Chapter VIII: journey
Una espesa capa de niebla lo cubría absolutamente todo provocando que Arthur no pudiera ver a más de dos palmos de distancia; no obstante, él seguía avanzando, avanzando lentamente por un suelo de mullida hierba dejando atrás espadas clavadas en la tierra, algunas cubiertas por maleza, otras corroídas por el óxido, otras nuevas y brillantes como si acabaran de ser terminadas por el herrero. El chico sentía inquietud, algo de miedo, mientras avanzaba por aquel campo lleno de espadas… pero aquel sentimiento se transformó en calma, en serenidad, cuando finalmente salió de allí y se encontró frente a un lago de hermosas aguas cristalinas que reflejaban en su superficie la luna llena y las copas de los árboles que lo bordeaban. Arthur se quedó maravillado por la hermosura de aquel lugar, por la pureza que desprendía, sintiendo magia vibrar en el aire, metiéndose por todos los poros de su piel y, unos momentos más tarde, una mano salió de las aguas del lago, perturbando la quietud de éstas, provocando pequeñas hondas por el movimiento, una mano que le indicó a Arthur que debía acercarse, que debía ir hacia allí, hacia el centro del lago. El chico dio un paso, luego otro, metiéndose en el agua, la oscuridad tragándoselo repentinamente y provocando que en su corazón se instalase un terrible miedo.