Título: You’re my Universe
Autora: Riz Aino
Pareja: KangHoon (Yonghoon + Kanghyun) (ONEWE)
Clasificación: PG–13
Géneros: AU, college, romance, fluff, light drama,
humor
Número de palabras: 7.790 palabras
Resumen: Hyungu es arrastrado por su abuela a la iglesia
y lo último que espera es enamorarse de Yonghoon, el chico que canta y toca la
guitarra en las misas.
Notas: esta historia está ambientada a principios de los noventa
y me estuve re viendo Reply 1994 y Reply 1997 (además de ver 25-21) para poder
sacar la vibra que necesitaba para la trama.
Comentario de autora: tenía ganas de escribir algún one shot
largo de ONEWE porque no había hecho ninguno todavía y al final me decidí por
hacer una historia de las que dejan el corazón calentito. Espero que os guste.
Hyungu no pudo evitar que un bostezo
se escapara de sus labios en mitad de la misa a la que su abuela lo había
arrastrado cerca de una hora antes. Su bostezo llamó la atención de una de las
devotas amigas de su abuela, que expresó su descontento y desaprobación con un
leve chasqueo de su lengua antes de volver su atención ante el párroco, que no
terminaba su discurso sobre el amor y la fraternidad. En cualquier otro
momento, Hyungu habría tratado de salvar un poco la gran falta de respeto hacia
el Señor y la Iglesia a pesar de que estar allí era lo que había provocado con
su bostezo en mitad de la misa, pero después de casi una hora y de ser incapaz
de concentrarse en el libro que se había llevado para leer porque la voz
soporífera del cura lo hacía sentir sueño, el chico ya no tenía fuerzas ni para
tratar de mostrar respeto por la institución. Hyungu se solía quejar de las
soporíferas clases en la universidad del profesor Kim, pero en aquella misa
había descubierto que había alguien todavía más soporífero. El chico se pasó
las manos por la cara y trató de despejarse dándose unos golpecitos en las
mejillas, pero no sirvió de mucho porque seguía con un sueño terrible, así que,
miró de nuevo el reloj de su muñeca para constatar de nuevo que llevaba allí
casi una hora y que, se suponía que aquella misa debía de acabar dentro de no
más de diez minutos. Si había aguantado todo aquel tiempo, estaba seguro que
podía aguantar lo poco que le quedaba y esperaba que aquel sacrificio y todo el
sufrimiento le aseguraran un lugar en el cielo al menos.
Los acordes de una guitarra acústica
resonaron en el espacio de la iglesia y Hyungu salió de sus pensamientos
inmediatamente para prestarle atención a la suave melodía que comenzó a llenar
aquel lugar, seguida de una voz preciosa que cantaba una de las canciones
típicas de la misa. Hyungu se quedó con la boca abierta inmediatamente porque
la voz que estaba resonando en las paredes de la iglesia era indescriptible y
lo hacía sentir de una manera que no podía expresar siquiera con palabras
porque nunca antes se había sentido de esa forma, mesmerizado, casi hechizado
por esa hermosa voz que procedía de un chico que se había subido al altar con
la guitarra enganchada en su hombro, tocando y cantando como si fuera un ángel
que acababa de bajar del cielo, la luz de diversos colores que entraba por las
vidrieras de la iglesia provocando que aquel chico resplandeciera. Cuando la
música terminó, Hyungu acabó saliendo de su hechizo, pero no pudo evitar seguir
con la mirada a aquel chico, viendo cómo bajaba del altar y se sentaba en los
bancos de primera fila. Desde donde él estaba sentado no lo podía ver muy bien,
pero, aun así, no dejó de observarlo hasta que la misa por fin terminó.
—Hyungu, cariño —lo llamó su abuela, dándole un
toquecito en el hombro para llamar su atención—. Voy a quedarme unos momentos
hablando con mis amigas y con el cura, puedes esperarme fuera.
Hyungu asintió a lo que ésta le había dicho y ella se
levantó del banco y echó a andar por el pasillo central de la iglesia con un
par de sus devotas amigas, dirigiéndose al altar para hablar con el cura. El
chico volvió rápidamente su atención al joven cuya voz había provocado que su
cuerpo se volviera de gelatina, dándose cuenta de que éste ya no se encontraba
sentado donde estaba hacía unos momentos y Hyungu se levantó rápidamente de su
asiento, mirando a un lado y a otro hasta que divisó su figura cerca de la
puerta de la iglesia. Sin pensárselo siquiera un segundo, Hyungu caminó
rápidamente hacia la salida. No sabía realmente qué le estaba pasando, su
cuerpo simplemente estaba en modo automático y se movía solo, hacia el otro
chico, como si éste tuviera una especie de fuerza gravitatoria a su alrededor y
Hyungu hubiera entrado en su órbita. De aquella forma, acabó saliendo de la
iglesia al exterior, la luz de fuera cegándolo durante unos segundos, haciendo
que no se diera cuenta que justo ante él se encontraba la persona que había
provocado su precipitada salida, chocándose contra algo duro, concretamente la
funda de su guitarra, colgada a su espalda.
—Lo siento muchísimo —murmuró, sus ojos acostumbrándose a
la luz.
La persona ante él se dio la vuelta y Hyungu se quedó sin
respiración durante tan solo un segundo porque no se había dado cuenta de que
la persona con la que se había chocado era precisamente tras quien había salido
y porque el otro era realmente atractivo. Su pelo oscuro cayendo sobre su
frente en un flequillo desordenado a propósito y bajo éste sus ojos castaños
mirándolo con sorpresa hasta que en su rostro apareció una expresión amable,
risueña, sus ojos convirtiéndose en dos medias lunas y sus labios mostrando una
sonrisa.
—No tienes que disculparte —le dijo—. Yo era el que
estaba en medio del paso porque la luz me ha dejado un poco ciego.
