Capítulo
13
Tercera
Prueba
Los tres chicos salieron del
despacho del director de Durmstrang después de que este les contara todo
aquello. SeHun se despidió de ellos con un movimiento de cabeza y se alejó por
el pasillo, dejándolos solos. JongIn miró a un lado y a otro antes de volver su
vista hacia ZiTao, que lo observaba muy fijamente. El chico tragó saliva, nunca
se acostumbraría a aquella intensa mirada por parte del mayor, y luego se
acercó unos cuantos centímetros al cuerpo del otro. Estaban solos, podían
tocarse, podían besarse, podían hacer lo que quisieran, todo aquello que habían
estado reteniendo en los anteriores meses, pero cuando estaban a punto de rozar
sus labios con los del otro, la puerta del despacho se abrió y por ella
salieron las directoras de Beauxbatons y Hogwarts.
JongIn había empujado a ZiTao hasta
la pared contraria, donde la luz de las antorchas no llegaba y sus cuerpos quedaban
en las sombras del pasillo, y las dos mujeres pasaron de largo, sin verlos. El
chico soltó todo el aire que había estado conteniendo y después, alzó su cabeza
un poco hacia ZiTao, encontrándose con que sus rostros estaban demasiado cerca.
Solo se miraron a los ojos un par de segundos antes de cruzar la poca distancia
que los separaba y besar los labios del otro con hambre, con ansia, volcando
los sentimientos de añoranza por el otro, por estar así. Los chicos no dejaron
de besarse hasta que el aire se hizo necesario, solo en ese instante, separaron
sus bocas.
JongIn dejó caer su cabeza contra el
pecho de ZiTao aprovechando que era unos centímetros más bajito que él y la
dejó allí, escuchando el repiqueteo del corazón del otro chico contra sus
costillas.
—Te he echado mucho de menos —escuchó
que el otro le decía y sonrió—. Mucho.
—Yo también —murmuró JongIn, que
alzó de nuevo su cabeza para besarlo, pero justo antes de que sus labios se
rozaran, la puerta del despacho se abrió otra vez y de ella salió el director
de Durmstrang, paralizándolos por completo hasta que el hombre se alejó de
ello.
—Creo que estamos tentando mucho a
la suerte —dijo ZiTao y JongIn estuvo de acuerdo en ello, así que le dio un
pequeño beso antes de separarse de él y caminar hacia el vestíbulo sin mirar
atrás para así no tener la tentación de volver a por ZiTao.
Mientras caminaba hacia la salida
del castillo para regresar al barco, JongIn comenzó a rememorar la conversación
que habían mantenido algunos minutos antes con los tres directores sobre la
tercera prueba.
—La
última vez que se celebró este Torneo murió uno de los participantes —dijo la
directora McGonagall—. Un gran muchacho que no debería haber fallecido.
—Sabemos
que los tiempos no son como los de antes y que no hay ninguna amenaza sobre
este Torneo —siguió la directora de Beauxbatons—, pero estad atentos, nunca se
sabe qué es lo que puede pasar.
—Por
este motivo os pedimos que estéis atentos —les pidió el director de Durmstrang—.
No queremos que haya ninguna muerte más ensuciando este noble Torneo.
JongIn dejó que aquellas palabras
que había escuchado se diluyeran en su mente. Por el momento no tenía que
preocuparse por ello, todavía faltaba una semana para que tuviera lugar la
última prueba, así que no debía comenzar a angustiarse tan pronto, ya tendría
tiempo de hacerlo. Así que por eso, el chico se adentró en el barco despejando
su cabeza de cualquier preocupación, encontrando en ella que todavía no había
puesto en marcha el plan de SeulGi y que, quizás haciéndolo, se le olvidara
todo lo demás. El chico sonrió y se puso en marcha.
★★★
La mañana de la prueba, JongIn se
levantó muy temprano y salió del barco antes incluso de que el pequeño y frío
sol apareciera por el horizonte. Sus padres le habían dicho que iban a ir a
verlo para aquella última prueba, así que él quería recibirlos antes de que
esta tuviera lugar. Caminó hacia el lugar en el que se encontraba la entrada a
pie a los terrenos del Instituto Durmstrang y esperó allí hasta que las grandes
puertas de forja se abrieron de par en par, dejando paso a una serie de
personas. JongIn buscó entre aquella multitud a sus padres, hallándolos a los
pocos segundos y fue hacia ellos para darles un fuerte abrazo porque llevaba
sin verlos desde el mes de septiembre.
