ZiTao estaba impaciente después de
escuchar la conversación que estaba teniendo lugar en el sótano entre el
espíritu que los mantenía retenidos y sus amigos que habían bajado a aquel
lugar para intentar liberarlos. Parecía que finalmente iban a poder salir de
aquel lugar, que ya no iban a tener que pasar más días a base solo de beber
pequeños sobros de agua y barritas energéticas, viviendo con miedo a morir
cualquier día. Sin embargo, no podían cantar victoria todavía, no hasta que el
fantasma por fin hiciera algo.
El chico sintió cómo SeHun se dejaba
caer contra su cuerpo y lo tomó entre sus brazos para mantenerlo en pie porque
no podía aguantar mucho tiempo así.
—Ya
mismo saldremos, Hunnie —le susurró—. Aguanta un poco más, los chicos lo están consiguiendo.
SeHun murmuró algo que no llegó a
entender, pero ZiTao le dio un corto beso en los labios como si hubiera sellado
cualquier tipo de promesa con él.
En aquel momento, el espíritu que
rondaba a sus amigos se alejó de ellos y flotó lánguidamente en la dirección en
la que ambos se encontraban. ZiTao siempre había tenido mucho miedo de los
fantasmas y de cualquier cosa del mundo sobre natural, pero había convivido con
aquella alma en pena durante mucho tiempo, así que, al menos a éste ya no lo temía
tanto y pudo mantener la compostura hasta que se quedó a un par de metros de
ellos.
Pareció cómo si quisiera decirles
algo, pero no dijo absolutamente nada y ZiTao no supo si fue porque finalmente
no quiso o porque realmente no podía hablar con ellos. De repente, el fantasma
al que habían escuchado durante tantos días vagar por aquel sótano lamentándose
de sí mismo y clamando el nombre de la persona que amaba, comenzó a desaparecer
poco a poco de su vista, siendo cada vez más y más transparente hasta que
finalmente, no quedó ni rastro de él en el sótano.
Lo último que ZiTao pudo ver de él
fue una sonrisa cálida.
Los chicos seguían todos inmóviles y
esperando a que algo sucediera. Probablemente hubiera un haz de luz que
reclamara al fantasma o cualquier cosa por el estilo que les indicara que ya no
se encontraba alí y que no tenían de qué preocuparse. Sin embargo, nada de eso
sucedía y todos contenían la respiración, esperando lo que estaba por suceder.
Fue Lu Han el primero en darse
cuenta de que algo había cambiado y quizás fue por su sexto sentido de hermano
mayor. Solo habían pasado unos minutos desde que las palabras del fantasma
resonaron en el sótano cuando Lu Han ya se levantaba del suelo y corría con las
piernas temblorosas hacia el fondo de la sala. MinSeok se levantó rápido para
ir tras él y lo alcanzó justo cuando su chico acababa de ver a SeHun y ZiTao
abrazados el uno al otro como si no pudieran sostenerse en pie sin apoyo.
Lu Han soltó un grito después de
haberse quedado paralizado unos momentos y luego corrió los pocos metros que lo
separaban de su hermano menor para tomarlo entre sus brazos fuertemente
mientras lloraba. MinSeok vio cómo ZiTao se apartaba un poco de aquellos dos y
él quiso correr a abrazarlo también, pero en aquel momento, sintió cómo todo el
peso que había estado cargando sobre sus hombros disminuía de golpe y le
temblaron las piernas, así que no pudo moverse del sitio.
Los demás, que probablemente habían
sido alertados por el grito de Lu Han, corrieron hacia allí y se quedaron a su
lado al ver la escena, sin poder creerse que lo hubieran conseguido. Solo pasó
un segundo cuando YiFan corría hacia ZiTao para abrazarlo tal y como estaba
haciendo Lu Han con SeHun.
El suspiro de alivio fue colectivo.
Ya no tenían nada más que temer, habían dado todo de sí para poder encontrarlos
y por fin los tenían con ellos, así que ya no les iba a pasar nada malo.
YiFan sentía el cuerpo de ZiTao
entre sus brazos mucho más delgado que la última vez que lo abrazó de aquella forma
y se separó un poco para mirarlo a los ojos. ZiTao lloraba, al igual que él
mismo debía estar haciendo porque lo veía borroso y sabía que las lentillas no
se le habían salido. Tenía la cara más chupada que la semana anterior y parecía
estar al borde del colapso. YiFan miró a su lado, donde se encontraban SeHun y
Lu Han de la misma guisa y vio cómo el menor parecía estar en peor estado que
ZiTao.
—¿Habéis comido algo? —cuestionó.
—Unas barritas que tenía conmigo —susurró
ZiTao—. Bebimos un poco de agua también.
