Título: You unleashed hell (when you should’ve leashed me)
Autora: Riz Aino
Parejas: JunRie (Rie + JunJi)
(OnlyOneOf)
Clasificación: NC–17
Géneros: AU, fantasy, demons,
drama, smut, pwp, bdsm
Número de palabras: 4.774 palabras
Resumen: cuando JunHyung
invocó a aquel demonio, nunca se imaginó que lo que éste haría al obtener su
libertad.
Advertencias:
invocaciones demoniacas y relaciones sexuales explícitas con prácticas de BDSM
(ojos vendados, asfixia, bondage) y restricción de la voluntad.
Notas: la idea vino a mí en el momento en el
que vi las fotos de JunJi con los ojos vendados en el fansign (como la que he
usado para la portada) aunque no recuerdo cuál fansign es.
Comentario de autora: soy muy
partidaria de top!Rie con JunJi y tenía muchas ganas de escribir un fanfic como
este, con demonios, fantasía y sexo. Espero que os guste.
Hacía días que JunHyung había vuelto
de Italia, el mejor viaje de su vida, pero todavía no se quitaba la sensación
de estar en aquel lugar. No se la quitaba porque desde que llegó estaba
encerrado en casa, haciendo cuarentena, y no dejaba de pensar en que las dos
semanas que había pasado en el país mediterráneo y lleno de sol habían sido las
dos semanas más increíbles de su vida y había merecido la pena incluso meterse ese
bastoncillo por la nariz hasta el cerebro en varias ocasiones, solo por ir a
conocer aquel maravilloso país del que se enamoró en el momento en el que vio
Vincenzo. Nunca antes una serie le había calado tan profundo como esa y
JunHyung se pasó semanas intentando imitar el acento italiano de Song JoongKi
sabiendo que lo hacía estrepitosamente mal, pero no pudiendo evitarlo. Cuando
llegó el verano cogió todos sus ahorros y se compró un billete de ida y otro de
vuelta, haciendo todo el papeleo y todas las comprobaciones necesarias para
poder viajar al extranjero estando todavía de pandemia y no se arrepentía para
nada de haber ido a Italia. Las ciudades que había visitado eran preciosas y el
lugar estaba lleno de un sentimiento cálido en todas partes, en sus calles, en
su gente, en sus enormes edificios de piedra desnuda, totalmente increíbles,
que lo transportaron a diferentes épocas sin necesidad de tener una máquina del
tiempo que lo devolviera al pasado.
JunHyung
lo había pasado bien en esas dos semanas, había comido de lujo y había comprado
un montón de cosas, algunas útiles, otras completamente inútiles, pero
preciosas y su maleta había vuelto cargada con mil cosas además de la poca ropa
que se había llevado para el viaje. Una de las cosas inútiles que había
comprado, era un libro antiquísimo, con las páginas amarillentas por el paso
del tiempo, algunas hojas que parecían a punto de soltarse si se miraba mucho y
escrito en lo que creía que era latín. JunHyung solo sabía hablar coreano,
aunque chapurreaba un poco de inglés, pero no tenía ni idea de latín y
realmente solo se había comprado aquel libro en un mercadillo de antigüedades
porque le habían llamado la atención sus tapas de cuero desvencijadas y lo
frágil que parecía. Apenas lo había tocado desde que lo había comprado,
teniendo miedo a romperlo aún más de lo que ya estaba roto, pero queriendo
desentrañar cuáles eran sus secretos. Como todavía le quedaban demasiados días
de cuarentena, el chico decidió coger su móvil con el traductor abierto por si
podía sacar en claro de aquel libro o al menos tratar de leerlo, aunque no lo
entendiera.
