martes, 18 de diciembre de 2018

[One Shot] Fairy Tale {KunWin}


Título: Fairy Tale
Autora: Riz Aino
Pareja: KunWin (Kun + Win Win) (NCT)
Calificación: R
Géneros: AU, fantasy, historical?, romance, drama, fluff
Número de palabras: 4.841 palabras
Resumen: hace mucho tiempo, las hadas y los humanos sellaron un pacto, un pacto en el que ambas razas reforzaban sus vínculos y formaban una alianza. Con la llegada de la primavera, llega también el momento para el que Kun y Win Win llevan tanto tiempo preparándose.
Advertencias: mención a relaciones sexuales, aunque no son para nada explícitas, sí que las hay.
Notas: en las notas finales haré algunas aclaraciones sobre el pequeño universo que he creado para esta historia.
Comentario de autora: después de ver las fotos OT18, no pude evitar fijarme en lo principesco que salía Win Win y cuán hada de los bosques parecía Kun, así que, tuve que hacer esto sí o sí para quedarme en paz conmigo misma. Espero que os guste.


El bosque era un hervidero de animales, ya que podían encontrarse por todas partes, viviendo tranquila y plácidamente a pesar de que Kun se mezclaba con ellos, caminaba entre ellos y se acercaba a ellos; ninguno de los habitantes del bosque temía su presencia, era más, le daban la bienvenida y algunos se acercaban y se unían a su camino, haciendo éste mucho menos aburrido y más alegre y colorido. Los pájaros trinaban a su paso, las ardillas se movían por las ramas de los árboles sobre su cabeza y diversos animalillos terrestres correteaban entre sus pies y entre las raíces de los centenarios y milenarios árboles que formaban aquel antiquísimo bosque; algunos animales más grandes, como los ciervos, lo observaban desde la distancia, ambas criaturas manteniéndose respetuosas la una con la otra.


Para Kun aquello era lo normal, desde que había nacido, los animales del bosque le habían dado la bienvenida y no se habían sentido ansiosos ante él, a pesar de que, en algunas ocasiones, había tenido que salir a cazar; no obstante, estos animales siempre lo habían reconocido como uno de los seres del bosque, uno de los seres que eran uno con la naturaleza que los rodeaba, uno de los seres que los gobernaba, porque las hadas estaban por encima de cualquier otro ser en la jerarquía del bosque... y Kun era un hada, aunque tampoco era un hada cualquiera.

Kun había nacido del rey y de la reina de las hadas, el segundo hijo de los siete que habían nacido de aquella unión, una posición que lo colocaba lo más alto de la jerarquía de las mismas hadas. Sin embargo, el joven hada jamás había hecho valer su posición debido a que, entre las hadas y los demás seres del bosque, la armonía era reinante y no había ningún altercado o problema que hubiera requerido su atención —y si los había, generalmente eran sus padres o su hermano mayor, TaeYong, quienes atendían aquellos problemas— y él simplemente se ocupaba de sus hermanos pequeños, de YukHei, RenJun y ChenLe, quienes siempre acababan metidos en líos porque todavía eran demasiado jóvenes y para ellos las reglas y las normas de su pueblo no significaban nada. Eran un dolor de cabeza para él, porque no entendía el motivo por el cual no podían ser tan sensatos como sus hermanas, SooYoung y YeRim, y no tenerle siempre al borde de un ataque de nervios; por ese motivo, para escapar en algunas ocasiones de aquellos trastos que tenía como hermanos menores, Kun se decidía a mezclarse con el resto de los seres que poblaban aquel bosque y se paseaba por el lugar, tratando de evadirse y también buscando cualquier indicio de que algo no fuera bien —aunque ya había caballeros hada encargados de aquella tarea—.

