Capítulo III
Join me in death
El agua del río
estaba clara, varios días sin lluvias fuertes habían hecho que el barro que la
enturbiaba se asentara en el suelo o discurriera hacia tierras más bajas para
acabar en el mar. Jongdae examinó la herida que tenía en el brazo y maldijo a
la persona que se la había hecho a pesar de que esta no era demasiado profunda.
Con un suspiro de resignación, hundió el brazo derecho en la cristalina agua y
dejó que esta le limpiara la herida y se llevara la sangre río abajo. Apretó
los dientes al sentir un poco de escozor, al principio, pero luego destensó su
mandíbula y se relajó. No estaba atento a nada a su alrededor, por eso no
escuchó los silenciosos pasos que se acercaban hasta el lugar en el que se
encontraba, agazapado en la orilla del río hasta que unas manos heladas se cernieron
sobre su garganta, apretando fuertemente. Jongdae se debatió e intentó librarse
del agarre, pero este era demasiado fuerte y lo único que pudo hacer mientras
los pulmones le quemaban por la falta de aire fue ver el reflejo de su atacante
en el agua. Piel pálida, rostro fino y ojos rojos como la sangre que no pudo
dejar de mirar.
30
de Septiembre 2013
Jongdae
se encontraba en la estación de metro tecleando con rapidez en su teléfono
móvil, escribiéndole así un mensaje a su compañero de clase Yixing por kakao talk cuando la megafonía del metro
anunció que el tren que tenía que coger llegaba en un minuto. Guardó su
teléfono sin terminar de componer el mensaje en chino y esperó hasta que las
puertas se abrieron y la gente comenzara a subir y a bajar del tren. El chico
se integró en aquella multitud y, unos segundos después, ya estaba dentro
agarrado a uno de enganches. Una vez estuvo sujeto con firmeza, sacó su móvil
de nuevo y terminó de escribir.
No
era muy cercano al chico chino de intercambio, pero era la única persona con la
que mantenía alguna que otra conversación de vez en cuando, por lo que no tenía
a nadie más a quien acudir para pedirle que luego le prestara los apuntes de
esa semana porque con todo el embrollo que había en su casa seguramente no iba
a poder ir a la universidad esa semana. Sus demás compañeros no le habían
prestado los apuntes nunca, ni siquiera cuando Jongdae solo los necesitaba para
rellenar los huecos que había dejado en blanco cuando algún profesor hablaba
demasiado rápido. Estaban bien para salir a comer de vez en cuando con ellos o
de fiesta algunas noches, pero en relación a los estudios no se les podía pedir
nada.
Yixing
se había sentado el primer día de curso la primavera pasada a su lado y se
había ido sin decir una palabra cuando las clases acabaron. Eso mismo siguió
haciendo durante varias semanas hasta que Jongdae se dio cuenta de que tomaba
los apuntes en chino y le dijo “hola” en ese idioma en uno de los intercambios.
Desde entonces, el chico no se había separado de su lado, recordó con una
sonrisa en su rostro. Jongdae había tenido que aprender un poco de chino y de
inglés por orden de su padre, al igual que lo habían hecho sus hermanos. Guardó
su teléfono y se concentró en no pasarse la estación en la que tenía que
bajarse. Un par de minutos después, le llegó una notificación de la aplicación
y la abrió, descubriendo una respuesta afirmativa a su petición. Yixing era un
buen tío.
Estuvo
unos diez minutos más dentro del tren hasta que en las pantallas apareció el
nombre de la estación donde tenía que bajar. Salió de él, buscando entre la
multitud a su hermano Minseok, que debería estar esperándolo junto a las máquinas
de compra de los tickets como habían acordado, pero no lo encontró, así que
sacó su teléfono móvil para llamarlo. Estaba colocando la contraseña en la
pantalla para desbloquearlo, concentrado para que no se le escurriera el dedo
por la superficie y pulsara otro número, así que no se dio cuenta de que
caminaba directamente hacia alguien hasta que no tropezó contra él. Jongdae
alzó la cabeza, descubriendo que se había chocado contra el pecho de un chico
muy alto, de expresión seria y unos rasgos que le recordaron a Chanyeol. Tenía
los ojos igual de oscuros, la piel igual de pálida y los labios igual de rojos.
—Perdón
—dijo—. No miraba por donde iba.
Hizo
una reverencia un poco pronunciada como disculpa y luego le dedicó una pequeña
sonrisa, bajo la atenta y profunda mirada del desconocido, antes de continuar
con su camino. Buscó de nuevo con la mirada a su hermano mayor y al no verlo de
nuevo, le dio a la re-llamada y llevó el móvil a su oreja, escuchando varios
tonos, antes de que Minseok le cogiera el teléfono.
—¿Dónde
estás? —le preguntó, sin darle tiempo a nada.
—En
cinco minutos llego a la estación —le contestó su hermano. Parecía que había
estado corriendo, así que le perdonó inmediatamente que no estuviera allí—.
Todos los semáforos se han puesto en mi contra o algo, porque se ponen siempre
en rojo cuando voy a cruzar.
—Tranquilo,
no importa —dijo—. Te espero donde habíamos quedado y no hace falta que corras
—escuchó una especie de risa ahogada y un “ya llego, ya llego” de su hermano
antes de colgar y dirigirse al lugar en el que se encontraban las máquinas. Una
vez allí, se dejó caer contra la pared y dejó su mente vagar, pensando en el
fin de semana que había pasado en casa de Chanyeol.
El
sábado, Jongdae se despertó desubicado. No recordaba que su habitación tuviera
aquella lámpara ni que la luz de la mañana entrara de esa forma tan apagada por
la ventana, tampoco recordaba que fuera tan pequeña y que hubiera una persona
muy alta en un sillón sentada, mirándolo fijamente. Jongdae gritó y su primer
pensamiento fue que alguien que estaba en contra de la ideología de su padre
como político lo había secuestrado y le iba a hacer chantaje a este con él para
dejarlo volver a casa; sin embargo, al recordar a su padre, recordó los
acontecimientos sucedidos el día anterior y en ese momento se tranquilizó, solo
un poco, porque en ese momento también se dio cuenta de en qué casa estaba y
quién era la persona que lo observaba desde el sillón.
—Buenos
días —lo saludó Chanyeol—. ¿Te encuentras mejor?
—Sí
—la voz le salió un poco ronca, así que carraspeó antes de volver a hablar—.
Sí, creo que sí —repitió.