Con
cuidado fue pasando las páginas y, con la ayuda del traductor, fue leyendo algunas
cosas, enterándose más bien de poco, pero estando encantado con poder hacer
algo para entretenerse. JunHyung fue leyendo poco a poco, tratando de imitar de
nuevo el acento que usaba Song JoongKi en Vincenzo para leerlo todo, a pesar de
que le salía horriblemente mal. No había nadie más en casa porque vivía solo,
así que, al menos no molestaba ni ofendía a nadie con su intento de
acercamiento al latín, simplemente era una forma de entretenerse hasta que
pudiera volver a salir a la calle tras la cuarentena, un pasatiempo, nada
serio… qué poco sabía en aquellos momentos… porque lo que JunHyung había tomado
por un libro antiguo normal y corriente era en realidad un libro en el que se
había encerrado a un demonio, un libro que si era leído en voz alta, de la
misma forma en la que él lo estaba haciendo, invocaría a aquel demonio para que
reapareciera de nuevo en el mundo de los humanos, desatando el caos. JunHyung
solo se dio cuenta de que había hecho algo que quizás no debía, cuando su
habitación se oscureció de repente, a pesar de que las cortinas no estaban
echadas y entraba un espléndido sol de final de verano por la ventana.
JunHyung se llevó las manos a la
cara, tratando de ocultar su rostro tras ellas, queriendo no ver absolutamente
nada de lo que pasaba, sintiendo cómo de repente, se levantaba un poco de aire
en el lugar que le provocó escalofríos. No supo cuánto tiempo estuvo de aquella
forma, sentado en la cama, con sus rodillas contra su pecho y tapándose los
ojos, solo se atrevió a mirar entre sus dedos cuando escuchó cómo unos huesos
crujían con un sonoro crack en la habitación, encontrándose con que un chico
había aparecido de la nada y estaba delante de su cama. JunHyung no pudo evitar
gritar, terriblemente asustado.
—¿Te he
asustado? —le preguntó el muchacho—. Lo siento, no era mi intención, es la
primera vez que salgo al mundo después de demasiado tiempo y los huesos me
estaban matando de dolor.
Su voz era suave, delicada y parecía
preocupado por haberlo asustado de verdad, por lo que JunHyung se atrevió a
quitar las manos de su rostro para ver bien al muchacho que se había aparecido
ante él, dándose cuenta de que era alguien que parecía más o menos de su edad,
su pelo negro, algo ondulado, sus ojos oscuros y grandes, brillando en la oscuridad
que se iba retirando poco a poco de su habitación, su piel blanca y suave,
completamente desnudo, como si se tratase de una estatua tallada en mármol por
alguno de los mejores maestros escultores, como las que había visto en su viaje
a Italia. Rápidamente apartó su mirada, avergonzado por la desnudez del otro, a
pesar de que éste parecía estar terriblemente cómodo de aquella forma. Ni
siquiera había acabado de procesar las palabras que éste había dicho… ¿qué era
eso de que había salido al mundo después de demasiado tiempo? ¿de dónde había
salido? ¿del libro que se encontraba encima de la cama y que había estado
tratando de leer hacía unos momentos? JunHyung necesitaba muchas explicaciones,
pero no sabía cómo hablar cuando se había quedado sin palabras por la situación
y por la desnudez ajena.
—Seguro
que tienes muchas preguntas —comentó el chico que había aparecido en su
habitación de la nada, como si le acabara de leer el pensamiento a JunHyung—.
No tienes que preocuparte por nada, no te voy a hacer daño… solo soy un ser
mágico atrapado por error en este libro, muchas gracias por sacarme de él.
JunHyung volvió a asomar entre sus
dedos, encontrándose al muchacho todavía desnudo ante él, dedicándole una
amplia sonrisa en sus labios gruesos que le provocó un pequeño ataque al
corazón. Un ser mágico había dicho. Un ser mágico… pero la magia no existía.
JunHyung se había criado en un mundo completamente científico y racional en el
que ni siquiera la religión tenía mucha importancia y no le entraba en la
cabeza que realmente los seres mágicos pudieran existir, ni que tuviera a uno
delante de sí en aquellos momentos, aunque no sabía qué otra explicación podía
haber a que de repente, tras leer un libro en latín, se apareciera ante él, en
su habitación, un muchacho desnudo. Tragó saliva y abrió su boca para tratar de
hablar, pero la voz no le salió al instante, tuvo que carraspear y toser para
poder hacerlo.
—¿Ser
mágico? —fue lo primero que preguntó—. Pero la magia… la magia no existe.
