lunes, 16 de septiembre de 2013

Please, Teach Me a Reason

Capítulo 4
¡Cobarde!


            “Cobarde”.

            Esa simple pero maldita palabra se había clavado en su cerebro con una voz grave desde el encuentro que había tenido con ChanYeol hacía apenas unos días. LuHan no era ningún cobarde, todos lo sabían, y por eso no podía sacarse de la cabeza esa palabra.


            –¿Así que… el Presidente del Club de Disciplina y tú…? –comenzaba a insinuar BaekHyun, y ChanYeol se giró hacia él, mirándolo como si fuera a matarlo–. Eh, tranquilo, que no te voy a decir nada malo, de hecho es algo bueno.
            –Viniendo de ti, me extraña mucho –el castaño resopló, indignado.
            –Y yo que me consideraba tu amigo… –se tapó los ojos con una mano, todo lleno de dramatismo, como si fuera a llorar.
            –Servirías para actor de dramas, Baek –murmuró, y el otro se destapó los ojos para mirarlo mal–. ¿Qué? –ChanYeol bufó.
            –Nada. Mira, yo te quería decir que está bien, que no hace falta que te preocupes por si nosotros te miraremos raro o algo –dijo–. Eres nuestro amigo y si ese tipo te gusta, pues adelante.
            –Primero: ¿cómo sabes lo de…?
            –ChanYeol –lo cortó antes de que pudiera seguir–. Te vio todo el instituto tirar de él hacia el Club y parecía que estabas muy celoso por algo.

            El moreno abrió sus ojos tanto que parecía que se le iban a salir de sus cuencas, sin poder creerse lo que el otro le decía, pero después de pensar unos momentos, todo cobró un poco de sentido.

            –Gracias –murmuró, y el castaño sonrió.
            –Pero hay algo más que tengo que decirte –BaekHyun agachó su cabeza, mirándose los pies cómo si fuera la cosa más entretenida del mundo.
            –¿Qué?
            –Soo y yo llevamos saliendo desde que comenzamos secundaria.

            La cara de ChanYeol era un poema y su cabeza era una maraña de cosas sin sentido. No sabía si reír o llorar; si pegarle a sus amigos por no habérselo contado o abrazarlos, o incluso si proponerles un trío.

            –¿Tú... y... KyungSoo? –logró balbucear y el otro asintió–. Genial, genial, ¿por qué no me contasteis nada? Llevamos siendo amigos desde que entramos a secundaria, y por lo que veo, vosotros novios desde entonces también.
            –Bueno –BaekHyun se rascó la nuca, nervioso–. Al principio era muy raro. Quiero decir, éramos todos amigos, pero yo me encontraba esperando con ansias el momento en el que tú te ibas a la clase que tenías solo y yo me quedaba con él –hizo una pausa para respirar–. Luego fue a más. No me gustaba estar separado de él, y finalmente entendí que lo que me pasaba era que me gustaba. Y bueno, fue duro y raro y no te dijimos nada porque tú siempre estabas con chicas a tu alrededor y pensamos que dejarías de ser nuestro amigo si te contábamos que éramos gays y que estábamos saliendo juntos.

            Ahora ChanYeol tenía ganas de pegar a sus amigos por idiotas. ¿Cómo podían haber pensado eso? Si él era gay desde el momento en el que fue a hacerlo con una chica con la que había salido y no se le levantó. Claro que, eso no se lo había contado a sus amigos, era algo demasiado vergonzoso. Como tampoco les había contado sus sesiones de sexo duro con Kris, básicamente porque eso solo lo sabían ellos dos.