Al joven hada le encantaba encontrarse rodeado de la más pura naturaleza, de los árboles que a veces parecían cantar y danzar debido al suave viento que los mecía en un sueño del que llevaban muchísimo tiempo sin despertar, se sentía especialmente bien y tranquilo, se sentía completamente vivo en aquel lugar, mucho más vivo que en la aldea en la que las hadas vivían, un lugar que, aunque había sido modelado a lo largo de los siglos para fundirse con la naturaleza que lo envolvía, no era por completo natural, como aquel lugar en el que se encontraba, adentrándose en el bosque, alejándose de la zona que siempre habían habitado y acercándose mucho más a la linde tras la cual el bosque desaparecía y eran los humanos los que habitaban al otro lado.

Kun siempre se había sentido algo atraído por la otra raza inteligente con la que compartían aquel mundo, una raza que le parecía exótica y problemática, que lo atraía y repelía con sus acciones sobre la naturaleza y sus seres. Era extraño y el joven hada no sabía cómo calificar aquella atracción, pero trataba de no pensar en ello y simplemente dejarse llevar por ella y que ésta guiara su camino.

Se encontraba cerca de la linde del bosque cuando los animales a su alrededor comenzaron a comportarse de forma extraña; los pájaros repentinamente dejaron de trinar y empezaron a volar entre los árboles, huyendo del lugar al que Kun se dirigía, las ardillas dejaron de seguirlo y los animalillos que correteaban a sus pies desaparecieron entre las raíces, escondiéndose de algo que habían sentido y que debía de ser algo a lo que tenían de forma bastante acusada. El hada frunció su ceño durante unos momentos, cavilando qué podía ser la causa de aquello, sin poder imaginarla, por ello, finalmente decidió seguir su camino para tratar de enfrentarse a aquella amenaza que había vuelto a los seres a su alrededor un caos. No tuvo que caminar mucho para comenzar a escuchar cuál era el origen del problema y Kun suspiró de forma profunda, se lo debía de haber imaginado.

Los sonidos que le llegaban a través de los árboles del bosque eran los de una jauría de perros ladrando, el de los cascos de unos caballos clavándose en el suelo del bosque y sus relinchos, el de los gritos de hombres, jaleando y animando, el sonido de un cervatillo asustado, corriendo por su vida. Kun apretó sus dientes y después echó a correr rápidamente para tratar de ayudar a aquel ser que había visto perturbada su existencia por los humanos que fascinaban y estremecían al hada. Los ruidos se fueron haciendo cada vez más fuertes y no solo un eco transportado por el viento en el bosque hasta que finalmente Kun se encontró con la escena. Una decena de humanos sobre sus jadeantes caballos y junto a sus perros babeantes habían acorralado a un cervatillo en una pequeña zona en la que no tenía escapatoria y el animal estaba asustado, al borde del colapso por el cansancio y el miedo y los sentimientos de aquel ser rozaron la sensibilidad de Kun con los seres del bosque, por lo que, rápidamente actuó.

            Uno de los humanos que allí se encontraban levantó un arco bastante labrado y tensó su cuerda, colocando una flecha en éste, dispuesto a disparar a la indefensa criatura, algo que Kun no podía permitir. Por ese motivo, el joven hada buscó una zona desde la cual tenía una visión directa de toda la escena y, antes de que el humano fijara su objetivo, él ya había tensado su propio arco y había sacado una flecha de su carcaj, dispuesto a disparar en el instante en el que el humano lo hiciera. El hada cerró uno de sus ojos, llevando su mano derecha lo más atrás posible rozando las plumas de la flecha con su puntiaguda oreja, esperando… hasta que el humano finalmente disparó y Kun también lo hizo. Su flecha cortó el aire a su paso e interceptó la del humano, clavándose en el mástil de ésta y desviándola de su camino. Al ver cómo su flecha había sido desviada, el humano que había lanzado la flecha se giró hacia él y el resto lo siguió inmediatamente, fijando su vista en el hada, sorprendiéndose al verlo allí.

