Título: 백야 (White Night)
Autora: Riz Aino
Pareja: KeonJu (KeonHee
+ Xion) (ONEUS)
Clasificación: PG–13
Géneros: AU, historical,
fantasy, romance, fluff, drama
Número de
palabras:
3.352 palabras
Resumen: KeonHee es llamado a
palacio para entretener a los reyes y sus invitados en una fiesta y, debido a
las intensas nevadas, se tiene que quedar en el lugar durante varios días… allí
es donde conoce a Xion.
Notas: historia escrita para
una de las casillas de mi bingo del WeUs FanFest, la correspondiente a
“historical!au”.
Comentario
de autora:
con el comeback tan “principesco” y los aires de grandeza que siempre
tiene Xion (?) (y lo boca chanclas que es KeonHee) no me pude resistir a tener
esta idea en cuanto vi lo que había en el bingo. Espero que os guste.
—¿Y bien? —cuestionó de
forma inquisitiva su amigo HwanWoong, cuando las últimas ascuas de la chimenea
estaban prácticamente apagadas y la luz en el salón era escasa, hablándole
desde las tinieblas—. ¿Me vas a contar qué ha pasado en los últimos tres días en
palacio para que hayas decidido hacer esta locura?
KeonHee
tragó saliva. Había estado esperando aquella pregunta desde que había llegado
allí aquella mañana, cuando el sol estaba a punto de aparecer e iluminar con su
luz el camino, una luz que el chico había tratado de evitar llamando a la
puerta de la casa de su mejor amigo para que éste le diera cobijo. Había estado
esperando la pregunta desde que el otro le había abierto la puerta, pero por
mucho que la hubiera estado esperando… seguía sin estar preparado para dar la
respuesta. Era algo complicado.
—KeonHee…
—lo llamó HwanWoong, en tono de advertencia—. Si no me lo cuentas, voy a salir
ahí fuera y voy a buscar a los guardias de palacio.
Era
una amenaza, una amenaza que su amigo cumpliría si no obtenía la respuesta que
deseaba y de la cual tenía derecho a saber dadas las circunstancias en las que
se encontraban. Debía decírselo antes o después… y era mejor decírselo en
aquellos momentos, era mejor no posponerlo más porque cuanto antes tuviera
HwanWoong la información completa, antes podría idear algo que fuera de ayuda.
Por ese motivo, KeonHee carraspeó para aclararse la voz antes de comenzar a
hablar y contarlo todo.
.
.
.
KeonHee
caminaba totalmente fascinado por los enormes pasillos de aquel esplendoroso
lugar, su boca abierta al máximo y sus ojos casi saliéndose de sus órbitas,
siguiendo al sirviente encorvado que lo guiaba por aquel lugar, todavía sin
poder creerse que estuviera allí. Ir a palacio no era algo que le sucediera a
uno todos los días… y eso que el joven había tenido bastantes aventuras
mientras viajaba por el reino buscando historias y recopilándolas, pero en
ninguna de ellas había sido invitado al palacio en el que vivían los reyes para
que los entretuviera con sus historias en una noche de banquete, hasta aquel
momento. KeonHee no dudaría en contar a todo el mundo, con muchos pelos y
señales, todo lo que estaba viviendo en aquellos instantes.
Tan
perdido estaba en sus propios pensamientos que, ni siquiera se dio cuenta de
que el sirviente encorvado se había detenido hasta que chocó contra él. El
hombre se giró hacia él con cara de malas pulgas y KeonHee se disculpó
brevemente porque el señor había sido tan amable de acompañarlo por todo el
lugar, guiándolo hasta el sitio en el que se le requería —el joven sabía que lo
había hecho para que no se perdiera en los intrincados pasillos y husmeara por
lugares en los que no debía, pero aun así le agradecía que lo hubiera hecho—.
—Lo
están esperando tras estas puertas —le señaló el viejo sirviente—. Una vez
acabe sus historias, estaré aquí para acompañarlo fuera del palacio.
