jueves, 12 de mayo de 2022

[One Shot] Under the rain {JunRie}

Título: Under the rain

Autora: Riz Aino

Pareja: JunRie (Rie + Junji) [OnlyOneOf]

Calificación: PG–13

Géneros: AU, fantasy, romance, fluff

Número de palabras: 3.186 palabras

Resumen: cuando Sungho tapa a un desconocido con su paraguas para que no se moje, lo que menos se espera es que su vida vaya a cambiar de aquella forma.

Notas: Junji es un gato que se ha convertido en persona… tengo demasiadas pruebas y cero dudas.

Comentario de autora: hacía mucho tiempo que tenía esta idea dando vueltas por mi ordenador y necesitaba sacarla. Espero que os guste.



            A Sungho no le gustaba la lluvia. El ambiente lleno de humedad hacía que se le rizase el pelo a pesar de que se hubiera pasado un buen rato por la noche planchándoselo antes de dormir y el agua que caía le salpicaba los pantalones y se los mojaba hasta las rodillas mientras caminaba por las calles de Seúl desde su casa hasta su trabajo. Coger un taxi para no mojarse en los diez minutos de camino que tenía entre su pequeño apartamento y el edificio donde estaba la guardería era un lujo que no se podía permitir, primero porque el taxi era caro y segundo porque los días de lluvia, el tráfico de la ciudad se congestionaba y era casi imposible pillar uno vacío… y si tenía la suerte de coger uno, tardaba media hora en hacer en trayecto de diez minutos a pie. A Sungho no le gustaba la lluvia, pero no podía hacer otra cosa más que coger su paraguas verde agua y salir de casa porque si no iba a trabajar, lo despedirían y si lo despedían, no podría seguir viviendo en aquel apartamento porque no podría pagar el alquiler y bastante suerte había tenido de que el novio de su mejor amigo tuviera una guardería y lo contratara a él a pesar de no tener experiencia previa, simplemente habiendo salido de la universidad, con mucha más teoría que práctica.

 

            Aquel día de lluvia al menos no hacía viento y sus pantalones estaban más a salvo de ser mojados por el agua, pero Sungho caminó rápido una vez salió del portal del bloque de pisos en el que vivía, dirección a la guardería, porque cuanto antes llegara al lugar, antes dejaría de estar bajo la lluvia. Los diez minutos que lo separaban de aquel sitio, no obstante, se le hicieron eternos y, quizás fueron más de diez minutos porque aquel día los semáforos parecían haberse puesto en su contra y en cada cruce, estaban en rojo para los peatones. Los coches no tenían mucho cuidado y el agua se solía acumular en los laterales de las calles, por lo que Sungho siempre se quedaba lo mas alejado posible del cruce para que el agua que los vehículos salpicaban, no le cayera encima. Y mientras esperaba a que el último semáforo se pusiera en verde para cruzar la calle y llegar por fin a la guardería, la mirada de Sungho se desvió hacia las personas que se encontraban esperando para cruzar junto a él, aburrido y sin poder sacar su móvil por si este se mojaba. Sus ojos se posaron inmediatamente en un chico alto que se encontraba cerca del asfalto, su pelo largo le llegaba más allá de los hombros y su flequillo casi le tapaba los ojos, unos ojos afilados, rasgados, casi gatunos. Sungho no pudo evitar fijarse en él porque el chico no llevaba paraguas y se estaba mojando entero, su cabello largo completamente empapado y la camiseta blanca que vestía estaba pegándosele a su cuerpo y transparentándose. Llevaba lloviendo desde la noche anterior, así que era raro que el chico no hubiera cogido un paraguas al salir de su casa —o volver a ella al salir y darse cuenta de que llovía— y Sungho estaba seguro de que, si el pobre chico no se tapaba, acabaría cogiendo un resfriado demasiado grande, pero este no parecía especialmente perturbado por la lluvia, como si no le importase estar calándose hasta los huesos. El corazón de Sungho se encogió porque si aquel muchacho no estaba echando cuentas a que se estaba empapando, era porque seguramente le había pasado algo y ni siquiera sentía la lluvia, la mirada triste y melancólica que tenía, lo ponía de evidencia.

 

            Al final, cuando el semáforo se puso en verde y Sungho vio que el chico no se movía, todavía plantado en la acera, decidió hacer algo que jamás habría hecho nunca porque odiaba con toda su alma la lluvia y mojarse: tenderle su paraguas verde agua a aquel muchacho.

