Título:
Falling Petals
Autora: Riz Aino
Pareja: YoungSeong (Hero
+ U.Seong) (LUCENTE)
Clasificación:
NC–17
Géneros: AU, beauty and
the beast modern setting, romance, drama,
Número de palabras:
17.870 palabras
Resumen:
las cicatrices son historias representadas en carne, que narran cuentos de
dolor, obstáculos y triunfo.
Notas: esta
historia ha sido escrita para celebrar el primer aniversario de debut de
LUCENTE. Un año se ha pasado volando… aunque ha sido un poco aburrido porque no
ha habido ningún comeback en todo este tiempo.
Comentario
de autora: llevaba demasiado tiempo queriendo escribir algo
como esto y cuando tuve la idea, aunque tardé bastante en ponerme a hacerla,
adoro el resultado. Espero que os guste.
Los optimistas dicen que todo ocurre por una razón;
que cuando una puerta se cierra, se abre una ventana. La vida de YoungWoong es
una serie de puertas cerradas que conducen a ventanas que se ve forzado a
intentar abrir con desesperación. Todos los sueños y las aspiraciones que ha
tenido han acabado destrozados, convertidos en cenizas mientras ve cómo el
viento se lleva los restos candentes. A los doce años, su madre muere de cáncer
y lo deja con un padre que ya mostraba signos de inestabilidad. Nadie se sorprende
cuando se le va la cabeza menos de un año después y su hijo de trece años tiene
que hacerse cargo de ambos. Se les acaba el dinero al cumplir dieciséis y no le
queda otra opción que encontrar un trabajo para después de clase. No es un
trabajo especialmente elegante, pero le sirve para pagar las facturas y lo hace
con una sonrisa en la cara porque si se atreviera a torcer el gesto, teme no
poder parar.
YoungWoong siempre ha querido cantar, estar sobre un
escenario y rodeado por miles de personas que quieran oír su voz. Es un sueño
que le hace seguir adelante durante las largas horas de trabajo agotador y ante
la falta de respuesta de su padre cuando por fin consigue arrastrarse hasta
casa. A los dieciocho, su padre se pone peor y sólo le queda la opción de
internarlo en una institución para que lo cuiden. Por ello, deja aparcado su
sueño. Las facturas son demasiado para él y nada justifica que vaya a la
universidad cuando alguien de su carne y de su sangre lo necesita. Así, se ve
obligado a vender su hogar familiar y se muda a un apartamento con un amigo del
colegio, porque no tiene otro sitio adonde ir y el alquiler es barato. KoGun es
el que cuida de YoungWoong, se asegura de que coma lo suficiente y de que no se
quede dormido y llegue tarde a sus turnos en el trabajo. KoGun es de quien YoungWoong
depende y delante del que llora cuando las cosas le superan. Otra factura del
hospital se le cae de entre los dedos y se derrumba en los brazos de su amigo
porque sabe que KoGun siempre estará ahí para sujetarlo.
Es inevitable que se enamore, pero las cosas no van
como deben ir. En un momento de lucidez se le declara, le dice a KoGun cuánto
significa para él y cuánto lo ama. Espera ver el mismo amor reflejado en sus
ojos marrones, pero no está ahí. Lo único que ve es dolor. KoGun ama a otra
persona, alguien a quien nunca ha mencionado siquiera y sólo entonces se da
cuenta YoungWoong de que tal vez no son tan íntimos como él pensaba. Su corazón
roto hace que se cierre en banda, que se quede en su habitación cuando KoGun
está en casa y empieza a distraerse en el trabajo. Dos semanas así y lo
despiden.
A los veinticinco años, YoungWoong está sin trabajo,
inundado de facturas e intentando curar un corazón roto. Necesita un cambio, y
lo necesita ahora.
✿
La vista que hay ante él es abrumadora, una casa
antigua cuyos tres pisos se alzan hasta el cielo. La pintura ha empezado a
desconcharse alrededor de las contraventanas y la puerta de entrada está
oxidada. Los setos han sobrepasado la valla de madera y el césped está
infestado de malas hierbas. El solitario porche necesita una buena limpieza y YoungWoong
se siente triste. Hay un increíble potencial de belleza bajo todo ese abandono
y sólo puede preguntarse cómo han dejado que un lugar tan bello se arruine de
esa despiadada forma.
—¿Lee YoungWoong, supongo? —YoungWoong da un pequeño
salto, pero se recupera a tiempo de dirigir una sonrisa y asentir con la cabeza
al joven que hay en la puerta—. ¿Necesitas ayuda con tus pertenencias?
El chico mira la pequeña bolsa que lleva agarrada.
—Esto es todo lo que tengo.
Cree ver lástima en los ojos de éste, pero no está
seguro porque es solo durante un segundo.
—Pasa entonces.
El recibidor es grande, sus zapatillas rechinan sobre
el suelo de madera y el sonido retumba contra el techo alto. La pintura blanca
es más reciente en el interior, pero no hace que parezca menos apagado. Hay
varios tonos de blanco y gris en la decoración simple y los muebles que dan la
sensación de que nadie ha vivido nunca aquí. Para ser un hogar, parece frío y
vacío.
—Soy Bae SeongYeob y estoy a cargo de gestionar las
finanzas de la casa. Si me sigues, te enseñaré tu habitación.
YoungWoong sigue al otro, recorriendo los suelos
inmaculados y las limpísimas alfombras. Suben un tramo de escaleras y giran a
la izquierda, hacia una habitación al final del vestíbulo. También es simple,
una cama individual pegada a una pared y una cómoda en la otra.
—Hay un cuarto de baño justo al otro lado del
vestíbulo y es para tu uso exclusivo. Siéntete libre de acomodarte en estas dos
habitaciones —el mensaje subliminal es claro: No traspases los límites—.
Tengo un horario con las actividades de MoonSeong, así como una lista de las
comidas que prefiere y de las reglas que hay que seguir.
El tocho de papeles que le da SeongYeob pesa y YoungWoong
se pregunta por un segundo dónde se ha metido.
—¿Cuándo conoceré a MoonSeong? —YoungWoong se siente
raro usando su nombre de pila así, pero es lo único que sabe sobre el hombre al
que supuestamente tiene que cuidar.
—A MoonSeong no le gusta la gente. Para ser totalmente
claro, ha conseguido ahuyentar a los tres anteriores encargados de su cuidado
en menos de una semana. El último estuvo aquí una hora —YoungWoong se quita las
gafas y se frota los ojos antes de volvérselas a poner—. Espero de verdad que a
ti te vaya mejor que al resto.
—¿Qué quieres decir con “ahuyentar”?
—Tú no invadas su espacio y sigue las instrucciones
que te he dado y todo te irá bien.
El consejo no es muy alentador.
—Ah, también hay una tarjeta de crédito ahí dentro
—añade el hombre, señalando los papeles con la cabeza—. Asegúrate de que la
mantienes al día. Es para comprar la comida y para cualquier otra cosa que MoonSeong
te mande comprar.
Otro asentimiento y SeongYeob se marcha, sus pasos
rápidos resuenan por las escaleras antes de que YoungWoong pueda asimilar que
lo han dejado solo en una casa desconocida con un hombre al que no conoce y al
que le gusta asustar a la gente. El silencio le retumba en los
oídos y de repente todo parece más oscuro. Se acerca a la cama y deja su bolsa
y los papeles con cuidado, tomándose un momento para tranquilizarse. Esto es
sólo una casa y MoonSeong sólo es una persona. YoungWoong cuidó de su madre
antes de que muriera y después cuidó de su padre. Puede hacer esto. Si hay algo
en el mundo que es capaz de hacer, es cuidar gente.
Deshacer su bolsa es una tarea sencilla, sólo tiene
que poner su pequeño montón de ropa plegada en los cajones y dejar sus
productos de aseo en el baño. Sólo queda una fotografía, enmarcada en madera
clara, en la que un joven YoungWoong sonríe a la cámara, con su madre al lado.
Deja la fotografía encima de la cómoda, un poco girada hacia la ventana para
que el sol se refleje en el cristal por la mañana. A su madre siempre le había
gustado el sol y, con ella al lado, estará bien.
El montón de papeles que lleva en las manos lo abruma
y, casi se le cae todo al suelo al intentar coger al vuelo el trozo de plástico
que se cae de entre ellos. Con la tarjeta de crédito a buen recaudo en su bolsillo
trasero, empieza a leer la primera página. Normas.
No bajar al sótano bajo ninguna circunstancia.
Es un poco dramática, pero supone que es fácil seguir
esa norma. La negrita y el subrayado habrían sido suficientes para llamar su
atención, pero que la frase esté escrita en rojo hace que destaque, desde
luego. Si esa es la peor, no puede ser tan malo. Sigue leyendo y descubre que
la mayoría de las normas giran alrededor de que tenga tan poco contacto con MoonSeong
como sea posible y de la importancia de hacer la colada los miércoles por la
tarde, de asegurarse de que las comidas están a tiempo y de que la casa no
tenga ni una mota de polvo. Parece bastante fácil y, en una casa así de grande,
evitar a alguien tampoco puede ser complicado. Se pregunta qué será lo que
obliga a MoonSeong a evitar a la gente.