KeonHee
asintió, sabiendo perfectamente que no iba a estar mucho tiempo en aquel lugar
y que tampoco lo dejarían quedarse más de lo necesario, pero él disfrutaría de
todo lo que pudiera y entretendría a la familia real y a sus invitados de
aquella noche con sus historias sobre el mundo que ninguno de ellos había visto
porque no solían salir de detrás de aquellos muros —y cuando lo hacían, sus
carruajes tenían las ventanas completamente selladas para que no se pudiera ver
nada—. El sirviente que lo había guiado hasta allí, les hizo una pequeña señal
a los guardias que custodiaban las enormes puertas de madera que había frente a
ellos y estos comenzaron a abrirlas inmediatamente, dejando al joven aún más
maravillado con lo que vio de su interior.
Si
los pasillos ornamentados y llenos de preciosos cuadros colgados lo habían
dejado casi sin habla, el interior de aquel enorme salón, lo apabulló tantísimo
que KeonHee casi sintió miedo de no poder esbozar ni una palabra por primera
vez en su vida… pero cuando uno de los guardias que le había abierto la puerta,
anunció su llegada a los presentes, quienes se encontraban sentados en largas
mesas dispuestas por los laterales y el fondo de la sala, dejando un enorme hueco
vacío en el medio, KeonHee salió de su ensoñación de nuevo y caminó hacia el
centro del lugar, plenamente consciente de todas las miradas que estaban
puestas en él.
La
familia real que gobernaba aquel reino se encontraba justo frente a él, pero
KeonHee no alzó la mirada para encontrar sus ojos porque el sirviente ya le
había avisado que era una falta de respeto. Simplemente caminó hasta llegar al
centro de la sala, quedándose allí plantado hasta que el rey habló.
—Esta
noche ha venido a amenizarnos la velada un joven que se ha dedicado a viajar
por nuestro reino para recopilar historias increíbles —dijo, con una voz grave
que retumbó en toda la sala—. Espero poder escuchar grandes aventuras,
cuentacuentos.
—Sí,
su majestad —murmuró en respuesta—. He preparado las mejores.
Y
KeonHee comenzó a hablar, comenzó a contar diversas historias que había
aprendido durante sus viajes, haciendo partícipes a algunos de los nobles que
se encontraban en el lugar, provocando suspiros de asombro, risas y llantos…
sin darse cuenta de que una de las personas que se encontraban en aquel lugar,
un chico menudo, de constitución débil y rostro pálido que había perdido el
brillo en su mirada mucho tiempo atrás, comenzaba a recuperarlo poco a poco con
cada una de sus historias.
~
—No
se puede salir del palacio —advirtió uno de los guardias que custodiaban la
puerta principal cuando el sirviente encorvado que lo guiaba a todas partes, le
pidió al hombre formido que abriera para que KeonHee saliera de allí lo antes
posible—. Está nevando copiosamente y las puertas no se pueden abrir en este
momento —el viejo sirviente suspiró—, y, aunque se pudieran abrir, salir fuera
con este tiempo sería una locura.
—Entonces
me tempo que tendrás que quedarte en palacio hasta que la nevada termine y
puedas salir —le dijo el sirviente a KeonHee—. Hay varias habitaciones libres
en la zona de los sirvientes, te quedarás en una de ellas y no podrás salir de
la zona que te indique —continuó.
—Entendido
—murmuró el chico, completamente encantado con que aquella nevada lo encerrara
en aquel magnífico lugar.
Volvió
a seguir al encorvado sirviente por los amplios, y cargados de decoración en
sus paredes, pasillos del palacio sin decir ni una sola palabra, simplemente
disfrutando de la vista como había estado haciendo hasta el momento, escuchando
como sus pasos repiqueteaban en los suelos de diferentes mármoles. KeonHee no
podía creerse la suerte que había tenido con aquello, la suerte de que los
nubarrones negros que lo habían perseguido durante su ascenso a la colina en la
que se situaba el palacio hubieran decidido descargar nieve en lugar de una
lluvia que calara hasta los huesos y embarrase los caminos de forma inmediata;
no obstante, no sabía si denominarlo del todo suerte porque no se iba a poder
mover por todo el palacio y explorar todos su rincones, algo que le habría
encantado.