—Me
alegra —Chanyeol sonrió—. ¿Tienes hambre? —el estómago de Jongdae contestó por
él, así que el dueño del apartamento se levantó del sillón inmediatamente—. Veo
que sí, haré el desayuno. Saliendo a la derecha tienes el baño, hay toallas en
armario y te he sacado un poco de ropa mía para que puedas cambiarte —anunció
antes de salir.
Jongdae
estuvo varios minutos más sentado en la cama, asimilando toda la información y
entonces cayó en la cuenta de que había dejado tirados a sus hermanos en mitad
de Myeong-dong, sin darles ningún tipo de explicación y cuando más necesitaban
estar juntos. Rápidamente cogió su móvil y al desbloquearlo vio varias llamadas
perdidas de su hermano mayor y otras tantas notificaciones en kakao talk. Abrió la aplicación y
comenzó a leer la retahíla de mensajes llenos de preocupación por saber su
estado, el lugar en el que se encontraba, dónde iba a pasar la noche y mil
cosas más. Esbozó una pequeña sonrisa y escribió una contestación breve.
"Estoy
bien, estoy en casa de un amigo, no te preocupes. ¿Cómo está Jongin? Perdón por
haberme largado de esa manera, tendría que haberme quedado con Jongin... Lo
siento, no estaba en mi mejor momento".
Después
de enviar el mensaje se levantó de la cama y se dirigió al lugar que le había
indicado Chanyeol para ducharse y ponerse la ropa que el alto le había dejado.
Mientras el agua le recorría la piel, tuvo tiempo de pensar en todo lo sucedido
y decidió que lo primero que haría al salir del baño sería darle las gracias al
chico por haberlo acogido en su casa, prestarle una cama para dormir y ahora
hacerle el desayuno cuando se conocían de hacía una semana y habían
intercambiado solo unas pocas palabras. Sin embargo, cuando salió y vio la
comida ante él, lo único que pudo hacer fue atacarla porque estaba hambriento,
bajo la atenta mirada del otro. Solo después de llenar su estómago, fue capaz
de volver a pensar con claridad.
—Gracias
—dijo cortésmente—. Gracias por todo lo que has hecho por mí cuando no tenías
por qué hacerlo.
—No
es nada —respondió el otro—. Cuando un amigo necesita mi ayuda intento ayudarlo
en todo lo que puedo.
—¿Somos
amigos?
—Bueno…
no le cuento la historia de mi vida a todas las personas que me encuentro
—contestó Chanyeol—. Así que sí, te considero mi amigo… el primero que tengo
desde que me volví millonario —le dedicó una mirada que hizo que el corazón de
Jongdae se acelerara repentinamente, cuando había estado más o menos calmado
durante todo el tiempo que había estado con él—. Por eso puedes quedarte todo
lo que necesites en casa y llamarme cada vez que tengas algún problema
—ofreció.
—Muchas
gracias —murmuró el chico, un poco cohibido, porque nunca antes había tenido
otra persona, aparte de Minseok o Joonmyun, con la que poder contar cuando
estuviera en problemas.
—No
es nada.
Aquel
día y el día siguiente, Jongdae los pasó en la casa de Chanyeol, ocupando su
habitación y su cama, ya que el otro se las había cedido para su estancia
alegando que el sofá no era para los invitados porque cuando habló con su
hermano mayor este le dijo que Jongin no quería verlo porque lo había
abandonado cuando más lo necesitaba y que tenía que convencerlo antes de que se
presentara en el lugar en el que se habían quedado: la casa de Luhan.
Jongdae
salió de sus pensamientos cuando vio que un chico se plantaba ante él, con una
sonrisa amplia antes de abrazarlo fuertemente —o más bien estrujarlo, según la
percepción de los huesos de Jongdae—. Cuando el otro lo dejó respirar, pudo
comprobar que era su hermano Minseok que, al parecer, había hecho caso omiso a
sus palabras antes de colgar porque respiraba agitadamente y algunas gotas de
sudor hacían brillar su amplia frente.
—¿Cómo
has estado? —le preguntó.
—No
me puedo quejar —dijo Jongdae—. Chanyeol ha sido muy agradable, ¿cómo os ha ido
a vosotros? ¿Cómo está Jongin?
—Algún
día me lo tienes que presentar, tengo que agradecerle que te cuidara tan bien
—Minseok le guiñó un ojo y el chico se quedó un poco confuso ante esta acción—.
Nosotros hemos estado bien, dentro de lo que cabe, y Jongin sigue asimilándolo.
Ha sido un golpe muy duro —colocó una de sus manos en el hombro de Jongdae y
comenzó a empujarlo suavemente para que caminara—. Desde que Baekhyun vino ayer
está un poco más animado y receptivo, no quería verte por nada del mundo el
sábado, pero ayer por la noche accedió a ello, así que ahí puedes ver el
cambio.
Minseok
siguió hablando de lo que habían hecho el fin de semana y lo que había pasado
con Jongin durante casi la mitad del camino al apartamento de Luhan, donde se
dirigían. Pero cuando anunció que quedaban un par de minutos, su semblante se
volvió un poco más serio y comenzó a hablar de otro tema.
—Mamá
llamó ayer por la noche —empezó—. Dijo que sentía mucho que nos hubiéramos
enterado de aquella forma, que ella se lo quería contar a Jongin en cuanto
aprobara el acceso a la universidad para no entorpecer sus estudios y que
espera que la perdonemos por hacerle eso a nuestro padre porque él tampoco es
un santo —relató—, “los políticos a veces tienen unas reuniones muy extrañas en
casas del placer” dijo con esas palabras exactas y que Zitao había estado allí
para ella en aquellos momentos, “cuando tenía dos niños pequeños de los que
cuidar y una fachada de matrimonio ideal que mantener”.
—¿Lo
sabe Jongin?
—No.
Todavía no se lo he dicho —respondió—. Sabes que tiene a papá en un pedestal y
tenía a mamá en otro, no puedo darle otro disgusto más en estos momentos.
—Pero
hay que hacerlo pronto porque en ese caso mamá no es solo la mala de la
película —dijo—, también lo es papá.
—Lo
sé.
La
conversación quedó zanjada ahí, con aquellas palabras tan contundentes, y el
poco camino que les quedaba lo realizaron en silencio hasta que llegaron frente
a la puerta del bloque y Minseok llamó al telefonillo contestando a la pregunta
de la voz que pertenecía a Luhan con un “soy yo”. Después, subieron por el
ascensor hasta la decimoquinta planta y entraron al apartamento que tenía la
puerta abierta y a Luhan esperando junto a esta.
