Título: 난 니가 좋아 (I like you)
Autora: Riz Aino
Pareja: Yohangyul (Kim YoHan + Lee HanGyul)
(X1)
Clasificación: PG–13
Géneros: AU, sports, romance, drama, fluff,
humor
Numero de palabras: 3.530 palabras
Resumen: HanGyul siempre ha estado enamorado de
YoHan… pero nunca ha podido decirle nada (o las cinco ocasiones en las que
HanGyul quiso decirle a YoHan que le gusta + la vez que finalmente lo hace).
Notas: historia escrita y dedicada a mi sis
Tae, que estoy segura al 100% que le va a encantar muchísimo.
Comentario de autora: una tarde, no sé por qué, me entraron
demasiadas ganas de escribir algo de estos dos idiotas y hasta que no lo hice
no me quedé tranquila. Espero que os guste.
1
HanGyul tenía diez años la primera
vez que entró en el dojang que había cerca de la casa de sus padres. No
había ido demasiado contento a aquel lugar, pero había accedido porque desde
que conocía a sus padres éstos solo habían hecho cosas buenas por él y no
quería decepcionarlo; no obstante, una vez entró, el chico se quedó
completamente fascinado y no quiso volver a salir. Allí había un montón de
niños de su edad, vestidos con un chándal blanco raro atado con un cinturón que
variaba de color según la persona, dando patadas y puñetazos al aire, todos a
la vez, según les mandaba un señor que había frente a ellos; mientras que unos
cuantos adolescentes se encontraban sobre colchonetas en parejas poniendo en
práctica aquellos movimientos los unos contra los otros. Aquel día fue el día
en el que lo inscribieron para hacer taekwondo después de clases y el día en el
que HanGyul se encontró por primera vez con un niño bajito con las paletas
torcidas que daba las mejores patadas que había visto en su vida.
HanGyul
se propuso como meta en su vida hacerse amigo de aquel chico… y lo consiguió
sin mucho esfuerzo. YoHan, que así se llamaba el niño de las patadas guays, se
había mudado junto a su familia tan solo unos meses atrás y su padre se había
hecho cargo de aquel dojang, entrenando a un montón de niños y
adolescentes, y el chico se había pasado demasiadas horas allí encerrado
practicando, por lo que no había hecho ningún amigo en todo aquel tiempo. Su
cara se iluminó por completo cuando HanGyul le preguntó si quería ser su amigo
y le sonrió como si aquello hubiera sido la cosa más genial que le hubiera
propuesto nunca, mostrando sus paletas torcidas y provocando que sus ojos
prácticamente desaparecieran.
Comenzaron a pasar muchísimo tiempo
juntos a partir de aquel momento, tanto en el dojang como fuera. Dentro
del dojang, YoHan lo ayudaba con los movimientos que les enseñaban para
que no se quedara atrás cada vez que podía porque él ya se los sabía y HanGyul
atendía al máximo a todas y cada una de las explicaciones de su amigo mucho más
que a las que le daba su instructor porque cuando hacía algo bien, YoHan lo
felicitaba y le sonreía y eso hacía que HanGyul se pusiera contento. Fuera, era
HanGyul el que enseñaba a YoHan a jugar al fútbol o a escalar árboles cuando la
pelota se les quedaba enganchada en las ramas de los árboles del parque que
había cerca de sus casas, porque ambos habían descubierto que vivían bastante
cerca el uno del otro una tarde que HanGyul lo invitó a merendar. De alguna
forma, se hicieron inseparables y no es que alguno se quejara de ello porque
ambos habían perdido a sus amigos al mudarse —HanGyul a sus
amigos del orfanato y YoHan a los de su ciudad natal— y habían encontrado en el
otro todo lo que necesitaban.
Y, dándose cuenta de aquello, un día
que jugaban en el parque, HanGyul sintió muchísimas ganas de decirle a su amigo
YoHan lo mucho que le gustaba, lo mucho que adoraba estar con él y nadie más…
pero, de alguna forma, su yo de diez años tenía asimilado que decirle a su
mejor amigo que le gustaba, no era algo que debía hacer, así que, HanGyul se
calló, de la misma forma que lo haría quizás demasiadas de veces a lo largo de
su vida.
