Título: Seoul Night
Autora: Riz Aino
Pareja: TenSorn (Ten + Sorn) (CLCT – CLC + NCT)
Calificación: R
Géneros: AU, romance, drama, pwp, smut
Número de palabras: 2.271 palabras
Resumen: la noche en Seúl es oscura, pero a la vez
brillante… es desconocida, pero a la vez conocida… y, sobre todo, es excitante.
Advertencias: básicamente esta historia tiene una introducción al tema
que nos ocupa realmente: el sexo, aunque no es explícito, es muy implícito y
hay que avisarlo sí o sí.
Notas: esta historia está interrelacionada con la de Eyes on You, no es estrictamente necesario leer ambas, pero estaría bien que lo hicierais.
Comentario de autora: desde hace años tenía esta historia (y la de Eyes on You) pensadas, pero como me había desacostumbrado a escribir smut, las había ido dejando y dejando, hasta que me decidí a sacarlas adelante y no dejarlo más. Espero que os guste.
Notas: esta historia está interrelacionada con la de Eyes on You, no es estrictamente necesario leer ambas, pero estaría bien que lo hicierais.
Comentario de autora: desde hace años tenía esta historia (y la de Eyes on You) pensadas, pero como me había desacostumbrado a escribir smut, las había ido dejando y dejando, hasta que me decidí a sacarlas adelante y no dejarlo más. Espero que os guste.
La noche había llegado a Seúl y Sorn salió de la
habitación del hotel que compartía con su amiga Lalisa, los tacones de ambas
resonando por el pasillo mientras se encaminaban hasta el ascensor, donde las
esperaban algunos de sus amigos y amigas para bajar a la discoteca de aquel
hotel, que tenía muy buena fama. Fueron las últimas en llegar, pero
absolutamente nadie les puso pegas porque todos habían llegado mucho más tarde
de la hora que habían acordado al principio, demasiado inmersos en arreglarse
de forma espectacular para aquella noche que iba a ser única y completamente
especial, totalmente diferente de las noches de fiesta que todos ellos habían
pasado juntos en Bangkok, porque no se habían puesto ningún límite.
“Lo que pase en
Seúl, se queda en Seúl”.
Con aquella frase en su mente, Sorn había decidido que
aquella noche desfasaría todo lo que quisiera sin arrepentirse de ninguna cosa
que pudiera ocurrir. Por ese motivo, la chica comenzó a beber y a beber,
probando todo tipo de cócteles y bebidas que nunca antes había probado y bailó
en el centro de la pista junto a sus amigos, al ritmo de todas y cada una de
las canciones que sonaban en los altavoces, hasta que finalmente el alcohol
comenzó a subírsele a la cabeza y empezó a encontrarse un poco mal debido a que
prácticamente debía de tener más alcohol en vena que sangre. La alta música
zumbaba en sus oídos y reverberaba en su cerebro, haciendo que la habitación
entera le diera vueltas y haciendo que la chica no tuviera más remedio que
alargar su mano hacia la persona más cercana para poner su mano en su hombro y
usarlo como apoyo para no caer al suelo redonda. Sorn cerró sus ojos por unos
instantes e inspiró hondo, con su mano firmemente apoyada en aquel hombro que
le estaba sirviendo de soporte y del que no supo de quién se trataba hasta que
una voz dulce y conocida le habló al oído.
—Sorn… —la llamó Ten y ella abrió sus ojos para
encontrarse con los oscuros y brillantes ojos preocupados de su amigo—. ¿Te
encuentras bien?
—Necesito aire —replicó, en una voz apenas audible que
por algún milagro Ten escuchó.
—Vamos fuera —le dijo él.
La chica asintió con la cabeza levemente, totalmente de
acuerdo con aquella idea porque además de estar mareada, empezaba a sentirse
agobiada con tanta gente allí. Necesitaba salir al frío aire nocturno de
aquella ciudad que no dormía porque eso seguro que la hacía sentir muchísimo
mejor, por lo que, se apoyó en Ten y caminó junto a él, siendo muy consciente
de la mano que el chico tenía en su cintura para sujetarla a través de la gasa
de la blusa transparente que llevaba, porque aquella mano contra su piel
quemaba. Ambos salieron de la discoteca del hotel, que se encontraba en la
planta principal de éste y se dirigieron al ascensor para subir hasta la
azotea, puesto que ya era demasiado tarde y las puertas del hotel habían sido
cerradas.
Durante el viaje en el ascensor, Sorn se alejó un poco de
Ten y se apoyó contra las paredes acristaladas de aquel cubículo, feliz de que
aquella fría superficie contra su cuerpo caliente le reportara un poco de calma
a todo el torbellino que se estaba desatando en su interior.