—Oh… mmm… vale… —Hyungu se sintió
nervioso de repente, sin saber qué era lo que podía decir, no sabiendo siquiera
si debía decir algo, pero su boca se abrió sin permiso y de ésta salieron unas
palabras realmente estúpidas—. Te he escuchado tocar en la misa… has tocado mal
algunos acordes.
La expresión del otro cambio de
nuevo a una de sorpresa, pero Hyungu se sintió terriblemente estúpido porque su
boca había hablado sin permiso y no se quedó para ver completa la reacción del
otro chico, solo salió huyendo, de nuevo dentro de la iglesia para esperar a su
abuela allí, con su corazón latiendo rápidamente dentro de su pecho, no viendo
de esa forma la sonrisa que había aparecido de nuevo en el rostro del otro.
~
—¿Hyungu? —lo llamó su amigo Harin,
dándole un toque en el hombro—. ¿Me estás escuchando?
Hyungu se giró hacia él por el
toque, saliendo de sus pensamientos y dedicándole una pequeña sonrisa de
disculpa. No. No había escuchado nada de lo que le hubiera estado diciendo
hasta el momento y realmente lo sentía, pero hacía algunos días que no podía
pensar en otra cosa que no fuera la voz de aquel chico en la iglesia. Había
sentido algo que nunca antes había sentido y no podía hacer otra cosa más que
recordar la canción, su voz, la forma en la que sus ojos se cerraban cuando
tenía que cantar notas un poco más altas, la forma en la que sus dedos rasgaban
las cuerdas de la guitarra que llevaba colgada a su hombre, aunque se
equivocase en algunos acordes y, obviamente, tampoco podía dejar de recordar lo
estúpido que había sido cuando había hablado con él. de alguna forma se había
puesto muy nervioso y había dicho cosas que no debería haber dicho.
—Lo siento, no estaba escuchando —le
dijo—. ¿Qué era lo que me estabas diciendo?
—Te decía que si querías venir
conmigo al centro comercial y nos pasamos luego por la tienda de música
—comentó Harin—. Hay un par de cintas que me gustaría comprar y seguro que a ti
te encantará tocar alguna de las guitarras.
—Sí, claro, cuenta conmigo —le
respondió.
Harin le dedicó una amplia sonrisa
que Hyungu correspondió y el chico comenzó rápidamente a planear todo lo que
podían hacer cuando fueran al centro comercial, hablando tanto y tan rápido,
que Hyungu acabó abstrayéndose de nuevo de la realidad y metiéndose en sus
pensamientos, unos pensamientos que estaban bastante llenos con aquel chico de
la iglesia. Ni siquiera sabía quién era o cómo se llamaba, pero Hyungu no podía
evitarlo, su mente divagaba y la única dirección que tomaba era aquella… quizás
la única forma de no pensar a todas horas en él era enfocarse en cualquier otra
cosa, por lo que trató de participar fervientemente en la conversación con
Harin de nuevo, aportando también ideas para lo que podían hacer y alejando de
esa forma su mente del chico de la iglesia.
~
—¿Te vas a pasar todas las
vacaciones sin hacer nada? —dijo la voz de su abuela, trayéndolo a la realidad
y alejándolo de la historia que estaba leyendo. Hyungu alzó el libro que tenía
en sus manos y se lo señaló a su abuela—. Te pasas el día leyendo como si eso
fuera lo más importante del mundo cuando lo que tienes que hacer es salir,
conocer gente de tu edad, con tus mismos gustos, intereses, hacer algún amigo
más aparte de Harin, empezar a salir con chicas… —comenzó a enumerar su abuela—.
Estás ya en la universidad, puedes hacer todas esas cosas, pero te pasas el día
tumbado leyendo o tocando la guitarra o con Harin haciendo a saber qué cosas
encerrados todo el día en tu habitación.
—No necesito nada de eso, abuela —le
contestó él, sin poder evitar poner los ojos en blanco ante la regañina que le
estaba echando la mujer simplemente porque solo había salido de su cuarto para
comer y ducharse en los últimos días.
—Claro que lo necesitas —replicó
ella—. ¿Sabes? En la iglesia hay varios eventos y actividades para jóvenes y
siempre hay cosas con las que ayudar y puedes hacer con eso algo de
voluntariado… o sino simplemente tocar la guitarra en las misas, como el
muchacho del otro día —Hyungu sintió que se quedaba sin respiración al escuchar
aquellas palabras mágicas—. Conozco a su madre y es un buen chico, canta muy
bien y toca también la guitarra, como tú, vente un día conmigo a misa otra vez
y hablas con él, seguro que tenéis un montón de cosas en común.
Hyungu no le contestó a aquello a su
abuela de viva voz, pero asintió a lo que le había dicho y la mujer le dedicó
una sonrisa amplia antes de salir de su habitación, dejándolo allí todavía
tratando de encontrar la respiración que había perdido unos momentos antes. Su
abuela simplemente había mencionado a aquel chico, solo le había dicho que era
un buen chico y que como tocaba la guitarra tendrían cosas en común. No había
sido nada del otro mundo, no había sido nada que no le hubiera dicho antes
sobre cualquier otro muchacho del vecindario cuando había querido que hiciera
más amistades, pero aquello lo había dejado sin respiración. No entendía
exactamente qué era lo que le pasaba, porqué se sentía de aquella forma tan
extraña, porqué se quedaba sin aire… pero Hyungu decidió que tenía que saberlo,
que tenía que encontrar la manera de averiguar qué era lo que le sucedía y
claro, para ello tendría que hacerle caso a su abuela y acompañarla de nuevo a
misa para poder ver a aquel muchacho de nuevo.