—Gracias
por ayudar a mis hermanos —fue lo primero que dijo Jongdae tras el saludo.
—¿Qué
otra cosa podía hacer? —respondió el chico—. Tu hermano se presentó aquí el
viernes por la noche buscando un sitio donde dormir, no podía simplemente
echarlos a la calle con el frío que empieza a hacer.
—Gracias
de todos modos.
—¿Cómo
sigue Jongin? —preguntó Minseok, adelantándose con Luhan al salón de la
vivienda.
—En
el dormitorio, tumbado en la cama bocarriba y con la mirada perdida en el techo
—respondió el chico.
—Bueno,
eso es una mejora, antes estaba tumbado bocabajo —su hermano quiso quitar un
poco de hierro al asunto con estas palabras y luego se dirigió a la habitación
en la que supuestamente debía estar el otro y llamó con los nudillos a la
puerta—. Jongin, ha venido Jongdae, ¿puede pasar?
Se
escuchó un murmullo afirmativo desde el interior y Minseok abrió la puerta de
la habitación, invitándolo a entrar a esta. Jongin se estaba sentando en la
cama y a su lado se encontraba Baekhyun, con una expresión preocupada en su
rostro de alabastro. Jongdae ingresó en el lugar y se acercó a su hermano
menor, con cuidado.
—Sé
que no tiene excusa que te abandonara en el momento en el que más me
necesitabas y también sé que quizás no quieras o no puedas perdonarme, pero
vengo a pedirte disculpas por no comportarme como un hermano mayor debe hacerlo
—dijo y esperó la respuesta de su hermano menor.
Sin
embargo, Jongin no pronunció ni una palabra, solo lo invitó a sentarse en la
cama junto a él y se abrazó a su torso, como si no quisiera que Jongdae se
alejara de él nunca más, como si así pudiera mantenerlo consigo para siempre y
comenzó a llorar silenciosamente. El chico supo en el momento que aquella era
su forma de decirle que lo perdonaba y que lo necesitaba, así que envolvió a su
hermano menor entre sus brazos y lo acunó como cuando ambos eran pequeños y al
menor le daban miedo los fantasmas, intentando calmar su llanto.
7
de Octubre 2013
Había
pasado una semana de la última vez que había visto a Chanyeol aunque habían
mantenido el contacto, así que Jongdae se sorprendió mucho cuando el chico le
preguntó si podía salir aquella tarde a dar un pequeño paseo para hablar. A
pesar de que era lunes, que al día siguiente tenía clase y que todavía tenía
que seguir poniéndose al día con la materia que habían dado la semana anterior
cuando no pasó por la universidad, a Jongdae le faltó tiempo para aceptar la
propuesta.
Estaba
arreglándose un poco antes de salir, aunque sinceramente no sabía por qué se
estaba peinando tan prolijamente, cuando alguien entró a su habitación. No le
hizo falta darse la vuelta para saber que era Jongin quien lo hacía, ya que se
estaba reflejando en el espejo frente al que estaba. Le sonrió, dejando el
peine y mirándose una vez más antes de darse el visto bueno y después se giró
hacia él y lo atrapó en un abrazo. Habían vuelto a casa el martes pasado y
desde entonces, Jongin siempre iba a su habitación cuando necesitaba que
alguien le diera un abrazo y Jongdae se afanaba en abrazarlo tan fuerte para
que no se rompiera en mil pedazos.
—¿Dónde
vas? —le preguntó contra su hombro.
—He
quedado —contestó.
—¿Has
quedado con una chica? —Jongin se separó de él un poco para mirarlo a los
ojos—. ¿Cómo es? ¿Dónde la conociste? ¿Qué…?
—Para
el carro —Jongdae lo detuvo poniendo un dedo en sus labios, pero su hermano lo
lamió y tuvo que apartarlo rápidamente y secarse la saliva en la camiseta blanca
del chico—. No he dicho nada de una cita, ni de una chica, simplemente he
quedado con Chanyeol para agradecerle lo que hizo por mí —aclaró.
—Vale
—dijo—, pero si algún día tienes novia y no ligues de una noche me la tienes
que presentar para que le dé el visto bueno, como hiciste en secundaria cuando
comenzaste a salir con… —Jongdae le volvió a tapar la boca, esta vez con las
dos manos, una sobre la otra.
—No
la nombres, si lo haces puede que lo note con su octavo sentido y se presente
en casa —miró hacia los lados, haciéndose el asustado y Jongin rio contra su
mano—. Bueno, dejemos de hablar de mí, ¿qué te trae por aquí? —el semblante del
chico cambió y Jongdae se arrepintió al momento de haber dicho aquello.
—Hoy…
he estado hablando con Zitao… un poco —comenzó, con la cabeza gacha—. Le
gustaría recuperar el tiempo perdido.
—¿Y
tú que quieres?
—No
lo sé… ahora mismo creo que no estoy preparado para ello.
—No
pasa nada, todavía hay que terminar de asimilar los cambios —Jongin asintió y
el chico abrió sus brazos para darle un último achuchón antes de irse porque si
no iba a llegar tarde.
—Pásatelo
bien —le deseó el menor.
—Sí
—respondió—. Si necesitas algo no dudes en llamarme —Jongin asintió y Jongdae
salió de su habitación tras coger el móvil, la billetera y las llaves de casa y
distribuirlo todo por los diversos bolsillos de su pantalón y chaqueta.
Durante
lo que duró el trayecto hasta el lugar en el que había quedado con Chanyeol
habló poco con Sehun, aunque este intentara sonsacarle algunas palabras. El
chófer era algunos años mayor que Minseok y aunque habían crecido todos juntos
en la casa de los Kim, Jongdae no se sentía en confianza para contarle qué era
lo que rondaba por su cabeza.
Habían
vuelto a casa la semana anterior por orden de su padre y cuando llegaron
tuvieron una reunión de “familia” en la que se les expuso que iban a seguir
manteniendo las apariencias a pesar de todo porque sus progenitores se
necesitaban el uno a la otra para mantener su estatus. En cuanto al tema de
Zitao, Jongin iba a tener total libertad para decidir si quería acercarse a él
e intentar tener un poco más de relación padre–hijo o no, ya que su apellido no
cambiaría para no crear un escándalo. Ninguno de los tres hijos había estado de
acuerdo con las decisiones, pero no tuvieron más remedio que acatarlas, al
igual que la prohibición de hablar del tema con alguien que no estuviera entre
aquellas paredes —lo que sus padres no sabían era que antes de la prohibición
ellos ya lo habían hablado con Baekhyun, Chanyeol y Luhan—.
