Título: Freezing cold (but we’ll burn forever)
Autora: Riz Aino
Parejas: SeungMinHo (Lee Know + SeungMin) (Stray
Kids)
Clasificación: PG–13
Géneros: AU, fantasy, romance, drama
Número
de palabras:
4.010 palabras
Resumen: SeungMin nunca imaginó que los dokkaebi
existieran de verdad… pero, sobre todo, nunca imaginó que uno de ellos tuviera
tanto tiempo libre como para hacerle a él perder el tiempo. (O
alternativamente, SeungMin está de prácticas en el Museo del Palacio Nacional de
Seúl y de un espejo corroído por el óxido de la sangre aparece MinHo, un dokkaebi
que no le deja hacer su trabajo tranquilamente).
Notas: gracias al nuevo comeback de
Stray Kids y su relación con la historia folklórica coreana usando los dokkaebi,
tuve esta idea tan maravillosa. En las notas finales habrá aclaraciones
históricas y sobre los dokkaebi.
Comentario
de autora:
quería probar y hacer un ship que no he tratado mucho para así ampliar
horizontes y cuando estuve pensando en cuál me venía mejor para la dinámica de
la historia, SeungMinHo apareció ante mí y realmente eran los mejores para esta
clase de historia. Espero que os guste.
—¿Qué
haces?
La
pregunta, susurrada en su oreja, en el silencio de aquella sala en el sótano,
provocó que SeungMin saltara en su asiento y que, del susto, casi se le cayera
de las manos el antiguo espejo que estaba observando detenidamente, lo agarró
firmemente a tiempo y, con un suspiro de puro alivio, lo dejó sobre su mesa de
trabajo con cuidado antes de girarse rápidamente hacia quién le había hablado,
casi provocando un estropicio.
—¿Tienes
tantas ganas de morir siempre? —le espetó—. Porque te juro que, si pudiera
matarte, ya lo habría hecho.
—Seguro
que eres capaz de encontrar una forma —fue la respuesta que obtuvo.
SeungMin
no pudo evitar poner los ojos en blanco y después se giró de nuevo en su silla,
inclinándose hacia su mesa de trabajo, donde tenía aquel antiguo espejo de
plata manchado y corroído por el óxido de la sangre y su tablet con un
documento antiguo digitalizado. Le habían asignado trabajar con aquel objeto
durante sus prácticas y debía de catalogarlo y encontrar a quien fuera su dueño
para poder exponerlo en el museo y quería hacer un buen trabajo, a pesar de que
desde el primer momento había intuido que aquel era un trabajo pesado y
complejo, por eso nadie había hecho antes por intentarlo. Solo después de unos
días se había dado cuenta de que el espejo no sólo era un objeto no catalogado
porque su procedencia no estaba del todo clara, sino porque estaba maldito.
Cualquier otro habría salido huyendo la primera vez que hubiera visto el espejo
sustentándose solo en el aire y envuelto en una llama de color azul que parecía
fría, pero a SeungMin aquello le había picado la curiosidad y se había
acercado, tocando la llama azul y sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo. El
espejo había dejado de flotar casi inmediatamente, las llamas se habían apagado
y de éste salió un dokkaebi, un chico joven, con rasgos muy definidos y
de porte regio. De aquello hacía más de un mes y, desde ese momento, no había
habido un día en el que aquel dokkaebi no se le apareciera mientras
estaba trabajando con el espejo.
SeungMin
nunca se había imaginado que los dokkaebi existieran de verdad… pero,
sobre todo, nunca había pensado que uno de ellos tuviera tanto tiempo libre
como para hacerle a él perder el tiempo.
—¿Sigues
buscando al dueño del espejo? —le cuestionó el dokkaebi, asomándose por
encima de su hombro, su cuerpo pegándose al suyo, provocando que un escalofrío recorriera
la espalda de SeungMin.
—Es
mi trabajo —replicó, tratando de no prestar atención al otro y seguir leyendo—.
Debería ser capaz de encontrar a su dueño entre los documentos de la familia
real… aunque, al no tener clara cuál es exactamente su cronología, es complicado.