Con
aquello en mente, apenas se dio cuenta de cuándo el sirviente que lo guiaba lo
había llevado hasta una austera habitación en la que simplemente había una cama
con un colchón que parecía de lo más incómodo hasta que el hombre lo hizo pasar
a ella.
—Este
último pasillo por el que hemos pasado es el reservado a las habitaciones de
los sirvientes —le dijo—. Un poco más allá están las cocinas y un pequeño
patio, esos serán tus límites hasta que la nevada deje abrir las puertas —KeonHee
asintió—. Espero que mañana ya puedas salir de palacio.
Y,
tras decir aquello, salió del lugar, cerrando la puerta de la habitación. Durante
un segundo, KeonHee pensó que había visto a alguien más al otro lado, alguien
escondiéndose tras una columna, una cabeza asomando tras ella… pero fue tan breve
que dictaminó que se lo había debido de imaginar y simplemente se tiró en la
cama, deseando, al contrario que el sirviente, que al día siguiente, la nieve
los hubiera encerrado todavía más, sin dedicarle ni un solo pensamiento más a
la persona que podía haber visto.
~~
—Soy
el príncipe Xion —dijo una voz clara que hizo que KeonHee levantara la cabeza
del cuaderno en el que había estado garabateando algunas de las cosas que había
visto en sus viajes por los pasillos del palacio guiado por el sirviente el día
anterior—. Me gustaría que me contaras muchas más historias que las que
contaste anoche.
KeonHee
observó la pequeña sonrisa inocente del joven que había ante él, sus ojos
llenos de curiosidad y completamente brillantes, deseosos por aprender. El chico
tenía un rostro de facciones delicadas, enmarcadas por el cabello rubio ceniza
que había visto la noche anterior que era característico de la familia real,
pareciéndole familiar también su rostro de entre todos los que habían estado
presentes en su pequeño espectáculo. Su cuerpo era delgado y estaba vestido con
unos ropajes tan ricos que KeonHee habría tenido que trabajar cuatro o cinco
vidas para, con suerte, poder costeárselos. Por un momento, pensó que quizás le
podía decir al príncipe que él no estaba allí para entretenerlo sin que le
pagaran por ello, pero fue solo un momento, ya que, estando en aquel lugar,
tenía que tener muchísimo cuidado, más con la familia real, que podía hacer que
lo decapitaran… aunque aquel príncipe parecía buena persona.
—Anoche
conté las mejores —murmuró KeonHee—. No sé si tendré alguna en mi repertorio
que le pueda gustar, príncipe Xion.
—Ardo
en deseos de escuchar cualquier historia —replicó el chico.
KeonHee
dejó entonces el cuaderno en el que había estado garabateando a un lado y después
le pidió al príncipe que lo llevara hasta algún sitio en el que pudiera
contarle todas las historias que quisiera sin que fueran molestados
excesivamente —dentro de los parámetros que le habían sido marcados— y el joven
lo guio hasta el pequeño patio que el sirviente le había nombrado la noche
anterior. Una vez allí, ambos se sentaron sobre el suelo y comenzó a hablar,
contando una historia tras otra, provocando que las horas fluyeran en torno a
ellos y que se pasaran rápidamente sin que ninguno de los dos se percatara de
aquel hecho. KeonHee le contó historias sobre princesas encerradas en torres
custodiadas por dragones, animales que hablaban, hadas buenas y maléficas, ogros
y príncipes encantados, en un reino muy muy lejano.
Solo se detuvo cuando
los sirvientes fueron a avisar al príncipe de que debía retirarse para comer y
KeonHee tuvo que hacer lo mismo, pero no junto a la familia real. No obstante,
antes de que cada uno tomara un rumbo diferente, el príncipe se giró hacia él y
llamó su atención, dejando que los sirvientes se alejaran de ellos un poco,
antes de hablarle en un tono débil que el otro apenas estuvo seguro de haber
escuchado bien.