Sehun
lo dejó cerca del lugar en el que había quedado y Jongdae simplemente caminó
luego hasta allí. A pesar de que era lunes, había bastante gente caminando por
las orillas del rio Han; haciendo deporte, corriendo o en bicicleta; paseando a
los perros o llevando a los niños a jugar. Aun así, abarrotado como estaba,
Jongdae encontró con rapidez a Chanyeol, ya que su altura destacaba bastante
entre la multitud, y con una sonrisa se acercó a él.
—Hola
—dijo, sin saber que más hacer. En su interior quería acercarse un poco más al
cuerpo del otro, tenderle la mano para así poder tener en contacto físico al
menos, pero no lo hizo.
—Hola —le respondió Chanyeol—. Gracias
por venir.
—Bueno, de alguna forma tengo que
pagarte que me ayudaras, así que tenía que venir. Esta tarde puedes pedirme lo
que quieras —Chanyeol sonrió.
—Perfecto.
Sin
decir una palabra más echaron a andar los dos a la vez, dejando el río Han a su
izquierda. El día era un poco frío, octubre había entrado con toda su fuerza y
los abrigos habían tenido que ser sacados de lo más profundo de los armarios.
Ambos chicos caminaban muy cerca el uno del otro y comentaban algunas cosas que
veían para romper los silencios que se instauraban entre ellos, a pesar de que estos
no eran incómodos. Cuando el asombroso puente de Bampo se alzó ante ellos,
Chanyeol comenzó a hablar.
—¿Cómo
van las cosas por casa? —le preguntó, haciendo que Jongdae se detuviera de
golpe y lo mirara.
—Bueno,
al menos ahora ya no hay secretos —respondió—, pero la tensión se puede cortar
con un cuchillo.
—¿Y
tu hermano pequeño? ¿Cómo está?
—¿Jongin?
Bueno, intenta asimilarlo como bien puede —dijo—. Su padre le ha pedido que
cuando se sienta preparado recuperen el tiempo perdido, pero no sabe qué hacer.
—Sería
bueno para él poder conocerlo mejor.
—Yo
también lo creo —Jongdae suspiró—, pero Jongin siempre ha tenido a mi padre en
un pedestal, siempre fue su modelo a seguir y todo esto lo ha trastornado
bastante —Chanyeol asintió.
—¿Y
tú? ¿Cómo te encuentras tú?
—No
me puedo quejar, pero duele ver como la familia que creías que era perfecta no
lo es y no poder hacer nada para que todo cambie —respondió—, pero lo peor es
que no puedo hacer todo lo que me gustaría para ayudar a Jongin a pasar por
este mal trago.
—Quieres
mucho a tu hermano —afirmó Chanyeol.
—Los
quiero mucho a los dos, aunque entre ellos no se lleven tan bien como me
gustaría —el chico sonrió levemente.
—Tampoco
puedes obligarlos a ser uña y carne, a veces no se congenia porque los
intereses son diferentes.
—Lo
sé —Jongdae se acercó a la barandilla y se dejó caer sobre ella.
—Bueno,
dejemos el tema —dijo Chanyeol, poniéndole una mano en el hombro que hizo al
chico estremecerse—. Me has dicho que harías lo que fuera hoy para agradecerme
que te ayudara, ¿no? Entonces hago mi primera petición, dejemos de hablar sobre
temas que te pongan triste y cuéntame algo sobre ti, algún buen recuerdo
—Jongdae sonrió ante aquello agradecido, con su corazón latiendo exaltado.
—Está
bien.
Comenzaron
a andar de nuevo, esta vez manteniendo sus cuerpos más juntos para conservar
mejor el calor. La noche había caído sobre la ciudad de Seúl llevándose el poco
calor que el sol del otoño proporcionaba mientras Jongdae le contaba anécdotas
de cuando era pequeño y hacía travesuras junto a sus hermanos y luego eran
regañados por Kyungsoo, quien se ablandaba con un par de pucheros y miradas de
corderitos y hacía los castigos más suaves. Casi llevaban andando una hora
cuando Jongdae comenzó a notar el frío en su piel por estar expuesto a este
tanto tiempo. El chico no era friolero, su cuerpo, de hecho, conservaba bastante
bien el calor, pero incluso él sentía frío en ocasiones. Se giró hacia Chanyeol
para proponerle que fueran a alguna cafetería y este lo tomó por sorpresa al
agarrar con su mano helada la del chico y preguntarle aquello mismo.
—¿Vamos
a algún lugar que tenga calefacción? ¿Una cafetería? Está comenzando a hacer
frío.
Jongdae
asintió a la propuesta y se dejó guiar por el otro que, sin soltarse de su
mano, lo había comenzado a llevar hasta algún sitio. La mano de Chanyeol era
grande y envolvía la suya a la perfección y, a pesar de estar helada, le
transmitía toda la calidez que necesitaba en aquellos momentos. El chico no
sabía qué significaba todo eso porque su cerebro cuando estaba junto al otro no
le funcionaba como debería, pero comenzaba a intuir la razón por la cual su
corazón se desbocaba y, aunque pudiera parecer que eso lo aclaraba, no hacía
más que confundirlo.
18
de Octubre 2013
Los
días pasaban muy rápido en la casa de los Kim tras el desastroso comienzo del
mes de octubre. Jongdae pasaba la mitad de los días en la universidad junto al
que poco a poco se estaba convirtiendo en su único amigo allí, Yixing, haciendo
trabajos y ordenando apuntes; también se afanaba en ayudarlo a mejorar su
coreano para que el chico de intercambio hiciera mejor las cosas y el otro le
enseñaba algunas cosas de chino también. La otra mitad de los días los pasaba
junto a Chanyeol, con quien había descubierto que tenían gustos similares y
también algo que tiraba de él para acercarlo al multimillonario. En casa no
pasaba más que algunas noches, ya que Jongin no lo necesitaba como antes ahora
que había accedido a la demanda de Zitao de recuperar el tiempo que habían
perdido y Minseok hacía tiempo que estaba desaparecido, de vez en cuando le
dejaba algún mensaje asegurándole que estaba perfectamente, pero demasiado
ocupado como para perder el tiempo en ir de visita a la casa Kim.
