jueves, 12 de septiembre de 2019

[One Shot] 백야 (White Night) {KeonJu}


Título: 백야 (White Night)
Autora: Riz Aino
Pareja: KeonJu (KeonHee + Xion) (ONEUS)
Clasificación: PG–13
Géneros: AU, historical, fantasy, romance, fluff, drama
Número de palabras: 3.352 palabras
Resumen: KeonHee es llamado a palacio para entretener a los reyes y sus invitados en una fiesta y, debido a las intensas nevadas, se tiene que quedar en el lugar durante varios días… allí es donde conoce a Xion.
Notas: historia escrita para una de las casillas de mi bingo del WeUs FanFest, la correspondiente a “historical!au”.
Comentario de autora: con el comeback tan “principesco” y los aires de grandeza que siempre tiene Xion (?) (y lo boca chanclas que es KeonHee) no me pude resistir a tener esta idea en cuanto vi lo que había en el bingo. Espero que os guste.


—¿Y bien? —cuestionó de forma inquisitiva su amigo HwanWoong, cuando las últimas ascuas de la chimenea estaban prácticamente apagadas y la luz en el salón era escasa, hablándole desde las tinieblas—. ¿Me vas a contar qué ha pasado en los últimos tres días en palacio para que hayas decidido hacer esta locura?


            KeonHee tragó saliva. Había estado esperando aquella pregunta desde que había llegado allí aquella mañana, cuando el sol estaba a punto de aparecer e iluminar con su luz el camino, una luz que el chico había tratado de evitar llamando a la puerta de la casa de su mejor amigo para que éste le diera cobijo. Había estado esperando la pregunta desde que el otro le había abierto la puerta, pero por mucho que la hubiera estado esperando… seguía sin estar preparado para dar la respuesta. Era algo complicado.

            —KeonHee… —lo llamó HwanWoong, en tono de advertencia—. Si no me lo cuentas, voy a salir ahí fuera y voy a buscar a los guardias de palacio.

            Era una amenaza, una amenaza que su amigo cumpliría si no obtenía la respuesta que deseaba y de la cual tenía derecho a saber dadas las circunstancias en las que se encontraban. Debía decírselo antes o después… y era mejor decírselo en aquellos momentos, era mejor no posponerlo más porque cuanto antes tuviera HwanWoong la información completa, antes podría idear algo que fuera de ayuda. Por ese motivo, KeonHee carraspeó para aclararse la voz antes de comenzar a hablar y contarlo todo.

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            KeonHee caminaba totalmente fascinado por los enormes pasillos de aquel esplendoroso lugar, su boca abierta al máximo y sus ojos casi saliéndose de sus órbitas, siguiendo al sirviente encorvado que lo guiaba por aquel lugar, todavía sin poder creerse que estuviera allí. Ir a palacio no era algo que le sucediera a uno todos los días… y eso que el joven había tenido bastantes aventuras mientras viajaba por el reino buscando historias y recopilándolas, pero en ninguna de ellas había sido invitado al palacio en el que vivían los reyes para que los entretuviera con sus historias en una noche de banquete, hasta aquel momento. KeonHee no dudaría en contar a todo el mundo, con muchos pelos y señales, todo lo que estaba viviendo en aquellos instantes.

            Tan perdido estaba en sus propios pensamientos que, ni siquiera se dio cuenta de que el sirviente encorvado se había detenido hasta que chocó contra él. El hombre se giró hacia él con cara de malas pulgas y KeonHee se disculpó brevemente porque el señor había sido tan amable de acompañarlo por todo el lugar, guiándolo hasta el sitio en el que se le requería —el joven sabía que lo había hecho para que no se perdiera en los intrincados pasillos y husmeara por lugares en los que no debía, pero aun así le agradecía que lo hubiera hecho—.

            —Lo están esperando tras estas puertas —le señaló el viejo sirviente—. Una vez acabe sus historias, estaré aquí para acompañarlo fuera del palacio.