—Oh, cariño, no sabes cuánto te
hemos echado de menos —le dijo su madre, respondiendo al abrazo.
—Yo también… mucho —murmuró.
El chico se separó de ellos y les
dedicó una amplia sonrisa tranquilizadora, ante la cara de preocupación que
recibió de ellos, que seguramente estarían pensando en lo que se avecinaría
después.
—Ten mucho cuidado luego —comentó su
padre.
—No os preocupéis, ya he pasado dos
pruebas, esta última no va a ser peor que las otras —respondió JongIn.
—Aun así ten cuidado —repitió el
hombre, haciendo que este asintiera.
—Os llevaré al castillo, allí debe
de haber algún profesor encargaros de guiaros al lugar de la prueba —dijo—. Yo
no puedo ir hasta allí todavía.
—Vale, cariño —contestó su madre.
Hicieron el camino inverso al que
JongIn había recorrido anteriormente en solitario hablando con sus padres,
contándoles cosas que no les había dicho en sus cartas y estos le respondieron
con otras anécdotas sucedidas en casa. Parecía un encuentro normal y corriente
entre un hijo con sus padres, pero no tenía nada de corriente, ya que JongIn
tenía la posibilidad de morir en aquella prueba. Cuando llegaron a las
escaleras que llevaban al castillo, una de las profesoras de Durmstrang los
detuvo e hizo que se despidieran. El chico les prometió que comería un poco
antes de enfrentarse a la prueba, algunas horas después.
Una vez vio cómo sus padres eran
llevados a otro lugar y se perdieron en la lejanía, el chico entró al castillo
y buscó a sus amigos en las mesas del comedor para sentarse junto a ellos. No
tardó demasiado en ubicarlos y dirigirse hacia allí. Por el camino, buscó con
la mirada a ZiTao, hallándolo a unas mesas de distancia, demasiado concentrado
en su desayuno como para darse cuenta de que JongIn había entrado en el lugar.
—Buenos días —saludó a los tres
chicos, sentándose en la banca junto a TaeMin.
—Oh, ¿ya has estado con tus padres? —le
preguntó este y JongIn asintió.
—Sí, ya los han llevado para el
lugar de la prueba y he estado un rato con ellos —contestó—. Cuando acabe todo
esto podré estar con ellos todo lo que quede de día.
—Gana pronto la prueba y así podrás
estar más tiempo con ellos —le aconsejó Wendy con una sonrisa.
—Todos sabéis que no voy a ganar —replicó
el chico—. ZiTao es mucho más bueno que yo, acabará ganando él.
—Eso no lo sabes —dijo JunMyeon—. Te
has defendido muy bien en las dos pruebas anteriores, incluso llegaste a ganar
una de ellas —apuntó—, y eres Slytherin, lo que quiere decir que eres muy
astuto, así que no te menosprecies.
—Bueno… lo que vosotros digáis, no
voy a discutir —respondió finalmente, probando a tomar un poco de su zumo de
calabaza, viendo que podía tragar sin ninguna dificultad.
El chico se sorprendió por este
hecho, ya que las dos anteriores veces había tenido muchos problemas para ello.
Quizás era porque era la tercera vez que pasaba por aquello y ya no se sentía
tan nervioso o quizás era por la presencia de sus padres, pero JongIn se
encontró devorando su desayuno con ganas para así tener fuerza para encarar la
tercera y última prueba del Torneo de los Tres Magos, sorprendiendo así a sus
amigos.
JongIn sentía que algo había
cambiado dentro de él y esperaba que fuera para bien.
★★★
Solos una hora después, JongIn tenía
que dejar la compañía de sus amigos para dirigirse al lugar que le habían
indicado y esperar allí con los otros dos campeones hasta que los guiasen hasta
donde se celebraría la tercera y última prueba del Torneo de los Tres Magos. El
chico estaba nervioso, pero no tanto como lo había estado las anteriores veces
y eso jugaba a su favor, además, había ido sus padres a verlo, así que tenía
que dar lo mejor de sí mismo para hacerlos sentir orgullosos de él.
