martes, 12 de junio de 2018

[One Shot] A Good -Bad- Day {BaekMin}


Título: A Good Bad Day
Autora: Riz Aino
Pareja: BaekMin (BaekHo + MinHyun) (NU’EST)
Clasificación: PG
Géneros: family!AU, fluff, romance
Número de palabras: 2.492 palabras
Resumen: DongHo trata de darle la mejor vida a sus pequeños GuanLin y SeonHo y, en sus planes para ello, no entra encontrar de nuevo el amor.
Advertencias: mi primer family!au, aun después de escribirlo sigo pensando por qué lo he escrito. Somebody help me!
Notas: baby GuanLin y baby SeonHo, los pollitos de la Cube, encontraron a sus respectivos “papis” en Produce 101.
Comentario de autora: sorry not sorry, no sé por qué lo he hecho, pero lo he hecho, aquí va. Espero que os guste o algo, sino me podéis matar, que os dejo.


            DongHo se encontraba descargando una caja especialmente pesada del camión cuando su teléfono móvil comenzó a sonar en el bolsillo de sus pantalones. Dejó que sonara, de todas formas, si era algo importante lo llamarían otra vez o le dejarían un mensaje; por eso, siguió su camino hasta el interior del bloque de la vivienda a la que estaban llevando las cosas de la mudanza sin echarle muchas cuentas al sonido de su tono de llamada. Una vez se montó en el ascensor, el teléfono dejó de sonar y el hombre suspiró, aliviado por no tener que seguir escuchando aquella música. No obstante, no había hecho más que salir del ascensor cuando su móvil volvió a sonar de nuevo y DongHo supo entonces que algo grave debía de haber pasado, así que, rápidamente soltó la caja en la entrada del piso y cogió su teléfono.


            —¿Sí? —respondió inmediatamente, sin siquiera mirar el número que lo había llamado.
            —¿El señor Kang? —preguntó una voz que DongHo reconocería en cualquier lugar de tantas veces que la había escuchado ya.
            —Sí, soy yo —dijo—. ¿Qué ha sucedido, profesor Kim?
            —Lamento molestarlo cuando debe de estar muy ocupado, pero GuanLin tiene fiebre —contestó el otro.
            —Ahora mismo voy para allá.

            DongHo guardó su teléfono en el bolsillo inmediatamente y después buscó a su jefe para contarle lo que le había dicho el profesor de su hijo y para pedirle lo que quedaba del día libre y así poder llevar a GuanLin al médico. Su jefe siempre había sido buena persona y, además, estaba al corriente de cuál era su situación, por lo que estaba seguro de que no le pondría ninguna pega, pero aun así, era su deber advertirlo de su marcha. DongHo halló a su jefe al lado del camión de la mudanza, leyendo el inventario de objetos que debían de mover hasta la vivienda y cerciorándose de que no faltara nada.

            —Aron —llamó al hombre, haciendo que éste levantara la vista.
            —¿Pasa algo? —cuestionó éste.
            —Necesito el resto del día libre —dijo DongHo y, aunque quiso explicarle al otro el motivo por el cual lo necesitaba, a éste no le hizo falta saber nada más porque probablemente en su rostro se estuviera reflejando la preocupación que sentía por su hijo y simplemente asintió a sus palabras—. Muchas gracias. Haré horas extra la próxima vez.
            —No te preocupes por eso —le respondió Aron.

DongHo asintió, dándole las gracias a su jefe, y después salió corriendo, buscando en su teléfono móvil el autobús más cercano que lo llevara hasta el colegio de su hijo, o que lo dejara relativamente cerca. En cuanto lo encontró, el hombre se dirigió a la correspondiente parada, no pudiendo estar más preocupado. Aquella mañana cuando había dejado a sus niños en el colegio los dos estaban perfectamente, así que no comprendía qué había sucedido en las últimas cuatro horas para que GuanLin tuviera fiebre, pero aunque no lo comprendía, no podía estar más preocupado.

Preocupado porque aquellos niños eran lo único que DongHo tenía en este mundo, lo único que le quedaba después de que su mujer muriera. GuanLin y SeonHo eran lo único que hacía que éste siguiera viviendo su vida a pesar de lo horrible que era. Por eso DongHo se desvivía por aquellos niños y, por eso, cada vez que les sucedía algo, aunque fuera algo que no tuviera la más mínima importancia, no podía evitar sentirse preocupado y que su hijo mayor tuviera algo de fiebre no era algo que no hubiera pasado antes, pero el hombre seguía estando preocupado por su hijo.

No tardó más que una media hora en llegar al colegio desde el cual había sido llamado y, acostumbrado a ir por aquel lugar, caminó en dirección a la sala de profesores, donde se tenía que encontrar su hijo junto al profesor Kim. DongHo llamó a la puerta de la sala y solo tuvo que esperar unos segundos para que le dieran el permiso para entrar.

—Buenos días —dijo al entrar, llamando la atención de algunos de los profesores que se encontraban en el lugar—. Soy Kang DongHo, el padre de GuanLin.