Aquel
día estaba nublado y amenazaba con llover, pero a Jongdae no le importó y cogió
una de las sombrillas del paragüero de la entrada de la casa antes de salir al
jardín. Había quedado con Chanyeol y este iba a ir a recogerlo a casa, pero
después caminarían por la ciudad como siempre hacían cuando se encontraban. Al
otro no le gustaban las aglomeraciones de gente y solía llevarlo a sitios casi
desconocidos para la mayor parte del mundo, o a los que al menos, Jongdae nunca
había ido. Siempre eran cafeterías o restaurantes pequeños, negocios familiares
en los que apenas había un par de clientes aparte de ellos. A Jongdae tampoco
le gustaba estar agobiado por la gente de su alrededor, por lo que agradecía
enormemente que lo llevara a rincones especiales como aquellos.
El
chico caminó hasta la verja y esperó un par de minutos hasta que vio aparecer
el Mercedes que conducía Chanyeol aparecer en la lejanía. Cuando el vehículo
llegó frente a él, abrió la puerta del copiloto y se montó, sentándose en el
asiento de cuero y abrochándose el cinturón. Solo después de hacer eso, miró a
Chanyeol y lo saludó. El otro le devolvió el saludo con una gran sonrisa y una
inclinación de cabeza antes de arrancar el coche y poner rumbo a la ciudad.
La
música de la radio del coche llenó los silencios que se producían en la
conversación banal que mantenían sobre los estudios y las acciones mientras se
dirigían al lugar en el que pasarían la tarde y quizás la noche. Era viernes y
Chanyeol le había dejado caer que si no acababan muy cansados de la caminata
por Myeong-dong irían a un club aquella noche.
Dejaron
el coche en uno de los aparcamientos del centro comercial y luego salieron a la
calle, a pasear entre las miles de personas que se agolpaban en esta y a entrar
en las tiendas que más les llamaban la atención, picoteando algo de vez en
cuando en los puestos de comida tradicional que había cada pocos metros.
Jongdae ya se había acostumbrado a aquellas salidas casi diarias con el otro y
las esperaba con ansia incluso. El día anterior se había descubierto pensando
en qué ropa se pondría para parecer alguien digno de caminar junto al
multimillonario, pocas veces eran las que se cuestionaba el porqué de aquello y
también el por qué sentía un cosquilleo subiendo por su brazo cada vez que
Chanyeol lo tomaba por la mano alegando que no quería perderlo entre la
multitud. Todavía se negaba a poner en palabras lo que su cerebro y su cuerpo
le decían, pero era el único paso que le quedaba por dar.
Caminaban
tranquilamente, jugando al piedra–papel–tijeras para determinar quién iba a ser
el siguiente que pediría en uno de los puestos teokbokki cuando Jongdae descubrió una tienda de animales a su
derecha y dejó a Chanyeol con la mano en forma de puño, porque según él los
hombres siempre sacaban piedra porque eran masculinos, para ir hacia el
escaparate. Unos cuantos de cachorros se agolparon contra el cristal,
saludándolo contentos porque alguien se acercaba a ellos y el chico los saludó
con una sonrisa en su rostro que curvó las comisuras de sus labios hacia arriba
e hizo que sus ojos se cerrasen formando dos medias lunas. Chanyeol se acercó
por detrás y le puso una mano en su hombro para llamar su atención.
—¿Te
gustan los perros? —el chico negó, girándose para mirarlo—. ¿Entonces?
—A
Jongin le encantan los perros —respondió—, cuando éramos pequeños tuvimos uno,
se llamaba Monggu y mi hermano lo cuidaba y lo mimaba como si fuera uno más de
la familia —pasó su mano por el cristal, saludando a los cachorros de nuevo—.
En ese tiempo era siempre feliz y adorablemente torpe, ahora sigue siendo
adorablemente torpe, pero ya no sonríe tanto.
—¿Quieres
comprarle algún perro? —propuso el chico.
—No,
no —dijo Jongdae moviendo su cabeza y sus manos de forma negativa—. Si llevo un
perro a casa Kyungsoo me mata como casi hizo con Zitao cuando llevó a Mon… oh,
genial.
—¿Qué
pasa?
—Esa
era otra pista que señalaba con flechas enormes y fluorescentes como las de los
moteles de carretera que Zitao era el padre de Jongin… ¿quién sino le va a
llevar un cachorro al hijo de su jefe?
—No
pienses en eso —dijo Chanyeol, tomando con sus frías manos el rostro del chico
y agachándose un poco para quedar a su altura. El corazón de Jongdae comenzó a
bombear sangre a su cuerpo a un ritmo frenético y no pudo evitar que sus
mejillas se sonrojaran, rogando internamente para que el otro creyera que el
tono se debía al frío y no a su cercanía—, quedamos que cuando saliéramos estos
pensamientos se iban a quedar en casa, junto a todos los demás problemas —el
chico asintió lentamente, con un nudo en su garganta que por más que quiso
bajar no pudo—. ¿Quieres que entremos a darles un poco de amor a los animales?
—Por
supuesto.
Jongdae
sonrió de oreja a oreja y se libró del agarre del otro, sintiendo un poco de
frío al hacerlo y se adentró el primero en la tienda de animales, mirando a un
lado y a otro, sin saber si decidirse primero por los cachorros o las tortugas.
Finalmente, acabó junto a los gatos. Le había llamado la atención uno
especialmente pequeño de color negro y ojos azul claro, así que se acercó hasta
el animal, descubriendo que era una hembra y, además, muy cariñosa, porque lo
único que parecía que quería era que la mano de Jongdae atravesara el cristal
para rascarle detrás de las orejas.
—¿Los
gatos sí te gustan? —escuchó que le preguntaba la voz grave de Chanyeol a sus
espaldas—, ¿o te recuerdan a tu hermano Minseok? —Jongdae sonrió ampliamente
antes de contestarle.
—No,
los gatos sí me gustan —miró con cariño a la pequeña gata que estaba frente a
él—. ¿A ti te gusta algún animal?
—Bueno…
los animales y yo generalmente no nos llevamos bien… —respondió—. Parece que no
le gusto a ninguno.
—¿Cómo
puede ser eso?
—¿Encanto
natural? —bromeó el alto.
—Ven
aquí —Jongdae lo tomó de la mano y lo acercó a la urna en la que estaba la
gata. Inmediatamente, esta comenzó a bufar con el pelo del lomo erizado y la
cola levantada, enseñando los dientes y mirando a Chanyeol como si fuera su
peor enemigo y quisiera acabar con él—. Increíble.
—Te
lo he dicho —sonrió el otro, alejándose para que el animal pudiera calmarse.
—Quizás
en tu otra vida fuiste un perro y por eso no les gustas a los gatos.