—Si te encuentras peor puedo llamar a un taxi y que nos
lleve al hospital más cercano —murmuró el chico mientras ascendían.
Sorn
lo miró de reojo y negó con su cabeza levemente. Estaba bien. Borracha, pero
bien, al fin y al cabo. No era algo que no le hubiera pasado ya con
anterioridad y la chica conocía bastante bien su cuerpo y sabía qué era lo que
debía de hacer en aquellas ocasiones. Quizás había desfasado un poco más de lo
que acostumbraba porque estaban en Seúl y aquello había que celebrarlo porque
no era algo que sucediese todos los días, pero con un poco de aire fresco se le
pasaría todo. Sin embargo, cuando se bajaron del hotel y caminaron juntos hasta
la terraza, apoyándose mutuamente, aunque Ten soportando más peso de Sorn del
que ella soportaba de él, se dieron cuenta de que no habían tenido en cuenta la
cosa más importante de todas.
Cuando salían de fiesta en casa, el tiempo era más o
menos el mismo siempre, en verano y en invierno, por las noches refrescaba un
poco, pero generalmente la temperatura era cálida; no obstante, en Seúl era muy
distinto y en pleno invierno hacía demasiado frío como para poder estar en aquel
lugar sin un abrigo, por eso, cuando salieron a la azotea, el cambio de
temperatura del interior del edificio al exterior les dio una bofetada en la
cara. Ambos se encogieron un poco por el frío, como si de aquella forma
quisieran guardar el poco calor que podían crear entre los dos y con la ropa
fina que llevaban el leve viento gélido les cortaba la respiración.
—¿Volvemos dentro? —cuestionó Ten.
—Quedémonos solo unos minutos —respondió Sorn.
La chica no pudo ver la cara que puso Ten ante sus
palabras, pero probablemente había hecho una mueca y estaría pensando que estaba
completamente loca por querer quedarse un rato en la terrada; pero Sorn no
estaba loca, solo estaba borracha. Y borracha como estaba, ella quería quedarse
allí arriba, porque el viento helado la despejaba y la hacía sentirse mucho
mejor, aunque tuviera frío; además, desde aquella azotea, había visto algo que
le había llamado muchísimo la atención, algo que quería seguir observando
durante mucho tiempo: la ciudad de Seúl. Su hotel estaba en un lugar
privilegiado desde el cual se podía ver prácticamente toda la ciudad, siendo un
mar de luces de todos los colores, iluminando la noche con un resplandor
hermoso que encandiló a Sorn de una forma que no podía explicar. Aquel paisaje
de luz que se extendía ante ella era lo más precioso que había visto en su vida
y sintió cómo una amplia sonrisa apareció en sus labios.
—Es precioso —murmuró, llamando la atención de Ten a su
lado.
—Ya veo por qué te querías quedar aquí, aunque nos
estemos congelando —respondió él, acercándose un poco más a su cuerpo, como si
quisiera fundirse con ella—. Es casi tan precioso como tú —agregó.
Sorn rio ante aquello y después le dio un leve golpe en
el brazo, sin poder creerse que su amigo estuviera diciendo aquello porque ese
tipo de palabras eran más propias de BamBam, que se pasaba la vida flirteando
con los chicos y chicas de su grupo de amigos lanzando piropos por doquier, Ten
no había hecho eso nunca antes. No le dio mucha importancia, no obstante,
porque ella estaba borracha y Ten también, así que, lo que dijeran no eran más
que idioteces de las que no se acordarían siquiera al día siguiente —aunque a
Sorn le gustaría que aquellas palabras fueran verdad y que el chico las sintiera
y pensara realmente, porque se había pasado los últimos años bebiendo los
vientos por él de una forma un poco patética, en opinión de Lalisa—.
—¿Por qué me pegas? —le cuestionó el chico—. Si es la
verdad.
—Deja de hacer el tonto, Chittaphon Leechaiyapornkul —dijo
ella, utilizando su nombre completo para darle más seriedad a aquel asunto.
—No estoy haciendo el tonto, Chonnasorn Sajakul —replicó
él, de forma seria—. Lo digo de verdad.
A pesar de que hacía mucho más frío si se alejaba del
cálido cuerpo del chico, Sorn se alejó de él para observarlo, para mirar su
expresión y tratar de ver en ella algo que le indicara que lo que estaba
diciendo era una mentira más grande que el palacio real, pero no, el rostro
serio de Ten lo único que evidenciaba era una seriedad casi irreal. Sus ojos
brillaban de la misma forma que las luces de la ciudad y parecían nerviosos
ante lo que ella pudiera decir en aquel momento; pero Sorn no sabía qué decir
porque se sentía demasiado confusa y su cabeza no trabajaba a la velocidad que
quería.