Con los papeles en la mano, sale despacio de la
habitación para inspeccionar el resto del lugar. Si va a vivir aquí, debería al
menos familiarizarse con la casa porque el mapa que le ha dejado SeongYeong entre
los folios es un poco impersonal. Su habitación es la última de ese piso, pero
hay otras dos del mismo tamaño al dirigirse hacia las escaleras. Una es similar
a la suya, con una cama pequeña y una cómoda cubierta con sábanas blancas para
evitar que se cubra de polvo al no ser usada. La otra habitación está vacía y,
unos marcados rectángulos de pintura más colorida en las paredes dejan claro
que hubo posters y cuadros en las paredes. Cierra la puerta con un suave clic y
se dirige al piso de abajo, asegurándose de que sus pasos no resuenen para no
molestar a MoonSeong.
Enfadar a su nuevo jefe no está en su lista de cosas
pendientes.
Todas las habitaciones son iguales, mobiliario blanco
y gris y una decoración que le deja un gusto a falsedad y presuntuosidad en la
boca. Esto no es un hogar, es un museo. Encuentra que la cocina es una estancia
con un poco más de personalidad y ve unas amplias puertas correderas que dan al
patio trasero. Es como si se sintiera atraído al exterior; el jardín con demasiada
vegetación y las flores que intentan con valentía prevalecer entre las malas
hierbas lo llaman. Los colores son un cambio bienvenido respecto a la
decoración monocromática del interior y, por primera vez desde que llegó,
sonríe. Una simple curva de sus labios y un brote de esperanza empieza a
florecer en su corazón. Quizá, sólo quizá, este sitio sea el comienzo adecuado.
✿
YoungWoong se queda ensimismado en el jardín, acunando
con las manos las pequeñas rosas que se abren paso entre la jaula de espinas y
dientes de león. Están en mitad de la primavera y ya deberían haber florecido
por completo, pero están demasiado sofocadas por las malas hierbas y
descuidadas; es un milagro que estén floreciendo. Un poco de belleza en un
mundo construido sobre la soledad. Pierde el tiempo ahí fuera, retirando con
cuidado las malas hierbas y separándolas de las flores, dejando que les dé el
sol y las ayude a crecer. De repente, siente cómo el cabello de su nuca se pone
de punta y YoungWoong alza la vista, mirando a su alrededor para encontrar la
razón. Al mirar a un lado, ve una cortina ligeramente descorrida y el repentino
aleteo de la tela al volver a cerrarse. MoonSeong.
Esto saca a YoungWoong de su trance y se limpia las
manos en los vaqueros antes de ponerse en pie y volver dentro. Mira el reloj
del microondas y ve que son casi las 10:30. Echa un vistazo a los papeles,
comprobando el horario para descubrir que MoonSeong desayuna exactamente a las
11:00. En estado de ligero pánico, YoungWoong encuentra la lista de comida
aceptable y espera encontrar algo rápido porque no puede preparar nada decente
en media hora.
Queso a la plancha. Eso puede hacerlo. Abre armarios y
cajones, las puertas se cierran con más ruido de lo que él pensaba, pero tiene
prisa y no tiene ni idea de dónde están las cosas. La agitación de su estómago
se calma cuando localiza todo lo que necesita y empieza a preparar el desayuno.
El queso está bien derretido, el pan está tostado hasta quedar de un color
marrón dorado y cubierto de mantequilla. Perfecto. YoungWoong pone un vaso de
agua junto al plato de sándwiches en la bandeja y se detiene. Sale corriendo al
jardín y corta una de las pequeñas rosas rojas para ponerla en la bandeja
también.
Le tiemblan las manos mientras lleva la comida por el
vestíbulo, el pasillo está oscuro y la puerta cerrada. Sólo puede suponer que
la habitación es la correcta, porque el mapa señaliza la habitación de MoonSeong
y el pasillo como zona vedada. Tiene que mantener la bandeja en equilibrio
sobre la rodilla para abrir la puerta, que cruje lentamente, sólo para ver más
oscuridad. Unas pesadas capas de tela bloquean la luz, excepto por la pequeña
franja que se cuela por la puerta. Ni siquiera está seguro de que ahí haya
alguien, pero hay una pequeña mesa cerca del centro de la habitación y YoungWoong
entra con timidez y deja la bandeja ahí. Su corazón empieza a latir a toda
velocidad en su pecho al oír una tela moviéndose. Intenta no dejar que la sorpresa
se le refleje en el rostro cuando ve una figura oscura, negro sobre negro,
caminando despacio hacia adelante. Ni siquiera se da cuenta de que ha ido
retrocediendo hasta que su cadera choca con la puerta.
—¿Qué es esto? —pregunta una voz áspera con frialdad,
cogiendo la rosa de la bandeja y sujetándola con dos dedos.
YoungWoong sigue sin ver nada salvo una silueta y le
hace falta un momento para pensar y que no le tiemble la voz.
—Una rosa —consigue decir en voz baja.
—Yo no he pedido una rosa.
—No deberías tener necesidad de pedirla —oye un
resoplido y ve cómo tira la flor al suelo antes de empezar a pisotearla contra
la alfombra.
—Fuera de aquí.
La orden es un gruñido y YoungWoong hace justo eso,
cerrando la puerta de un golpe tras él y corriendo por el pasillo hacia la luz
porque siente como si la oscuridad de esa habitación fuera a extender una mano
para atraparlo. Agarra la tela de la camiseta sobre su corazón, intentando
calmarlo, porque sólo es un hombre. Sólo es un hombre. Con mucho
genio. No va a conseguir espantarlo tan fácilmente. Respira hondo varias veces
y se recompone, mirando hacia el pasillo otra vez antes de marcharse a otra
parte de la casa.
Se toma el resto del día para explorar las demás
habitaciones y se queda un poco decepcionado al encontrarse todo el tiempo con
lo mismo. El sitio tiene todo el potencial para ser impresionante, sólo con
añadir algo de color a las paredes blancas, mezclar muebles en lugar de que
todos sean sets a juego y decorar con pequeñas cosas de los sitios que les
quedan por explorar. Lo único interesante que ha encontrado es una chimenea con
la repisa coronada por premios enmarcados y trofeos.
Todos son de Kim MoonSeong, medallas y logros en competiciones
de baile. Y ahora sabe un poco más de MoonSeong, pero eso no hace que se sienta
más cómodo.
Al contrario que a primera hora, se las apaña para
empezar a cocinar a tiempo algo para comer, sacado de la lista. Opta por
preparar spaghetti, con la esperanza de que a MoonSeong le guste tanto el queso
como a él, porque le pone una capa gruesa. El olor del plato en el horno hace
que su estómago se ponga a rugir traicioneramente y, se da cuenta de que, con
la excitación de explorar su nuevo hogar, no ha comido nada en todo el día. Es
algo que tendrá que remediar tras encargarse de la comida de MoonSeong.
La sola idea de volver a esa habitación hace que se le
retuerza el estómago por la ansiedad. No está asustado, pero sí actúa con
cautela, porque no sabe nada de ese hombre ni de lo que hizo para espantar a
los demás. ¿Fue sólo el terror emocional lo que los hizo salir corriendo o fue
otra cosa? ¿Fue algo físico? Cuando el temporizador del horno empieza a sonar,
pega un bote, sorprendido por sus temores infundados y se siente muy tonto.
No hay nada que temer de la oscuridad. Es un mantra
que va repitiendo mentalmente mientras lleva la bandeja a la habitación de MoonSeong.
Esta bandeja es más grande y lo tiene más difícil para mantenerla en equilibrio
para abrir la puerta, pero no se le cae y lo cuenta como una pequeña victoria
personal. La bandeja de antes está en la mesa y las cambia antes de darse la
vuelta para salir cuanto antes. Siente unos ojos clavados en su espalda, como
si estuvieran intentando escrutar lo que hay bajo su piel. El escalofrío de
miedo que lo recorre se atribuye a MoonSeong y no a una maldad imaginaria. Es simplemente
MoonSeong.
A pesar de su estómago vacío, sólo consigue comerse
una pequeña ración de la comida y guarda el resto para el más tarde.
Se dedica a seguir recorriendo la casa lo que le queda
de tarde y arreglando un poco el jardín antes de la hora de cenar, cuando
repite sus movimientos de la mañana y cocina unas simples verduras a la plancha
de la lista para después dejarlas en la habitación de MoonSeong, sabiéndose
vigilado.
Se siente tenso y cansado a la vez y los ojos le
duelen por el esfuerzo, así que, ni siquiera cena y decide acabar su día.
Cuando sube al piso de arriba para ducharse, se asegura de cerrar con pestillo
la puerta del baño. El agua está caliente y le ayuda a liberar la tensión de
los músculos, pero la inseguridad sigue ahí. Tiene que obligarse a que las
manos le dejen de temblar cuando sale corriendo del cuarto de baño lleno de
vapor hacia su habitación, donde cierra la puerta rápidamente y pasa el
pestillo. No sabe por qué siente tanto miedo, pero ahora mismo le recorre la
piel y no hay nada que desee más que hacerse un ovillo bajo la seguridad de las
mantas y quedarse ahí hasta que salga el sol.
Tarda un rato en quedarse dormido, su mente no deja de
darle vueltas a absurdas fantasías sobre su nuevo jefe entrando en su
habitación y tirándolo por la ventana o arrastrándolo escaleras abajo para
envolverlo con espinas de rosa ya que tanto le gustan. Cada visión es peor que
la anterior hasta que no puede soportarlo más y se le escapan un par de
lágrimas que mojan su almohada. Pasan las horas y cuando por fin sucumbe al
sueño, no es para ir a un lugar mejor.
