a veces tenían una agenda
tan apretada que apenas dormían —MinHo sabía todo aquello porque, aunque
después de que JiSung hubiera dejado de contestarle a sus mensajes, él había
querido sabiendo qué era de su vida y había visto algunos programas y
entrevistas en los que ellos habían hablado sobre aquello—. Por eso, no era de
extrañar que lo quisiera mandar todo a la mierda y por eso no le extrañaba que,
con aquello en mente, hubiera acudido a él en lugar de ir a casa de sus padres,
porque si éstos se enteraban de sus intenciones, lo llevarían a rastras a Seúl
otra vez.
—Aquí puedes quedarte todo el tiempo que
necesites —fue lo único que MinHo pudo decir después de que JiSung le hubiera
explicado todo aquello—. Sabes que no voy a decirte lo que debes o no debes
hacer con tu vida y no voy a juzgarte por la decisión que tomes, así que puedes
quedarte todo el tiempo que quieras mientras piensas qué hacer.
—Muchas gracias —dijo JiSung, en apenas un susurro.
—No hace falta que las des —respondió—. Ahora, creo que va siendo
hora de que nos vayamos a dormir. Dormir seguro que te viene bien —añadió,
viendo cómo la película estaba en sus escenas finales y habían pasado
prácticamente todo el tiempo que ésta duraba, hablando.
—Vale… —murmuró el menor.
MinHo se levantó del sofá y quitó la película porque
ninguno de los dos la había visto al final y apagó la televisión, después, le
indicó a JiSung que lo siguiera hasta la habitación. Los gatos también los
siguieron hasta el único cuarto del pequeño piso y acabaron llegando antes que
ellos al lugar incluso, tumbándose en la cama de MinHo como siempre hacían,
para echarse a dormir también. A él nunca le había importado que durmieran a su
lado y a JiSung tampoco le había importado anteriormente, cuando se había
quedado en su casa a dormir y tenían que compartir habitación y cama, tanto en
la casa de sus padres, como en aquella casa cuando MinHo se mudó a ella, así
que, supuso que los gatos no le darían mala noche… porque JiSung se quedaría
allí solo aquella noche, MinHo no dormiría con él.
Abrió
el armario lo primero nada más entrar en la habitación y se sacó para él una de
las mantas que no estaba usando. La calefacción central de aquel viejo edificio
se había estropeado el año pasado a finales de la temporada fría y ahora que
comenzaba de nuevo el frío todavía no estaba arreglada, pero como no hacía
demasiado frío tampoco todavía por las noches, imaginaba que con una manta
estaría bien para dormir en el sofá.
—Quédate tú con la cama —le dijo en cuanto sacó la manta
del armario, girándose hacia JiSung—. Hoy necesitas descansar bien, yo estaré
bien en el sofá, es cómodo.
MinHo vio cómo el chico abría la boca para protestar,
pero simplemente le dedicó una sonrisa antes de emprender el camino de vuelta
hacia el salón, cerrando la puerta de su habitación al salir, no dejándole
espacio a JiSung para las protestas. Estaba claro que no iban a dormir juntos
esa noche. Habían pasado muchos años desde la última vez que lo habían hecho y
su relación había cambiado por completo, ninguno de los dos era la misma
persona que cuando JiSung, todavía en el instituto, se apalancaba en aquel
antiguo piso junto a él la mayoría de los fines de semana para jugar o hacer el
idiota juntos. Todo había cambiado… excepto quizás los sentimientos de MinHo
por JiSung.
Negó con la cabeza, tratando de no pensar en ello,
estirando la manta sobre el sofá y colocando los cojines a modo de almohada
para estar lo más cómodo posible. Era mejor que no pensara en el chico que se
encontraba en la otra habitación, tras la puerta y simplemente se echara a
dormir.
MinHo apagó las luces del salón y se tumbó en el sofá,
moviéndose varias veces hasta encontrar una postura decente y después cogió el
móvil de donde lo había dejado horas atrás para mirarlo por primera vez desde
que había encontrado a JiSung en las escaleras del bloque de pisos. No tenía
mucho tampoco, un par de notificaciones en twitter, otro par en kakao
y algunos likes en instagram, en la última foto que había subido,
no es que fuera alguien demasiado sociable o tuviera mucha gente siguiéndolo en
las redes, como HyunJin, así que, tampoco era raro que apenas le llegaran
notificaciones. Con aquello en mente, y tratando de no pensar por nada del
mundo en JiSung, MinHo se arrebujó en la manta y se preparó para dormir,
cerrando sus ojos y respirando hondo una y otra vez para calmarse lentamente.
Y
no tuvo mucho éxito tratando de dormir.