2
—¿No puedes dormir? —le
preguntó HanGyul a YoHan, girándose en la cama para observar el perfil de su
amigo, que no había parado de dar vueltas desde que se habían echado a dormir
hacía un rato ya—. ¿Estás nervioso?
—Mucho —le
respondió su amigo en apenas un murmuro.
HanGyul
no pudo evitar sonreír, aunque en la oscuridad de la habitación en la que se
encontraban, su sonrisa no se podía ver. Habían viajado hasta Busan para una
competición de taekwondo y YoHan era el único que había avanzado hasta la
semifinal en el día anterior, por lo tanto, el único que tenía que al día
siguiente tenía combates y el único que debía dormir bien… pero HanGyul
entendía que estuviera tan nervioso. Su amigo siempre se ponía muy nervioso
cuando tenían competiciones, aunque fuera entre los demás chicos del dojang
para ver los niveles que tenían antes de presentarse a los exámenes de grados kup
—en los cuales YoHan lo pasaba fatal—, así que, allí, en una competición
oficial y lejos de casa, obviamente estaba demasiado nervioso —lo había estado
los anteriores días y, sobre todo, lo estaba en aquellos momentos porque los
combates que tenía al día siguiente eran mucho más importantes. Era la primera
vez que se presentaba en aquel grado y, obviamente, estaba demasiado nervioso y
presionado por hacerlo bien, ya que, en una familia llena de campeones, él no
podía ser una excepción.
—¿Quieres
que te cuente algo que no te he contado jamás? —le cuestionó HanGyul—. ¿Una
historia muy vergonzosa que me pasó mientras veníamos para acá?
YoHan se giró hacia él y HanGyul
pudo ver sus ojos brillar con interés en la habitación oscura en la que estaban
todos los chicos que habían ido a aquella competición, durmiendo sobre el
suelo. Su amigo hizo un pequeño asentimiento con su cabeza, dispuesto a
escuchar todo lo que tuviera que decirle, aunque fueran verdaderas tonterías. Y,
entonces, HanGyul comenzó a contarle cómo había pasado el mayor bochorno de sus
catorce años de vida cuando por aguantarse las ganas de ir al baño durante
mucho tiempo mientras viajaban en bus hacia Busan había acabado teniendo que ir
corriendo cuando habían parado en una estación de servicio y se había metido
sin darse cuenta en el baño de mujeres. Cuando había salido y se había
encontrado con varias mujeres en el lugar no había podido evitar salir corriendo
mientras decía trescientas veces que lo sentía, con las orejas coloradas.
Mientras contaba su historia, YoHan
se estuvo aguantando las ganas de soltar una carcajada enorme y por poco no la
deja escapar en varias ocasiones, algo que habría ocasionado
un desastre porque todos se habrían despertado y HanGyul no quería que algo
como aquello sucediera. Quizás era un poco egoísta por su parte, pero le había
encantado poder ser el único que le contara cosas graciosas a YoHan para
hacerlo olvidar la competición del día siguiente… porque HanGyul había
aprendido en el transcurso de los últimos cuatro años que su amigo le gustaba
de una forma que no debía sentir ni expresar, por mucho que en aquellos
momentos quisiera.
3
Los gritos se escuchaban desde el
pasillo, los gritos en los que el padre de YoHan le señalaba todo lo que había
hecho mal en aquella ocasión para no ganar y quedar segundo en aquella
competición. HanGyul se encontraba allí fuera, esperando a que los ánimos se
calmaran para poder entrar al lugar, ya había estado de por
medio en una ocasión y no quería volver a pasar eso otra vez —aunque una parte
de él lo impulsaba a dar un paso adelante, hacia la puerta, cada vez que los
gritos subían de intensidad—. Pasaron los minutos como horas y el chico se
estaba impacientando cada vez más, sabiendo que YoHan lo estaba pasando mal en
aquel lugar y que no podía hacer nada por cambiarlo y por ayudarlo. Entendía
que su familia quisiera que siguiera sus pasos y que se convirtiera en uno de
los mejores, pero también ellos debían de entender que había momentos en los
que era imposible ser el mejor y YoHan lo había dado todo en el combate, a
pesar de haberse hecho daño en el tobillo antes de éste.