—Habéis perturbado la paz de este bosque —dijo Kun, con voz alta y clara—, deberéis rendir vuestras disculpas al rey de las hadas por vuestro atrevimiento o preparaos para sufrir la ira de la naturaleza.


            —Padre, he traído a un humano que ha perturbado la paz de nuestras tierras.

            Kun se adentró en la sala en la que se encontraba el rey de las hadas llamando la atención de éste con sus palabras y llevando tras él a aquel joven que poco antes había tratado de cazar un ciervo en el bosque, a pesar de que aquel territorio estaba reservado a las hadas y ningún humano tenía el derecho de pisar aquellas tierras sin previa invitación de algún hada, menos, tenía el derecho de cazar allí. Por aquella violación de las normas que aquel humano y sus compañeros habían cometido, Kun había llevado hasta su padre a aquel joven que había hecho el mayor daño, lanzando una flecha a un ciervo. Éste no se había resistido lo más mínimo a acompañarlo e incluso había mandado a aquellos que lo acompañaban de vuelta a casa, como si estuviera demasiado seguro de que, aunque fuera a encontrarse en presencia del rey de las hadas, no iba a tener ningún castigo, una seguridad que al hada le había dado mala espina desde el primer momento.

            —¿Un humano violando las leyes? —cuestionó su padre, levantándose de su trono, realizado con enredaderas de diferentes plantas que en aquella época del año florecían y cubrían el trono con diversos colores, y después caminando hacia Kun y el otro chico—. ¿Es él?
            —Sí, padre.
            —Levanta la cabeza —le pidió el rey de las hadas al chico humano colocándose ante él.

Kun se alejó unos pasos porque aquella situación era algo que debía resolver su padre, él ya había hecho todo su trabajo al llevarlo hasta allí, ahora era el rey el que decidía qué era lo que sucedería con éste. El joven humano comenzó a lazar la cabeza poco a poco hasta que sus ojos se encontraron con los del rey de las hadas y Kun pudo ver en el rostro de su padre una expresión de sorpresa y de incredulidad, además de reconocimiento de aquel humano. El joven hada frunció su ceño, extrañado. Su padre no conocía a muchos humanos, solo había ido al reino al otro lado de los árboles en un par de ocasiones en los últimos años y solo lo había hecho con los miembros de la familia real, con los que tenía un pacto por cumplir que incumbía a Kun más que a nadie en aquel lugar.

            Hacía muchísimo tiempo, las hadas y los humanos sellaron un pacto, un pacto en el que ambas razas reforzaban sus vínculos y formaban una alianza. Un pacto en el que se había establecido que, cada tres generaciones, los segundos hijos de los reyes del mundo de las hadas y el humano, debían de establecer un vínculo para asegurar la paz entre ambos mundos.

            —¿Príncipe SiCheng? —preguntó el rey.
            —Majestad —respondió el joven, haciendo una ligera reverencia—. Los hielos han terminado de derretirse y las flores han comenzado a abrirse, por lo que mi padre me envía para cumplir con el pacto.

Al escuchar las últimas palabras del joven humano, a Kun el estómago le dio un vuelco. No podía estar escuchando bien, aquel chico no podía ser el príncipe SiCheng, aquel chico no podía ser el segundo hijo de los reyes de los humanos, aquel chico no podía ser aquel junto con el que debía de cumplir el pacto que se había establecido desde tiempos inmemoriales entre la raza de las hadas y la de los humanos, aquel pacto para el que a Kun habían preparado toda su vida, enseñándole diversos conocimientos sobre el mundo de los humanos para que supiera cómo comportarse cuando tuviera que encontrarse en el territorio más allá de la linde del bosque, aquel pacto por el cual el joven hada siempre se había sentido especialmente atraído por el mundo de los humanos. Aquello no podía ser verdad porque aquel joven había entrado en el bosque y lo primero que había hecho había sido violar una de las reglas más importantes de las hadas, si fuera el príncipe SiCheng, lo habría sabido y habría mostrado respeto por aquella regla, en lugar de haberse presentado allí para cazar un ciervo.

