Título: Under the rain
Autora: Riz Aino
Pareja: JunRie (Rie + Junji) [OnlyOneOf]
Calificación: PG–13
Géneros: AU, fantasy, romance, fluff
Número de palabras: 3.186 palabras
Resumen: cuando Sungho tapa a un desconocido con su
paraguas para que no se moje, lo que menos se espera es que su vida vaya a
cambiar de aquella forma.
Notas: Junji es un gato que se ha convertido en persona… tengo
demasiadas pruebas y cero dudas.
Comentario de autora: hacía mucho tiempo que tenía esta idea
dando vueltas por mi ordenador y necesitaba sacarla. Espero que os guste.
A Sungho no le gustaba la lluvia. El ambiente lleno de
humedad hacía que se le rizase el pelo a pesar de que se hubiera pasado un buen
rato por la noche planchándoselo antes de dormir y el agua que caía le
salpicaba los pantalones y se los mojaba hasta las rodillas mientras caminaba
por las calles de Seúl desde su casa hasta su trabajo. Coger un taxi para no
mojarse en los diez minutos de camino que tenía entre su pequeño apartamento y
el edificio donde estaba la guardería era un lujo que no se podía permitir,
primero porque el taxi era caro y segundo porque los días de lluvia, el tráfico
de la ciudad se congestionaba y era casi imposible pillar uno vacío… y si tenía
la suerte de coger uno, tardaba media hora en hacer en trayecto de diez minutos
a pie. A Sungho no le gustaba la lluvia, pero no podía hacer otra cosa más que
coger su paraguas verde agua y salir de casa porque si no iba a trabajar, lo
despedirían y si lo despedían, no podría seguir viviendo en aquel apartamento
porque no podría pagar el alquiler y bastante suerte había tenido de que el
novio de su mejor amigo tuviera una guardería y lo contratara a él a pesar de
no tener experiencia previa, simplemente habiendo salido de la universidad, con
mucha más teoría que práctica.
Aquel día de lluvia al menos no hacía viento y sus
pantalones estaban más a salvo de ser mojados por el agua, pero Sungho caminó
rápido una vez salió del portal del bloque de pisos en el que vivía, dirección
a la guardería, porque cuanto antes llegara al lugar, antes dejaría de estar
bajo la lluvia. Los diez minutos que lo separaban de aquel sitio, no obstante,
se le hicieron eternos y, quizás fueron más de diez minutos porque aquel día
los semáforos parecían haberse puesto en su contra y en cada cruce, estaban en
rojo para los peatones. Los coches no tenían mucho cuidado y el agua se solía
acumular en los laterales de las calles, por lo que Sungho siempre se quedaba
lo mas alejado posible del cruce para que el agua que los vehículos salpicaban,
no le cayera encima. Y mientras esperaba a que el último semáforo se pusiera en
verde para cruzar la calle y llegar por fin a la guardería, la mirada de Sungho
se desvió hacia las personas que se encontraban esperando para cruzar junto a
él, aburrido y sin poder sacar su móvil por si este se mojaba. Sus ojos se
posaron inmediatamente en un chico alto que se encontraba cerca del asfalto, su
pelo largo le llegaba más allá de los hombros y su flequillo casi le tapaba los
ojos, unos ojos afilados, rasgados, casi gatunos. Sungho no pudo evitar fijarse
en él porque el chico no llevaba paraguas y se estaba mojando entero, su
cabello largo completamente empapado y la camiseta blanca que vestía estaba
pegándosele a su cuerpo y transparentándose. Llevaba lloviendo desde la noche
anterior, así que era raro que el chico no hubiera cogido un paraguas al salir
de su casa —o volver a ella al salir y darse cuenta de que llovía— y Sungho
estaba seguro de que, si el pobre chico no se tapaba, acabaría cogiendo un
resfriado demasiado grande, pero este no parecía especialmente perturbado por
la lluvia, como si no le importase estar calándose hasta los huesos. El corazón
de Sungho se encogió porque si aquel muchacho no estaba echando cuentas a que
se estaba empapando, era porque seguramente le había pasado algo y ni siquiera
sentía la lluvia, la mirada triste y melancólica que tenía, lo ponía de
evidencia.
Al final, cuando el semáforo se puso en verde y Sungho
vio que el chico no se movía, todavía plantado en la acera, decidió hacer algo
que jamás habría hecho nunca porque odiaba con toda su alma la lluvia y
mojarse: tenderle su paraguas verde agua a aquel muchacho.
