Título: (Don’t Touch) The Devil’s Bell
Pareja:
SeulRene (Irene + SeulGi) (Red Velvet)
Clasificación:
NC–17
Géneros:
AU, religious school, fantasy, succubus, smut, pwp
Número
de palabras: 2.485 palabras
Resumen:
SeulGi tiene curiosidad acerca de por qué no debería tocar aquello que llaman “la
campanilla del diablo” y, por eso, la toca.
Advertencias:
relaciones sexuales explícitas no consentidas.
Notas:
no está basado así en nada en especial, pero sigue el concepto de Monster y un
poco la estética del MV.
Comentario
de autora: pues hicieron su debut como sub-unit y el
concepto me apasionó tanto, que me puse a pensar en algo para hacer y al final
pensé en esto y me pareció la mejor idea. Espero que a vosotros también os
guste.
Desde que SeulGi tenía razón de ser, siempre
había sido así, siempre había estado en aquel lugar y las monjas siempre la
habían tratado bien siempre y cuando ella se portara bien y además hiciera las
cosas que éstas le pedían para ayudarlas. El lugar estaba lleno de mujeres
bastante mayores, por lo que, muchas de las cosas cotidianas eran un poco
farragosas para ellas, así que, las niñas huérfanas que se encontraban en el
lugar, las ayudaban en todo lo que necesitaban, cocinar, limpiar las
habitaciones, lavar la ropa y las sábanas, recoger las aulas… y, así, se
ganaban el estar allí sin necesidad de pagar por su instrucción, su comida o
las habitaciones que ocupaban, como sí lo hacían las chicas a las que sus
padres enviaban allí durante el curso.
A SeulGi le habían mandado que
ayudara a limpiar a las monjas de aquella organización como tarea
extraordinaria por estar viviendo allí como huérfana y aprovechando de aquella
forma la educación que, desde la escuela religiosa, le daban como a las demás
chicas. Por ese motivo, se encontraba en el desván del edificio escolar, con
las ventanas abiertas, aquella mañana de domingo después de la misa, ordenando
las cosas que encontraba en las viejas cajas de cartón llenas de polvo,
clasificando aquello que llevaría abajo para que una de las monjas confirmara
si era algo que se podía tirar o lo debía de llevar de nuevo arriba para
almacenarlo.
En su cabeza rondaba la última
canción que había escuchado en la radio, junto con algunas palabras que se le
habían quedado grabadas a fuego en la mente después del último sermón echado
por las monjas en la clase del día anterior y que el cura que iba a dar la misa
los domingos había repetido esa misma mañana.
SeulGi llevaba toda su vida viviendo en aquel
lugar y, por lo tanto, se sabía de memoria todas aquellas cosas que debía y que
no debía hacer para ser una buena sierva de Dios… sobre todo, porque desde el
año anterior había comenzado con los deberes que debía desempeñar para ser una
novicia, en pos de seguir los pasos de sus maestras y cuidadoras y ser monja.
Realmente no porque sintiera tanta devoción como algunas de sus compañeras,
sino porque sabía perfectamente que no tenía otro camino que elegir. Le quedaba
un año para cumplir la mayoría de edad y si no se había convertido en monja
para aquel momento tendría que buscarse la vida fuera de aquel lugar y ya había
visto cómo muchas de sus antiguas compañeras y amigas habían acabado viviendo
en las calles después de salir de allí porque en ningún lugar encontraban un
buen trabajo. Quedarse allí le proporcionaba un lugar donde vivir y comida.
No obstante, aunque supiera
perfectamente cuáles eran las cosas que debía y que no debía hacer, SeulGi a
veces sentía curiosidad por aquellas cosas que no debía hacer. Sobre todo,
tenía curiosidad por su cuerpo y por el placer. Porque siempre le habían dicho
que aquello formaba parte de las tentaciones del diablo, que debían evitar
tocar sus cuerpos para sentir placer porque eso las alejaba del camino de Dios que
estaban recorriendo. Pero ella quería saber qué era lo que se sentía al tocar
aquella “campanilla del diablo”. Por ese motivo y por la situación en la que se
encontraba, sola en el desván, lejos de todo el mundo y cobijada entre cientos
de cajas y trastos, SeulGi decidió que quería aprovechar aquella oportunidad
para hacer aquello que nunca había podido hacer.
SeulGi se quitó lentamente la ropa,
observándose en el espejo que había encontrado y limpiado unos momentos antes,
mirando su cuerpo desnudo como nunca antes lo había hecho. Llevó sus manos
tentativamente a sus pechos y tocó su pezón con sus dedos helados, provocando
que un jadeo ahogado saliera de sus labios y que la chica se sorprendiera por
el sonido que había hecho y se llevara las manos a la boca para cubrirse. La
puerta del desván estaba cerrada y allí no iba a subir nadie a no ser que ella
avisara de que necesitara ayuda, pero, aun así, no podía dejar escapar ningún
ruido.