—Lamento la descortesía con la que se ha comportado mi hijo —murmuró el rey de las hadas—. No sabía que vendrías y menos que se te había concedido el permiso para cazar un ciervo y llevarlo a casa como muestra de nuestra amabilidad y disposición para que los acontecimientos se desarrollen tal y como estaba previsto.

Kun no daba crédito a lo que estaba oyendo, las palabras de su padre lo hacían ver a él como el que hubiera estado equivocado en un primer momento y trataban de disculparlo ante aquel joven humano, pero el hada sabía que él no había hecho nada malo, él solo había hecho lo correcto, lo que debía haber hecho cualquier otra hada que se hubiera encontrado con la misma situación que él lo había hecho. Apretó los dientes fuertemente y también cerró sus manos en puños ante todo aquello, porque no había sido informado que el príncipe con el que tenía que cumplir con el pacto aparecería aquella primavera y porque tampoco le habían comentado los privilegios que le habían dado y que entre ellos se encontraba el de cazar un ciervo. Kun estaba enfadado con toda aquella situación.

—Me parece que alguien se la ha cargado… —escuchó Kun canturrear a alguien a su lado. Se giró en la dirección en la que había escuchado la voz y se encontró al menor de sus hermanos, ChenLe, mirándolo con sorna.
—Pero no lo van a castigar por esto porque, después de todo, a quien ha traído aquí es a su futuro marido —murmuró RenJun a su otro lado—. Aunque no lo castiguen por esto, sí que padre algo hará.
—Callaos los dos —siseó Kun—. Vosotros ni tendríais que estar aquí.

Tratando de no llamar demasiado la atención de aquellos que se encontraban en el lugar —su padre y el humano— Kun echó a sus hermanos menores de allí y después inspiró profundamente antes de acercarse un poco más a ellos, para colocarse al lado de su padre y frente al otro chico. No deseaba tener que disculparse con él, pero antes de que el rey le llamara la atención por sus actos, que habían sido completamente inconscientes porque no había tenido conocimiento de nada de aquello, se disculparía.

—Siento mucho mi comportamiento de antes —dijo—. No tenía conocimiento de que vendrías ni de lo que se te había prometido, por lo que simplemente he actuado acorde a las normas de este reino.
—No hace falta que te disculpes —murmuró—. De esta forma he podido ver la buena puntería de la que su majestad siempre alardeaba que tenías.

El joven humano le dedicó una sonrisa y Kun esbozó otra en respuesta a pesar de que no sentía especial ánimo por sonreír; no obstante, el aquel momento debía de actuar correctamente y, no solo eso, sino que debía de cumplir con el papel que se le había asignado en el momento de su nacimiento. Porque a partir de aquel día, comenzaría la cuenta atrás hasta que la unión entre ambos fuera una realidad y así el pacto sellado entre las hadas y los humanos pudiera seguir existiendo, al igual que la alianza entre ambas razas.


            La alianza entre humanos y hadas llevaba vigente desde casi el principio de los tiempos, cuando ambas razas habían alcanzado un acuerdo de paz por el cual no volverían a atacar al contrario y, para que aquel acuerdo siguiera respetándose a lo largo de las siguientes generaciones, habían decidido que ambas razas dejarían de tener motivos para atacar a la otra si un miembro de ellas se encontraba comprometido con un miembro de la contraria, de esa forma estableciendo relaciones familiares entre las dos. Así, el rey de los humanos y el rey de las hadas finalmente habían ofrecido a sus segundos hijos y habían firmado el documento por el cual esta tradición se cumpliría cada tres generaciones para que siempre estuviera presente en las mentes de ambos que eran familia.