—Te estas empapando —le dijo, mientras le cogía la mano y
hacía que éste envolviera sus dedos en el mango del paraguas—. Yo no lo
necesito ahora mismo porque voy allí —le señaló el edificio de la guardería al
otro lado de la calle—. Cuando puedas, me lo devuelves, pero no te mojes más o
enfermarás.
El muchacho no le contestó, simplemente lo miró, con los
ojos muy abiertos, entre sorprendido y aturdido por lo que acababa de suceder,
pero Sungho simplemente le dedicó una sonrisa y le apretó la mano por última
vez en torno al mango del paraguas antes de echar a correr, cruzando la calle en
los últimos segundos que le quedaban al semáforo en verde y tratando de no
pensar en que se estaba mojando, simplemente forzándose a mover sus piernas lo
más rápido posible y llegar a la guardería para así poder refugiarse bajo el
techo y así poder secar también la ropa. No miró atrás, al chico al que le
había entregado su paraguas favorito, pero esperaba volver a verlo en algún
momento próximo.
~
—Sungho —lo llamó Kyubin desde la entrada, provocando que
Sungho alzara su cabeza y siguiera atándose los cordones de las zapatillas sin
mirar, esperando a que el mayor apareciera—. Ha venido hace un momento un chico
mientras estaba hablando con el padre de Wookjinnie a dejar tu paraguas —dijo,
apareciendo por el pasillo, enseñándole su paraguas verde agua, aquel que le
había dejado esa misma mañana al muchacho que se estaba empapando en el paso de
peatones—. Si no supiera que eres un asocial amante de los gatos te preguntaría
si es tu novio.
—Yo te mandaría a la mierda si no fueras mi jefe, hyung
—respondió, provocando que una risa apareciera en el rostro del mayor—. Es
simplemente un conocido, le dejé el paraguas esta mañana y le dije que lo
trajera aquí cuando ya no le hiciera falta.
—Tienes amigos muy guapos, Sungho, no sé cómo te las
apañas —dijo Kyubin, sonriendo de lado.
Sungho puso los ojos en blanco y cogió el paraguas en el
momento en el que terminó de atarse los cordones, despidiéndose de Kyubin sin
hacer ningún comentario más al respecto y sintiéndose feliz porque aquel chico
le había devuelto el paraguas. Le habría gustado poder recogerlo él mismo de
sus manos y hablar un poco con él, pero también sabía perfectamente que aquello
era algo imposible porque no solía entablar conversación con desconocidos, se
ponía muy nervioso haciéndolo y, sobre todo, hablar con chicos guapos era casi
una fantasía. Era amigo de Taeyeob a pesar de que el chico era la persona más
guapa que había conocido nunca porque éste se le había acercado primero y había
roto a martillazos su timidez y había hablado aquella mañana con aquel muchacho
que se estaba empapando no sabía ni cómo. Sungho suspiró profundamente y trató
de dejar de pensar en ello porque seguro que no volvería a ver a aquel chico
nunca más. Salió de la guardería, paraguas en mano porque seguía lloviendo y
trató de no mojarse demasiado en el camino de vuelta, pero en lugar de seguir
el camino que había hecho aquella mañana, dio un pequeño rodeo para poder pasar
por un parque cercano, donde había siempre algunos gatos a los que les daba de
comer y, si estaban receptivos, acariciaba.
Cuando llegó al parque, se acercó al lugar en el que
solían estar los gatos, pero no había ninguno allí en aquel momento,
probablemente refugiándose de la incesante lluvia que no había parado en todo
el día. A los gatos no les gustaba el agua demasiado, así que, seguro que habían
encontrado algún lugar en el que resguardarse de ésta, pero también debían de
tener hambre y Sungho sabía que no mucha gente daba de comer a los gatos
callejeros, por eso, cogió los cuencos de comida que les había dejado, simples
cubre macetas que ya no usaba y los colocó debajo de un árbol cercano, a tan
solo unos pocos pasos de donde estaban, para que si los gatos salían a comer
pudieran hacerlo sin mucho problema y sin mojarse demasiado. Sungho les dejó la
comida que siempre metía en la mochila y después se dispuso a irse, pero antes
de que se diera la vuelta, un maullido llamó su atención y se giró en la dirección
de la que procedía, viendo un gato rubio con rayas de color naranja,
completamente empapado por la lluvia. Aquel gato era uno de los que rondaba por
allí, pero nunca había dejado que Sungho se acercara a él para acariciarlo,
siempre huía ante el menor indicio de acercamiento, pero en aquellos momentos,
el gato caminaba hacia él y se acercaba a él, quedándose a tan solo unos centímetros
de distancia de su pierna, antes de darle un leve cabezazo y maullar de nuevo.
