Título: 만월대에 저의 삶 (My life in
Manwoldae)
Autora: Riz Aino
Pareja: ChanLixMin (Bang Chan + Felix + SeungMin)
(Stray Kids)
Calificación: PG–13
Géneros: AU, romance, drama, historical
Número de palabras: 17.040 palabras
Resumen: la vida de Lee YongBok, un joven que está
aprendiendo sobre el noble arte de la medicina, cambia radicalmente el día que
cruza la frontera para ayudar en una epidemia en el pueblo vecino.
Aclaraciones: como mi profesión es la de historiadora, he
hecho una búsqueda para ver en qué reinado podría enmarcar esta historia y
finalmente elegí el reinado de YeJong (1.105–1.122) en el periodo conocido como
Goryeo. En las notas finales haré
algunas aclaraciones más sobre este tiempo y sobre cosas que tienen lugar en
él. Solo utilizaré la época para incluir a los personajes, para que tengan un
marco histórico real, pero la historia no tendrá nada que ver con hechos que
sucedieron (a no ser que yo lo especifique).
Notas: historia escrita para el Stray Kids 2018
Debut Prompts Challenge.
Comentario de autora: hasta ahora solo he escrito pequeños
drabbles (no AU) de Stray Kids, pero no me he atrevido a meterme en muchos
berenjenales, así que, esta es la primera vez que me escribo algo con una mayor
complicación sobre estos niños. Espero que me haya quedado bien y que sea del
agrado de la persona que lo pidió.
만월대에 저의 삶
(My life in
Manwoldae)
Las
noticias de que en un pueblo cercano se estaba produciendo un brote de una
epidemia hicieron que el médico Lee no tardara ni un momento en preparar todo
lo necesario y reunir a todos sus discípulos, incluido entre ellos su hijo
YongBok, para partir hacia el lugar lo más rápido posible y tratar de salvar
algunas de las vidas de sus vecinos. Al hombre poco le importaba que el pueblo
se encontrara al otro lado de la frontera y que para poder realizar su trabajo
tuviera que adentrarse en las tierras de Goryeo, porque salvar vidas era su
trabajo, salvar vidas era lo único que importaba de verdad y no las líneas artificiales
trazadas entre unos reinos y otros.
Por
ese motivo, todos se habían dirigido hacia aquel lugar que había sido castigado
con tal fuerza, no teniendo más en sus mentes que el pensamiento de ayudar a
aquellos que más lo necesitaban.
Lee YongBok aún no había acabado su
formación, todavía no tenía tantos conocimientos como los demás chicos a los
que su padre estaba enseñando el arte de la medicina, pero después de haber
visto al hombre durante toda su vida ayudar a sus vecinos y mejorando la vida —incluso
salvando algunas— de aquellos que los rodeaban, el joven había aprendido
algunas cosas que los otros discípulos no podían siquiera imaginar. Había
aprendido cómo tratar a las personas y había aprendido cómo realizar algunos
tratamientos de emergencia en situaciones críticas, algo que no se aprendía en
los pesados manuales sobre medicina, sobre plantas y sobre cómo usarlas para
curar no se podía encontrar.
No
obstante, YongBok estaba bastante asustado por lo que podían encontrarse en el
pueblo vecino y que con sus habilidades no pudiera ser de mucha ayuda… pero por
otra parte, el chico estaba muy orgulloso y decidido a demostrar su valía a su
padre, ya que éste había considerado que YongBok estaba lo suficiente preparado
para ayudarlos a atender aquella situación de emergencia. Nunca había cruzado
la frontera, nunca había estado antes en ningún lugar que no fuera su propio
lugar de nacimiento y residencia, pero para mostrar que estaba preparado para
ayudar en todo lo posible y que tenía los conocimientos necesarios para ello,
el chico simplemente no pensaría en ello, en los peligros que podían
enfrentarse al cruzar.
Quizás… quizás debería haberlo
hecho…
El viaje hasta Sinuiju fue rápido y
silencioso porque todo el mundo estaba concentrado en rememorar todos los
conocimientos que habían acumulado sobre cómo tratar las enfermedades
contagiosas —y aunque aún no sabían cuál era la que estaba causando estragos en
la población vecina, debían estar preparados para todo— pero antes de que
llegaran a su destino, la pequeña partida tuvo que detenerse ante unos soldados
del reino de Goryeo, que les cortaban el paso.
—¿Quiénes sois y hacia dónde os
dirigís? —cuestionó uno de los soldados. YongBok no quiso siquiera levantar su
cabeza y mirarlos, por si aquello hacía que quienes les habían cortado el paso
tomaran represalias en contra de ellos, pero supuso que debía de haber sido el
de mayor rango.
—Somos médicos —respondió con voz
alta y clara su padre—. Venimos a tratar la enfermedad que se extiende entre
los habitantes de Sinuiju.
—¿De dónde venís? —cuestionó el
mismo hombre que antes. Su voz tenía un claro tono de autoridad y de exigencia
por saber la verdad antes de dejarlos continuar.
—De Uiju.
YongBok estuvo a punto de levantar
su mirada del camino de tierra y sus botas manchadas de barro para observar con
incredulidad a su padre por la mentira que acababa de contar; sin embargo, se
retuvo y finalmente solo esbozó una pequeña mueca durante un segundo antes de
volver a poner una expresión neutral en su rostro. Su padre había mentido sobre
su procedencia porque si decía la verdad, si decía que venían del país vecino,
no iban a salir de aquel camino con vida —menos cuando ellos solo llevaban
plantas medicinales como armas e iban a pie, mientras que los soldados exhibían
sus espadas de hierro e iban montados a caballo—.
—Mientes —replicó el soldado,
haciendo que el corazón del chico se parara durante unos segundos—. Este camino
solo lleva a un sitio… Dandong.
—Pasamos por Dandong para recoger
algunas hierbas que podrían hacernos falta para tratar la enfermedad —contestó
su padre, sin ningún atisbo de duda o de miedo en su voz, algo que YongBok
admiró inmensamente porque él no habría sido capaz de hacer algo como aquello.
—Acércate entonces y enséñame tu
acreditación como médico, solo entonces te dejaremos pasar —dijo finalmente el
soldado.
YongBok respiró hondo, como si
llevara sin hacerlo unos cuantos minutos y relajó sus músculos. Habían creído
la historia de su padre porque era bastante creíble y porque no estaba
prohibido comerciar con hierbas medicinales, de hecho, Goryeo siempre estaba
importando toda clase de hierbas de sus países vecinos. Lo único que tenían que
hacer era enseñar la acreditación como médico que su padre tenía para que los
dejaran pasar y por fin poder cumplir con aquello que habían ido a hacer a
Sinuiju. Si no los hubieran detenido ya podrían haber comenzado a ayudar a
algunas personas en el pueblo y puede que cuando llegaran ya fuera demasiado
tarde para algunas.
El señor Lee buscó entre sus fardos
aquella documentación por unos minutos y después de aquello se dirigió con paso
ligero hasta el soldado a caballo para entregársela bajo la atenta mirada de su
hijo. El hombre simplemente le echó una ojeada por encima a los papeles antes
de sonreír de forma cínica, una sonrisa que a YongBok le dio escalofríos y que
lo hizo temblar de pies a cabeza. Unos segundos después, el acero de una espada
se hundía en el pecho de su padre mientras el soldado gritaba: “¡Coged a todos
los demás! ¡Son jóvenes y serán unas buenas piezas en el mercado de esclavos!”
Durante unos segundos, YongBok no
pudo reaccionar. Sus ojos solo pudieron seguir cómo el cuerpo de su padre caía
al suelo y de su pecho manaba sangre espesa y de color rojo brillante que manchaba
sus ropas de viaje. Durante unos segundos, todo a su alrededor pasó a cámara
lenta y el chico solo pudo obligarse a correr cuando vio cómo los soldados se
acercaban hasta ellos y vio a sus compañeros echar a correr en todas
direcciones. Solo en ese instante, el chico pudo obligar a sus piernas a
moverse para alejarse lo más rápido posible de allí, salir del camino y meterse
entre los hierbajos para que a los caballos les fuera más difícil avanzar, pero
antes de que llegara siquiera a salir del camino, una mano lo agarró desde
atrás y lo detuvo.
YongBok se resistió, trató de
soltarse del agarre. Ya lo habían cogido y le daba igual seguir viviendo o no,
escapar era la mejor de sus opciones. No obstante, no pudo llegar a hacer nada
porque después de un fuerte golpe en su nuca todo se volvió negro en sus ojos y
el chico perdió la consciencia.
Los inviernos en el norte siempre
habían sido lúgubres y fríos, pero aquel invierno lo fue todavía más mientras
YongBok era llevado como si de un animal se tratara en una jaula con otros
chicos más hasta la capital de Goryeo. Los días y las noches eran fríos, había
heladas continuas y la poca ropa que llevaba consigo no era suficiente para
calentarlo, de la misma forma que la poca comida que le daban no era suficiente
para mantenerlo lo suficiente alimentado. El chico lo único que quería era
morir, morir para poder irse con su padre y así no tener que sufrir más en
aquellas condiciones… pero a pesar de todo, a pesar de todo aquello, la muerte
no iba a visitarlo aunque era lo único que YongBok deseaba.
Los días se le hicieron eternos en
aquella jaula parapetada en un carro que era arrastrado por animales lentamente
por los caminos en mal estado debido a las continuas lluvias y el paso
frecuente de viajeros por estos cuanto más se acercaban a las diferentes
ciudades que se encontraban de camino a Kaesong. YongBok apenas hablaba con las
personas que también se encontraban allí hacinadas, ni siquiera sabía sus
nombres, solo les había preguntado la primera vez que se despertó si sabían
dónde se encontraban sus compañeros, los demás aprendices de su padre y cuando
había obtenido la respuesta de que el único que habían llevado los soldados
hasta allí había sido a él, el chico decidió que no volvería a hablar a no ser
que fuera estrictamente necesario.
Tampoco lloraba. No lo hacía porque
sabía que era inútil. Había muchos días y muchas noches en las que YongBok
sentía cómo las lágrimas se acumulaban en sus ojos y cómo comenzaba a verlo
todo borroso por unos instantes, pero el chico reprimía sus lágrimas para que
no lo trataran como a alguien débil, para que no trataran de hacerle más daño
del que ya le habían hecho alejándolo de su familia, arrebatándole a su padre y
llevándolo hasta la capital para venderlo como esclavo. Su vida, aunque
totalmente rota, debía de valer más que solo unas pocas monedas por las que
sería vendido, muchísimo más, su padre le había enseñado que la vida era lo más
preciado que una persona tenía y que salvar las vidas de los demás era algo que
un médico debía hacer, porque aunque la persona fuera pobre o rica, su vida
importaba y su vida era irremplazable.
Con el paso del tiempo, el chico
dejó de querer morir y trató de escapar en algunas ocasiones, pero no pudo
escapar a su destino como esclavo cuando llegaron a la capital, lo asearon, lo
vistieron con ropas limpias y lo colocaron en medio de una plaza con un montón
más de chicos de su edad, frente a una multitud adinerada que se frotaba las
manos con avidez cada vez que salía una nueva remesa de esclavos a la tarima.
Esclavitud. YongBok jamás se había
planteado que acabaría viviendo su vida de aquella forma, sin poder ser libre,
sin poder continuar con sus estudios de medicina para poder obtener el
certificado de médico como su padre y ayudar a las personas —ni siquiera podría
haber obtenido aquel papel, solo se podría haber dedicado a ello y ya está—
pero ahora, siendo un esclavo, no tendría opción a seguir lo que él siempre
había creído que era su destino. Después de que algún noble o comerciante lo
comprara, YongBok dejaría de ser el hijo del médico para ser simplemente un
trapo que sus dueños podrían utilizar en su beneficio. Él no había visto muy a
menudo esclavos, solo cuando había acompañado a su padre a alguna ciudad más
grande que el lugar en el que vivían, pero lo único que había visto había sido
como los esclavos se desvivían por hacer cosas por sus dueños y éstos
simplemente los insultaban y apaleaban.