 

            —Te estas empapando —le dijo, mientras le cogía la mano y hacía que éste envolviera sus dedos en el mango del paraguas—. Yo no lo necesito ahora mismo porque voy allí —le señaló el edificio de la guardería al otro lado de la calle—. Cuando puedas, me lo devuelves, pero no te mojes más o enfermarás.

 

            El muchacho no le contestó, simplemente lo miró, con los ojos muy abiertos, entre sorprendido y aturdido por lo que acababa de suceder, pero Sungho simplemente le dedicó una sonrisa y le apretó la mano por última vez en torno al mango del paraguas antes de echar a correr, cruzando la calle en los últimos segundos que le quedaban al semáforo en verde y tratando de no pensar en que se estaba mojando, simplemente forzándose a mover sus piernas lo más rápido posible y llegar a la guardería para así poder refugiarse bajo el techo y así poder secar también la ropa. No miró atrás, al chico al que le había entregado su paraguas favorito, pero esperaba volver a verlo en algún momento próximo.

 

~

 

            —Sungho —lo llamó Kyubin desde la entrada, provocando que Sungho alzara su cabeza y siguiera atándose los cordones de las zapatillas sin mirar, esperando a que el mayor apareciera—. Ha venido hace un momento un chico mientras estaba hablando con el padre de Wookjinnie a dejar tu paraguas —dijo, apareciendo por el pasillo, enseñándole su paraguas verde agua, aquel que le había dejado esa misma mañana al muchacho que se estaba empapando en el paso de peatones—. Si no supiera que eres un asocial amante de los gatos te preguntaría si es tu novio.

            —Yo te mandaría a la mierda si no fueras mi jefe, hyung —respondió, provocando que una risa apareciera en el rostro del mayor—. Es simplemente un conocido, le dejé el paraguas esta mañana y le dije que lo trajera aquí cuando ya no le hiciera falta.

            —Tienes amigos muy guapos, Sungho, no sé cómo te las apañas —dijo Kyubin, sonriendo de lado.

 

            Sungho puso los ojos en blanco y cogió el paraguas en el momento en el que terminó de atarse los cordones, despidiéndose de Kyubin sin hacer ningún comentario más al respecto y sintiéndose feliz porque aquel chico le había devuelto el paraguas. Le habría gustado poder recogerlo él mismo de sus manos y hablar un poco con él, pero también sabía perfectamente que aquello era algo imposible porque no solía entablar conversación con desconocidos, se ponía muy nervioso haciéndolo y, sobre todo, hablar con chicos guapos era casi una fantasía. Era amigo de Taeyeob a pesar de que el chico era la persona más guapa que había conocido nunca porque éste se le había acercado primero y había roto a martillazos su timidez y había hablado aquella mañana con aquel muchacho que se estaba empapando no sabía ni cómo. Sungho suspiró profundamente y trató de dejar de pensar en ello porque seguro que no volvería a ver a aquel chico nunca más. Salió de la guardería, paraguas en mano porque seguía lloviendo y trató de no mojarse demasiado en el camino de vuelta, pero en lugar de seguir el camino que había hecho aquella mañana, dio un pequeño rodeo para poder pasar por un parque cercano, donde había siempre algunos gatos a los que les daba de comer y, si estaban receptivos, acariciaba.

 

            Cuando llegó al parque, se acercó al lugar en el que solían estar los gatos, pero no había ninguno allí en aquel momento, probablemente refugiándose de la incesante lluvia que no había parado en todo el día. A los gatos no les gustaba el agua demasiado, así que, seguro que habían encontrado algún lugar en el que resguardarse de ésta, pero también debían de tener hambre y Sungho sabía que no mucha gente daba de comer a los gatos callejeros, por eso, cogió los cuencos de comida que les había dejado, simples cubre macetas que ya no usaba y los colocó debajo de un árbol cercano, a tan solo unos pocos pasos de donde estaban, para que si los gatos salían a comer pudieran hacerlo sin mucho problema y sin mojarse demasiado. Sungho les dejó la comida que siempre metía en la mochila y después se dispuso a irse, pero antes de que se diera la vuelta, un maullido llamó su atención y se giró en la dirección de la que procedía, viendo un gato rubio con rayas de color naranja, completamente empapado por la lluvia. Aquel gato era uno de los que rondaba por allí, pero nunca había dejado que Sungho se acercara a él para acariciarlo, siempre huía ante el menor indicio de acercamiento, pero en aquellos momentos, el gato caminaba hacia él y se acercaba a él, quedándose a tan solo unos centímetros de distancia de su pierna, antes de darle un leve cabezazo y maullar de nuevo.