—¿Tienes hambre, pequeño? —le preguntó Sungho, aunque
obviamente el gato no lo entendió—. Te he dejado la comida allí —señaló la base
del tronco con los cuencos llenos de pienso para gatos y el gato giró la cabeza
en aquella dirección, pero después volvió a darle otro cabezazo y maullar, esta
vez lastimosamente—. ¿No tienes hambre? ¿Estás bien?
Lentamente se agachó para poder acariciar a aquel gato y este
se dejó tocar sin ningún impedimento, algo que era bastante extraño porque
siempre había sido muy asustadizo y Sungho no creía que aquello hubiera
cambiado de la noche a la mañana. Quizás le pasaba algo. Al chico le encantaban
los gatos y había aprendido mucho sobre ellos observándolos a lo largo de los
años, pero nunca antes había tenido un gato, así que, no sabía qué era lo que
le podía pasar; no obstante, quizás lo mejor que podía hacer por aquel gato en
aquellos momentos era sacarlo de la calle, de la lluvia y tratar de hacerlo
entrar en calor porque estaba completamente empapado y helado. Con mucho
tiento, alargó sus manos hacia el gato y lo cogió, esperando que éste se
resistiera y tratara de escapar, pero el gato no lo hizo. Un poco esperanzado,
se llevó al gato al pecho y lo sujetó debajo de su chaqueta, para después echar
a andar, camino a casa. Durante el trayecto, el gato no se movió, solo tiritaba
de vez en cuando y Sungho lo apretó más y más contra su pecho, esperando
transmitirle calor, aunque él mismo se estuviera mojando y manchando su
camiseta, le daba bastante igual.
Cuando llegó a casa lo primero que hizo fue dejar al gato
sobre una toalla, en el sofá, cerca del radiador de la calefacción y comenzó a
secarlo lentamente para no hacerle daño y para no asustarlo. El gato lo dejó
hacer y solo se dedicó a mirarlo todo con ojos curiosos, buscando el calor del
radiador cuando Sungho dejó de secarlo con la toalla. Después de ponerle un
cuenco con comida cerca y de dejar todo el salón preparado y cerrado para que
el animal no rompiera nada ni saliera de allí, fue a ducharse y después a
prepararse su cena, cuando volvió al salón, el gato no había tocado el pienso
que le había llevado, pero le maulló varias veces y se le acercó mientras
comía, así que, Sungho le dio trocitos de su comida, viendo cómo esta le hacía
mucha más ilusión que el pienso que le había dejado, así que, compartió la
comida con él hasta que el gato se quedó satisfecho y simplemente se acurrucó a
su lado.
Sungho acarició levemente al animal mientras veía a
medias una serie que estaban echando en la tele, pensando en si debería de
quedarse con el gato o si lo llevaba a alguna protectora de animales para
encontrarle un buen hogar. Él no tenía mucho tiempo para cuidarlo porque tenía
turnos bastantes raros en la guardería, a veces echaba un día completo, a veces
solo la tarde, a veces solo la mañana, dependiendo de cuántos niños hubiera ese
día en el lugar, y en ocasiones iba a ayudar a su amigo Taeyeob a la
floristería para sacarse un sobresueldo, por lo que no tenía mucho tiempo para
cuidar de mascotas… pero los gatos eran bastante independientes y aquel era un
gato callejero, seguro que su presencia constante lo agobiaría y estaría bien
con solo tener a un humano alrededor de vez en cuando. Obviamente estaría mucho
mejor allí que encerrado en una jaula en una protectora esperando a ser
adoptado… seguro que el gato preferiría mucho más cualquier otra cosa que estar
encerrado, sobre todo, porque hasta el momento había sido libre de hacer lo que
le viniera en gana.
Sungho acabó suspirando profundamente, su cabeza
doliéndole de tanto pensar. Era viernes y hasta el lunes no tendría que volver
a ir a trabajar, así que, tenía todo el fin de semana para pensar en lo que
haría con aquel gato y ver si ambos se podían llevar bien o no. Con aquella
decisión tomada, el chico se levantó del sofá, movimiento que hizo que el gato alzara
sus orejas y abriera sus ojos, mirándolo fijamente. Sungho le dijo que se iba a
la cama de la misma forma que le había dicho antes que se iba a la ducha y el
gato en aquella ocasión se levantó del sofá y se fue tras él como si se tratase
de un perro, siguiéndolo hasta la habitación y tumbándose sobre el colchón de
su cama, haciéndose hueco como si fuera el dueño y señor de aquella casa. El chico
no pudo evitar sonreír ante aquello y después se metió también en la cama, cerrando
sus ojos y esperando que el día siguiente su vida no cambiara demasiado por
tener el gato en casa.