YongBok rezó. Mientras varias
personas se subían a la tarima en la que él estaba para inspeccionar uno a uno
a todos los chicos que allí se encontraban rezó. Rezó tal y como sus padres le
habían enseñado. Rezó para que aunque su destino fuera el de ser un esclavo, la
persona que lo comprara tuviera piedad de él. Porque ya no tenía ninguna forma
de escapar y porque ya no podía hacer más que aceptar aquel destino que le
había sido dado.
El chico tenía la cabeza agachada y
los ojos cerrados, no queriendo ver a ninguna de las personas que habían subido
a la tarima a inspeccionar a todos los que allí se encontraban, por lo que
cuando una mano le agarró el mentón, estaba desprevenido y dio
inconscientemente un paso atrás, pero la mano que lo había tocado lo siguió
teniendo fuertemente agarrado. YongBok tuvo que alzar su cabeza y abrir sus
ojos, mirando de forma fija al hombre que se encontraba delante de él,
sintiendo una mezcla de congoja y de ansiedad al verlo. Aquel hombre no era
bueno, se podía ver a simple vista.
A YongBok no le gustaba que lo
tocaran mucho las personas sin su consentimiento, pero no pudo evitar alegrarse
cuando fueron las manos de otro hombre las que se instalaron en su barbilla
poco después y realizaba una pequeña inspección de su persona. Mientras uno
tras otro los posibles compradores siguieron subiendo a la tarima y mirando a
los muchachos que allí se encontraban, YongBok siguió rezando para que no fuera
el primer hombre quien lo comprara, sin fijarse demasiado en todos los demás.
Largos
minutos pasaron hasta que finalmente aquello terminó y comenzó la puja por los
esclavos y YongBok vio cómo alguien bastante bien vestido hizo una puja
bastante alta por él, tan alta que ninguna de las personas que allí se
encontraba pudo contrarrestarla y al chico inmediatamente le quitaron las
cuerdas que ataban sus manos a su espalda y lo bajaron de la tarima para hacer
su intercambio por el dinero de aquel hombre. Éste le sonrió y una especie de
sentimiento de calidez se extendió por el cuerpo de YongBok, un sentimiento que
el chico supuso que sería el alivio por ver que al menos quien lo había
comprado parecía ser buena persona.
En
cuanto la transacción estuvo hecha, el hombre que lo había comprado le dio un
pequeño toquecito en el hombro para que lo siguiera. Durante un segundo, el
chico se replanteó salir corriendo en la otra dirección y perderse entre la
multitud, pero fue durante un segundo, porque obligó a sus piernas a moverse y
seguir a aquel hombre. La decisión no había sido fácil de tomar, porque correr
suponía la libertad, pero también la pobreza, el hambre y la muerte por
congelación y quedarse con aquel hombre sería no ser dueño de su vida, pero
también comida y calor en aquel frío invierno.
—¿Hablas
mi idioma? —le preguntó el hombre cuando lo alcanzó. El chico asintió con su
cabeza lentamente—. ¿Cómo te llamas?
—YongBok
—dijo, carraspeando al notar su voz rara. Llevaba demasiado tiempo sin
utilizarla—. Mi nombre es YongBok.
—YongBok…
¿no quieres saber quién soy yo? —le cuestionó—. ¿No quieres saber adónde vas?
—Cualquier
lugar es mejor que el sitio en el que he llegado hasta aquí —respondió—. Y
usted parece un hombre acaudalado, de buena posición, por la suma de dinero que
ha pagado por mí y por las ropas que viste.
—Muy
agudo —dijo el hombre—. Pero eso no responde a mi pregunta —se detuvo para
mirar a YongBok—. ¿No quieres saber quién soy, por qué he pagado tanto por ti y
al lugar al que te llevo?
YongBok
estuvo tentado a decir que no, pero finalmente se lo pensó mejor. Si aquel
hombre estaba tan interesado en explicarle todo aquello, seguro que tenía que
ser algo importante y el chico no perdía nada por hacerlo, por decirle que
sentía curiosidad, de hecho, si eso hacía que su ahora dueño se sintiera mejor,
eso sumaba puntos a su favor.
—Tengo
algo de curiosidad, señor —dijo.
—Muy
bien —el hombre comenzó a andar y YongBok lo siguió inmediatamente—. Soy Kim
MinJun, he pagado tal suma de dinero por ti porque he visto en mis sueños tu
rostro y que tu presencia beneficiará a aquellos que me rodean, por lo que, a
partir de ahora vivirás conmigo y me servirás en el palacio de Manwoldae.
El
chico se quedó bastante sorprendido al escuchar todo aquello. No se había esperado
aquella respuesta por nada del mundo, pero era una respuesta mucho mejor que
cualquiera que él se hubiera imaginado. Vivir en el palacio era algo que
YongBok ni siquiera había soñado porque su sueño siempre había sido seguir los
pasos de su padre.
—Aunque antes de que vayamos al
palacio tenemos que pasar por otro lugar —añadió el hombre—. No puedes ser un
sirviente de palacio sin antes decirle adiós a una cosa, pero es un pequeño
sacrificio para la mejor vida que pueda soñar un esclavo.
Cuando YongBok vio la enorme entrada
del palacio de Manwoldae, no pudo evitar quedarse boquiabierto por la
majestuosidad del complejo que tenía justo delante de sus ojos, a pesar de que
desde donde se encontraba prácticamente no podía ver nada más que las cuatro
grandes escalinatas que subían hasta la puerta que daba entrada a los
diferentes patios y palacios. Sin embargo, el chico no pudo evitar que se le
escapara una exclamación de asombro, ni tampoco evitar el escalofrío que
recorrió su cuerpo desde su cabeza hasta sus pies, un escalofrío que no pudo
identificar si también era de admiración o de miedo. Todavía no sentía real
nada de aquello, a pesar del dolor punzante que recorría su entrepierna cada
vez que andaba y debido a que el hombre que lo había comprado en el mercado no
le había explicado demasiadas cosas, solo le había dicho lo esencial sobre cómo
debía comportarse en palacio para que no ofendiera a nadie con su
comportamiento o sus palabras.
—Lo harás bien. Lo he visto.
YongBok sintió una mano grande en su
hombro justo después de que aquellas palabras salieran de los labios de MinJun,
una mano reconfortante que inmediatamente había hecho que se relajara. Solo
había pasado unos pocos días con aquel hombre, pero todo lo que había hecho por
él y las cosas que le había demostrado que se cumplían poco después de que se
las comentara, habían acabado por hacer que YongBok terminara de confiar en él
de una forma que el chico jamás había creído que sería capaz después de todo lo
que había pasado desde que lo habían capturado. No creyó que podría volver a
confiar en nadie, pero aquel hombre lo había ayudado todos aquellos días
mientras se recuperaba de la gran herida que tenía en su entrepierna y le había
dado un hogar mucho mejor de lo que el chico habría esperado, además le había
comentado en varias ocasiones que su presencia en el palacio sería muy apreciada,
por lo que YongBok se había sentido algo mejor.
Todavía no estaba convencido que
pasar por la esclavitud tuviera que ser su destino, pero poco a poco, comenzaba
a pensar que quizás era solo un mero trámite para algo mucho más grande.
—Vamos —lo apremió MinJun—. Tengo
que enseñarte mis aposentos.
YongBok asintió con un leve
movimiento de cabeza y después siguió los pasos del hombre, que comenzó a andar
hacia una de las dos empinadas escalinatas centrales. Los escalones eran altos
y al chico le costaba un poco salvar la distancia entre unos y otros, pero
trató de seguir el paso del ahora su señor hasta que llegaron hasta las grandes
puertas de entrada, guardadas por varios guardias que le hicieron una leve
reverencia a su acompañante e, inmediatamente después, abrieron las grandes
puertas de madera y un gran patio con un palacio en su centro se alzaron ante
la vista de YongBok, volviendo a dejarlo impresionado ante la grandiosidad, la
belleza y el alto nivel de detalle que tenían los adornos de éste.
No obstante, el chico no pudo
admirar durante demasiado tiempo aquel lugar porque MinJun volvió a echar a
andar después de despedirse de los guardias, cruzando el patio por su lado
derecho y adentrándose en una de las habitaciones que se encontraban en ese
lugar, comentándole a YongBok que él no tenía derecho a ir más allá de aquel
patio y que si era visto más allá de los lugares a los que podía acceder lo
llevarían a la cárcel y harían que lo torturaran hasta la muerte. El chico no
pudo evitar tragar saliva para bajar el nudo que se había formado en su
garganta después de escuchar aquella norma del palacio, apuntándose mentalmente
nunca traspasar aquellos límites.
Pasaron por algunos de los lugares
que YongBok si podía y debía ir durante su estancia en aquel palacio porque
eran parte de sus obligaciones como el esclavo de MinJun. Las cocinas donde
debía recoger y dejar la comida de su señor o la sala en la que debía dejar la
ropa sucia para que las lavanderas la lavaran en el río cercano. Después de
dejar todas aquellas estancias, salieron a otro patio, no tan grande como aquel
por el que habían pasado nada más entrar a los terrenos del palacio, un patio
de pequeño tamaño rodeado por varias habitaciones que se concentraban en una
sola planta y una torre que se alzaba varios metros hacia el cielo, una
construcción que probablemente sería la más alta del palacio y desde la cual se
podría ver absolutamente todo, tanto la ciudad que se hundía en el valle, los
demás palacios y patios de aquel lugar y hasta las montañas que se alzaban a
sus espaldas.
—Este es nuestro hogar —dijo MinJun,
abriendo sus brazos y abarcando con ellos todo el lugar—. Y esa torre es la
torre de astronomía, el lugar en el que trabajo.
—Es un lugar precioso —comentó YongBok,
sin poder contenerse.
—Y un lugar mortal si no se es
cuidadoso —comentó el hombre.
Ya había dicho cosas como aquella en
varias ocasiones, cosas que habían hecho que YongBok sintiera un escalofrío y
un sudor frío recorrerle la espalda. Debía tener mucho cuidado con lo que decía
y hacía, eso era algo que tenía muy claro, porque era un lugar peligroso y un
lugar en el que absolutamente todo podía ser percibido como un ataque hacia la
familia real. Aquello era lo que el muchacho había vislumbrado de las palabras
que durante los días que había pasado junto a MinJun le había dicho; pero cada
vez que éste decía algo, YongBok no podía evitar sentir que había algo más que
aún no le había dicho porque probablemente no sabría cómo decirlo y que era
bastante importante. Sin embargo, el chico se calló en aquellos momentos,
porque todas las paredes tenían oídos y el único lugar en el que seguro que
estaban a salvo era la torre de astronomía, lugar que estaba vetado a todo el
mundo excepto al ayudante del astrónomo y a la familia real.
Por eso, YongBok simplemente asintió
a las palabras de advertencia del astrónomo y después lo siguió hasta la que
iba a ser su habitación, justo al lado de la del hombre para poder atenderlo en
cualquier momento, una habitación pequeña y simple, con solo unas pocas mantas
para poder pasar la noche caliente, algo que era todo un lujo para el chico
después de lo que había pasado en aquel horrible viaje hasta la capital. Aquel
lugar nunca sería su casa, nunca sería como estar junto a su madre y a su
padre, las dos únicas personas que lo habían querido toda su vida, pero al
menos, no moriría de frío ni de hambre y podría tratar de alcanzar lo que el
destino le tenía planeado.
Después de ayudar a MinJun a colocar
las cosas que había llevado desde la ciudad en su habitación, siguió al hombre
hasta la torre, subiendo las escaleras justo por detrás de él hasta llegar a lo
más alto de ésta. En comparación a las habitaciones por las que habían pasado
hasta llegar allí, aquel lugar era todo lujo y había tantas cosas maravillosas
que YongBok no sabía dónde posar sus ojos primero. No obstante, lo primero que
el chico hizo fue caminar hacia uno de los grandes ventanales que había y
asomarse para ver el paisaje que se extendía bajo sus pies, abriendo sus ojos
como platos ante la belleza del complejo palaciego que estaba inmediatamente
bajo ellos, pero no pudiendo quedarse solo ahí, sino también observando la
ciudad que se encontraba en la lejanía, pequeñas edificaciones que rompían con
el paisaje natural pero que seguía haciendo que éste fuera hermoso. Sin
embargo, aunque lo que se extendía a sus pies era magnífico, cuando YongBok
alzó su vista hacia el cielo, lleno de tonos anaranjados, rojizos y azul claro
del atardecer, no pudo evitar pensar que aquel era el cielo más hermoso que
había visto jamás. Quizás… podría sobrellevar aquel destino como esclavo con
mucha más facilidad teniendo a su alcance aquellas maravillosas vistas.