—Quizás…
¿quieres que te la compre? —preguntó, haciendo que los ojos de Jongdae casi se
salieran de sus cuencas.
—Oh
no, no, no —dijo—. No hace falta. Es muy mona, pero en casa Kyungsoo no va a
dejar que esté, así que no la puedo cuidar —miró una última vez hacia atrás y
se despidió de la gata—. Vamos a cenar a algún sitio —dijo y, por primera vez,
fue quien tomó la iniciativa de agarrar la mano de Chanyeol y tirar de él para
salir de nuevo al frío casi invernal de la calle. Una vez estuvieron otra vez
rodeados por el mar de personas, el otro lo detuvo y se colocó ante él para
arreglarle la bufanda y ponérsela bien para que no pasara frío. Jongdae se
sonrojó por aquella acción y desvió su mirada de los ojos oscuros del alto.
—Ya
está —dijo. En ese momento, cuando Jongdae quiso agradecerle lo que había
hecho, un par de gotas cayeron sobre su cabeza y nariz, un segundo más tarde,
el aguacero que había sido anunciado por la chica del tiempo aquella mañana caía
sobre ellos.
—Mierda,
me he dejado el paraguas en el coche —maldijo el chico.
—En
ese caso tendremos que correr —Chanyeol sonrió, afianzando el agarre de sus
manos y luego comenzó a correr, tirando de su acompañante. Jongdae no opuso
resistencia alguna y simplemente se dejó llevar, descubriendo que si era el
alto quién lo guiaba hasta el lugar que fuera, él lo seguiría sin hacer
preguntas.
2
de Octubre 2013
Chanyeol
salió de casa aquel miércoles aprovechando que estaba nublado y amenazaba
tormenta según la hermosísima chica del tiempo. Nada más atravesar el portal de
su apartamento miró al cielo y pudo ver la oscuridad que se cernía en la ciudad
de Seúl. Sonrió. Le gustaban los días nublados porque el sol le molestaba en la
piel. El vampiro dio un par de pasos hacia el quiosco que había frente a la
tienda de flores para comprar algún periódico y mirar cómo estaban las acciones
de las diversas empresas en las que había invertido, podía mirarlo desde su
portátil en su apartamento, pero a pesar de que más o menos entendía la
tecnología y que generalmente se adaptaba bien a esta a pesar de tener casi
novecientos años, internet seguía siendo algo que intentaba tocar poco.
Saludó
con una sonrisa a la señora Park, a quien le compraba el periódico de vez en
cuando, y una vez tuvo el diario del día entre sus manos se sumergió en las
páginas y páginas que mostraban las estadísticas que evidenciaban las caídas o
subidas de sus acciones en la Bolsa aquella mañana temprano, dejando a sus
sentidos la tarea de caminar por la calle sin fijarse en nada y aun así no
chocar contra nada ni nadie. Oía el tráfico y a las personas a su alrededor,
además, tenía unos reflejos y un equilibrio que los porteros de fútbol
envidiarían.
Tan
metido estaba en sí mismo y en cómo sus acciones lo estaban haciendo cada día
más rico que casi pasa desapercibido un olor muy característico acercándose a
su posición. Chanyeol retiró el periódico, que le dificultaba la vista y miró a
su alrededor, encontrando a la persona de la que procedía aquel olor tan familiar
a unos cuantos metros de él, echado sobre la fachada de uno de los edificios y
con los brazos cruzados sobre su pecho. Llevaba unos pantalones de cuero negro
muy ajustados y una chaqueta del mismo material atrayendo así las miradas de
todas las personas que pasaban a su lado, que seguramente pensaban que se
trataba de un modelo en una sesión de fotos, pero sin las cámaras a la vista.
Wu
Yifan.
Cuando
sintió la mirada de Chanyeol sobre su persona, le dedicó una sonrisa socarrona
que hizo que el chico quisiese dar media vuelta y regresar a su apartamento sin
mirar atrás. Había estado pensando desde que se lo había encontrado hacía un
par de semanas en casa de los Kim en la conversación que habían mantenido y aún
seguía sin tener para nada claro el papel de la persona que lo hizo caminar
sobre el mundo como un ser inmortal en todo lo que había sucedido desde la
primera muerte de Jongdae, hacía ya más de setecientos años, así que no sabía
si era buena idea hablar con él o simplemente seguir adelante.
Finalmente
se decidió por la segunda opción, pero al pasar por su lado, el otro lo tomó
del brazo y lo acercó a la pared donde él se encontraba.
—Es
bueno volver a verte —le dijo.
—Sesenta
años sin vernos y ahora dos veces en un par de semanas —contestó.
—Qué
casualidad.
—Sabes
tan bien como yo que esto no ha sido por casualidad —siseó Chanyeol, mirándolo
fijamente, intentando no ahogarse en la oscuridad de sus ojos como ya le había
pasado tantas veces anteriormente. Yifan esbozó una pequeña sonrisa.
—Cierto,
las casualidades no existen —respondió—, todo en esta vida está planeado.
—¿Por
qué estás aquí ahora? —preguntó—, ¿por qué estás aquí siempre que ocurre?
—Porque
así ha sido establecido y yo no puedo cambiarlo.
—Diciendo
eso no me ayudas.
—Lo
sé, pero ya te ayudé lo suficiente cuando te puse sobre la pista de las
anteriores y de esta última reencarnación —Chanyeol suspiró—. Es la que más se
parece a Zhongda, ¿no crees?
—¿Qué
quieres decir con eso?
—Los
mismos rasgos físicos, la misma mentalidad, la misma forma de ser…
—¿Lo
has visto? —cuestionó.
—¿Cuándo
te puse tras su pista por qué crees que fue? —dijo—, lo estuve observando
durante un largo periodo de tiempo hasta que tú apareciste, después me retiré…
aunque hace unos días me lo encontré en la estación de metro de Cheonggu, pero
él no me reconoció con este aspecto.
—¿No
tienes miedo a descontrolarte viajando en el metro?
—Son
demasiados milenios para acostumbrarme a la gente —contestó Yifan—, así que ya
puedo estar constantemente rodeado de personas porque no voy a delatar a
nuestra especie —le dedicó una mirada que el otro no supo cómo interpretar—.
Quién debería tener más cuidado cuando caza eres tú —Chanyeol se sorprendió, ya
que no sabía de lo que hablaba—. Arrojar el cuerpo de aquel chico de cabello
rosa al río Han sin cerciorarte antes si hay alguien en los alrededores no es
una buena forma de deshacerte de él.
—¿Cómo?