Cuando llegó a aquel lugar, en la
parte posterior del castillo, ZiTao y SeHun ya se encontraban allí, así que se
apresuró a llegar hasta ellos, colocándose a un lado de ZiTao. El chido de
Durmstrang le dedicó una leve mirada de reojo que hizo que a JongIn se le
pusiera el vello de punta. Daba igual lo que el otro hiciera, si mirarlo,
tocarlo o besarlo, todas aquellas acciones provocaban grandes reacciones en su
cuerpo. El chico sacudió su cabeza y decidió que tenía que prestar atención a
otras cosas y no al hecho de que ZiTao estaba demasiado cerca, tanto, que si
movía su mano solo unos centímetros, podría acariciar la del otro sin que nadie
se diese cuenta.
JongIn estuvo tentado a hacer
aquello último, pero no pudo realizarlo porque en ese momento aparecieron los
directores de las tres escuelas de magia ante ellos.
—En la última prueba os vais a
enfrentar a un laberinto —comenzó el director de Durmstrang—. Llegad al centro
lo más rápido que podáis y tomad la Copa de los Tres Magos, quien llegue
primero, será el ganador, ya que no se tendrá en cuenta la clasificación
resultante de las otras dos pruebas —el hombre los miró a todos seriamente—. El
laberinto puede ser muy peligroso, así que tened cuidado y si veis que estáis
en gran peligro, no os olvidéis de lanzar chispas con vuestra varita,
¿entendido?
—Sí, señor —dijeron los tres a la
vez.
—Bien, vamos ahora hasta la línea de
salida —los tres directores echaron a andar y los chicos no tuvieron más
remedio que seguirlos inmediatamente.
JongIn caminaba mirando fijamente al
suelo, ya que no sabía si quería o no ver qué era lo que se extendía delante de
él, por eso mismo no notó cómo ZiTao se pegaba un poco a él hasta que sus
hombros se rozaron y su mano agarró la suya, colocando ambas tras sus cuerpos
para que nadie pudiera verlos. El chico se sorprendió y giró su vista hacia ZiTao,
quien simplemente le sonrió de forma pícara y le pidió que se comportara como
si nada extraño estuviera ocurriendo entre ellos. JongIn sonrió a su vez y
volvió a agachar su cabeza, sintiendo cómo su corazón martilleaba en sus oídos,
taponándolos ante el ruido que llegaba desde el lugar al que se dirigían y que
se alzaba ante ellos.
Una vez llegaron, reticentemente,
los chicos soltaron sus manos y se separaron un poco para aparentar normalidad.
JongIn alzó su cabeza y vio algunas gradas, todas llenas de gente hasta
rebosar, así que, por mucho que miró, no pudo ser capaz ni de encontrar a sus
padres ni a sus amigos, por lo que fijó su atención en el director de la
escuela anfitriona, que en aquellos momentos explicaba de nuevo, pero de cara
al público lo que debían hacer.
—Por aquí, señor Kim —le dijo la
directora McGonagall—, sígame —el chico obedeció inmediatamente, yendo tras la
mujer hasta colocarse en una de las entradas que se habían abierto al
laberinto. Los otros dos siguieron a sus respectivos directores hasta los
lugares de los que tenían que partir ellos y cuando todos estuvieron colocados
en sus respectivos puestos, el hombre volvió a alzar su voz.
—Que comience la última prueba del
Torneo de los Tres Magos.
Durante apenas unos segundos, JongIn
se quedó clavado en el lugar en el que se encontraba, pero después, al recordar
el momento tan importante en el que se encontraba, no tardó en coger aire e
introducirse en aquel laberinto hecho con paredes de varios metros de altura
que probablemente estarían hechizadas. El chico se dio el lujo de mirar una
última va hacia atrás antes de que un muro de hormigón tapiase el lugar por el
que había accedido al laberinto.
★★★
A un lado y a otro de JongIn solo
había paredes y más paredes, daba igual cuánto corriera en la dirección que
fuera, era incapaz de encontrar nada que le sirviera de pista sobre cómo llegar
al centro de aquel laberinto, donde se encontraba la copa. La oscuridad se
cernía sobre él y la vaga iluminación que procedía desde la punta de su varita
no era suficiente para disiparla y el chico se sentía un poco intimidado. Desde
que había entrado al laberinto sentía cómo si la magia negra que notaba cuando
se encontraba en el interior del castillo de Durmstrang tuviera mucho más peso
allí dentro y esto solo hacía que JongIn sintiera que debía salir de allí lo
más rápido posible.