~
Las misas eran largas, aburridas,
llenas de palabrería estúpida sobre el amor y la concordia, sobre la aceptación
y el cuidado de todo el mundo porque todos eran hijos del Señor, pero no eran
más que palabras vacías porque Hyungu sabía de primera mano que aquello no se practicaba
en la realidad, fuera de la iglesia. En el momento en el que todos aquellos que
asistían devotamente a las misas ponían un pie fuera de aquel edificio con una
cruz enorme de neón en la fachada, sus buenos deseos y sus deberes para con la
comunidad y para con el resto de seres humanos que no eran iguales a ellos
dejaban de existir. Solo unas pocas personas se libraban de ser de aquella
forma, pero porque siempre debía de haber excepciones a la norma general,
personas buenas que de verdad se preocupaban por el bienestar de los más
necesitados y que no juzgaban a nadie porque fuera diferente a ellos en
cualquier sentido. Hyungu había aprendido que la gente que iba a la iglesia
tenía dos caras varios años atrás, cuando todavía estaba en el instituto, y
desde aquel momento había tratado lo mínimo posible de pisar aquel lugar… pero
las vacaciones de invierno las pasaba en casa de su abuela, lejos del ajetreo
de la gran ciudad, teniendo un poco de tiempo para descansar y para poder
encontrarse con Harin, su amigo de la infancia, y pasar todo el tiempo que
podía con él antes de volver a la capital para empezar el siguiente curso. Por
todo aquello, Hyungu no solía pisar la iglesia a no ser que su abuela lo
obligase a ir, pero en esos momentos se encontraba allí, sentado en uno de los
bancos cerca del altar, con un libro entre sus piernas, leyendo y tratando así
de bloquear la voz soporífera del cura una vez más, simple y llanamente porque
quería volver a ver a aquel chico que cantaba durante las misas, oírlo cantar,
quizás hablar con él sin decir una tontería que lo pusiera en evidencia como la
última vez.
Hyungu se había aislado tanto en
aquella ocasión, enfocándose por completo en el libro que se estaba leyendo y
bloqueando cualquier otro sonido del exterior, ya fuera el sermón del cura o
los cánticos de los asistentes a la misa, que cuando la voz en la que no había
podido dejar de pensar en los últimos días de su vida se adentró en su cerebro
a través de sus orejas, la canción que el muchacho estaba cantando ya llevaba
unos versos. Hyungu no pudo evitar cerrar el libro de golpe, sin siquiera poner
el punto de libro en la página en la que se encontraba por la emoción, alzando
la cabeza y buscando con su mirada a aquel muchacho, encontrándolo ante él, a
tan solo una decena de metros, con la guitarra al hombro, cantando con aquella
voz que podría pertenecer a los mismísimos ángeles, si es que estos existían en
la realidad. El vello de sus brazos se le puso de punta mientras lo escuchaba y
Hyungu ni siquiera pudo mantener la boca cerrada, demasiado fascinado como para
poder tener control sobre las reacciones de su cuerpo incluso después de que la
última sílaba saliera de los labios de aquel chico, rasgando la última nota en
su guitarra acústica. Su voz era demasiado increíble, inexplicable, no parecía
de este mundo y lo único que Hyungu podía hacer era quedarse maravillado por
cómo sonaba con el eco de aquella enorme iglesia, reverberando en sus oídos y
llenando cada parte de su ser sin dejarse ni un solo hueco.
Cuando la misa terminó, Hyungu ni
siquiera esperó a que su abuela le dijera nada, se levantó rápidamente del
banco para acercarse a aquel muchacho, no queriendo perderlo entre el gentío,
no queriendo que éste se escapase y simplemente queriendo poder hablar con él
un poco, pero casi antes de dar un paso en su dirección, hacia donde lo había
visto sentarse después de la canción que había cantado aquella vez, no pudo
avanzar más porque el mismo chico que quería cazar, se había presentado
directamente ante él, con una sonrisa enorme que volvía sus ojos dos medias
lunas, una sonrisa que le detuvo el corazón por un instante.
—Me alegra que hayas venido hoy —le
dijo el chico—. He estado ensayando mucho con la guitarra después de lo que me
dijiste la última vez para hacerlo perfecto y poder mostrártelo.
Oh.
Hyungu abrió la boca para contestarle, pero ningún sonido salió de ella durante
unos momentos porque lo que acababa de escuchar lo había dejado completamente
paralizado; no obstante, el chico trató desesperadamente de salir de aquella
especie de trance para poder contestarle sin parecer idiota —o al menos
intentarlo—.
—Hoy no has tocado ningún acorde mal
—respondió, provocando que la sonrisa que el otro tenía en su rostro se hiciera
todavía más amplia. Aquella sonrisa, dirigida solo a él y provocada por él,
hizo que Hyungu se sintiera un poco más tranquilo, algo más relajado, a pesar
de que su corazón había comenzado a latir demasiado rápido dentro de su cuerpo,
y se arriesgara a hacerle un cumplido más justo después—. Cantas muy bien, por
cierto, nunca había escuchado a nadie cantar las canciones de la iglesia de
esta forma.
—Muchas gracias —respondió el
muchacho—. Suelo ensayar cuando vengo por las tardes a ayudar con lo que haya
que hacer a mi madre, por si quieres venir a hacerme compañía o a escucharme
cantar, no se ven muchos jóvenes por aquí y me siento un poco solo.
—Claro… me encantaría.
—¡Genial! —exclamó el otro—. Vengo
todas las tardes, así que seguro que cualquier día que te pases estaré por aquí
en algún lugar —le dijo—. Mi nombre es Yonghoon, por cierto, por si no me ves y
tienes que preguntar por mí.
—Yonghoon… —murmuró Hyungu casi
paladeando el nombre en su boca, tendiéndole la mano al chico y dedicándole una
pequeña sonrisa—. Encantado de conocerte, yo soy Hyungu.
