Título:
Piano (Wo)Man
Autora:
Riz Aino
Pareja: WheeSa (WheeIn
+ HwaSa) (MAMAMOO)
Clasificación:
R
Géneros:
AU, historical, musicians, romance, smut, pwp
Número de palabras:
828 palabras
Resumen:
WheeIn es la pianista de HwaSa, la cantante más famosa de todos los antros de
aquella ciudad, y algo más que su pianista.
Advertencias:
sexo… ¿ligero? No sé cómo expresarlo (?)
Notas: ambientado en
los años veinte en Corea, donde los clubes con actuaciones musicales estaban de
moda (como en el resto del mundo).
Comentario de autora:
llevaba como milenios queriendo escribir un fanfic de estas dos porque destilan
bollería industrial… pero lo que me pasa siempre, que lo voy dejando. Espero
que os guste.
Piano
(wo)man
WheeIn se adentró en la sala
principal de aquel club que por las noches era un hervidero de hombres que iban
allí a beber y divertirse, pero que, por las mañanas estaba completamente vacío
y paseó por entre las mesas que la noche anterior habían estado ocupadas hasta
llegar al escenario, donde ella la esperaba, tumbada sobre la larga cola del
piano, llevando todavía el vaporoso vestido que se había puesto para la
actuación de anoche, la suave y delicada tela de éste llegando hasta el suelo. Ni
siquiera se inmutó cuando WheeIn se subió al escenario junto a ella, tampoco lo
hizo cuando enredó sus dedos en su pelo durante unos momentos, disfrutando del
tacto de aquellos rizos artificiales, pero echando de menos el tacto de su
suave pelo liso.
HwaSa, la cantante más aclamada en aquel
club de mala muerte por las noches, no era más que una joven cansada durante el
día.
WheeIn esbozó una pequeña sonrisa y
después se dirigió hacia la banqueta del piano, donde se sentó y comenzó a acariciar
las teclas con sus dedos. Era increíble todavía cómo había podido burlar a
todos los hombres de aquel lugar, haciéndose pasar por uno de ellos,
consiguiendo el puesto como pianista de HwaSa sin que absolutamente nadie se
percatara de su condición como mujer. Su pelo corto, sus maneras aprendidas y
su ropa ancha para esconder sus curvas, habían bastado para llegar hasta allí y
la única persona que sabía su secreto, era la misma que se despertaba en
aquellos momentos y se giraba hacia ella todavía sobre la tapa del piano,
dedicándole una sonrisa adormilada, pero completamente encantadora.
HwaSa era la única razón por la que
había adoptado una identidad falsa, para poder estar junto a ella sin que nadie
se atreviera a juzgarlas y matarlas por estar enamoradas. Si descubrían su
secreto ambas estarían expuestas a la mayor tortura imaginable por ello… pero
nunca lo harían, nunca lo sabrían.
—¿Cuánto llevas dormida sobre el
piano? —le preguntó.
—Probablemente desde que el jefe te
llamó para hablar —le respondió, todavía adormilada—. ¿Qué quería?
No hacía más que un par de horas que
habían cerrado el club al amanecer, después de que todos los clientes se fueran,
y recogieran todo. WheeIn había sido llamada por el jefe mientras todavía
seguía ayudando a terminar de recoger para un asunto importante y había dejado
a HwaSa con los demás en aquel lugar.
—Quería que tuviéramos un
espectáculo mucho más sensual, si a mí no me parecía mal —le dijo a la otra—. Todavía
no me acostumbro a que me pregunten este tipo de cosas y tengan en cuenta mis
opiniones… es… curioso lo que hacen unos pantalones.
HwaSa le dedicó una sonrisa pícara
en ese momento y después se arrastró sobre la tapa del piano hasta llegar hasta
ella, tumbándose boca abajo para darle un corto beso en los labios.
—Tienes que acostumbrarte, señor
Jung WheeIn —replicó contra sus labios—. Al menos hasta que podamos ganar el
dinero necesario para poder salir de este antro y desaparecer lejos, donde nadie
nos pueda encontrar jamás.
HwaSa le dejó otro beso corto sobre
sus labios antes de volver a recolocarse sobre el piano, esta vez quedándose
sentada justo en el borde, abriendo sus piernas frente a ella y arremangándose
la falda de aquel vestido azul vaporoso, dejándole a la vista su entrepierna,
sin nada que la tapara.
—¿Cómo de sensual quería el jefe que
fuera nuestra actuación? —cuestionó en ese momento, haciendo a WheeIn reír.
—¿Estás segura de que quieres hacer
esto aquí? —le cuestionó ella en respuesta, sin quitarle los ojos de encima.
—No debe quedar nadie —dijo HwaSa—.
¿Por qué no?
WheeIn se tragó todas las quejas y objeciones
que pudiera tener sobre mantener relaciones sexuales en un lugar tan público
como aquel porque sabía que tenía razón. Ellas dos eran las únicas personas
que, en esos momentos, estaban en la zona del club, los demás, bien habían
vuelto a sus casas a descansar o bien habían subido a las habitaciones
habilitadas para ellos, en las que vivían. Por eso, simplemente aceptó aquella
invitación a aquel peligroso juego y acercó su rosto a la entrepierna de HwaSa
para hacerla sentir en el mismísimo paraíso con su lengua.
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