El rostro del chico ante él mostró
una expresión afable y justo después, sus ojos oscuros cambiaron de color,
volviéndose morados. JunHyung se quedó completamente absorto en sus ojos y casi
no se dio cuenta de que sus manos se movían y en éstas aparecían unas pequeñas
llamas del mismo color morado que ahora había en sus ojos. Tuvo que parpadear
varias veces, rápidamente, para darse cuenta de que lo que estaba viendo era
real y no ningún tipo de ensoñación… porque lo más normal era que aquello fuera
un sueño, de hecho, no estaba seguro de si estaba despierto o no, así que, se
pellizcó la mejilla, notando el intenso dolor que le indicaba que sí, que todo
lo que estaba pasando era real y no un sueño.
—Parece que en el mundo actual la
magia no es algo del día a día —comentó el muchacho ante él—, cuando me
encerraron en el libro todavía se usaba, aunque estaba comenzando a ser mal
vista… de ahí que me encerrasen.
—No me lo puedo creer… —murmuró
JunHyung.
—Puedo imaginar que es algo bastante
sorprendente —le dijo el chico, sentándose a los pies de su cama—, pero no te
preocupes, solo necesito que hagas una cosa por mí y saldré de tu vida para no
ponértela patas arriba.
—Es un shock… —respondió—. No me
esperaba para nada… esto… que salieras del libro… que la magia existiera… que…
o sea… no… esto es muy… confuso y extraño…
JunHyung cerró sus ojos e inspiró
profundamente para tratar de alejarse del mundo durante unos momentos, aislarse
completamente del ser mágico que tenía delante, de lo que éste le había
contado, para poder pensar un poco con claridad. Aquel libro debía de ser un
objeto mágico porque si lo habían encerrado en él, había sido por eso, ningún
libro normal podía hacer eso… y si lo habían encerrado allí sería por algo… el
muchacho le había explicado que había sido por su magia, que la magia la habían
comenzado a ver mal y por eso lo habían metido allí muchos siglos atrás y él no
tenía ninguna forma de comprobarlo porque no tenía ni idea de latín y no sabía
qué era lo que decía el libro. No obstante, el muchacho que se había presentado
ante él le había hablado de forma suave y delicada, le había explicado las
cosas y se había preocupado por no asustarlo, además, era completamente
precioso, seguro que no podía ser algo malo.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó el
muchacho, sacándolo de sus pensamientos, provocando que abriera sus ojos de
nuevo y volviera a la realidad—. Mi nombre es Rie.
—JunHyung
—respondió rápidamente, casi sin pensar.
Quizás debería habérselo pensado un
poco más, quizás debería haber desconfiado más, porque en ese momento, JunHyung
todavía no se había dado cuenta, pero el ser mágico y encantador que había
sacado de aquel libro, acababa de apropiarse de su nombre y, a partir de aquel
instante, su voluntad ya no volvería a ser suya, ya no volvería a pertenecerle.
—JunHyung…
un nombre muy bonito… —murmuró el joven ante él—. JunHyung… ¿podrías ayudarme?
Me has sacado del libro, pero no has acabado de leer del todo el hechizo que me
mantiene atrapado y no quiero importunarte demasiado, en cuanto lo termines de
leer, me marcharé para no ser una carga.
—Sí… claro… ¿qué tengo que hacer?
—no pudo evitar preguntarle.
Aquel ser mágico que había salido
del antiguo y desvencijado libro que tenía ante él, le dedicó una sonrisa
encantadora y después comenzó a decir unas palabras en latín, pidiéndole a
JunHyung que las repitiera tras él, algo que el chico hizo inmediatamente
porque quería ayudarlo, quería que fuera libre después de haber pasado tanto
tiempo dentro de ese libro, atrapado… lo que el chico no sabía en aquellos
momentos era que Rie no era un ser mágico cualquiera, si no un demonio al que
habían encerrado en ese libro demasiados siglos atrás para que no siguiera
sembrando el caos en la tierra, un demonio que se había aprovechado de su
apariencia adorable para ganarse su confianza y sonsacarle su nombre, un
demonio al que su voluntad estaba sujeta y con el que firmaría un contrato para
toda la eternidad en el momento en el que terminase de recitar todas las palabras
que éste le iba dictando, porque en el momento en el que Rie recuperara su
libertad, JunHyung estaría atado a él para siempre. No obstante, en ese momento
no lo sabía… ¿cómo lo podía haber sabido? Por lo que JunHyung simplemente acabó
de recitar todas las palabras que Rie le decía provocando con ello que la
habitación volviera a oscurecerse y que su nuevo destino quedara sellado.