~
Al contrario que siempre, Hyungu se
sintió emocionado con la idea de ir a la iglesia un par de días después, tan
emocionado con la idea de poder encontrarse de nuevo con Yonghoon y poder pasar
un rato con él, aunque fuera solo escuchándolo cantar, ensayando, porque no
creía que pudiera mantener una conversación exactamente coherente con él
—aunque la última vez no había ido especialmente mal, Hyungu todavía tenía muy
fresco en su memoria el recuerdo de su primer encuentro—, que fue muchísimo
antes de que fuera la hora de la misa hasta el lugar para ver si el chico se
encontraba allí tal y como le había dicho que estaría. Su abuela también
parecía bastante emocionada con la idea porque cuando le había comentado al
salir que iba a la iglesia a encontrarse con Yonghoon, los ojos le habían
brillado e incluso le había dado algo de dinero. El chico no se había esperado
que a la mujer le hiciera tanta ilusión que hiciera un nuevo amigo y que
quisiera pasar algo de tiempo con él, pero le alegraba que su abuela fuera
feliz por aquello, aunque fuera tampoco, y se despidió de ella antes de echar a
correr en dirección a la iglesia del barrio, esperando encontrarse con Yonghoon
de primera hora y no tener que buscarlo para así no tener que perder el
preciado tiempo que podían pasar juntos. Hyungu quería hablar con él de muchas
cosas, quería conocerlo más, saber de él todo lo que pudiera y más y sabía que
cuanto más tiempo pasara con él, se sentiría menos nervioso y podría funcionar
como una persona normal y corriente y no como un autómata que tenía errores en
su sistema.
Sus deseos fueron escuchados aquel
día porque nada más entrar a la iglesia Hyungu se encontró de sopetón con
Yonghoon, que cargaba un enorme macetero lleno de flores, su cabeza apenas
asomando entre los pétalos. A pesar de ello, el chico lo vio y le dedicó una
sonrisa encantadora y enorme que provocó que su corazón se saltara un latido
antes de latir como loco, soltando el macetero en el suelo y acercándose a él.
—Has venido —dijo, pareciendo
genuinamente feliz por verlo allí.
—He venido —replicó Hyungu—, pero no
sé si es un buen momento o no —comentó, señalando el enorme macetero que había
estado cargando el otro.
—Oh, has venido en el mejor momento
—contestó Yonghoon, señalando a un lado de la iglesia, donde había un montón de
maceteros de distintos tamaños, todos llenos de flores, y algunos ramos y
lazos—. Hay que colocar todo esto porque dentro de un par de horas hay una
boda.
Hyungu sintió que quizás había
elegido el peor día para comenzar a ir a ver a Yonghoon mientras éste ayudaba
en la iglesia en cuanto cogió el primer macetero, aquel que el otro había
dejado en el suelo para ayudarlo a cargarlo hasta el lugar en el que debía de
estar, y sintió todo el peso de éste… pero en el momento en el que Yonghoon
comenzó a hablar con él, a bromear y a contarle cosas sobre lo que hacía en
aquel lugar —aparte de cantar y cargar maceteros— sintió todo lo contrario. De
aquella forma, la conversación entre ellos no era extraña ni incómoda, Hyungu
seguía sintiendo que su corazón estaba a un paso de explotar dentro de su
pecho, pero las palabras no se le trababan en la boca demasiado y podía
contestar al otro e incluso hacerle alguna pregunta. Así descubrió que Yonghoon
había acabado ya sus estudios en la universidad y que algunos días daba clases
de canto a niños en una academia del lugar y, por lo tanto, era mayor que él, a
la vez que descubrió que era una persona todavía más agradable y encantadora de
lo que parecía en un primer momento, que hablaba hasta por los codos y que no
le importaba llenar todos los silencios que hubiera entre ellos mientras las
conversaciones terminaban de fluir, encadenando un tema tras otro, pasando de
su color favorito a su comida favorita, siguiendo por su entusiasmo porque
estaba ahorrando el dinero que ganaba en las clases para comprarse un busca y
terminando por la última película que había visto.
Para cuando terminaron de organizar
todos los arreglos florales para la boda, Hyungu sintió que casi conocía a
Yonghoon de toda la vida… pero, aun así, le quedaban muchas más cosas por saber
sobre éste… y sobre él mismo.
~
—¿Crees que es raro enamorarse de
una voz?
La pregunta había salido de sus
labios después de pasarse varios días cuestionándose qué era lo que sentía
cuando escuchaba cantar a Yonghoon y llegar a la conclusión de que aquel
sentimiento debía de ser algo parecido al amor, pero no por una persona, sino
por la voz de ésta. En casa de su abuela no había ordenador y mucho menos
internet, por lo que Hyungu no podía buscar en internet o preguntar en alguno
de los chats a los que se conectaba de vez en cuando en busca de consejo de sus
amigos de la red, por lo que, al final la pregunta se la había acabado haciendo
a Harin, para confirmar si sus sospechas eran ciertas o no y se había enamorado
de la voz de Yonghoon… y quizás un poco también del dueño de aquella increíble
voz.
—¿Hay alguna cantante que te haya
encandilado por cómo canta? —le preguntó Harin de vuelta—. Últimamente yo estoy
enamorado de S.E.S y Yangpa.
Harin siguió hablando sobre cómo se
había enamorado de sus voces cuando había escuchado sus canciones en la radio y
después no había podido evitar enamorarse de ellas porque también eran increíbles
y Hyungu acabó desconectando sin darse cuenta del monólogo de su amigo a mitad,
perdiéndose en sus pensamientos durante unos momentos, unos pensamientos que
estaban completamente plagados de Yonghoon, de su voz mientras rasgaba las
cuerdas de la guitarra suavemente, envolviéndolo en el eco que creaban las
paredes de la iglesia, al menos hasta que Harin lo sacó de sus pensamientos.