            –Ven aquí, enano –murmuró abriendo sus brazos y su pequeño amigo castaño se colocó entre ellos, dejándose abrazar–. Os sigo queriendo igual y yo también soy gay, así que no hace falta que os preocupéis por nada –el chico asintió con la cabeza.
            –¿Desde cuándo estas saliendo con el Presidente del...?
            –No estamos saliendo –cortó el moreno antes incluso de que su amigo terminara la pregunta–. Solo nos besábamos de vez en cuando, sin llegar a hacer nada más.
            –Pero tú quieres algo más –insinuó BaekHyun todavía con la cara pegada al pecho del alto.
            –Claro que quiero más. Quiero metérsela hasta dejarlo sin respiración y hacerlo que me suplique que le dé más fuerte.
            –Oish, bruto –el chico se separó y le pegó un manotazo en el brazo, avergonzado por lo que su amigo acababa de decir–. Pero no me refiero a eso –la expresión de su rostro se tornó seria de pronto–. Quiero decir... que tú sientes algo por él, ¿no?

            ChanYeol suspiró. Claro que sentía cosas por aquel irritante y violento, ¿quién no sentía cosas por él? Si era completamente perfecto y excitante y su boca era un pecado. Pero LuHan no sentía nada por él. O eso quería creer, porque una parte de él sabía que el rubio tenía sentimientos por él, aunque no los acababa de admitir.

            –Baek... –comenzó.
            –No hace falta que digas nada.
            –Gracias.


            “Cobarde”.

            –Yo no soy ningún cobarde –dijo LuHan en la soledad de aquella habitación en la que se encontraba, sumido en sus propios pensamientos y sin prestar atención a nada.

            Sin embargo, por mucho que se repitiera aquella frase, no podía dejar de pensar en ChanYeol diciendo esa palabra.

            Xi LuHan nunca había sido un cobarde, y ahora no era el momento de comenzar a serlo, pero tampoco había transgredido las normas en toda su vida, y desde que conoció a ese herbívoro había quebrantado unas cuantas, y aun ahora, que había decidido alejarlo de él por el bien de ambos, seguía sin acatar las normas.

            El rubio no lo entendía, y no quería entenderlo.

            No quería saber por qué su corazón latía rápidamente cuando estaba con él, ni tampoco porqué, aunque le había dicho que se había aburrido de lo que tenían, seguía esperando que en cualquier momento un chico alto, moreno, con orejas de soplillo y sonrisa espeluznante apareciera por la puerta, sin la corbata y el primer botón de la camisa desabrochado, pidiéndole que no fuera suave con él.

            Porque si lo hacía, todo se desmoronaría.        


            “Esto es muy raro” pensó KyungSoo cuando salió de su casa y vio en la verja de esta a ChanYeol, esperándolo apoyado contra la puerta de un Mercedes Berlina Clase S, recién salido al mercado.

            –¡Hola, Soo! –saludó el alto desde lejos, y lo invitó a entrar al coche. El chico se despidió de su madre y se encaminó hasta donde el otro lo esperaba, atravesando el jardín y la verja.
          –Hola –dijo encarando una ceja al llegar a su lado.

            Si le había parecido raro que su amigo fuera a buscarlo para ir al instituto juntos, le pareció todavía más raro que este llevara su uniforme completamente de acuerdo al reglamento y no sin la corbata y el primer botón de la camisa desabrochado, como solía. Aunque lo que lo dejó más descolocado fue que al entrar a la parte trasera del coche vio a BaekHyun allí también.

             –¿Qué mosca le ha picado a nuestro elfo? –preguntó a su chico en voz baja una vez se sentó en el vehículo.
             –Ni idea, pero parece que hoy está de buen humor o algo así –contestó el otro.
             –Ya nos podemos ir, Jeffrey –dijo el alto al hombre que estaba al volante tras meterse en el coche y este arrancó, dirección al instituto, después de una leve inclinación de cabeza.
             –Y bien, ahora me contarás porque estás haciendo esto, ¿verdad? –preguntó BaekHyun.
             –Claro, ahora estáis los dos. Te prometí cuando te recogí que os lo contaría en cuanto estuvieseis aquí ambos –respondió con una enorme sonrisa, colocándose el cinturón.
             –¿Y a qué se debe esto? –inquirió el castaño.
             –A que quiero seguir durante un tiempo las normas.


            SeHun caminaba por los pasillos del instituto mirando a un lado y a otro, poniendo atención en todas las personas con las que se encontraba, buscando a una en particular, o quizás a dos.

            Con una de ellas no quería encontrarse por nada del mundo. Con el shock del beso no había tomado represalias contra él, pero seguramente, en cuanto lo viera, aunque ya había pasado bastante tiempo de aquello, LuHan le iba a dar una buena paliza. Con la otra persona ansiaba encontrarse para pincharla y ponerla muy celosa.

            Sin embargo, con lo que no contaba el chico era con que la persona con la que quería encontrarse a toda costa, también quería verlo, y no precisamente para darle los buenos días.


            ChanYeol vio a lo lejos a un chico con el pelo tintado de fucsia y sonrió, solo había una persona capaz de echarse aquel tinte tan atrevido. Oh SeHun, el chico de 1º que estaba en el Club de Disciplina y que había besado a LuHan delante de sus narices.

            –Chicos –les dijo a sus amigos–. Nos vemos en clase. Tengo algo que hacer. –sus dos amigos asintieron y se separaron.

            ChanYeol avanzó por el pasillo siguiendo al chico, intentando que este no se diera cuenta de nada. Lo siguió bajando las escaleras, atravesando más pasillos, y luego a través de varios de los patios del instituto, hasta llegar al que albergaba la cancha de futbol.

            Una vez allí, el chico del pelo fucsia se detuvo y se giró rápidamente, sin darle opción a ChanYeol a esconderse en ningún sitio.

             –No hace falta que te escondas –dijo–. Ya sabía que venías detrás de mí. –el moreno sonrió mientras se acercaba.
             –¿Y sabes por qué te seguía también?
             –Porque quieres saber cómo es LuHan en la cama.

            Al moreno le entraron unas ganas inmensas de partirle la cara a aquel renacuajo con aires de príncipe, pero se contuvo. Por el momento.

             –La verdad es que no –contestó­–. Ya sé cómo es en la cama.
             –Mentira. Él mismo me confesó mientras se la metía hasta el fondo que a ti no te había dejado siquiera tocarle la polla.

            ChanYeol apretó sus manos en puños. No debía perder los nervios tan pronto, seguro que se estaba echando un farol. Sin embargo...

             –Me suplicaba que le diera más fuerte, que le pegara en el trasero y que se la chupara ­–siguió–. Con los ojos brillantes y gimiendo mi nombre una y otra vez al ritmo de mis embestidas –SeHun sonrió pícaro–. Me dijo que habían sido los mejores orgasmos de su vida. Porque se corrió tres veces, y una de ellas fue solo con meterle la lengua hasta la campanilla... el día que nos viste en el Club.

            ChanYeol no pudo aguantar más. En el fondo sabía que todo aquello debía ser mentira. No, tenía que ser mentira. Pero no podía dejar que aquel enano que parecía tener un enorme chicle de fresa pegado al pelo dijera esas cosas de LuHan.

            Sin pensarlo, se abalanzó sobre él y en ese momento comenzaron los golpes. No supo cuántos dio ni cuantos recibió. Tampoco pudo determinar cuánto tiempo estuvieron enzarzados en aquello. Solo supo que en algún momento de la pelea, unos brazos largos rodearon su cintura y lo alejaron del otro.

             –¿Que cojones pasa aquí? –una voz grave y conocida en su oído. La voz de Kris–. El Presidente está encargado de este alumno, Oh SeHun, no puedes...
             –Sí, sí. Lo sé –se retiró la sangre que le caía del labio y sonrió–. ¿Cuál es mi castigo?
             –Tu castigo te lo impondrá el Presidente cuando vayamos a hablar con él, ahora –la sonrisa rápidamente se transformó en una mueca y fue el turno de ChanYeol para sonreír victorioso–. Y tú, ChanYeol –Kris lo soltó y lo giró–. Tu castigo será ayudar en el cuidado de las plantas del instituto durante dos semanas. Tendrás que estar aquí dos horas antes de que comiencen las clases a partir de mañana.
             –Pero...
             –Nada de peros –lo cortó–. Las reglas son las reglas y una pelea tiene consecuencias más graves que el quebrantamiento de cualquier otra norma.
             –Sí, hyung.



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