~
Cuando Sungho se despertó a la mañana siguiente, lo
primero que se encontró fue el cuerpo de una persona completamente desnudo en
su cama y lo siguiente que hizo fue gritar y levantarse corriendo de la cama, tropezando,
trastabillando y casi cayéndose al suelo por ello. El ruido provocó que la
persona que se encontraba sobre su cama se despertara y se moviera lentamente,
desperezándose, retirándose el largo pelo rubio pajizo de su cara y
descubriendo entonces que se trataba del muchacho al que le había dejado el
paraguas el día anterior. Muchísimas cosas se le pasaron a Sungho por la
cabeza, desde que aquel chico lo había seguido a su casa por la noche y se
había metido en su cama con intenciones horribles para él hasta que era un
ladrón y mil cosas más que salían en las películas.
—¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? —le preguntó, su voz
sonando temblorosa y nada amenazadora—. ¿Qué quieres de mí?
El muchacho pareció estar desubicado, tanto por la
pregunta como por el lugar en el que estaba, parpadeando varias veces, fijando
sus ojos rasgados en Sungho durante unos momentos hasta que finalmente una
sonrisa cálida apareció en su rostro.
—Lo siento, seguro que te he asustado —murmuró,
incorporándose hasta quedar sentado sobre la cama—. Mi nombre es Junhyung y soy
un mago —le dijo—, probablemente no me creas porque obviamente la gente normal
no cree en la magia y no sabe que ésta existe de verdad, lo mismo que los seres
mágicos, pero existimos y eso… soy un cambia formas con un pequeño problema
ahora mismo, así que, te agradezco muchísimo que ayer por la mañana me dieras
tu paraguas y que por la noche me trajeras a tu casa.
—¿Qué?
Sungho tuvo que hacer aquella pregunta porque no podía
creerse qué era lo que acababa de decir y el chico volvió a explicarle lo mismo
que le acababa de decir, añadiéndole que él era el gato que había llevado a
casa por la noche también.
—Estoy terminando de prepararme para los exámenes finales
de brujo y necesito dominar el arte de cambiar de forma para una de las
pruebas, pero no se me da del todo bien —le dijo—. Se supone que tendría que
cambiar de forma a placer, pero no lo consigo cuando quiero y solo cuando llevo
varias horas como gato y mi magia se agota puedo volver a mi forma normal… no
puedo quedarme en casa cuando estoy en mi forma gatuna porque entonces mis
padres estarían controlando que la transformación va como debe y se darían
cuenta de que todavía no la domino, así que, suelo irme al parque para estar
con los demás gatos hasta que vuelvo a cambiar.
Sungho parpadeó varias veces, rápidamente, confuso, con
la cabeza hecha un lío sin sabe qué coño era lo que estaba pasando en aquellos
momentos y sin saber qué era lo que podía decir porque aquello era una locura
muy grande. No sabía si el chico le estaba mintiendo descaradamente, no sabía dónde
estaba el gato que había recogido la noche anterior y no se podía creer que
gato y chico fueran lo mismo porque aquello era completamente imposible. El muchacho
pareció notar que seguía sin creerse todo aquello y en ese momento pronunció
unas palabras en un idioma desconocido para Sungho y de repente aparecieron una
camiseta blanca y unos pantalones vaqueros encima de la cama.
—Ahora mismo no tengo suficiente magia como para
enseñarte cómo me transformo en gato, pero al menos esto creo que hará que veas
que sí soy un mago de verdad y que te acerques porque he dejado de estar
desnudo —dijo—. En cuanto recupere la suficiente magia, me transformaré de
nuevo en gato para que puedas ver que no miento y… si no es mucho problema para
ti, me gustaría poder quedarme aquí mientras termino de controlar el cambio, estar
en la calle desnudo no es lo mejor, porque la semana pasada casi me ven una
pareja de abuelos que iban paseando temprano por la mañana y ayer me cogió la
lluvia sin paraguas en mitad de mucha gente y no podía escabullirme para hacer
magia.
Sungho se pasó las manos por la cara, demasiado
confundido y frustrado y sin saber qué hacer ni qué decir. Él no había esperado
que su vida cambiara de ninguna forma ni cuando le tendió el paraguas a aquel
chico por la mañana, ni cuando se llevó al gato a casa por la noche… pero el
universo le tenía planeado un giro de ciento ochenta grados al que no sabía si
se iba a poder adaptar, pero teniendo bastante curiosidad por aquel chico,
aquel mago, que podía transformarse en gato.
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