Realmente
no era solo complicado, era bastante complejo. Al no saber con exactitud
siquiera la década en la que se fabricó aquel espejo, no tenía forma de
encontrarlo en el inventario de posesiones de la familia real. Por la forma y
por el trabajo floral realizado en la plata que bordeaba el espejo debía de ser
algo hecho entre finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX. Con aquello,
SeungMin al menos había delimitado un poco el periodo de tiempo y los
documentos que debía de buscar, aún así, era bastante complicado ver a quién
podría haber pertenecido. Era un objeto de gran calidad, con un trabajo de
orfebrería bastante delicado, era algo que solo podía permitirse alguien de la
realiza o de la nobleza más rica, pero saber aquello no lo ayudaba en mucho,
todos los objetos que se encontraban en aquel museo eran algo que solo la
realeza podía permitirse. Hasta el momento, no había podido encontrar nada que
hiciera referencia al espejo en los documentos, ni ninguna marca que indicase
quién lo hizo, de haberla, debía de estar bajo la sangre y SeungMin no podía
limpiarla para poder verlo, primero porque el espejo debía de ser conservado en
aquel estado, segundo porque aquella sangre era la que ataba al dokkaebi
al espejo.
SeungMin
tenía la teoría de que el espejo o bien pertenecía a aquel joven en el momento
de su muerte o éste se encontraba en el lugar y por eso se apegó a él, pero
SeungMin no tenía nada con lo que comprobar aquello. Le había tratado de
preguntar al dokkaebi, pero éste sólo le había respondido que no
recordaba nada de su vida y que al aparecer todo el mundo lo había tratado como
a un fantasma y habían huido de él. No sabía decirle su nombre ni la época en
la que vivió, tampoco los años que habían pasado porque se había quedado en el
espejo la mayor parte del tiempo. SeungMin se sentía un poco frustrado por
ello, porque si tan solo recordara algo, podría terminar aquel trabajo maldito
que le habían asignado y, quizás, incluso ganarse un puesto de becario en el
Museo del Palacio Nacional de Seúl, lo cual era un sueño para él porque desde
pequeño le había encantado aquel lugar. Pero sin la ayuda del dokkaebi,
era algo demasiado complicado y, realmente, su presencia allí lo molestaba y
distraía muchísimo más de lo que lo ayudaba, asustándolo, haciéndole mil y una
preguntas y, en general, estando en medio.
—Puede
que quizás no estés mirando en los documentos adecuados —le dijo el dokkaebi,
llamando su atención—. ¿Quién querría meter en un inventario un espejo manchado
de sangre y maldito?
SeungMin
rápidamente se giró hacia él, con los ojos como platos porque aquello era algo
que jamás se le habría ocurrido, pero cuando se dio la vuelta, el dokkaebi
ya no se encontraba en el lugar con él.
~
SeungMin
no había parado de darle vueltas a lo que el dokkaebi le había dicho. No
había dejado de pensar en ello ni un solo segundo porque, en realidad, tenía
mucho sentido que no quisieran que el espejo estuviera en el inventario de
bienes de la familia real. Era un objeto maldito, al fin y al cabo, y cuando lo
habían encontrado, a mediados del siglo pasado, estaba en un palacio cerrado,
que había estado de esa forma bastante tiempo. Así que, quizás tratando de
averiguar cuándo fue la última vez que aquel palacio estuvo abierto y habitado,
podría acotar bastante la cronología y, una vez que hecho eso, solo tendría que
dar con el dueño del espejo para poder catalogarlo y saber su historia. Parecía
una tarea bastante fácil, pero no lo era. La mayoría de los documentos del
archivo de la familia real estaban sin digitalizar, muchos de ellos llevaban
años sin que nadie los mirase, otros muchos se habían perdido a lo largo de los
siglos y algunos de ellos estaban hasta mal clasificados, por lo que era un arduo
trabajo de investigación que, si SeungMin quería acabar antes de que sus
prácticas terminasen, debía de realizar más rápida que concienzudamente, porque
en el momento en el que se le acabase aquel tiempo de prácticas, ya no tendría
acceso ni al espejo, ni a la mayoría de documentos que debía de revisar.