            KeonHee asintió, sabiendo perfectamente que no iba a estar mucho tiempo en aquel lugar y que tampoco lo dejarían quedarse más de lo necesario, pero él disfrutaría de todo lo que pudiera y entretendría a la familia real y a sus invitados de aquella noche con sus historias sobre el mundo que ninguno de ellos había visto porque no solían salir de detrás de aquellos muros —y cuando lo hacían, sus carruajes tenían las ventanas completamente selladas para que no se pudiera ver nada—. El sirviente que lo había guiado hasta allí, les hizo una pequeña señal a los guardias que custodiaban las enormes puertas de madera que había frente a ellos y estos comenzaron a abrirlas inmediatamente, dejando al joven aún más maravillado con lo que vio de su interior.

            Si los pasillos ornamentados y llenos de preciosos cuadros colgados lo habían dejado casi sin habla, el interior de aquel enorme salón, lo apabulló tantísimo que KeonHee casi sintió miedo de no poder esbozar ni una palabra por primera vez en su vida… pero cuando uno de los guardias que le había abierto la puerta, anunció su llegada a los presentes, quienes se encontraban sentados en largas mesas dispuestas por los laterales y el fondo de la sala, dejando un enorme hueco vacío en el medio, KeonHee salió de su ensoñación de nuevo y caminó hacia el centro del lugar, plenamente consciente de todas las miradas que estaban puestas en él.

            La familia real que gobernaba aquel reino se encontraba justo frente a él, pero KeonHee no alzó la mirada para encontrar sus ojos porque el sirviente ya le había avisado que era una falta de respeto. Simplemente caminó hasta llegar al centro de la sala, quedándose allí plantado hasta que el rey habló.

            —Esta noche ha venido a amenizarnos la velada un joven que se ha dedicado a viajar por nuestro reino para recopilar historias increíbles —dijo, con una voz grave que retumbó en toda la sala—. Espero poder escuchar grandes aventuras, cuentacuentos.
            —Sí, su majestad —murmuró en respuesta—. He preparado las mejores.

            Y KeonHee comenzó a hablar, comenzó a contar diversas historias que había aprendido durante sus viajes, haciendo partícipes a algunos de los nobles que se encontraban en el lugar, provocando suspiros de asombro, risas y llantos… sin darse cuenta de que una de las personas que se encontraban en aquel lugar, un chico menudo, de constitución débil y rostro pálido que había perdido el brillo en su mirada mucho tiempo atrás, comenzaba a recuperarlo poco a poco con cada una de sus historias.

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            —No se puede salir del palacio —advirtió uno de los guardias que custodiaban la puerta principal cuando el sirviente encorvado que lo guiaba a todas partes, le pidió al hombre formido que abriera para que KeonHee saliera de allí lo antes posible—. Está nevando copiosamente y las puertas no se pueden abrir en este momento —el viejo sirviente suspiró—, y, aunque se pudieran abrir, salir fuera con este tiempo sería una locura.
            —Entonces me tempo que tendrás que quedarte en palacio hasta que la nevada termine y puedas salir —le dijo el sirviente a KeonHee—. Hay varias habitaciones libres en la zona de los sirvientes, te quedarás en una de ellas y no podrás salir de la zona que te indique —continuó.
            —Entendido —murmuró el chico, completamente encantado con que aquella nevada lo encerrara en aquel magnífico lugar.

            Volvió a seguir al encorvado sirviente por los amplios, y cargados de decoración en sus paredes, pasillos del palacio sin decir ni una sola palabra, simplemente disfrutando de la vista como había estado haciendo hasta el momento, escuchando como sus pasos repiqueteaban en los suelos de diferentes mármoles. KeonHee no podía creerse la suerte que había tenido con aquello, la suerte de que los nubarrones negros que lo habían perseguido durante su ascenso a la colina en la que se situaba el palacio hubieran decidido descargar nieve en lugar de una lluvia que calara hasta los huesos y embarrase los caminos de forma inmediata; no obstante, no sabía si denominarlo del todo suerte porque no se iba a poder mover por todo el palacio y explorar todos su rincones, algo que le habría encantado.

