martes, 25 de febrero de 2014

Enamorado de mi Mejor Amigo

Enamorado de mi Mejor Amigo

            Él era mi mejor amigo. Siempre habíamos estado juntos, haciendo travesuras, comportándonos como críos aun cuando ya no lo éramos tanto. Siempre uno al lado del otro, en los momentos alegres y en los difíciles. Nunca me pude imaginar que después de todos los años que llevábamos juntos él decidiera alejarse de repente, sin una maldita explicación. No sabía qué hacer, a quién acudir, él era todo lo que tenía en mi vida y se había ido.

~.~.~

            Tuve que alejarme en cuanto entendí qué era lo que me pasaba. No podía estar a su lado de aquella forma, mintiéndome a mí y mintiéndolo a él.

            Nunca supe en qué momento se convirtió en una persona tan importante para mí, tan importante que incluso me había vuelto dependiente de él. Cada vez que lo veía mi corazón comenzaba a latir con celeridad y no podía evitar pensar en él a cada momento.

            Cuando comprendí que me había enamorado de JongHoon solo pude irme de su lado.

~.~.~

            Caminaba tranquilamente por la calle cuando vi su cabello rubio inconfundible entre todos los transeúntes. Salí corriendo hacia él y grité su nombre. Se giró y cuando me vio echó a correr.

            Durante unos segundos me quedé clavado en el suelo, donde estaba, sin saber qué hacer, pero después de salir de mi estupor volví a correr tras él. Lo alcancé cuando estaba a punto de cruzar la calle. Lo agarré por la cintura y no lo dejé escapar.

            ―¿Qué haces, JongHoon? ―preguntó en apenas un murmullo.
            ―Detenerte para que no vuelvas a escapar ―contesté.
            ―¿Por qué?
            ―Porque eras muy importante para mí ―su cuerpo se relajó levemente entre mis brazos.
            ―¿ Y si te dijera que para mí eres la persona más importante? ―susurró.
            ―Te contestaría que eres igual de importante para mí.

~.~.~

            En ese momento me dio igual que él no pudiera corresponder todo lo que yo sentía por él, ya que sabía que era su persona más importante. Me daba igual que no supiera que me había enamorado de él, de mi mejor amigo, mientras estuviéramos juntos.


domingo, 23 de febrero de 2014

Peli Porno

Peli Porno

            Siendo los maknaes del grupo teníamos muchas ventajas y mucha influencia ante los demás. Si no hubiera sido así jamás se habrían ido todos ni nos habrían dejado el apartamento que compartíamos los doce con el manager completamente solos.

            Por ese mismo motivo estábamos aprovechando la soledad de la mejor forma que podíamos.

            Estábamos los tres sentados sobre la cama de la habitación que SeHun compartía con LuHan y KyungSoo hyung, viendo una película porno que ZiTao se había descargado hacía unos cuantos días y que llevaba demasiado tiempo queriendo ver. Sobre decir que era porno gay.

            Estábamos calientes. Desde el minuto cero la cinta ya mostraba escenas de sexo bastante explícitas que hacían que nuestros miembros se pusieran duros a la vez que comenzaban a doler, ya que estaban encerrados en una cárcel de ropa.

            La película no llevaba ni diez minutos cuando llevé mi mano hacia mi entrepierna. Desabroché el botón de mis vaqueros y luego deslicé la cremallera, haciendo asomar mi creciente erección. Tomé mi pene y lo saqué del bóxer. Cuando iba a comenzar con el vaivén, dos manos me detuvieron. Miré a un lado y a otro y vi dos sonrisas perversas que me encantaron.

            ―Nosotros lo haremos ―susurró SeHun roncamente, tomando mi miembro con una de sus manos.
            ―Sí, no te preocupes, JongInnie… Haremos todo el trabajo por ti ―murmuró ZiTao antes de besar mis labios.





sábado, 22 de febrero de 2014

Dead Or Alive: The Misconceptions Of Time

Capítulo 5
Beautiful Goodbye

            Solo hacía un par de días que SeHun había recuperado todos sus recuerdos. El chico todavía estaba en shock porque de nuevo había visto todo lo que había sucedido. Sin embargo, esto no era lo más extraño. Generalmente, los fantasmas, en cuanto recordaban su muerte y eran guiados hacia el lugar al que tenían que ir, desaparecían. Pero por más que ZiTao le había preguntado al chico si veía alguna luz extraña este le contestaba que no.

            Por estos motivos, ZiTao no sabía qué hacer ni qué pensar, aunque llevaba algunos días dándole vueltas a algo.

            —Creo que deberíamos ir a buscar a LuHan mañana —dijo el moreno en cuanto llegó a casa el miércoles por la tarde. SeHun no lo había acompañado al instituto los últimos días.
            —No creo que… —comenzó a replicar.
            —Vamos a ir, quieras o no —cortó ZiTao—. Me pediste que te ayudara y esta es la única forma que tengo de hacerlo ya que no sé qué más hacer.

            SeHun lo miró asustado, de aquella forma parecía tan débil. Era delgado, muy delgado y muy alto, aparte de que su tono de piel cada vez era más claro. ZiTao sabía que si no se daban prisa podía desaparecer sin haber encontrado su camino o vagar para siempre entre dos mundos. El dueño de la casa se acercó a él y tomó su rostro entre las manos.

            —Siento ser tan brusco, pero no quiero que por mi culpa te pase nada malo —susurró.
            —Ya estoy muerto, ¿qué otra cosa más me puede pasar? —preguntó.
            —En este mundo hay cosas mucho peores que la muerte —contestó ZiTao—, así que, por favor, acompáñame mañana a ver a LuHan, sin ti no puedo hacerlo —SeHun lo miró a los ojos y lentamente asintió—. Gracias por entrar en razón —comentó el moreno con una pequeña sonrisa—, te echaba de menos cuerdo —el otro le correspondió levemente la sonrisa antes de rodear el cuerpo de ZiTao con sus largos brazos.

☆☆☆

            A la mañana siguiente no se dirigieron, como solían hacer al instituto en el que estudiaba ZiTao, sino que lo hicieron en dirección contraria, para ir al encuentro de LuHan, en el instituto en el que estudiaba con SeHun.

            El moreno había avisado a JongIn de que no iría para que no lo estuviera esperando tontamente en la calle para ir juntos y aunque este había pedido acompañarlos, ZiTao le había dejado claro que era mejor que no lo hiciera y también le había prometido que dentro de poco tiempo, SeHun se iba a ir.

            Así que en esos momentos caminaban con paso firme hacia el instituto del castaño. Cuando llegaron, ZiTao se sorprendió, ya que era un instituto bastante prestigioso y de postín, no como el suyo, que aunque fuera privado era más normalito.

            —Wow —comentó el chino. El otro solo rio levemente.

            Se acercaron a la verja a esperar a que el chico que buscaban apareciera. SeHun le había dicho que lo avisaría cuando viera a LuHan. A los pocos minutos comenzaron a llegar los estudiantes para entrar en clases y todos y cada uno de ellos se quedaban mirando al chico que esperaba junto a la verja, apostado en el muro.

            —¿Por qué me miran? —murmuró ZiTao extrañado.
            —Porque pareces un pandillero que busca a alguien para pegarle —contestó SeHun riéndose como hacía días que no lo hacía, hasta que su risa se detuvo de repente.
            —¿Qué pasa? —preguntó el moreno.
            —Allí viene LuHan.

            El fantasma señaló a un chico de cabello castaño, piel blanca y rostro de ángel. ZiTao tuvo que cerrar apretar los dientes para que no se le abriera la boca y quedar así como idiota. LuHan era guapo, muy guapo. SeHun estaba junto a él, apretando su mano fuertemente, tanto que si seguía así, seguro que le hacía sangre, pero eso le sirvió al moreno para poder salir de su ensimismamiento e intentar acercarse al recién llegado. Sin embargo, no había dado ni un paso, cuando otro chico se acercó a él.

            —LuHan, ¿esta tarde vendrás al entrenamiento? —le preguntó. El chico negó y el otro hizo un puchero—. ¿Sigues yendo a lo de SeHun? —Al escuchar el nombre del castaño, tanto el nombrado como ZiTao se tensaron.
            —Claro, alguien tendrá que cuidar de él —contestó LuHan esbozando una leve sonrisa antes de entrar al recinto del instituto.

☆☆☆

            SeHun y ZiTao se quedaron toda la mañana junto al instituto, ya que habían decidido que seguirían a LuHan para saber al lugar al que iba. Les había dejado muy descolocados las palabras que había dicho. Si SeHun estaba muerto, ¿por qué iba a cuidarlo?

            Cuando la hora en la que finalizaban las clases llegó, ambos buscaron a LuHan entre la multitud que iba hacia sus casas y cuando lo encontraron, echaron a andar tras él. ZiTao tuvo mucho cuidado de que el otro chico no se diera cuenta de que lo seguían, pero algunas veces tuvo que disimular que caminaba casualmente en su dirección.

            Tras una media hora de camino aproximadamente, LuHan se detuvo frente a un edificio. El moreno alzó la cabeza para observar, desde una de las esquinas, el lugar. Abrió los ojos sin poderse creer lo que estaba viendo, uno de los hospitales privados de Seúl.

            —SeHun… —murmuró, girándose hacia donde hacía unos momentos estaba el chico, pero este ya no se encontraba allí, había comenzado a avanzar hacia el hospital en el que entraba LuHan—. Maldita sea.

            ZiTao salió de su escondite y se dirigió al edificio tras los otros dos. Atravesó las puertas automáticas y buscó por el hall hasta encontrar la cabeza de SeHun sobresaliendo entre la multitud. Estuvo tentado a gritar su nombre para que el chico le hiciera caso, pero no podía hacerlo o llamaría mucho la atención entre los pacientes, el personal, y sobretodo, llamaría la atención de LuHan.