—Voy a llamar a una ambulancia.
YiFan sacó su teléfono móvil del
bolsillo sin dejar de sostener a ZiTao y marcó el número de urgencias, para que
desde el hospital más cercano mandaran una ambulancia al instituto. Una vez
terminó de hablar con ellos, afianzó a ZiTao para que no le sucediera nada
mientras caminaban afuera, ya que allí no podían quedarse si no querían
llevarse una buena reprimenda. Tendrían que inventarse alguna mentira sobre lo
que había sucedido para contarla a todo el mundo, pero era mejor hacerlo cuando
los dos chicos estuvieran recuperados.
—ChanYeol —llamó—. Carga a SeHun en
tu espalda y salgamos de aquí ya. La ambulancia viene para acá.
En unos segundos, el sótano se
convirtió en un caos y solo quedó en silencio de nuevo cuando todos salieron de
allí, borrando cualquier rastro de su presencia en el lugar y cerrando la
puerta al salir. Fue complicado hacer el recorrido a la inversa con dos pesos
muertos, pero YiFan y ChanYeol lo hicieron lo mejor que pudieron hasta atravesar
la valla y salir del instituto. Todos acababan de cruzar por el agujero cuando
las sirenas de la ambulancia comenzaron a escucharse en el vecindario. Sabiendo
que estando en la parte del descampado la ambulancia no los iba a ver, YiFan
pensó que lo más sensato era que alguien les avisara que estaban allí.
—MinSeok, ¿te importa ir hacia la
ambulancia y que vengan ellos aquí?
—Voy —y diciendo aquella palabra, el
chico salió corriendo.
Varias horas después, se encontraban
todos en la sala de espera del hospital. SeHun y ZiTao se encontraban en
bastante mal estado y se los habían llevado para hacerles pruebas y para
pincharles suero y que fueran comenzando a recuperarse poco a poco. El menor de
todos había llegado inconsciente y ZiTao apenas se mantenía en pie, así que
estaban todos muy preocupados.
Lu Han y YiFan se habían encargado
de llamar a los padres para que supieran que estaban allí y que los chicos
habían regresado, así que los señores Huang y los padres de SeHun y Lu Han se
encontraban allí con ellos también.
En el camino hacia el hospital, los
chicos habían pensado entre todos qué era lo que iban a decir a todos de lo que
había pasado y de entre todas las ideas que propusieron cogieron la de JongDae,
ya que era la más verosímil. Ni siquiera se habían planteado intentar contarles
la verdad, ya que no los iban a creer, y porque si decían algo de lo que habían
encontrado mientras buscaban a los chicos se podían meter en un lío.
JongDae se aseguró de que todos se
sabían de memoria la versión oficial de aquella historia y cuando los dos
agentes de policía que parecían llevar aquel caso llegaron al hospital, fue el
primero en ir con ellos y hablar.
—¿Qué es lo que ha pasado? ¿Cómo los
habéis encontrado? ¿Dónde han estado toda esta semana? —le preguntó el hombre y
JongDae comenzó a hablar según habían acordado.
—Estábamos dando una vuelta por los
alrededores del instituto —dijo—. Nos sentíamos muy intranquilos en nuestras
casas no sabiendo dónde estaban nuestros amigos, así que pensamos que estaría
bien dar una vuelta por el lugar por si encontrábamos alguna pista que hubiera
pasado desapercibida —se detuvo unos segundos, viendo el efecto que estaban causando
sus palabras en los policías—, y cuando llegamos al descampado, los vimos.
Estaban echados contra la valla metálica de la escuela y se encontraban en muy
mal estado, así que YiFan llamó inmediatamente a una ambulancia. De lo demás,
no sé nada.
—¿No os dijeron algo? —cuestionó la
mujer y él negó.
—SeHun ni siquiera podía levantar la
cabeza, así que menos hablar —respondió—, y ZiTao estaba bastante desorientado,
así que tampoco dijo palabra.
—Gracias por tu colaboración —le
dijo ella—. Llama a otro de tus amigos para que venga, necesitamos hablar con
todos por si alguno vio algo más.
—De acuerdo.
JongDae se alejó de donde se
encontraban los agentes muy satisfecho con su propia mentira y deseando que
todos los demás fueran igual de convincentes que él. Estaba un poco preocupado
por JunMyeon, pero confiaba en que lo haría bien.
La noche se hizo eterna y entre unas
cosas y otras ninguno pudo descansar más de unos minutos. KyungSoo había
recargado su cabeza contra su hombro y tenía la mirada perdida observando la
pared blanca que tenían enfrente mientras esperaban noticias de SeHun y ZiTao.