—¿Por qué lo preguntabas, por
cierto?
—Mmmm… no… por nada realmente…
—acabó contestando—. Solo era algo que se me había pasado la cabeza y aquí no
tengo internet, así que, quería hablarlo contigo.
Harin soltó un “ahhhhh” de
entendimiento y después la conversación tomó otros derroteros completamente
distintos, enfocándose en las cintas de música que tenían ante ellos, buscando
las que Harin quería comprar entre la maraña de distintos géneros, grupos,
cantantes que había en la estantería ante ellos.
No era que Hyungu no quisiera
contarle a su mejor amigo qué era lo que estaba comenzando a pensar, no era
como si no confiara en él, como si no supiera que estaría allí para él le
dijera lo que le dijese, le gustase lo que le gustase, incluso si, por alguna
razón, lo que presentía que le estaba pasando resultaba ser verdad y se estaba
enamorando no solo de la increíble voz de Yonghoon, sino también de él. No.
Harin no lo juzgaría por algo como aquello. Pero para Hyungu todo aquello era
algo nuevo, extraño, desconocido, muchos sentimientos, pensamientos y
sensaciones que no había tenido nunca hasta el momento y él mismo se sentía
raro, como si no estuviera en su propia piel… por lo que primero quería
entenderse él antes de poner el tema sobre la mesa con Harin y buscar en él el
apoyo que probablemente necesitaría más adelante.
~
—¿Dónde vamos?
La pregunta salió de sus labios sin
que Hyungu pudiera evitarlo porque aquella tarde cuando había aparecido por la
iglesia para pasar un rato junto a Yonghoon, éste se había colgado la funda de
su guitarra al hombro y le había indicado con un movimiento de su mano que lo
siguiera, sin cruzar más palabras que solo unos saludos. Tenía curiosidad por
saber hacia dónde el otro lo llevaba y, sobre todo, tenía mucha curiosidad por
saber qué era lo que iban a hacer allí porque hasta aquel momento, los días que
se había decidido a pasar por la iglesia, había habido un montón de cosas que
hacer y ambos habían pasado el rato juntos mientras realizaban todo tipo de
tareas.
—Ahora lo verás, estamos a punto de
llegar.
Hyungu asintió, pero la curiosidad
seguía carcomiéndolo por dentro y su corazón latía en su pecho como si se
quisiera salir de éste, quizás demasiado emocionado. Habían salido de la
iglesia unos momentos antes y habían caminado a través de los terrenos de ésta,
bordeándola hasta llegar a su parte trasera, donde había un edificio pequeño,
una especie de trastero o almacén supuso el chico. Yonghoon lo guio hasta el
lugar y abrió el candado que cerraba la puerta con una llave que sacó de su
bolsillo, indicándole a Hyungu que podía pasar, echándose a un lado. Hyungu
empujó la puerta y se encontró con un lugar que realmente no se había esperado,
porque creía que lo que vería serían cosas apiladas, amontonadas, llenas de
polvo y pasillos estrechos entre éstas en los que apenas cabría una persona. Al
contrario de lo que se había imaginado, el pequeño almacén estaba prácticamente
vacío y lo único que había eran unos cuantos sofás viejos, un par de colchones
tirados por el suelo y algunas cajas pegadas a las paredes.
—Bienvenido a mi escondite secreto
—dijo Yonghoon tras él, muy cerca de su oreja, tan cerca que sintió su
respiración caliente contra su piel y Hyungu no pudo evitar el escalofrío que
le recorrió toda la espalda—. Aquí es donde suelo ensayar —comentó el mayor,
alejándose de él y dejando funda de la guitarra en el suelo, ante uno de los
sofás, donde se dejó caer—. Hasta hace unos meses estaba a rebosar de chismes,
pero la iglesia organizó este verano una especie de rastro y se quedó
prácticamente vacío, así que aproveché para pedirle al párroco que me dejara
usarlo mientras seguía estando vacío.
Hyungu no supo qué decir a aquello,
pero le parecía fascinante que el otro tuviera un lugar como aquel para estar
tranquilo ensayando y simplemente caminó hacia él, sentándose en el sofá a su
lado, viendo cómo Yonghoon sacaba su guitarra de la funda y comenzaba a tocar
algunos acordes antes de comenzar a cantar, llenando el lugar con su voz y el
corazón de Hyungu de un sentimiento cálido y que le provocaba una especie de
cosquilleo en su interior. Realmente no tenía palabras para describir qué era
lo que le hacía sentir la voz de Yonghoon cuando éste cantaba, pero ésta lo
dejaba completamente mesmerizado y lo hacía perderse por completo, el mundo
real desapareciendo a su alrededor y existiendo simplemente Yonghoon, su voz y
su guitarra.
—¿Qué te ha parecido esta canción?
—preguntó Yonghoon en cuanto terminó de cantar, dedicándole una sonrisa.
—Te has equivocado en un par de
acordes —respondió él, sin siquiera pensar.
Yonghoon comenzó a reírse a
carcajadas al escuchar su respuesta y Hyungu quiso hacer un agujero en el suelo
de cemento y meterse dentro porque otra vez había dicho algo que no debía, a
pesar de que era verdad. Yonghoon cantaba de lujo, cantaba mucho mejor que lo
hacían los cantantes que aparecían en la televisión, en la radio; no obstante,
tocar la guitarra no se le daba tan bien como cantar y había ocasiones en las
que no tocaba los acordes correctos y las canciones no sonaban exactamente como
debían de hacerlo. Hyungu sabía de música, pero, sobre todo, sabía de guitarras
y aunque la voz de Yonghoon lo dejara completamente mesmerizado, su oído
captaba absolutamente todos los errores que éste cometía tocando, a pesar de
que la mayoría de ellos fueran nimios y casi imperceptibles.