 

            —¿Tienes hambre, pequeño? —le preguntó Sungho, aunque obviamente el gato no lo entendió—. Te he dejado la comida allí —señaló la base del tronco con los cuencos llenos de pienso para gatos y el gato giró la cabeza en aquella dirección, pero después volvió a darle otro cabezazo y maullar, esta vez lastimosamente—. ¿No tienes hambre? ¿Estás bien?

 

            Lentamente se agachó para poder acariciar a aquel gato y este se dejó tocar sin ningún impedimento, algo que era bastante extraño porque siempre había sido muy asustadizo y Sungho no creía que aquello hubiera cambiado de la noche a la mañana. Quizás le pasaba algo. Al chico le encantaban los gatos y había aprendido mucho sobre ellos observándolos a lo largo de los años, pero nunca antes había tenido un gato, así que, no sabía qué era lo que le podía pasar; no obstante, quizás lo mejor que podía hacer por aquel gato en aquellos momentos era sacarlo de la calle, de la lluvia y tratar de hacerlo entrar en calor porque estaba completamente empapado y helado. Con mucho tiento, alargó sus manos hacia el gato y lo cogió, esperando que éste se resistiera y tratara de escapar, pero el gato no lo hizo. Un poco esperanzado, se llevó al gato al pecho y lo sujetó debajo de su chaqueta, para después echar a andar, camino a casa. Durante el trayecto, el gato no se movió, solo tiritaba de vez en cuando y Sungho lo apretó más y más contra su pecho, esperando transmitirle calor, aunque él mismo se estuviera mojando y manchando su camiseta, le daba bastante igual.

 

            Cuando llegó a casa lo primero que hizo fue dejar al gato sobre una toalla, en el sofá, cerca del radiador de la calefacción y comenzó a secarlo lentamente para no hacerle daño y para no asustarlo. El gato lo dejó hacer y solo se dedicó a mirarlo todo con ojos curiosos, buscando el calor del radiador cuando Sungho dejó de secarlo con la toalla. Después de ponerle un cuenco con comida cerca y de dejar todo el salón preparado y cerrado para que el animal no rompiera nada ni saliera de allí, fue a ducharse y después a prepararse su cena, cuando volvió al salón, el gato no había tocado el pienso que le había llevado, pero le maulló varias veces y se le acercó mientras comía, así que, Sungho le dio trocitos de su comida, viendo cómo esta le hacía mucha más ilusión que el pienso que le había dejado, así que, compartió la comida con él hasta que el gato se quedó satisfecho y simplemente se acurrucó a su lado.

 

            Sungho acarició levemente al animal mientras veía a medias una serie que estaban echando en la tele, pensando en si debería de quedarse con el gato o si lo llevaba a alguna protectora de animales para encontrarle un buen hogar. Él no tenía mucho tiempo para cuidarlo porque tenía turnos bastantes raros en la guardería, a veces echaba un día completo, a veces solo la tarde, a veces solo la mañana, dependiendo de cuántos niños hubiera ese día en el lugar, y en ocasiones iba a ayudar a su amigo Taeyeob a la floristería para sacarse un sobresueldo, por lo que no tenía mucho tiempo para cuidar de mascotas… pero los gatos eran bastante independientes y aquel era un gato callejero, seguro que su presencia constante lo agobiaría y estaría bien con solo tener a un humano alrededor de vez en cuando. Obviamente estaría mucho mejor allí que encerrado en una jaula en una protectora esperando a ser adoptado… seguro que el gato preferiría mucho más cualquier otra cosa que estar encerrado, sobre todo, porque hasta el momento había sido libre de hacer lo que le viniera en gana.

 

            Sungho acabó suspirando profundamente, su cabeza doliéndole de tanto pensar. Era viernes y hasta el lunes no tendría que volver a ir a trabajar, así que, tenía todo el fin de semana para pensar en lo que haría con aquel gato y ver si ambos se podían llevar bien o no. Con aquella decisión tomada, el chico se levantó del sofá, movimiento que hizo que el gato alzara sus orejas y abriera sus ojos, mirándolo fijamente. Sungho le dijo que se iba a la cama de la misma forma que le había dicho antes que se iba a la ducha y el gato en aquella ocasión se levantó del sofá y se fue tras él como si se tratase de un perro, siguiéndolo hasta la habitación y tumbándose sobre el colchón de su cama, haciéndose hueco como si fuera el dueño y señor de aquella casa. El chico no pudo evitar sonreír ante aquello y después se metió también en la cama, cerrando sus ojos y esperando que el día siguiente su vida no cambiara demasiado por tener el gato en casa.