Cuando estaba
a punto de perder la paciencia y entrar en la sala que les habían asignado para
aquella competición, la puerta se abrió de golpe y por ella salió un cabreado
señor Kim que le dedicó una mirada enfadada antes de alejarse por el pasillo,
pisando fuerte. A HanGyul le dio un escalofrío aquella mirada, porque parecía
haberle echado la culpa a él de lo que había sucedido, además de echársela a
YoHan, pero rápidamente dejó de pensar en ello y entró al lugar en el que se
encontraba su amigo, cerrando la puerta con pestillo a sus espaldas, viéndolo
sentado sobre una de las sillas, con la pierna izquierda descansando sobre otra
de las sillas y el rostro hundido en sus manos, llorando. Un pinchazo se
instaló en el corazón de HanGyul cuando se acercó a YoHan, poniéndose en
cuclillas ante él, retirándole las manos de la cara y viendo cómo las lágrimas
le corrían por las mejillas.
HanGyul
quería consolarlo y sabía que no lo podía hacer si le mentaba la discusión con
su padre, así que optó por preguntarle por su tobillo izquierdo para hacerlo
pensar en otra cosa.
—¿Cómo
tienes el pie? ¿Te duele? —le cuestionó—. ¿Vas a necesitar que te lleve a
caballito luego?
YoHan
esbozó una pequeña sonrisa, pero siguió llorando y HanGyul simplemente se alzó
y se acercó a su cuerpo para abrazarlo fuertemente, colocando su barbilla sobre
la cabeza de su amigo, sintiendo inmediatamente cómo éste lo abrazaba
fuertemente por la cintura y lo estrechaba entre sus brazos, escondiendo su
rostro en su pecho, llorando aún más. HanGyul sabía perfectamente que, en
aquellos momentos, YoHan se estaba odiando por no haber sido capaz de dar el
máximo, por haber decepcionado a su familia y a sí mismo con aquella derrota… y
lo único que quería decirle era que él no lo odiaba, que lo quería más que
nunca había querido a nadie, que lo había hecho genial y que él lo apoyaría
ganara o perdiera. Pero el HanGyul de diecisiete se mordió la lengua y
simplemente siguió abrazando a YoHan hasta que éste dejó de llorar.
4
—¿Te has enamorado alguna
vez, Gyul?
La
pregunta de YoHan hizo que el corazón de HanGyul se saltara un latido y que
luego se pusiera a latir como loco. Su garganta se quedó completamente seca y
no podía esbozar ningún sonido. No sabía el motivo por el cual YoHan le había
hecho aquella pregunta cuando nunca antes en sus nueve años conociéndose habían
hablado de algo tan intenso y serio como el amor —habían tenido conversaciones
grupales con algunos de los chicos de su clase durante la adolescencia sobre
qué chica era la más guapa del instituto o cuál era con quien querrían salir,
pero nada más allá— y la verdad era que HanGyul no estaba especialmente
preparado para dar una respuesta a aquella pregunta. Acababan de terminar una
práctica a las tantas de la madrugada y HanGyul decidió que dar la callada por
respuesta era lo mejor que podía hacer, dejando pensar a YoHan que estaba
demasiado cansado como para aquellas tonterías.
—¿Gyul? —cuestionó
YoHan, moviéndose sobre el suelo en el que estaban tumbados hasta quedar
tumbado de costado a su lado.
—¿Qué? —fue
lo único que pudo decir, ya que su boca seguía demasiado seca.
—¿Estás
medio muerto?
—Llevamos
horas sin parar… —replicó—. No estoy medio muerto, estoy muerto del todo.
—Lo
siento —susurró YoHan.
Y, tras
aquello, simplemente se pegó mucho más a él, dejando que su cabeza descansara
sobre el hombro de HanGyul y pasando su brazo sobre su cuerpo, dejando su mano
descansar en su pecho. El corazón del chico latía a toda velocidad bajo el roce
de YoHan, pero esperó que, si lo notaba, pensara que se debía al esfuerzo
realizado hasta hacía solo unos momentos y no a su cercanía. Tanto la pregunta,
como su cercanía lo habían pillado completamente desprevenidos, así que,
HanGyul inspiró hondo varias veces tratando de calmarse lo máximo posible para
no dejar que ninguna grieta apareciera en su imperturbable rostro.
YoHan era el amor de su vida. Se
había enamorado de él prácticamente desde la primera vez que lo había visto,
cuando tenían tan solo diez años, y durante los siguientes nueve habían sido
los mejores amigos y se habían apoyado en el día a día, en las dificultades y
en las ideas estúpidas. HanGyul había tenido muchas ocasiones para decirle que
estaba enamorado de él, pero ninguna de ellas lo había hecho porque no había
querido que su amistad se perdiera por ser estúpido y querer más de lo que
YoHan podía ofrecerle.
Por ese motivo, a pesar de que YoHan
le había preguntado expresamente por si se había enamorado en alguna ocasión,
HanGyul no había podido responderle y no podría responderle nunca sin poner en
riesgo lo que tenían. Por ese motivo, HanGyul volvió a callar cuando debía de
haberle dicho lo mucho que lo quería.
5
—¿Quién es ese chico? El
que está compitiendo ahora mismo —escuchó HanGyul que una chica que no conocía
le preguntaba a la que debía de ser su amiga.
—Es Kim
YoHan —le respondió—. Está en el departamento de artes marciales, alguna vez
hemos ido a verlo entrenar y… está cañón.
—Lo
mismo le pido salir, tía.
Acabó comentando la primera, provocando que HanGyul
desconectara de aquella conversación que no le hacía nada bien escuchar y
volviera a enfocarse en el combate que YoHan estaba teniendo en esos momentos y
que estaba siendo muy ajustado. Apenas quedaban unos segundos para que
finalizara y el chico contra el que competía estaba un punto arriba. HanGyul
sabía que su amigo sabía poner en práctica todo tipo de técnicas avanzadas para
que todo se volviera en su favor, pero también sabía que cada vez que se encontraba
en una situación como aquella, el chico se volvía muy nervioso y era incapaz de
pensar con claridad… por eso, deseó que YoHan pudiera dejar atrás su
nerviosismo y ganara aquel combate.
Mientras
deseaba aquello con todas sus fuerzas, YoHan finalmente realizó un ataque
final, una patada al peto de su oponente, con el crono marcando el término del
combate, un ataque que le valió dos puntos y que hizo que ganara aquella
contienda. HanGyul se levantó de su asiento en la primera grada, donde había
estado sentado viendo toda la competición por una lesión en la rodilla derecha,
y comenzó a saltar de alegría, importándole bien poco en ese momento lo mucho
que le iba a doler la pierna después —e importándole también bien poco lo que
cualquiera a su alrededor pudiera pensar de él por aquello—.
Después, simplemente se acercó a las
escaleras que había prácticamente al lado de donde se había encontrado sentado
y saltó por encima de la cadena que prohibía el paso a la pista, en el momento
en el que YoHan terminaba todo el ceremonial del combate y se quitaba la
protección de la cabeza. Sus ojos se encontraron con los de HanGyul de forma
inmediata y el chico salió corriendo hacia él para darle un fuerte abrazo que
dejó a HanGyul sin respiración, pero con su corazón saltando de alegría dentro
de su pecho.
—¡He ganado! ¡No me puedo
creer que haya ganado! —le gritó YoHan.
—¿Cómo
no ibas a ganar? —cuestionó HanGyul—. Eres el mejor.
YoHan se
separó de él en ese momento y le dedicó una sonrisa tan preciosa que a HanGyul
le dieron mil ganas de coger su rostro entre sus manos y plantarle un beso en
aquellos labios que más de una y más de dos veces había querido probar, para
después decirle lo mucho que lo quería. Pero HanGyul se contuvo y no hizo nada
porque allí había demasiada gente y porque no podía hacerle aquello a YoHan, no
después de que acabara de ganar una competición tan importante. Por eso solo le
sonrió lo más cálidamente que pudo, sintiendo una pequeña punzada en su corazón
al ver cómo la expresión de su amigo durante un segundo mostró decepción.
+1
Todos los miembros de la
especialidad de taekwondo de la universidad habían salido aquella noche a
celebrar la victoria de YoHan en los campeonatos universitarios y el alcohol
corría por las venas de todos los chicos y chicas que se encontraban allí en
mucha mayor cantidad que la sangre. Los cánticos y los juegos para emborrachar
al personal hacía tiempo que se dejaban escuchar y, en cualquier otra ocasión,
YoHan habría estado extremadamente feliz… pero en esos momentos no estaba nada
feliz. Después de haber ganado había ido corriendo a por HanGyul y lo había
abrazado fuertemente, lleno de alegría, había visto en el rostro de éste lo feliz
que también estaba por él… y también había visto cómo sus ojos se habían
desviado hacia sus labios y cómo rápidamente había apartado su mirada de ellos
como si no hubiera pasado nada, cuando YoHan había querido que pasase todo.
Hacía ya unos años que había
comenzado a sospechar que para HanGyul quizás era algo más que un amigo, pero
YoHan nunca se había atrevido a expresarse, a hablar con él de sus propios
sentimientos, porque no había estado del todo seguro de si su percepción era
correcta o un simple reflejo de sus propios deseos. Sin embargo, aquella tarde
creía haber visto la realidad sobre los sentimientos de HanGyul, pero después
del combate el chico lo había estado evitando deliberadamente y, en aquellos
momentos, se encontraba en una esquina de la mesa, ajeno a todo lo demás y
bebiendo como si le fuera la vida en ello.
En ese instante, el chico levantó su
cabeza y sus ojos se encontraron durante unos segundos. YoHan tuvo esperanzas
de que éste al menos le dedicara una sonrisa, pero lo que hizo fue simplemente
levantarse de la mesa y salir del local. Impulsivamente, YoHan lo siguió sin
perder ni un solo segundo, deshaciéndose de todos los que querían que ya que se
había levantado diera un discurso, hasta llegar a la puerta y encontrarse con
él allí, mirando al cielo sin estrellas de la ciudad de Seúl.
—¿Qué haces aquí, Gyul? —le
preguntó, acercándose a él.
—Pensar —fue
la única respuesta que el chico le dio durante unos momentos, perdido en la
inmensidad de los cielos—. Pensar en ti y en cómo poder decirte lo mucho que te
quiero sin que me odies —añadió, provocando que el corazón de YoHan se saltara
un latido.
—¿Por qué crees que te
odiaría? —no pudo evitar cuestionar, colocándose ante él y haciendo que lo mirara
a los ojos.
—Porque simplemente somos
amigos y tú no me quieres —replicó.
—¿Quién ha dicho que no te
quiera, Gyul?
—Me quieres… —susurró—,
pero no de la misma forma que te quiero yo.
—¿Y cómo
sabes que no es de la misma forma? —se atrevió a preguntar, su corazón latiendo
demasiado rápido dentro de su pecho.
—Porque
tú me gustas… más que como amigo —acabó diciendo HanGyul, sus ojos volviendo a
posarse en sus labios por segunda vez en aquel día.
—Entonces…
—dijo, sintiendo cómo se quedaba sin aire después de que el chico hablara por
primera vez sobre sus sentimientos y acallara todas las dudas que YoHan sentía
en su corazón—. Sí que es de la misma forma —contestó.
Los ojos
de HanGyul se abrieron por la sorpresa y sus labios finos formaron una pequeña
“o” al escucharlo decir aquello. YoHan no quiso perder más tiempo del que ambos
habían perdido siendo idiotas durante demasiados años de sus vida y tomó el
rostro de HanGyul entre sus manos para dejar un beso sobre sus labios, un beso
corto, pero firme, dando voz a sus sentimientos de aquella forma… un beso que,
en cuanto detuvo y se alejó un poco, HanGyul siguió su movimiento para volver a
rozar sus labios con los suyos, expresando lo que no había podido decir hasta
aquel momento, en el que ambos habían tomado el valor para hacerlo por el
alcohol en sus venas.
Notas finales:
—Sobra decir que no tengo ni puñetera idea de taekwondo,
pero me apetecía hacer algo y ambientarlo con ello porque me parecía algo
bastante curioso y no he hecho muchas cosas ambientadas con deportes, por ese
motivo creo que también sobra decir que las cuatro palabrejas técnicas que he
puesto las he sacado de la Wikipedia para parecer que al menos tenía idea de
algo.
—También sobra decir que yo al principio quería hacer
algo cortito y sin mucha historia, pero al final me he acabado pasando un
montón de lo que tenía previsto.
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