            Con aquello en mente, apenas se dio cuenta de cuándo el sirviente que lo guiaba lo había llevado hasta una austera habitación en la que simplemente había una cama con un colchón que parecía de lo más incómodo hasta que el hombre lo hizo pasar a ella.

            —Este último pasillo por el que hemos pasado es el reservado a las habitaciones de los sirvientes —le dijo—. Un poco más allá están las cocinas y un pequeño patio, esos serán tus límites hasta que la nevada deje abrir las puertas —KeonHee asintió—. Espero que mañana ya puedas salir de palacio.

            Y, tras decir aquello, salió del lugar, cerrando la puerta de la habitación. Durante un segundo, KeonHee pensó que había visto a alguien más al otro lado, alguien escondiéndose tras una columna, una cabeza asomando tras ella… pero fue tan breve que dictaminó que se lo había debido de imaginar y simplemente se tiró en la cama, deseando, al contrario que el sirviente, que al día siguiente, la nieve los hubiera encerrado todavía más, sin dedicarle ni un solo pensamiento más a la persona que podía haber visto.

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            —Soy el príncipe Xion —dijo una voz clara que hizo que KeonHee levantara la cabeza del cuaderno en el que había estado garabateando algunas de las cosas que había visto en sus viajes por los pasillos del palacio guiado por el sirviente el día anterior—. Me gustaría que me contaras muchas más historias que las que contaste anoche.

            KeonHee observó la pequeña sonrisa inocente del joven que había ante él, sus ojos llenos de curiosidad y completamente brillantes, deseosos por aprender. El chico tenía un rostro de facciones delicadas, enmarcadas por el cabello rubio ceniza que había visto la noche anterior que era característico de la familia real, pareciéndole familiar también su rostro de entre todos los que habían estado presentes en su pequeño espectáculo. Su cuerpo era delgado y estaba vestido con unos ropajes tan ricos que KeonHee habría tenido que trabajar cuatro o cinco vidas para, con suerte, poder costeárselos. Por un momento, pensó que quizás le podía decir al príncipe que él no estaba allí para entretenerlo sin que le pagaran por ello, pero fue solo un momento, ya que, estando en aquel lugar, tenía que tener muchísimo cuidado, más con la familia real, que podía hacer que lo decapitaran… aunque aquel príncipe parecía buena persona.

            —Anoche conté las mejores —murmuró KeonHee—. No sé si tendré alguna en mi repertorio que le pueda gustar, príncipe Xion.
            —Ardo en deseos de escuchar cualquier historia —replicó el chico.

            KeonHee dejó entonces el cuaderno en el que había estado garabateando a un lado y después le pidió al príncipe que lo llevara hasta algún sitio en el que pudiera contarle todas las historias que quisiera sin que fueran molestados excesivamente —dentro de los parámetros que le habían sido marcados— y el joven lo guio hasta el pequeño patio que el sirviente le había nombrado la noche anterior. Una vez allí, ambos se sentaron sobre el suelo y comenzó a hablar, contando una historia tras otra, provocando que las horas fluyeran en torno a ellos y que se pasaran rápidamente sin que ninguno de los dos se percatara de aquel hecho. KeonHee le contó historias sobre princesas encerradas en torres custodiadas por dragones, animales que hablaban, hadas buenas y maléficas, ogros y príncipes encantados, en un reino muy muy lejano.

Solo se detuvo cuando los sirvientes fueron a avisar al príncipe de que debía retirarse para comer y KeonHee tuvo que hacer lo mismo, pero no junto a la familia real. No obstante, antes de que cada uno tomara un rumbo diferente, el príncipe se giró hacia él y llamó su atención, dejando que los sirvientes se alejaran de ellos un poco, antes de hablarle en un tono débil que el otro apenas estuvo seguro de haber escuchado bien.

