Título: Five Again
Autora: Riz Aino
Parejas: WookSung (Love +
Nine) (OnlyOneOf)
Clasificación: PG
Géneros: AU, romance, humor,
fantasy, drama
Numero de palabras: 3.514 palabras
Resumen: por azares del
destino, YongSoo y WookJin vuelven a tener cinco años y JiSung es el único que
puede cuidarlos (o alternativamente, YongSoo y WookJin cabrean a un adivino,
éste les echa una maldición y JiSung tiene que bregar con las consecuencias
hasta que vuelvan a la normalidad).
Notas: en este
OriOn les preguntan a los miembros a quién elegirían para criarlo con cinco
años, a Mill o a Nine y las respuestas son tan relatables, que me dieron
esta maravillosa idea.
Comentario de autora: no podía
dejar escapar esta maravillosa oportunidad, era imposible dejarla escapar,
tenía que escribir este fic. Espero que os guste.
—¿Qué cojones?
JiSung
solo pudo decir aquello cuando entró a la habitación que su novio compartía con
un amigo en la residencia. WookJin le había mandado un mensaje de auxilio que
había tardado un rato en descifrar por lo que su novio le había querido decir y
por eso había acudido allí lo más rápido que había podido. De todas las cosas
que se le habían ocurrido por el camino que les podía haber pasado a aquel par
de idiotas, lo único que no había pensado porque era absurdo era la situación
que tenía ante él.
Porque
ante JiSung se encontraban dos niños de cinco años, llorando y malhumorados.
Dos niños que no podían ser nadie más que su novio WookJin y su mejor amigo
YongSoo, porque JiSung había visto fotos de ambos cuando eran pequeños, los
padres de WookJin le habían enseñado miles y en ellas siempre estaban los dos,
haciendo trastadas. Dos niños que ya no estaban en fotos del pasado, sino que
se encontraban ante él, en el presente, cada uno sentado en su cama, el mundo
viniéndoseles encima por aquello. JiSung siempre había pensado que cosas como
aquella solo ocurrían en las películas… pero estaba claro que, de alguna forma,
el mundo del cine —o de la literatura— no estaba tan alejado de la realidad
como podía parecer en un principio porque allí se encontraba la prueba viviente
de ello.
—Hyung
—lloró WookJin en cuanto lo vio, alzando los brazos hacia él.
Inmediatamente,
sin pensarlo, JiSung corrió hacia la versión en miniatura de WookJin y lo cogió
en brazos. El niño se enganchó a su cuello y comenzó a llorar mucho más alto,
desconsoladamente, mientras JiSung intentaba calmarlo, meciéndolo un poco en
sus brazos y diciéndole las cosas más tranquilizadoras que se le ocurrían en
aquellos momentos. Nunca se había visto en la tesitura de tener que calmar a un
niño porque en su familia no había habido niños pequeños a su alrededor y
tampoco le gustaban demasiado, de hecho, una de las cosas que más le gustaban
de ser gay era que daba igual que hubiera algún percance con los condones
porque no podía embarazar a nadie y así no tenia que criar a ningún churumbel.
Pero allí estaba, tratándolo, porque primero tenía que calmar a aquellos dos
niños y después suponía que debía encontrar la forma de saber qué era lo que
narices había sucedido para que ambos estuvieran de aquella guisa. No obstante,
no había llegado a calmar del todo a WookJin, cuando YongSoo comenzaba a llorar
más y más fuerte. Sin saber qué hacer ni a qué atender, acabó sentándose en la
cama de YongSoo, con WookJin todavía encajado en su cuello llorando,
ofreciéndole su brazo libre al chico para que se abrazara a él también y el
otro niño se abrazó con sus diminutas manos a su cintura, hundiendo su cara en
su costado para seguir llorando. Probablemente cuando terminara con aquello,
JiSung tendría que tirar aquella camiseta a la basura porque entre las
lágrimas, los mocos y las babas de los dos enanos, estaba seguro de que le
salía más rentable eso que tratar de lavarla y que se quedara bien.
