domingo, 23 de agosto de 2015

La Gema Rosada

Título: La Gema Rosada
Pareja: MinYul (Minho x Yuri) (SHINee Generation – SHINee x Girls’ Generation)
Clasificación: R
Géneros: Alagaësia!AU, aventuras, romance, drama, tragedia.
Número de palabras: 5.048 palabras
Resumen: Yuri es una chica normal y corriente, como todas las demás chicas de su edad, pero todo cambia para ella cuando es contratada para trabajar en la casa de uno de los Apóstatas de Galbatorix y encuentra cuatro piedras preciosas de colores.
Avisos: muerte de un personaje
Notas: fic escrito para el evento de Abril de Neverland, en el que La Tierra Media y Alagaësia eran los mundos en los que ambientar las historias.
Comentario de autora: me había dicho a mí misma que en esta edición tomaría una idea corta, sencillita y bonita y la haría tranquilamente, pero mi subconsciente es traicionero y finalmente cogí la idea que más me atraía (y que más problemas me ha dado). Espero que te guste esta historia, Kat.


La Gema Rosada



            Eran tiempos oscuros, tiempos violentos los que reinaban en Alagaësia, tiempos en los que era mejor no salir de casa, tiempos en los que los caminos eran lugares intransitables, inhóspitos y peligrosos.

            Galbatorix, un Jinete de Dragón enloquecido por la perdida de su primer dragón había pedido que se le concediera otro, pero los Jinetes se negaron. Esto hizo que recurriera a la magia negra para conseguir el poder para derrotar a sus antiguos compañeros. Quienes lo siguieron y lo ayudaron a matar a quienes habían sido antiguos amigos fueron los Apóstatas, los cuales adquirieron gran poder cuando la batalla fue ganada por su bando.

            Los últimos huevos de dragón, cuatro simplemente, de esta noble especie, fueron entregados a uno de los más fuertes apostatas para que los cuidara y velara por ellos hasta que llegara el momento oportuno y nuevos Jinetes de Dragón se alzaran sobre Alagaësia.

            Tras esto, comenzó un reinado de terror y oscuridad en aquella próspera tierra sobre la que antes convivían en armonía diferentes razas.

♖♖♖

            Apenas había despuntado el alba cuando Yuri se levantaba del incómodo colchón de paja sobre el que dormía. Con los ojos todavía medio cerrados, la chica caminó por la pequeña habitación que le pertenecía en aquella minúscula casa en la que vivía junto a sus padres y a sus hermanos mayores y menores, siendo ella la única chica. Había sido criada como un hijo varón más, con la diferencia de que ella jamás tendría las ventajas de un hombre. Mientras sus hermanos y su padre trabajaban en el terreno que les pertenecía o en la pueblo como ayudantes en algún oficio, ella se quedaba en casa junto a su madre, limpiando o haciéndole los recados, pero sin aportar absolutamente nada a la casa, siendo solo gastos para su familia.

            Aquel día se había levantado con la intención de encontrar un trabajo en el pueblo, en realidad, de conseguir el trabajo. Su madre había regresado hacía un par de días de Bullridge y le había comentado que en la casa solariega estaban buscando a una chica que les arreglase el hogar. Yuri era bastante buena con las tareas de la casa, así que aquel debía ser su trabajo perfecto, pero tenía una pega. Su madre le había comentado también que en el pueblo se rumoreaba que buscaban a una persona que no pudiera hablar para no ser capaz de contar lo que sucedía entre aquellas paredes. Yuri podía pasarse muchas horas sin hablar, pero no estaba segura de poder hacerlo durante todo el día, aun así, no iba a dejar pasar aquella oportunidad.

            Con decisión se vistió con su mejor vestido y tras un desayuno rápido basado en gachas, salió de su casa y se encaminó hacia el pueblo. Este quedaba a unos cinco kilómetros de donde se encontraba su aislada casa, pero no era una distancia que le supusiera problema alguno, desde pequeña estaba acostumbrada a recorrerla, algunos días incluso varias veces, así que no tardó demasiado tiempo en llegar al pueblo.