            Avanzó por los pasillos, siguiendo a ambos chicos a paso rápido aunque sin correr. Cada vez estaba más cerca de alcanzarlos. LuHan giró en un recodo a la izquierda y en ese momento, ZiTao apretó el paso para tomar de la muñeca a SeHun antes de que doblara la esquina.

            Cuando agarró al fantasma, tiró de él hacia atrás y buscó con la mirada un lugar en el que esconderse para hablar tranquilamente. El cuarto de la limpieza fue para sus ojos la mejor opción y arrastró a SeHun hasta él, cerrando la puerta en cuanto ingresaron, dando gracias a Dios porque aquel lugar tenía un pequeño ventanuco que lo iluminaba.

            —SeHun… —comenzó, pero su discurso fue interrumpido por el otro.
            —¿Por qué no me has dejado seguirlo? ¿Por qué? —increpó. Su rostro tenía una expresión de enfado que ZiTao no había contemplado nunca en el chico—. ¡LuHan estaba llevándonos al lugar en el que están todas las respuestas que buscábamos!
            —Solo quiero que te calmes y que pienses un poco —murmuró el moreno—. Nos estaba llevando a las respuestas que llevamos tanto tiempo buscando, sí; pero yo quiero hablar contigo antes de que las conozcas porque quizás lo que veas no sea algo muy agradable.
            —¿Qué quieres decir? —preguntó SeHun, ahora más calmado.
            —Creo que debes estar en coma —contestó—. El accidente no te mató, pero te dejó en coma y si es así, y estás aquí conmigo, quiere decir que estás más cerca de cruzar la línea hacia la muerte que de poder continuar viviendo —ZiTao tragó saliva—. Así que si quieres volver a vivir debemos hacer algo para que eso sea posible y entrar a ver en qué condiciones estás después del accidente te puede crear un trauma. Ahora mismo, en el estado emocional en el que te encuentras actualmente, lo mejor que podemos hacer es volver a casa para que te tranquilices. Mañana volveremos y haremos algunas preguntas discretas.

            Durante unos momentos, ZiTao estuvo seguro de que SeHun lo iba a mandar a la mierda e iba a buscar a LuHan, a buscarse a él, por todo el hospital, pero el chico, lentamente asintió con la cabeza, dejando claro que por el momento, haría lo que el moreno le dijera.

            —Volvamos a casa antes de que me arrepienta —murmuró. ZiTao estuvo tentado a darle un abrazo, pero se contuvo y simplemente tomo sus manos y las apretó entre las suyas.
            —Gracias.

☆☆☆

            —¿Por qué ayer me dejaste plantado y no me dejaste ir contigo? —fueron las primeras palabras que ZiTao escuchó de JongIn en cuanto se encontraron a la mañana siguiente para ir juntos al instituto.
            —Porque esto es algo que tengo que hacer yo solo —contestó el chico seriamente.
            —Aun así…
            —JongIn —cortó—. Llegaremos tarde a clase.
            —Pero…

            ZiTao lo miró unos segundos seriamente antes de comenzar a avanzar, seguido de SeHun, dejando atrás al otro chico. No le gustaba tratarlo así, pero si JongIn no se comportaba como una persona madura, era lo que seguiría haciendo.

            JongIn había sido su mejor amigo, la persona con la que lo había compartido absolutamente todo desde que había llegado a la ciudad hacía ya cuatro años. Al principio lo acompañaban sus padres, pero el año anterior ellos habían regresado a QingDao porque su abuela estaba algo enferma y no podía cuidarse bien sola.

            Sabía que no estaba siendo nada justo, pero no podía evitarlo. Desde que SeHun había entrado en su vida, JongIn había estado de lo más irritante y muy pesado, pidiendo una atención que no podía prestarle porque tenía que ayudar al otro chico.

            Cuando todo acabara, volvería a ser todo como antes, más o menos.

☆☆☆

            Cuando salieron de clases y del entrenamiento de baloncesto, ZiTao y SeHun se dirigieron al lugar en el que se encontraba el hospital. El castaño se había tranquilizado lo suficiente como para poder afrontar todo lo que viniera a partir de ese momento y ZiTao estaba allí para hacer todo lo posible para ayudarlo.

            —Has sido un poco brusco esta mañana —comentó SeHun cuando se bajaron en el metro.
            —Lo sé, pero si lo hago de otra manera no creo que funcione —respondió. El castaño se detuvo y ZiTao tuvo que dar media vuelta al darse cuenta del hecho. Miró al chico, que parecía algo disgustado y suspiró—. ¿Por qué estás así?
            —Es por mi culpa que ahora trates así a JongIn y me siento mal —murmuró el chico.
            —SeHun…
            —Lo mejor será que acabemos con esto cuanto antes… —echó a andar decididamente, sin darle tiempo a reaccionar.

            Durante algunos momentos, el chico no pudo salir de su estupor, pero al ver desaparecer a SeHun al doblar una esquina, sacudió su cabeza y corrió tras él. Lo alcanzó a los poco segundos e intentó por todos los medios que el otro hablara con él, pero finalmente lo dio por imposible y caminaron juntos sin dirigirse la palabra hasta llegar al hospital.

            ZiTao vio al castaño tragar saliva justo antes de entrar al edificio decididamente y luego lo siguió. Recorrieron los mismos pasillos del día anterior y al llegar al lugar en el que se encontraba el cuarto de la limpieza ambos se detuvieron. Solo tenían que dar algunos pasos para llegar a la habitación en la que debía estar SeHun.

            —Si no estás preparado… —murmuró el moreno. SeHun negó con la cabeza.
            —Debe acabar todo hoy —contestó echando a andar de nuevo.

            Giraron en la esquina por la que desapareció LuHan el día anterior y comenzaron a buscar la habitación en la que debía encontrarse el cuerpo físico de SeHun. Todas las ventanas estaban cubiertas por persianas que apenas dejaban ver el interior, pero ellos no cejaron en su empeño y se asomaron a todas y cada una de ellas para intentar encontrarlo.

            En ello estaban, cuando una de las puertas se abrió y por ella salía una mujer de unos cuarenta años con aspecto algo cansado, que  a ZiTao le pareció vagamente familiar. Sus sospechas se confirmaron cuando SeHun se quedó completamente estático. Aquella señora debía ser su madre. Segundos después, salía del mismo lugar un médico que parecía bastante joven para poder llevar aquella bata.

            —No tenemos demasiadas esperanzas —comentaba el médico—. Lleva dos meses en un estadio del coma demasiado profundo como para salir de él y el otro día casi lo perdemos —el médico tomó aire—. No creemos que pueda despertar y es mejor no hacer más dolorosa su marcha.
            —No quiero que dejen morir a mi hijo —contestó ella decidida—. Confío en que pueda regresar con nosotros. Confío en él.
            —Pero…
            —Estamos pagando todas las cuotas del hospital —cortó la mujer—. Lo único que deben decirme es que están haciendo todo lo posible por traerlo de vuelta.
            —Lo siento —murmuró el médico. En ese momento, sin percatarse de que ZiTao estaba en el pasillo, pasaron de largo y giraron la esquina.
            —Umma siempre fue una mujer de armas tomar —susurró SeHun con una pequeña sonrisa melancólica.
            —Eso me ha parecido —comentó el moreno.

            El chico lo miró unos momentos con aquella misma expresión y luego caminó hasta la habitación de la que habían salido anteriormente aquellas dos personas. ZiTao miró hacia los lados para ver si había alguien que pudiera verlo y luego se dirigió hacia allí. La persiana de aquella no estaba echada y se podía ver el interior perfectamente.

            Solo había una cama y un sillón en la estancia. Sobre la pequeña cama se encontraba tumbado SeHun, el mismo chico que tenía a su lado en aquellos momentos, pero en su forma física, rodeado de tubos y de cables que lo mantenían con vida. Parecía dormido, pero ambos sabían lo que realmente pasaba.

            —Creo que debe haber una solución para esto —murmuró ZiTao—. Llamaré a mi madre —el otro asintió distraído, no podía dejar de mirar por aquel cristal a su otro yo.

            El moreno sacó el teléfono de su bolsillo, pero cuando se disponía a marcar, una chica menuda con un carrito salió de una de las habitaciones y lo miró de forma asesina, dejándolo congelado. La chica dejó el carrito a un lado y caminó rápidamente hacia ZiTao, con su pelo rizado ondeando tras ella.

            —Ni se te ocurra llamar por teléfono dentro del recinto del hospital —dijo. El chico asintió lentamente a la vez que guardaba su teléfono en el bolsillo del que lo había sacado momentos antes—. Perfecto.
            —Lo siento, no lo sabía —se disculpó él.
            —¿Y qué haces aquí? —preguntó inquisitivamente.
            —Bueno —ZiTao se rascó la nuca nerviosamente sin saber qué decir.
            —He venido a ver a mi amigo en cuanto he regresado a Seúl porque no sabía que estaba en coma —dijo SeHun. El moreno repitió las palabras y la chica suavizó su gesto.
            —Oh… ¿eres amigo de SeHun? —ZiTao asintió.
            —Aunque llevábamos mucho tiempo sin vernos porque tuve que irme con mi familia a China —inventó—. Por eso no sé qué es lo que le ha pasado y me gustaría al menos…
            —¿Qué quieres saber? —preguntó la muchacha.
            —¿Cuánto lleva aquí?
            —Desde el verano pasado.
            —¿Y es verdad que no podrá despertar del coma?
            —Bueno, según he oído, hace un par de meses que su coma es mucho más profundo y los médicos no saben qué puede pasar —contestó—. Pero no hay muchas esperanzas. Lo siento.
            —No pasa nada —murmuró ZiTao.
            —Bueno, yo tengo que seguir haciendo mi trabajo —se despidió ella yendo en busca de su carrito.
            —Gracias por todo.