Los
siguientes días los pasó en el archivo del museo, buscando y rebuscando entre
los libros y los viejos documentos de la casa real intentando encontrar el
momento en el que se había cerrado el lugar en el que el espejo había sido
encontrado porque debía de haber quedado un registro de algo tan importante
como aquello. SeungMin no sabía cómo no se le había ocurrido a nadie aquello
antes, porque después de encontrar el espejo, se tendrían que haber hecho
muchas más preguntas, aunque se imaginaba que, si el dokkaebi había
estado haciendo de las suyas y asustando y alejando a absolutamente todo el
mundo del espejo, no muchos hubiesen querido investigar por si eso hacía que el
espíritu que vivía en él se enfadara —aunque algo que tampoco entendía era por
qué lo habían puesto a él a trabajar en aquello cuando estaba más que claro que
era una tarea titánica y, además, ni siquiera lo habían avisado de los
fenómenos paranormales—. No obstante, como SeungMin ya había comprobado de
primera mano que el espíritu del espejo no era más que un dokkaebi que
tenía demasiado tiempo libre y al que le gustaba molestarlo y no lo temía en
absoluto, era el único que podía hacer aquel trabajo.
Fue
duro, arduo, casi demasiado… pero SeungMin no desesperó en ningún momento y
siguió revisando y revisando todos los documentos que estaban a su alcance,
esperando encontrar en alguno de ellos cualquier cosa que le pudiera ser útil.
No tenía muchas esperanzas, porque en el siglo anterior el país había sido un
absoluto caos y muchos documentos, entre otras cosas de alto valor histórico,
habían sido destruidas, pero SeungMin tenía que tratar aquella vía antes de
darse completamente por vencido. Probablemente fue por su tenacidad y por un
golpe de suerte que no tardase más que unos pocos días en dar finalmente con el
documento que necesitaba, aquel que hablaba sobre el cierre del pabellón en el
que se había encontrado el espejo. Dentro del recinto palaciego del palacio de Gyeongbokgung,
la que había sido la residencia real durante los últimos siglos hasta que la
familia real finalmente había acabado siendo sustituida, había varios de
pequeños palacios y recintos en los que los diferentes miembros de la familia tenían
su lugar de descanso y aquel se trataba del palacio Gyeonghoer, que fue cerrado
en el 1878. Según SeungMin leyó en el documento que tenía ante él, había sido
cerrado y sellado después de que varios sucesos paranormales acontecieran en él
y se prohibió acercarse a aquel lugar porque a pesar de que muchos chamanes
hubieran acudido a aplacar al vengativo espíritu, este nunca se había ido.
Gracias
a aquel golpe de suerte, SeungMin ya tenía un punto de partida en el que
buscar, un año desde el cual mirar hacia el pasado para dar con el dueño de
aquel espejo.
SeungMin
siguió acudiendo al archivo en los siguientes días, pero en vez de buscar en
qué año había sido cerrado aquel palacio, lo que estuvo buscando fue algún
evento trágico ocurrido en el lugar en los anteriores años o décadas,
comenzando desde ese mismo 1878 hacia atrás, tratando así de reconstruir una
cronología de hechos. Con aquello no tuvo tanta suerte como lo había tenido con
su anterior búsqueda, pero el chico no desesperó y siguió yendo al lugar todos
los días hasta que finalmente dio con lo que buscaba, una pequeña crónica sobre
qué era lo que acontecía en aquel palacio. En la crónica se relataba cómo años
antes se habían producido unas desdichadas muertes en el interior del pabellón,
en la habitación del príncipe heredero Lee MinHo. El príncipe heredero había
luchado contra su asesino y ambos habían muerto en el lugar, provocando el caos
en el palacio. Había sido un intento frustrado de parte de una de las familias
de la nobleza de obtener más poder, secuestrando al heredero para buscar de esa
forma controlar al rey y al reino. SeungMin había leído sobre aquello como una
anécdota más de los muchos intentos de “golpes de estado” acontecidos contra la
familia real a lo largo de los siglos, algunos habían prosperado y las
dinastías habían cambiado, pero otros habían fracasado, como aquel, y
prácticamente no se habían hecho referencias a él más que para lamentarse por
la muerte del príncipe heredero. Aquello había sido solo unos años antes del cierre
del palacio, cuatro, para ser exactos, así que, aquel debía de ser el
sangriento evento que había provocado que el espíritu del dokkaebi se
anclara a aquel espejo cubierto de sangre y más tarde se cerrara el lugar por
la actividad paranormal.