Con una mano en su boca para ahogar cada sonido
y con la otra para tocar su cuerpo, fue lo que decidió que era la mejor forma
de proceder. Por eso, continuó de aquella manera, explorando su cuerpo con su
mano derecha, lentamente, mientras se observaba en el espejo.
Su mano descendió por su abdomen
hasta llegar a su entrepierna. Nunca se había tocado de aquella manera, nunca
se había tocado, de hecho, las monjas siempre las habían advertido de que
aquello estaba prohibido, que debían ser devotas a Dios hasta que salieran de
allí y buscaran un buen hombre con el que contraer matrimonio o, si se quedaban
allí para servir a Dios, el placer sexual era algo que jamás debían
experimentar. Pero SeulGi estaba allí sola, con su reflejo en aquel espejo, sin
esperar que nadie apareciera por aquel lugar mientras ella estuviera allí y
siempre había querido hacer algo como aquello. Por ese motivo, no detuvo sus
dedos cuando estos comenzaron a tocar su clítoris y esa acción provocó una
descarga eléctrica por todo su cuerpo que hizo que un gemido escapara de sus
labios sin que ella pudiera evitarlo. Sonó ahogado porque todavía tenía la otra
mano sobre su boca, pero aún así, resonó en la estancia e hizo que SeulGi se
pusiera en guardia, mirando detrás de ella, agudizando el oído por si escuchaba
algunos pasos de alguna de las monjas que estuviera subiendo, alertada por el
ruido. No obstante, después de unos momentos en los que estuvo conteniendo la
respiración, se convenció de que nadie la debía haber oído y que era el momento
de seguir con su exploración, pero teniendo cuidado con el ruido que hacía,
para que no pasara lo mismo de nuevo.
SeulGi se giró entonces hacia el
espejo, esperando ver su reflejo desnudo para seguir explorando su cuerpo, pero
encontrándose con la imagen de otra persona y no la suya. La chica soltó un
pequeño grito ahogado por la sorpresa, su corazón latiendo rápidamente y su
respiración acelerada por el miedo. ¿Cómo podía haber otra persona reflejada
cuando ella era la única que se encontraba en aquel lugar? Se giró y vio que
efectivamente solo estaba ella allí, así que, tenían que haber sido
imaginaciones suyas. No obstante, cuando volvió a mirar el espejo, se dio
cuenta de que no eran imaginaciones suyas, que en el espejo se encontraba otra
persona reflejada… una chica joven, delgada, con el rostro fino, de piel
pálida, contrastando con sus labios rosas, ojos grandes de color escarlata que
la miraban fijamente. SeulGi rápidamente cubrió con sus manos y brazos su
cuerpo desnudo, buscando frenéticamente sus ropas para taparse.
—No te tapes —dijo una voz que resonó en el
lugar, una voz fría como el hielo y cortante como un cuchillo afilado—. Me has
llamado y, ya que estoy aquí, vamos a pasar un buen rato.
E inmediatamente después de que la voz dejase de sonar,
el cuerpo de la joven que se reflejaba en el espejo comenzó a salir de éste,
apareciendo en el desván en carne y hueso. SeulGi quiso gritar, pero la voz no
salió de sus labios, quiso levantarse y correr, pero su cuerpo no le obedeció,
simplemente pudo quedarse en el mismo lugar, observando cómo se materializaba
la joven ante ella, paralizada.
—Vamos a pasar tú y yo un rato agradable —dijo la joven
de nuevo, una vez su cuerpo estuvo completamente fuera del espejo.
SeulGi seguía sin poder moverse, sin poder hacer otra
cosa más que no fuera observar a la joven que había salido del espejo, viendo
cómo esta se comenzaba a quitar la extraña ropa que llevaba poco a poco, sin
dejar ni un solo segundo de mirarla, hasta acabar desnuda, como SeulGi. Su
cuerpo se inclinó sobre el suyo y, a pesar de que quiso retroceder, siguió
paralizada y sin poder moverse ni un ápice mientras la joven cada vez estaba
más y más cerca, hasta que los labios de ésta rozaron su oreja izquierda para
susurrarle.
—No deberías tener miedo… después de todo, eres
tú la que ha tocado la campanilla del diablo…
SeulGi abrió los ojos como platos. Siempre había pensado
que las palabras que las monjas repetían una y otra vez sobre la forma en la
que debían comportarse con respecto al sexo y al placer no eran más que meras
estupideces, de hecho, alguna de sus compañeras cuando salían de aquel lugar se
encontraban con chicos y mantenían relaciones sexuales sin ningún tipo de
problema. Ella nunca lo había hecho, nunca se había atrevido, a pesar de la
evidente curiosidad por saber qué era lo que se sentía, qué era el placer y
cómo podía proporcionárselo. Y, por ello, había acabado tocándose en aquel
lugar, delante de aquel espejo viejo, sin percatarse de que aquello era un
grave error porque acababa de invocar a un demonio… un demonio sensual en forma
de chica joven que la observaba con aquellos ojos de color escarlata, llenos
del fuego del infierno.