            Ella sonrió y luego echó a andar en dirección contraria. En cuanto la chica desapareció de su vista, ZiTao volvió a sacar su teléfono móvil, estando pendiente de SeHun en todo momento. Marcó el número de su madre y se llevó el aparato a la oreja. Tras tres tonos, su madre contestó.

            —¿Pasa algo, cariño? —preguntó ella nada más descolgar.
            —SeHun está en un coma profundo del que no puede despertar —respondió.
            —Oh… Eso lo explica todo —murmuró la mujer—. ¿Cómo no se nos había ocurrido antes?
            —Estamos demasiado acostumbrados a tratar con personas muertas que ni siquiera habíamos pensado en esta posibilidad.
            —Por eso nada de lo que sabíamos tenía sentido y no hay nada en los libros de la familia.
            —¿Tienes idea de lo que podríamos hacer para que despertara? —preguntó el chico.
            —Mmm… No sé si pueda funcionar o no —murmuró ella.
            —Lo que sea.
            —Que el chico intente entrar en su cuerpo de nuevo, eso puede funcionar —explicó—. Si no lo hace intentaré pensar en otras cosas.
            —Gracias —murmuró el chico antes de colgar—. SeHun —llamó. El chico se giró hacia él—. Creo que ya tengo la solución.
            —¿De verdad? —ZiTao asintió—. ¿Cuál es?
            —Debes entrar de nuevo en tu cuerpo —respondió.
            —¿Así? ¿Tan sencillo?
            —A veces la opción correcta es la más sencilla —SeHun esbozó una gran sonrisa y se echó a los brazos del moreno, apretándolo contra su cuerpo.
            —No sabes cuánto me has ayudado, gracias —murmuró—. Muchas gracias.
            —Es lo que debo hacer —contestó el chico.
            —Siento haberte causado tantos problemas —el castaño se separó un poco de su cuerpo y lo miró a los ojos de una forma muy seria—. Cuando despierte… ¿Recordaré todo esto? —ZiTao sorprendió por la pregunta. No había pensado en ello, en qué pasaría cuando SeHun despertara.
            —No lo sé.

            Los ojos del castaño brillaron, mostrando una expresión que hasta el momento el otro no había visto en él, la tristeza. SeHun se mordió el labio inferior, como si estuviera dudando si decir algo o no y cuando ZiTao abrió la boca para decirle que estaba bien que dijera lo que quisiera, el chico cruzó la distancia que separaba sus labios para besarlo.

            ZiTao se quedó de piedra los primeros momentos, pero después correspondió aquel extraño beso sin calidez, ni humedad pero lleno de unos sentimientos que explotaron dentro del pecho del moreno. Unos segundos después se separaron y se miraron fijamente a los ojos.

            —No quiero olvidarme de ti —murmuró SeHun—. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

            ZiTao quiso decir algo, pero las palabras se habían quedado atascadas en su garganta y también sentía cómo sus ojos iban humedeciéndose cada vez más, emborronándole la vista.

            —Adiós —susurró el chico.

            SeHun caminó hacia la puerta de la habitación en la que descansaba e ingresó a ella, luego la cerró y se dirigió a la cama. Le dedicó una última mirada a ZiTao, que no pudo retener más las lágrimas y luego tocó su cuerpo viendo cómo podía traspasarlo. Instantes después se introducía completamente y desaparecía. ZiTao contuvo la respiración, esperando el resultado y unos segundos después, la máquina a la que estaba conectado comenzaba a pitar con intensidad, pero de una forma regular y el chico que estaba en la cama abría sus preciosos ojos castaños después de haber pasado demasiado tiempo en la oscuridad.

            —Adiós, Oh SeHun —murmuró antes de irse del lugar.



Friends

Friends

            Wu YiFan observaba atentamente cómo sus dos mejores amigos se habían comenzado a comer la boca tan solo unas copas de alcohol después. Ellos estaban completamente borrachos y él extremadamente sobrio. El chico se relamió los labios y se acercó a los otros dos para poder estar en primera fila.

            Habían quedado para beber en el apartamento de YiFan y ahora YiXing y LuHan estaban a merced del más alto de los tres, que no desaprovecharía su oportunidad. Ellos dos eran para él, para su disfrute propio hasta que se les pasara la borrachera y lo iba a disfrutar.

            ―YiXing… ―llamó. El castaño dejó de besar al pelirrojo y se giró hacia él tras escuchar su nombre. YiFan esbozó una sonrisa torcida―. Bésalo con mucha más pasión, LuHan te deja hacerlo, ¿verdad? ―el otro asintió―. Adelante.

            YiXing le dedicó una última mirada, cargada de lujuria antes de volver a abalanzarse sobre Luhan, de una manera completamente desesperada. Chocaba sus labios con los del mayor, sus dientes, sus lenguas jugaban en las bocas ajenas y los jadeos no tardaron en hacerse oír, encendiendo a YiFan.

            ―Desnudaos ―les ordenó.

            Ellos tras terminar uno de sus candentes besos comenzaron a retirar la ropa del cuerpo del otro y el rubio no podía dejar de admirar aquellos dos cuerpos que se iban descubriendo poco a poco y que hacían que se pusiera duro hasta límites insospechados. Ambos tenían la piel clara, como si fuera porcelana, pero el cuerpo de YiXing estaba mucho más trabajado y parecía mármol de Carrara.

            YiFan se mordió el labio inferior cuando estuvieron desnudos sobre su cama y no pudo aguantar más. Se desnudó rápidamente y se subió junto a ellos al colchón. No hicieron falta palabras, con una mirada los dos chicos ya se estaban desviviendo en atenciones hacia él, hacia su cuerpo, hacia su miembro y YiFan se sintió en el paraíso.

            Quizás debía emborrachar más a sus amigos para poder hacer aquello más a menudo.



viernes, 21 de febrero de 2014

Juntos

Juntos

            Los muelles de la vieja cama crujían con un gran estruendo, provocados por los movimientos que hacían sobre ella dos jóvenes. Uno estaba tumbado, de espaldas sobre el colchón con las piernas abiertas lo más que podía mientras otro chico lo penetraba salvajemente.

            Llevaban mucho tiempo sin verse, demasiado, y aquello les pasaba factura.

            BaekHyun ahogaba sus gemidos y sus gritos de dolor mordiendo sus delicadas manos que, de nuevo iban a tener marcas que no sabría cómo explicar, al igual que las anteriores veces. Sin embargo, no le importaba ZiTao estaba de vuelta y eran uno de nuevo.

            El chico era un embajador de Han al que solo veía en algunas ocasiones porque siempre se movía por todo el territorio del Imperio, en constante peligro. BaekHyun siempre lo esperaba en la casa de su padre, con quien debía hablar cada vez que llegara a Joseon.

            De aquellos momentos en los que ZiTao iba allí y se quedaba, algunas veces incluso meses, había surgido una gran amistad entre ellos que una noche de soledad se habían convertido en algo más.

            BaekHyun llegó al orgasmo y ZiTao lo siguió en él, tumbándose sobre el cuerpo perlado de sudor y pringado de semen de su compañero para recuperar la respiración. El otro se abrazó fuertemente a su cuerpo y así pasaron los minutos.

            ―Me gustaría que vinieras conmigo en mi próximo viaje ―comentó de repente ZiTao.
            ―No puedo hacerlo…
            ―Si te vistieras de mujer darías el pego ―dijo―. Podríamos desaparecer e incluso casarnos.
            ―ZiZi… Sabes que no podemos hacerlo… ―acarició el pelo negro de su compañero con cariño.
            ―Podemos ―el chico lo miró fijamente a los ojos―. Han es un gran Imperio y jamás nos encontrarán, solo tenemos que escondernos.

            Los ojos de ZiTao eran soñadores, pero a la vez fuertes. BaekHyun sabía que el chico le había estado dando vueltas, muchas vueltas hasta que al final había decidido contárselo. Tenía miedo, si los descubrían todo se iría al garete, pero tenían muchas más probabilidades de que lo hicieran si se quedaban en casa.

            ―Lo haré ―murmuró finalmente BaekHyun con una sonrisa―. La próxima vez nos iremos juntos para no regresar.



jueves, 20 de febrero de 2014

Won’t Let You Go, Even If I Die

Título: Won’t Let You Go, Even If I Die
Pareja: KaiXing (Kai x Lay) (EXO)
Clasificación: PG-13
Géneros: AU, romance, drama
Número de palabras: 8.092
Resumen: YiXing ha vuelto a la ciudad que lo vio crecer después de diez años, donde espera volver a encontrarse con él.
Notas: historia escrita para la cuarta edición de Doce Reyes (12eyes) que tiene como Rey de una Noche a Kai.
Comentario de Autora: es la primera vez que participo para un proyecto de este tipo y estoy muy nerviosa. Espero que os guste.




            Una mujer de cabello color rojo fuego y largo hasta la cintura cocinaba alegremente, moviendo su delgado cuerpo al ritmo de la música que salía de los altavoces que tenía enchufados a su teléfono móvil de última generación. Un rico olor provenía de la cocina y cuando el hombre de pelo negro y piel oscura llegó a casa, solo le hizo falta seguir con su nariz aquel olor para saber dónde se encontraba su esposa.

            Se recostó en el marco de la puerta, observándola con una sonrisa, esperando a que ella notara su presencia. La mujer dio un giro, utilizando la paleta con la que movía los ingredientes del sofrito que estaba haciendo como micrófono y lo vio. En su rostro se reflejó la sorpresa durante unos segundos, pero apenas duró esa expresión, una gran sonrisa se instaló en sus labios.