            Desde que Kun había nacido, al hada le habían contado aquello una y otra vez, preparándolo para cumplir su deber ya que con él se cumplían las tres generaciones que debían pasar para que el pacto volviera a renovarse y, desde muy pequeño, éste había sabido que aquel era lo que debía hacer como segundo hijo del rey hada, como el representante de su pueblo y también había sabido perfectamente lo importante que era su papel en todo aquello. Sin embargo, siempre había visto aquel pacto como algo bastante lejano, nunca se había planteado realmente lo que haría cuando llegara el momento… pero el momento había llegado y no lo había hecho en las mejores circunstancias porque el primer encuentro que había tenido con el príncipe SiCheng había sido un completo despropósito a pesar de las excusas que se habían formulado.

            No obstante, lo más importante de todo aquello era que Kun no había tenido tiempo para mentalizarse, al menos el tiempo que le habría gustado emplear para ello porque, aunque siempre había sabido que aquello era lo que debía de hacer y lo había tenido en mente, estando todo tan próximo y habiendo comenzado los preparativos de forma tan inmediata, el joven hada sentía que se le había agotado todo el tiempo.

            Sentado sobre una de las más altas ramas de uno de los árboles que circundaban el claro en el que se iba a celebrar la unión entre ambas razas, Kun dejó escapar un profundo suspiro que debió ser audible en todo el lugar, puesto que desde aquel sitio privilegiado pudo ver cómo algunas de las hadas que estaban encargadas de adecentar aquel sitio se alzaron sus cabezas y buscaron durante unos segundos el origen de aquel suspiro sin hallarlo debido al follaje tras el que el joven hada estaba oculto. No obstante, los pájaros que se encontraban a su alrededor sí pudieron verlo y se acercaron a él para hacerle algo de compañía y tratar de alegrarlo con su canto. El joven no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa ante aquello, pero su sonrisa se desvaneció cuando escuchó cómo las ramas a su alrededor se movieron y algunos de los pájaros que se habían acercado a él se fueron.

—Aquí estabas —murmuró el príncipe SiCheng, apareciendo entre las ramas de aquel árbol—. He escuchado tu suspiro, pero no estaba seguro de si procedía de este lugar o no, menos mal que te he encontrado aquí y no he tenido que escalar a otro árbol, estoy demasiado cansado para subir a otro.

SiCheng le dedicó una sonrisa encantadora y, tras aquello, se sentó junto a él en aquella enorme rama que podía perfectamente soportar el peso de ambos sin decir ni una palabra más durante un buen rato, simplemente observando el paisaje que podía verse desde aquel privilegiado lugar. Kun se extrañó porque éste no volvió a hablar, pero tampoco dijo nada y solo observó de vez en cuando, de reojo, al humano junto al cual pasaría el resto de sus días para poder cumplir con la parte de la alianza que le tocaba. Era bastante guapo, casi tanto como las hadas y tenía el mismo porte que el resto de la familia real —a la que Kun había visto cuando era muy pequeño en una pequeña visita que habían hecho los reyes de los humanos, pero a la que solo habían asistido los monarcas y su hijo mayor, el heredero al trono—, pero al igual que él, el joven humano parecía algo turbado por la situación.

—Creo que ambos debemos sentirnos de forma parecida —aventuró Kun, llamando la atención del otro chico—. Esta unión es algo para lo que llevamos preparándonos toda la vida, aunque sentíamos que estaría todavía lejana, pero ahora que está aquí y es tan real, nos asusta. ¿Me equivoco?

            SiCheng negó con la cabeza y después le dedicó una pequeña sonrisa antes de lanzar un profundo suspiro al aire, tal y como había hecho Kun unos momentos atrás. Los dos se encontraban en la misma situación y los dos estaban turbados por ella, porque no sabían realmente cómo afrontarla y porque desde que el segundo príncipe de los humanos había llegado hacía tan solo unos días atrás, todo se había vuelto paras arriba en el bosque y los preparativos para que se llevara a cabo la alianza habían comenzado de forma casi inmediata. Kun estaba nervioso y asustado porque todo había ido muy deprisa en aquellos pocos días, pero suponía que SiCheng debía de estar aún más nervioso y asustado debido a que además se encontraba en un lugar desconocido en el que pocas eran las hadas que se habían acercado a él de forma afable.