Inmediatamente, DongHo notó un movimiento en la sala y pudo ver en la zona en la que había unos pocos sofás a su hijo incorporándose ante el sonido de su voz. El hombre no pudo hacer otra cosa más que dedicarle una sonrisa al niño e ir hacia él para cogerlo en brazos y tocar con su frente la de su pequeño, notando el calor que ésta desprendía. Lo llevaría a casa lo más rápido posible y le daría alguna de las medicinas que el médico le había mandado la última vez que lo había llevado.

—Gracias por venir lo más rápido posible —escuchó decir al profesor Kim a su derecha, así que se giró hacia él, mostrándole una sonrisa—. Sé que estás muy ocupado y no ha debido de ser fácil.
—Nunca es fácil escaquearse en horas de trabajo, pero tengo un jefe comprensivo —le respondió—. ¿Puedo llevarme también a SeonHo? Así no tengo que venir a por él en un rato y dejar a GuanLin solo en casa.
—Sí, claro, voy a avisar al profesor Choi para que lo deje salir —replicó el joven y, justo después salió de la sala de profesores.

DongHo aprovechó aquellos minutos que tardaría el profesor en llevar a su hijo menor hasta allí para dedicarse a darle carantoñas a GuanLin y asegurarle que en cuanto llegaran a casa se pondría bien y no le dolería nada más. El niño estaba al borde de las lágrimas, pero no se echó a llorar en aquellos momentos, por cómo tenía los ojos, completamente rojos, ya lo habría estado haciendo antes y se habría quedado sin lágrimas. DongHo le hizo un par de carantoñas más a su hijo y luego la puerta de la sala de profesores se abrió de nuevo y por ella entró el profesor Kim con SeonHo, su otro hijo.

—¡Papá! —gritó el niño, lanzándose a sus piernas, de forma totalmente hiperactiva.
—Hola, mi niño —DongHo le tocó la cabeza, despeinándolo un poco—. ¿Estás listo para que nos vayamos a casa? —el niño asintió enérgicamente con su cabeza—. Entonces vamos —le tendió la mano que tenía libre y el niño la agarró—. Muchas gracias por avisarme —le dijo al profesor Kim—. Mañana nos volveremos a ver.
—Hasta mañana —se despidió el joven profesor de él y DongHo salió de aquel lugar, echando a andar hacia la salida y en busca de la parada del bus que los llevaría hasta casa.

Para DongHo era todavía un poco difícil manejarse con los dos niños a pesar de que habían pasado ya tres años de la muerte de su mujer, aunque en aquellos momentos lo era mucho menos que anteriormente y el hombre lo agradecía enormemente… pero aun así, era difícil para él ir con GuanLin y SeonHo y moverse por la ciudad, sin un coche, en el transporte público. Normalmente tenía que andar corriendo detrás de los dos niños por el autobús para que no molestaran a la gente y eso le servía para mantenerse completamente despierto, pero en aquellos momentos era completamente diferente a las situaciones que había vivido anteriormente.

El año anterior había tenido que recoger a GuanLin un par de veces porque se había puesto malo, pero no había tenido que quedarse al cargo de SeonHo también porque éste no había comenzado el colegio todavía y estaba en una guardería que se encontraba en el barrio donde vivían. Por ese motivo, DongHo prácticamente no daba abasto con los dos niños en ese instante, porque tenía que cuidar de GuanLin y también tenía que ir detrás de SeonHo por todo el autobús para que no molestara a nadie. No sabía qué era lo que iba a hacer con aquellos niños.

Mientras DongHo le estaba pidiendo perdón a una mujer mayor a la que SeonHo había estado dando la lata momentos antes, su hijo se escapó de su agarre y se dirigió hacia un joven con el uniforme de la marina, probablemente fascinado por el uniforme, y el hombre suspiró profundamente, inclinándose a modo de disculpa con la mujer y después fue hacia su hijo, preparado para disculparse también con aquel desconocido. Ya solo quedaban seis paradas más para llegar a su destino, así que, DongHo podría descansar tranquilo después de eso —al menos, GuanLin se había quedado dormido sobre su hombro—.

—Lo siento —le dijo al joven de la marina, dándose cuenta al acercarse a él de que éste era bastante atractivo—. No puedo controlar al niño a la vez que cuido de este otro.
            —No pasa nada —replicó el joven, cogiendo a SeonHo y colocándolo sobre sus rodillas, haciendo que el niño sonriera encantado y comenzara a jugar con sus hombreras—. Me he criado en una casa con muchos hermanos y hermanas y estoy acostumbrado a los niños, así que, mientras esté entretenido conmigo no molestará a nadie más.
            —Gracias —murmuró DongHo, realmente agradecido por aquello porque estaba bastante agotado en esos momentos.
            —Siéntate aquí conmigo —lo invitó el desconocido y DongHo no pudo negarse a aquello—. Mi nombre es MinHyun, por cierto —se presentó.
            —DongHo —respondió él.