YongBok aún se estaba aclimatando a
la nueva vida que llevaba en el palacio, aquella tan distinta a la que había
llevado los anteriores diecisiete años de su vida, cuando de repente se topó
con dos personas de alta cuna en la torre del astrónomo. El chico no sabía qué
rango podían tener dentro de aquel palacio porque sus ropas eran de colores
bastante vivos, hechas con las telas más ricas que había visto nunca y
adornados con una gran cantidad de detalles, pero él no se había cruzado nunca
antes con aquel tipo de ropajes. Por ese motivo, YongBok no supo realmente cómo
reaccionar ante aquellos dos muchachos que se encontraban tranquilamente
charlando con MinJun y que no habían estado allí antes cuando él había ido a
dejar la ropa sucia del hombre al que servía y simplemente les hizo una
profunda reverencia cuando entró en la habitación en la que éstos se
encontraban.
—Oh, YongBok —lo llamó MinJun—. Ya
que has vuelto, ¿puedes bajar a las cocinas a por té para los príncipes y para
mí?
El hombre hizo un ademán señalando a
los dos muchachos ricamente vestidos que se encontraban con él y los dos le
dedicaron una mirada a YongBok, una mirada fija que lo hizo sentir bastante
nervioso. Príncipes. Aquellos muchachos eran de la familia real y él no se
debía de relacionar con gente de tan alto rango por si acaso cometía algún
mínimo error y acababa torturado o muerto. Por eso, el chico asintió al mandato
que había recibido y después prácticamente corrió escaleras abajo para salir de
allí lo más rápido posible, sin pensar en ese momento que tendría que subir de
nuevo con el té.
Solo llevaba en aquel lugar una
semana y, aunque tanto MinJun como las demás personas con las que se
relacionaba en el único recinto que podía pisar le habían dado algunos consejos
sobre cómo debía comportarse si por casualidad se encontraba con gente de alto
rango —algún capitán de la guardia real o algún consejero, que eran las
personas que podía encontrarse de forma más asidua— nadie le había enseñado
realmente cómo comportarse en presencia de alguien de la casa real, de dos
príncipes nada más y nada menos. YongBok no sabía nada de la familia que
gobernaba el país, nada de nada, y menos si convertido ahora en esclavo era
correcto que él se relacionara con los príncipes, aunque fuera solo para
llevarles té.
Por ese motivo, al llegar a las
cocinas y pedir que le hicieran el té para los príncipes y el astrónomo, el chico
preguntó a todas las personas que se encontró sobre qué era lo que debía hacer
en una ocasión como aquella, recibiendo de todos y cada uno de ellos la misma
respuesta, una respuesta que a YongBok no le convencía del todo, a pesar de que
lo único que debía de hacer era servirles el té con cuidado de no establecer
contacto visual con ninguno de ellos y después salir de la estancia como si
nunca hubiera estado allí. Era algo fácil, le habían comentado todos, solo
debía ser capaz de hacerlo sin tropezar y hacer un estropicio y no sucedería
absolutamente nada malo; sin embargo, YongBok no sentía que fuera tan fácil.
Yendo de camino de nuevo a la torre,
con la bandeja con la tetera llena de té y las tazas de cerámica tambaleándose
en sus temblorosas manos, YongBok tuvo totalmente claro que no lo era. Estaba
nervioso, muy nervioso, porque habían sido muchas las ocasiones en las que
MinJun le había advertido que cualquier mínimo error podía ser fatal en el
palacio y éste, aun sabiendo que el chico no estaba preparado para un encuentro
como ese tan pronto, lo había mandado a hacer aquello sin ninguna
consideración. No obstante, después del tiempo que había pasado con aquel
hombre, YongBok podía decir sin ninguna duda que éste no tenía maldad al hacer
aquello, sino que más bien había alguna razón superior por la que lo hacía.
Desde el primer momento, MinJun le había dicho que lo había escogido en el
mercado de esclavos y había pagado por él una enorme cantidad de dinero porque
en el futuro YongBok iba a hacer algo que beneficiaría a las personas que lo
rodeaban.
Con aquello en mente, el chico trató
calmar su corazón para que éste dejara de latir rápidamente y respiró hondo
varias veces mientras subía con cuidado los escalones de la torre de
astronomía, consiguiendo poco antes de llegar arriba del todo que la bandeja
por fin dejara de temblar. Al llegar al lugar en el que se lo esperaba, bajó su
cabeza y caminó a paso lento hasta la mesa a la que se hallaban sentados los de
príncipes y el astrónomo y tal y como le habían enseñado hacía unos minutos que
debía hacer, fue dejando las tazas frente a cada uno de ellos y después las
llenó con cuidado de té hasta dejar el líquido a un dedo del borde. Tras
aquello, hizo una pequeña reverencia para retirarse lo más pronto posible del
lugar, pero antes de lograrlo, unas palabras de MinJun lo dejaron completamente
estático y con los ojos abiertos como platos por la sorpresa.
—No hace falta que te retires,
YongBok —dijo—. Puedes sentarte perfectamente con nosotros, solo estamos
teniendo una conversación informal de la que tú también puedes participar.
—Sería un atrevimiento por mi parte
hacer algo como eso —respondió, tratando de escapar de aquella situación.
—También sería un atrevimiento hacer
oídos sordos a las palabras de tu señor —le replicó el hombre y YongBok alzó su
cabeza mínimamente para poder mirar al astrónomo, descubriendo que éste tenía
una mirada significativa que decía claramente que debía quedarse en aquel
lugar.
—Como usted desee —murmuró
finalmente, haciendo otra pequeña reverencia antes de rodear la mesa y sentarse
al lado izquierdo del astrónomo y frente a frente con uno de los príncipes.
—Bien… ¿por dónde íbamos? —preguntó
el hombre y después comenzó a hablar sobre el movimiento de los cielos.
YongBok estuvo durante todo el
tiempo callado y con la cabeza gacha, simplemente escuchando lo que las otras
tres personas aportaban a aquella conversación sobre las estrellas que podían
vislumbrarse desde la capital, unas estrellas que tenían un significado u otro
según su movimiento y unas estrellas en las que MinJun podía ver el futuro del
reino y de la familia real. En el transcurso de aquella tarde el chico
descubrió que los dos príncipes que allí se hallaban eran de los menores, de
los últimos en la línea de sucesión, por lo que tenían muchas más libertades
que otros de los príncipes o princesas y por eso de vez en cuando visitaban la
torre del astrónomo, al contrario que los demás miembros de la familia real.
También descubrió que el príncipe frente al cual había acabado sentado se
llamaba Chan y era el mayor de los dos, mientras que el otro príncipe se
llamaba SeungMin y que ambos, a partir de aquel momento, pasarían en la torre
del astrónomo mucho más tiempo del que habían pasado anteriormente —aunque en
ese momento, el chico no supo el motivo por el cual harían aquello—.
A partir de aquel día, la presencia
de los dos príncipes en la torre del astrónomo se hizo bastante habitual, como
si no tuvieran otra cosa que hacer más que estar en aquel lugar tomando té y
teniendo conversaciones sobre el universo con MinJun. Para YongBok al principio
era un poco molesta la presencia de ambos príncipes, porque con ellos allí el
chico no podía realizar su rutina diaria ya que el hombre al cual servía lo
invitaba a aquellas conversaciones y solo cuando los príncipes se iban, podía
volver a sus tareas, tratando de hacerlas bien a pesar de que el tiempo que
podía dedicarles era limitado. YongBok no entendía el repentino interés por los
príncipes de estar allí prácticamente cada día, porque el astrónomo le había
comentado que solían visitarlo solo un par de veces al mes… pero aunque no lo
entendía, el chico tenía que bregar con las consecuencias de aquello.
No obstante, a las pocas semanas de
que aquella nueva situación se cruzara en su vida, YongBok podía decir que
prácticamente se había acabado por acostumbrar a ella y que ya casi no le
molestaba la presencia de los dos príncipes en aquel lugar. En primera
instancia porque en los últimos días —y después de ser animado por MinJun mil
veces para que lo hiciera— se había atrevido a decir algunas palabras en las
conversaciones, solo cuando las divagaciones sobre la astronomía acababan en
terrenos sobre medicina y tipos de hierbas medicinales y en segundo lugar
porque, después de pasar tanto tiempo junto a Chan y SeungMin, YongBok se había
dado cuenta de que —aunque tenía todavía que medir sus palabras y acciones para
que no sucediera nada malo— los dos príncipes eran bastante cercanos.
Pero cuando YongBok se había
atrevido a hacerle la pregunta a MinJun, la pregunta de por qué los príncipes
podían pasar tanto tiempo en aquel lugar y por qué eran tan amables y cercanos
con él cuando para ellos solo era un esclavo más, como todos aquellos que los
rodeaban en el palacio, el chico no se había esperado que le contestara de
forma directa porque el hombre solía darle respuestas bastante vagas y a veces
filosóficas si le cuestionaba cosas algo más serias.
—Ya te comenté el motivo primordial
por el que están aquí —le dijo—, pero también tienen otro motivo por el cual
están en este lugar cada vez que pueden… tú.
—¿Yo? —cuestionó YongBok sin poder
creérselo, porque era increíble que dos príncipes fueran hasta el extremo
opuesto en el que se encontraban sus aposentos solo para verlo a él—. ¿Por qué
iban a venir hasta aquí por mí?
—Creo que es porque piensan que eres
interesante —respondió el hombre—. Eres el primer ayudante que tengo que tiene
los conocimientos suficientes para poder mantenerse en las conversaciones que
se dan entre nosotros. Aunque no hables mucho, se ve a la legua que sabes de la
mayoría de las cosas de las que hablamos.
YongBok
asintió a aquello levemente. Si aquello era verdad y los príncipes estaban en
la torre porque creían que era alguien interesante, era algo que lo hacía
sentir un poco mejor consigo mismo, teniendo en cuenta por todo lo que había
pasado hasta llegar a la capital después de su captura y no sabiendo cuál iba a
ser su futuro. El palacio no era un mal lugar después de todo y, aunque
siguiera teniendo la condición de esclavo, MinJun era bastante amable con él,
al igual que los dos príncipes, por lo que el chico sentía que aquel sitio no
estaba tampoco tan mal.
—Nunca
me has comentado qué era lo que hacías antes de que te encontrara en el mercado
de esclavos, por cierto —comentó MinJun en ese momento—. Ni de dónde venías, ni
por qué sabes leer y escribir y tienes conocimientos varios sobre un montón de
materias.
La
pregunta lo sobresaltó un poco, porque no se la había esperado, pero el hombre
tenía razón, nunca antes habían hablado sobre aquello. YongBok no había querido
hablar de su pasado porque todo seguía muy reciente y porque todavía había
veces en las que se despertaba y creía que lo hacía en su hogar, hasta que se
daba cuenta de que el lugar en el que se encontraba era simplemente la pequeña
habitación que le habían asignado en el palacio, justo al lado de la de MinJun.
Había veces en las que el chico creía que todo lo que estaba viviendo no era
más que un sueño y que en algún momento se despertaría y volvería a ver a sus
padres o a las personas de su pueblo… pero por mucho que pensara eso, YongBok
sabía perfectamente que aquella era la vida que ahora tenía y que la anterior
no importaba en lo más mínimo, por ese motivo nunca había hablado de ese tema
con el hombre que se encontraba frente a él.
Sin
embargo, ya habían pasado dos meses desde que vivía en el palacio y eran tres
los que habían pasado desde que había sido capturado por aquellos soldados.
Quizás, aquel fuera el momento indicado para contarle a MinJun de dónde
procedía y qué era lo que hacía antes de llegar al palacio; quizás podía
contárselo porque confiaba planamente en aquel hombre y quizás era algo bueno
para él exteriorizarlo.
—Vivía
en Dandong, una ciudad de Khitan cerca de la frontera —comenzó—, allí me estuve
formando con la ayuda de mi padre en la medicina y para aprobar el examen que
me daría la licencia de médico. El día que me apresaron fue debido a que
cruzamos a Goryeo para tratar de ayudar en una epidemia que se había desatado
en Shinju.