ChanYeol de vez en cuando le acariciaba la espalda o el pelo y el chico se
removía un poco para pegarse más a él como si fuera un pequeño cachorro,
haciéndolo la persona más feliz del mundo, ya que cuando conoció a KyungSoo
jamás habría esperado que pudiera comportarse de aquella manera tan cariñosa
con él.
—¿Tienes
sueño? —le preguntó y el chico asintió contra su brazo—. ¿Quieres que nos
vayamos a casa? —KyungSoo negó.
—Quiero saber cómo están los chicos,
no quiero irme —le respondió.
Aquellas palabras eran otra muestra
de lo mucho que KyungSoo había cambiado porque cuando lo llevó al grupo por
primera vez parecía un gato arisco que arañaba a todo aquel que se acercara a
él. Parecía que ahora les había cogido cariño a todos, incluso a quienes lo
molestaban mucho, como SeHun y ZiTao, que aprovechaban que eran compañeros de
clase para ponerlo de los nervios mucho más tiempo que los demás.
ChanYeol sonrió y luego lo apretó
mucho más fuerte contra su cuerpo. Quiso darle un beso, pero estando rodeados
de tanta gente no era una buena idea, así que se contuvo de hacerlo y
simplemente murmuró:
—Como quieras. Nos quedaremos aquí
hasta que sepamos que están bien… pero luego nos iremos a dormir, ¿vale?
—Vale.
Lu Han no se podía estar quieto ni
un solo segundo, así que no paraba de dar vueltas de un lado a otro intentando
calmarse. Minseok lo había seguido las primeras horas, pero después se había
ido a sentarse al lado de su hermanastro mientras él seguía haciendo su pequeña
maratón. Al final todo había salido bien y habían encontrado a su hermano y a
ZiTao, pero estaba preocupado por ellos, por si estaban bien después de tantos
días encerrados en el sótano.
Cuando el chico creyó que se
ahogaría en su desesperación, salió un médico a la sala de espera preguntando
por su familia y por la de ZiTao. Rápidamente, Lu Han se acercó al hombre,
seguido de las demás personas que estaban esperando noticias en aquel lugar.
—¿Cómo
están? —preguntó sin poderse contener y sin darle tiempo al hombre para
explicarse.
—Se encuentran estables, aunque
tenían síntomas de desnutrición y su cuerpo necesita descanso ahora mismo,
además, se encontraban bastante perdidos y no saben qué es lo que les pasó,
probablemente estén en shock —le respondió—. Tendrán que quedarse en el
hospital unos días para que les hagamos un seguimiento y luego se podrán ir a
casa.
—¿Cuándo podremos ir a verlos? —preguntó
la madre de ZiTao.
—Ahora mismo están descansando, pero
cuando comience el horario de visitas podrán ir a verlos, están los dos en la
misma habitación —contestó—, pero no podrán ir muchos a la vez, eso les
causaría tensión.
Después de decir algunas palabras
más, el médico se fue y Lu Han se quedó junto a sus padres, respirando
tranquilos porque finalmente todo había sido solo un susto.
—Cariño —dijo su madre—. Papá y yo
tenemos que ir a trabajar, ¿te quedas tú aquí hasta que regresemos y nos
pongamos los turnos para poder venir?
—No te preocupes, mamá, yo me quedo.
Ella le sonrió y le dio un beso
antes de tomar de la mano a su marido y salir de la sala de espera. Ahora que
ya sabía que los dos estaban bien, Lu Han se permitió relajarse y sentarse
junto a MinSeok hasta que pudiera entrar a la habitación a ver a su hermano y a
contarles a los chicos qué era lo que debían decir cuando los visitara la
policía.
JunMyeon lo había pasado muy mal
cuando tuvo que mentirle a la policía, pero sabiendo que de aquella forma había
hecho lo mejor para sus amigos. Después de aquello se había dejado caer junto a
Jongdae en aquellas incómodas sillas de la sala de espera hasta que el doctor
había salido y había dicho que estaban bien, quitándole un peso de encima. Se
había sentido bastante más aliviado, pero no quería irse de allí hasta que no
le diera un abrazo a los chicos. Quizás ellos se resistieran como siempre
hacían cada vez que él quería ser cariñoso, pero no iba a cejar en su empeño
porque lo había pasado muy mal por ellos.
—¿Te
encuentras bien, JunMyeon? —le preguntó JongDae y él asintió.
—Solo estoy un poco cansado —respondió—.
Hemos llevado una semana de infarto y ahora mismo creo que las fuerzas me están
abandonando poco a poco.
—Puedes echarte una siestecita en mi
hombro —murmuró—. Te despertaré cuando podamos entrar a ver a los chicos.