Desde la muerte de su madre, las noches de YoungWoong
están plagadas de pesadillas. Han ido atenuándose con los años y ha aprendido a
racionalizar los infinitos pasillos blancos, las pantallas y los pitidos, como
una necesidad de cerrar un capítulo de su vida cuando en realidad nunca podrá
llegar a hacerlo del todo. Sueña con cables que lo asfixian, una pantalla que
refleja sus constantes vitales desbocadas por el pánico hasta que el pitido
regular muere y un ruido estridente anuncia su muerte. Se ve a sí mismo en
tonos de azul, con los labios más oscuros y los ojos hundidos, como estaba su
madre justo antes de exhalar su último aliento. Sueña con los ojos sin vida de
su padre, que tiene las manos extendidas para estrangularlo y es el puro miedo
lo que lo mantiene inmóvil.
Hace meses que YoungWoong no tenía una pesadilla, pero
esta noche la tiene y es como un fuerte golpe. Se despierta con el corazón a
mil, tiene la parte delantera de la camiseta empapada de sudor y la garganta
seca. Tiene que intentar calmarse durante varios minutos, se sienta en la cama
y cierra los ojos para dejar que la temperatura más fría de la pared se cuele
hasta su piel febril. Entonces se da cuenta de que el ritmo regular que escucha
no es el de su corazón. Es otra cosa.
Por un momento olvida el miedo y sale de la cama para
investigar. Baja las escaleras de puntillas, aunque no hace falta, mirando a su
alrededor con curiosidad. No hay nada, pero el ritmo se oye más fuerte y lo
siente palpitando contra sus pies al caminar sobre el suelo de madera. No deja
ni un rincón sin comprobar y está a punto de perder la paciencia cuando por fin
lo ve. Hay una puerta al otro lado de la casa, como la habitación de MoonSeong.
Una fina línea de luz se filtra por debajo y YoungWoong agarra el pomo, a punto
de abrirla, cuando de repente lo recuerda.
No bajar al sótano bajo ninguna circunstancia.
La puerta debe de ser la del sótano y YoungWoong
suelta el pomo como si estuviera al rojo vivo. Da unos cinco pasos hacia atrás
antes de girarse sobre sí mismo y salir corriendo por las escaleras hasta
hundirse en la seguridad de su cama de nuevo. Esta vez tarda más en quedarse
dormido, pero al menos no tiene pesadillas.
✿
YoungWoong picotea de los espaguetis que sobraron ayer
y deja el plato a un lado tras comerse sólo la capa de queso. Su estómago no
está de humor para comida y siente cómo se le retuerce peligrosamente. Tiene
bolsas en los ojos y la imaginación al límite, siempre está mirando a su
alrededor para asegurarse de que nadie lo está vigilando. Es ridículo, e
intenta hacer que su mente se detenga, pero no lo consigue. Está asustado. Se
las ha apañado para retorcer una frase y dos breves encuentros hasta convertirlos
en algo aterrador. Es infantil y, lo sabe, pero eso no hace que pueda pararlo.
Y, sin embargo, eso no es suficiente para hacerlo
marcharse. No cuando su padre necesita cuidados y él es el único que puede
pagarlos. Así que se traga todos sus miedos y se pinta una sonrisa sólo para
autoconvencerse de que todo es perfecto. Después de fregar los platos, YoungWoong
se pasa el resto de la mañana en el jardín, quitando malas hierbas de alrededor
de los arcos enrejados que delinean el camino de grava que hay en el centro del
jardín. Ya ha visto brotes blancos y rosados que se mezclaban con los rosales
rojos que hay plantados a los lados. No tiene tijeras de podar, ni guantes, ni
nada, en realidad, pero sigue trabajando igual. En sus manos quedan las marcas
de numerosas espinas que han abierto su piel, pero no le importa.
Corta una rosa roja antes de entrar a preparar el
almuerzo y la pone en la bandeja junto a la comida, como había hecho el día
anterior. No es mucho, pero es una muestra de que le está tendiendo una mano,
de que está intentándolo; una mano que tiembla al girar el pomo de la
habitación de MoonSeong. Deja la bandeja en la mesa y examina la habitación un
momento, y se da la vuelta para marcharse porque todos sus instintos le dicen
que se vaya corriendo.
—Eh, tú —lo llama esa voz profunda y áspera,
provocando que se moleste por ese trato.
—Tengo nombre. YoungWoong.
—En la mesa hay una lista de cosas que necesito
—continúa MoonSeong, sin dar muestras de que le importe lo que él le acaba de
decir.
Con el ceño fruncido, YoungWoong coge el papel y se
va, cerrando de un portazo porque está demasiado enfadado para sentir miedo.
Puede que esté aquí para cuidar de MoonSeong, pero eso no quiere decir que lo
pueda tratar así, como si no se mereciera tener nombre. Idiota.
Al menos la lista es simple, cosas básicas como pasta
de dientes y champú y así puede salir un poco de la casa. No tiene coche y no
se puede permitir un taxi, así que va andando, tomándose su tiempo para
disfrutar del paisaje y del clima cálido. Es como una verdadera bocanada de
aire fresco y, para cuando vuelve de la pequeña tienda, se siente mucho mejor.
Ni siquiera el pensar en que le tiene que dar la compra a MoonSeong le hace
perder la sonrisa. Toca a la puerta lentamente y espera hasta que oye al otro
darle permiso para entrar.
La habitación está oscura, como siempre, y sigue sin
saber siquiera qué aspecto tiene MoonSeong, pero eso no lo desalienta en
absoluto. YoungWoong entra y echa un vistazo, esperando ver un poco más de la
habitación y de su ocupante, pero no sirve para nada. MoonSeong está sentado en
una silla, de espaldas a él, sólo se le ve una pierna desde esta posición y YoungWoong
no es tan atrevido como para acercarse, así que deja las bolsas en la mesa, se
lleva la bandeja y sale cerrando con cuidado la puerta tras él.
Este es su destino en la vida, cuidar de aquellos que
no pueden hacerlo por ellos mismos y, si no consigue encontrar una manera de
ser feliz haciéndolo, nunca será feliz en absoluto. No importa lo que haga falta,
no importa cómo tenga que hacer para adaptarse, esta es su vida y no va a dejar
que otra persona controle una parte tan grande de la misma. Ya no.
YoungWoong le lleva la cena a MoonSeong esa noche y la
sonrisa le falla sólo un poco cuando ve los pétalos de rosa tirados
descuidadamente en el suelo. Deja la comida y se va, intentando evitar que ese
gesto le afecte. Si el otro no quiere aceptarlo, no pasa nada, pero eso no
implica que YoungWoong vaya a dejar de hacerlo. A veces, son los pequeños
detalles los que más importan y quizá algún día el otro llegue a entenderlo.
✿
Cuando se despierta por la mañana, la sonrisa vuelve y
está tarareando mientras baja las escaleras hacia la cocina para preparar el
desayuno. Por fin ha recuperado el apetito y se muere de hambre. YoungWoong
gira la esquina para entrar a la cocina y se queda paralizado. Las comisuras de
sus labios se curvan hacia abajo, no puede moverse. La habitación está hecha un
desastre. Hay cazos y sartenes por todas partes, la comida de la despensa está
tirada por el suelo y hay platos rotos en el fregadero. Un sollozo de rabia se
le escapa de la garganta. YoungWoong se vuelve lívido.
Gira sobre sus talones, va hasta la habitación de MoonSeong
y empieza a golpear la puerta. Nadie le contesta y, un par de minutos después
deja caer su mano dolorida, ahora con lágrimas en las mejillas. No tiene el
valor de entrar a la habitación, no importa lo que su cuerpo quiera hacer, así
que se va, vuelve a la cocina y examina los desperfectos otra vez. Se pasa la
mañana arreglando el caos y para de vez en cuando para mirar con cariño las
rosas del jardín. Le gustaría tanto estar ahí fuera con ellas… pero hoy no
podrá ser.
Se le hace tarde para el almuerzo y la rabia se pasa
para dar lugar a una triste sensación de derrota. Es como si MoonSeong supiera
que YoungWoong intentaría ver el lado bueno de las cosas y hubiera decidido
sacar su peor faceta. Y, aún así, sigue habiendo una rosa en la bandeja,
colorida contra la plata, que brilla roja en el reflejo. Deja la bandeja con un
golpe sobre la mesa y se da la vuelta para irse sin molestarse en decir ni una
palabra o de mirar la habitación, porque quiere irse lo más rápido posible de
allí.
—¿Qué pasa, YoungWoong? —es la primera vez
que oye al otro decir su nombre y decide en ese preciso momento que no quiere
volver a oírlo de sus labios nunca más. Su nombre había sonado más como un frío
siseo que había enviado un escalofrío a su columna, y se queda quieto. Está
jugando con él, lo está provocando.
—Parece que no me informaron bien —empieza, dándose la
vuelta con los ojos entrecerrados—. Pensaba que estaba ayudando a un adulto, no
a un niñato malcriado.
Antes de decir o hacer nada más que pueda ser
calificado de valiente, YoungWoong sale por la puerta y sus pies lo sacan de la
oscuridad y lo llevan hasta la luz de la cocina, donde aún tiene trabajo que
terminar. Las manos le tiemblan sin control y se aferra a la encimera para
tranquilizarse. Sigue temblando un poco mientras saca pequeños trozos de
porcelana del fregadero y se corta la yema de uno de los dedos con uno trozo pequeño.
La sangre gotea lentamente y deja un rastro al colarse por el desagüe. YoungWoong
se limitar a mirarlo, dejando que el dolor palpitante lo mantenga controlado.
¿Y si en realidad no puede hacer esto?