YongBok no quiso añadir muchos más
detalles, aquello contenía perfectamente toda su vida y cómo había acabado en
aquella situación y por la expresión del rostro del astrónomo, el chico supo
que a éste tampoco le hacían mucha falta más detalles, con eso estaba más que
contento.
—Si quieres, un poco más adelante,
podrías volver a estudiar medicina y presentarte a los exámenes de médico real —comentó
el hombre—, aunque por ahora es mejor que te sigas acostumbrando a la vida
aquí.
—Gracias —murmuró YongBok.
Pero no pudo decir nada más porque
en ese momento comenzaron a escucharse las voces de los príncipes Chan y
SeungMin se escucharon subiendo las escaleras de la torre y YongBok pensó que
lo mejor era terminar aquella conversación allí y, en cuanto los invitados
llegaran arriba, ir a las cocinas a por un poco de té, como ya había
acostumbrado a hacer, antes de sentarse a la mesa con todos ellos y tratar de
pasar un rato agradable, olvidándose aunque fuera solo por unos momentos de su
condición de esclavo.
Para cuando se cumplían los tres
meses desde que YongBok había llegado por primera vez al palacio de Manwoldae
el chico ya se había acostumbrado a toda la dinámica interna de aquel lugar, de
cómo moverse por las zonas que le estaban permitidas y de las costumbres de
aquellos que lo rodeaban; igualmente, YongBok se había acabado por acostumbrar
a la presencia de los príncipes Chan y SeungMin en la torre del astrónomo y a
las charlas filosóficas que mantenían entre los cuatro. Sin embargo, había una
cosa que era bastante reciente a la que el chico todavía no acababa de
acostumbrarse… y eso era a las veces en las que el príncipe Chan se le acercaba
cuando YongBok estaba tranquilamente haciendo sus tareas diarias y se pasara el
tiempo con él, ahuyentando de aquella forma a prácticamente el resto del
personal del palacio y, a veces, haciendo que los nervios de YongBok estuvieran
a flor de piel.
Aunque YongBok había aceptado tiempo
atrás la explicación que había recibido de MinJun sobre el motivo por el cual
los príncipes pasaban la mayor parte de su tiempo junto a ellos como válida, el
chico había pensado que, con el paso de los días, los príncipes acabarían
cansándose de él porque ya no era alguien nuevo en el palacio, desconocido e
intrigante; pero para su sorpresa, aquello no había sido así, sino que había
sido más bien al contrario. Parecía que después de todas aquellas charlas,
había despertado un mayor interés en los príncipes de lo que YongBok jamás se
había imaginado.
¿Por qué? Esa era una pregunta que
se había hecho a sí mismo en un montón de ocasiones, pero no había podido
responderla por más que le había dado vueltas y vueltas en su cabeza. El chico
también había intentado preguntarle de nuevo al astrónomo, pero éste en los
últimos tiempos estaba bastante ocupado con sus predicciones porque una boda
real debía celebrarse en los próximos meses y él tenía que dar las fechas más
propicias para el anuncio del enlace, la elección de la esposa, el día de la
ceremonia y el mejor día de concepción. Por ese motivo y porque la última vez
que había tratado de hablarle de algo banal el hombre le había gritado que la
próxima vez que lo molestara lo tiraría desde lo más alto de la torre, YongBok
no se había atrevido a preguntarle nada más de nuevo. Así que, el chico no
sabía exactamente cuál podía ser el motivo por el cual el príncipe Chan no
dejaba de seguirlo a todas partes, entorpeciendo su trabajo y el de los demás.
Preguntarle a Chan se había vuelto
la opción más plausible para saber qué era exactamente lo que necesitaba de él
y por qué lo seguía mientras hacía sus tareas diarias, pero a pesar de que
entre ambos podían hablar de forma más o menos casual —aunque YongBok jamás
dejaría de lado los honoríficos porque aunque Chan fuera amigable con él,
seguía siendo un príncipe que podía arruinarle la vida con un solo chasqueo de
sus dedos— el chico no se atrevía a
hacer una pregunta como aquella. No obstante, cuando aquella situación se fue
prolongando en el tiempo y cuando el príncipe cada vez se acercaba más y más a
él mientras hacía sus tareas, entorpeciéndolo aún más y haciendo que ambos se
chocaran en unas cuantas ocasiones, haciendo su día especialmente malo, YongBok
no pudo evitar tener que hacer la pregunta.
—Príncipe Chan… —dijo, aprovechando
un momento libre—. ¿Podríamos hablar sobre algo importante?
—Claro —respondió éste—. Vayamos a
un sitio un poco menos concurrido.
Y antes de que YongBok pudiera decir
o hacer nada más, la mano de Chan encontró la suya y comenzó a tirar de él,
guiándolo hacia uno de los patios en los que el chico no tenía permitido la
entrada. El chico se retorció un poco, tratando de soltarse porque no debía de
cruzar hacia aquel lugar sino quería meterse en un buen lío, pero con una
mirada y una sonrisa cálida de Chan, el chico se relajó un poco. Estaba con un
príncipe, no debía pasar nada, ¿verdad? Además, había dicho que irían a un
sitio en el que podían hablar tranquilamente, por eso se dejó llevar hasta que
acabaron en una pequeña habitación.
—Aquí nadie nos molestará —comentó Chan—.
¿Qué era eso tan importante que tenías que hablar conmigo, YongBok?
YongBok no contestó inmediatamente,
porque primero tenía que encontrar las palabras adecuadas para poder decir
aquello, así que paseó su mirada por la estancia en la que habían entrado por
unos momentos. No era nada del otro mundo, simplemente una habitación vacía con
un par de muebles, nada más, así que el chico pronto tuvo que fijar su vista de
nuevo en el príncipe para hablarle, aunque con su cabeza baja, tratando de no
establecer contacto visual con él.
—Solo… tenía curiosidad sobre algo —murmuró—.
¿Cuál es el motivo por el cual me sigue todos los días mientras hago mis
tareas? —cuestionó, tratando de ser correcto y educado para que ninguna de sus
palabras pudiera causar algo malo—. Quiero decir… seguro que tiene otras cosas
mucho más importantes e interesantes que hacer que seguirme… por eso tengo
curiosidad por saber el motivo por el cual lo hace, príncipe Chan.
La habitación se quedó en silencio
por unos minutos y YongBok sintió un escalofrío en su cuerpo que ya nada tenía
que ver con el frío del invierno porque la primavera había llegado a la capital
y mucho con la reacción que pudiera tener el príncipe, por eso, el chico alzó
levemente su mirada, para ver la expresión que éste tenía en su rostro,
encontrando en Chan una sonrisa encantadora y una mirada suave que hicieron que
el corazón de YongBok se desbocara por unos instantes.
—Ahora mismo lo más interesante que
puedo hacer en el palacio es seguirte a todas partes para poder verte cada
segundo del día —respondió el príncipe—. Me hace feliz poder verte en todo
momento.
—¿Por qué? —no pudo evitar preguntar
YongBok, sin entender el motivo por el cuál un príncipe podía ser feliz
siguiéndolo de un lado a otro todos los días, viéndolo hacer sus tareas en el
palacio.
—Porque me gustas, ¿por qué iba a
ser si no?
Chan
dijo esas palabras con aquella misma sonrisa encantadora que llevaba mostrando
un rato, antes de acercarse a su cuerpo y dejar un beso corto en la frente de
YongBok que dejó al chico totalmente paralizado por unos segundos, sintiendo cómo
su corazón latía rápidamente dentro de su cuerpo y cómo sus mejillas llenas de
pecas comenzaban a calentarse, probablemente tornándose rojas. Pero cuando pudo
reaccionar, el chico salió corriendo de la habitación, sin mirar al príncipe,
sin mirar atrás, solo queriendo llegar hasta su dormitorio para meterse bajo
las sábanas y no salir de allí en el próximo milenio.
Los días después de tener aquella
conversación con el príncipe Chan habían sido extraños para YongBok, extraños
porque cada vez que veía al otro, el chico salía corriendo y dejaba todo lo que
estaba haciendo para no tener que cruzarse con él porque se sentía totalmente
avergonzado por lo que había sucedido. Por ese motivo, a pesar de que había
pasado prácticamente una semana desde ese encuentro, YongBok no había vuelto a
cruzar palabra con el príncipe Chan, ni había dejado que éste lo siguiera de la
misma forma que anteriormente, levantando de aquel modo algunas sospechas entre
algunas de las personas con las que solía trabajar cada día. Muchas de las
señoras habían comenzado a cuchichear cosas sobre él y el príncipe cuando
creían que no las escuchaba, pero las escuchaba perfectamente cotillear y todo
lo que decían hacía que el joven se sintiera todavía más avergonzado de lo que
ya se sentía.
Por eso —y porque no quería
encontrarse mucho con el príncipe Chan— YongBok comenzó a hacer sus tareas
diarias a horas totalmente indecentes. Horas en las que no había nadie más
despierto en el palacio de Manwoldae que él mismo y los soldados que estuvieran
de guardia, soldados que en los dos primeros días lo habían estado vigilando
muy de cerca, pero que después lo habían dejado hacer al darse cuenta de que
simplemente se dedicaba a hacer sus tareas. A aquellas horas de la madrugada
podía hacerlo todo sin problema y encima tenía el plus de no encontrarse con el
príncipe y evitarse la vergüenza, además de no tener que escuchar los cotilleos
de las señoras. Puede que durmiera menos horas de las que su cuerpo necesitaba,
pero era algo que estaba dispuesto a sobrellevar por el bien de su corazón.
Sin embargo, aunque creía que estaba
solo despierto en la inmensidad de aquel palacio, YongBok pronto se dio cuenta
de que la presencia de los guardias no era la única que lo acompañaba en las
noches. Una de aquellas noches decidió que era el momento de limpiar la torre
de astronomía de arriba abajo, descubriendo al hacerlo que observando las
estrellas se encontraba una persona. A la poca luz que llegaba desde el
exterior por la pequeña luna menguante, YongBok pensó que se debía de tratar de
MinJun, pero no le hizo falta más que dar unos pasos en la dirección de aquella
figura para darse cuenta de que en realidad se trataba del príncipe SeungMin,
quien ni siquiera se había dado cuenta de que el chico había entrado a aquel
lugar en lo más alto de la torre.
YongBok había observado en sus
diferentes encuentros con los príncipes que los dos eran bastante diferentes,
como el día y la noche. Mientras Chan no paraba de hablar y era bastante
entusiasta con las cosas, por otro lado, SeungMin era bastante callado y solo
hablaba cuando tenía algo que decir, generalmente algo totalmente adecuado y
que podía ser usado para continuar con la conversación. Sus personalidades eran
como el yin y el yang. Después de hacer aquella comparación mental, la sonrisa
se borró del rostro de YongBok porque le había recordado a sus lecciones sobre
medicina, pero inmediatamente trató de alejar ese pensamiento de su mente. No
tenía sentido pensar en el pasado, lo único que debía hacer era pensar en el
presente, pensar en sobrevivir en aquel palacio y, en algún momento, como le
había prometido MinJun, volver a retomar sus estudios.
El chico decidió dejar solo en la
torre al príncipe SeungMin, sabiendo lo mucho que le interesaba la astronomía,
pero antes de poder salir de aquel lugar sin que éste se diera cuenta de su
presencia, la madera del suelo crujió bajo su peso cuando trató de girarse para
salir y acabó llamando la atención del príncipe sin pretenderlo.
—¿Quién anda ahí? —preguntó el
príncipe, haciendo que YongBok no tuviera más remedio que acercarse hasta él un
poco para que diferenciara sus rasgos a la luz de las estrellas—. ¿YongBok?
—Siento molestarlo, príncipe
SeungMin —murmuró—. Creía que a estas horas no habría nadie aquí y quería
limpiar un poco.
—Estas son las mejores horas para
observar las estrellas —respondió SeungMin, esbozando una tímida sonrisa—,
cuando la luz del atardecer ha dejado de reflejarse en el cielo y las primeras
luces del amanecer están lejos de aparecer —el esclavo asintió—. Además, hoy es
una muy buena noche para verlas en todo su esplendor, sin la luz de la luna que
opaca con su brillo su resplandor.