            Saludó alegremente a todas las personas que se encontraba en su camino hacia la casa de la familia Choi y todos le devolvían el saludo con la misma afabilidad. Su familia no tenía enemigos en el pueblo, sino más bien todo lo contrario, incluso el carnicero les hacía rebajas de vez en cuando en la carne, los Kwon eran muy queridos en aquel lugar.

            Después de atravesar el pueblo de punta a punta, la chica salió de este por un sendero semioculto entre la maleza que se encontraba a su izquierda y que llevaba directamente hacia el lugar al que se dirigía. El corazón de Yuri saltaba dentro de su pecho por la expectación, la anticipación, el nerviosismo y el miedo. Su deber era trabajar para llevar ingresos a su casa y también ahorrar para su dote, ya tenía diecinueve años y aún no había contraído matrimonio, si eso continuaba siendo así por un par de años más ya nadie querría casarse con ella y tendría que quedarse sola el resto de su vida. aquello no era algo que le preocupase especialmente, nunca había conocido el amor aunque había flirteado con algunos de los muchachos del pueblo y tampoco le gustaba eso de estar atada a un hombre el resto de su vida. desde que tenía uso de razón se había visto rodeada de hombres y no le hacía demasiada ilusión pasar toda su vida rodeada de ellos.

            Con los pensamientos sobre su pasado y sobre su futuro, Yuri llegó a la casa de los Choi e inspiró hondo antes de llamar a la puerta. Apenas fueron un par de golpes suaves, pero no tuvo que esperar más de unos segundos antes de que la puerta le fuera abierta por un muchacho muy alto, de pelo negro enmarañado y ojos grandes. era muy apuesto y el corazón de la chica volvió a golpear rápida y sonoramente contra sus costillas. Él la miró fijamente, como si estuviera intentando determinar qué era lo que quería y lo que hacía allí, pero al no conseguirlo dijo:

            —¿Se te ofrece algo?

            Yuri estuvo a punto de contestar por acto reflejo, pero antes de hacerlo se mordió la lengua fuertemente. No debía hablar si lo que quería era conseguir el trabajo, así que simplemente asintió a la pregunta.

            —¿Qué es? —la chica volvió a morderse la lengua y se recriminó mentalmente por no haber pensado antes en cómo se comunicaría con la gente de aquel lugar. Ante su muestra de ser incapaz de contestar, el muchacho pareció entender lo que sucedía—. Oh, ¿vienes por el trabajo que ofrecemos? —Yuri asintió rápidamente y él sonrió. Su sonrisa era muy amplia y sus dientes eran muy blancos, contrastando con su piel levemente bronceada—. Pasa, pasa —se hizo a un lado para que entrara a la gran casa—. Espera aquí, le diré a mi padre que has llegado.

            Yuri volvió a asentir y se quedó quieta en el centro del vestíbulo mientras el muchacho se alejaba de ella. Una vez desapareció de su vista, se permitió suspirar. Estaba muy nerviosa y sabía que como siguiera en aquel estado cometería un error garrafal que haría que como mínimo la echasen de la casa y como máximo la ejecutasen. Desde que aquella familia se había instalado en el pueblo algunos meses atrás había habido muchas habladurías, pero una de las que más creía era que aquel hombre era una persona muy importante y sobretodo muy peligroso.

            Pensando en todo aquello, Yuri no se dio cuenta de cuándo había dejado de estar sola, solo se había percatado de la compañía cuando un hombre de unos cincuenta años apareció ante ella, aunque no sabía si lo podía llamar hombre porque tenía las orejas puntiagudas y algunos rasgos que recordaban más a los élficos que a otra cosa —a pesar de que nunca hubiera visto un elfo en su vida, la descripción de los rasgos de estos seres siempre había sido un tema muy tratado en los cuentos que había oído desde que era pequeña—. Yuri tampoco había visto en su vida a ningún jinete de dragón, pero no le hizo falta demasiado tiempo para unir todos los cabos y saber que quien se encontraba ante ella pertenecía a esa selecta clase.

            Cuando Yuri había nacido ya había subido al trono Galbatorix con la ayuda de sus apóstatas, acabando con los demás jinetes de dragón de Alagaësia, por lo que ante ella se encontraba uno de aquellos apóstatas.

            La chica tragó saliva e intentó cuadrarse y no demostrar que tuviera miedo. Debía conseguir aquel trabajo, le costara lo que le costase.