✿
Sueña con un hombre sin rostro, con una máscara, el nombre
de YoungWoong se derrama de su boca como veneno y retumba en sus oídos. El
sonido se hace cada vez más fuerte hasta que es lo único que puede oír, lo
único que siente… y duele. Su nombre le desgarra la piel como si fueran trozos
de cristal roto y cae de rodillas. Su madre y su padre están ahí, fuera de su
alcance, mirándolo con los ojos hundidos y los rostros cenicientos. YoungWoong
suplica que lo liberen, reza porque todo pare, pero sólo empeora. Un torrente
de cálida sangre empieza a salir de un corte en su garganta y siente una
arcada, sus manos resbalan en el suelo mientras intenta incorporarse. Sus
padres se rompen en pedazos y grita.
YoungWoong se levanta de golpe, respirando
agitadamente y parpadeando a toda velocidad para acostumbrarse a la mínima luz
que entra por el hueco de las cortinas. Cuando por fin se sitúa y se da cuenta
de que el sol está saliendo lentamente, se hace un ovillo en la cama, aferrando
las mantas contra su pecho. Tarda varios minutos en tranquilizarse, en dejar
que los restos de su pesadilla se desvanezcan antes de poder moverse. Se viste
rápidamente y quita el pestillo de su puerta, con la intención de hacerse algo
de desayunar. Lo que ocurre en realidad es que se tropieza con la cesta de la
colada que hay delante de su puerta y aterriza en el suelo con un sonoro golpe
y una maldición en voz baja.
Miércoles.
Claro.
—¿Ese imbécil no podría haberla puesto en otro sitio?
—murmura entre dientes mientras baja al piso inferior con la ropa.
Una vez pone la ropa en la lavadora, duda antes de
entrar a la cocina. Lo que espera es volver a encontrársela prácticamente en
ruinas otra vez y no quiere pasar el día entero arreglándola, pero cuando
entra, está todo como lo dejó salvo por la bandeja que hay junto al fregadero.
Suelta un suspiro de alivio y se encoge contra la encimera. Al menos esta es
una sorpresa agradable.
YoungWoong calma su estómago con un par de tostadas
antes de salir al jardín. Hay una ligera niebla que lo cubre con una capa de
agua, pero eso no le impide pasar la mañana atendiendo a las rosas. Está
empapado de la cabeza a los pies y le moquea la nariz cuando vuelve a entrar
para preparar la comida. Un par de estornudos después, va al baño para ver si
hay algo de medicina para el resfriado. Le hace sentirse mareado, pero es mejor
que sentir el cosquilleo constante en la nariz y consigue mantenerse compuesto
el tiempo suficiente para dejar la comida en la habitación de MoonSeong junto a
la ropa limpia y plegada. Tiene que empujar la cesta con el pie y la deja junto
a la puerta, intentando ignorar de nuevo los pétalos que vuelve a haber en el
suelo, destrozados.
Esa noche deja el orgullo de lado y llama a un amigo,
sólo por tener alguien con quien hablar.
—¿JongYeon? —pregunta en voz baja, acercando la boca
al interfono y hablando bajito en una esquina del salón.
—¡YoungWoong! ¡Dios mío, ¿dónde estás?! ¿Estás bien?
Por favor, dime que estás a salvo…
—Estoy bien —dice, interrumpiendo la cadena de
preguntas de JongYeon—. Le dije a KoGun que me iba a mudar por un trabajo, ¿no
te lo dijo?
—Le dejaste una nota, Hero, eso no es decirle nada a
nadie. Eso es huir.
—No podía… yo… quiero decir… hice lo que tenía que
hacer —siente como si el corazón le estuviera latiendo en la garganta.
—Ya lo sé —le llega una respuesta resignada—. ¿Estás
mejor ahí?
—Es… diferente.
—Hero…
—No, no, aún estoy adaptándome. No te preocupes. Estoy
bien.
—No suenas como si estuvieras bien.
—Pero lo estaré.
Sus promesas parecen funcionar, porque JongYeon cambia
de tema y se pone a contarle todo lo que se ha perdido de su antigua vida y YongWoong
acaba sonriendo y hasta riéndose con un par de historias. No vuelven a
mencionar el nombre de KoGun, está claro que su amigo está evitando el tema por
completo y él se lo agradece.
—¿Volverás a llamar? Echo de menos tu estúpida cara.
YoungWoong se ríe y acuerdan mantener el contacto
antes de colgar. JongYeon es justo lo que necesitaba, un salvavidas para hacer
que siga adelante. Y, cuando se despierta en mitad de la noche, con el terror
recorriéndole el cuerpo, deja que el ritmo regular de la música del sótano lo
calme. A raíz de algún retorcido sentido de la responsabilidad, YoungWoong
acaba en la habitación de MoonSeong, limpiando los trozos de pétalos de rosa
que el otro había dejado en el suelo para que se pudrieran. Si MoonSong se da
cuenta al día siguiente, no lo hace notar, así que él tampoco dice nada.
✿
No hay ningún avance sutil, ninguna muestra de que su
relación como cuidador y niñato consentido vaya a cambiar. YoungWoong sigue su
régimen; cocina y limpia y hace la colada, pero también encuentra tiempo para
dedicarse a cuidar del jardín. Poco a poco empieza a parecer menos una enorme
masa de malas hierbas y más la belleza que debería ser. Aún hay días que se
despierta para encontrar una de las habitaciones hecha un desastre y se lo toma
con filosofía, como si fuera el niñero de un bebé y no de un hombre que debería
avergonzarse de sus acciones.
Sin embargo, no tiene menos miedo de MoonSeong. No cuando
lo único que ve de él es una sombra y lo único que oye es una voz grave que lo
regaña o se burla de él. Sus pesadillas siguen ahí, ahora aparecen casi todas
las noches en lugar de un par de veces a la semana y, a menudo, la música de MoonSeong
es lo único que lo calma hasta que vuelve a dormirse.
SeongYeob va normalmente una vez por semana y todas
las veces se sorprende de ver que YoungWoong sigue ahí. Se queda en la casa el
tiempo suficiente para asegurarse de que todo está en orden y luego se marcha
con una sonrisa y a veces con una galleta que ha robado de la bandeja que él
acaba de cocinar. De vez en cuando, YoungWoong se atreve a preguntarle cosas
sobre MoonSeong, pero el otro siempre niega con la cabeza y rechaza la
pregunta. Es decepcionante.
Cuando las cosas se ponen mal y YoungWoong siente que
está a punto de derrumbarse, llama a JongYeon aunque sólo sea para oír su voz.
Consigue relajarse al escucharlo, deja que el chico hable de lo que sea hasta
que se le seque la garganta, hasta que siente que puede respirar otra vez y las
cosas no parecen tan horribles.
Y, cuando llega el verano, casi dos meses después,
algo cambia.
✿
La música palpita en su cuerpo, mueve sus extremidades
mientras pierde el control. Es liberador ser capaz de dejarse llevar, de hacer
lo que quiera sin que le importe nada ni nadie. Se ahoga gustosamente en la música
mientras asciende en crescendos por la pared. Cuando los acordes finales rozan
su piel, todo se desvanece hasta que sólo queda un amargo silencio. Este es el
momento en que todo se derrumba sobre él, porque no hay ningún público
adorándole, gritando su nombre, no hay rosas rojas a sus pies por hacer una
actuación tan perfecta. Porque era perfecta. Kim MoonSong
nunca es menos que perfección.
El talento le salía por los poros y todo el mundo
quería ser él o quería estar con él. Deslumbraba sobre el
escenario, te dejaba maravillado y deseando más. Se follaba cualquier cuerpo
bonito que estuviera dispuesto y los dejaba por la mañana porque Kim MoonSeong
era demasiado bueno como para atarse a nadie, demasiado bueno como para que el
mundo no abriera los brazos para él. Todas las compañías le suplicaban que
bailara para ellos, los teatros le cubrían con dinero para que honrara sus
escenarios con su presencia, aunque sólo fuera por una noche. Su vida era
perfecta.
Y ahora todo estaba perdido, se lo habían arrancado de
las manos y sólo le habían dejado cicatrices que arruinaban una piel que antaño
fue perfecta, que descendían desde su cara hasta su muslo… y eso lo enfurecía.
Sus amigos lo habían abandonado uno tras otro, el tiempo que pasaba entre
llamada y llamada no hizo más que aumentar hasta que su teléfono dejó de sonar.
Supone que sólo era cuestión de tiempo, porque ya no es una de esas caras
bonitas. No, ya no se parece en nada a ellos.
Ahora es una bestia.
Los altos espejos de las paredes están cubiertos de pintura,
sólo hay pequeñas grietas que reflejan su aspecto y a veces hasta eso es
demasiado. Está temblando, sus músculos están calientes y maleables tras horas
de baile, pero aún no está cansado. Sus ojos se posan sobre la enorme foto que
hay a un lado de la pared. Recuerda el momento exacto en que se tomó, en el
escenario, mientras bailaba la suite de El Cascanueces. Había sido un Príncipe
perfecto, las mallas se ajustaban a su esbelto cuerpo y la purpurina pintaba
cada parte visible de su cuerpo. El pelo le caía sobre los ojos y el sudor se
deslizaba por sus sienes, pero no lo cambiaría por nada del mundo. El fotógrafo
lo había captado suspendido en el aire, un tour en l’air técnicamente
perfecto que capturaba la emoción pura de la danza. Y eso le pone enfermo,
porque nunca más vivirá otra noche como esa.
La rabia le corre por las venas, lo posee como hace
cada noche y a la melodía de música clásica la sustituyen unos fuertes bajos.