            ―¡JongIn! ―dijo corriendo a su encuentro. Sorteó la mesa de la cocina y le dio un gran abrazo.
            ―¿Tanto me has echado de menos? ―murmuró él.
            ―Y más ―contestó ella. Una sonrisa torcida se instaló en el rostro del hombre.
            ―Solo he estado fuera dos días.
            ―A mí me han parecido dos meses.
            ―Siempre tan exagerada, mi pequeña SooJung ―la apretó entre sus brazos unos momentos antes de soltarla y darle un pequeño beso en los labios―, aun así te quiero.
            ―Yo también te quiero ―contestó ella―. ¿Estás muy cansado? ―preguntó.
            ―Un poco ―confesó―. Los niños me matan.
            ―Túmbate mientras termino de hacer la cena ―la mujer se alejó de él y siguió cocinando. JongIn sonrió cálidamente a sus espaldas―. Por cierto, ha llegado una carta desde Changsha ―comentó ella. El hombre se tensó―, es para ti, así que no la he abierto. Está en el comedor.
            ―Oh, vale… ―murmuró él con un nudo en su garganta.

            Echó a andar hacia el comedor, lentamente. No quería ir hacia aquel lugar, sabía qué era lo que iba a hallar allí. Se mordió el labio inferior con nerviosismo cuando entró en la habitación y vio el sobre blanco descansando sobre la mesa. Tragó con dificultad y luego avanzó hasta allí, tomó el sobre entre sus temblorosas manos y lo abrió, destrozándolo en el proceso, sacando un folio de color blanco doblado. El hombre cogió aire y desdobló el folio, encontrando una caligrafía estilizada en él que reconocería en cualquier parte.

Sé que es un método algo anticuado, pero no tengo otro modo por el que contactar contigo.
Me he separado de mi mujer y vuelvo a casa.

            JongIn arrugó la carta entre sus manos, haciendo una bola de papel poco uniforme. No había remitente, no había firma, pero sabía perfectamente quién era la persona que la había enviado:

            ―YiXing.


            Un hombre bajó del avión y se retiró el pelo del rostro. Debía habérselo cortado antes del viaje, pero, entre los papeles del divorcio, las reuniones con el abogado y las noches llorando en brazos de su amigo YiFan, no había tenido tiempo para ello. Suspiró y agarró con fuerza las asas del bolso de viaje. Después, siguió a la multitud hasta el interior del aeropuerto de Incheon en busca de su maleta.

            (No había podido tomar mucho, su mujer se lo había llevado todo y YiXing apenas había podido quedarse con algo de ropa y unos cuantos regalos. El poco dinero que él había ganado en la empresa en la que trabajaba, había sido todo para ella).

            Cuando tuvo todas sus pertenencias consigo, fue hacia la puerta del edificio de cristal, metal y hormigón y buscó un taxi que lo llevara a la capital. Justo en ese momento, unos cuantos chavales salieron de coches con los cristales tintados y una horda de jovencitas con cámaras de última generación apareció de golpe para seguirlos. El hombre se hizo a un lado con una sonrisa y siguió su camino cuando todo pasó.

            El taxi que tomó, resultó tener un conductor bastante hablador que rellenó todos los silencios del camino hacia Gwangmyeong con preguntas a las que YiXing contestaba con monosílabos e historias sobre su vida.Eel tiempo que tardaron en ir hasta la casa en la que aun vivían los padres del recién llegado pasó volando y cuando el hombre se encontró frente a la puerta, después de haber pagado la elevada tarifa del taxista, sintió que no estaba preparado para todo lo que estaba por venir.

            No estaba preparado para sentir los brazos de su madre rodeándolo, consolándolo; para escuchar las palabras de su padre, reprochándole su precipitado matrimonio; para que todas las personas conocidas lo miraran con pena; pero sobre todo, no estaba preparado para volver a ver a JongIn.


            La primera vez que vio a YiXing después de saber que había regresado fue varias semanas después. Estaba diferente a como lo recordaba, diferente a cómo se marchó diez años atrás, pero JongIn también había cambiado.

            Caminaba con SooJung, su mujer, el domingo por la tarde cuando lo encontró junto a su madre. Fue algo incómodo, no pudo mirarlo a los ojos, ni bajar el nudo de su garganta, pero el otro tampoco pudo mirarlo correctamente.

            Hacía diez años de lo que había pasado entre ambos, pero los recuerdos asomaban en las conciencias de ambos como si no hubiera pasado siquiera un día.


            El sol se asomaba por la ventana de la habitación en la que dos chicos dormían profundamente. Las finas sábanas se enredaban en los cuerpos desnudos de ambos, dejando expuestas algunas partes de estos. Se abrazaban de una forma que rayaba la posesividad, pero ninguno podía dejar ir al otro, sería demasiado difícil hacerlo. O eso era lo que pensaban en aquel momento.

            (El verano en el que por fin acababan el instituto y empezaban la universidad había comenzado. Lo que ambos no sabían era que aquel sería su último verano juntos).

            Uno de los muchachos, el de piel ligeramente más oscura, comenzó a abrir los ojos, cegado por el sol que entraba por la ventana, ya que las cortinas habían acabado la noche anterior sin cerrarse. Abrió y cerró fuertemente sus ojos para acostumbrarse a la luz, pero sin llegar a hacerlo del todo. Se giró hacia el otro lado para que dejara de molestarle la luz y encontró un rostro que dormía en paz con una sonrisa que marcaba un pequeño hoyuelo en su mejilla derecha. JongIn sonrió a su vez al verlo y le dio un pequeño beso en los labios.

            El otro se removió ligeramente, lanzando un pequeño quejido, pero siguió durmiendo, así que, JongIn se atrevió a más. Se inclinó hacia delante y comenzó a besarlo, despacio, sin pausa, pero sin prisa. Quería despertarlo de buen humor y que por la mañana, en aquella cabaña que habían alquilado para pasar el verano los dos juntos, sus cuerpos volvieran a fundirse como si fueran uno.

            YiXing comenzó a corresponder el beso antes siquiera de abrir los ojos. Sus labios se amoldaron a los de JongIn perfectamente, como tantas veces antes y siguió aquel ritmo marcado por el moreno hasta que este decidió terminarlo. Ambos se separaron un poco, pero no mucho, ya que sus narices seguían rozándose.

            ―Un gran despertar ―murmuró el mayor, aunque solo por unos meses.
            ―¿Te gustaría que te despertara así todas las mañanas? ―preguntó JongIn cruzando la escasa distancia que los separaba para volver a dejar un beso en los labios del otro.
            ―Entonces caería en otro sueño aún más perfecto ―contestó rozando sus narices―. Estar contigo ya es un sueño para mí.
            ―Xing~ ―protestó el menor con las mejillas coloradas.
            ―¿Qué? Es verdad ―respondió―. No dejaría que te fueras de mi lado incluso si muriera.
            ―No digas eso ―JongIn se tapó el rostro con las sábanas muy avergonzado y YiXing rio cantarinamente.
            ―Te quiero pequeño ―murmuró. Le dio un beso en la frente, que era la única parte del cuerpo que no estaba oculta por la tela y luego se levantó de la cama, escuchando con una sonrisa un débil “yo también te quiero” de los labios de JongIn.


            La segunda vez que se encontraron estaban solos, en mitad del supermercado y no pudieron evitarse. YiXing lo saludó inclinando la cabeza y JongIn correspondió el saludo ligeramente, casi sin darse cuenta de lo que hacía. Una pequeña sonrisa asomó a los labios del mayor, marcando en su mejilla derecha un hoyuelo más profundo de lo que el moreno recordaba. JongIn se mordió el labio inferior con nerviosismo y el otro apartó su carrito de la compra para dejarlo pasar.


            JongIn dejaba que el agua de la alcachofa de la ducha cayera por su cuerpo despreocupadamente, llevándose los restos de sudor y de semen. Lo habían hecho por la noche y otra vez por la mañana, por eso se sentía pegajoso. Comenzó a lavarse el pelo con el champú de melocotón que sabía que volvía loco a YiXing y a cantar quedamente la canción del verano. Tan enfrascado estaba que no se percató de que el otro chico que vivía en aquella cabaña entraba al baño, se desnudaba y entraba a la ducha con él hasta que sintió sus brazos rodeándole la cintura. Se sobresaltó un poco porque no se lo esperaba, pero luego se relajó entre aquellos brazos.

            ―¿Te he asustado? ―murmuró YiXing y el otro asintió―. Lo siento, solo quería darte una sorpresa.
            ―No pasa nada ―contestó JongIn sinceramente―, me gusta cuando nos bañamos juntos― el mayor dejó de envolver su cintura y llevó sus manos al cabello enjabonado del moreno para lavarlo por él.


            La tercera vez que se encontraron pensaron que aquello debía de tratarse de alguna encerrona. La madre de YiXing, Qian, y la mujer de JongIn, SooJung, siempre se habían llevado bien, por lo que no era de extrañar que aquello pudiera ser plausible.

            YiXing estaba en la puerta mirándose los zapatos y sujetando una bolsa de plástico llena con lo que parecían ser algunas verduras. JongIn se quedó con la puerta y la boca ligeramente abiertas, sin saber qué decir ni tampoco qué hacer hasta que llegó su esposa.