            —Buenos días —le dijo el hombre y ella asintió con su cabeza, mordiéndose la  lengua para no hablar inconscientemente—. Ya me ha comentado mi hijo que vienes por el trabajo —continuó hablando—. Tu deber será limpiar la casa todos y cada uno de los días, así que necesitamos que estés aquí temprano siempre —Yuri asintió levemente—. Puedes empezar en este momento. Ve hacia la cocina, allí te comentará lo que tienes que hacer la cocinera.

            Yuri volvió a asentir y se inclinó un poco ante el hombre, retirándose en la dirección que le estaba marcando con su brazo. La chica salió del amplio lugar y se adentró en otra sala enorme y completamente vacía, al final de la cual había una puerta que suponía tenia que atravesar para llegar a la cocina. Cuando la presencia de aquel hombre se desvaneció, Yuri se permitió respirar tranquila. Aquella persona la intimidaba  y sabía que como descubriera que sí podía hablar, no dudaría en ejecutarla, pero debía ser fuerte para ayudar a su familia.

            —Allá vamos —murmuró para sí misma, antes de atravesar aquella puerta.

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            La nueva chica que estaba trabajando en la casa era bastante mona, y también muy hacendosa. Desde el primer momento en el que había atravesado la puerta, Minho había pensado que no estaría mal jugar con ella un poco al gato y al ratón, había visto muchas veces cómo su padre lo hacía con las mujeres que estaban al cargo de la casa y él también quería probar cómo sería hacer algo así, pero primero que nada debía observarla y ver cuáles eran sus puntos débiles para atacarla justo en ellos y que no pudiera hacer otra cosa más que caer rendida a sus encantos.

            La chica no podría ser mayor que él, de hecho, debían rondar la misma edad, si no se equivocaba. Bajo aquel vestido harapiento y zarrapastroso, parecía haber un cuerpo lleno de curvas para el pecado y Minho se sorprendía, a veces, queriendo rasgarle aquel vestido para poder ver las curvas con sus propios ojos, no imaginarlas, y poder sentir el tacto de aquella piel que tenía aspecto de delicada con sus propios dedos.

            Minho generalmente la seguía por la casa sin que la muchacha se diera cuenta de que lo hacía y se quedaba embobado mirándola horas y horas, aunque cuando tenía cosas que hacer con su padre no podía usar su tiempo para verla, pero normalmente, en su tiempo libre y en aquellos días en los que no tenía nada que hacer se pasaba el tiempo tras ella. Algunos de los otros empleados de la casa ya se habían dado cuenta de ello, porque lo miraban de una forma especial, dando a entender que sabían cuáles eran sus intenciones para con ella; sin embargo, ninguno podía avisarla de aquello, ya que no sabían ni leer ni escribir, y no tenían tampoco la capacidad de hablar.

            Aquello era un requisito especial para poder trabajar en aquella casa en la que se guardaban los secretos tan celosamente. Nadie podía saber nada de lo que se cocía allí dentro porque los enemigos del nuevo rey podrían atacarlos y robarles aquellos bienes tan preciados que estaban guardados en un rincón del lugar de trabajo de su padre, protegidos de cualquier peligro.

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            Yuri se encontraba bastante bien trabajando en aquella casa aunque no pudiera decir ni una palabra por si alguien la escuchaba y la delataba, provocando su inminente muerte, y aunque tuviera que levantarse antes incluso de que amaneciera y salir del lugar cuando hacía ya tiempo que había anochecido. Normalmente, alguno de sus hermanos iba a recogerla cuando aquello sucedía, pero a veces tenía que volver sola a su casa y los caminos, de noche, nunca le habían gustado demasiado, aunque no sentía ningún miedo de los animales, sino más bien lo sentía de las personas o de las otras razas que poblaban la tierra de Alagaësia y que no estaban civilizadas.

            Había oído noticias de cómo estos atacaban pueblos enteros y los destruían y mataban a sus habitantes y se aprovechaban de las mujeres antes de asesinarlas también. Los tiempos no eran los más halagüeños, pero sabía que no iban a cambiar próximamente, así que convivía con el miedo de que un día su pueblo desapareciera. Sin embargo, desde que en aquel lugar se encontraba viviendo el hombre para el que trabajaba y que, lo más probable es que fuera un Jinete de Dragón, uno de los Apostatas de Galbatorix, Yuri se sentía un poco más tranquila con respecto a eso, porque nunca atacarían un lugar en el que se encontraba uno de los suyos.