            Realmente, ambos estaban juntos en aquel barco y por el bien de sus pueblos debían de entenderse el uno al otro y completar aquella unión, por muy asustados que estuvieran, si cooperaban y trataban de confraternizar y apoyarse, todo aquello sería mucho más fácil para ambos. Por eso, Kun decidió que debían volver a comenzar y hacerlo con buen pie, olvidando todo lo sucedido en los anteriores días, empezando desde cero a conocerse y encarando juntos el futuro que les esperaba.

            —¿Por qué no comenzamos de nuevo? —le propuso—. Soy Kun, el segundo hijo del rey de las hadas —se presentó—, ¿quién eres tú? —SiCheng lo miró durante unos segundos totalmente confuso, pero después pareció entender lo que el hada trataba de hacer y le volvió a dedicar una sonrisa antes de contestarle.
            —SiCheng, segundo hijo del rey de los humanos.
            —Espero que podamos llevarnos bien porque de nosotros dependen las relaciones entre nuestros pueblos —comentó y el otro chico asintió.

            A partir de aquel momento todo fue significativamente diferente puesto que ambos comenzaron a compartir sus pensamientos sobre lo que les aguardaba, sus sentimientos y sus miedos; pero además de aquello, comenzaron a compartir historias sobre ellos, tratando de conocerse lo máximo que pudieran en aquellos pocos días que aún les quedaban de margen para que los reyes de los humanos llegaran hasta el bosque y se pudiera celebrar la ceremonia de la alianza entre las dos razas, conociéndose lo suficiente como para no ser más que dos meros desconocidos, porque a partir de aquel día en el que la unión se celebrara deberían de compartir sus vidas con la otra persona tal y como les había sido dictaminado en el momento de su nacimiento.



            La ceremonia fue realizada sin ningún contratiempo cuando llegó el día, ante los ojos de ambas familias reales y distintas personalidades importantes de un mundo y de otro, al igual que ante los ojos de muchas hadas curiosas por el acontecimiento, un acontecimiento irrepetible, ya que cada tres generaciones el lugar de la celebración de la ceremonia se realizaba en la tierra de los humanos o en la de las hadas de forma que una vez se celebrar en un lugar y a la siguiente en el contrario; de esa misma forma, el lugar en el que la ceremonia se realizaba, marcaba el lugar de residencia de aquellos que con su unión volvían a sellar y a renovar el pacto que se había realizado tanto tiempo atrás por sus pueblos —Kun se sentía afortunado porque en aquella ocasión hubiera sido el bosque de las hadas el lugar de la ceremonia, puesto que no podía imaginarse cómo podría ser su vida sin los árboles o sin los animales que poblaban aquel lugar, sin el aire puro, sin sus demás congéneres; pero por aquello mismo de sentirse afortunado, el joven hada comprendía que SiCheng debía de sentirse de la forma contraria, por lo que trataría de hacer todo lo posible para que extrañara lo mínimo posible su mundo—.

            Después de que la ceremonia fuera llevada a cabo, un gran banquete se celebró en honor del gran acontecimiento, de la misma forma que se había realizado desde siempre, con todos los asistentes a la ceremonia invitados a éste y con mucha bebida y comida sobre las mesas, cumpliendo con la parte festiva de aquel importante momento. Sin embargo, a pesar de que para todos era el momento de celebrar y festejar tras la unión, Kun no podía evitar seguir sintiéndose nervioso porque para SiCheng y para él, la parte oficial de todo aquello no había terminado aún. El pacto había sido sellado con su unión ante los demás, con los votos que habían sido hechos, las promesas que se habían sellado y sus firmas en aquel antiquísimo documento que guardaba el cumplimiento de la alianza; no obstante, para ellos todavía quedaba sellar aquella unión con su entrega física el uno al otro y, aunque en los anteriores días a aquella ceremonia ambos habían comenzado a entenderse, seguía siendo demasiado precipitado para los dos y no habían acabado de mentalizarse para ello. Por ese motivo, ninguno había probado bocado de aquel banquete que se extendía ante ellos.

