Prólogo
Neugde era una pequeña localidad al noreste
de Corea del Sur, prácticamente en la frontera con su vecino del norte, rodeada
de un bosque en el que los lugareños encontraban algunas de las cosas que
necesitaban para sobrevivir en aquel emplazamiento y cerca de un río de aguas
cristalinas que los abastecía de agua para la vida cotidiana y para los
cultivos. El lugar era pequeño, no había más que unos doscientos habitantes en
el pueblo y éste era lo suficientemente dinámico como para abastecerse a sí mismo
de los productos básicos, mientras que aquellos que necesitaban y eran más
difíciles de producir por ellos mismos, eran llevados al pueblo gracias a un
señor de mediana edad que le llevaban todo lo que le pedían. La vida era
realmente tranquila para las personas que residían en aquel lugar y
probablemente era así en los pocos pueblos aislados del mundo moderno que
todavía quedaban en aquel país, pequeños remansos de paz que todo el mundo
desconocía y en el que se vivía la vida sin prisas, sin agobios, sin estrés.
No obstante, a pesar de que Neugde era un
típico pueblo aislado, no era para nada típico. En Neugde existían leyendas que
cobraban vida.