JunHyung comenzó a sentirse terriblemente cansado en el mismo instante en el
que acabó de decir la última palabra y, sin poder hacer nada por evitarlo, sus
ojos se cerraron y se quedó dormido.
~
Cuando JunHyung despertó, la cabeza
le dolía demasiado, como si la sangre estuviera bombeando en su cerebro
demasiado rápido y fuerte. Nunca antes había tenido un dolor de cabeza tan fuerte.
Poco a poco fue abriendo sus ojos, tratando de acostumbrarlos a la luz
amarillenta que se colaba por sus párpados, pero todavía estaba más en el mundo
de los sueños que en la realidad cuando los terminó de abrir y tardó un buen
rato en darse cuenta de que el lugar en el que se encontraba no era su
habitación. En el momento en el que se percató de aquello, JunHyung se despertó
de golpe y, aunque el dolor de cabeza seguía ahí, punzante, y no dejándolo
pensar con claridad ni mandar las ordenes que debía a sus músculos, trató de
levantarse de la cama en la que estaba para salir huyendo… no obstante, al
intentar moverse, se dio cuenta de que sus movimientos estaban restringidos y
no solo porque su cerebro se negaba a cooperar, sino porque tenía las manos atadas
a algún lugar. Instantáneamente sintió cómo el pánico se apoderó de él.
Estaba en un lugar que no conocía,
iluminado levemente por velas que titilaban y daban un aspecto lúgubre a aquel
lugar. Su corazón latía de forma ensordecedora en sus oídos y tenía miedo,
mucho miedo porque no sabía dónde estaba y además estaba atado de alguna forma,
no pudiendo moverse siquiera de la cama sobre la que se encontraba. JunHyung
quiso gritar, pero la voz no quiso salirle tampoco. Estaba muerto de miedo y no
sabía qué podía hacer. No obstante, cuando estaba a punto de sucumbir al
completo pánico, una figura conocida apareció en su campo de visión y JunHyung
se relajó durante unos momentos.
—Rie —dijo, al ver al ser mágico que
había salido de aquel libro antiguo que había comprado en Italia—. ¿Dónde
estamos? ¿Por qué estoy atado? Tenemos que irnos de aquí rápidamente.
Pero Rie no le contestó, solo esbozó
una de las encantadoras sonrisas que le había dedicado antes, en su propia
habitación, y se volvió a acercar a él, desnudo, sentándose a su lado en el
colchón y llevando su mano hacia su rostro, acariciando su mejilla con
delicadeza, mirándolo a los ojos, con lástima. Sintió cómo un escalofrío le
recorrió la columna vertebral, de arriba abajo, un escalofrío de terror
absoluto.
—Pobre JunHyung… —murmuró entonces
el otro—. Muchos han sido los que han caído en mis redes y muchos serán los que
seguirán cayendo ahora que vuelvo a ser libre gracias a ti —le dijo,
acercándose a él, quedándose a tan solo unos centímetros de su boca, su aliento
chocando contra sus labios—. Has desatado el poder del averno cuando lo único
que tenías que haber hecho era no leer ese libro… pero gracias a ello estoy
aquí y gracias a ello estás tú aquí, esclavo de todos mis deseos, sin poder
negarte a ellos.
JunHyung no pudo evitar abrir sus
ojos como platos al darse cuenta de lo que había pasado, de lo que había hecho,
de lo que en realidad era aquel ser mágico que había pensado debía de ser
inofensivo. Sudor frío le recorrió la espalda hacia abajo, de puro terror.
Había hecho algo terrible al leer el libro, había sacado de su encierro a un
ser terrible y ahora estaba condenado, no sabía a qué, pero tampoco quería
averiguarlo. Necesitaba salir de allí, necesitaba huir, esconderse en el lugar
más recóndito de la tierra, alejarse de aquel ser de apariencia adorable y
completamente inofensiva, que había resultado ser lo contrario; sin embargo,
por mucho que trató de alejarse, por mucho que trató de soltar las cuerdas que
mantenían atadas sus manos, JunHyung no pudo hacer absolutamente nada, porque
cuanto más se resistía, más le dolía la cabeza, casi a punto de estallar de
dolor. Tuvo que detenerse, jadeando por el esfuerzo, queriendo llevarse las
manos a la cabeza para tratar de sostenerla y que le doliera menos, pero seguía
teniendo las manos atadas. Fueron las manos de Rie las que sostuvieron su
cabeza con cuidado y lo hicieron girarla hacia él, para que lo mirase a los
ojos.
—Cuanto más te resistas, peor será
—le dijo, como una advertencia—. Es mejor que te dejes llevar… es mucho mejor
que obedezcas… —se acercó de nuevo a su rostro, pero aquella vez llevó sus
labios hasta su oreja, rozándola al susurrarle—. Vas a disfrutar.
JunHyung quiso alejarse de nuevo,
pero el dolor de cabeza fue tan fuerte que lo dejó completamente paralizado,
jadeando de nuevo, sintiendo que su cerebro no le cabía dentro del cráneo, como
si estuviera pulsando contra el hueso para salir. Demasiado intenso, demasiado
horrible y JunHyung lloró, lloró por el triste destino al que había sucumbido
hasta que se quedó dormido.
~
JunHyung despertó con besos. Besos
por todo su rostro. Besos que recorrían la línea de su mandíbula. Besos en su
mentón. Besos en su cuello, siguiendo el movimiento de su nuez. JunHyung nunca
había despertado de aquella forma y los besos casi le hicieron olvidar dónde se
encontraba y quién le estaba dando aquellos besos. Cuando fue más consciente,
no pudo evitar dar un pequeño tirón, tratando de alejarse de quien le estaba
dando aquellos cálidos besos, pero un punzante dolor de cabeza lo dejó clavado
en el sitio y solo pudo apretar sus dientes.
—Vas a durarme muy poco si sigues
oponiéndote a mi voluntad —le dijo Rie, que se había subido a su cuerpo,
sentado sobre él, sus rodillas a cada lado de sus caderas, desnudo y por la
forma en la que notaba el contacto de su suave piel, JunHyung supo que él
también lo estaba—. Solo quiero disfrutar y hacerte disfrutar a ti también
—murmuró—. Hace siglos que no puedo disfrutar de los placeres de la carne.
—N…
JunHyung quiso negarse, pero antes
siquiera de terminar de decir aquella simple y corta palabra, la cabeza le dio
una punzada demasiado intensa y lo dejó sin respiración. Ni siquiera podía
hacerlo, no podía tratar de negarse.
—Te lo dije antes… es mejor que no
te resistas —murmuró Rie contra la piel de su cuello, dejando otro beso,
caliente, suave—. No voy a hacerte daño.
JunHyung no se entendió a sí mismo
cuando movió su cabeza, de arriba abajo, afirmativamente. No supo por qué lo
hizo y no supo por qué confió en las palabras que Rie le acababa de decir
porque lo único que le había dicho desde el primer momento en el que había
aparecido ante él, habían sido mentiras, pero por una vez, la cabeza no le
dolió como si le fuera a estallar de un momento a otro y agradeció aquella
novedad. Si no se oponía, si no se negaba, si no trataba de huir, quizás Rie se
cansase de él y lo dejara marchar. Quizás, si actuaba como que no pasaba nada,
todo iría bien, aunque no sabía cómo las cosas podrían ir bien cuando estaba en
un lugar lúgubre y desconocido atado a la cama con un ser maligno con cara de
ángel subido a su cuerpo, queriendo hacer que sintiera placer.
—Así… así me gusta, JunHyung… —dijo
el otro, dejando un beso contra su oreja, susurrándole—. Si te portas bien,
todo será increíble.
Los besos continuaron, a veces
siendo solo el roce de sus labios, otras veces su lengua o sus dientes entraban
en contacto con su piel, probablemente dejando marcas a su paso porque a
JunHyung le dolían un momento, antes de colmarlo de placer. JunHyung, que no
entendía cómo podía estar disfrutando de aquellos besos cuando estaba en aquel
lugar en contra de su voluntad, cuando había sido llevado hasta allí
inconsciente, cuando había sido engañado y cuando lo último que quería era lo
que estaba sucediendo… pero los besos, esos besos hacían que su piel se erizase
de placer y que su cuerpo reaccionase sin que él pudiera hacer nada por
evitarlo. Aunque quisiera negarse y no lo consiguiera hacer porque el dolor de
cabeza provocaba que no pudiera respirar ni sentir nada más que le iba a
estallar el cráneo, los besos les mandaban sensaciones eléctricas a todas las
partes de su cuerpo y no podía resistirse a aquello. No lo entendía. No sabía
cómo podía hacerlo. Cómo podía disfrutar.
Sus pensamientos fueron rápidamente
acallados, no solo por los besos de Rie, sino también por sus manos. Sus labios
en su cuello, bajando por el tendón hasta sus clavículas, sus manos en su pecho
desnudo, una presión lo suficientemente ligera para que apenas la notara, pero
lo suficientemente firme para que la sintiera, para que sintiera cómo las yemas
de sus dedos recorrían su piel, erizándosela. Aquellas manos tenían ese poder.
JunHyung se abandonó, se abandonó a todo lo que ese ser del infierno que lo
había engañado quisiera hacerle porque no podía hacer otra cosa, no en aquellas
condiciones, atado en su mente y atadas sus muñecas a algún lugar, sin poder
mover sus brazos de donde ahora los tenía, por encima de la cabeza. Era una
especie de tortura, una tortura en la que disfrutaba de “los placeres de la
carne”, como el otro los había llamado unos momentos antes, una tortura de la
que JunHyung no esperaba mucho, pero en la que sintió todo.
—Vas a disfrutar —volvió a decirle
Rie, contra la piel de su pecho aquella vez, para después separarse de su
cuerpo, un brillo salvaje en su mirada—. Vas a disfrutar mucho.
Sus ojos se volvieron de color
violeta y JunHyung supo que iba a hacer magia, como la había hecho en su
habitación. No perdió detalle de él y pudo ver cómo en sus manos aparecía una
especie de tela transparente negra, como de encaje. JunHyung no sabía por qué
había hecho aparecer aquel pedazo de tela pero lo averiguó al momento, cuando
Rie se acercó a su rostro con él y le vendó los ojos, atándoselo firmemente con
un nudo, cegándolo a medias, porque si abría sus ojos y trataba de mirar a través
del encaje de la tela, veía algo, la forma borrosa del cuerpo desnudo de Rie
sobre él, una sonrisa pícara en sus labios gruesos en los que asomaba un
colmillo quizás un poco más largo de lo que sería de ser simple un humano, brillando
en aquella penumbra solo iluminada levemente por la luz amarillenta de las
velas. Lo había prácticamente privado de su vista haciendo aquello, pero cuando
se inclinó sobre él, para mordisquearle uno de sus pezones, JunHyung se dio
cuenta de que la sensación fue mucho más placentera de lo que lo había sido
antes, cuando solo sus dedos lo habían rozado y sabía que no se debía solo a
que habían sido sus dientes los que esta vez lo habían atrapado, sino a que no
ver con claridad lo que iba a hacer y dónde había provocado que las sensaciones
en su piel se magnificaran e intensificaran de tal forma que un leve gemido
escapó de sus labios.
—Te dije que ibas a disfrutar —repitió
Rie.
JunHyung no lo dudaba. No lo dudó,
de hecho, mientras su boca y sus manos siguieron recorriendo su cuerpo, hacia
abajo, cada vez más y más abajo, calentándolo, encendiéndolo, provocando que
toda la sangre se le comenzara a acumular en su entrepierna, sintiéndose duro
con tan solo sus labios y sus manos recorriendo su torso o sus piernas. No lo había
tocado ni besado allí, en su entrepierna, en su miembro, ni siquiera había
estado cerca de hacerlo, pero se notaba duro, cada vez más duro allí abajo,
casi tanto que le dolía, le dolía bastante y se notaba pulsando, casi a punto
de estallar, un sentimiento que se multiplicó por cuatro cuando los labios gruesos
de Rie finalmente envolvieron su erección y JunHyung no pudo hacer otra cosa
más que gemir, gemir alto, querer más porque era increíble. Sus labios, su
lengua, sus dientes no tardaron en provocar que el fuego que se había acumulado
en su entrepierna finalmente se expandiera y saliera de su cuerpo, corriéndose sin
remedio, dejándose llevar por un orgasmo increíble, como nunca antes había
tenido, sintiéndose culpable inmediatamente después, todavía notando cómo el clímax
recorría su cuerpo, sensaciones eléctricas mandadas por todo su sistema
nervioso a todas partes, porque estaba haciendo todo aquello, sintiendo todo
aquello y no podía resistirse siquiera a nada.
Trató de hacerlo de nuevo, a pesar
de que el dolor de cabeza fuera insoportable, pero con su cuerpo y su mente
todavía invadidas por el orgasmo, cuando intentó rebelarse y soltarse para
salir de allí, la cabeza no le dolió tanto como le había dolido antes… no
obstante, lo que le comenzó a doler fue el cuello. Fue demasiado repentino,
JunHyung no lo había visto venir, pero la mano de Rie de repente se encontró en
su cuello, apretando, no dejándolo respirar. Trató de buscar el aire
desesperadamente, boqueando, intentando soltar sus manos para poder quitarle
del cuello la suya, porque no podía respirar, se estaba quedando sin aire y
pataleó incluso. Cuando creyó que ya no podría aguantar más, la mano de Rie se
retiró de su cuello y JunHyung boqueó, desesperado en busca del aire que les
había faltado a sus pulmones durante un rato.
—Es
mejor que no lo vuelvas a tratar, JunHyung —susurró, más bien siseó Rie—. Quiero
que te quedes sin aire de otra forma.
Y JunHyung quiso protestar o
rebelarse de nuevo, pero el dolor de cabeza volvió, más fuerte, dejándolo
completamente laxo contra el colchón. Ni siquiera fue realmente consciente de
que Rie le abría las piernas, ni de que comenzaba a adentrar no uno, sino dos
de sus dedos en su cuerpo, el dolor de cabeza era tan fuerte que apenas podía
notar otro tipo de dolor, otro tipo de malestar y solo volvió a ser consciente
de su cuerpo cuando éste introdujo su miembro duro, caliente, dentro de él, de
una sola embestida, moviéndose inmediatamente, dentro fuera, rápido, más
rápido. JunHyung se sentía en una especie de nube, una especie de neblina que
le impedía hacer algo más que sentir de nuevo, sentir demasiado, de una forma
completamente increíble, porque el miembro de Rie rozaba una y otra vez contra
su próstata y no podía dejar de gemir. No pudo dejar de hacerlo, de hecho,
hasta que no volvió a llegar al orgasmo, con Rie corriéndose en su interior debido
a los músculos de su cuerpo contrayéndose en el orgasmo. Y como la vez
anterior, se sintió terriblemente culpable.
—Sé que te atormenta estar aquí —le
dijo Rie, saliendo de su cuerpo, dejándole un inexplicable vacío al hacerlo—,
pero quiero que pienses una cosa —se acercó hasta su oreja para susurrarle, con
voz sensual, cargada de un infinito deseo sexual—: cuanto más tiempo pases
aquí, satisfaciendo mis deseos, menos tiempo tendré de atormentar al resto de
la humanidad.
Rie se separó de él y JunHyung pudo ver,
incluso a través de la tela que le cubría parcialmente los ojos, la sonrisa
satisfecha del otro. Una sonrisa que lo asustó y le gustó por partes iguales,
pero que era completamente diferente a las que le había dedicado cuando había
salido de aquel libro, aquel libro que nunca debía haber leído porque, tal y
como Rie le había dicho antes, había desatado el infierno al hacerlo, un poder
que no sabía si su cuerpo y su mente podrían soportar.
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