            En cuanto al trabajo, no era demasiado pesado y a la chica no le suponía mucho problema limpiar la gran casa de arriba abajo casi todos los días. Tampoco le suponía mucho esfuerzo ayudar a las demás personas que allí trabajaban en sus tareas cuando terminaba de hacer las suyas y el sueldo que le estaban pagando por ello era bastante bueno porque ayudaba en casa y la situación ya no era tan precaria como al principio.

            No obstante, Yuri no se sentía del todo a gusto en aquel lugar porque sentía cómo si alguien la estuviera vigilando constantemente.

            Lo había hablado con su madre en casa, pero ella le había dicho que lo más probable es que fuera su desbordante imaginación, que le estaba jugando malas pasadas, pero Yuri nunca había sido alguien con mucha imaginación, así que se sentía bastante cohibida y, a veces, había estado a punto de hacer verdaderos destrozos en los lugares que limpiaba debido a que aquella penetrante mirada la ponía demasiado nerviosa y sus manos temblaban como si se tratasen de gelatina.


            La mañana en la que todo iba a cambiar para ella fue una mañana completamente normal. Yuri había hecho todo lo que hacía normalmente al levantarse y había recorrido el camino que la separaba de su vivienda hasta su lugar de trabajo, acompañada por uno de sus hermanos que tenía cosas que hacer en la ciudad; después, había comenzado a limpiar la casa, primero la planta inferior y luego la superior. La única cosa que no había sido habitual había sido encontrarse con el hombre para el cual trabajaba saliendo de una habitación que le había permanecido cerrada hasta el momento, las semanas que llevaba allí trabajando y que el hombre le hablara, ya que normalmente pasaba por su lado y ni siquiera la miraba, como si Yuri fuera inferior, que lo era.

            —Este es mi lugar de trabajo —le dijo el hombre—. Normalmente nadie más que mi familia entra en este lugar, pero dentro de poco vamos a tener algunas visitas y el polvo se está acumulando, así que puedes entrar a limpiarlo —Yuri asintió a sus palabras, haciéndole saber que lo había entendido—. No muevas nada de sitio y ten mucho cuidado con todo. Si robas algo de este lugar, me aseguraré de que no vuelvas a tocar nada.

            Yuri volvió a asentir, bastante intimidada por aquella amenaza, y asegurándole con la mirada que no tocaría absolutamente nada que no fuera necesario y que no iba a robar absolutamente nada. Apreciaba su vida bastante como para arriesgarla por cualquier baratija que pudiera haber allí dentro. Después de que el hombre le dedicara una sonrisa que le dio escalofríos, Yuri se adentró en aquella habitación y pudo ver cómo, efectivamente, todo tenía una espesa capa de polvo que le costaría bastante quitar de encima, pero que intentaría limpiar sin que nada de lo que allí había sufriera daño alguno.

            La habitación era bastante amplia y tenía algunas baratijas, como había predicho, algunas figurillas y cosas de oro, también había muebles de muy buena calidad y muchos pergaminos escritos por todas partes. Yuri intentó no moverlos mucho de sitio mientras limpiaba y trató con fervor que nada de lo que allí había se le cayera de las manos cuando limpiaba.

            Cuando estaba a punto de marcharse de aquella habitación, Yuri reparó en que había un lugar que no había limpiado, medio oculto entre un par de muebles. Con cautela se acercó a aquel sitio, por si había algo con lo que tenía que tener especial cuidado, pero al ver que se trataba de un cofre en el que había cuatro grandes gemas de diferentes colores, se relajó un poco. Era algo con lo que tenía que tener cuidado, y sobre todo no moverlas mucho de sitio porque parecían tener un aspecto valioso, pero no parecían tan delicadas como otros objetos que ya había limpiado de la habitación.