—Me comentaste el otro día que tú
también tocabas la guitarra —dijo el mayor cuando dejó de reírse—. Me gustaría
escucharte tocar a ti y quizás que me des clases para arreglar los errores que
cometo.
Hyungu estuvo a punto de negarse,
pero Yonghoon le tendió su guitarra, dejándosela sobre su regazo y Hyungu la
tuvo que coger para que ésta no se resbalara y cayera al suelo. Miró a Yonghoon
sin saber realmente qué hacer, pero éste le sonreía de aquella forma
encantadora en la que sus ojos se convertían en dos medias lunas y, al final,
acabó suspirando y cogiendo bien la guitarra para comenzar a tocarla. No se
sabía demasiadas canciones de memoria, pero sí algunas, así que comenzó por una
de ellas, rasgando las cuerdas de la guitarra suavemente con sus dedos y
dejando que la música volviera a llenar el espacio vacío de aquel almacén
durante algunos momentos antes de detenerse y mirar a Yonghoon para ver si a
éste le había gustado lo que acababa de tocar. Encontrarse directamente con los
ojos del mayor brillando como si contuviera en ellos un millón de estrellas mientras
lo observaba no era lo que se había esperado ver y Hyungu acabó tosiendo,
aclarándose la garganta y desviando su mirada inmediatamente, su corazón
latiendo dentro de su pecho tan rápido y tan fuerte que debía de estarse
escuchando en todo el vecindario.
~
Ir a la iglesia prácticamente todos
los días comenzó a ser una costumbre para Hyungu y muchas veces ni siquiera iba
a ella por si había algo que hacer, simplemente se dirigía hacia aquel almacén
vacío y esperaba a que Yonghoon apareciera por allí para ensayar y ambos
pasaban el tiempo juntos en aquel lugar, tocando la guitarra, escuchando música
con el walkman que Hyungu siempre acostumbraba a llevar en el bolsillo de su
chaqueta, compartiendo cintas, descubriendo los gustos musicales del otro y hablando
de ellos mismos, llenando cada silencio que hubiera entre ellos con miles de
conversaciones interesantes que hacían que Hyungu casi se sintiera en una nube,
acurrucándose el uno contra el otro en los días que hacía más frío,
compartiendo el calor de sus abrigos y provocando taquicardias al menor.
~
—Me gustaría escucharte cantar.
Aquellas palabras salieron de los
labios de Yonghoon y dejaron a Hyungu completamente paralizado, dejando de
tocar la canción que estaba tocando de forma inmediata, girando su rostro hacia
el mayor y mirándolo casi con pánico. Cantar… Hyungu no cantaba… bueno, lo
hacía como todo el mundo, en la ducha o en la soledad de su habitación, cuando
sabía que no había absolutamente nadie en su casa y no podrían escucharlo. Él
tocaba la guitarra, la tocaba muy bien, pero no, cantar no cantaba,
absolutamente no, mucho menos delante de Yonghoon, que debía de ser la persona
que mejor cantaba de todo el universo. Ni siquiera había cantado delante de
Harin que era su mejor amigo de toda la vida, ¿cómo iba a cantar delante de
Yonghoon cuando su corazón estaba siempre a punto de estallar simple y
llanamente porque el otro se encontraba a su lado? No, no, no, no. Imposible.
—No, no, no, no… yo no canto
—respondió.
—¿No? —preguntó Yonghoon,
extrañado—. Tienes pinta de cantar de maravilla.
—No se puede saber cómo alguien
canta solo por su apariencia —trató de bromear para desviar la conversación
hacia otros derroteros y que el mayor se olvidara de la petición que le acababa
de hacer.
—¿Cómo qué no? —dijo éste—. Si me
ves a mí, además de pensar que soy el tío más guapo que ha existido jamás en
todo el universo es normal pensar que canto increíblemente bien.
La respuesta de Yonghoon hizo a
Hyungu reír a carcajadas porque no se la había esperado, pero muy en el fondo
de su ser no pudo evitar estar de acuerdo con aquello. Yonghoon era guapo, era
increíblemente atractivo y, además lo sabía, su estilo hiphopero y de última
moda contrastaba terriblemente con el que solía llevar Hyungu, mucho más
clásico, pero lo hacía todavía más atractivo ante sus ojos… y estaba claro que
su voz era la más increíble que jamás había escuchado, le hacía sentir cosas
inexplicables y casi volvía su cuerpo de gelatina. No creía que la apariencia
tuviera nada que ver con la habilidad de cantar de cada persona, pero no podía
negar que Yonghoon era muy atractivo y cantaba muy bien.
—No te rías, Hyungu… me lo voy a
acabar tomando como una ofensa —comentó el mayor.
—No, no te lo tomes como una ofensa…
no lo era —respondió—. Solo no me lo había esperado.
—Vale… —dijo Yonghoon y después de
unos momentos de silencio añadió—: quiero que cantes algo… solo un trocito, un
verso, no hace falta que sea toda la canción… simplemente quiero escucharte
cantar.
Hyungu abrió la boca para volver a
negarse, pero al final acabó suspirando al ver la expresión de ilusión en el
rostro de Yonghoon. No le había pedido que cantara una canción entera, solo
tenía que cantar un verso, no era algo tan complicado para él, solo serían unos
segundos y podía hacerlo. No cantaba bien y las comparaciones iban a ser
odiosas, pero no podía negarse si Yonghoon se lo estaba pidiendo de aquella
forma.
—Solo un verso —acabó diciendo.