—Mira
a tu alrededor con atención y no simplemente camines sin ver nada —le aconsejó,
colocándose unas gafas de sol que había sacado del bolsillo de su chaqueta de
cuero—. Él no tardará en hacer su movimiento —y dicho esto, se alejó, dejando a
Chanyeol confuso, como siempre.
19
de Octubre 2013
Chanyeol
observaba con atención los rasgos del chico que yacía profundamente dormido en
la cama cuando los primeros rayos de sol comenzaron a iluminar la habitación y
tuvo que levantarse del sillón a cerrar las cortinas para que la luz no
despertara al chico. Después, caminó hacia la cama y retiró uno de los mechones
de pelo que cubrían su rostro y, guiado por un impulso que no pudo controlar,
se inclinó y le besó con delicadeza la frente. Tras esto, rápidamente se alejó
y salió de la habitación.
En
la cesta de la ropa se encontraba lo que ambos habían vestido el día anterior,
empapado todavía por la repentina lluvia que les había caído encima y por la
que habían tenido que correr hasta el coche para guarecerse. Jongdae había
comenzado a estornudar nada más montarse en el vehículo y él no había tenido
más remedio que llevarlo hasta su apartamento, dejar que se diera una ducha
caliente, servirle algo de comida y meterlo en la cama, arropándolo con un
montón de mantas para que no pasara frío porque la casa de los Kim se
encontraba a las afueras de la ciudad y eso hubiera supuesto que el chico se
resfriara. Tomó la ropa y la metió en la lavadora, después, hizo algo para
desayunar.
Cuando
estaba sirviendo los platos en la mesa, Jongdae apareció refregándose los ojos
con sus manos para despejar el sueño vestido con una camiseta suya que le quedaba
bastante grande y que dejaba uno de sus hombros al descubierto, al igual que
sus delgadas piernas. Chanyeol tuvo que desviar su vista unos momentos del
cuerpo del chico para tranquilizarse porque su sed no había tenido un mejor
momento para aparecer y sus colmillos estaban pugnando por crecer. Inspiró
hondo varias veces a pesar de que no lo necesitaba y consiguió calmarse justo
cuando el chico se colocó frente a él a un par de pasos de distancia.
—Me
sabe mal que tengas que dormir en el sofá siempre que me quede a dormir —le
dijo con voz ronca por acabar de despertar.
—No
pasa nada —respondió—, aunque el sofá sea cómodo yo no puedo dejar a un
invitado dormir en él —Jongdae iba a replicar, como siempre que tenían aquella
conversación, pero Chanyeol lo acalló hablando de nuevo—, además, he dormido en
sitios peores durante toda mi vida, así que estoy acostumbrado. ¿Desayunamos?
Después
de pronunciar estas palabras, el vampiro utilizó su influencia para que el otro
no volviera a sacar el tema y comiera tranquilamente su desayuno. A Chanyeol no
le gustaba tener que condicionarlo, pero esa era una conversación que no
llevaba a ninguna parte y algo bueno tenía que tener ser vampiro. El chico
comió su desayuno y luego se puso algo de ropa de Chanyeol para que lo llevara
a casa. Podrían haber pasado juntos el día, pero este tenía algunos trabajos
que entregar en los próximos días y los debía de hacer, así que no quería
robarle más tiempo, además, él también quería hacer algo y Jongdae no podía
estar presente.
El
camino a la casa de los Kim fue bastante corto ya que no pillaron apenas
atascos y eso era de agradecer en una ciudad como Seúl, así que en poco más de
media hora estaban frente a la verja. Chanyeol aparcó y se giró hacia el chico
para despedirse, viendo cómo este no lo miraba a él, sino a una escena que se
extendía ante ellos en el jardín delantero de la casa. El hermano menor de
Jongdae estaba jugando al fútbol junto a un hombre de mediana edad, de piel un
poco oscura y grandes bolsas bajo sus ojos. Por la sonrisa que había aparecido
en el rostro del chico, Chanyeol pensó que debía de tratarse del verdadero
padre del chico.
—Parece
que se llevan bien —comentó, acercándose inevitablemente al oído de Jongdae
para susurrárselo, haciendo que este se sobresaltara un poco.
—Sí
—respondió con una gran sonrisa—. Muchas gracias por todo lo de ayer y por lo
de hoy —el chico se mordió el labio inferior, visiblemente incómodo y comenzó a
jugar con los dedos de sus manos—. Eh… sí, muchas gracias —le sonrió una vez
más y salió del coche.
En
el exterior se agachó un poco para que su rostro se viera a través de la
ventanilla y se despidió moviendo su mano antes de atravesar la verja de su
casa y dirigirse a su hermano para darle un abrazo de oso. Chanyeol sonrió ante
la escena y luego arrancó el coche y puso rumbo a Myeong-dong.
Dejó
el coche cerca de donde recordaba que se encontraba la tienda de animales y
luego caminó hasta ella con decisión. Sabía que tanto el animal como él iban a
pasar un mal rato, pero era algo que estaba dispuesto a hacer para poder ver de
nuevo esa sonrisa tan brillante que Jongdae había puesto cuando estuvo con
aquella gata negra. Encontró la tienda sin mucha dificultad y entró a ella,
haciendo que todos los animales lo mirasen con recelo y se pusieran en guardia,
dispuestos a atacarlo si hacía algún movimiento. Chanyeol los ignoró y se
dirigió hacia el lugar en el que la gata de ojos azules se encontraba,
suspirando aliviado al comprobar que seguía allí; luego, llamó la atención del
chico de la tienda. Era alto, casi tanto como él, tenía los ojos muy rasgados y
la piel blanca, y una expresión muy seria adornaba su rostro.
—¿Qué
desea? —le preguntó en un tono de voz apenas audible incluso para alguien que
tenía el oído muy desarrollado como él.
—Me
gustaría comprar aquella gata —la señaló y esta comenzó a bufar. El chico de la
tienda alternó la mirada entre el uno y la otra.
—No
parece especialmente predispuesta a irse contigo —le contestó.
—No
me la voy a quedar yo —dijo—, es un regalo para una persona que la va a cuidar
muy bien —el chico pareció pensarlo unos momentos y luego finalmente asintió.
Se dirigió a la jaula en la que estaba el animal y lo tomó entre sus brazos con
infinito cariño, tal y como lo habría hecho Jongdae.
—Debes
rellenar algunos papeles antes de llevártela y comprar todo lo necesario para
que pueda vivir con comodidad —le comentó.
—No
hay problema.