            TaeYong, su hermano mayor, con un sexto sentido para saber si se necesitaba de su ayuda o de sus consejos, viendo que Kun no había probado nada se acercó a él y le susurró al oído cuál era la mejor solución para quitarse aquellos nervios: comenzar a beber vino. En la mesa del banquete había vino, mucho vino, así que, animando a SiCheng a hacer lo mismo, Kun comenzó a beber una copa tras otra de vino, hasta que un constante zumbido se instaló en su cabeza y el joven hada sintió que ya no tenía nervios.

            La noche cayó y el ambiente de celebración siguió adelante para todos con la excepción de aquellos dos que habían sido los protagonistas quienes se retiraron del lugar en el que seguía la celebración, adentrándose en el bosque, Kun guiando de la mano a SiCheng para que no se perdiera en aquella inmensidad de árboles, en aquel lugar desconocido para él, hasta llegar al lugar que había sido reservado para ellos aquella noche, una pequeña casa que podría haber sido confundida entre el espesor del bosque, construida para que se mimetizara y pasara desapercibida, pero los ojos de Kun, totalmente acostumbrados al bosque, podían encontrar sin ningún problema.

            Y en aquel lugar, con su cabeza zumbando por el vino y sus manos llenas de torpeza, Kun se acercó a SiCheng y tomó su rostro entre ellas para besar al joven humano al que aquel día se había unido para siempre, sintiendo la calidez de los labios ajenos contra los suyos y los dedos de éste aferrándose a su cuerpo. Kun se sintió mareado con aquel beso, con la intensidad de éste, que fue in crescendo, y con la lengua de SiCheng y la suya luchando por tomar el control dentro de sus bocas hasta que se quedaron sin aliento y tuvieron que separarse un poco para poder respirar correctamente de nuevo. Kun había estado nervioso por aquel momento todo el día, después de que los nervios por la ceremonia acabaran a la par que esta… pero sus nervios habían sido completamente aplacados por el vino y el leve zumbido que éste le había dejado no lo dejaba pensar en absolutamente nada más que no fuera SiCheng y en que aquella noche debían de consumar la unión, la alianza entre sus pueblos con sus cuerpos.

            Y sus manos fueron torpes, las de ambos, porque aquella era la primera vez que se encontraban en una situación como aquella, pero aún siendo torpes, sus manos consiguieron rozar el cuerpo ajeno de la misma forma que sus labios se encontraban a veces y otras veces buscaban algunas otras zonas de sus cuerpos que besar. Kun se sentía mareado, embriagado, con su corazón latiendo rápidamente dentro de su pecho, su respiración entrecortada y su cuerpo calentándose cada vez más y más mientras todo subía de intensidad y cada vez las caricias eran menos caricias y las manos agarraban la carne del contrario. Poco a poco, sus ropas ceremoniales fueron retiradas y la desnudez de sus cuerpos fue cada vez más patente y sus caricias más y más profundas, hasta que finalmente ambos se sumieron en el más absoluto de los placeres, sellando de aquella forma la alianza entre sus dos pueblos, una alianza que no podría romperse por nada del mundo y que los ataba al otro para siempre.








Notas finales:
—Muchos meses después… muchísimos meses después de tener la idea por fin me puse a escribirla y, aunque he tardado demasiado en tenerla lista, me alegra un montó haberla acabado, incluso a pesar de haber echado milenios en la última escena. Espero que os haya gustado mi primer fanfic “largo” KunWin.



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