—Me
gustaría conocer todos esos lugares de los que hablas en tus historias y vivir
miles de aventuras fuera de los muros del palacio —dijo, con los ojos brillantes
de emoción—. ¿Me sacarías de este lugar?
KeonHee
parpadeó rápidamente un par de veces, no estando especialmente seguro de haber
escuchado bien lo que el príncipe le había dicho, pero observando su rostro se
pudo dar cuenta de que sí, había dicho exactamente aquello que había escuchado.
Durante un segundo sintió pánico porque le estaba proponiendo que lo sacara del
palacio, algo así como una fuga, pero se calmó lo suficiente para poder
responderle con seriedad a aquello.
—No
creo que yo pueda hacer algo como eso —le respondió—. Su lugar es este,
príncipe Xion.
—Cualquier
lugar es mi lugar… excepto este palacio —replicó el chico, con una expresión
sombría en su rostro y perdiendo todo el brillo de ilusión que sus ojos tenían
desde que habían cruzado las primeras palabras y que se había acrecentado
conforme KeonHee había ido contando sus historias—, pero no esperaba que lo
entendieras.
Y
sin dedicarle ninguna palabra más, el príncipe se alejó de él, siguiendo a la
sirvienta que había ido a buscarlo para el almuerzo, dejando a KeonHee con un
sentimiento en su pecho que no pudo identificar, pero que fue más bien sombrío
y opresivo, como si aquello le hubiera tocado hasta la fibra más profunda de su
ser.
~~~
Durante
esa tarde y los dos días siguientes al completo, KeonHee se encontró en el
mismo lugar con el príncipe Xion para seguir contándole sus historias, aquellas
que había ido recopilando minuciosamente a lo largo de los últimos años de su
vida en los que había viajado por todo el reino, viendo cómo con cada historia
que le contaba al joven príncipe, éste parecía mucho más feliz y mucho más
ilusionado. Le había llamado especialmente la atención que, cada vez que se
separaban, cuando volvían a encontrarse en aquel lugar, el príncipe parecía
completamente alicaído y que se iba animando conforme escuchaba sus historias,
pero sus sospechas le fueron confirmadas por una de las sirvientas en la cocina
en la última mañana que pasaría en aquel lugar.
—Nunca
antes había visto al príncipe Xion tan alegre —le comentó la mujer, removiendo
una cacerola gigantesca—, normalmente lo puedes ver arrastrándose por los
pasillos del palacio como un alma en pena, haciendo todos y cada uno de sus
deberes como príncipe sin ninguna ilusión y cayendo enfermo muy seguido —probó
lo que fuera que estuviera cocinando con el cucharón de madera con el que
removía—. A esto le falta sal —comentó antes de añadirle una gran cantidad de
sal a la mezcla—. Es bueno ver que en los últimos días se ha animado con tu
presencia aquí, ojalá siguiera así mucho más tiempo.
Después
de aquella confirmación, KeonHee había recabado un poco más de información de
los diferentes sirvientes con los que había convivido los anteriores días y
éstos le contaron lo mismo que la mujer le había dicho, dándole incluso más
detalles sobre la miserable vida que vivía en príncipe en aquel lugar,
provocando que su pecho doliera. Él había visto más que nadie, al parecer, la
ilusión del joven príncipe y lo encantado que parecía con aquellas historias
que le contaba… y no pudo evitar pensar en las palabras que el chico le había
dicho el primer día que se vieron, aquellas que hicieron que su pecho le doliera.
Realmente,
aquel lugar, encerrado entre las paredes del enorme palacio, era un sitio en el
que no se sentía a gusto, un lugar que no era el suyo y que lo estaba matando
lentamente, marchitándolo poco a poco hasta que ya no pudiera seguir adelante,
recuperándose de las constantes enfermedades que parecía sufrir. Y KeonHee se
replanteó seriamente la propuesta que el joven príncipe Xion le había hecho, petición,
más bien que propuesta… un clamor por ayuda para escapar de aquella prisión. Se
lo replanteó porque el joven era muy agradable y porque ninguna persona con
tanta ilusión y con tanta curiosidad por el mundo exterior, merecía estar
encerrado entre aquellas paredes sin poder salir fuera para ver el mundo que lo
rodeaba.