            ―Oh, por fin ―dijo ella con una gran sonrisa―. Gracias por traerme las verduras YiXing ―caminó hacia el hombre y tomó la bolsa para luego pasársela a JongIn―. Dile a tu madre que muchísimas gracias por todo y que me diga una forma de compensarla por todo lo que hace por nosotros.
            ―Sabes que no es nada ―contestó. JongIn se tensó al oír su voz. Llevaba tanto tiempo sin oírla que pensaba que no la recordaría, sin embargo esta seguía siendo tan suave y aterciopelada como lo era antes.
            ―Pero algo tendré que hacer ―dijo SooJung pensativa―. Oh, ya sé. Te cortaré el pelo ―comenzó a coger mechones de pelo castaño―, lo has dejado crecer mucho.
            ―No hace falta, sabes que no hace falta ―YiXing se alejó un poco pero la mujer lo agarró del brazo.
            ―Que sí, hombre. Estarás mucho más guapo con el pelo corto y encontrarás mejor empleo que si vas con estas greñas ―y tiró del recién llegado al interior de la casa, dejando a JongIn todavía en la puerta con la bolsa de verduras en la mano.


            La risa de JongIn llenaba la habitación y su cuerpo daba espasmos, moviendo la cama, dejando que los muelles del viejo colchón rechinaran. Habían comenzado una guerra de cosquillas y el menor no había podido continuar, por lo que se había rendido y ahora era presa de un ataque a traición por parte de YiXing, que sonreía encantadoramente.

            ―Para… Por favor… Para ―decía el moreno entre risas hasta que el otro se detuvo y se inclinó sobre él para darle un beso en los labios. Después, se dejó caer sobre el cuerpo del moreno, acomodando su cabeza en el pecho de este, que rio levemente―. Tu pelo me hace cosquillas en el cuello, Xing…
            ―Lo siento, me lo cortaré cuando volvamos ―contestó.
            ―No ―comenzó a mesar el cabello de YiXing―. Me gusta así.


            La cuarta vez que se encontraron, YiXing ya se había acostumbrado a su nuevo corte de pelo, pero JongIn seguía sin poder asimilar todo lo que estaba pasando.

            Cuando llegó a casa después de ir a visitar a sus padres y se encontró al mayor en el sofá, no supo reaccionar, simplemente se quedó en la puerta, sin entrar pero tampoco sin salir.

            YiXing alzó su cabeza y lo vio. Sus ojos conectaron por un segundo y dos corazones comenzaron a latir al mismo ritmo hasta que unos pasos se escucharon. Desviaron sus miradas cuando SooJung entró a la habitación, con su pelo rojo ondeando tras ella.

            ―Espero que no te importe que haya invitado a YiXing a comer ―dijo con una gran sonrisa.
            ―¿Podemos hablar, cariño? ―fue lo único que contestó JongIn, desapareciendo de la estancia. La mujer le dedicó una sonrisa a su invitado antes de desaparecer en pos de su marido.
            ―¿Qué pasa, JongInnie…? ―murmuró al llegar a su lado, tomando entre sus manos el rostro del hombre.
            ―¿Por qué está él aquí? preguntó.
            Antes os llevabais muy bien ―contestó su mujer―. Tu amigo SeHun siempre lo dijo y Qian-omonie también me lo ha comentado varias veces desde que ha regresado.
            Eso era antes, SooJung. La gente cambia en diez años.
            Desde que él volvió te he escuchado decir su nombre muchas veces en sueños ―replicó ella.

            Aquella revelación hizo que el hombre se tensara. Había soñado muchas veces con los recuerdos de su pasado y en ellos solo aparecía YiXing, aunque nunca pensó que pudiera haber hablado en voz alta durante estos.

            Los malos recuerdos me atormentan confesó. Su mujer caminó hacia él y le dio un gran abrazo.
            ―¿Y por qué no comenzar a tornar lo malo en bueno? ―dijo desde su pecho―. Podéis hacer buenos recuerdos juntos otra vez.
            SooJung...
            Qian-omonie está muy preocupada por él ―la mujer de pelo rojo cambió de táctica―. Se ha separado de la mujer por la que lo dejo todo y se fue y ésta ahora lo ha dejado sin nada. Tú eres su único amigo aquí, la única persona que de verdad lo puede apoyar.
            ―¿Y quien me apoyará a mí? ―murmuró.
            Me tienes a mí ―dijo ella dejando un beso en la comisura de sus labios y curvando los propios en una pequeña sonrisa.
            Gracias.
            Anda, sal allí y dale la bienvenida.

            JongIn asintió lentamente y, tras dedicarle una pequeña sonrisa a su mujer, caminó hacia la habitación en la que esperaba YiXing. Cuando este lo vio entrar, se levantó rápidamente del sofá en el que había estado sentado todo el tiempo.

            Si no quieres que este aquí, lo entiendo comenzó. Siento haberle seguido el juego a SooJung-shi.
            No. No es eso dijo JongIn. Todo me ha tomado por sorpresa y no sabía cómo reaccionar se acercó a la persona que hacía diez años había sido su todo y le tendió la mano. Perdóname por haberme comportado así... Y bienvenido a casa YiXing esbozó una gran sonrisa y el hoyuelo de su mejilla se dejó notar mientras tomaba la mano del menor entre las suyas y se inclinaba levemente.
            Gracias. Muchas gracias.

            Un escalofrío recorrió la columna vertebral de JongIn de arriba a abajo cuando sus manos se tocaron durante aquellos pocos segundos, pero decidió ignorar la sensación, al igual que ignoró la quemazón de su palma y los rápidos latidos de su corazón durante toda la cena.


            La piel de JongIn era puro fuego allí donde las manos y los labios de YiXing la rozaban. Su toque quemaba y hacía al menor suspirar. No era la primera vez que lo hacían, pero esta, igual que todas las anteriores era intensa y muy caliente.

            La ropa fue siendo retirada de ambos cuerpos entre besos, caricias y jadeantes palabras de amor y promesas de placer. Desnudos, se rozaban y alargaban los juegos hasta que la razón y el entendimiento eran nublados por la pasión y se dejaban llevar.

            En esos momentos, era YiXing quien normalmente tomaba las riendas de la situación y, tras la conveniente preparación, se internaba en el cuerpo del menor, llenando la habitación de gemidos, entrechocar de caderas y nombres gritados al denso aire del dormitorio tras el orgasmo.


            La quinta vez que se encontraron, de nuevo estaban solos. Otra encerrona preparada por las dos mujeres. Ninguno de los dos supo que hacer al principio. Tenían muchas cosas de las que hablar, pero las palabras se atascaban en sus gargantas y los recuerdos pesaban como plomo, anclándolos al pasado.


            YiXing abrió los ojos lentamente. Los parpados le pesaban toneladas y sentía un constante zumbido en su cabeza. La noche anterior habían ido a beber todos los antiguos compañeros de clase antes de que cada uno siguiera su camino.

            El chico se revolvió en la cama y chocó contra un cuerpo. Una sonrisa se instaló en sus labios. Aun borracho y sin recuerdos de la noche anterior había acabado apañándoselas para acabar en la cama con JongIn.

            Sin embargo cuando el cuerpo a su lado emitió un quejido, supo inmediatamente que no era él. Abrió los ojos en ese momento y, cuando estaba a punto de salir de la cama, la puerta de su habitación se abrió. El chico se giró rápidamente, encontrando a JongIn en el umbral, con los restos de una sonrisa que se iba transformando en una mueca de incredulidad en el rostro.

            JongIn comenzó, pero este inmediatamente captó su desnudez y el cuerpo a su lado. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos y antes de que YiXing pudiera explicarse, salió corriendo de la habitación.


            ―¿No establecisteis turnos para cuidar del niño? fue lo que preguntó JongIn esa vez que se encontraron y YiXing casi se atraganta con el agua que estaba bebiendo.
            No hay ningún niño contestó entre toses.
            ―¿Cómo? ―preguntó el moreno confundido.
            Poco antes de casarnos tuvo que abortar y no lo intentamos de nuevo ―dijo YiXing.
            ―Yo… No lo sabía. Lo siento.
            ―No lo sientas, yo no lo siento.
            ―Pero era tu hijo…
            ―No lo era.


            Había intentado que JongIn entendiera lo que había ocurrido aquella noche, pero el chico no le devolvía las llamadas y si iba a su casa, no lo dejaba entrar a su habitación y ponía el volumen de la música a tope para no escuchar lo que YiXing tenía que decir.

            Un mes después, Jia, la chica con la que se había acostado (aunque aún seguía sin recordarlo) apareció en su puerta echa un mar de lágrimas. La hizo pasar y ella le contó entre sollozos que estaba embarazada y que el hijo que esperaba era suyo. Guiado por las palabras de su madre, decidió viajar con ella a China, donde estaba su familia para hacer frente a su responsabilidad y comenzar con los preparativos de la boda.

            Dos semanas antes de esta, Jia tuvo que abortar porque el bebé estaba muerto en su interior.

            En esos momentos, YiXing se debatió entre continuar con aquella farsa, ya que no quería a la que sería su mujer ni la querría nunca y volver a Corea junto a JongIn. La elección de la primera opción se debió a que cuando llamó al chico al móvil, lo cogió una chica que le dijo “cariño” al llamarlo para que fuera a buscar el teléfono.


           ―Cuando me enteré de que estaba teniendo una aventura el año pasado y le pedí explicaciones, ella me echó en cara que nunca la había amado y que solo me casé con ella por pena ―explicó YiXing ante la cara de sorpresa del moreno―. Realmente fue así y cuando se lo hice saber, confesó que el niño ni siquiera era mío. Mantuvo relaciones con un chico durante ese verano y fue él quien la dejó embarazada. La noche que dormí con ella ni siquiera hicimos nada porque yo estaba demasiado borracho ―JongIn agachó la cabeza e hizo una mueca de dolor, escuchando por fin aquello que debía haber sido capaz de escuchar diez años atrás, pero que, despechado, no quiso oír―. Le pedí el divorcio inmediatamente, pero ella ganó el juicio. Siempre ha sido muy buena actriz.