            La chica se fijó en aquellas piedras de colores. Había una verde esmeralda, otra roja como el rubí, otra azul como lapislázuli y la última era de un tono rosado como la turmalina. Esta fue la que más le llamó la atención a Yuri porque nunca había visto una gema de ese color rosado, así que se quedó mirándola durante unos momentos, con una sensación cálida en su interior. Sin embargo, negó con su cabeza, porque no podía quedarse embobada mirando algo que no podía tener, por si acaso eso también hacía que el señor Choi la mandara matar. Por este motivo, tomó la gema rosada entre sus manos cuidadosamente para quitarle el polvo que se había acumulado sobre ella, pero, al momento, esta se agrietó y Yuri la dejó sobre el cofre del que la había tomado, asustada.

            No había hecho más que cogerla pero esta se había roto y el pánico total se estaba apoderando de su cuerpo. Seguro que podía recomponer los pedazos si encontraba en aquella casa algún tipo de sustancia que sirviera para pegarlos y que no se volvieran a romper. Yuri respiraba agitadamente y su corazón latía a mil por hora porque sabía que por aquello la iban a matar, lo sabía y no quería por nada del mundo que sucediera. Además, ella no había hecho nada. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras intentaba unir los pedazos de la gema, pero, en ese momento, algo cálido rozó su mano y Yuri no pudo evitar gritar.

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            Minho estaba paseando por la segunda planta buscando a la chica que habían contratado hacía pocas semanas para observarla mientras hacía las tareas de la casa, cosa que se había vuelto una costumbre en él, cuando de repente escuchó un grito femenino que procedía de una parte de la casa en la que supuestamente nadie debía de entrar. El chico corrió hacía allí rápidamente, antes de que nadie más pudiera llegar al lugar, y lo que se encontró cuando abrió la puerta del despacho de su padre fue algo que no se había esperado para nada.

            Allí se encontraba la chica que había llamado su atención, frente al cofre en el que estaban guardados los huevos de Dragón, sujetando un pequeño dragón de color rosado entre sus brazos, como si fuera la criatura más delicada y preciosa del mundo. Uno de los huevos había eclosionado ante la chica, uno de los cuatro únicos huevos que quedaban… y Minho sabía que aquello era lo peor que podía haber sucedido.

            Rápidamente, se adentró en la habitación, cerrando la puerta tras él y, asustando por el golpe a la chica, que se encogió de miedo, protegiendo a la pequeña criatura que se encontraba en sus brazos.

            —Puedes hablar —afirmó más que preguntó, porque el grito que había escuchado así se lo había indicado. Aquello significaba también que todos los secretos de aquella casa estaban al descubierto—. Y acabas de convertirte en un Jinete de Dragón —murmuró.
            —Yo… —comenzó a hablar ella. Su voz era dulce y cálida, pero Minho la cortó.
            —No digas nada, ya habrá tiempo de hablar, por ahora, debes salir de aquí lo más pronto posible.

            El chico no supo por qué  había dicho aquello exactamente, pero supuso que tenía que ver con que el dragón que estaba sosteniendo en sus brazos parecía ser hembra y, aquello complicaba todavía más las cosas porque todos los dragones que habían sobrevivido a la masacre eran machos. También, supuso que lo dijo porque no quería ver cómo aquella chica que no tenía nada que ver con lo que estaba pasando y que simplemente había tenido la mala suerte de estar en el sitio equivocado y en el momento equivocado era adentrada a un mundo oscuro en el que acabaría siendo despojada de todo lo que la hacía ser ella misma para pasar a ser otra más de aquellas personas que seguían al rey Galbatorix, como su padre y él mismo.

            —Te sacaré de aquí.

            El chico llamó mentalmente a su pequeño dragón y este apareció frente a la ventana de la habitación en apenas unos momentos, batiendo sus alas orgullosamente. No tenía más que unos meses y no era capaz de llevar a dos personas en su lomo, pero podría sacar a la chica de allí y llevarla a un lugar en el que estuviera a salvo hasta que él pudiera reunirse con ella.

            «Taemin… sácala de aquí y llévala lejos de la ciudad, llévala a algún lugar en el que esté a salvo y cuando yo te llame, regresa a por mí».
            «Entendido».