Las manos delicadas pero fuertes de la joven atraparon
sus muñecas y movieron sus brazos, dejándolos a sus costados, laxos, para que
su cuerpo quedara completamente al descubierto y, después de echarle una larga
mirada, se lamió los labios, como si acabara de ver la comida más suculenta
ante ella después de mucho tiempo sin probar bocado. SeulGi trago saliva. El
pánico se apoderó de ella. No quería ser comida por un demonio. No tenía que
haberse tocado. No tenía que haber hecho nada. Solo tenía que haber limpiado
aquel lugar, porque si lo hubiera hecho no se encontraría en aquella situación
de la que no podía escapar. La voz seguía sin salir de su boca, como si una
magia antigua le hubiera sellado la capacidad de expresar cualquier sonido, de
la misma forma que su cuerpo no le respondía y solo se había movido porque las
manos de la otra habían guiado sus brazos para hacerlo. Estaba aterrorizada.
Pero a aquel demonio en forma de chica le dio igual cómo
se sentía o dejaba de sentir SeulGi, no le importó en absoluto y comenzó a
tocar su cuerpo con sus largos y delgados dedos. Tocó sus pechos, jugando con
sus pezones, pero no solo los tocó, también acercó su rostro a ellos y comenzó
a besarlos, a lamerlos, provocando que SeulGi sintiera un escalofrío recorrer
todo su cuerpo, una oleada de placer que recorrió su espina dorsal y llevó
electricidad hasta la punta de los dedos de sus pies. Y sin apartar ni un segundo
la mirada de ella y sin dejar de jugar con sus pechos, una de las manos de la
joven demonio se desplazó por su abdomen descendiendo hasta quedar encajada
entre sus muslos, tocando como ella había tocado antes, aquella campanilla del
diablo que parecía haberla llamado hasta allí. SeulGi abrió su boca, lanzando
un gemido mudo al aire porque el placer era mucho mayor del que había
experimentado momentos antes cuando se había tocado ella misma. Su cuerpo lo
sentía débil, sentía que no le pertenecía y, aunque su mente seguía consciente
y le decía una y otra vez que tenía que salir de allí lo más rápido posible, no
podía hacer absolutamente nada.
La joven demonio siguió tocándola allí donde nunca antes
la había tocado, extendiendo una humedad en su entrepierna que provocaba que
cada roce le proporcionara un calor y un placer inconcebibles, como si se
tratara de un afrodisiaco. Sus dedos fueron, no obstante, reemplazados unos
momentos después por su lengua, después de cambiar sus posturas y abrir las
piernas de SeulGi para poder colarse entre ellas. Su lengua caliente en su
entrepierna caliente provocó que otro gemido mudo se escapara de sus labios,
sin que ella pudiera hacer nada por retenerlo o controlarlo. Aquello era
demasiado, porque aquella lengua no dejó de moverse arriba y abajo, a veces
rodeando su clítoris, a veces tanteando entrar en su vagina, mojándola aún más
de lo que SeulGi ya se sentía, provocando que las corrientes eléctricas que la
recorrían de arriba abajo se sucedieran una tras otra hasta que todo su cuerpo
se tensó, después de volverse completamente sensible a cada roce de aquella
lengua y, tan solo un segundo después, se perdía en el éxtasis del placer.
Su pecho subía y bajaba rápidamente, su respiración
agitada, su cuerpo laxo y débil y su mirada perdida en el techo inclinado del
lugar mientras todavía sentía débiles impulsos eléctricos recorrer todo su ser.
SeulGi se sentía fuera de sí misma, como si aquello no hubiera ocurrido y no fuera
más que un sueño, pero cuando trató de moverse de nuevo, siguió sin poder
hacerlo y lo mismo sucedió cuando trató de hablar. En su campo de visión
apareció la joven demonio que acababa de dejarla de aquella forma, observándola
con una expresión pícara.
—Me has gustado —le dijo—. Eres deliciosa —se pasó la
lengua por sus labios para retirar el resto del líquido viscoso que había
salido de su cuerpo al experimentar aquel inmenso placer—. Y te voy a llevar al
infierno para que me sirvas bien.
SeulGi abrió la boca para negarse a ello, intentó moverse
para oponer resistencia, para alejarse de ella, pero no consiguió absolutamente
nada, como anteriormente. Así que, impotente y asustada, no pudo hacer nada
cuando la joven demonio la cogió por los tobillos y la arrastró por el suelo
del lugar como si no pesara más que lo hacía una pluma, hasta llegar al espejo.
Atravesó la superficie de cristal como si no estuviera allí y se llevó con
ella, a través del espejo, a SeulGi.
Notas
finales:
—Estuve escribiendo
esto al ritmo de mi pwplaylist, que es la mejor playlist de canciones pervers
del kpop ever y que me inspira en los momentos más necesarios… y esta vez la
necesitaba mucho porque aparte de no estar muy acostumbrada al smut yuri, estoy
aun menos acostumbrada a escribir algo no consentido.
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