            YiXing dejó de hablar y el silencio se instaló en el salón de la casa en la que antes había vivido JongIn con sus padres y que, tras casarse con SooJung, le habían dejado. Lentamente, el menor recuperó la compostura y alzó su cabeza, mirando directamente a los ojos al castaño.

            ―¿Y qué pretendías al volver aquí? ―preguntó.
            ―Una vez te dije que no te dejaría ir incluso si muriese ―comenzó YiXing―. Me da igual si nunca podrá ser como antes de que todo ocurriera, necesito que estés a mí lado, aunque sea como amigo.

            JongIn sintió un pinchazo en su corazón al escuchar sus palabras y, con las lágrimas amenazando con escapar de sus ojos, se fundió en un abrazo con YiXing. Su primer abrazo después de diez años, su primer abrazo después de haber aclarado todos los malentendidos.


            La sexta vez que se encontraron fue por mutuo acuerdo. Los recuerdos del pasado ya no los acosaban y la incomodidad de los primeros encuentros tras tanto tiempo había sido superada por fin. Ahora los dos hombres caminaban tranquilamente por las calles del barrio en el que habían crecido y en el que habían experimentado miles de sentimientos, conversando.

            ―¿Qué te parece quedar con SeHun un día? ―propuso JongIn―. Llevo tiempo sin verlo y parece que necesitas una noche de chicos.
            ―No necesito nada de eso ―contestó YiXing―. Estoy bien.
            ―Que sí, hyung ―el moreno pasó el brazo por los hombros del otro―. Vamos a salir a alguna discoteca y nos vamos a divertir como cuando éramos jóvenes.
            ―¿Y SooJung? ―preguntó el mayor.
            ―Bueno… ―JongIn se rascó la frente―. No he pensado todavía en qué decirle, pero seguro que si le cuento que es para animarte no me pone pegas ―comentó con una gran sonrisa. Sus dientes blancos contrastaban con su piel oscura y el corazón de YiXing dio un vuelco.
            ―Pues… Si por ella no hay problema…
            ―Seguro que no. Vamos a decírselo ahora y también hay que llamar a SeHun.

            Así como estaban, el uno junto al otro, sin que quedara espacio alguno entre ellos, se dirigieron a la casa de JongIn. Era incómodo andar de esta forma, demasiado incómodo, sobre todo cuando alguien quería pasar entre ellos a toda costa, pero ninguno de los dos quiso separarse. Tras entrar en la casa, tuvieron que alejarse para poder quitarse los zapatos, aunque no desearan hacerlo.

            JongIn avanzó por la casa, buscando a su mujer, con YiXing detrás. La encontraron en el salón, hablando animadamente por el teléfono fijo con alguien. Cuando los vio adentrarse en la habitación, les sonrió.

            ―Unnie, tengo que dejarte. Hablamos mañana ―dijo antes de colgar―. Bienvenido a casa, YiXing ―saludó.
            ―¿A mí no me saludas? ―preguntó  JongIn avanzando hasta ella para darle un pequeño beso en la mejilla.
            ―Bueno… No pensaba que vendrías tan pronto ―comentó ella―. ¿Qué os trae por aquí cuando habíais salido a “recuperar el tiempo perdido”?
            ―Vengo a decirte que este Sábado vamos a salir por la noche para animar un poco a YiXing ―dijo el moreno.
            ―He dicho que no necesito que me animen ―replicó el otro. JongIn se giró y lo miró mal.
            ―Siempre se dice eso cuando no se está al cien por cien.
            ―¿Quieres mi permiso, JongInnie? ―preguntó SooJung―. No soy tu madre, cariño, puedes hacer lo que quieras siempre y cuando no me engañes con la primera chica que se te ponga delante.
            ―¿Y con la segunda?
            ―JongIn ―advirtió la mujer. Él sonrió.
            ―No lo haré, así que no te preocupes.


            La séptima vez que se encontraron había pasado una semana y ahora no estaban solos, un hombre más alto que ellos, delgado y de expresión seria los acompañaba. Era SeHun. Cuando estaban en el instituto era uno de los mejores amigos de ambos, junto a LuHan, los cuatro eran inseparables, pero por circunstancias de la vida, se fueron separando y cada uno se fue por su lado.

            El primero en dejarlos fue LuHan. No debía haberse subido a aquel coche esa noche, la noche en la que se estrelló contra una farola y por no llevar el cinturón acabó en mitad de la calle, con un gran charco de sangre a su alrededor. El segundo fue YiXing, por todo lo que pasó con Jia. SeHun y JongIn nunca se habían separado.

            Estaban en la cola para entrar a la discoteca. A su alrededor solo podían contar jóvenes con la mayoría de edad recién cumplida y a algunos sin ella todavía. Eran los más mayores y aun ni tenían los treinta.

            ―Debíamos haber elegido otro tipo de club ―murmuró SeHun―. Aquí no voy a ligar.
            ―A las chicas les gustan los mayores ―comentó JongIn con una gran sonrisa―, así que no te preocupes, seguro que mañana te despiertas con alguna chica en tu cama.
            ―Si tú lo dices… ―el hombre se cruzó de brazos e hizo un mohín. El moreno estuvo a punto de cogerle las mejillas como si fuera una abuela, pero se detuvo cuando escuchó una voz llamándolo a sus espaldas.
            ―¿Profesor Kim? ―cerró los ojos y suspiró. Quizás SeHun tuviera razón, era mejor salir de allí cuanto antes.
            ―¿Profesor? ―preguntó YiXing frente a él. JongIn le dedicó una pequeña sonrisa antes de girarse.

            Dos chicas se encontraban ante él, tan maquilladas que apenas las pudo reconocer como dos de sus alumnas de último curso. Una era morena, de pelo largo y levemente ondulado, su rostro parecía el de una muñeca. La otra era castaña, de flequillo recto y gran sonrisa.

            ―No nos esperábamos verlo por aquí ―comentó la morena. El hombre creyó recordar que se llamaba NaEun.
            ―Como está casado… ―continuó la otra. ¿EunJi se llamaba?
            ―Bueno, todas las personas tienen derecho a divertirse, estén casadas o no ―contestó él―. Pero estábamos pensando en irnos, hay demasiada juventud aquí.
            ―No se vaya, profesor ―la castaña se acercó un paso―. Aquí lo pasará mejor que en cualquier otro lado ―JongIn esbozó una sonrisa incómoda.

            En ese momento, YiXing se acercó a él por detrás hasta que la espalda del moreno topó contra su pecho y asomó la cabeza para ver a las chicas y que estas lo vieran.

            ―Un profesor no debe estar en el mismo lugar que sus alumnas una noche de Sábado ―comenzó―. Podría ser visto por alguien y traer malas consecuencias.
            ―Es verdad. Tengo que irme, chicas ―se despidió JongIn.

            Salió de la fila y YiXing lo siguió inmediatamente. SeHun lo hizo tras dedicarles a las chicas una sonrisa encantadora. Los tres caminaron sin rumbo fijo por la ciudad durante algunos minutos, para luego entrar en un pub normal y corriente en el que la edad de los que estaban dentro se adecuaba más a la que tenían.

            ―No me habías dicho que eras profesor ―comentó YiXing una vez estuvieron sentados en un sofá de color rojo en forma de arco con los botellines de cerveza sobre una pequeña mesa redonda.
            ―¿No? ―preguntó el moreno―. Bueno, creía que quedaba patente que tenía que dedicarme a la enseñanza. Es verano y no estoy trabajando, eso solo pueden hacerlo los profesores y los ricos.
            ―Pero si no dices las cosas no puedo imaginármelas ―protestó―. Sabes que soy muy despistado.
            ―Pues… Soy profesor, ya lo sabes ―contestó con una sonrisa, llevando la boca de la cerveza a sus labios.


            La octava vez que se encontraron fue en el mismo pub de la otra vez, pero SeHun ya no los acompañaba. La semana anterior había ligado con un tipo que tenía pinta de asesino en serie, pero que después de un par de martinis pudieron comprobar que era más bien como un gato. Ambos chicos tenían una botella de vodka medio vacía sobre la mesa y dos copas llenas.

            ―SooJung ha ido esta semana a visitar a su hermana en California ―comentó JongIn tras beber un trago―. Me ha dejado solo ―YiXing le dio unas palmadas en la espalda.
            ―¿Te ha dejado comida? ―el moreno asintió―. Entonces no te quejes, podría haber sido peor.
            ―Lo sé, pero me gustaría que volviese pronto ―murmuró dejando caer la cabeza contra la mesa.

            Las botellas comenzaron a acumularse a la vez que las conversaciones se fueron tornando menos serias hasta acabar convirtiéndose en meros balbuceos sin sentido. Sus mentes estaban nubladas por el alcohol, no podían pensar con claridad, por eso, cuando se encontraron frente a la puerta de la casa de JongIn y el moreno lo invitó a entrar con él, YiXing no pudo decir que no.

            Sus barreras habían caído, sus pensamientos sobre que aquello que iban a hacer estaba mal apenas era audibles dentro de su cabeza. Lo único que el castaño podía escuchar cuando, tras entrar en la casa, JongIn lo empotró contra la pared era el sonido del rápido golpeteo de su corazón y la respiración jadeante del moreno en su oído.


            La novena vez que se encontraron, YiXing saltó como si tuviera un resorte de la cama, llevándose con él algunas de las sábanas para ocultar su desnudez. JongIn lentamente abrió los ojos, perturbado por el estruendo provocado por el otro.