Las
versiones en miniatura de WookJin y YongSoo tardaron un buen rato en calmarse y
JiSung agradeció muchísimo que los dormitorios de aquella residencia estuvieran
hechos bastante a prueba del ruido porque eran para los estudiantes de los
departamentos de música, porque de no ser así, ya habrían llegado al lugar
hasta los medios para retransmitir que dos alumnos de aquella universidad se
habían transformado en niños de cinco años de la noche a la mañana por lo
escandalosos que habían sido mientras lloraban. Y aunque agradecía que nadie se
hubiera enterado de aquel menester, a JiSung casi le sangraban los tímpanos por
los berridos. No obstante, después de llorar y llorar con toda la fuerza de sus
pulmones, los niños finalmente se calmaron en sus brazos lo suficiente como
para que JiSung pudiera comenzar a hablar con ellos para tratar de averiguar
qué era lo que había pasado.
—¿Podéis
contarme lo que ha pasado? —les preguntó.
WookJin
finalmente salió del escondite había sido su cuello y asintió, así que, JiSung
lo cogió y lo soltó en la cama, junto a YongSoo, y él se acomodó mejor, para
poder encararlos a ambos, tratando de mostrarse sensato y calmado como el único
adulto responsable que había en aquellos momentos en la habitación —y que
siempre había habido en aquel lugar—.
—¿Qué
ha pasado? —volvió a preguntar, de forma suave, para que no se tomaran la
pregunta como un regaño.
—Nos…
nos… hemos… despertado así —respondió WookJin, sorbiendo los mocos entre
palabra y palabra.
—Pero…
algo tuvo que pasar antes —murmuró JiSung, mirándolos a ambos—. No te
despiertas siendo un niño pequeño una mañana sin más.
YongSoo
y WookJin se miraron y JiSung contuvo el aliento porque no sabía qué era lo que
podía esperarse como respuesta. La vida universitaria de aquellos dos que tenía
ante él era un auténtico caos, así que, cualquier locura que le dijeran, podía
ser perfectamente la causante de esa situación y él tenía que prepararse
mentalmente para ello.
—Ayer…
fuimos a un adivino… —dijo YongSoo, dándose con las manos en los ojos y la
nariz, restregándoselos—. Nos echó una maldición.
JiSung
se había imaginado cosas locas, porque cualquier locura podía ser lo que había
hecho que aquellos dos estuvieran de esa forma… pero en la vida podría haberse
imaginado que la causa de aquello era una maldición de un adivino. JiSung ni
siquiera creía en cosas como aquella y se apostaba todo lo que tenía a que ni
YongSoo ni WookJin lo hacían. ¿Por qué habían ido entonces a un adivino y qué
era lo que habían hecho allí para que éste les echara una maldición como
aquella? Bueno… y lo más importante, ¿qué era lo que se suponía que debían de
hacer para volver a la normalidad y cuánto tiempo duraría esa situación? Porque
JiSung estaba allí aquel día porque se lo había tomado libre un poco después de
haber estado toda la semana dándole caña como loco al doctorado, pero tenía
otras obligaciones que cumplir en su vida y no podía hacerse cargo de no solo
un niño de cinco años, sino de dos. Aquello era una auténtica locura se mirara
por donde se mirase. Quiso pasarse las manos por la cara, frustrado, tirarse de
los pelos y arrancarse los ojos… pero no hizo nada de eso, no, JiSung era la
única persona responsable en aquel lugar, así que, solo suspiró profundamente
antes de volver a hablar.
—¿Qué
pasó allí? —les preguntó, aunque lo que quería preguntarles era en realidad “¿qué
cojones habéis hecho para cabrear a un puto adivino?” y también “como no hay
personas en el mundo que son fraudes totales haciéndose pasar por adivinos,
habéis tenido que dar con el único de verdad, que tiene los poderes místicos
suficientes para convertiros en unos enanos”—. Algo tuvo que pasar —añadió, al
ver cómo ninguno de los dos le contestaba—. No me obliguéis a llamar a TaeYeob,
que sé que anoche pasó un rato con vosotros.
Los
dos niños volvieron a mirarse de nuevo y JiSung supo a la perfección que
aquella era una de esas miradas en las que WookJin y YongSoo planeaban cosas.