YongBok volvió a asentir, sin querer
decir nada después de aquellas preciosas palabras que el príncipe SeungMin
acababa de esbozar y simplemente miró hacia el cielo, siendo consciente de
aquella forma que era cierto lo que el otro había dicho. Aquella noche, las
estrellas relucían de una forma espectacular y, aunque no llegaban a iluminar
la tierra de la misma forma que lo hacía la luna, sí que iluminaban el cielo,
plagado de pequeños y grandes puntos de luz creando diferentes patrones,
algunos conocidos y otros totalmente desconocidos para YongBok. Del lugar del
cual venía, el cielo estaba dividido en cuatro cuadrantes y cada uno de ellos
estaba subdividido en veintiocho segmentos diferentes, representado cada uno de
ellos por una criatura celestial, pero el chico no estaba seguro de que en
Goryeo fuera exactamente de la misma forma y nunca le había preguntado a MinJun
sobre aquello.
—Mi hermano Chan me comentó que
hacía días que no podía encontrarte —murmuró el príncipe tras un largo momento
de silencio, haciendo que YongBok diera un respingo—. Ahora sé por qué por las mañanas no se te
puede encontrar —SeungMin hizo una pequeña pausa en la que se giró hacia él y
le dedicó una pequeña sonrisa—, no te juzgo por querer esconderte de Chan, a
veces es bastante impulsivo y dice cosas que hacen que los demás se sientan un
poco fuera de lugar.
—Yo…
El chico quiso dar una explicación,
pero antes de seguir hablando se calló, pensando que cualquier cosa que pudiera
decir en contra del príncipe podría ser usada en su contra. MinJun se lo había
dicho muchas veces, tenía que tener mucho cuidado con lo que decía, sobre todo si
lo decía sobre alguno de los miembros de la familia real, de algún noble o de
los altos cargos de la administración. Por ese motivo, YongBok se pensó dos
veces las palabras que debía utilizar antes de volver a abrir la boca.
—No estoy acostumbrado a un trato
tan cercano —dijo finalmente—. Mucho menos a que una persona tan importante no
se despegue de mí cuando hago mis tareas, supongo que me estaba escondiendo por
miedo y vergüenza.
—Pero YongBok —susurró SeungMin,
llevando su mano a la mejilla del chico y ampliando su sonrisa—, no debes de
tener miedo de nosotros. Somos tus amigos.
El corazón de YongBok comenzó a
latir rápidamente dentro de su pecho, movido por las palabras de SeungMin y sus
ojos sinceros en los que se reflejaban las estrellas de la noche, como si
tuviera su propio cielo en aquellos ojos. Y por una vez, y sin que sirviera de
precedente, el chico pensó que quizás podía confiar en aquellos dos príncipes,
que quizás podía estar con ellos como si fueran personas normales y que quizás
podía comportarse con ellos tal y como era, sin tener que pensar cada segundo
lo que decir o cómo tenía que comportarse… quizás, YongBok había encontrado en
los príncipes algo de consuelo.
Después de la conversación nocturna
con el príncipe SeungMin en la torre de astronomía, YongBok comenzó a ajustar
de nuevo su horario para hacer sus tareas a las horas que se suponía que debía
de hacerlas y no a altas horas de la madrugada, con el pensamiento de hacer
como que no recordaba lo que el príncipe Chan le había dicho y lo que había
hecho, tratando de acostumbrarse de nuevo a su presencia y que ésta no hiciera
que su corazón latiera rápidamente dentro de su pecho como si lo que quisiera
fuera salir de éste. Puede que tardara unos días en volver a ser algo más
natural alrededor del príncipe, pero el chico lo intentó con todas sus fuerzas
y sus esfuerzos se vieron recompensados, porque aunque la presencia del mayor
de los príncipes que conocía fuera una constante en sus días, con el paso del
tiempo, se dejó de sentir tan abrumado como al principio con ésta —lo único que
seguía abrumándolo a aquellas alturas eran los cotilleos de las señoras—.
YongBok había decidido que, a pesar
de lo bien que se habían comportado ambos príncipes con él, debía mantener un
poco su distancia con ellos, porque no sabía cuándo iba a hacer o decir algo
que pudiera comprometer su integridad física y acabar muy mal; sin embargo,
cada día que pasaba con los dos se le hacía mucho más difícil. Porque ellos lo
consideraban como a un amigo y cuando YongBok le había preguntado sobre aquello
a MinJun, éste le había contestado que la vida de los príncipes solía ser
bastante solitaria, una vida en la que no podían confiar en nadie porque sus
vidas siempre estaban en riesgo, una vida en la que aquellos que estaban lejos
en la línea de sucesión debían de mantener un perfil bajo para no representar
ninguna amenaza y para que de aquella forma sus propios hermanos no pensaran en
matarlos para asegurarse el puesto en el trono. Antes de saber aquello, era
difícil para YongBok mantener las distancias, pero en cuanto escuchó la
realidad que los príncipes Chan y SeungMin vivían, el chico ya no pudo mantener
más aquella barrera levantada entorno a él.
Por ese motivo, YongBok comenzó a
pasar mucho más tiempo con ambos príncipes y, sobre todo, a disfrutar de cada
momento con ellos, tratando de aprender sobre ellos, tratando de ser un amigo
de verdad, tal y como ellos lo consideraban.
Con el príncipe Chan había llegado a
un acuerdo para que lo dejara hacer sus tareas en el palacio tranquilamente
todas las mañanas temprano y no estuviera rondando a su alrededor, llamando la
atención de todas las personas que trabajaban en el palacio y, justo cuando
terminaba de hacer todo lo que precisaba, podía encontrarse cada día con el
príncipe. De aquella forma, YongBok no se sentía tan abrumado y de aquella
forma podía prestarle toda su atención al otro, sin tener que estar pendiente
de lo que debía de hacer y sin tener que cuidar tanto sus palabras o sus gestos
ante el príncipe como debía cuando estaban rodeados por el resto del personal
del palacio, porque con el pasar de los días, YongBok se había ido sintiendo
bastante más cómodo con Chan, a pesar de que éste siguiera haciendo bromas de
vez en cuando sobre lo mucho que le gustaba el chico. Ya le había comentado en
varias ocasiones que esas bromas no eran de su devoción, pero aunque el
príncipe las solía evitar, había momentos en los que las volvía a retomar,
haciendo que su corazón no parara quieto dentro de su pecho.
No obstante, el resto del tiempo,
YongBok lo pasaba muy bien con el príncipe porque éste hacía que se sintiera
muy cómodo en su presencia y lo hacía reír la mayor parte del tiempo con muchas
de las ocurrencias que tenía; de la misma forma, había otras veces en las que
YongBok sentía que le daría un ataque al corazón, y no porque Chan flirteara
con él, sino porque en sus últimos encuentros éste había decidido que la mejor
forma de pasarlo bien era haciendo pequeños recorridos por las zonas del
complejo palaciego de Manwoldae que le estaban totalmente prohibidas al chico.
YongBok se había resistido al principio a aquellas visitas a escondidas en las
que casi habían sido pillados en un par de ocasiones, pero después había
comenzado a disfrutarlas porque todos y cada uno de los rincones era precioso.
Desde los patios cuadrangulares,
rodeados por porches columnados en cuyos capiteles había relieves con motivos
de Goryeo o de la familia real o el suelo empedrado que formaba caminos entre
los diferentes palacios, hasta las amplias y ricamente decoradas habitaciones
del interior, en las que no faltaba el dorado y el color de la familia, así
como su símbolo. Todo desprendía riqueza y poderío, sobre todo la amplia y
majestuosa sala del trono, destinada a hacer que tanto enemigos como aliados
reconocieran el poder de Goryeo. Cada vez que hacían alguna de aquellas
incursiones, YongBok no podía evitar tener su boca abierta, totalmente
asombrado y encandilado por cada lugar que veía, demasiado concentrado en
observarlo todo y en guardar cada detalle en su memoria como para darse cuenta
de las sonrisas que aparecían en el rostro del príncipe Chan, embobado no por
la riqueza, porque estaba acostumbrada a ella, sino eclipsado por YongBok.
Pasando sus ratos libres con Chan,
el chico se olvidaba de cuál era su condición y del motivo por el cual estaba
en el palacio, YongBok olvidaba que solo unos meses atrás vivía en una ciudad
mucho más al norte en la que la primavera tardaba en llegar más tiempo, una
ciudad en la que había tenido una vida buena y en la que había ayudado a muchas
personas con sus conocimientos en medicina, una ciudad que no pertenecía a
Goryeo, sino a Khitan. Mientras estaba con el príncipe, YongBok se olvidaba de
que habían sido los soldados de Goryeo los que lo habían apresado y llevado
hasta Gaegyeong en contra de su voluntad. Solo cuando el chico estaba en la
soledad de su habitación, recordaba cuáles eran sus orígenes y recordaba que en
aquel lugar no era más que un esclavo con aires de grandeza porque los
príncipes Chan y SeungMin se habían acercado a él. Solo en esos momentos,
YongBok se sentía mal… pero todo cambiaba de nuevo en el instante en el que se
encontraba con alguno de los dos príncipes.
Cuando se encontraba con SeungMin,
al contrario que cuando lo hacía con Chan, YongBok se podía relajar
completamente y mecerse en la tranquilidad de la voz suave y calmada del
príncipe mientras éste le contaba los misterios del cielo nocturno cubierto de
estrellas o simplemente leyendo alguno de los libros de historias que se
encontraban por el palacio. A YongBok le gustaban aquellos momentos porque
podía dejar de pensar en todo y simplemente dejarse envolver por la voz de
SeungMin hasta que se olvidaba de todo lo que lo hacía sentir inquieto por las
noches y los encuentros con el príncipe eran como un bálsamo, por eso el chico
los buscaba. Los
buscaba porque incluso su corazón se sentía totalmente relajado junto a
SeungMin, un corazón que no saltaba dentro de su pecho cada dos segundos como
cuando estaba con Chan, siempre atento a todo lo que decía y siempre como un
gato arisco cada vez que éste lo tocaba. No, con SeungMin no le sucedía
aquello, de hecho, no podía evitar acercarse más y más al príncipe y cuando
éste lo tocaba su corazón simplemente se aceleraba un poco.
YongBok
se sentía muy raro cada vez que se daba cuenta de lo que le pasaba con ambos
príncipes, pero trataba de no pensar en ello, trataba de seguir adelante día a
día y, sobre todo, trataba de no echarle cuentas a la forma en la que se
comportaba su corazón porque sabía perfectamente que en el momento en el que le
prestara la atención que debía, su vida iba a ser mucho más complicada y al
chico no le apetecía que ésta lo fuera aún más. Su vida ya se había complicado
lo suficiente desde que había sido llevado como esclavo a la capital y después
a palacio por MinJun, incluso se había complicado un poco más desde que los
príncipes estaban mucho más presentes en ella, así que no era plato de buen
gusto para YongBok.
Sin
embargo, al pasar el tiempo con SeungMin, YongBok podía dejarlo absolutamente
todo atrás y solo centrarse en el momento presente y en cómo la voz del
príncipe llegaba hasta lo más profundo de su ser, disfrutando de los únicos
momentos tranquilos en su día a día... al menos hasta que una tarde, cuando el
sol estaba a punto de desaparecer en el horizonte, mientras se encontraban en
la torre de astronomía esperando a que la noche llegara y el color negro lo
cubriera todo hasta que la luz de la luna y las estrellas pudiera volver a
iluminarlo.
—¿Quieres
salir del palacio? —le preguntó en ese momento SeungMin, haciendo que YongBok
frunciera el ceño, confuso.