El
espejo debía de haber pertenecido a aquel príncipe llamado MinHo y su espíritu
debía de haberse quedado allí atrapado como dokkaebi por la forma en la
que había muerto. Los documentos que había leído decían que el espíritu buscaba
venganza por lo sucedido, aunque SeungMin nunca había sentido que el dokkaebi
quisiera hacerle daño de ninguna forma; no obstante, ya que había encontrado al
dueño del espejo, podía datar cuál era su cronología y escribir sobre ello para
terminar así aquel trabajo que parecía imposible y que le habían encargado en
sus prácticas en el museo. El chico quería saber algo más sobre lo que había
pasado porque en lo que había leído simplemente se daban unas breves notas, así
que, probablemente volvería para investigar más a fondo todo aquello y, si el dokkaebi
volvía a presentarse ante él, le hablaría de ello por si eso hacía que
recordara lo que había pasado y así pudiera saber de primera mano los hechos,
aunque antes de todo eso, le hablaría a su amigo Chan de ello, ya que el mayor
era una de las personas que más sabían de historia de la familia real, por si
éste había leído algo más o sabía algo más sobre aquel intento frustrado de
arrebatar el poder, aprovechando que éste había vuelto al fin de visitar a su
familia en Australia unos días antes, mientras SeungMin estaba encerrado en el
archivo.
~
—¿Un
intento de secuestro del príncipe heredero en torno al 1874? —cuestionó Chan
cuando SeungMin le preguntó, después de servirle un vaso de cerveza—. Me quiere
sonar algo, déjame pensar.
Chan
se quedó callado durante unos momentos y SeungMin no lo presionó porque sabía
perfectamente que el mayor tardaría un buen rato en dar, de entre todos los
datos que almacenaba en su mente, con el que le había pedido. Probablemente, si
éste hubiera estado allí durante los anteriores meses, SeungMin no habría
tenido tantos problemas en encontrar lo que andaba buscando, pero como se había
ido a casa a descansar, no había querido hacer nada que lo molestara. SeungMin
esperó pacientemente, tomando un trago de su vaso de cerveza y simplemente
disfrutando del silencio cómodo que se había instalado entre ambos mientras el
mayor pensaba. Chan tardó unos momentos en volver a enfocarse en la realidad y
dejar de pensar, pero cuando lo hizo, le dedicó una sonrisa triste a SeungMin.
—No
recuerdo que haya demasiada información sobre lo que me has pedido, pero creo
que el príncipe murió cuando intentaban secuestrarlo y mató a su asesino en el
proceso —le dijo, SeungMin asintió—. Creo que cerraron un palacio porque su
espíritu seguía rondando el lugar y buscaba venganza o a su amada para
despedirse por última vez de ella, las pocas fuentes que hay no se ponen de
acuerdo —añadió Chan—. ¿Por qué me lo preguntas?
—El
trabajo que me asignaron en el museo fue el de encontrar alguna información
sobre el espejo de plata manchado de sangre que tenían guardado porque querían
exhibirlo al público —contó—. Creo que le perteneció a ese príncipe.
—¡Oh!
—exclamó el mayor—. Oí hablar de ese espejo cuando estuve de prácticas allí,
pero como estuve tan ocupado con las cosas que me asignaron, no pude echarle un
vistazo.
—Mejor
que no lo hicieras —comentó SeungMin por lo bajo, sin pensar que Chan lo
escucharía.