Los llevaba conociendo mucho tiempo y se había percatado de aquello, pero ellos
llevaban muchísimo más tiempo conociéndose, prácticamente desde la cuna y
siempre que habían hecho alguna trastada, se miraban de aquella forma para dar
una versión en la que exculparse de absolutamente todo. La madre de WookJin se
lo había contado y él la había vislumbrado en un montón de ocasiones, así que,
antes de que terminaran de entenderse, volvió a hablar.
—Quiero
la verdad… —les dijo—. Porque si no decís la verdad os vais a quedar así para
siempre.
Tanto
WookJin como YongSoo abrieron los ojos como platos. Parecía que entendían lo
suficiente la situación como para saber que, si se quedaban de aquella forma,
no les iba a traer nada bueno y al final, cuando se decidieron a hablar, lo
hicieron con lo que JiSung imaginó que debía ser la verdad.
—Nos
reímos de él —le contó YongSoo.
—Tú
te reíste primero —replicó WookJin.
—¡Mentira!
¡Fuiste tú! —respondió YongSoo, poniéndose colorado por el enfado.
Ambos
niños comenzaron entonces una serie de acusaciones sobre lo que había pasado la
noche anterior y JiSung trató de mantenerse lo más serio posible mientras
escuchaba las dos versiones, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa
apareciera en su rostro porque aquellos dos —a pesar de ser unos completos
idiotas de adultos— de niños eran una monada escandalosa. Las acusaciones
siguieron durante unos momentos, hasta que se cansaron y respirando
agitadamente, con pucheros en sus labios, finalmente dejaron de gritar. JiSung
mandó al fondo de su mente las ganas de comérselos a besos porque eran
adorables y volvió a serenarse para tratar de razonar con ellos —o al menos
razonar todo lo que se podía razonar con dos niños de cinco años—.
—Lo
mejor que podemos hacer es ir al adivino —les dijo—. ¿Dónde es?
WookJin
y YongSoo se miraron de nuevo, pero esta vez como si no tuvieran ni idea de
cómo contestar a la pregunta, al menos hasta que a YongSoo pareció encendérsele
la bombilla y buscó entre las sábanas su teléfono móvil, enorme entre aquellas
manos diminutas, para teclear algo y después dárselo a JiSung. Éste lo tomó y
pudo ver cómo había una dirección en el maps. La noche anterior lo debían de
haber buscado y la búsqueda se había quedado guardada. JiSung quiso revolverle
el pelo y decirle a YongSoo que era un niño muy listo, pero sabía que muy
probablemente el niño lo iba a odiar y, cuando volvieran a ser normales, ambos
se lo iban a echar a la cara, así que, se detuvo y se auto contuvo de hacerlo.
—Muy
bien… no tengo ni idea de cómo vamos a salir de aquí sin que nos vean, pero
bueno, tendremos que salir e ir hasta aquí —les dijo.
Por
suerte, las ropas con las que WookJin y YongSoo dormían habían encogido con
ellos y, por suerte, éstas eran decentes porque se habían quedado dormidos con
la ropa que se habían puesto el día anterior para salir, así que, al menos no
llamarían tantísimo la atención. Si alguien preguntaba qué hacía allí con dos
niños, podría decir que eran sus hermanos, que se los había dejado sus padres
allí mientras hacían algo en la ciudad.
—Algo
importante —les dijo a los niños antes de salir por la puerta de la habitación—.
Vamos a ir de la mano todo el camino, queráis o no.
Los
dos hincharon sus mejillas e hicieron pucheros, disgustados, pero JiSung no se
bajó de aquel burro y, hasta que los niños no le prometieron que lo harían, no
abrió la puerta. Con WookJin agarrando su mano derecha y YongSoo agarrando su
mano izquierda, salieron de la habitación y caminaron por los pasillos de la
residencia sin mucho problema. Se toparon con algunas personas, pero ninguno de
ellos les cuestionó nada, probablemente imaginándose que serían sus hermanos y
que él residía allí también. Salieron del edificio también sin mucho problema y
se dirigieron a la parada del primer autobús que tenían que coger para llegar
hasta el local del adivino que los había convertido en niños. Al principio,
tanto el uno como el otro se comportaron bastante bien y JiSung casi no se lo
podía creer porque incluso con más de veinte años aquellos dos nunca se habían
comportado como personas normales, pero pronto empezaron a hacer de las suyas.