Desde
que había llegado al palacio, tantos meses atrás que el chico no recordaba
cuánto tiempo había pasado exactamente, no había vuelto a salir de entre sus
muros. De vez en cuando había querido salir de allí, había querido cruzar las
puertas principales y bajar hasta la ciudad que se encontraba a los pies de la
colina, mezclarse con la gente y poder sentir el calor de la vida y respirar el
aire fresco de nuevo. No es que dentro del palacio y más en lo más alto de éste
desde la torre de astronomía no pudiera disfrutar de aire fresco, pero YongBok
a veces sentía que se ahogaba y cada vez que veía cómo MinJun se iba por un día
o dos a la ciudad sin él, se sentía un poco decepcionado. Desde hacía mucho
tiempo, YongBok quería salir del palacio y dar una vuelta, pero la proposición
de SeungMin lo había pillado completamente desprevenido y no sabía qué
contestarle. No sabía qué decirle porque el chico que tenía frente a él era un
príncipe y porque se suponía que por eso no debía de salir de entre aquellos
muros, pero por otra parte, YongBok se moría de ganas por salir y suponía que
si SeungMin se lo había propuesto era porque tenía las mismas ganas de hacerlo.
Pero...
¿y si los pillaban fuera de palacio? ¿Y si por ello YongBok, quien había estado
teniendo todo el cuidado del mundo para no poner en riesgo su cabeza, acababa
en una celda toda su vida o muerto? No. No podían hacer eso.
—Me
encantaría —dijo en cambio y en cuanto las palabras salieron de sus labios, el
chico se dijo tonto nueve veces seguidas mentalmente.
Después,
quiso rectificar, pero la sonrisa encantadora e ilusionada que apareció en el
rostro de SeungMin hizo que YongBok se tragara sus palabras. Ya había hablado
de más y había metido la pata y no quería volver a meterla... además, no les
iba a hacer daño salir durante unos momentos del palacio, ¿verdad? Por ese
motivo, la primera vez que YongBok salió del palacio de Manwoldae desde que
había llegado allí aquel invierno, fue en una noche veraniega de brillantes
estrellas y en compañía de SeungMin, el menor de los príncipes, y de WooJin, un
soldado joven que solía seguir al príncipe a todas partes.
Salir
por una de las puertas laterales del castillo fue fácil, porque la puerta
estaba en desuso desde hacía mucho tiempo y ni siquiera había guardias en ella
y caminar por los alrededores del palacio sin ser vistos tampoco fue un gran
problema para ellos a pesar de que la noche no era todo lo oscura que debería
de haber sido para llevar acabo aquel menester sin ninguna preocupación. Sin
embargo, antes de que YongBok se diera cuenta, el palacio había quedado muy
atrás y las primeras casas acababan de aparecer ante su vista, casas cuyas
fachadas estaban iluminadas, alumbrando el camino del gentío que se encontraba
por las calles. YongBok nunca había visto un lugar tan concurrido de noche.
—Hoy
es el festival de las linternas —comentó SeungMin con una sonrisa,
probablemente notando la confusión del chico ante la cantidad de gente que
había en el lugar—. Por eso quería salir hoy del palacio.
YongBok
asintió a aquello y se contagió de la sonrisa de SeungMin antes de comenzar a
avanzar entre la multitud, mirándolo todo y asombrándose por los colores y las
luces que predominaban en el lugar, teniendo siempre un ojo puesto sobre el
príncipe para no perderlo de vista y sintiendo en su nuca la presencia de
WooJin.
La
noche fue magnífica, ningún incidente tuvo lugar y YongBok disfrutó del aire
fresco, de la multitud y del festival, de la misma forma que disfrutó de
aquella sonrisa permanente en el rostro de SeungMin durante todo el tiempo que
pasaron en Gaegyeong y que incluso seguía adornándolo mientras emprendían el
camino de vuelta al palacio, sin ningún contratiempo. No obstante, hasta que no
volvieron a estar entre los muros del palacio, los músculos de YongBok no se
destensaron, sabiendo perfectamente que habían corrido un riesgo muy grande al
salir de aquella forma de Manwoldae, pero feliz de haberlo hecho y deseando
volver a repetir aquella escapada de nuevo, aunque dentro de bastante tiempo
para no volver a correr aquel riesgo tan pronto.
Con
la llegada del verano y con la llegada de la fecha anunciada por el astrónomo
como la mejor para realizar el anuncio del compromiso real de uno de los
príncipes y con el revuelo que se formó en el palacio con la elección de la
mejor esposa para el príncipe JinYoung, el tiempo que YongBok comenzó a pasar con
los príncipes Chan y SeungMin fue cada vez menor, hasta que llegó un momento en
el que prácticamente no los vio durante una semana completa, algo que no había
ocurrido desde aquel primer momento en el que los príncipes habían aparecido en
la torre de astronomía y en su vida. Era normal, sin embargo, que aquello fuera
así, porque aquellos días tenían un montón de asuntos oficiales a los que
atender como parte de la familia real y éstos no tenían tiempo para perderlo
con él. Por ese motivo, aunque YongBok se sentía un poco decaído y abandonado
sin la presencia de los príncipes, sabía perfectamente que era por un motivo de
peso.
Seguir
con su vida como cuando había llegado al principio al palacio fue fácil para
YongBok, aunque echara de menos a los príncipes su vida no podía depender
completamente de ellos. Algún día se casarían o serían mandados como
diplomáticos a algún lugar lejos de Manwoldae y él seguiría allí, trabajando
para MinJun y sin poder tener acceso a ellos, así que, aquel revuelo en el palacio
le vendría de perlas para desintoxicarse de aquella presencia continua de los
príncipes en su vida, para no echarlos de menos cuando no los tuviera a solo
unos patios de distancia, sino a miles de kilómetros. Y al principio fue más o
menos llevadero, porque con tantas cosas que había que hacer en aquel lugar sus
tareas se habían duplicado y apenas tenía tiempo para echar de menos a los
príncipes y, cuando acababa su jornada, se contentaba con la presencia del
astrónomo, que le contaba a grandes rasgos qué era lo que sucedía en las zonas
del palacio en las que él no podía entrar y en las que se estaba desarrollando
todo.
De
aquella forma, YongBok se había enterado de que de las diez hijas de las
familias nobles que se habían presentado para la elección de la esposa para el
príncipe solo habían pasado la primera fase tres de ellas y que todo se estaba
desarrollando perfectamente y sin ningún incidente debido a que los días que
los astros le habían recomendado a MinJun habían sido los más propicios para celebrar
todo aquello y por ese motivo, el hombre estaba bastante contento. Sin embargo,
con el avance de las semanas y con el avance de todo, el astrónomo también
comenzó a pasar menos tiempo junto a él y YongBok empezó a sentirse un poco
solitario en su rutina y comenzó a pasar más tiempo perdido en sus propios
pensamientos, más que atento a cualquier cosa que pasara en el mundo real.
Y
pensando, YongBok se dio cuenta de lo mucho que echaba de menos su casa, de lo
mucho que echaba de menos a sus padres, de lo mucho que echaba de menos volver
a salir con su padre a los bosques cercanos en busca de plantas de todo tipo
para identificar qué eran y para qué servían. Pensando, YongBok se dio cuenta
de lo mucho que echaba de menos su antigua vida a pesar de que su nueva vida en
el palacio era mucho mejor de lo que jamás se había imaginado cuando el
invierno anterior aquellos soldados habían acabado sus días en libertad.
Durante los meses anteriores el chico también había echado de menos todo
aquello, pero se había obligado a no pensar en ello para poder seguir adelante,
de la misma forma que se había obligado a no pensar en los motivos por los
cuales su corazón se comportaba de aquella forma tan extraña cuando se
encontraba junto a los príncipes Chan y SeungMin.
Así,
en aquellas semanas en las que su mente no había podido parar de dar vueltas y
vueltas en torno a los diferentes asuntos en los que no había querido pensar,
YongBok había acabado por darse cuenta de muchas cosas. Cosas que lo
entristecían, cosas que lo hacían sentir nervioso, ansioso y cosas que le daban
un miedo terrible. El chico se había dado cuenta de lo mucho que quería
escribirle una carta a su madre para asegurarle que se encontraba perfectamente
y también que aquello era algo que no podía hacer porque era un esclavo en el
palacio de Manwoldae y porque su madre era el único miembro de la familia que
quedaba con vida y que sabía leer y escribir. Pero además de aquello, YongBok
se había dado cuenta de cuáles eran los motivos por los cuales su corazón se
comportaba de forma tan ansiosa cuando se encontraba con Chan o tan tranquila
cuando estaba con SeungMin y la respuesta a aquello no le había gustado nada
porque aunque pudieran ser amigos dentro de aquellos muros que los separaban
del resto del mundo, YongBok sabía que no podían ser nada más porque ambos
estaban destinados a hacer cosas grandes y a relacionarse con personas de un
estatus social mucho mayor que el de un simple esclavo de palacio.
Aquellas
revelaciones hicieron que durante un par de días el chico no pudiera
concentrarse en lo que debía hacer y que se moviera de un lado a otro como un
muerto viviente, pero no duraron mucho más tiempo porque en la noche del
segundo día, cuando subió a la torre de astronomía para escuchar las nuevas
noticias que tenía MinJun sobre lo que estaba sucediendo en palacio —de primera
mano y no por lo que las señoras contaban— el hombre le dio una noticia que no
se esperaba y que hizo que cualquier pensamiento que pudiera encontrarse en la
cabeza de YongBok fuera opacado por un sentimiento de alarma y preocupación.
—Las
estrellas de los miembros de la familia real están brillando con menos
intensidad —le había comentado el hombre, observando desde la ventana el cielo
estrellado—. Esto no es un buen presagio —continuó.
—¿Qué
puede significar? —cuestionó en ese momento el chico.
—Significa
que hay un peligro inminente para la familia —replicó MinJun—, y que se deben
aplicar protocolos especiales a partir de ahora para que nada malo suceda entre
los muros de este palacio.
—¿Quiere
que busque al capitán de la guardia real para transmitirle el mensaje?
—preguntó YongBok, sintiendo su corazón acelerado por el miedo a que pudiera
sucederle algo a Chan o a SeungMin.
—No.
El capitán está en una zona a la que no se te está permitido el acceso —dijo el
astrónomo, separándose por fin de la ventana y mirando a YongBok por primera
vez—. Iré yo a avisarlo, pero si ocurre finalmente algo, tendrás que estar
atento porque se requerirá toda la ayuda necesaria, ¿de acuerdo?
—De
acuerdo —respondió.
Y
después de aquello, MinJun había desaparecido escaleras abajo por la torre de
astronomía, dejando a YongBok con una sensación de angustia en su pecho porque
sabía perfectamente que, aunque los guardias del palacio hicieran todo lo que
pudieran, lo que había visto el astrónomo en las estrellas se cumpliría, como
todo lo que se había cumplido anteriormente y el chico sintió cómo un sudor
frío le recorrió la columna vertebral, debido al miedo de que a Chan y a
SeungMin pudiera ocurrirles algo malo.
A pesar de que MinJun le había dicho
que estuviera preparado en cualquier momento por si su ayuda era requerida,
YongBok no había podido evitar quedarse profundamente dormido de madrugada por
el cansancio acumulado durante el día ajetreado que había llevado en el
palacio. Por eso, el chico se sobresaltó cuando una mano le tocó el hombro y se
despertó rápidamente, asustado ante el repentino contacto, descubriendo junto a
él al astrónomo mirándolo con el semblante muy serio y dándose cuenta de que ya
había amanecido por el sol que entraba por las ventanas. Probablemente habría
dormido solo unas tres horas.
—¿Ha pasado algo? —cuestionó
YongBok, todavía un poco adormilado, pero totalmente consciente de que si el
hombre estaba allí despertándolo era porque algo tendría que haber sucedido.
—Anoche hubo una conspiración en el
palacio —respondió—. En la cena se tuvo que servir algo de comida envenenada y
todos los príncipes y princesas se encuentran en estos momentos con síntomas
por el envenenamiento.
Justo después de escuchar aquellas
palabras el corazón de YongBok se detuvo dentro de su pecho y un nudo se
instaló en su garganta, haciendo que le fuera totalmente imposible esbozar
palabra alguna, aunque lo único que quería en esos momentos era preguntar por
el estado de Chan y de SeungMin, saber que estaban bien, saber que el médico
real estaba atendiéndolos de la forma adecuada y que se iban a salvar. Pero
YongBok no tuvo que decir nada, ya que el hombre siguió hablando y contestó a
todas las preguntas que no había podido esbozar.
—Desde que di la voz de alarma
anoche están haciendo todo lo posible para ayudar a todos los príncipes y ya
han identificado la mayoría de los diferentes venenos usados —dijo—. Pero
todavía no han encontrado el origen de los usados en Chan y SeungMin.