—¿Lo harías? —cuestionó sin fiarse
ni un pelo de su chico.
—¿Cuándo no he hecho yo algo que te
hubiera prometido? —cuestionó indignado.
JunMyeon repasó rápidamente su vida
en común, descubriendo que en las cosas serias jamás lo había abando —y en las
menos importantes tampoco—. Quizás le gustara demasiado bromear y utilizarlo a
él como blanco de sus bromas preferido, pero después de todo era alguien cálido
y cariñoso que haría cualquier cosa por él.
—Nunca —contestó finalmente—.
Siempre has estado ahí, gracias —le dio un disimulado beso en la barbilla y
luego se echó en su hombro, cerrando los ojos unos momentos y abandonándose al
mundo de los sueños.
Después de estar en la sala de
espera lo que a KyungSoo le pareció una eternidad, finalmente les dejaron
entrar a todos para ver a los chicos en su habitación. Horas antes, los señores
Huang, Lu Han y la policía habían ido a verlos, pero ellos no habían podido
hasta aquel momento. Cuando KyungSoo se levantó de la silla, sintió que se le
había quedado el culo cuadrado con la forma del asiento y que se le había
dormido una pierna, pero se agarró al brazo de ChanYeol para poder caminar a su
ritmo y llegar junto a los demás a la habitación.
Tenía muchas ganas de ver a los
chicos porque ellos, junto con ChanYeol, eran lo más parecido que tenía a unos
amigos, con los demás no tenía tanta relación, aunque también suponía que se
habría sentido igual si hubiera desaparecido cualquiera de ellos.
Cuando entraron a la habitación se
dieron cuenta de que los señores Huang no estaban y que no había ningún médico
a la vista, así que no tardaron ni dos segundos en ir todos al tropés a abrazar
a uno o a otro para demostrarles lo mucho que los habían echado de menos.
Después de casi dos días sin dormir
y de pasarse demasiadas horas en una sala de espera con los nervios a flor de
piel, YiXing se sentía completamente agotado, así que, en cuanto terminó el
horario para las visitas del hospital, se dirigió con YiFan al exterior y se
montaron en un autobús que los dejaba cerca de su casa. YiFan no quería volver
todavía a su casa, así que se quedaría con él un poco más de tiempo.
—Estoy contento de que haya acabado
todo bien —murmuró, mirando por el cristal cómo las farolas se iban encendiendo
y la noche comenzaba a caer sobre la ciudad—. A veces pensaba que no
conseguiríamos nada.
—Lo hemos conseguido gracias a ti —le
respondió YiFan. YiXing pudo ver una sonria en sus labios a través del cristal,
que con la oscuridad de fuera había comenzado a actuar de espejo—. Si no
hubieras hecho reflexionar al espírituo no habrían vuelto con nosotros.
—Exageras…
—Para nada —YiFan le pasó un brazo
por los hombros y lo atrajo hacia él—. Eres increíble —murmuró y, aprovechó que
solo estaban ellos y el conductor para darle un corto beso en los labios.
SeHun todavía se sentía muy cansado,
pero tenía que ir moviéndose un poco y tenía que comer la insípida comida del
hospital para poder ganar algo de peso si quería salir lo más pronto posible de
allí. El chico se incorporó con la ayuda del enfermero que había ido a
llevarles las bandejas del almuerzo a ZiTao y a él y luego cogió la cuchara
para comer aquella especie de papilla extraña. No sabía a nada y el chico
sentía que su cuerpo necesitaba algo más de alimento, pero era lo único que le
daban allí, así que comió lo más rápido que pudo y luego se dejó caer sobre las
almohadas.
No habrían pasado ni siquiera dos
minutos cuando ya tenía a ZiTao en su cama, pidiéndole un poco de espacio que
él le dio con gusto. Desde que se podían mover más o menos bien pasaban más
tiempo en la cama del otro que en la propia. Se habían acostumbrado a estar
juntos las veinticuatro horas del día y se les hacía muy difícil estar
separados, aunque solo fueran un par de metros. Eso era algo que tenían que ir
solucionando, pero por el momento, no tenían fuerzas para ello. Lo habían
pasado demasiado mal en aquel sótano.
—¿Lo que me dijiste allí abajo… fue
real? —cuestionó casi con miedo, recordando el momento en el que se habían
declarado.
—Por supuesto que sí, Hunnie —le
respondió, dándole un corto beso en la mejilla—. Te quiero… y ahora que por fin
estamos fuera de allí, haré todo lo posible por demostrártelo —SeHun asintió,
con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Tú me quieres a mí?
—Sí, más que a nadie —contestó.
—¿Más que a tu hermano?
—Sí —sonrió—, pero eso no hace falta
que él lo sepa.
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