            Minho rompió con una patada la ventana y luego elevó por los aires el delgado cuerpo de la chica para hacer que se montara sobre el lomo de su dragón. Le costó algo de esfuerzo realizar aquello, pero le ayudó su fuerza como Jinete y su equilibrio. Cuando ella estuvo perfectamente agarrada y supo que no le iba a suceder nada durante el vuelo, le indicó a su dragón que ya podían irse. El chico deseó que no fueran interceptados por nadie en su trayecto y también se deseó suerte a sí mismo con lo que pensaba hacer. Su cerebro iba a toda velocidad y lo único que se le ocurría en aquel momento era que debía asegurarse de ser él quien encabezara la búsqueda de aquella chica y del huevo que había robado, no podía dejar que nadie supiera que un nuevo Jinete de Dragón había nacido.

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            El vuelo a lomos de aquel dragón le había destrozado la parte interna de los muslos y los tenía prácticamente en carne viva, pero Yuri se encontraba muy agradecida con el chico que la había sacado de la casa, dándole una oportunidad para escapar, ayudándola a hacerlo. La chica sabía que algo malo pasaba, que era muy malo que un dragón hubiera nacido para ella porque lo había visto en el semblante serio del muchacho, pero no imaginaba cuán malo era realmente.

            Yuri se apretujó bien en el escondite que aquella pequeña cueva les proporcionaba al dragón del color del atardecer que la había llevado hasta allí y a ella y su pequeña dragona, buscando la calidez que le proporcionaban los cuerpos de aquellas bellísimas criaturas. A la chica solo le quedaba esperar, esperar que todo saliera bien, aunque no tenía muchas esperanzas de que lo hiciera.

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            —Yo encabezaré su búsqueda —se propuso voluntario Minho cuando su padre comenzó a dar órdenes a todas las personas que había reunido para buscar a la chica que había entrado en su casa como empleada y que había acabado robándole uno de sus bienes más preciados—. Soy la única persona que conoce cuál es su aspecto de todos los que estamos aquí y, además, no puede haber ido demasiado lejos.
            —Tienes razón —dijo su padre—. Eres la persona más indicada para encontrarla. En cuanto descubráis dónde se está escondiendo y quién la está ayudando —empezó el hombre, dirigiéndose a todos—, matadlos sin compasión, me da igual quienes sean, necesito ese huevo de dragón en esta casa antes de que llegue Galbatorix dentro de una semana.
            —Entendido, señor Choi —dijeron todos a la vez, incluido Minho.

            Poco después salió de aquella habitación y llamó a Taemin para que fuera a por él. no podía permitirse tardar mucho tiempo en sacar a la chica de las tierras de Alagaësia, incluso se había estado planteando llevarla con los rebeldes para que ellos la protegieran de todo mal, pero no sabía cuál era su situación exacta aparte de que se encontraban en el sur y no llegarían jamás allí antes de que finalizase la semana. Minho no tenía muchas opciones, pero no quería que nada malo les sucediese ni a la chica ni a aquella pequeña dragona que no tenían la culpa de absolutamente nada.

            Taemin estuvo allí en apenas un par de horas. Minho ya había emprendido su camino para no levantar ninguna sospecha y, cuando su dragón descendió al suelo para que él se montase y luego se volvió a elevar, ya había recorrido unos pocos kilómetros en la dirección que este le había marcado, alejándose del pueblo y de su propia casa. El viaje fue algo incómodo, no estaba acostumbrado a montar sobre el lomo de su dragón porque todavía no era muy mayor, así que para ambos fue un suplicio, pero cuando llegaron al lugar en el que había escondido a la chica, Minho le agradeció mucho a su dragón que hubiera hecho tal esfuerzo.

            Ella se encontraba agazapada dentro de una pequeña cueva natural, con su dragona en brazos y con un aspecto bastante malo. El chico cogió todas las provisiones y medicinas que había tomado de su casa antes de emprender su viaje y comenzó a curarle los muslos, ya que los tenía en carne viva. Cuando finalizó, se sentó junto a ella en aquel lugar y dejó que descansara su cabeza en su hombro, mientras acariciaba intermitentemente a la chica y al pequeño dragón rosado para darles sentimiento de calidez y protección.

            Haría todo lo posible e imposible para ayudarlos a salir adelante, aunque aquello le costara su propia muerte.