—¿Por
qué? —le preguntó, sobresaltándolo.
SeungMin
abrió la boca para contestarle y la cerró inmediatamente, sin saber si era
adecuado o no hablar con él del dokkaebi. Chan era uno de sus mejores
amigos, una de las personas más listas que conocía, pero no estaba seguro de
cómo iba a reaccionar ante una cosa como aquella y, al final, decidió que era
mejor obviarlo.
—Ha
sido un dolor de cabeza horrible —respondió en su lugar—. No te habría deseado
este dolor de cabeza en la vida.
—Pero
ya se ha acabado —le dijo Chan, dedicándole una sonrisa amplia y alzando su
vaso de cerveza para brindar—. ¿Brindamos por eso?
—Brindamos
—contestó SeungMin, alzando también su vaso.
~
—¿Dónde
has estado estas semanas?
La
voz a sus espaldas sobresaltó a SeungMin, pero después de tanto tiempo, casi se
había acostumbrado a su repentina aparición y solo dio un pequeño salto en su
silla, dándose la vuelta después de terminar de escribir unas palabras más para
encararse al dokkaebi que estaba tras él. El otro se encontraba allí,
con una expresión curiosa en su rostro y SeungMin casi se alegró de verlo.
Hacía unas cuantas semanas que no había ido hasta el lugar en el que trabajaba
con el espejo porque había estado metido en el archivo todo el tiempo y la
presencia del dokkaebi no lo había molestado apareciendo de la nada
aquellos días. SeungMin había trabajado mucho más a gusto sin ataques al
corazón, pero probablemente se había acostumbrado demasiado a los sobresaltos
que el otro le provocaba.
—He
estado buscando información sobre el espejo en el archivo —le contestó—. Te
hice caso y decidí darle otro enfoque a la búsqueda, muchas gracias por tus
sabias palabras de fantasma que lleva siglos viviendo.
—Dokkaebi
—lo corrigió el otro—. Yo no soy un fantasma de esos, creía que el fuego azul y
el espejo levitando te lo habían dejado claro el primer día que nos
encontramos.
—Cierto
—respondió SeungMin—. ¿Quieres que te cuente lo que he averiguado?
—Claro,
soy todo oídos —replicó el dokkaebi, completamente interesado.
—Pues…
no hay demasiada información sobre esto, pero al parecer el palacio en el que
fue encontrado el espejo fue cerrado porque había un espíritu por ahí rondando
que no dejaba a nadie parar en el lugar —comenzó—, pero me imagino que esa
parte de la historia la sabrás porque ese espíritu eras tú, Lee MinHo —añadió,
dedicándole una sonrisa satisfecha al otro al ver cómo su expresión cambiaba al
escuchar aquel nombre—. Asesinado en su propio palacio, el espíritu del
príncipe heredero se anexionó al espejo manchado de sangre y se quedó en el
lugar, algunos dicen que por venganza, otros porque quería despedirse de su
amor, pero nadie se pone de acuerdo en cuál es la verdadera historia.
El
silencio se hizo entre ellos cuando SeungMin terminó de hablar, esperando una
contestación por parte del dokkaebi, una contestación que tardó bastante
en llegar, pero cuando lo hizo, lo sorprendió.
—Ambas
—le dijo, esbozando una sonrisa triste—. Venganza por haber sido asesinado por
una disputa de poder y tristeza por haber sido separado de su amor —el dokkaebi
suspiró profundamente—. Llevaba tiempo sin escuchar el nombre de Lee MinHo…
no esperaba tampoco escucharlo de tus labios… has tardado demasiado en volver a
aparecer ante mí, Kim SeungMin.
—¿Cómo?
—preguntó SeungMin, completamente extrañado por lo que acababa de escuchar.
—Cuando
me preguntaste la primera vez si sabía algo sobre el espejo y sobre a quien
pertenecía estuve tentado a contarte la historia —dijo éste—, no sabía cómo
ibas a reaccionar, pero quería que la supieras… ¿quieres que… te la cuente?