En ese momento, YongBok sintió cómo
el alma se le caía a los pies. No podía ser real, no podía ser que las únicas
personas en las que no se hubiera identificado el origen del veneno fueran
ellos… pero después el chico lo recordó. Chan y SeungMin eran los príncipes más
pequeños, los que menos obligaciones tenían y los que menos presencia tenían en
la corte, no eran una gran pérdida para la familia. Saber aquello no lo hizo
sentir mejor, sino que lo hizo sentir todavía más enfadado y preocupado por lo
que les pudiera pasar.
—Por eso estoy aquí, porque necesito
tu ayuda si queremos que los príncipes salgan de esta —comentó el hombre—. Eras
médico antes de que te hicieran esclavo, ¿verdad? —YongBok asintió—. ¿Si te
digo los síntomas que tienen ambos podrías determinar cuál es el origen del
veneno?
—Puedo intentarlo —respondió,
encontrando por primera vez su voz después de todo aquel tiempo—, pero
probablemente necesitaría examinarlos para poder estar totalmente seguro.
—¿Si te consigo un paso seguro hasta
la habitación en la que se encuentran ambos crees que podrías examinarlos en
unos pocos minutos y salir?
—Sí. Si sé lo que es puedo verlo en
solo unos minutos.
—Acompáñame entonces.
No tuvo que decírselo dos veces para
que YongBok se levantara del colchón y rápidamente lo siguiera fuera de su
habitación sin pensar en nada más que en que tenía que llegar lo más rápido
posible hasta los príncipes. Puede que hiciera más de seis meses que no usaba
sus conocimientos en medicina para nada y que éstos se hubieran oxidado un
poco, pero el chico haría absolutamente todo lo posible para que a los
príncipes no les sucediera nada malo. No, no haría solo todo lo posible, haría
hasta lo imposible. Por ese motivo, siguió al astrónomo a través de los patios
de los diferentes palacios, escondiéndose de las miradas de las personas que
trabajan en el palacio y de los guardias, que estaban mucho más activos de lo
que nunca lo habían estado en todo el tiempo que YongBok había pasado allí,
mientras MinJun le iba relatando los síntomas que habían tenido hasta ese
momento los príncipes, trastornos gastrointestinales, con nauseas, vómitos y
deposiciones diarreicas sanguinolentas. Con aquellos primeros síntomas, el
chico comenzó a descartar algunos de los orígenes del envenenamiento, sabiendo
perfectamente en qué centrarse en cuanto pudiera examinar a Chan y SeungMin.
Afortunadamente,
pudieron llegar hasta el lugar en el que se encontraban los príncipes sin ser
descubiertos y YongBok se coló por una de las ventanas de la habitación,
tratando de no hacer ningún ruido. Una vez estuvo dentro miró a su alrededor,
encontrando inmediatamente a los príncipes y viendo que en ese momento estaban
solos en la habitación, por lo que podría examinarlos rápidamente y después
volver a salir por el lugar por el que había entrado sin dejar ninguna huella
de que había estado allí. Así que, con rapidez y sigilo se acercó hasta los
príncipes, siendo descubierto por éstos.
—YongBok —murmuraron ambos a la vez
y el nombrado chistó suavemente para que no dijeran ni una palabra más o podía
ser descubierto allí y, si era descubierto, no podría ayudarlos.
—MinJun me ha contado lo sucedido —susurró,
inclinándose primero sobre SeungMin para observar las reacciones de su cuerpo—.
Estoy aquí para ayudar —el chico se dio cuenta de que había una fina capa de
sudor en el cuerpo del príncipe y que sus pupilas eran mucho más grande de lo que
deberían ser—. Antes de servir como esclavo en el palacio aprendía medicina
junto a mi padre, así que tenía que venir y ver qué síntomas teníais —YongBok
se alejó del cuerpo de SeungMin y comenzó a observar el de Chan, encontrando
exactamente los mismos síntomas, además de la descoordinación de algunos de los
músculos de su cuerpo—. Quizás no tenga tantos conocimientos con el médico
real, pero tengo otra educación en otro tipo completamente diferente de plantas
y creo que sé cuál es el origen, así que voy a buscar los ingredientes
necesarios para preparar un antídoto lo más rápido que pueda para poder
ayudaros.
Ambos príncipes asintieron a sus
palabras con un poco de dificultad y YongBok rápidamente se alejó de ellos y
corrió hacia la ventana por la que había entrado, saltando por ella hasta el
patio y yendo al encuentro del astrónomo, que se encontraba un poco alejado,
vigilando que nadie se diera cuenta de que estaban allí.
—Sé cuál es la planta que ha
provocado la intoxicación —murmuró cuando llegó a la altura del hombre,
llamando su atención—, y sé perfectamente qué es lo que necesito para poder
preparar un antídoto eficaz, pero lo necesito todo para antes del mediodía,
¿podrías conseguirlo?
—Puedo intentarlo —respondió MinJun.
En cuanto llegaron a la torre de
astronomía, MinJun le dejó papel y tinta para que pudiera apuntar todos los
ingredientes y utensilios que necesitaba para realizar el antídoto para aquel
veneno y mientras el chico apuntaba todo concienzudamente éste fue en busca de
WooJin, el guardia que solía seguir a SeungMin, para que éste se hiciera cargo
de la compra en la ciudad de todo lo que necesitaban. YongBok no estaba
totalmente seguro de que algunas de las plantas que necesitaba se pudieran
encontrar en Gaegyeong a pesar de ser la capital del reino porque no eran muy
comunes en aquella zona, por eso apuntó varias que tenían más o menos los
mismos efectos, para que si no encontrara una encontrara otra y así él pudiera
hacer un antídoto que sirviera.
En solo unos minutos había terminado
de escribir todo lo que necesitaba y rápidamente puso un papel encima del que
había escrito, apretándolo para retirar el exceso de tinta y para secarla más
rápidamente, porque solo de esa forma podría entregarle la lista al guardia sin
miedo a que ésta se emborronara y fuera ilegible para el herbolario de la
ciudad. Para cuando MinJun llegó con WooJin a la torre, la tinta estaba
totalmente seca y lo único que tuvo que hacer YongBok fue pasarle el papel al
guardia y comentarle lo de las hierbas que podían sustituirse unas por otras
para que éste saliera corriendo escaleras abajo, dirigiéndose a la ciudad.
Mínimo, tardaría dos o tres horas, cuatro si la cosa se complicaba mucho y no
encontraba alguno de los ingredientes importantes… y la espera se le haría
demasiado larga.
Sin embargo, a pesar de que pensaba
que la espera sería larga, YongBok no tuvo tiempo para pensar en esto porque se
pasó cada segundo de éste buscando algunos utensilios por el palacio que le
pudieran servir y recitando una y otra vez cuál era la receta para crear el
antídoto contra el envenenamiento causado por la adelfa. Así, en el momento en
el que el guardia llegó antes del mediodía, como había solicitado, con todas
las plantas que necesitaba usar, el chico se puso inmediatamente manos a la
obra, porque cada hora, cada minuto, cada segundo, corría en su contra y cuanto
antes los príncipes se bebieran aquello, más serían las probabilidades de que
el antídoto hiciera mejor efecto y menos eran las probabilidades de que
murieran.
Chan y SeungMin muertos… no… aquello
no era una opción para YongBok, por eso debía hacerlo todo perfectamente, debía
hacerlo para poder ayudarlos, para poder salvarlos y para que éstos pudieran
seguir estando a su lado de la misma forma que lo habían estado desde aquella
primera vez que se habían encontrado en aquella misma torre. YongBok sacudió su
cabeza. No debía de distraerse con el hilo de sus pensamientos hasta que no
hubiera completado todos los pasos que debía de dar para completar aquel
antídoto. Y después de eso, el chico se concentró totalmente en la tarea que
tenía entre manos, sin sentirse perturbado en lo más mínimo por los pequeños
paseos que el astrónomo daba de un lado a otro de la habitación, inquieto,
hasta que no obtuvo aquel líquido de color de la miel, pero mucho más fluido,
como si de agua colorada se tratara.
Solo
en ese instante, YongBok se levantó de la mesa en la que había estado
trabajando y se acercó al astrónomo, enseñándole el resultado de su trabajo en
dos frascos de cristal. El chico no tuvo que decir absolutamente nada, porque
inmediatamente MinJun comenzó a moverse hacia las escaleras y éste lo siguió,
guardando los botes entre sus ropas, en un lugar en el que estaba seguro de que
no se caerían y romperían. El sol estaba a punto de comenzar con su ocaso
cuando salieron de la torre y comenzaron a dirigirse hacia el palacio en el que
se encontraban los príncipes, siguiendo una ruta completamente distinta a la
que habían seguido aquella misma mañana, ocultándose lo mejor posible de la
vista de todos hasta que llegaron a su destino, lugar en el que los esperaba
WooJin, quien había estado de guardia allí desde que había regresado de la
ciudad.
—¿Hay alguien dentro? —cuestionó el
astrónomo y el guardia negó con la cabeza.
—Hace unos minutos ha salido el
médico real y ha dicho que no volvería más en toda la noche porque de todas
formas no podía hacer nada por ellos —respondió.
YongBok sintió su sangre hervir por
unos momentos al saber que las únicas personas que se estaban preocupando por
el bienestar de los príncipes eran ellos tres, pero inmediatamente empujó ese
sentimiento a lo más profundo de su corazón y trepó hacia la ventana para poder
entrar de nuevo a la habitación en la que Chan y SeungMin se encontraban,
sabiendo perfectamente que si alguien quisiera entrar al lugar MinJun y WooJin
lo alertarían a tiempo para poder salir. Con la misma premura con la que había
escalado para alcanzar la ventana, el chico entró a la habitación y atravesó la
estancia hasta el lugar en el que estaban tumbados los príncipes y se sentó en
el centro de ambos, junto a sus cabezas, sacudiéndolos a los dos para que
despertaran y poder darles de beber lo que había preparado. Los príncipes
tardaron unos momentos en abrir los ojos y, nada más ver cómo sus pupilas se
habían expandido de forma considerable, YongBok se dio cuenta de que su
condición había empeorado desde aquella mañana; sin embargo, todavía estaban a
tiempo porque sus respiraciones seguían siendo regulares y no tenían rápidas
palpitaciones en su corazón.
Por ese motivo, YongBok los ayudó a
los dos a sentarse, tratando de que se quedaran erguidos el tiempo necesario
para darles de beber los frascos que había preparado y para asegurarse de que
éstos no vomitaban su contenido justo después de tomarlo. El chico tuvo
bastante cuidado con ellos, de la misma forma que siempre había tenido cuidado con
las personas que había tratado cuando todavía vivía en su ciudad natal y hasta
que no estuvo completamente seguro de que el antídoto se había asentado en sus
estómagos no volvió a ayudarlos a tumbarlos sobre sus lechos para que éste se
dispersara a través de la sangre a todos los rincones de su cuerpo sin mucho
esfuerzo. Y tras dejarlos tumbados de nuevo, YongBok se quedó velándolos por si
ocurría algo que no tuviera previsto y tuviera que intervenir, porque no podía
dejarlos solos simplemente, a pesar del riesgo que corría al quedarse allí.
A las pocas horas, YongBok comenzó a
notar los cambios en los cuerpos de los príncipes, cambios que le indicaban que
el grave peligro que ambos habían corrido tras el envenenamiento estaba siendo
revertido y que el antídoto, por lo tanto, estaba haciendo efecto y los estaba
salvando. Solo después de ver aquello, el chico pudo relajarse por primera vez
en todo el día y, antes de que se diera cuenta, se había quedado dormido junto
a los príncipes, justo en medio de ambos.
La noche se convirtió en día y para
cuando el sol por fin había comenzado a iluminar las estancias del palacio en
el que los príncipes se encontraban, YongBok ya se había parchado del lugar,
con la certeza de que lo único que ambos necesitaban era algo de descanso para
terminar de recuperarse, pero sin sus vidas en riesgo. Con esa tranquilidad en
su corazón, YongBok había seguido a WooJin por otra ruta para llegar hasta la
que se había convertido en su habitación en aquellos meses, donde se tumbó en
su cama para seguir durmiendo, totalmente agotado por toda la tensión que se
había acumulado en sus músculos durante todo el día anterior.