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            Los días fueron pasando lentamente. Yuri y el chico, del que había descubierto que se llamaba Minho, viajaban de noche hacia el sur, porque de día era demasiado peligroso hacerlo ya que los estaban buscando por todas partes. Mientras viajaban, Minho le iba comentando todo lo que sabía de dragones y cómo debía cuidar a la pequeña que siempre tenía enroscada sobre su cuerpo, qué debía comer y cómo debía tratarla para que creciera bien. Los primeros días, todavía la llevaba en sus brazos como a un bebé, pero a partir del tercero, la dragona se había subido a sus hombros y no se bajaba de allí, le había gustado aquella nueva posición.

            Yuri sentía miedo por todos los que la estaban acompañando en su viaje porque el peligro a ser apresados era constante y, debido a que no podían cubrir por completo todas sus huellas el peligro era muy real. Minho le había comentado que había humanos siguiéndolos, pero que también había miembros de otras razas y, por lo que sabían ambos del tema, tanto los úrgalos como los ra’zac eran más rápidos que ellos y tenían mucho mejor olfato y vista. Sin embargo, tenían la esperanza de poder llegar al sur, con los rebeldes, antes de que los capturaran, aunque aquello fuera una vana esperanza.

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            El fatídico día en el que todo terminó, Minho se había alejado un poco del lugar en el que se encontraba Yuri con su dragona para poder cazar con tranquilidad pero no pasó demasiado tiempo hasta que su dragón le advirtió del peligro. El chico salió corriendo, atravesando el bosque en el que se habían internado hacía poco tiempo para estar protegidos de cualquier amenaza, sabiendo que todo iba terriblemente mal.

            Cuando llegó al lugar en el que debía haberse encontrado a Yuri, lo único que vio fue un rastro de sangre que lo alejaba de la escena y pisadas de úrgalos. El chico siguió aquel rastro, con el corazón martilleándole rápidamente dentro de su cuerpo hasta que la escena que más se temía apareció ante él. la chica a la que había estado protegiendo, la chica por la que había jurado que iba a dar su vida, yacía muerta a los pies de un árbol, intentando proteger con su cuerpo a la pequeña criatura que portaba en brazos, sabiendo que el final de ambas estaba cerca y que no podía hacer nada para salvarse.

            Minho se agachó sobre el cuerpo inerte de la bella chica y sintió cómo por sus mejillas corrían lágrimas de frustración, de pena, de odio hacia aquellos que habían hecho eso con Yuri. Sumido en su rabia y en su pena, no se dio cuenta de que los úrgalos aún no se habían ido del lugar y que se preparaban para atacarlo y acabar con él, siguiendo las órdenes de matar a todo aquel que estuviera ayudando a la chica escapar, sin reparar en que acababan de matar a dos Jinetes de Dragón.

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            La Historia de Alagaësia siguió su curso y tanto Yuri como su pequeña dragona desaparecieron de ella. Esta historia de los primeros años del gobierno de Galbatorix cayó en el olvido pronto, ya que no eran muchas personas aquellas que la sabían y no fue transmitida para que quedara constancia de ella en ningún momento. Para las personas que encabezaban la resistencia contra Galbatorix nunca hubo cuatro huevos de Dragón, sino tres, y así fue para el resto de la eternidad.






Notas finales: esta historia iba a ser como el triple de larga, pero finalmente, ha quedado así de cortita porque entre trabajos y exámenes, y que no estaba en mi casa y no podía mirarme los libros como hice la vez anterior, no he tenido tiempo de nada... se me ha juntado todo y siento si la historia es demasiado precipitada, te lo compensaré haciendo lo que me pidas, estoy a tu completa disposición.

4 comentarios:

  1. Me ha recordado un poco a Eragon xD Por el tema de los dragones bebés y eso jajaja

    Aunque... lo que de verdad creo que se me ha escapado ha sido si Minho también muere, porque... claro, los malos estaban ahí acecho al cargarse a la chica.

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    1. Bueno, si no te recordara no habría hecho bien mi trabajo (?) Está ambientado en el universo de Eragon XD Sí, al final MinHo también muere (mueren todos orz, me ha dado por la tragedia)

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    2. En serio? xDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD jajajaj pues sí, has hecho un buen trabajo jajajaja

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    3. Muy en serio XD El tema del challenge era ese y El Señor de los Anillos XD Y yo escogí el de Eragon ^^ Gracias <3

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