JiSung no pudo contar las veces que se soltaron de sus manos, tampoco pudo
contar las veces que tuvo que correr detrás de ellos y menos pudo contar las
veces que les gritó que los iba a comenzar a tratar como perros y a colocarles
correas cada vez que no le hacían caso… pero a pesar de todos los
contratiempos, finalmente llegaron a su destino, tardando dos veces más de lo
que lo habrían hecho si los niños se hubieran comportado. Para cuando llegaron,
los niveles de estrés de JiSung estaban por las nubes y estaba a punto de
perder la poca paciencia que todavía le quedaba. No obstante, agarró las manos
de los niños con fuerza para que no pudieran escaparse de él e inspiró profundo
antes de entrar.
El
lugar era oscuro y estaba plagado de todo tipo de objetos ceremoniales y
“mágicos” y los tres caminaron en silencio por todo aquello hasta que llegaron
al final del local, donde se encontraba el adivino sentado tras una mesa baja
de café, sin apartar la mirada de ellos. JiSung pudo ver que el señor ante
ellos había reconocido a los dos bichos que lo acompañaban y que su gesto
cambió, como si estuviera de mal humor. Aquello no era bueno, así que, JiSung
trató de componer en su rostro su mejor y más encantadora sonrisa. Todo el
mundo le decía que tenía una sonrisa que le gustaba a todo el mundo y que
obraba maravillas en todos, WookJin de hecho, cuando lo había conocido, le
había dicho que su sonrisa era una de las cosas que habían provocado que se
interesara por él, así que, era su mejor arma… pero el señor no pareció
asombrado por ella, siguió con aquella expresión de enfado en su rostro hasta
que llegaron ante él.
—Mmmmm…
buenas tardes… —dijo—. Creo que sabe por qué estamos aquí —el adivino asintió y
JiSung tragó saliva—. Mmmmm… estoy seguro de que lo que hicieron y dijeron no
fue lo más correcto y estoy de acuerdo en que merecían un castigo, pero después
de casi todo el día de esta forma… creo que han debido de aprender la lección —contó—.
Y si no la han aprendido, no se preocupe, que yo no me cansaré de repetírsela
para que no se les olvide jamás —añadió, al ver que éste no reaccionaba—. Somos
todos universitarios y ellos empiezan los exámenes en breves y yo tengo un
doctorado que acabar, no me puedo hacer cargo de dos niños de cinco años… y sus
familias… ¿qué dirán sus familias cuando se den cuenta de que han vuelto a
tener cinco años? Porque no podremos ocultarlo por mucho tiempo porque es
completamente inevitable que al final se enteren de…
JiSung
tuvo que callarse porque el adivino se llevó el dedo índice a los labios y lo
detuvo de aquella forma. El hombre los miró durante unos momentos fijamente a
todos y suspiró profundamente antes de hablar.
—La
maldición solo dura un día —le dijo—. En cuanto pase ese tiempo, volverán a ser
normales y espero que para ese momento hayan aprendido la lección de no
insultar ni tratar como una tontería la magia de los ancestros.
JiSung
no pudo ser más feliz cuando escuchó aquellas palabras y le dio las gracias una
y mil veces al adivino por aquello, asegurándole una y otra vez que los dos
habían aprendido la lección he hizo a los niños disculparse con él
sinceramente. La disculpa no sonó del todo sincera, pero el adivino pareció al
menos contentarse con ella y JiSung salió lo más rápido posible del lugar,
tirando de WookJin y de YongSoo antes de que pudieran hacer alguna cosa que
ofendiera al adivino por segunda vez en menos de veinticuatro horas. Lo único
que tendrían que hacer era volver a la habitación que éstos compartían en la
residencia y esperar a que el tiempo pasara para que todo volviera a ser como
antes. JiSung se quedaría con ellos para asegurarse de que no hicieran ninguna
locura y todo pasaría en un abrir y cerrar de ojos… o al menos eso era lo que
JiSung se pensaba.
—Tenemos hambre —dijo WookJin cuando iban de
camino a la residencia y los dos niños se plantaron en mitad de la calle,
negándose a moverse hasta que no fueran a comer.
Si
no habían comido nada desde la noche anterior era normal que tuvieran hambre y
como tampoco podía hacer otra cosa, al final JiSung acabó llevándolos a una
cadena de comida rápida para que comieran algo y se entretuvieran con los
juguetes que daban como regalo del menú infantil. Estaban a finales de mes y no
le quedaba mucho dinero, así que, en aquel lugar mataba dos pájaros de un tiro,
les daba algo de comer a los niños y los mantenía entretenidos jugando un rato
hasta que se cansaran y volvieran a la residencia. Durante la comida, JiSung
tuvo que gastar cuidado de ellos porque dos niños de cinco años muy revoltosos comiendo
con las manos y teniendo mucho kétchup a mano eran un peligro, pero más o menos
se las apañó para que todo saliera bien. Llevarlos al baño fue toda una odisea,
pero también lo consiguió a pesar de todo. Tratar de que no se le escaparan en
el parque fue otra odisea, sobre todo, porque después de la comida habían
recargado las pilas y estaban aún más activos y no se los podía domar… no obstante,
JiSung dio todo de sí mismo y acabó llevando de vuelta a YongSoo y WookJin
hasta la residencia, volviendo a la habitación sin que nadie les cuestionara
absolutamente nada.
Se
les había ido prácticamente toda la tarde en el camino de vuelta y JiSung
estaba agotado, pero todavía quedaban unas cuantas horas para que la maldición
se revocara.
—Nos
aburrimos —dijo YongSoo.
Y
para mantenerlos entretenidos, JiSung cogió el portátil de WookJin y les puso
la última película de Disney. Mientras que los niños estaban enganchados a
ella, JiSung bajó a la tienda de la esquina a comprar un par de cosas para la
cena porque en la habitación lo único que tenían era una mini nevera y con eso
no podían preparar nada. Cuando volvió a la habitación, los niños seguían
viendo la película enganchadísimos y al final JiSung también se enganchó a
ella. Cenaron las cuatro cosas envasadas que había comprado y, al darse cuenta
de que WookJin y YongSoo estaban completamente agotados, bostezando y con los
ojillos vidriosos, los obligó a lavarse los dientes y después los metió en la
cama de YongSoo, que estaba más lejos de la puerta y tenían que pasar por
delante de sus narices si por algún casual querían hacer alguna trastada
nocturna, para que durmieran. No obstante, aún estando cansados, los dos le
protestaron porque no querían dormir.
—No
tenemos sueño —dijo WookJin, bostezando.
—No
quiero dormir —replicó YongSoo, también bostezando.
—Pero
tenéis que dormir para volver a ser como antes —los intentó persuadir para que
se echaran a dormir—. Sino seguiréis siendo niños para siempre.
—Ser
niño es divertido —contestó WookJin.
—Pero
siendo niño no puedes hacer ni la mitad de las cosas que haces siendo adulto —le
respondió. WookJin pareció meditarlo durante un tiempo y después asintió,
dándole la razón—. ¿Ves? Ahora a dormir.
—Duerme
con nosotros —le dijo YongSoo.
Los
dos niños le pusieron ojitos y le hicieron muchos pucheros para que se subiera
con ellos a la cama y JiSung al final no se pudo negar porque, aunque le habían
dado mucho trabajo durante todo el día, eran adorables y no podía decirles que
no. la cama era estrecha para una persona de normal y cuando JiSung se había
quedado a dormir con WookJin otras veces, se habían tenido que apretujar
muchísimo para caber bien en el colchón, en aquella ocasión no fu tan
complicado porque las versiones de cinco años de YongSoo y WookJin no ocupaban
mucho espacio, así que se durmieron, agotados porque aquel día había sido una
completa locura. Solo a mitad de la noche, cuando la maldición comenzó a
revertirse y sus cuerpos comenzaron a crecer de nuevo hasta ser los normales,
la cama se les quedó pequeña y todos se despertaron por ello, pero sin decir ni
una palabra, se apretujaron para seguir durmiendo, todos con una sonrisa de
oreja a oreja porque aquella locura por fin se había acabado y WookJin y
YongSoo finalmente habían dejado de tener cinco años otra vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario