lunes, 23 de septiembre de 2013

Please, Teach Me a Reason

Capítulo 5
Preguntas y Respuestas,
Quiero Saber Todo de Ti


            Era el segundo día del castigo y ChanYeol, con los ojos medio cerrados por el sueño, movía una manguera de un lado a otro, regando algunas plantas. Se moría de sueño y no tenía ganas de estar allí, pero era su castigo y tenía que cumplirlo.

            El moreno suspiró y luego se estiró, llevando sus brazos adelante, atrás y a los lados, haciendo que la manguera fuera de un lado a otro. Al chico no le preocupó demasiado, de todas maneras, a esas horas no había nadie en el instituto. Sin embargo, en uno de los movimientos, escuchó un sonido que no tenía nada que ver con el del agua caer contra el suelo.

            ChanYeol soltó la manguera rápidamente en el suelo y se giró para ver cómo en ese momento un rubio, bajito y con cara redonda, lo miraba furioso.

            –L-lo… siento –dijo con su corazón golpeando rápido contra su pecho–. Yo… no era mi intención, no sabía que estabas ahí. ¡No fue a propósito!

            El moreno se encogió un poco sobre sí mismo y cerró los ojos, esperando un golpe que nunca llegó. Esperó unos segundos antes de volver a adoptar una posición normal y abrir los ojos. Cuando lo hizo, se encontró con el chico mirándolo con furia, pero sin intención alguna de golpearlo. Eso por una parte tranquilizó al moreno, pero por otra lo decepcionó. Después de todo, era masoquista.

            –No te quedes ahí y dame algo para que me seque –fue lo único que salió de los labios de LuHan. Su tono era demandante, pero no tan frío como lo era en otras ocasiones.
            –Ven.

            ChanYeol echó a andar y el otro lo siguió. Durante todo el camino hacia el pabellón donde se encontraba la cancha de baloncesto, el lugar al que se dirigían, el moreno no dijo ni una palabra. Quería decir muchas cosas, pero no se atrevía a decir ninguna de ellas, y eso era algo raro, porque normalmente no podía parar de hablar ni un momento.

            Sin embargo, había enmudecido porque tenía miedo. Park ChanYeol tenía miedo de salir herido, y no de una manera física.

            En cuanto entraron al pabellón, el moreno guio al otro por los pasillos hacia los vestuarios, donde tenía la bolsa con las toallas y la ropa que utilizaba para entrenar y que había dejado allí el día anterior. Nada más ingresar en los vestuarios, ChanYeol abrió su taquilla y comenzó a buscar una toalla.

            –Puedes sentarte donde quieras –dijo sin desviar su atención de su tarea, pero viendo por el rabillo del ojo como LuHan se sentaba en uno de los bancos de madera. Estuvo unos segundos más rebuscando hasta que dio con la toalla–. Ah… aquí está –le tendió la toalla y el otro comenzó a secarse el pelo.

            En ese momento, ChanYeol se fijó en que también tenía la camisa del uniforme empapada, haciéndola casi transparente y pegándola a su piel. El chico se mordió el labio inferior antes de girarse y coger una de las camisetas que utilizaba para entrenar.

            –Te estará enorme –murmuró–. Pero es mejor que la camisa empapada.

            Sin decir gracias, al igual que cuando le tendió la toalla, LuHan tomó la camiseta mirándola con una ceja alzada. Luego suspiró y comenzó a desabrochar los botones de su camisa. ChanYeol tragó saliva al ver un poco de la piel expuesta del chico y luego desvió la mirada. Si lo veía semidesnudo no sabía lo que sería capaz de hacer.

            El alto había decidido que si LuHan no daba el siguiente paso, él no iba a darlo. Debía aprender a ser valiente, debía aprender a decir lo que pensaba sin pensar en las normas.

            –¿Qué haces aquí tan temprano? –preguntó el moreno para acabar con el silencio incómodo que se había instalado entre ambos.
            –No es de tu incumbencia –una respuesta cortante con una voz más cálida de lo habitual que sorprendió a ChanYeol, pero seguida de otro incómodo silencio–. ¿Tú qué haces aquí?

            La pregunta dejó descolocado a ChanYeol, que se volvió hacia donde estaba LuHan, encontrándolo mirando al suelo, con su camiseta que le quedaba excesivamente grande, apenas tapando lo que debía tapar. El chico tragó saliva, sintiendo su corazón martilleando en sus oídos antes de contestar:

            –Creo que ya lo sabes.

            El rubio pareció encogerse aún más al escuchar aquellas palabras, aunque también pudo ser porque la camiseta del moreno era demasiado grande para él.

            –¿Sabes? –murmuró mirándose las manos–. Apenas te conozco.
            –¿Estás insinuando que quieres conocerme? –preguntó LuHan.
            –Sí, me gustaría conocerte. Saber qué cosas te gustan, cuáles odias y cosas por el estilo –respondió. En cuanto acabó de hablar, el rubio se levantó y se giró, en dirección a la puerta–. ¿Ya te vas? –preguntó ChanYeol levantándose también, haciendo que el otro se girara y asintiera con la cabeza–. Pero yo quería preguntarte algunas cosas, hyung.

            Hubo unos momentos de silencio en los que el moreno pensó que LuHan le echaría una mirada de odio y se iría, o le echaría esa misma mirada y le daría una paliza, para después irse. Sin embargo, nada de esto pasó.