Una sonrisa amplia y preciosa
apareció en el rostro de Yonghoon en cuanto aquellas palabras salieron de sus
labios y el corazón de Hyungu se detuvo durante unos segundos antes de volver a
latir como loco dentro de su pecho. Tuvo que desviar la mirada del mayor y
aclararse la garganta, rasgando las cuerdas de la guitarra sin saber qué
canción cantar y tratando de calmarse poco a poco para que no le temblara la
voz. Tras unos momentos, acabó pensando en una canción que a su madre le
gustaba bastante, una canción de Lee Sooman que había escuchado hasta la
saciedad en casa y que se sabía de memoria. Hyungu inspiró aire profundamente,
mentalizándose para lo que debía de hacer y después comenzó a tocar los acordes
de la canción, del estribillo, empezando a cantar sin alzar mucho la voz, en
apenas un susurro, aquella canción de amor, hasta que terminó, solo unos pocos
segundos después de haber comenzado.
Hyungu se giró hacia Yonghoon con la
intención de bromear, de hablar sobre cómo no cantaba bien y que por eso no debía
de volver a hacerlo, pero al girar su cabeza, se encontró que el mayor lo
estaba mirando fijamente, como si acabara de descubrir una maravilla antigua
perdida en la inmensidad del tiempo. Su boca estaba entreabierta y sus ojos
brillaban como si contuvieran un millón de estrellas mientras lo miraba sin
parpadear y Hyungu tuvo que desviar su mirada, demasiado nervioso como para
poder sostenerla.
—Cantas increíblemente bien —dijo
Yonghoon, llamando su atención, provocando que volviera a girarse hacia él,
incrédulo después de haber escuchado aquellas palabras salir de la boca del
mayor—. Necesitas mucha práctica para poder proyectarla porque cantas muy
bajito, pero cantas muy bien, en serio, podrías cantar conmigo en la iglesia y
tocar la guitarra, que se te da muchísimo mejor que a mí y podríamos ensayar
juntos y pasar más tiempo juntos y también podrías dar clases conmigo…
Yonghoon dijo todo aquello muy
rápido, completamente ilusionado, feliz y Hyungu no supo por qué fue
exactamente, si por la excitación del mayor o por los cumplidos o por la forma
en la que éste quería pasar mucho más tiempo con él o por los sentimientos que
había dejado la canción que había cantado unos momentos antes… pero acabó
acercándose al rostro del mayor y dejando un beso sobre los labios de Yonghoon,
provocando que éste dejase de hablar inmediatamente y se quedara completamente
paralizado. Al darse cuenta de lo que acababa de hacer, Hyungu simplemente se
levantó del colchón en el que habían estado sentados aquella tarde y salió corriendo
del almacén sin mirar atrás, sabiendo que lo que acababa de hacer, había sido
el error más grave de toda su vida porque ahora Yonghoon lo odiaría.
~
—¿No me vas a abrir la puerta ni a
mi siquiera, Hyungu?
La voz de Harin resonó en su habitación,
de la misma forma que lo hicieron un par de golpes en la puerta de esta, pero
Hyungu no reaccionó a aquello tampoco. No se levantó de la cama ni le abrió la
puerta a su mejor amigo como sí que habría hecho en cualquier otra ocasión,
contándole qué le había sucedido y pidiéndole consejo para poder solucionar la
situación. Si hubiera sido cualquier otra cosa la que lo hubiera hecho
encerrarse en su cuarto durante dos días, sin salir más que para el baño y la
cocina a horas en las que sabía que su abuela no estaba o no se enteraría que
había salido, probablemente le habría faltado tiempo para abrirle la puerta y
dejarlo pasar… pero en aquellos momentos lo único que quería era estar solo y
regodearse en su propia miseria, simplemente queriendo desaparecer del mundo
como si nunca hubiera existido.
Porque había besado a Yonghoon.
Había besado a Yonghoon y había huido antes de que éste pudiera reaccionar
porque no quería saber cuál era su reacción. No quería saber que el otro lo
odiaba por lo que había hecho. Por eso se había encerrado allí y no había
vuelto a la iglesia para ver a Yonghoon, por eso no quería hablar con nadie ni
ver a nadie, aunque esas personas fueran su abuela y Harin, dos de las personas
más importantes de su vida, por eso, lo único que quería hacer era quedarse en
su habitación hasta que las vacaciones se terminasen y pudiera volver a casa
con sus padres, a la universidad, donde se olvidaría para siempre de Yonghoon,
de su voz y de la forma intensa en la que su corazón dolía cuando pensaba en
él.
—No puedes seguir así, mi niño —le
dijo su abuela—. Sea lo que sea que haya pasado para que estés así, estoy
segura de que tiene solución, solo tienes que salir de la habitación y comer y
enfrentarte a ello.
Dicho así, sonaba muy fácil, pero Hyungu
sabía a la perfección que no iba a ser fácil y no quería volver a enfrentarse a
Yonghoon, no quería enfrentarse a su odio o a su rechazo, lo único que quería
era seguir huyendo de aquella situación hasta el final de los tiempos, por lo
que simplemente se acurrucó todavía más en su cama, en posición fetal, y no se
secó las lágrimas que comenzaron a caer por su rostro.
~
Su abuela se había ido a misa
momentos antes con sus amigas, así que, la casa estaba vacía y Hyungu decidió
salir de su habitación para darse un baño y comer algo antes de que la mujer
volviera. Solo le quedaban unos pocos días más en el lugar, podía seguir
escondiéndose y saliendo solo cuando su abuela no estuviera o no se enterase de
sus salidas porque estuviera viendo sus dramas de sobremesa o cocinando, una
vez aquellos días pasaran, podría volver a la capital y trataría de olvidarse
de todo lo que había sucedido, trataría de olvidar que había conocido a
Yonghoon y, sobre todo, aquel beso que jamás debía de haberle dado… o al menos
ese había sido su plan, porque cuando salió de la ducha y se dirigió a su
habitación, se encontró con que en el lugar estaba su abuela, con los brazos
cruzados y ceñuda… y junto a ella, alto como una torre y con unas ojeras
terribles, Yonghoon.