Quizás no fuera para tanto, quizás
sus miedos se habían incrementado al adentrarse en el laberinto, quizás se
estaba volviendo paranoico y realmente no estuviera sucediendo nada, pero el
chico tenía la piel de gallina y esta vez no era debido a la presencia de
ZiTao.
Pensar en ZiTao lo calmó y lo
angustió por partes iguales. Lo calmó porque su presencia era tranquilizadora y
porque pensar que cuando salieran de allí podrían encontrar algún hueco para
estar los dos a solas lo hacía sacar fuerzas de lugares en los que el chico
jamás había pensado que pudiera poseerla; pero igualmente se angustió un poco,
pensando en cómo lo estaría pasando dentro del laberinto, si estaba bien o no.
En el cielo, prácticamente oscuro por la sombra de las altas paredes del
laberinto, JongIn no había visto ningunas chispas que indicasen que algo malo
pudiera haberle ocurrido a él o a SeHun, así que intentó relajarse y centrarse.
Tenía que dar con el camino correcto
para encontrar la copa. Eso era lo único en lo que debía pensar.
El chico siguió corriendo, buscando
una y otra vez, pareciéndole exactamente igual todas las secciones del
laberinto, aunque este seguro que debía tener infinitos recovecos, todos
diferentes los unos de los otros. Sin saber qué podía hacer más que deambular
de un lado a otro, JongIn quiso experimentar usando su mano como guía, apoyándola
en una de las paredes para seguir el camino de esta forma, a través de su
tacto, por si había algún truco en el laberinto; sin embargo, cuando lo hizo,
la pared comenzó a moverse repentinamente hacia él, como si quisiera estamparlo
contra la otra pared.
JongIn gritó de terror antes de
salir corriendo lo más rápido que sus piernas le permitieron, intentando
alejarse lo más pronto posible de aquel pasillo para no morir aplastado. Las
paredes se cernían más y más sobre él, pero el chico no veía ningún otro camino
que tomar y estaba demasiado tentado a utilizar la señal acordada, pero se
contuvo de hacerlo y siguió corriendo más y más hasta que finalmente, un camino
se abrió a su izquierda y lo tomó, chocándose de frente contra algo y cayendo
al suelo por el encontronazo.
—Ouch —se quejó, intentando
levantarse del suelo, pero sin poder hacerlo porque sus piernas dijeron que ya
habían hecho suficiente por años.
—¿Estás bien? —el reconocimiento de
la voz que le hizo aquella pregunta hizo que el chico alzase inmediatamente la
cabeza, descubriendo a ZiTao ante él, tendiéndole la mano para que la tomase y
se ayudara de él para incorporarse. No le hizo falta mucho para tomar aquella
mano y dejar que la fuerza de ZiTao lo alzase del suelo y lo pegara contra su
pecho.
—Creo que estoy muy cansado —murmuró.
JongIn sentía como si sus piernas
fuesen de la más blanda de las mantequillas y su corazón latía
ensordecedoramente dentro de su pecho, mientras que este subía y bajaba
agitado. El chico sabía que le 90% de aquellos síntomas estaban provocados por
la carrera que se acababa de dar, pero el otro porcentaje restante era por la
presencia de ZiTao junto a él.
—¿Qué ha pasado?
—No se te ocurra tocar las paredes —le
advirtió, alzando un poco su cabeza del pecho del otro chico para mirarlo a los
ojos—, comienzan a juntarse hasta que ya no queda pasillo en medio —con un
esfuerzo enrome, medio giró su cuerpo para señalarle que el lugar por el que
había llegado allí ya no existía.
—Entonces solo debemos tener cuidado
con no tocarlas —respondió el otro, esbozando una sonrisa.
—¿“Debemos”? —cuestionó JongIn, sin
entender a lo que se refería.
—Solo si no te importa caminar
conmigo por el laberinto —murmuró el mayor, haciendo que los ojos del chico se
abrieran un poco por la sorpresa.