Sin embargo, poco después de
quedarse dormido, el chico sintió una mano en su hombro y se despertó
inmediatamente, asustado porque algo pudiera haber salido mal y los príncipes
necesitaran su ayuda de nuevo. No obstante, cuando enfocó su mirada en la del
astrónomo, que era el que lo había despertado, no encontró en su rostro ningún
rastro de la seriedad con la que lo había despertado el día anterior, quizá
podía leer algo de preocupación en su mirada, pero no parecía realmente grave.
Aun así, YongBok se sintió inquieto.
—¿Qué ha pasado? —preguntó.
—El rey solicita tu presencia —respondió
el hombre, haciendo que el ceño de YongBok se frunciera inmediatamente, confuso
por aquella respuesta. ¿Por qué iba a querer verlo el rey?—. Quiere agradecerte
que hayas salvado a los príncipes Chan y SeungMin.
—¿Cómo…?
—Esta mañana cuando el médico real
entró a la habitación para ver si los príncipes seguían vivos y ha visto que su
condición había mejorado milagrosamente ha estado haciendo preguntas —continuó
el astrónomo—, así que ha estado haciendo preguntas y anoche uno de los eunucos
encargados de cuidarlos me vio rondando por el lugar, por lo que he tenido que
dar la cara y contar todo lo que hicimos ayer los tres.
YongBok asintió lentamente y después
de eso se levantó de la cama para arreglarse un poco y ponerse presentable para
estar ante la vista del rey, mientras MinJun seguía relatando los motivos por
los que al final había tenido que delatarlo y le aseguraba una y otra vez que
por aquella acción no iba a haber ninguna represalia, sino probablemente una
recompensa. Pero a pesar de que el hombre le asegurara que todo saldría bien,
YongBok no podía evitar estar nervioso y con cada paso que daban acercándose al
palacio en el que se encontraba la sala del trono, iba a peor. Porque él nunca
había estado delante del rey y porque no sabía cómo tenía que comportarse y
aunque MinJun le había dicho en mil ocasiones cómo debía hacer las cosas cuando
se encontraba ante un miembro de la familia real, YongBok seguía sintiéndose
temblar como un flan ante el pensamiento de estar ante el rey de Goryeo.
No obstante, al cruzar las puertas
de la sala del trono y entrar a aquel espacioso y espectacular lugar, viendo en
el primer momento a la persona que estaba sentada en el lugar más alto e
imponente, la mente y el cuerpo de YongBok comenzaron a funcionar de forma
totalmente automática y caminó hacia el centro de la sala, con la cabeza gacha,
siguiendo al astrónomo hasta que éste se detuvo y se inclinó, en ese momento,
el chico también hizo una reverencia profunda.
—¿Es este el chico? —cuestionó una
voz grave y autoritaria que resonó en la sala.
—Sí, majestad —respondió el hombre a
su lado—. Es él.
—Alza tu cabeza, chico —le pidió el
rey y YongBok la alzó un poco, titubeante, hasta que en su visión apareció el
monarca, esbozando una sonrisa y su cuerpo se sintió mucho más relajado—. El
astrónomo MinJun me ha contado todo lo que hiciste ayer por mis hijos Chan y
SeungMin —comenzó el rey—, y te estoy muy agradecido porque los hayas salvado
cuando ni el médico real sabía qué era lo que les estaba sucediendo —el chico
asintió, incapaz de decir ni una palabra—. Es debido a eso que quiero que seas
partícipe de una decisión que he tomado por el bien de todos mis hijos.
YongBok frunció ligeramente el ceño,
confuso de nuevo por las palabras del rey, pero en cuanto éste siguió hablando
y explicando cuál era aquella decisión que había tomado, la confusión se volvió
nerviosismo de nuevo porque el monarca le estaba pidiendo algo muy importante.
Porque el rey de Goryeo se había dado cuenta de que su familia no estaba segura
entre los muros del palacio de Manwoldae y había decidido que lo mejor para
todos sus hijos y esposas era salir de entre aquellos muros con personas de
confianza e irse a vivir a distintos puntos del país mientras abría una
investigación para ver quiénes eran los culpables de aquel intento de asesinato
general de todos sus descendientes. Pero lo más importante era que había
determinado que debido a que había salvado a los príncipes Chan y SeungMin,
YongBok era una persona de confianza y por eso quería que viajara junto a los
príncipes al norte del país y se quedara con ellos hasta que todo en el palacio
se hubiera normalizado y se hubiera atrapado a los culpables de aquella
traición.
—¿Aceptarías la tarea de velar por
mis hijos mientras se encuentren lejos de Manwoldae? —cuestionó el rey después
de explicarle todo aquello.
—Sería un gran honor para mí, su
majestad, cumplir con su mandato —respondió sin pensarlo siquiera.
—Que así sea, entonces —dijo el
monarca—. A partir de este momento, podrás quedarte en su habitación observando
la condición de los príncipes y en cuanto la condición de mis hijos sea
favorable para el viaje, quiero que esté todo listo para que salgáis del
palacio con ellos lo más rápido posible —YongBok asintió—.Puedes retirarte.
Después de aquello, el chico hizo
una reverencia siguiendo a la del astrónomo y ambos salieron de la sala del
trono sin darle la espalda al rey hasta que no llegaron a la puerta. En el
momento en el que se encontraron fuera de allí, YongBok no pudo evitar dejar
escapar un suspiro profundo de sus labios que llamó la atención de MinJun.
—No ha sido para tanto, ¿verdad? —comentó
el hombre y YongBok quiso decirle que aunque el rey había sido amable y
encantador, todavía seguía temblándole todo el cuerpo, pero estaba seguro de
que éste estaba viendo todas sus reacciones—. Deberías confiar en mis palabras,
cuando te traje aquí te dije que era porque tu presencia beneficiaría a las
personas que me rodeaban y así ha sido, has salvado de las garras de la muerte
a dos príncipes y por ello el rey te ha encomendado una tarea importante.
YongBok centró su atención en el
astrónomo por un momento y vio cómo este le guiñó un ojo antes de echar a
andar, bajando la escalinata que llevaba al palacio en el que se encontraba la
sala del trono. El chico pensó entonces en su primer encuentro, en cómo en ese
momento, cuando caminaban por las calles de Gaegyeong el hombre se había
presentado y después le había dicho aquellas mismas palabras y en cómo éstas se
habían cumplido y sintió un pequeño escalofrío. Pero el chico obvió ese
sentimiento y simplemente lo siguió, pensando simplemente en que en el momento
en el que los príncipes estuvieran en condiciones de moverse, tendría que dejar
el palacio de Manwoldae para acompañarlos a ambos a algún lugar apartado en el
que ninguno de ellos tendría obligaciones y en el que iba a poder pasar todo el
tiempo posible junto a Chan y SeungMin. Pensar en ello hizo que una amplia
sonrisa apareciera en el rostro del chico, porque había echado mucho de menos
poder pasar el tiempo con ellos y porque todavía tenía muchas cosas que
descubrir estando junto a ambos príncipes.
Notas finales:
—El reinado de YeJong
es un periodo bastante tranquilo dentro de la historia de Goryeo en el que
realmente no hay luchas importantes y en el que se refuerza la administración
central y el ejército y en el que, además, hay un desarrollo de la educación y
las artes.
—Sé que a Felix no le
gusta su nombre coreano, lo sé muy bien, pero en una historia inspirada en una
época tan lejana, no es nada común que haya gente con nombres tan occidentales
como Felix por allí; así que, lo siento mucho, pero he tenido que usar su nombre
coreano (Lee YongBok) para hacer un poco más creíble la historia.
—Khitan está en la
frontera noroeste del reino de Goryeo. Siempre han tenido muchas tensiones y,
como en todas las fronteras, en este lugar hubo un gran tráfico de esclavos
tanto para un lado como para otro. Sin embargo, a falta de tiempo para poder
hacer una investigación exhaustiva sobre la venta de esclavos en Goryeo he
usado referencias occidentales para ello.
—Las ciudades de las
que hablo en el fic que están cerca de la frontera entre ambos reinos son
ciudades actuales que se encuentran en la frontera entre Corea del Norte y
China, más o menos donde se encontraría la antigua frontera entre Khitan y
Goryeo. Al principio quise poner ciudades que hubieran existido en la época,
pero ante la falta de fuentes directas de las que hacer uso, tuve que dar mi
brazo a torcer y poner simplemente ciudades actuales.
—El palacio de
Manwoldae es el palacio construido por la dinastía Goryeo en Gaegyeong, hoy llamada
Kaesong y situada en tierras de Corea del Norte. Este palacio era bastante
monumental, con varios patios y estancias palaciegas y enclavado sobre una
colina, al sur de las montañas Songak y la capital a sus pies. Hoy en día solo
se pueden ver algunos de sus cimientos en los que se están realizando
excavaciones, porque el palacio fue destruido en el año 1361 por las invasiones
de los Turbante Rojos. Esta es una
reconstrucción de dicho palacio.
—La cosa que le dice MinJun
(aka Jun.K) a Felix de la que debe despedirse es de su miembro, debido a que
para ser un sirviente en palacio, se tiene que estar castrado para que no se
corra el peligro de que el linaje real se vea comprometido. Esto es de lo más
frecuente en las cortes orientales.
—No sé si sabéis cuál
era el papel de los astrónomos en la corte en Goryeo, pero éste era más el de
lo que hoy en día conocemos como astrólogo. Observar el movimiento de todos los
astros y con eso tratar de favorecer las actividades de la familia real, dar
consejos y establecer fechas para bodas, días de concepción y acontecimientos
importantes.
—He utilizado un poco
de la sabiduría de Fushigi Yugi en cuanto a la explicación sobre el cielo y las
constelaciones y cómo éstas están divididas debido a que ésta es la forma china
de repartir el cielo y ésta es la manera en la que en Corea, Japón y algunos
países más del sudeste asiático, dividían su cielo antiguamente. Si habéis
visto el anime o leído los mangas, las equivalencias de los dioses con sus
nombres en japonés-coreano son estos: Suzaku – JuJak; Seiryu – CheongRyong;
Genbu – HyeonMu; Byakko – BaekHo.
—En todas las
monarquías, imperios, califatos, sultanatos, etc, en las que hay varios
herederos que suelen ser de distintas
madres, siempre hay luchas entre los diferentes herederos para tomar el trono y
a lo largo de la historia ha habido un montón de conspiraciones en los palacios
para que el trono se lo llevara uno u otro hermano. Por supuesto, en Goryo
sucedió lo mismo en varias ocasiones.
—El festival de las
linternas que aparece en la historia es un festival que se suele realizar en
verano en el que se lanzan linternas en la noche con promesas, sueños o deseos
escritos en ellas hacia el cielo. Si habéis visto Moonlight drawn by clouds (o Love
in the Moonlight, como prefiráis llamarlo) tiene una de sus más famosas
escenas en uno de estos festivales.
—La adelfa es una
planta venenosa que se encuentra en el Mediterráneo de forma abundante y en toda
la zona asiática que se encuentra en la misma latitud, por lo cual, pensé que
no se debían de tener muchos conocimientos sobre ella en Goryeo y por eso fue
la elegida para envenenar a Chan y a SeungMin. YongBok tiene conocimientos
sobre ella porque ha tenido contacto con más personas de la Dinastía Song (que
era la que en los momentos estaba gobernando “China”) que los médicos reales de
Goryeo. Los efectos reales de este veneno son los ya mencionados en la
historia.
—La intoxicación por
la ingesta de adelfa tiene un tratamiento eficaz que si se coge a tiempo salva
de la muerte a los afectados. Este tratamiento consiste en un preparado de
belladona y otras plantas de la familia solanaceae
(como el ma niao pao) que se toma por
vía oral.
—Probablemente si
hubiera tenido más tiempo para escribir me habría detenido mucho más en los
detalles de la época, del palacio o de las costumbres, también habría habido
más conversaciones y pensamientos profundos; pero con un mes escaso (porque
febrero no es ni un mes normal de largo) para escribir dos historias, no he
podido detenerme todo lo que quería en los detalles como cada vez que escribo
cosas de tinte histórico.
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