            –Pregunta. Pero sé rápido –la respuesta dejó a ChanYeol paralizado unos segundos, pero después comenzó a hablar a toda pastilla.
            –¿Cuáles son tus pasatiempos? ¿Qué asignaturas te gustan? ¿Qué deportes te gustan? ¿Qué comida te gusta? ¿Qué ves en la tele? ¿Qué animales te gustan? ¿Qué persona te gusta? ¿Qué…?
            –Para –dijo, dejando al alto con la palabra en la boca–. No pensaba que serían cosas infantiles como esas.
            –Entonces… ¿no me vas a contestar?
            –Matar a mordiscos a gente como tú –y se fue, dejando a ChanYeol sumamente confuso.

            “¿Será ese su pasatiempo?”


            LuHan se despertó un minuto antes de que sonara la alarma de su teléfono y apagó esta para no acabar con dolor de cabeza tan temprano. Entró al baño y luego se vistió. Pronto el pijama fue sustituido por el uniforme del instituto y el chico se miró en el espejo, buscando algo que no estuviera como debía estar.

            Perfecto.

            Se peinó y a través de la superficie reflectante pudo ver una camiseta del uniforme de baloncesto varias tallas más grandes de lo que él acostumbraba a usar, con el número 88 estampado en ella. LuHan esbozó una pequeña sonrisa.

            –Creo que estoy loco –murmuró sin borrar aquella pequeña sonrisa de sus labios.


            –Van dos en una moto y se cae el del medio por una de las ventanillas de atrás porque no llevaba el cinturón puesto. (N.A.: Chiste, by Lou)

            El chiste que BaekHyun acababa de contar no tenía ninguna gracia, como evidenciaba el rostro de KyungSoo, que estaba completamente serio y mirando avergonzado cómo ChanYeol se reía escandalosamente.

            El alto estaba tan muerto de risa que no se dio cuenta de esta mirada, ni tampoco de que un chico rubio con cara de mala hostia se acercaba a él hasta que lo tuvo en frente de su mesa.

            En ese momento paró de reír y se puso serio. LuHan le entregó una bolsa y él miró en su interior, descubriendo la camiseta que le había prestado hacía una semana.

            –Gracias –murmuró.
            –Educación Física –y se largó.
            –Oye –dijo KyungSoo llamando la atención de ChanYeol–. ¿Es mi impresión o acaba de decir Educación Física?
            –¿Es algún código secreto? –preguntó BaekHyun y el alto negó a las dos cuestiones.

            “¿Puede ser que… me vaya a contestar a todo?” se preguntó el chico “Ni siquiera me acuerdo de lo que le pregunté” pensó echando la cabeza sobre la mesa, deprimido.


            ChanYeol terminó de dar las doce vueltas al campo de fútbol que le acababa de mandar hacer el entrenador del equipo de basket por estar mirando las musarañas y no recibir bien un pase picado que el base le había enviado magníficamente.

            El chico se encorvó, apoyando sus manos sobre las rodillas para intentar recobrar el aire que le faltaba tras aquel castigo.

            –Fútbol –escuchó a sus espaldas y se giró rápidamente, para ver la espalda de LuHan alejándose.

            “¿Fútbol? ¿A qué viene lo de fútbol?”


            Durante las semanas siguientes, en los momentos en los que ChanYeol estaba solo o con alguno de sus amigos, LuHan se acercaba a él y le decía una palabra o una frase, dejando a veces al moreno sumamente confuso con cosas como:

            “Huevos fritos con pepino”.
            “Anime”.
            “Herbívoros”.


            Acababan de echarle la bronca del siglo en el Club de Baloncesto. Seguía sin poder concentrarse del todo en el juego y eso le pasaba factura, pero no podía dejar de pensar en cuando LuHan se acercaba a él sin que lo advirtiera y le contestara a todas y cada una de sus preguntas, preguntas que no recordaba.

            ChanYeol abrió el grifo de la fuente y metió la cabeza bajo este para refrescarse un poco las ideas y también para quitarse el calor que ya comenzaba a hacer. Cuando tuvo el pelo completamente mojado, se echó hacia atrás y se sacudió como un perro, salpicando agua un poco lejos. Ya le había crecido el pelo lo suficiente como para tapar sus orejas de soplillo.

            –Park ChanYeol.

            El chico se giró rápidamente al escuchar su nombre dicho por la voz de LuHan y lo vio plantado ante él, a un par de metros, con la cabeza gacha, como siempre que contestaba a alguna de las preguntas que le había hecho hacía más de un mes.

            “¿Qué pregunta le hice para que contestara con mi nombre?” se preguntó.

            De repente, se acordó.


            ¿Cuáles son tus pasatiempos? ¿Qué asignaturas te gustan? ¿Qué deportes te gustan? ¿Qué comida te gusta? ¿Qué ves en la tele? ¿Qué animales te gustan? ¿Qué persona te gusta?


            ChanYeol abrió los ojos tanto que parecía que se saldrían de sus cuencas mientras intentaba procesar aquello. LuHan acababa de… Miró al chico que tenía ante él y vio cómo este comenzaba a alejarse sin levantar la cabeza.

            Sin siquiera pensarlo, ChanYeol corrió tras él hasta que lo alcanzó. Pasó sus brazos por la cintura del otro y se pegó a su espalda sin dejarle escapatoria.

            –Tú también me gustas.




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