            ―No hagas ruido ―murmuró aun medio dormido―. La cabeza me va a estallar.
            ―JongIn… ―comenzó el mayor, pero no pudo concluir su oración porque el otro abrió los ojos como platos en ese momento.
            ―¿Qué pasó anoche? ―preguntó echándose las manos a la cabeza, luego las pasó por su rostro de arriba a abajo―. Dios… Esto no puede habernos pasado… Yo…
            ―No pasa nada ―lo cortó YiXing antes de que pudiera decir algo más―. No debería haber vuelto a Corea ―comenzó a buscar su ropa por la habitación y a tomarla entre sus brazos―. Será mejor que no volvamos a vernos… ―comenzó a retirarse, pero una mano lo detuvo, agarrando lo por la muñeca.
            ―No quiero que te vayas. No otra vez ―murmuró el moreno.
            ―JongIn… Esto no debía haber sucedido…
            ―Yo no me arrepiento ―contestó con seguridad. YiXing soltó la ropa y se subió a la cama, tomando el rostro del menor entre sus manos.
            ―Estás casado, JongIn… Y quieres a SooJung…
            ―Eso no lo sabes, hyung.
            ―Sí, lo sé. Estás casado, quieres a tu mujer y no vas a echar a perder tu matrimonio por mí. No estoy dispuesto a ser el causante de la ruptura de otra relación ―contestó seriamente―. JongIn, tú tienes una vida, no la eches a perder.
            ―Si es contigo no la echaría a perder.
            ―Jong…
            ―¡NO! ―gritó―. Desde que llegaste hace poco más de un mes siento que mi corazón late con fuerza cada vez que te veo, cada vez que estamos cerca y cada vez que pienso en ti. Late mucho más fuerte de lo que alguna vez ha latido por SooJung ―tomó las manos de YiXing con las suyas y las sujetó firmemente a la vez que lo miraba de forma intensa a los ojos―. Nunca debimos separarnos. Lo sé. Nunca he dejado de quererte y lo que anoche hice por el alcohol es todo aquello que he estado conteniendo, pero ya no puedo más ―tomó aire bruscamente―. Te amo, Zhang YiXing.

            Durante unos momentos, el mayor no supo qué hacer o qué decir. Estaba impactado. Lo que había pasado esa noche era un gran error, solo debían olvidarlo y seguir cada uno con sus vidas, lejos. Esto era lo que le decía su razón, esa parte que había estado oculta durante la noche anterior y que ahora lo acosaba. Sin embargo, su corazón había latido por cada palabra que JongIn había dicho cómo si estuviera corriendo una maratón, sobre todo las cuatro últimas palabras.

            ―JongIn…
            ―Por favor… No me dejes otra vez… ―el moreno se abrazó fuertemente a su torso desnudo―. Me da igual tener que rebajarme a lo que sea, me da igual tener que dejar a mi mujer si con eso puedo estar con la persona que amo ―YiXing suspiró y comenzó a acariciar el cabello negro como el carbón.
            ―Echarás por alto todo lo que has conseguido en estos años…
            ―Me da igual. Nunca pude olvidarte ―el castaño esbozó una pequeña sonrisa―. Me casé con SooJung porque estaba herido y ella intentó por todos los medios curarme. La considero más como mi mejor amiga que algo más ―JongIn apretó el agarre en la cintura del otro―. Tú eres mi todo.
            ―JongIn…
            ―¿Recuerdas lo que me dijiste una vez? ―preguntó de pronto el nombrado―. Me dijiste que no me dejarías nunca, incluso si morías ―YiXing sintió un corriente eléctrica recorrer su columna―. Así que no me dejes.

            Lentamente, el castaño fue cediendo. Todavía amaba a JongIn, nunca había dejado de amarlo, lo sabía y por eso había vuelto a Corea, para poder estar cerca de él, para poder verlo y saber que estaba bien. Pero todo había tomado un rumbo inesperado, jamás pensó que el otro lo siguiera queriendo, que estuviera dispuesto a dejarlo todo por él cuando le había estado haciendo daño durante diez años.

            ―Dime que esto no va a acabar así ―murmuró JongIn acercando su rostro al del mayor―. Prométeme que no te volverás a ir, porque si no lo haces, te seguiré hasta el fin del mundo.
            YiXing se mordió el labio inferior y miró con inseguridad los oscuros ojos del hombre frente a él. seguían brillando como recordaba y seguían siendo igual de sinceros que antaño.
            ―Te prometo que no me iré de tu lado ―JongIn sonrió.
            ―Ahora dime lo que llevas tanto tiempo callándote ―pidió.
            ―Te amo ―confesó.

            Los labios del moreno no tardaron en tomar los suyos de forma completamente desesperada, respondiéndole a aquellas dos palabras, mostrándole que todo era verdadero, que todo era igual que antes.


            La décima vez que se encontraron, ambos estaban nerviosamente sentados en el sofá de la casa de JongIn, con SooJung junto a este, viendo una película. Era una comedia romántica americana que estaban echando en la televisión aquel viernes por la noche. Solo hacía un par de días que la mujer de cabello rojo había regresado de California y no hacía siquiera una semana desde que los dos habían decidido seguir adelante con sus sentimientos sin que les importara absolutamente nada.

            ―SooJung… ―comenzó JongIn en uno de los intermedios.
            ―Dime, cariño.
            ―YiXing y yo estábamos pensando en ir a algún lugar durante unos días para desconectar de la ciudad y estar tiempo juntos, como antes ―comentó. El castaño, que no sabía nada de aquello, se puso tenso ante la revelación. No lo esperaba.
            ―Solo chicos, ¿verdad? ―preguntó ella. JongIn asintió.
            ―Iríamos a un lugar tranquilo a contarnos lo que nos ha pasado en estos diez años mientras pescamos o miramos las nubes, o algo así ―continuó.
            ―¿Por qué me pides permiso? Ya sabes que no tienes por qué hacerlo ―dijo SooJung divertida.
            ―No pido permiso ―replicó él―. Solo te cuento lo que voy a hacer para que luego no te levantes un día y te vuelvas loca no sabiendo dónde estoy.
            ―Está bien, está bien ―ella sonrió―. Entonces solo os deseo buen viaje para cuando vayáis y una agradable estancia en el lugar en el que estéis.
            ―Eres un encanto  ―JongIn le dedicó una gran sonrisa antes de darle un beso en la mejilla.

            Un pinchazo de celos fue lo que sintió YiXing ante la acción, pero luego pensó en todo lo que había sido dicho por las otras dos personas que estaban en la habitación, esperando a que la cadena de televisión decidiera que ya era suficiente el descanso para los anuncios. El castaño sonrió levemente.

            Iba a estar con JongIn unos días.

            Los dos solos.


            La undécima vez que se encontraron JongIn estaba apoyado contra la puerta del copiloto de su Kia rojo frente a su casa. YiXing sonrió ampliamente y, haciendo un enorme esfuerzo, se contuvo para no correr a los brazos del moreno y besarlo como si fuera el fin del mundo. Todavía estaban en la calle, JongIn aún seguía casado y ambos eran hombres.

            ―Buenos días ―dijo el moreno. YiXing lo saludó con una leve inclinación de su cabeza―. ¿Preparado para el viaje?
            ―Preparado.

            Se subieron al vehículo y, con JongIn al volante, comenzaron a recorrer las abarrotadas calles de Seúl, primero, para después salir a las vías de rápida comunicación y así poder llegar a su destino, del cual YiXing no estaba informado. El paisaje fue cambiando, los edificios de cristal y hormigón dieron paso al relieve característico de la zona, salpicado de verde por todos lados.

            Varias horas después, pararon para que JongIn hiciera un descanso, ya que YiXing no tenía carnet de conducir, y para comer algo. Por mucho que el mayor preguntó cuál era su destino, el moreno no dijo una palabra acerca de este.

            Después retomaron su viaje y tras otro par de horas, llegaron. YiXing se sorprendió cuando, después de atravesar un camino sin asfaltar, el otro detuvo el coche frente a una cabaña que, aunque habían pasado diez años, seguía grabada en su memoria.

            ―JongIn… ―comenzó, pero este lo calló, inclinándose sobre él para darle un beso.

            Los labios del menor eran suaves pero a la vez firmes contra los suyos y se amoldaban perfectamente a estos. Sabían lo que le gustaba a YiXing y cómo le gustaba. Aunque hubiera pasado tanto tiempo, todo era exactamente igual que entonces, parecía que nada había cambiado entre ellos, aunque todo había cambiado.

            El castaño sintió en un momento cómo JongIn comenzaba a mover su cuerpo, intentando salir del asiento del conductor para colocarse sobre las piernas del mayor sin querer romper el beso que compartían. Lentamente, entre quejidos y mordiendo los labios de YiXing, consiguió su objetivo, quedando así encima de él. Fue en ese momento cuando cortó el candente beso para mirarlo a los ojos fijamente, colocando sus manos cada una a un lado de la cabeza del otro.

            ―¿Te gusta? ―preguntó esbozando una sonrisa.
            ―¿La cabaña o el beso? ―el moreno formó un puchero en sus labios―. Ambas cosas me encantan ―susurró contra estos.
            ―Esta semana ―JongIn depositó un beso en ellos―, es solo para nosotros ―otro beso―. Después, le pediré el divorcio a SooJung.

***

            Ambos cayeron exhaustos sobre el colchón después de tomar el cuerpo del otro tantas veces como les fue posible. No habían pasado siquiera dos días desde que llegaron a aquel lugar, pero ya podían reconocer y recordar cada parte del cuerpo de su compañero, cada nueva herida, cada nueva historia que se habían perdido.