Sus músculos cansados protestan ante el baile más intenso, los tirones y los
ritmos desconocidos para los que nunca había entrenado, pero continúa hasta que
no puede sentirlos. La ira se derrama de sus pasos, descontrolados y violentos
hasta que está demasiado cansado para hacer nada que no sea arrastrarse a duras
penas, subiendo las escaleras y cruzando la casa hasta su habitación. Se
derrumba sobre la cama después de quitarse la ropa sudada para sentir las
sábanas de seda pegadas a su piel y cae en un sueño intranquilo.
Las mañanas son lo peor, su cuerpo protesta por el
ejercicio de la noche anterior y por despertarse tan pronto, pero nunca
consigue volver a dormir. Lo primero que hace es ducharse, limpiar los restos
de sudor y la punzante sensación de arrepentimiento. Tras terminar, se envuelve
la cintura con una toalla y con el pelo pegado a la frente, retira un lado de
la cortina. YoungWoong está en el jardín otra vez, escarbando con las manos
llenas de arañazos para arrancar de la tierra alguna mala hierba testaruda. Lo
mira durante varios minutos, con los ojos clavados en el rostro otro, en su
piel pálida en contraste con su pelo negro. Sus labios rosados están
entreabiertos por la concentración hasta que se curvan en una sonrisa. Es una
nueva tradición suya, mirar cómo el cuidador se encarga de las olvidadas
flores. Y no entiende del todo por qué, sólo que lo atrae… y eso lo asusta.
Algo que ha aprendido es que las personas te fallan
cuando más las necesitas. No está dispuesto a cometer ese error de nuevo.
Hoy lo mira durante más tiempo, incapaz de moverse
hasta que ve los ojos de YoungWoong moverse en su dirección. Se le acelera el
corazón en el pecho y deja que la cortina se cierre, aunque los dedos le piden
abrirla otra vez, pero no se lo consentirá. Se obliga a alejarse y ponerse unos
pantalones para poder usar la toalla para secarse el pelo, pero se pierde a
mitad de camino y se tira en la cama con los brazos abiertos y la toalla
abandonada en el suelo. La suavidad de su manta le acaricia la piel y se mueve,
siente cada diminuta fibra de la manta y de sus pantalones contra la piel más
áspera de sus cicatrices y la rabia regresa. La rabia siempre vuelve. Cierra
los puños sobre las sábanas y cierra los ojos con fuerza porque no quiere
llorar, pero se le escapan las lágrimas de todas formas, colándose en su pelo
ya húmedo.
Se queda ahí hasta que recupera el control sobre sí
mismo, hasta que su cuerpo se calma y las lágrimas se secan y se sienta para
seguir con su rutina. Acaba de empezar a secarse el pelo con la toalla, el roce
de la tela contra sus orejas lo deja sordo ante cualquier otro ruido y lo
primero que oye cuando retira la toalla es la voz de YoungWoong. El pánico lo
abruma y se gira para ver los ojos como platos de su cuidador, clavados en su
piel desnuda mientras la bandeja le tiembla en las manos.
—Lo… lo siento… —tartamudea el otro antes de dejar la
bandeja en el suelo y salir corriendo de la habitación, cerrando la puerta de
un golpe.
Siempre ha tenido miedo de que la gente lo vea, de que
lo juzgue y se aleje por miedo a algo que no comprenden. La rabia siempre viene
después, porque no es algo que pueda controlar, no es un resultado que pueda
arreglar. La gente siempre lo mirará con lástima y asco y miedo y eso le duele.
Y no sabe, ni siquiera pretende imaginar por qué duele aún más cuando esa misma
expresión de sorpresa está pintada en el hermoso rostro de YoungWoong.
Un ataque de furia lo hace gritar, con las manos
hundidas en su pelo y tirando con fuerza, infligiéndose un daño que no siente
por la adrenalina. Otro grito desgarra su garganta y vuelca la mesa, pero no es
suficiente, así que la coge y la lanza contra la pared. Una parte de él se
apacigua al verla romperse en pedazos. MoonSeong cae de rodillas, sollozando e
inclinándose apoyado en sus brazos, con la cara en la alfombra mientras mil
emociones luchan en su mente. Cuando cierra los ojos sólo ve rojo, abre y
cierra los puños con tanta fuerza que las uñas se le clavan en las palmas.
¿Por qué él?
✿
YoungWoong está aterrorizado, le tiembla todo el
cuerpo y tiene los nudillos blancos por la fuerza con la que se agarra al borde
de su cama. Después de ver a MoonSeong y cómo su rostro se había retorcido por
la sorpresa, había salido corriendo; subiendo por las escaleras hasta llegar a
su habitación, cerrando la puerta antes de caer sobre la cama. Cierra los ojos
con fuerza y sólo ve los ojos de MoonSeng, clavados en los suyos y llenos de
ira. Sí, las cicatrices que cubren la mitad del cuerpo del otro lo han
sorprendido, pero no son nada comparado con lo que sabe que hay debajo. El
temperamento de MoonSeong. De eso es de lo que de verdad tiene miedo.
Se queda esperando oír pasos y gritos y tal vez el
ruido de los platos al romperse en la cocina, porque es la habitación que más
le gusta a MoonSeong destruir, pero nunca llegan. Tras el último grito llegado
desde la habitación de MoonSeong todo queda en silencio. Un escalofrío lo
recorre y no sabe qué es peor, estar esperando una reacción o el silencio que lo
devora poco a poco. Se imagina crujidos tras su puerta y gira la cabeza
rápidamente, con los ojos fijos en el pomo, respirando entrecortadamente
mientras cada nervio de su cuerpo se tensa, preparándose. Pero todo está en su
cabeza, y cuando no pasa nada en un minuto, se permite relajarse un poco. Le
duelen los dedos de lo fuerte que se ha agarrado a la cama y los flexiona sobre
su regazo mientras su respiración se calma.
Cuando su corazón vuelve a latir regularmente, reúne
el valor para alejarse de la cama, dando cautelosos pasos hasta la puerta. Lo
primero que hace es pegar el oído a la madera, forzándolo a escuchar cualquier
signo de que el otro esté ahí fuera. Sólo hay silencio. YoungWoong gira el pomo
y abre una rendija para ver que no hay nadie en el vestíbulo. Se le escapa un
suspiro de alivio y abre la puerta con mucho cuidado, lo suficiente para salir.
De repente se siente como el protagonista de una película de terror mala
mientras va de puntillas por la casa hasta las escaleras. Se agarra al pasamanos
y se agacha, intentando ver si MoonSeong está fuera de su habitación, pero no
hay ninguna señal. Tan silenciosamente como puede, baja las escaleras una a una
con una pausa cada vez que deja todo su peso sobre un pie.
Tiene un gran nudo en la garganta y una horda de búfalos
en estampida en el estómago para cuando llega al piso de abajo… su instinto le
dice que vuelva arriba a toda prisa y que se esconda. Se le sube el corazón a
la garganta y se acelera cada vez que gira una esquina o abre la puerta a otra
habitación. MoonSeong no está por ninguna parte y YoungWoong no es tan valiente
como para ir a su habitación. Sin embargo, se queda al final del pasillo y mira
la puerta, como si estuviera obligándola a abrirse y a MoonSeong a salir. Es
una emoción diferente, querer al menos ver al hombre para asegurarse de que
está bien a pesar de que teme las repercusiones de su error, si es que se le
puede llamar error. Sólo estaba haciendo su trabajo.
Todo está en silencio y le pone de los nervios estar
rodeado de tanta tensión, así que YoungWoong sale al jardín. Está a mitad del
camino de gravilla cuando se sienta, se lleva las rodillas al pecho y entierra
su rostro en ellas. La luz del sol lo ayuda a deshacerse de un poco de la
oscuridad que sabe que lleva pegada y que se le cuela bajo la piel para
hundirse en sus huesos. Siente un escalofrío y se agarra más fuerte las
piernas, forzándose a relajarse, a encontrar otra cosa en la que pensar. Pero
no importa cuánto lo intente, la imagen de MoonSeong está grabada a fuego en
sus retinas y no lo deja olvidar. El miedo vuelve a invadirlo y necesita de
todo su esfuerzo para no marcharse y no volver jamás. Sabe que puede lidiar con
esto, que debe lidiar con esto, porque no tiene nada más.
Significa que necesita crecer, necesita cumplir con su trabajo sin importar las
circunstancias.
Parpadea bajo la luz del sol, mira las rosas y una de
las comisuras de sus labios se curva ligeramente hacia arriba. En cualquier
caso, sigue teniendo esto. Extiende un brazo con algo de indecisión y delinea
una de las rosas con un dedo. Se mueve, inclinándose hacia un lado para llegar
a las malas hierbas que crecen alrededor del pequeño arbusto. Es una
distracción que ocupa toda su concentración y tras un rato, se olvida de MoonSeong,
de su miedo… y sólo queda una placentera felicidad bajo su piel, porque lo que
está haciendo consigue calmarlo. Es su santuario.
El sol empieza a ponerse y YoungWoong se da cuenta de
cuánto tiempo ha pasado fuera. Entra corriendo para preparar algo rápido de
cenar porque no tiene tiempo. El ramyun está hirviendo para cuando todo
el peso vuelve a caer sobre sus hombros, pero no es tan malo. No si él puede
cambiarlo, así que eso es lo que se propone hacer. Hay una rosa recién cortada
en la bandeja como disculpa, junto con la cena, a pesar de que se le ha hecho
una hora tarde. Cada paso que da por el pasillo destruye un poco de su valor
hasta que acaba plantado delante de la puerta de MoonSeong con las rodillas
temblorosas.