De
aquella forma, KeonHee ideó a lo largo de ese día el plan más alocado que jamás
había ideado en su vida, el plan que lo haría salir de los muros del palacio
con el príncipe Xion sin que absolutamente nadie se percatara de ello y
pudieran huir y esconderse si eso era lo que éste quería.
—He estado pensando… —empezó,
llamando la atención del príncipe después de terminar la última de las
historias de aquel día—, en lo que me dijo el otro día… lo de que lo sacara del
palacio… —agregó en voz muy baja. Nada más mencionar aquello, el rostro del príncipe
se iluminó por completo y KeonHee sintió en el fondo de su corazón que, aunque
aquello fuera literalmente una locura, era lo que debía de hacer—. No sé si lo
dijo seriamente o era una especie de broma —continuó—, pero si lo dijo de
verdad… podría hacerlo.
—Sí —dijo
inmediatamente el príncipe—. Sí. Lo decía completamente en serio… necesito
salir de aquí —agregó también en voz baja—, por favor.
—Entonces… debe hacer
todo lo que le diga a partir de ahora.
—Por supuesto.
Ese día se despidieron
como habían hecho los anteriores, tarde en la noche después de haber continuado
tras la cena contando historias, solo que, aquella vez lo que le había estado
contando había sido su plan de escape a través de una puerta que solo usaba el
servicio y que no se encontraba custodiada por ningún guardia, una puerta que
pasaba completamente desapercibida desde el exterior, pero que estaba allí para
usarse. Y ambos usaron aquella puerta esa noche a pesar de que las nevadas
todavía no habían remitido del todo y, abrigados para poder pasar el frío de la
noche y la nieve sin congelarse, avanzaron fuera de los muros del palacio, sin
detenerse y sin mirar atrás ni una sola vez hasta que alcanzaron su destino, un
puerto seguro en el que descansar un poco antes de volver a salir al mundo
exterior, evitando a los guardias que debían de haber comenzado a buscarlos.
.
.
.
—Estás…
completamente loco —fue lo que dijo HwanWoong una vez terminó de contar lo que
había sucedido los últimos días y el por qué había un príncipe durmiendo en la
casa—. ¿Y ahora qué piensas hacer? Porque aquí no os puedo esconder, sabes que
van a registrar todas y cada una de las casas de la ciudad para encontraros.
—No
nos vamos a quedar —respondió KeonHee—. No lo he sacado de palacio para que
esté encerrado aquí también.
KeonHee
no se arrepentía de la decisión que había tomado, porque le había parecido la
más correcta en el momento y seguía pareciéndoselo a pesar de todos los
problemas y de todos los peligros que ésta acarreaba. El príncipe Xion era un
chico encantador, lleno de vida y de ilusiones, pero sin poder salir de aquel
palacio, encerrado todo el día entre cuatro paredes y con obligaciones que él
no deseaba, se estaba marchitando poco a poco. Los pocos sirvientes que los
habían visto juntos habían coincidido en decirle que nunca antes habían visto
al príncipe sonreír tanto, que jamás habían visto ese brillo en su mirada más
que cuando estaba con él… y KeonHee se había percatado de lo mucho que el chico
necesitaba aquello en esos tres días que había pasado en palacio.
—Nos
iremos moviendo por el reino —dijo al final—, para que el chico pueda vivir
todas las aventuras que siempre ha querido vivir y trataremos de salir del país
lo más pronto posible para que los guardias del palacio no nos puedan encontrar
nunca.
Notas finales:
—Mientras todavía hacía calor como para parar
un tren, decidí que hacer un fanfic fresquito, ambientado en invierno y con
mucha nieve por todas partes, era lo único que necesitaba para combatir el
calor (aparte del ventilador).
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