—No me importa —respondió unos
segundos después.
ZiTao se apresuró a sellar aquella
promesa con un pequeño beso antes de agarrar de la mano al chico y comenzar a
tirar de él para que caminara a su lado. JongIn se dejó guiar porque en aquel
momento sintió que si era el otro quien lo guiaba, podía ir a cualquier parte.
Había tenido esa sensación antes también, pero no de forma tan intensa y le
gustaba bastante.
Aquel lugar sombrío y aterrador por
el que ambos caminaban, se le hizo a JongIn un poco más claro y mucho menos
aterrador. Probablemente se debía a la presencia de ZiTao junto a él, así que
el chico no le hizo mucho caso a las nuevas sensaciones y se dedicó a
concentrarse en el laberinto. Debían ser capaces de llegar al centro, lugar en
el que se encontraba la copa, pero por más que caminaban, ese lugar no parecía
estar cerca de ellos de ninguna manera. Eso hacía que se frustrara un poco,
pero al menos ya no se encontraba solo en aquella inmensidad.
—JongIn —escuchó que lo llamaba
ZiTao, después de llevar bastante tiempo caminando en silencio.
—¿Sí?
—Estoy pensando una alternativa a
caminar en círculos por este lugar —murmuró.
—¿En qué piensas? —preguntó JongIn y
ZiTao se detuvo para girarse hacia él.
—¿Confías en mí? —cuestionó. El
chico no sabía a qué venía aquella pregunta, pero tras algunos segundos mirando
los oscuros y rasgados ojos de ZiTao, asintió—. Perfecto.
El campeón de Durmstrang dijo unas
palabras en un idioma que JongIn no pudo entender y, segundos después, su cuerpo
era alzado del suelo.
—Esto… ¿qué? —gritó a la vez que se
elevaba.
—Desde ahí arriba podrás ver el
camino correcto hacia el centro del laberinto, así podremos llegar antes allí —le
dijo ZiTao desde abajo.
Era una buena idea, sí, y JongIn se
llamó idiota interiormente porque no se le había ocurrido a él. el chico negó
con la cabeza y después miró a su alrededor, dándose cuenta que la parte
superior de los muros estaba solo a una mínima distancia. Con una sonrisa, se
dispuso a buscar la dirección en la que debían moverse para llegar al centro
del laberinto, pero justo antes de poder hacerlo, una barrera mágica le impidió
subir los últimos centímetros y lo precipitó hacia el vacío. JongIn gritó
mientras caía a gran velocidad, hasta que, a unos pocos metros del suelo, esta
se suavizó y cuando abrió sus ojos vio a ZiTao con su varita alzada,
sosteniéndolo mediante un hechizo.
—Hay una barrera —le dijo.
—No se me había ocurrido… —murmuró
el chico, alzando sus brazos para recoger entre ellos el cuerpo de JongIn y
bajarlo a tierra.
Aquel momento en el que se miraron a
los ojos bien pudo haber durado horas y horas porque ninguno se hubiera
quejado, pero apenas fue un segundo, ya que un sonido los alertó de que algo
iba realmente mal. Los dos chicos se separaron rápidamente y miraron a ambos
lados del corredor, con sus cuerpos en tensión. Al parecer, con aquel
atrevimiento habían activado algo en el laberinto.
AAAAAAAAH! Estoy tan felíz de poder leerte otra vez !
ResponderEliminarLa cuestión es que no me dejaba abrir tu blog y me aparecia que era solo para lectores invitados D:
No se xq ahora lo quise abrir y pude (????) Q loco...
Bueno. Me gusto el capítulo.
Estaba esperando lo peor cuando se besaban fuera de la dirección, par de kamikazes xD
Aun espero que tao traicione a jongin ^-^u
La cargaron. Ojalá no mueran !
Me alegra mucho ^^
EliminarLa cosa es que lo dije por twitter, supongo que no lo verías, he pasado por una mala racha estos días porque estaba recibiendo 1500 visitas a la semana, pero nadie se me dignaba a dejar una opinión, por eso lo puse privado unos días.
Me alegra que te gustara el capítulo. Jajajajajaja XD Se tenían muchas ganas y no pudieron aguantar las en el momento.
Pero qué manía con la traición XD Y sí, la cagaron mucho... a ver qué pasa (?)