—Lo que pase en Seúl… se queda en Seúl —murmuró Ten,
citando el motto con el que habían
definido aquel viaje.
Sorn parpadeó un par de veces, confusa, pero antes de que
pudiera decir nada, preguntar nada o adivinar nada de lo que pasaba por la
cabeza del chico, éste se acercó repentinamente a ella, tomando con sus manos
heladas su rostro y posando ligeramente sus labios contra los suyos. Un
escalofrío involuntario recorrió todo el cuerpo de Sorn debido a aquellos
labios que se movían sobre los suyos, debido al increíble sentimiento de Ten
besándola, porque era algo que ella jamás se había imaginado que pudiera pasar.
Aunque el beso fue breve y dejó a la chica con ganas de mucho más, cuando se
separaron, fue incapaz de devolver el beso porque se sentía completamente en
shock —porque se había pasado los últimos tres años bebiendo los vientos por su
amigo y siempre había pensado que algo como lo que acababa de sucederle era imposible,
a pesar de que ella lo había imaginado algunas veces antes de dormir—.
—Si quieres que hagamos como que esto nunca ha sucedido
no te culpo —murmuró Ten—. Pero era algo que llevaba mucho tiempo queriendo
hacer y será un buen recuerdo de Seúl.
—Idiota —susurró Sorn.
El chico la observó con la confusión pintada en su
rostro, misma confusión que ella debía de haber mostrado antes… pero en
aquellos momentos ya no se sentía nada confusa, no después de aquel beso, no
después de que Ten le dijera que llevaba mucho tiempo queriendo hacerlo.
Estaban en Seúl, si aquello podía ser un buen recuerdo de aquel lugar, Sorn
quería que lo fuera, no quería desaprovechar aquel momento y, sobre todo,
quería saber si después de Seúl ellos podrían continuar con aquello. Por eso,
aunque quería poner en palabras todo lo que quería decirle al chico, Sorn no
pudo expresarse correctamente, así que simplemente salvó la distancia entre
ambos de nuevo para besar los labios de Ten de una forma mucho más profunda,
lenta y durante muchísimo más tiempo, sintiendo la inmediata respuesta del
chico, moviendo sus labios a la par de los suyos y buscando con sus manos su
cintura para acercar sus cuerpos al máximo.
Cuando se separaron minutos después, lo hicieron
prácticamente sin respiración y al respirar de nuevo en aquel ambiente helado,
su aliento se convirtió en vaho. El corazón de Sorn latía desbocado dentro de
su pecho y la chica podía notar cómo el de Ten latía de la misma forma acelerada
dentro del de éste por la cercanía de sus cuerpos. Sus ojos se encontraron
mientras seguían tratando de recuperar la respiración y en los del chico pudo
ver cómo crecía un fuego ardiente que opacaba en hermosura a las luces de la
ciudad, un deseo por algo más, porque continuaran aquello y fueran mucho más
allá que unos besos húmedos. Sorn también podía ver reflejado en los ojos del
chico sus propios ojos y en ellos latía aquel mismo deseo.
“Lo que pase en
Seúl, se queda en Seúl”, pensó.
Después tomó de la mano a Ten y caminó con él,
sintiéndose muchísimo más despejada, sin los mareos que había sentido cuando
habían subido a aquella azotea, como si la borrachera se le hubiera pasado por
el frío y por la adrenalina de aquel momento, por lo que caminaron rápido de
vuelta al ascensor, un ascensor en el que ambos aprovecharon para seguir
besándose una y otra vez hasta que finalmente se detuvo en la planta en la que
se encontraban sus habitaciones. No tuvieron que decirse absolutamente nada
para saber qué era lo que iba a pasar, no tuvieron que malgastar saliva en palabras
que no iban a solucionar nada cuando la saliva podía tener otros muchos y
mejores usos, así que, simplemente, cogidos de la mano llegaron hasta la
habitación que Sorn compartía con Lalisa y sacó la tarjeta para abrir la puerta
de su bolsillo y desbloquearla.
Tocándose, besándose, desnudándose, sintiéndose el uno al
otro, caminaron hasta la primera cama que encontraron y se tumbaron sobre ella
para seguir con aquella exploración de sus cuerpos que ambos habían querido
realizar durante mucho tiempo, pero que había sido propiciada por la noche de
Seúl. Y mientras Sorn sentía cómo los dedos y los labios de Ten eran como fuego
en su piel y cómo su miembro se introducía en su interior y se colmaban
mutuamente de placer, la chica lo único que deseaba era que aquello no
terminara jamás, aunque volvieran a casa y Seúl quedase atrás.
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