            ―No tienes por qué divorciarte de SooJung… ―murmuró YiXing cuando recuperó el aliento―. Y menos si es por mi culpa.
            La sonrisa que se había formado en los labios del menor se borró rápidamente de su rostro cuando se giró hacia este.
            ―No es tu culpa ―replicó―. Tú no tienes la culpa de lo que ha pasado. Si alguien la tiene, ese soy yo, ya que fui yo quien tomó el mando la noche que nos emborrachamos.
            ―Pero si no hubiera regresado…
            ―¿Y qué ibas a hacer allí? ―preguntó repentinamente el chico―. Toda tu vida estaba en Corea.
            ―Lo sé… Pero aun así…
            ―No es tu culpa, es porque yo no puedo vivir una mentira ―contestó―. No la amo, te amo a ti ―su mirada era decidida―. Lo he estado pensando y creo que es mejor cortar todo esto antes de que ella pueda enterarse de mala forma y sufrir aún más.
            ―La aprecias.
            ―Es mi mejor amiga. No quiero hacerle daño.
            ―Y aun así…
            ―Si no lo hago de esta forma… Te haré sufrir a ti también ―murmuró antes de abrazar el cuerpo de YiXing―. No quiero que sufras con esto y tampoco quiero que SooJung nos odie.
            ―Está bien… ―cedió el mayor dándole un pequeño beso en la frente―. Pero no seas brusco con ella, te quiere demasiado.
            ―No lo seré ―contestó JongIn subiéndose al otro cuerpo antes de tomar sus labios con calma, transmitiéndole todos sus sentimientos por él.

***

            ―Prométeme que pase lo que pase ―comenzó JongIn antes de que el otro abriera la puerta del coche y se dirigiera a su casa―, nunca me dejarás.
            ―No lo haré. Nunca te dejaré ―contestó YiXing.

            Estuvieron tentados de besarse, de hecho, ambos querían besarse, pero ya estaban en la ciudad, la estancia en aquella cabaña que les traía tantos buenos recuerdos había cesado y tenían que regresar al mundo real. Finalmente, acabaron dándose un abrazo que a ojos de los demás no era extraño, pero que para ellos significó mucho.

            ―Te quiero ―murmuró el moreno.
            ―Y yo a ti ―contestó el otro antes de salir del coche con una gran sonrisa.


            La duodécima vez que se encontraron JongIn le acababa de pedir el divorcio a su mujer. SooJung se mordía el labio inferior fuertemente, conteniendo las lágrimas que se acumulaban en sus ojos oscuros. YiXing llegaba en un mal momento. Lo sabía, pero no había podido decirle que no al mensaje de auxilio que le había mandado el moreno a través de kakao talk. Después de todo, lo que había pasado era en cierto modo culpa suya.

            Si no hubiera regresado a Corea, nada de aquello habría ocurrido.

            En ese momento, la mujer se giró y vio al recién llegado. Su rostro se transformó completamente, pasó de una expresión triste y enfadada a una de completo odio.

            ―Tú ―dijo en cuanto lo vio―. Tú debes ser el culpable de todo esto. Desde el maldito momento en el que llegaste, JongIn cambió drásticamente su actitud hacia mí ―SooJung comenzó hacia él, pero el moreno la detuvo.
            ―Él no tiene nada que ver con esto ―replicó este―. Todo es porque ya no siento lo mismo que antes por ti.
            ―No te creo ―contestó intentando zafarse de su agarre para ir hacia YiXing.
            ―SooJung…
            ―Mírame a los ojos y dime que no has tenido nada que ver, YiXing-shi ―pidió―. Dime sinceramente que nada de esto es por ti.
            ―¿Por qué le pides eso? ―JongIn intentó que ella lo mirara de nuevo y dejara en paz al otro.
            ―SeHun me contó cuando comenzamos a salir tu historia con él ―el moreno se mordió el labio inferior y cerró sus ojos lentamente, maldiciendo en su interior a su amigo por haberlo contado aquello.
            ―Si te la contó sabrás entonces que nada puede volver a ser como antes ―mintió descaradamente. YiXing abrió la boca, pero el otro lo calló con una mirada.
            ―Entonces hay otra, ¿verdad? ―preguntó alterada―. Dime quién es ahora mismo esa perra que te aleja de mí.
            ―No hay “otra” ―JongIn recalcó la última palabra dándole un significado que la mujer no pudo comprender―. Has sido una persona muy importante en mi vida, pero ahora no siento lo mismo por ti. Lo he intentado durante un tiempo, pero no puedo seguir así, nos haría daño a los dos y yo no quiero hacerte daño, SooJung.
            ―JongIn… No lo hagas… No me pidas el divorcio ―pidió ella―. Si es porque nuestra vida se ha convertido en una rutina, podemos cambiarlo ―se agarró a su cuerpo.
            ―SooJung… ―tomó sus manos  entre las suyas mientras la miraba seriamente―. No es posible. Te juro que lo he intentado, pero nada funciona igual que antes.

            Lentamente, la mujer fue agachando su cabeza. Llevó las manos a su rostro y comenzó a dejar escapar las lágrimas que momentos antes intentaba contener. JongIn se acercó a ella y le pasó los brazos por los hombros durante unos momentos, luego se separó y la hizo mirarlo a los ojos.

            ―Lo siento mucho ―murmuró―. Si fuera posible hacer algo, yo sería el primero en intentarlo.
            ―Ahora mismo quiero estar sola ―dijo ella―. ¿Puedes dar una vuelta durante algunas horas y dejarme pensar con tranquilidad? ―JongIn asintió―. Gracias.

            Los dos hombres salieron de la casa y comenzaron a matar el tiempo antes de volver, caminando por las tan conocidas calles de su barrio. Al principio, ninguno de los dos habló, el silencio era lo mejor en aquellos momentos para ambos.

            Sin embargo, sus miradas se encontraban de vez en cuando y pequeñas y tímidas sonrisas asomaban a sus labios sin que pudieran detenerlas.

            ―Todavía no me creo que esa conversación haya ocurrido ―murmuró YiXing cuando se sentaron en un banco a descansar los pies.
            ―Yo tampoco ―confesó el otro―. Llevaba días queriéndolo hacer, pero hoy ha sido cuando me he levantado con la determinación de hacerlo. Aunque esta mañana estaba muy nervioso antes de hacerlo ―suspiró―. Creo que aunque he intentado ser suave con ella le he hecho mucho daño y aunque sé que era inevitable me siento algo mal por ella.
            ―Entonces regresa y pídele perdón―dijo el castaño atrayendo la mirada del otro.
            ―Jamás ―contestó―. Prefiero mil veces sentirme culpable por hacerle daño ahora que hacerle mucho más daño después.
            ―En ese caso intentaré hacer que no te arrepientas nunca de tu decisión.

            JongIn sonrió y se abrazó al cuerpo de YiXing, antes de que una cascada de lágrimas comenzara a caer desde sus ojos recorriendo su rostro y empapando la ropa del mayor.

            Horas después, regresaron a casa. SooJung los esperaba en el salón. Tenía signos de haber llorado durante muchas horas y JongIn se mordió en labio inferior con culpabilidad. Ella alzó la cabeza al escucharlos entrar y suspiró.

            ―¿Dónde están los papeles del divorcio? ―preguntó con decisión en sus ojos castaños, ahora hinchados y rojizos, al igual que su pelo―. Cuanto antes acabe todo, mejor.


            Unos días después, SooJung salía por la puerta de la casa en la que había vivido los últimos seis años junto a su marido. Esa misma mañana había acabado de recogerlo todo y no quería pasar más tiempo en aquel lugar.

            Todavía no entendía por qué JongIn le había pedido el divorcio. Sí que había visto un cambio en su actitud en el último mes, pero lo había achacado a que había recuperado a su mejor amigo después de tantos años y quería recuperar el tiempo perdido, sin embargo, jamás se le había pasado por la cabeza que aquello fuera el desencadenante de una gran tormenta.

            Seguía amando a JongIn, pero en esos momentos no podía perdonarlo. Sabía que tendría que pasar un tiempo alejada de todo para poder recuperarse, para pensar qué pudo haberles sucedido y para intentar olvidar y perdonar a la persona con la que lo había compartido todo desde hacía nueve años.

            Se iría a San Francisco junto a su hermana mayor que ya la esperaba con los brazos abiertos, varias miles de cajas de pañuelos desechables y grandes cubos de helados de todos los sabores para animarla “a la americana” como ella misma había dicho.

            La mujer suspiró y miró atrás una vez más antes de irse, teniendo muy claro que regresaría algún día.


            Unas semanas después de la marcha de SooJung a California, YiXing se instalaba en la casa de JongIn. Ante el mundo, aquella mudanza había sido realizada para que su mejor amigo no se sintiera solo, para apoyarlo ahora que ya no tenía a su esposa (tal y como había estado haciendo el moreno por él ese verano), pero ellos dos sabían que la realidad de esa acción era muy distinta.

            En cuanto el castaño terminó de entrar la última maleta y cerró la puerta, JongIn lo acorraló contra la pared y de dio un profundo beso en el que sus lenguas entraron en juego. Al separarse, la saliva mezclada de ambos escapó un poco de sus bocas, mojando sus barbillas, pero a ellos no les importaba. Se miraban fijamente a los ojos y sus pechos subían y bajaban irregularmente debido a la falta de aire por el reciente beso.

            ―Por fin podemos estar juntos sin limitaciones… ―murmuró el dueño de la casa contra los labios ajenos.
            ―Y ahora sí que no te dejaré ir nunca más ―susurró YiXing antes de comenzar otro beso, esta vez mucho más calmado, más dulce, que dejaba al descubierto los sentimientos de ambos hacia la otra persona.

            Nunca más se volverían a alejar del otro. Jamás dejarían que la otra persona se fuera. No volverían a cometer los mismos errores del pasado una vez más y disfrutarían el uno del otro hasta su muerte.


Fin