            Y después de las presentaciones, ambos comenzaron una charla banal en la que se mantuvieron entretenidos el uno al otro, sin profundizar en nada y sin hacer preguntas que pudieran resultar incómodas hasta que la parada de DongHo fue anunciada y el hombre se levantó de su asiento, despidiéndose del joven y pidiéndole a SeonHo que se fuera con él, que ya se tenían que bajar. Sin embargo, su hijo parecía tener otros planes, porque se negó rotundamente a bajarse de los brazos de MinHyun.

            —SeonHo —llamó al niño—. Tenemos que irnos a casa, esta es nuestra parada.
            —Pero me gusta él —respondió, señalando a MinHyun, que sonrió—. ¿No nos lo podemos quedar?
            —MinHyun no es ningún animalillo herido de la calle —replicó DongHo—. Además, tendrá que ir a algún lugar, así que no podemos molestarlo. Vamos —le tendió la mano a su hijo pero éste se volvió a negar a ir con él y se agarró fuertemente al otro. DongHo puso los ojos en blanco.
            —No importa —murmuró MinHyun, dedicándole una sonrisa cálida—. De todas formas me bajaba en la siguiente parada y no está muy lejos de ésta, así que puedo bajarme aquí también con vosotros y ver qué podemos hacer para que SeonHo me deje ir.

            DongHo quiso decirle que no hacía falta, que lo único que tenía que hacer era agarrar a aquel koala y quitárselo de encima, pero MinHyun se levantó del asiento y se bajó del autobús rápidamente, sin dejar que pudiera abrir la boca. Una vez en la calle, DongHo trató de nuevo que su hijo se bajara de los brazos del otro y tuvo que prometerle que le compraría un helado para que finalmente lo hiciera y lo cogiera de la mano.

            —Muchas gracias por bregar con SeonHo —murmuró—. Me has hecho el viaje mucho más ameno.
            —No ha sido nada, tu hermano es un encanto —replicó MinHyun y DongHo no pudo evitar sentir una pequeña punzada en su corazón, como cada vez que aquello le pasaba. Era joven, tan joven que siempre tomaban a GuanLin y a SeonHo como sus hermanos menores o sus sobrinos, nadie pensaba que fueran sus hijos.
            —Son mis hijos en realidad —respondió, haciendo que el otro se sorprendiera—, pero no te preocupes, es normal que pensaras que son mis hermanos, a esta edad debería de estar todavía pensando solo en el trabajo, pero aquí estoy, trabajando y cuidando solo de mis dos hijos —DongHo exhaló un suspiro cansado.
            —Si necesitas ayuda alguna vez puedo quedarme con ellos el tiempo que necesites —ofreció MinHyun, como muchas personas se habían ofrecido antes, por pena y cortesía, así que DongHo lo rechazó.
            —Yo quiero jugar con él —dijo SeonHo, pegando saltitos a su lado.
            —Creo que a SeonHo le he caído bien —replicó el otro—, y voy a estar unos cuantos meses sin tener que ir a la base, así que no voy a tener nada que hacer y me voy a aburrir como una ostra —MinHyun le dedicó otra de sus encantadoras sonrisas—. Puedo echar una mano de vez en cuando si me dejas.

            DongHo no estaba muy seguro de aquello porque aunque de vez en cuando su madre aparecía repentinamente para ayudarlo un poco, la mujer tenía que hacerse un viaje bastante largo desde Jeju para poder ir, siempre estaba solo tratando de llevarlo todo para adelante y para él era muy difícil a pesar de que lo intentaba e intentaba. MinHyun parecía ser un buen chico y parecía tener bastante mano con los niños, además de haber encandilado a SeonHo… y seguro que sus hijos agradecían que alguien los llevara al parque o que jugara con ellos sin cansarse a los diez minutos de vez en cuando. Aun así, DongHo no estaba muy seguro de que aquello fuera lo correcto.

            —No puedo pagarte nada —le dijo a MinHyun.
            —El dinero no es problema —respondió éste—. Piensa en mí como un amigo al que le encantan los niños y que tiene demasiado tiempo libre.

            DongHo suspiró, pero finalmente aceptó la oferta de ayuda y después le dio su número de teléfono a MinHyun, recibiendo al instante un mensaje del otro, y quedando ese domingo en un parque cercano para ver si aquello era factible o no. Después de aquello se despidieron y DongHo se llevó rápidamente a sus hijos a casa porque había perdido mucho tiempo y la fiebre de GuanLin no había bajado nada, así que, antes de que se pusiera peor le dio la medicina. Mientras aquel día cuidaba de su hijo, DongHo no pudo evitar pensar en MinHyun y en que, muy en el fondo, quería que llegara el domingo pronto para volver a verlo.







Notas finales:
—Esta historia es susceptible de convertirse en un serial en el momento en el que me sienta totalmente inspirada y tenga un poco de tiempo para poder ponerme con ello.

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