—Me ha contado que te ha estado
buscando estos días porque no habías vuelto a aparecer por la iglesia y lo he
traído a casa porque me ha dicho que os habíais peleado —dijo su abuela,
pasando por su lado—. No os voy a dejar salir de aquí hasta que habléis y arregléis
lo que sea que haya hecho que os peleéis.
Y tras decir aquella frase, la mujer
salió de la habitación y cerró la puerta de un portazo. Su abuela nunca se
había comportado de aquella manera y ese comportamiento era nuevo para Hyungu,
pero no se pudo entretener en darle vueltas a aquello porque en su cuarto se
encontraba Yonghoon, Yonghoon, al que días atrás había besado. Hyungu cerró sus
ojos y quiso huir de nuevo porque no sabía qué era lo que quería decirle
Yonghoon y tenía miedo, tenía mucho miedo. Titubeando, dirigió su mirada hacia
el mayor y se dio cuenta de que éste lo miraba fijamente, pero jugaba con los
dedos de sus manos, con nerviosismo. Quizás Yonghoon era demasiado buena
persona como para decirle algo horrible a pesar del comportamiento que Hyungu
había tenido con él, quizás no quería hacerle daño a pesar de que había sido él
quien había estropeado todo y quien había hecho algo que no debía… quizás debía
ser él quien diera el primer paso y al menos disculparse por ello.
—Lo siento —acabó murmurando—. Lo siento
mucho.
Sus palabras fueron seguidas de un
silencio que duró varios segundos, un silencio en el que Yonghoon abrió la boca
para decir algo en varias ocasiones, pero nada salía de sus labios, como si su
disculpa lo hubiera dejado sin palabras, un silencio que a Hyungu se le hizo terriblemente
largo, su corazón martilleando dentro de su pecho demasiado rápido, con
demasiada angustia, deseando abrir un agujero en el suelo para esconderse allí
para siempre.
—No… —comenzó entonces Yonghoon—. No
tienes que sentirlo —Hyungu se quedó bastante confuso al escuchar aquellas
palabras porque no lo entendía y probablemente el mayor adivinó por su
expresión que no lo había entendido y siguió hablando—. No tienes que sentirlo porque…
el beso me gustó… de hecho… me gustas tú también… mucho… y… me gustaría
repetirlo… el beso…
Hyungu parpadeó varias veces,
rápido, confuso, muy confuso, su corazón latiendo demasiado rápido dentro de su
pecho. De todo lo que se había imaginado aquellos días, de todas las reacciones
que esperaba que Yonghoon tuviera, de todos los escenarios posibles que habían
aparecido en su cabeza… ninguno de ellos se había acercado siquiera a lo que
acababa de pasar y Hyungu no podía estar más confuso en aquellos momentos. Él
había tardado un tiempo en entender que no solo se había quedado prendado de la
voz de Yonghoon, si no que se había quedado también prendado del dueño de
aquella increíble voz, pero no podía entender cómo Yonghoon podía sentir algo
por él.
—Me… gustas mucho… en serio, Hyungu
—murmuró, acercándose a él, quedándose a tan solo unos palmos de distancia,
mirándolo fijamente a los ojos—. Sé que cuando me besaste no reaccioné como
debía porque simplemente no reaccioné… no me lo había esperado y me quedé
paralizado… pero el beso me gustó… y me he pasado estos últimos días queriendo
hablar contigo para decírtelo y no sabía cómo contactar contigo porque no tengo
el teléfono de tu casa, ni siquiera sé si tienes busca… y yo… me gustaría
volver a besarte…
Hyungu tragó saliva ante aquello porque
su boca se había quedado completamente seca y humedeció sus labios casi sin ser
consciente de que lo hacía, pero el movimiento de su lengua debió captar la
atención de Yonghoon porque su vista se desvió hacia sus labios y un segundo
después, la mano derecha del mayor se posaba en su mejilla y sus labios chocaban
contra los suyos en un beso corto, demasiado corto, tan solo un breve contacto
que hizo que todo el cuerpo de Hyungu se volviera de gelatina y se tambaleara.
Yonghoon se separó de sus labios para sujetarlo por los brazos, con una mirada de
preocupación en sus ojos.
—Estoy bien… —murmuró antes incluso
de que Yonghoon pudiera hacer la pregunta—. Solo… no me había esperado nada de
esto… yo… creía que me odiarías…
—¿Por qué te iba a odiar? —cuestionó
Yonghoon, esbozando una sonrisa encantadora que hizo que un escalofrío
recorriera la espalda de Hyungu—. Desde que apareciste en mi vida has hecho que
todo se volviera mucho mejor y cada momento que he pasado contigo ha sido increíble,
así que, lo único que quiero es poder pasar contigo muchísimo más tiempo y
poder estar contigo para siempre y seguir queriéndote y… nunca podría odiarte
porque, a pesar de que hemos pasado muy poco tiempo juntos, te has convertido
en alguien muy importante para mí… como si fueras mi propio universo y… eso…
Hyungu no pudo evitar esbozar una
sonrisa porque las palabras de Yonghoon, a pesar de ser demasiado cursis, lo
habían calmado lo suficiente como para volver a sonreír porque Yonghoon de
verdad no lo odiaba, Yonghoon sentía también cosas por él y quería seguir
estando junto a él. Una sonrisa apareció también en el rostro del mayor y
Hyungu se alzó de puntillas para dejar un beso corto en sus labios de nuevo,
sintiendo que, aunque todavía tenían muchísimo que hablar, muchísimo que
decidir, muchísimo que descubrir el uno del otro, estando junto a Yonghoon, estaría
bien.
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