No puede hacerlo.
YoungWoong deja la bandeja en el suelo con cuidado y
llama a la puerta con la suficiente fuerza para que cualquiera que haya dentro
lo oiga. Entonces sale corriendo, huye antes de enfrentarse a algo que aún no
está preparado para mirar. Sabe que es un cobarde y que en algún momento tendrá
que ponerse cara a cara con MoonSeong. La culpa le retuerce el estómago y es
incapaz de comer, así que decide guardar el resto de comida para más tarde y
acostarse ya.
Esta vez, el rítmico sonido del bajo que atraviesa el
suelo le mantiene despierto hasta bien entrada la noche.
✿
La casa está en silencio como cada mañana cuando YoungWoong
se despierta, pero sólo le hacen falta segundos para que los recuerdos de lo
que pasó el día anterior le invadan la mente. La inseguridad hace que se quede
en la cama más tiempo de lo habitual, pero tras una pequeña charla consigo
mismo, (“no seas tan miedica, idiota”), se viste y baja a buscar daños. Con
toda seguridad, el rastro de gotas de sangre no es lo que esperaba encontrar y
la curiosidad le supera. El rojo aún húmedo destaca contra el suelo y lo guía
hasta la puerta del sótano, el lugar donde se supone que no puede entrar, pero
esta vez sí lo hace.
Está oscuro y toca la pared en busca del interruptor
hasta que lo enciende. Los escalones crujen bajo sus pies y el nudo de su
estómago se tensa aún más con cada paso. Atisba una habitación grande antes de
encontrar otro interruptor.
Los ojos de YoungWoong se abren como platos y le entra
pánico al ver cristales rotos por todas partes y una mancha roja que indica que
ésta es la causa del reguero. Se cubre la boca con una mano, observando la
destrucción y pensando en la rabia que debe de haber conducido a esto. Es culpa
suya. Sin pensar en sus olvidados miedos, sube corriendo las escaleras,
directamente a la habitación de MoonSeong. Golpea la madera, el ruido retumba
por el pasillo, pero nadie responde.
—Abre la puerta —dice, pero sigue sin obtener
respuesta—. Maldita sea —murmura entre dientes antes de girar el pomo y entrar
igualmente.
Esta vez, cuando su corazón se acelera y siente una
inyección de adrenalina no es porque tenga miedo. Es porque MoonSeong está
sentado en el borde de la cama, intentando cubrirse el rostro con las manos
ensangrentadas mientras se encoge ante la luz. YoungWoong cruza la habitación
en segundos, acariciando con los dedos una de las manos del chico para
separarla de su cara. Éste huye del contacto, se retuerce para que el otro
hombre no pueda ver su cara, pero Youngwoong no ceja en su empeño. Lo agarra
por la muñeca y estira de su mano hasta que está bajo la luz para valorar el
daño. MoonSeong tiene los nudillos destrozados y hay pequeños cortes que
adornan la piel de alrededor. Debe de dolerle.
—Tengo que limpiarlos antes de que se infecten —dice,
más para sí mismo que nada, pero, aun así, obtiene una reacción.
—¿Q… qué? —MoonSeong lo mira, con el pelo tapándole la
cara y la boca abierta por la sorpresa.
—No te muevas —le ordena antes de ir al cuarto de baño
de MoonSeong. Rebusca en los armarios y encuentra el antiséptico y una venda
que empapa con agua tibia antes de volver. El chico sigue sentado, tal y como
lo ha dejado, y YoungWoong supone que es más por la sorpresa que por otra
cosa—. Tengo que encender la luz —avisa justo antes de encender la lámpara de
noche. MoonSeong herido intenta retroceder, pero la mano que sujeta su muñeca
no le deja ir muy lejos.
Mientras presiona la venda contra los nudillos de MoonSeong,
levanta los ojos un momento para mirarlo a la cara. Es sobre todo la lástima lo
que hace que su corazón se encoja al ver las cicatrices. Hay una línea dentada
que va desde arriba de la ceja izquierda del chico hasta su mejilla derecha,
donde la piel es más clara y ligeramente rojiza, pero esa no es la peor parte.
Desde justo debajo de su ojo derecho hay cicatrices de quemaduras que
descienden por un lado de su cara para desaparecer bajo la tela suelta de su
camiseta. Los recuerdos de haber visto su espalda vuelven a la mente de YoungWoong
y sabe que llegan hasta muy abajo. La piel está arrugada y rosácea, algunas
partes son suaves y brillantes y otras más ásperas y oscuras. La sombra de la
luz hace que las protuberancias de su piel sean más evidentes, proyectando sus
propias sombras sobre su cara sorprendida. Lo único que YoungWoong puede hacer
es ofrecer una tenue sonrisa como ofrenda de paz y volver a centrar su atención
en la mano que está sujetando.
MoonSeong no forcejea, no aparta la mano cuando YoungWoong
retira la sangre y empieza a limpiar los pequeños cortes con el antiséptico. Se
limita a observar y el chico siente esos ojos clavados en su cara, como si
estuviera esperando una reacción. YoungWoong sigue actuando con cautela, a
pesar de sus instintos de ayudar a alguien que lo necesita. Lo impredecible que
puede llegar a ser MoonSeong le basta para mantenerlo en tensión, preparado
para salir corriendo si intentara hacerle daño.
YoungWoong suelta la mano limpia y desinfectada y sin
que tenga que pedirlo, MoonSeong le ofrece la otra mano. YoungWoong vuelve a
sonreír cuando empieza a curar esa mano también. Al menos, parece estar de
humor para cooperar. A lo mejor este es el avance que ha estado esperando desde
que llegó.
—Estás temblando —comenta MoonSeong en voz baja, casi
un susurro—. ¿Mi cara te asusta?
—No —contesta con sinceridad—. Me asusta tu genio —pone
todo su empeño en no mirar a la cara del otro porque le da un poco de miedo lo
que puede encontrar en ella, así que se centra en limpiar la sangre seca. La
venda ya está completamente roja—. ¿Por eso te escondes? ¿Por las cicatrices?
—Asusto a la gente —la voz de MoonSeong está llena de
amargura y YoungWoong no puede culparlo por ello.
—A mí no —esta vez sí levanta la vista y MoonSeong lo
está mirando con curiosidad, como si intentara mirar su interior para descubrir
la mentira. Pero no es ninguna mentira, no hay nada que descubrir—. Pero es tu
elección, tú decides si quieres dejar que algo tan superficial como una
cicatriz decida cómo tiene que ser tu vida.
—No sabes nada —replica el otro, apartando su mano de
las de YoungWoong con una mirada asesina—. Sal de aquí.
—Vale —resopla antes de tirarle el trapo sucio en el
regazo y darse la vuelta. No vuelve la vista atrás y cierra la puerta de golpe
mientras la rabia supera a la lástima.
Si así es como MoonSeong quiere que sea, vale.
✿
YoungWoong se agarra al poste cuando
el autobús da un frenazo hacia delante para mantenerse en equilibrio. El
autobús está lleno y ya está sudando, pero no puede hacer nada. Tiene que hacer
la compra y él también necesita salir antes de volverse loco. MoonSeong le
causa semejante abanico de emociones que siempre se queda confuso y
tambaleante. Al menos así sale de ese ambiente, aunque sólo sea un rato. También
es agradable ver a otra gente, aunque sean completos desconocidos. Las llamadas
a JongYeon no pueden sustituir la compañía de un rostro amigable y YoungWoong
lo echa de menos. Cuando vivía con KoGun, éste lo visitaba con frecuencia y es
en momentos como este cuando más lo echa de menos. Lo llamará después.
La tienda no está tan llena como el
autobús, pero hay mucho ajetreo y YoungWoong tiene que abrirse paso con su
carrito para encontrar todos los productos que hay en su corta lista. Tarda más
en pasar por caja que en hacer la compra en sí, pero pronto está volviendo a
casa, con las bolsas agarradas. Cada paso más cerca de la casa hace que su
estómago dé un vuelco más fuerte y cuando llega a su parada, siente náuseas. YoungWoong
se queda en la puerta de entrada, siente un cosquilleo en los dedos donde se le
ha clavado el plástico de las bolsas y tiene los brazos cansados de cargarlas
tanto tiempo. Las deja en el suelo con suavidad mientras busca la llave cuando
la puerta se abre sola.
Sorprendido, da un paso atrás
mientras MoonSeong sale lo justo para coger las bolsas del porche y meterlas en
la casa. YoungWoong lo sigue, pero no dice ni una palabra cuando el otro las
deja encima de la repisa de la cocina y se vuelve a su habitación. Cinco
minutos después, sigue mirando hacia el pasillo, hacia la puerta cerrada de MoonSeong,
paralizado por el shock. En lo que respecta a disculpas, esa había sido
bastante inesperada, pero muy bienvenida.
~
YoungWoong está ocupado preparando la
cena cuando oye pasos y levanta la cabeza a tiempo de ver a MoonSeong entrar a
la cocina. Parece tímido, como un niño asustado de una reprimenda que está al
caer y YoungWoong siente que su corazón se reblandece. No puede ni imaginarse
las cosas por las que habrá pasado éste y lo hace sentirse culpable por haber
sacado conclusiones tan apresuradamente, por haber abierto la boca cuando no
debía.