—preguntó. SeungMin asintió rápidamente—. Cuando eres príncipe heredero no
tienes mucho acceso a las personas fuera de un círculo bastante cerrado, por lo
que eran pocos a los que conocía y pocos en los que confiaba. Una de las pocas
personas en las que confiaba eras tú… tú en el pasado, Kim SeungMin, un
erudito, como ahora, sin aspiraciones políticas, pero dentro de una familia con
demasiadas ansias de poder… —el dokkaebi cerró sus ojos, como si el
recuerdo le doliera especialmente—. Tus sentimientos por mí fueron genuinos, lo
supe desde el primer momento, de la misma forma que lo supe en el momento en el
que te adentraste en mi habitación para matarme que no tenías otra opción más
que hacerlo, por eso, en ningún momento te culpé de ello, ni jamás lo haría
—abrió sus ojos de nuevo y éstos se encontraron con los de SeungMin, que de
repente sintió un nudo en su garganta, un nudo por aquellos ojos oscuros que
brillaban levemente por aquel fuego azul, aquel fuego helado que había sentido
al tocar el espejo el primer día—. Nunca quise quedarme en este mundo, pero al
ver cómo te suicidabas ante mí, con la misma espada con la que me habías matado
momentos antes, por la culpa que sentías por haberlo hecho, sentí que
necesitaba quedarme aquí para esperarte, para poder decirte esto que te estoy
diciendo ahora —MinHo se acercó hasta él y tomó su rostro con sus manos,
provocando que un escalofrío recorriera su espalda desde el lugar en el que
aquellas manos heladas lo tocaban, provocando que SeungMin cerrara los ojos
ante aquel contacto—. Has tardado mucho más en reencarnarte de lo que había
imaginado, pero te quiero, siempre te quise y siempre te querré, Kim SeungMin
—y se inclinó sobre él para dejar un breve beso sobre sus labios, un contacto
leve y frío que hizo que todo el cuerpo de SeungMin ardiera.
El
contacto duró tan solo unos momentos y se fue tan repentinamente como había
llegado. Cuando SeungMin abrió los ojos de nuevo, MinHo ya no estaba en el
lugar y se dio rápidamente la vuelta para ver cómo el espejo volvía a estar
envuelto en llamas azules, unas llamas azules que se extinguieron de forma
lenta hasta desaparecer completamente. SeungMin sintió cómo si un montón de
agujas se clavasen en su corazón en el momento en el que las llamas
desaparecieron, sabiendo que el dokkaebi había desaparecido después de
haber cumplido con aquello que lo había atado a aquel mundo. Una lágrima cayó
por su rostro, triste por haber conocido aquella historia entre su antiguo yo y
aquel dokkaebi que una vez había sido el príncipe heredero de aquella
nación, un dokkaebi que había pasado su tiempo con él, haciendo mucho
más ameno su trabajo, un dokkaebi que, al fin y al cabo, iba a echar de
menos.
Notas finales:
—Los dokkaebi son una especie de
duendes (goblin) en el folklore coreano. En notas generales, son
espíritus que poseen objetos que han sido manchados por la sangre y,
dependiendo de la zona del país son venerados por traer la buena suerte o representan
todo lo contrario. Hay dokkaebi casi para todo, pero yo he tratado de
representar aquí uno un poco travieso.
—El Museo del Palacio Nacional de Seúl
está obviamente en Seúl y es un museo dedicado a objetos, tesoros, artefactos,
pinturas, etc de la familia real.
—Hice un poco de trabajo de
investigación sobre la historia de la familia real coreana para poder darle un
poco de trasfondo real a la historia, pero como comprenderéis, me he inventado
todo sobre la historia pasada de MinHo. En cambio,
tanto el palacio de la familia real (Gyeongbokgung), como el pabellón que
nombro en el que MinHo es asesinado (Gyeonghoer), son lugares reales en el
palacio que sirvió a la familia real coreana como residencia.
—Sobre
las reencarnaciones, se supone que, si te suicidas, como penalización, tu
reencarnación tardará un poco más en aparecer de lo que lo haría de normal.
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