Tampoco es que estuviera mucho rato tratándolo porque la
puerta de su habitación se abrió cerca de una hora después de que se echara a
dormir, apareciendo por ella JiSung, caminando lentamente y con mucho cuidado
en la oscuridad, como si tuviera miedo de tropezarse con algo o de despertarlo
a él. MinHo quiso hacerse el dormido, pero en el fondo sabía que si el menor
seguía despierto y había salido de la habitación era porque necesitaba algo de
él.
—¿Estás despierto? —le preguntó JiSung, en apenas un
susurro.
—Estoy despierto —respondió en el mismo tono de voz.
—No puedo dormir.
MinHo quiso responderle que él tampoco podía hacerlo
porque, aunque había cogido una manta gorda, aquella noche hacía más fresco del
habitual, porque no estaba cómodo en aquel sofá a pesar de que había cogido la
mejor postura y porque, en realidad, al tratar de dejar su mente en blanco,
ésta de forma inevitable volvía a pensar en JiSung y nada de aquello lo dejaba
dormir.
—Debes de estar cansado —dijo en su lugar—, tienes que
dormir y aprovechar ahora que puedes.
—Pero… me siento solo —murmuró el chico—, y no puedo
dormir porque no dejo de pensar… —MinHo lo escuchó suspirar profundamente—. Ven
conmigo a la cama…
—Estoy bien aquí, no te preocupes —le contestó—. ¿Quieres
que te haga alguna tila o algo para que puedas dormir mejor?
—No… —murmuró JiSung—. Solo necesito que me abraces… como
antes…
MinHo sintió cómo su corazón daba un vuelco al escucharlo
decir aquellas palabras y cómo sus pulmones dejaban de contener aire, pero tuvo
que recordarse que debía respirar y, sobre todo, recordarse que aquello que
JiSung no significaba más que lo que significaba. Que lo abrazara como cuando
eran niños para que pudiera dormir después de alguna pesadilla. Nada más y nada
menos. No obstante, ambos habían dejado de ser niños hacía demasiado tiempo y,
sobre todo, llevaban demasiado tiempo siendo más que unos extraños. Por mucho
que le importase el bienestar de JiSung y por mucho que en aquellos momentos se
estuviera encargando de ello teniéndolo en casa, MinHo no podía permitirse algo
como aquello.
—No puedo ir a la cama contigo —le dijo, de la forma más
suave que pudo, para no herir sus sentimientos.
—Entonces dormiré contigo en el sofá —respondió JiSung.
Después
de aquello, se acercó al sofá y levantó la manta que envolvía a MinHo, tratando
de meterse junto a él en el estrecho hueco de los asientos del mueble. Con el
corazón latiéndole a toda velocidad y, sabiendo que JiSung no se iba a detener
hasta conseguir lo que se proponía, el mayor finalmente claudicó.
—Está bien, está bien —le dijo—. Vamos a la cama a
dormir.
En la penumbra en la que se encontraba la habitación,
MinHo pudo ver cómo los ojos de JiSung brillaron después de escuchar sus
palabras, pero simplemente se lo quitó de la cabeza y se levantó del sofá,
llevándose la manta con él y caminando hacia la habitación. Aprovechando que
los gatos se habían quitado de encima de la cama, probablemente al darse cuenta
de que no era MinHo el ocupante, sino JiSung, echó la manta sobre la que ya
tenía en la cama y se metió en ella, quedándose en una esquina para ocupar el
mínimo espacio posible y, sobre todo, para que su cuerpo se rozara lo mínimo
posible con el de JiSung. No obstante, el menor, como siempre, tenía otros
planes para él, ya que, nada más meterse en la cama lo cogió por sorpresa y lo
giró sobre el colchón, para que ambos quedaran cara a cara. Después de eso, se
abrazó fuertemente a su cuerpo, encajándose contra éste como si hubiera nacido
para caber perfectamente entre sus brazos y murmuró un “buenas noches” apenas
audible.
El rápido latido del corazón de MinHo, en cambio, podía
ser escuchado a kilómetros de distancia… pero supuso que JiSung no lo escuchaba
porque nada más abrazarlo con fuerza, su respiración se había hecho lenta y
regular, se había quedado dormido casi al instante. MinHo tardó en hacerlo. Su
mente completamente llena de pensamientos sobre el chico que se encontraba
entre sus brazos en su cama, que olía como su champú favorito y al que quería
como nunca había querido a nadie, a pesar de que todos aquellos años hubieran
pasado entre ambos.
Notas
finales:
—Para aquellos que no
sepáis lo que es el gochujang jjigae, os dejo aquí algo para que podáis
ver lo que es y más o menos cómo se hace.
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