Casi
una hora después, Chanyeol conducía de nuevo su coche, esta vez en dirección a
su apartamento, con el maletero y los asientos traseros de este repletos de
artículos para gatos y en el asiento que siempre ocupaba Jongdae, un trasportín
con la gata negra en su interior, maullando muy poco conforme por la situación
actual. El vampiro la miró de soslayo antes de fijar de nuevo su atención a la
calzada y comenzó a hablar, a pesar de que sabía que no lo iba a entender.
—Yo
no te gusto y tú no me gustas, pero hago esto por Jongdae, así que dame un poco
de crédito, ¿vale? —la gata volvió a maullar y luego se quedó callada, haciendo
que Chanyeol no pudiera evitar que se formara en sus labios una sonrisa al
pensar en lo feliz que iba a ser el chico cuando viera lo que había hecho.
22
de Octubre 2013
No
habían pasado muchos días desde que Chanyeol tenía a la gata en su apartamento,
pero esta lo había sacado de sus casillas en incontables ocasiones y estaba
deseando que Jongdae fuera de una vez por todas a llevársela. No lo había
llamado desde que se separaron el sábado por la mañana, pero sí le había
mandado unos cuantos mensajes por kakao
talk para estar al tanto de cómo estaba, porque no quería interrumpirlo
cuando estaba tan centrado haciendo los trabajos. No obstante, según le había
dicho el día anterior, esa tarde no tenía mucho que hacer, por lo que no lo
pensó mucho cuando buscó en su agenda el número del otro y llamó. Tuvo que
esperar varios tonos hasta que el otro descolgó el teléfono.
—¿Chanyeol?
—preguntó.
—El
mismo —respondió, esbozando una sonrisa al escuchar su voz al otro lado de la
línea—. ¿Te apetece venir a mi apartamento esta tarde para recoger la ropa que
se quedó aquí el otro día?
—Es
verdad, tengo que ir a por ella —dijo el chico. De fondo se escuchaba hablar a
un montón de personas, por lo que Chanyeol dedujo que debía estar caminando por
los pasillos de la universidad—. Aunque no podré devolverte la tuya.
—No
importa, puede esperar —contesto—, entonces, ¿vienes?
—Sí,
cogeré el metro —Jongdae se quedó callado unos momentos—, supongo que no
tardaré mucho.
—Aquí
te espero.
Chanyeol
colgó y luego se dirigió al lugar en el que había encerrado a la gata, la
habitación en la que siempre se quedaba Jongdae. Estaba tranquilamente dormida,
así que no tenía por qué preocuparse. Salió de allí y luego se dirigió a su
propia habitación y bajó la persiana hasta el fondo, tomó su portátil y cerró
la puerta con llave para que el chico no pudiera pasar al interior y ver todo
aquello que lo señalaba claramente como a un vampiro. Se dirigió al salón y se
dejó caer en el sofá, encendiendo el ordenador, dispuesto a mirar la Bolsa,
intentando que internet no le terminara de agotar la paciencia que había
desarrollado al tener allí a la gata.
El
tiempo pasó volando para el vampiro mientras navegaba por internet y se
sobresaltó cuando escuchó el timbre de la puerta de su piso. Chanyeol se
levantó rápidamente de donde estaba y caminó hacia allí para abrir, suponiendo
que era Jongdae quién llamaba. El chico se alzó ante él cuando la abrió y con
una sonrisa le dio la bienvenida y lo hizo pasar al salón.
—La
ropa está en la habitación, sobre la cama —le indicó—. ¿Tienes hambre?
—Un
poco —respondió el chico, caminando hacia la habitación—. Siento haber tardado
tanto, cuando estaba a punto de salir Yixing me ha interceptado y no me ha
dejado hasta que no nos hemos repartido las tareas que tiene que hacer cada uno
para un trabajo.
—No
pasa nada —contestó Chanyeol, entrando en la cocina pero sin dejar de observar
a Jongdae por la ventana que la comunicaba con el salón y por la que podía ver
la puerta de la habitación—. No sabía qué hora era.
El
chico le sonrió y luego giró el pomo de la puerta y la abrió, ingresando a la
estancia, quedándose parado a mitad. Chanyeol rio quedamente porque sabía lo
que el otro había visto.
—Chanyeol
—lo llamó—, ¿qué es esto?
—Dijiste
que te gustaban los gatos y vi cómo a esta en especial la trataste mejor... así
que pensé que te alegraría —comentó yendo hacia él.
—Pero
no me la puedo quedar, Kyungsoo me mataría —dijo.
—Seguro
que puedes hacer algo para que te deje tenerla —murmuró.
El
chico miró una vez a la gata que dormía plácidamente y luego a Chanyeol antes
de morderse el labio inferior como si tuviera un gran dilema y lanzarse poco
después a sus brazos, agradeciéndole una y otra vez lo mucho que hacía por él,
escondiendo su rostro en su pecho para que este no viera el sonrojo que se
había extendido por sus mejillas.
—Muchísimas
gracias —volvió a decir, antes de entrar a la habitación como una exhalación y
comenzar a jugar con la gata, que se había despertado y parecía muy contenta de
ver a Jongdae allí. Chanyeol se echó sobre el marco de la puerta y se quedó
allí, observando al chico, esbozando una pequeña sonrisa al ver lo feliz que
era la persona que llevaba amando tantos siglos—. Tengo que ponerle un nombre
—Jongdae se había girado hacia él con la gata en brazos mientras le rascaba la
oreja—, ¿cuál le pondrías tú?
—Bueno…
eso es decisión tuya porque es tu gata —respondió.
—Pero
tú fuiste a la tienda de animales y la… —Chanyeol avanzó un par de pasos hasta
él, callándolo inmediatamente con esta acción porque el animal había comenzado
a intentar escaparse de los brazos del chico para ir en busca suya y arrancarle
la piel con sus garras, aunque eso fuera completamente imposible.
—No
me puede ni ver cerca suya, así que, ¿cómo le voy a poner nombre? —Jongdae
sonrió un poco y alzó a la gata hasta que la puso a la altura de sus ojos para
mirarla bien y que esta dejara de ver a Chanyeol y se tranquilizara.
—Creo
que la voy a llamar Minah —dijo finalmente. Dejó a la gata en el suelo luego y
caminó hacia donde se encontraba el otro para pasar de nuevo sus brazos por su
torso, esta vez en un gesto premeditado—. Muchas gracias por todo lo que haces
por mí.
“Lo hago porque quiero tenerte de vuelta a
mi lado, Zhongda”.