            —Me gustaría conocer todos esos lugares de los que hablas en tus historias y vivir miles de aventuras fuera de los muros del palacio —dijo, con los ojos brillantes de emoción—. ¿Me sacarías de este lugar?

            KeonHee parpadeó rápidamente un par de veces, no estando especialmente seguro de haber escuchado bien lo que el príncipe le había dicho, pero observando su rostro se pudo dar cuenta de que sí, había dicho exactamente aquello que había escuchado. Durante un segundo sintió pánico porque le estaba proponiendo que lo sacara del palacio, algo así como una fuga, pero se calmó lo suficiente para poder responderle con seriedad a aquello.

            —No creo que yo pueda hacer algo como eso —le respondió—. Su lugar es este, príncipe Xion.
            —Cualquier lugar es mi lugar… excepto este palacio —replicó el chico, con una expresión sombría en su rostro y perdiendo todo el brillo de ilusión que sus ojos tenían desde que habían cruzado las primeras palabras y que se había acrecentado conforme KeonHee había ido contando sus historias—, pero no esperaba que lo entendieras.

            Y sin dedicarle ninguna palabra más, el príncipe se alejó de él, siguiendo a la sirvienta que había ido a buscarlo para el almuerzo, dejando a KeonHee con un sentimiento en su pecho que no pudo identificar, pero que fue más bien sombrío y opresivo, como si aquello le hubiera tocado hasta la fibra más profunda de su ser.

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            Durante esa tarde y los dos días siguientes al completo, KeonHee se encontró en el mismo lugar con el príncipe Xion para seguir contándole sus historias, aquellas que había ido recopilando minuciosamente a lo largo de los últimos años de su vida en los que había viajado por todo el reino, viendo cómo con cada historia que le contaba al joven príncipe, éste parecía mucho más feliz y mucho más ilusionado. Le había llamado especialmente la atención que, cada vez que se separaban, cuando volvían a encontrarse en aquel lugar, el príncipe parecía completamente alicaído y que se iba animando conforme escuchaba sus historias, pero sus sospechas le fueron confirmadas por una de las sirvientas en la cocina en la última mañana que pasaría en aquel lugar.

            —Nunca antes había visto al príncipe Xion tan alegre —le comentó la mujer, removiendo una cacerola gigantesca—, normalmente lo puedes ver arrastrándose por los pasillos del palacio como un alma en pena, haciendo todos y cada uno de sus deberes como príncipe sin ninguna ilusión y cayendo enfermo muy seguido —probó lo que fuera que estuviera cocinando con el cucharón de madera con el que removía—. A esto le falta sal —comentó antes de añadirle una gran cantidad de sal a la mezcla—. Es bueno ver que en los últimos días se ha animado con tu presencia aquí, ojalá siguiera así mucho más tiempo.

            Después de aquella confirmación, KeonHee había recabado un poco más de información de los diferentes sirvientes con los que había convivido los anteriores días y éstos le contaron lo mismo que la mujer le había dicho, dándole incluso más detalles sobre la miserable vida que vivía en príncipe en aquel lugar, provocando que su pecho doliera. Él había visto más que nadie, al parecer, la ilusión del joven príncipe y lo encantado que parecía con aquellas historias que le contaba… y no pudo evitar pensar en las palabras que el chico le había dicho el primer día que se vieron, aquellas que hicieron que su pecho le doliera.

            Realmente, aquel lugar, encerrado entre las paredes del enorme palacio, era un sitio en el que no se sentía a gusto, un lugar que no era el suyo y que lo estaba matando lentamente, marchitándolo poco a poco hasta que ya no pudiera seguir adelante, recuperándose de las constantes enfermedades que parecía sufrir. Y KeonHee se replanteó seriamente la propuesta que el joven príncipe Xion le había hecho, petición, más bien que propuesta… un clamor por ayuda para escapar de aquella prisión. Se lo replanteó porque el joven era muy agradable y porque ninguna persona con tanta ilusión y con tanta curiosidad por el mundo exterior, merecía estar encerrado entre aquellas paredes sin poder salir fuera para ver el mundo que lo rodeaba.

            De aquella forma, KeonHee ideó a lo largo de ese día el plan más alocado que jamás había ideado en su vida, el plan que lo haría salir de los muros del palacio con el príncipe Xion sin que absolutamente nadie se percatara de ello y pudieran huir y esconderse si eso era lo que éste quería.

—He estado pensando… —empezó, llamando la atención del príncipe después de terminar la última de las historias de aquel día—, en lo que me dijo el otro día… lo de que lo sacara del palacio… —agregó en voz muy baja. Nada más mencionar aquello, el rostro del príncipe se iluminó por completo y KeonHee sintió en el fondo de su corazón que, aunque aquello fuera literalmente una locura, era lo que debía de hacer—. No sé si lo dijo seriamente o era una especie de broma —continuó—, pero si lo dijo de verdad… podría hacerlo.
—Sí —dijo inmediatamente el príncipe—. Sí. Lo decía completamente en serio… necesito salir de aquí —agregó también en voz baja—, por favor.
—Entonces… debe hacer todo lo que le diga a partir de ahora.
—Por supuesto.

Ese día se despidieron como habían hecho los anteriores, tarde en la noche después de haber continuado tras la cena contando historias, solo que, aquella vez lo que le había estado contando había sido su plan de escape a través de una puerta que solo usaba el servicio y que no se encontraba custodiada por ningún guardia, una puerta que pasaba completamente desapercibida desde el exterior, pero que estaba allí para usarse. Y ambos usaron aquella puerta esa noche a pesar de que las nevadas todavía no habían remitido del todo y, abrigados para poder pasar el frío de la noche y la nieve sin congelarse, avanzaron fuera de los muros del palacio, sin detenerse y sin mirar atrás ni una sola vez hasta que alcanzaron su destino, un puerto seguro en el que descansar un poco antes de volver a salir al mundo exterior, evitando a los guardias que debían de haber comenzado a buscarlos.

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            —Estás… completamente loco —fue lo que dijo HwanWoong una vez terminó de contar lo que había sucedido los últimos días y el por qué había un príncipe durmiendo en la casa—. ¿Y ahora qué piensas hacer? Porque aquí no os puedo esconder, sabes que van a registrar todas y cada una de las casas de la ciudad para encontraros.
            —No nos vamos a quedar —respondió KeonHee—. No lo he sacado de palacio para que esté encerrado aquí también.

            KeonHee no se arrepentía de la decisión que había tomado, porque le había parecido la más correcta en el momento y seguía pareciéndoselo a pesar de todos los problemas y de todos los peligros que ésta acarreaba. El príncipe Xion era un chico encantador, lleno de vida y de ilusiones, pero sin poder salir de aquel palacio, encerrado todo el día entre cuatro paredes y con obligaciones que él no deseaba, se estaba marchitando poco a poco. Los pocos sirvientes que los habían visto juntos habían coincidido en decirle que nunca antes habían visto al príncipe sonreír tanto, que jamás habían visto ese brillo en su mirada más que cuando estaba con él… y KeonHee se había percatado de lo mucho que el chico necesitaba aquello en esos tres días que había pasado en palacio.

            —Nos iremos moviendo por el reino —dijo al final—, para que el chico pueda vivir todas las aventuras que siempre ha querido vivir y trataremos de salir del país lo más pronto posible para que los guardias del palacio no nos puedan encontrar nunca.









Notas finales:
—Mientras todavía hacía calor como para parar un tren, decidí que hacer un fanfic fresquito, ambientado en invierno y con mucha nieve por todas partes, era lo único que necesitaba para combatir el calor (aparte del ventilador).

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