 

~

 

            Cuando Sungho se despertó a la mañana siguiente, lo primero que se encontró fue el cuerpo de una persona completamente desnudo en su cama y lo siguiente que hizo fue gritar y levantarse corriendo de la cama, tropezando, trastabillando y casi cayéndose al suelo por ello. El ruido provocó que la persona que se encontraba sobre su cama se despertara y se moviera lentamente, desperezándose, retirándose el largo pelo rubio pajizo de su cara y descubriendo entonces que se trataba del muchacho al que le había dejado el paraguas el día anterior. Muchísimas cosas se le pasaron a Sungho por la cabeza, desde que aquel chico lo había seguido a su casa por la noche y se había metido en su cama con intenciones horribles para él hasta que era un ladrón y mil cosas más que salían en las películas.

 

            —¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? —le preguntó, su voz sonando temblorosa y nada amenazadora—. ¿Qué quieres de mí?

 

            El muchacho pareció estar desubicado, tanto por la pregunta como por el lugar en el que estaba, parpadeando varias veces, fijando sus ojos rasgados en Sungho durante unos momentos hasta que finalmente una sonrisa cálida apareció en su rostro.

 

            —Lo siento, seguro que te he asustado —murmuró, incorporándose hasta quedar sentado sobre la cama—. Mi nombre es Junhyung y soy un mago —le dijo—, probablemente no me creas porque obviamente la gente normal no cree en la magia y no sabe que ésta existe de verdad, lo mismo que los seres mágicos, pero existimos y eso… soy un cambia formas con un pequeño problema ahora mismo, así que, te agradezco muchísimo que ayer por la mañana me dieras tu paraguas y que por la noche me trajeras a tu casa.

            —¿Qué?

 

            Sungho tuvo que hacer aquella pregunta porque no podía creerse qué era lo que acababa de decir y el chico volvió a explicarle lo mismo que le acababa de decir, añadiéndole que él era el gato que había llevado a casa por la noche también.

 

            —Estoy terminando de prepararme para los exámenes finales de brujo y necesito dominar el arte de cambiar de forma para una de las pruebas, pero no se me da del todo bien —le dijo—. Se supone que tendría que cambiar de forma a placer, pero no lo consigo cuando quiero y solo cuando llevo varias horas como gato y mi magia se agota puedo volver a mi forma normal… no puedo quedarme en casa cuando estoy en mi forma gatuna porque entonces mis padres estarían controlando que la transformación va como debe y se darían cuenta de que todavía no la domino, así que, suelo irme al parque para estar con los demás gatos hasta que vuelvo a cambiar.

 

            Sungho parpadeó varias veces, rápidamente, confuso, con la cabeza hecha un lío sin sabe qué coño era lo que estaba pasando en aquellos momentos y sin saber qué era lo que podía decir porque aquello era una locura muy grande. No sabía si el chico le estaba mintiendo descaradamente, no sabía dónde estaba el gato que había recogido la noche anterior y no se podía creer que gato y chico fueran lo mismo porque aquello era completamente imposible. El muchacho pareció notar que seguía sin creerse todo aquello y en ese momento pronunció unas palabras en un idioma desconocido para Sungho y de repente aparecieron una camiseta blanca y unos pantalones vaqueros encima de la cama.

 

            —Ahora mismo no tengo suficiente magia como para enseñarte cómo me transformo en gato, pero al menos esto creo que hará que veas que sí soy un mago de verdad y que te acerques porque he dejado de estar desnudo —dijo—. En cuanto recupere la suficiente magia, me transformaré de nuevo en gato para que puedas ver que no miento y… si no es mucho problema para ti, me gustaría poder quedarme aquí mientras termino de controlar el cambio, estar en la calle desnudo no es lo mejor, porque la semana pasada casi me ven una pareja de abuelos que iban paseando temprano por la mañana y ayer me cogió la lluvia sin paraguas en mitad de mucha gente y no podía escabullirme para hacer magia.

 

            Sungho se pasó las manos por la cara, demasiado confundido y frustrado y sin saber qué hacer ni qué decir. Él no había esperado que su vida cambiara de ninguna forma ni cuando le tendió el paraguas a aquel chico por la mañana, ni cuando se llevó al gato a casa por la noche… pero el universo le tenía planeado un giro de ciento ochenta grados al que no sabía si se iba a poder adaptar, pero teniendo bastante curiosidad por aquel chico, aquel mago, que podía transformarse en gato.

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario