Título: Little Monster
Autora:
Riz Aino
Parejas:
KyuWook (KB + Love) (OnlyOneOf)
Clasificación:
NC–17
Géneros:
AU, smut, pwp
Numero de palabras:
3.370 palabras
Resumen:
KyuBin tiene que luchar todos los días contra sí mismo y contra todas las
tentaciones que WookJin le pone por delante.
Advertencias:
conflictos de fe, mención a tentaciones del demonio y relaciones sexuales
explícitas.
Notas: viendo la
letra de la canción Monster
de Red Velvet IRENE & SEULGI, se me ocurrió que podía hacer algo inspirado
en ella y, nada más tener ese pensamiento, esto comenzó a cobrar vida.
Comentario de autora:
al principio tenía la idea, pero no tenía ship para ella y cuando pensé en cual
vendría mejor para la historia, no me pude sacar de la cabeza a estos dos.
Espero que os guste.
Little
Monster
La voluntad de Dios es que sean santificados; que se
aparten de la inmoralidad sexual; que cada uno aprenda a controlar su propio
cuerpo de una manera santa y honrosa, sin dejarse llevar por la pasión de la
lujuria…
1 Tesalonicenses 4:3-5
(For this is the will of God, your sanctification: that you
abstain from sexual immorality; that each one of you know how to control his
own body
in holiness and honor, not in the passion of lust…
1 Thessalonians 4:3-5)
KyuBin llevaba varios años preparando su cuerpo y su alma
para poder estar más cerca de Dios. Siempre había tenido problemas con ello
porque, a pesar de estar determinado en cumplir con la promesa que le había
hecho a la divinidad cuando su madre había acabado despertando después de un
largo coma tras un accidente, su cuerpo y su mente eran demasiado débiles y
muchas veces se había encontrado en situaciones en las que había podido
alejarse de las tentaciones del demonio a duras penas. Siempre lo había hecho;
no obstante. Siempre se había podido alejar de todas las tentaciones que el
demonio había puesto en su camino y de todas aquellas experiencias había
aprendido algo y se había fortalecido con cada una de ellas poco a poco… aunque
seguía siendo demasiado débil y en aquellas jornadas juveniles que había
organizado ese verano su congregación, estaba siendo puesto a prueba por uno de
los chicos que estaban asistiendo a ellas.
Jung WookJin… la encarnación del demonio y el pecado.
Desde el primer día, cuando el chico había entrado a la
habitación que iban a compartir ambos durante aquellas dos semanas de jornadas,
había sabido que iba a pasarlo mal y que iba a tener que hacer uso de todas sus
capacidades para que cuando volvieran a casa no tuviera que ir a alguna iglesia
lejana, donde nadie lo conociera, para confesarse por los pecados que habría
cometido. El chico era muy guapo, muy simpático, tenía un cuerpo trabajado que
provocaba envidia y deseo y, además, había dejado claro desde el primer
instante, que no estaba allí porque quisiera, como los demás. No estaba allí en
aquellas jornadas para acercarse a Dios ni para limpiar ni purificar su alma y
su cuerpo… había ido allí obligado por si familia. Eso era lo que le había
contado nada más entrar a la habitación y tirarse sobre una de las camas. Sus
padres, al enterarse de que era gay porque lo habían pillado acostándose con un
tío un día que habían llegado a casa antes de lo previsto, lo habían mandado
allí para que reflexionara sobre sus actos y se comunicara con Dios, pero él no
tenía intención de hacerlo. En ese mismo momento, KyuBin supo que había
encontrado su mayor tentación y su perdición.
Él sí que había ido a aquellas jornadas para encontrarse
más cerca de Dios, para tratar de comunicarse con él y para encontrar la
fortaleza que todavía le faltaba para poder seguir el camino que se había
marcado en su vida, aquel camino tomando la mano de Dios. Él sí que quería
aprovechar aquellas semanas para purificar su alma y su cuerpo y buscar una paz
interior que en la capital no encontraba. Sin embargo, estando WookJin allí,
KyuBin supo que iba a tener que concentrar todas sus energías en no caer en la
tentación y en el pecado junto a el chico… y no se había equivocado.
Solo había pasado una de las dos semanas que tenían que
estar en aquel lugar y KyuBin había sentido cada segundo de esa semana que el
demonio lo estaba tentando, probando, tomando la forma de Jung WookJin. A cada
lugar al que iba, allí estaba el chico, sonriéndole de forma encantadora,
acercándose, pegándose a su cuerpo, hablándole de mil y una cosas de las que
KyuBin no tenía ni idea y, sobre todo, flirteando con él cada vez que podía,
incluso creando oportunidades para ello. Durante todo el tiempo que había
tratado de seguir los mandatos de Dios, jamás había tenido una prueba tan
difícil a superar y cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo que pasaba
junto a WookJin, sentía que su mente iba volviéndose cada vez más y más débil,
queriendo caer en la tentación que el chico le suponía.
Porque WookJin era guapo, muy guapo. Tenía los ojos de
color oscuro, casi negros, una nariz larga y unos labios que le parecían
demasiado suaves. Más de una vez y mas de dos, KyuBin se había sorprendido a sí
mismo observando aquellos labios con deseo, sobre todo cuando el chico se
untaba cacao porque en esos momentos era cuando más le apetecía saber qué era
lo que sentía al besarlo, cual era el sabor de aquellos labios. Siempre acababa
recobrando la cordura, siempre desechaba todos los pensamientos obscenos que
pasaban por su mente cuando el chico estaba a su lado, cuando insinuaba cosas o
cuando simplemente le guiñaba un ojo. KyuBin se recordaba a sí mismo qué él
había ido a aquel lugar a encontrar la paz que la ciudad no le dejaba encontrar
y así comunicarse mejor con Dios. Había ido allí para poder cumplir con la meta
que se había establecido y debía ser fuerte para ello.
Alejarse del pecado le fue demasiado difícil. No atender
a las demandas de aquel pequeño demonio que se había cruzado en su camino era
casi imposible… pero KyuBin lo trató y trató… hasta que ya no pudo contenerse
por más tiempo de caer en aquella tentación llamada Jung WookJin.
Era tarde por la noche cuando finalmente fueron liberados
de las actividades de aquel día y la mayoría de los participantes de aquellas
jornadas decidieron volver simplemente a sus habitaciones. KyuBin, que había
estado pasando calor durante todo el día, debido al aumento de las temperaturas
aquella semana y a que WookJin había sido particularmente insistente con él
aquel día, decidió que darse una ducha era lo mejor que podía hacer, por eso,
cogió su neceser de la habitación al volver y fue hasta las duchas comunes de
aquel lugar, metiéndose en la última de todas porque tenía un principio de
erección y se iba a pasar un buen rato bajo el agua fría hasta que ésta bajara
y no le apetecía que ninguno de los asistentes a las jornadas pasara por allí y
se preguntaran qué era lo que lo mantenía tan ocupado para tardar tantísimo en
salir de allí. Al menos, aquel había sido su plan, pero su plan se vio truncado
por WookJin.
KyuBin apenas había entrado en la ducha y había cerrado
aquella puerta de cristal opaco, sacando sus cosas de su neceser para ducharse,
cuando ésta se abrió y por ella entró el chico, completamente desnudo y con una
sonrisa pícara que provocó un escalofrío en el mayor. Sin embargo, una vez la
sorpresa inicial se le pasó, un creciente enfado fue lo que comenzó a sentir.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó, en apenas un susurro
porque no quería que nadie que estuviera en las duchas lo escuchara; no
obstante, en aquel susurro volcó todo el enfado que tenía en aquellos momentos.
—Quería ducharme —contestó WookJin, encogiéndose de
hombros, como si nada, pero con un brillo salvaje en sus ojos negros.
—Hay decenas de duchas libres —replicó KyuBin, notando
cómo el enfado seguía creciendo en él porque el chico estaba haciendo aquello
para torturarlo, a conciencia, sabiendo que provocaba cosas en él que no debía
de sentir porque ambos eran tíos—. Fuera —siseó, esperando que de aquella
formar el otro saliera de allí.
—Quería ducharme contigo —respondió WookJin, como si con
aquella aclaración bastase para que KyuBin dejase de estar cabreado, pero lo
único que hizo fue volverlo todo peor.
WookJin se colocó más cerca de su cuerpo, sin dejar de mirarlo
de arriba abajo, con aquella sonrisa pícara que lo invitaba a pecar con él,
abriendo el grifo para que el agua de la ducha comenzara a caer sobre ellos.
KyuBin pudo ver cómo el chico se relamía los labios cuando el agua comenzó a
bajar por su cuerpo y por un segundo se le olvido el enfado y se sintió
orgulloso porque su cuerpo trabajado estaba despertando un deseo absoluto en
aquel que tenía delante, pero solo fue un segundo, porque en el instante en el
que el chico alzó su mano derecha para alcanzar su brazo y tocar su músculo,
éste volvió. Rápidamente, apartó la mano de WookJin, cogiéndolo por la muñeca e
inmovilizando su brazo contra los azulejos de la ducha.
—WookJin, vete —siseó de nuevo—. O no me haré responsable
de mis actos —amenazó.
KyuBin pensó que diciéndole aquello, el chico finalmente
se alejaría de él y saldría de la ducha, pero se equivocó por completo con su
predicción. Sus palabras no solo no asustaron a WookJin lo suficiente como para
sacarlo de allí, sino que encima provocaron que el brillo de su mirada se
volviera aún más salvaje y, con la mano que no estaba retenida por KyuBin,
aprovechó para agarrarlo por la cintura para pegarlo a su cuerpo, provocando
que no hubiera ni un solo centímetro entre ellos, para después susurrarle de
forma provocativa.
—Me encantaría verlo.
Realmente, WookJin era el demonio encarnado que había ido
allí para ponerlo a prueba y KyuBin estaba muy harto de aquella situación, así
que, decidió que aquella noche debía de darle una lección al chico, una lección
que ninguno de los dos olvidaría porque aquello sería una mancha en su vida,
una mancha que por mucho que quisiera frotar para que desapareciera, nunca lo
haría, pero ya se había quedado sin opciones. Aquel lugar no era el más idóneo
tampoco porque en cualquier momento podía aparecer alguien y sorprenderlos,
pero KyuBin no podía soportarlo más y entre el enfado y aquello que se había ido
acumulando en su interior en los últimos días debido al chico que tenía
delante, acabó actuando de forma vergonzosa.
KyuBin cogió con su mano libre aquella con la que WookJin
había agarrado su cintura y la llevó por encima de su cabeza, para hacerla
descansar junto a la otra, sujeta contra los azulejos, para inmovilizarlo y,
justo después, se inclinó hacia delante para tomar sus labios con los suyos en
un beso salvaje y desesperado. Hacía tiempo que KyuBin no besaba a nadie, desde
que había hecho aquella promesa y al principio tuvo que coger el ritmo, tuvo
que volver a acostumbrarse a la sensación de otros labios que se movían contra
los suyos, suaves, pero firmes, demandantes, queriendo aún más de lo que KyuBin
daba. Los labios de WookJin se movían sobre los suyos, su lengua buscaba la
suya sin ningún pudor, al contrario que él, el chico estaba más que
acostumbrado a besar y KyuBin finalmente tuvo que romper el beso antes de que
fuera tarde, demasiado tarde, y acabara perdiéndose en él.
Alejándose de aquellos labios que lo invitaban a pecar,
alejándose del rostro de WookJin lo suficiente como para que éste no pudiera
seguir su movimiento y continuar con el beso. En el rostro del chico apareció
una expresión de disgusto porque probablemente quería continuar con los besos,
pero KyuBin quería acabar con aquello cuanto antes, antes de que nadie pudiera
verlos allí. Introdujo su mano izquierda entre sus cuerpos, bajando por el estómago
del chico, notando que estaba bastante trabajado, rozando con las yemas de sus
dedos los músculos del chico hasta llegar a la zona de su entrepierna, donde
inmediatamente tomó su miembro y comenzó a tocarlo. Nunca había tocado el pene
de otro tío y llevaba demasiado tiempo sin tocar el suyo, pero sabía qué era lo
que debía hacer, recordaba perfectamente cómo y dónde tocar para dar placer y
WookJin parecía ser muy sensible a su toque.
Era extraño. Era demasiado extraño estar tocando a otro tío,
pero en el fondo, KyuBin sentía que disfrutaba. Disfrutaba de cómo cada
caricia, cada roce, hacían que WookJin tuviera diferentes reacciones y KyuBin se
sentía incluso orgulloso por estar provocando en él aquellas reacciones. La
forma en la que el chico se mordía el labio inferior, con fuerza, tratando de
que ningún sonido escapase de su boca, entendiendo perfectamente en el lugar en
el que estaban y que no podía hacer ruido si no quería que los descubrieran; la
forma en la que sus ojos se cerraban imbuidos de placer; la forma en la que
aquellos ojos oscuros, cuando estaban abiertos, lo miraban brillantes,
queriendo mucho más, salvajes… todo aquello provocaba que KyuBin se sintiera
bien, como si lo que estaba haciendo en aquellos momentos no fuera contra las
leyes divinas que había tratado de acatar en los últimos años de su vida. Y,
aunque fuera extraño, aunque no estuviera actuando como debería y estuviera
haciendo algo de lo que se arrepentiría en cuanto recuperara del todo su
consciencia, KyuBin no podía dejar de tocar a WookJin.
El chico cada vez estaba más duro, cada vez le costaba
más mantener la compostura, cada vez jadeaba mucho más fuerte, no pudiendo
respirar de forma normal, correctamente. Le faltaba el aire y abría su boca.
Sin embargo, KyuBin no podía dejar que los descubrieran. El agua seguía
corriendo sobre ellos, opacando la mayoría de los sonidos que WookJin emitía,
pero no lo suficiente. Por eso, KyuBin acabó soltando los brazos de WookJin que
seguía manteniendo sujetos contra los azulejos para poder llevar su mano hasta
la boca del chico, ahogando contra su palma cualquier sonido que éste pudiera
hacer. No obstante, los ojos de WookJin se fijaron en los suyos, entrecerrados,
su ceño fruncido, enfadado. KyuBin también estaba enfadado, enfadado con el
chico porque no se había detenido hasta que habían acabado en aquella situación
y, por ello estaba haciendo aquello; sin embargo, el chico no parecía contento
con la forma en la que estaba acallando sus gemidos. La lengua de WookJin mojó
la palma de su mano y KyuBin retiró la mano de su boca por acto reflejo,
inmediatamente después, las manos de WookJin inmovilizaron su rostro,
agarrándolo, para después acercarse a él y plantar un nuevo beso en sus labios,
desesperado, lleno de jadeos y respiraciones, de gemidos que eran ahogados en
la boca de KyuBin mientras éste no dejaba de mover su mano contra el miembro
del chico, envolviéndolo, tocándolo con las yemas de sus dedos, buscando
dejarlo al borde del abismo.
Un pequeño temblor en su miembro y la completa
inmovilidad de su boca contra la suya fueron los indicadores iniciales del
orgasmo de WookJin justo antes de que se produjera, corriéndose entre ellos, en
sus estómagos, soltando un débil gemido que fue ahogado por la boca de KyuBin.
Escalofríos comenzaron a recorrer su cuerpo y se agarró a los hombros de KyuBin
para sujetarse, perdido en el placer que acababa de experimentar. Con el
miembro del chico todavía en su mano, deshinchándose lentamente, la mente de
KyuBin comenzó a funcionar a toda velocidad, recobrando la consciencia.
Inmediatamente se alejó del cuerpo de WookJin, pegándose
contra la otra pared de azulejos de la estrecha ducha, provocando el que el
chico perdiera su apoyo y cayera de rodillas.
KyuBin no podía creer lo que acababa de hacer. Acababa de
sucumbir al pecado, acababa masturbar a WookJin en las duchas comunes, donde
todo el mundo podía verlos simplemente porque el comportamiento de éste durante
toda la semana lo había tenido al borde del abismo y no había podido contener
sus instintos más primitivos. Se había alejado del camino que había elegido, se
había alejado de Dios con aquella simple acción y en su consciencia aquello le
iba a lacrar toda la vida. Porque nada de lo que había hecho en los últimos
años había servido para nada, porque nada de lo que había tratado de conseguir
iba a poder hacerse realidad después de haber acabado siendo consumido por los
placeres carnales, además con otro hombre.
Tenía que salir de allí inmediatamente. Tenía que irse de
aquel lugar, de aquellas jornadas a las que había ido a purificarse, pero en
las que había acabado cayendo al segundo de los círculos del infierno, donde
iban aquellos que habían sucumbido a la lujuria, con su alma condenada por toda
la eternidad por no haberse detenido a tiempo. Podría haberse ido cuando
WookJin había entrado a la ducha, después de dejar claras sus intenciones,
podía haber inspirado hondo y haberse alejado de él… podría haber hecho tantas
cosas antes de caer en la tentación de aquel pequeño demonio, pero no había
hecho nada de eso.
—KyuBin hyung… —susurró WookJin, sacándolo de sus
pensamientos.
KyuBin miró hacia abajo, encontrando al chico respirando
con dificultad, pero con sus ojos brillando como si acabara de tener el momento
más increíble de su vida. Durante un segundo, no pudo evitar pensar en que
había sido él quien había dejado a WookJin completamente débil después de
haberlo hecho alcanzar el clímax, débil, satisfecho, con un deseo apenas
contenido que no terminaba de aplacarse, en su mirada, una mirada que lo
desarmó por completo. Aquello lo devolvió a la realidad de nuevo y supo que
tenía que salir de allí, aquella vez tenía que alejarse de él para no volver a
caer en aquella tentación.
—KyuBin hyung —susurró de nuevo WookJin, haciendo
el esfuerzo por levantarse del resbaladizo plato de ducha. Casi sin pensarlo,
le tendió la mano y lo ayudó a alzarse—. No pienses, no pienses… solo haz lo
que quieras hacer y no vivas una vida en la que no puedas hacer lo que más
quieres…
Las palabras del chico cayeron sobre él como un jarro de
agua fría. Había tratado durante los últimos años vivir cumpliendo con aquella
promesa que había hecho, tratando de alejarse del mal camino y simplemente
siendo lo más correcto posible, siguiendo los mandatos de Dios hasta el último
punto y la última coma. Se había alejado de cualquier cosa que quisiera hacerlo
pecar y lo había hecho para no volver a sentirse culpable porque su madre había
acabado en aquel accidente por él, porque él había estado alejándose del buen
camino. Todo lo que había hecho desde entonces había sido por ambos, pero todo
había sido echado por tierra por WookJin en aquella semana, con sus
insinuaciones y con sus palabras unos momentos antes… porque era verdad, no
había estado viviendo en los últimos años.
KyuBin suspiró profundamente. Su cuerpo y su mente
siempre habían sido débiles, él lo había sabido desde el primer momento, pero
lo había tratado, había tratado con todas sus fuerzas cumplir la promesa que le
había hecho a Dios y finalmente no había sido capaz de hacer absolutamente
nada, solo había acabado cayendo en la más absoluta de las tentaciones cuando
había estado a punto de alcanzar el cielo. Y ahora se sentía bien, en calma,
después de darse cuenta de que no había respirado con tranquilidad desde que
había hecho aquella promesa, no había sido él mismo y quería volver a serlo.
Notas finales:
—La autora siente haber
escrito otra historia con este tipo de dilemas morales y de fe, realmente ni
siquiera iba a formar parte de la colección en un principio, pero no me pude
resistir porque casaba de forma tan perfecta con la temática que era necesario
escribirla.
—El segundo círculo del
infierno del que hablo es el descrito por Dante en la Divina Comedia, por si
queréis saber de qué va la cosa.
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