—Quizá… tienes razón —murmura MoonSeong,
con la vista fija en el suelo. YoungWoong no está preparado para la tristeza
que ve en los ojos del chico cuando se encuentran con los suyos tras otro
minuto de silencio—. Si no te molesta… ¿a lo mejor podría salir más a menudo?
Hay cientos de cosas que quiere
decir, como que no importa lo que él piense porque la casa es suya y puede
hacer lo que quiera o que no debería dejar que lo que otros crean determine lo
que él puede hacer, pero no le sale nada de eso.
—Por supuesto que puedes —dice,
sonriéndole, para intentar que se relaje. Parece una cinta de goma a punto de
desgarrarse y YoungWoong no quiere por nada del mundo arruinar este progreso—.
¿Quieres ayudarme con la cena?
MoonSeong sonríe al asentir… y YoungWoong
piensa que es hermoso.
✿
Sacar a MoonSeong de su cascarón es
un proceso lento y YoungWoong ve la rigidez de la rabia en su rostro antes de
que se derrame de sus labios en forma de palabras que duelen más de lo que
podría doler cualquier acción. Hace lo que puede por tomárselo con calma, por
no ofenderse cuando el otro le dice que no merece la pena estar con él antes de
marcharse enfurecido o cuando lo mira con ojos fríos como si fuera menos que
nada. YoungWoong intenta protegerse tras una armadura, dejar que todo le
resbale sin efecto alguno porque está seguro de que el comportamiento de MoonSeong
no es más que un mecanismo de defensa, pero eso no impide que el dolor lo
invada cuando está en la cama y las pesadillas le desgarran la mente con tanta
crueldad como un cuchillo de sierra contra un papel. A veces, la única forma
que tiene de soportarlo hasta el amanecer es sujetar la fotografía de su madre
con dedos temblorosos.
El cielo matutino está cubierto,
pronto lloverá y YoungWoong no puede salir al jardín a cuidar las rosas. Cuando
no tiene algo en lo que centrarse y con lo que distraer su atención, la
oscuridad empieza a invadirlo otra vez. MoonSeong le había gritado la noche
anterior, había roto una lámpara contra la mesa antes de encerrarse en su
habitación. Había respondido a una simple pregunta sobre su vida con violencia
y palabras hirientes… y cada ataque empieza a doler más. No es la primera vez
que MoonSeong reacciona con agresividad sin previo aviso, pero sigue haciendo
que el corazón se le desboque en el pecho. Sigue aterrorizándolo.
YoungWoong se sorprende de ver a MoonSeong
apoyado en el marco de la puerta, con una sonrisa de disculpa dibujada en los
labios. Pero a YoungWoong no le importa lo arrepentido que parezca si sigue
haciendo lo mismo una y otra vez. Declara sus intenciones de ser una persona
mejor sólo para volver a la crueldad al minuto siguiente. Es agotador intentar
tolerarlo y, por eso, no le devuelve la sonrisa. No le quedan energías.
—¿No has dormido bien? —hay
preocupación en la voz y en los ojos de MoonSeong, pero YoungWoong lo ignora.
—No —su tono es cortante y frío y no
levanta la vista de la taza de café que lleva en la mano. No le gusta demasiado
el café, pero necesita la cafeína para mantenerse alerta.
—¿Puedo preguntarte…? —MoonSeong da
un paso adelante y se queda quieto, callado durante un momento—. A veces gritas
en sueños.
No se le escapa la implicación de que
MoonSeong esté en el piso de arriba, junto a su habitación, pero ya hablarán de
eso en otro momento.
—Tengo pesadillas —admite en voz
baja.
—¿Más de una?
—¿Por qué? —YoungWoong mira a los
ojos a MoonSeong, con el ceño fruncido mientras intenta que la genuina
preocupación del rostro del otro no le afecte—. ¿De repente te importa?
—Ya, ya lo sé —concede MoonSeong—.
Siempre lo hago todo mal. Es sólo que… incluso antes, antes de todo esto —dice…
y señala con un gesto la mitad de su cara llena de cicatrices—, ya era un
gilipollas. Tampoco te habría gustado por aquel entonces.
—¿Por qué no me habrías gustado? No
podrías ser peor que ahora. —YoungWoong casi se arrepiente de sus palabras,
pero a estas alturas está demasiado cansado de batallar como para seguir siendo
educado.
—Tenía menos genio, sí, pero seguía
siendo un gilipollas. Era la persona más arrogante del mundo y me aseguraba de
que todo el mundo lo supiera. Pensaba que el mundo me debía algo y que el resto
de personas existían sólo para mi placer. Te habría follado y por la mañana
habría desaparecido. Eso es lo que era.
Esa información deja a YoungWoong
sorprendido y parpadea un par de veces.
—¿Crees que soy lo suficientemente
atractivo como para acostarte conmigo? —la voz le sale aguda y se le sonrojan
las mejillas.
—¿En serio eso es todo lo que sacas
de lo que te he dicho?
—Bueno, no todos los días me halagan,
aunque sea disimulado con un insulto.
—No es mi intención insultarte. Sólo
quiero que sepas que nunca he sido una buena persona. No sé cómo serlo.
—Pues puedes empezar por no romper
nada más. Tener las manos llenas de trozos de cristal no es lo que yo considero
diversión, exactamente.
—Eso puedo hacerlo.
✿
Cada vez que MoonSeong mira a
YoungWoong intenta encontrar ese algo que lo atrae como a una polilla la luz.
Cree que tal vez es su sonrisa, la forma en que sus suaves labios se estiran
hasta formar casi un corazón porque no pueden evitarlo. O quizá es porque es
cuidadoso con cada cosa que hace y nunca es egoísta. Y también está su risa
cantarina… y sus ojos expresivos y la deliciosa comida que prepara. Hay
demasiado donde elegir y se da cuenta con horror de que se está enamorando de YoungWoong,
con demasiada intensidad y demasiado rápido. Nunca se ha sentido tan cómodo con
nadie, ni siquiera antes del accidente y, por un momento el miedo a ser
abandonado lo paraliza. ¿Se cansará YoungWoong de él al final y lo dejará?
¿Acabará por ahuyentarlo con su mal genio?
Es todo o nada… y MoonSeong tiene
demasiada experiencia con la nada como para pasar por eso otra vez.
✿
—No sé cómo puedes seguir vivo si no
te da nunca él sol —se queja YoungWoong mientras empuja a MoonSeong por la
puerta trasera.
El sol le da en la cara y MoonSeong
cierra los ojos mientras intenta forcejear con el chico que hay tras él. Ni
siquiera recuerda la última vez que salió de casa, mucho menos la última vez
que estuvo en el jardín abandonado, pero YoungWoong lo obliga de todas formas.
Aún sigue sopesando si le gusta este plan o no. Los firmes dedos que empujan su
espalda lo mantienen quieto, el contacto le recuerda otra vez cómo fue sostener
las manos de YoungWoong con las suyas y el pulso se le acelera. MoonSeong se da
la vuelta rápidamente, pasa junto al otro, que lo mira con ojos como platos
mientras vuelve a la seguridad de la casa.
Escucha el suspiro derrotado tras él
y el estómago de MoonSeong se encoge porque sabe que lo ha decepcionado. Es
algo que hace a menudo y, aunque éste no diga nada, se ve claramente en su
rostro. Es como un libro abierto, cada emoción es evidente en sus bellos rasgos
y MoonSeong muere un poco cada vez que ve cualquier cosa que no sea felicidad
en ellos. Sobre todo, si él es la causa.
Pensándolo mejor, espera un poco
antes de salir de nuevo para disculparse, pero entonces suena el timbre,
retumbando en las paredes de la casa vacía y MoonSeong se agazapa contra la
pared, encontrando refugio en la sombra del pasillo. YoungWoong se tambalea por
la cocina, con la ropa llena de tierra y una mancha en la mejilla mientras
llega a la puerta. Momentos después, oye un sonido de sorpresa y una voz
profunda que está seguro de que no reconoce.
La curiosidad y el miedo luchan en su
cuerpo, sus manos tiemblan por la necesidad de ver con quién está hablando el
otro en el salón. Pasan un par de minutos hasta que el instinto de esconderse
se desvanece, recupera el control sobre sus movimientos y se inclina para mirar
desde detrás de la pared. Lo que no espera encontrar es a un chico sentado muy
cerca de YoungWoong en el sofá, con el pelo cuidadosamente peinado y un aspecto
que habría sido un digno rival de la antigua imagen de MoonSeong. Un profundo
temblor de celos le llena el estómago y cierra los puños. Ese tipo está cogiendo
la mano de YoungWoong y la rabia inunda su sistema.
La naturaleza volátil de MoonSeong lo
está poseyendo y está a punto de entrar como una tromba en la habitación para
sacar a aquel tipo a rastras cuando YoungWoong se aleja de él con el ceño
fruncido, negando con la cabeza. Sus voces suben de volumen, pero no lo
suficiente para que MoonSeong los oiga hasta que un estruendoso grito resuena
por las paredes.
—¡Estás jugando a ser la niñera de un
ermitaño violento!
—¡Perdiste el privilegio de interferir
en mi vida hace mucho tiempo!
YoungWoong está de pie, señalando a
la puerta con un dedo tembloroso, como una orden silenciosa para que el intruso
se marche. MoonSeong siente un vuelco en el estómago y se queda quieto mientras
el corazón le late frenéticamente en el pecho.
—Vuelve conmigo —suplica el otro.
Y la forma en que la expresión de YoungWoong
se suaviza asusta a MoonSeong más que ninguna otra cosa. Se aleja, con una
inestable mezcla de emociones que devastan su mente y su cuerpo. Cierra la puerta
de su habitación y se deja caer al suelo, presionando sus ojos con las palmas
de las manos para evitar que se le salgan las lágrimas. Por su mente pasan
imágenes de la sonrisa de YoungWoong, el sonido de su risa y la cálida presión
de su piel suave contra la suya. Él es la razón por la que se siente vivo, por
la que siente que tal vez tenga un propósito además del baile que realiza para
el público destrozado que es su reflejo distorsionado cada noche.
No puede perder esto. No puede
perderlo a él.
La adrenalina corre por sus venas
cuando sale de la habitación, desesperado. Se le revuelve el estómago y siente
que está a punto de vomitar hasta que ve a YoungWoong en la cocina, secándose
las manos con una pequeña toalla antes de que se le caiga por la sorpresa. La necesidad
lo supera y envuelve al chico con sus brazos para atraerlo en lo que parece más
una presa que un abrazo. Hunde la nariz en su cuello, deja que el leve olor a
champú barato de su pelo lo invada y lo abraza más fuerte.
—No puedes dejarme —suplica, con la
voz ronca y el cuerpo tembloroso.
Tras un desgarrador minuto durante el
que MoonSeong cree que va a recibir un rechazo, unos brazos rodean su cintura y
está a punto de sollozar de puro alivio.
—No me voy a ir a ninguna parte —sigue
sin soltarlo, pero la tensión de sus músculos se libera y siente como su cuerpo
se afloja. YoungWoong es lo que lo mantiene en pie, acariciando de arriba abajo
su espalda con una mano, con cuidado hasta que…—. Me voy a caer —avisa el chico
con voz aguda antes de que ambos caigan al suelo, dos cuerpos enredados.
✿
A veces, YoungWoong se olvida de que
esto es un trabajo, un medio para que su padre siga recibiendo la ayuda que
necesita para vivir el resto de sus días cómodamente. Cuando MoonSeong le
sonríe como un niño, no se acuerda de las veces que ha tenido que obligarse a
salir de la cama para limpiar las consecuencias de una pelea que seguía
haciéndolo temblar de miedo. Una mano áspera, besada por el fuego, lo agarra y
tira de él y YoungWoong se centra en la calidez que asciende por su brazo y el
ligero aleteo en la boca de su estómago. Es en días como este cuando se siente
agradecido por tener la oportunidad de abrir los ojos de alguien que está
haciendo lo mismo por él. Después de KoGun, no pensaba que fuera a tener fuerzas
para que alguien le importara así otra vez, pero aquí está MoonSeong, radiante
de felicidad mientras le vuelve a dirigir otra sonrisa que hace que le tiemblen
las rodillas.
La belleza física no es nada
comparada con la forma en que los ojos de MoonSeong se iluminan cuando está
feliz de verdad. Metáforas profundas corretean por su mente, antiguos
proverbios en los que nunca había pensado demasiado, hasta ahora. Cada pequeña
muestra de cariño, cada acción deliberada que MoonSeong hace para expiar sus errores
previos sólo lo hacen aún más atractivo y ahora YoungWoong está aterrorizado
por una razón completamente diferente. Se siente al borde de un precipicio, a punto de caer a
un abismo del que no podrá salir y cada día está más y más cerca. Hay ciertos
momentos en los que la idea de dejarse caer le parece tentadora, pero también
hay momentos en que la furia destella bajo la superficie de los ojos de MoonSeong
y él la ve. Cuando su mandíbula se tensa y no le dirige la mirada, se prepara
para la explosión. La mayoría de las veces,
MoonSeong consigue controlarse antes de que pase nada, pero no siempre. Y, por
eso, YoungWoong se aferra a esa pequeña parte de sí mismo, esa parte que no
desea caer en algo tan precario.
✿
—Para —ordena, golpeando el dorso de la
mano de MoonSeong con la cuchara.
El chico da un paso atrás, haciendo
pucheros mientras mira la masa de galleta, su objetivo desde hace un rato. Es
igual que un niño y YoungWoong cree que probablemente se deba a que se pasó
toda su infancia real dando órdenes y siendo un consentido. Desde luego sigue
siendo un consentido, pero está mejorando. MoonSeong intenta alcanzar la masa
de nuevo, pero él la gira hasta dejarla fuera de su alcance. El progreso es lento.
—Paciencia —le dice y, momentos
después pita el temporizador del horno—. ¿Lo ves?
Saca la primera hornada de galletas y
las deja sobre la cocina antes de meter la siguiente bandeja. El olor de las pepitas
de chocolate invade la cocina y le hace cosquillas en la nariz. Siempre le ha
encantado cocinar, adora ver la cara de la gente al comer algo que él ha
preparado y MoonSeong es tan expresivo que prácticamente se le derrite el
corazón. Las galletas están
calientes, pero el chico insiste en que le gustan así y muerde una que casi se
le deshace entre los dedos. Los labios se le manchan de chocolate y se le
cierran los ojos mientras mastica lentamente. YoungWoong tiene que tragarse el
repentino nudo en la garganta porque la imagen que hay ante él es rotundamente
erótica.
—¿Está buena? —consigue preguntar, a
pesar de que la respuesta es obvia.
—Perfecta —le dice y YoungWoong se
sonroja hasta los dedos de los pies. Los ojos del otro están fijos en él y de
repente siente que la respuesta no se refería a la galleta.
Hay una línea que uno de los dos está
a punto de cruzar cuando suena el timbre. YoungWoong da un bote, sujetándose el
pecho con una mano mientras MoonSeong se ríe de él.
—No tiene gracia —gruñe y se va a
abrir la puerta.
La masa de galleta está en peligro, YoungWoong
ve a MoonSeong lanzarse sobre el bol al girar la esquina, pero es una pérdida
aceptable.
—SeongYeob —saluda con una sonrisa al
recién llegado mientras lo invita a pasar.
—Hay algo que huele genial.
—Siempre sabes cuándo dejarte caer
por aquí.
SeongYeob sonríe aún más cuando entra
directamente a la cocina, con YoungWoong detrás, pero se queda clavado en la
puerta, con los ojos fijos en MoonSeong y su expresión de culpabilidad porque éste
está regañándolo mientras pasa junto a SeongYeob.
—Estate quieto —le riñe y le quita el
bol a pesar de que ya falta una cuarta parte.
El suspiro que suelta es sólo para
exagerar y MoonSeong lo sabe y, por eso, aprovecha la oportunidad para clavarle
un dedo juguetón en el costado, a lo que el otro contesta con un palmetazo, riendo
mientras éste se retira para esquivar el ataque. SeongYeob sigue plantado en la puerta, con la boca
abierta de par en par y el cuerpo congelado mientras los mira. MoonSeong
considera adecuado meterle una galleta de chocolate recién hecha en la boca a SeongYeong
cuando sale.
—Me alegro de verte otra vez —le
dice, provocando que SeongYeob salga del trance.
—¿Pero… qué le has echado a las
galletas? —le cuestiona.
✿
Puede que vayan por buen camino, pero
sigue siendo un camino confuso y estresante para YoungWoong, que ahora también
tiene que lidiar con sus emociones. Es la razón por la que las pesadillas no
han cesado, por la que está yendo descalzo a la cocina a por un vaso de agua.
Tiene la camiseta empapada de sudor y siente la lengua como si fuera de
algodón, pesada y áspera en la boca. Se le escapa un poco de agua por la
barbilla y se la quita con el brazo, inclinándose sobre la encimera. La
superficie está fría contra su piel y se le cierran los ojos.
—¿Estás bien?
La repentina interrupción del
silencio hace que abra los ojos de golpe y se incorpora tan rápido que la
cabeza le da vueltas. Pierde el equilibrio y está a punto de caerse, pero un
par de brazos lo sujetan para mantenerlo en pie.
—Lo siento —se disculpa MoonSeong, su
aliento acaricia la piel aún cubierta de sudor de YoungWoong. La cercanía le
acelera el corazón e intenta no mirar fijamente la boca del otro, porque está
muy cerca de la suya.
—Sí —dice, alejándose de la comodidad
del abrazo y mirando al suelo—. Es sólo que no me esperaba…
—Ya —el silencio se cierne sobre
ellos y por primera vez en bastante tiempo, hay tensión. MoonSeong carraspea y
suena fuerte, reverbera en la habitación y YoungWoong levanta la cabeza—.
¿Alguna vez has ido al ballet?
Al negar con la cabeza, el chico
sonríe y lo coge de la mano. Llegan hasta el sótano y YoungWoong sólo puede
pensar en cómo estaba antes, cómo los cristales rotos y la sangre llenaban el
suelo de madera. Ahora la habitación está limpia, sólo se ven paredes sin
pintar donde antes había espejos y el suelo está barrido y despejado. Sus ojos
se posan en algo en lo que no había reparado antes, que se le había pasado en
su estado de pánico. Un enorme retrato de cuerpo entero está colgado en la
pared y la pura elegancia del mismo lo deja sin aliento.
—Eh… ¿Ese eres tú? —MoonSeong sigue su mirada y asiente.
—Hace mucho tiempo —un momento de
tristeza pasa antes de que se recupere y vuelva a sonreír—. ¿Quieres verme bailar
ballet?
—¿Ahora?
—¿Por qué no?
No sabe nada de ballet, la técnica y
la forma son conceptos totalmente desconocidos para él, pero al ver a MoonSeong
deslizarse por la habitación con movimientos fluidos y ágiles, sabe que es
perfecto. MoonSeong es perfecto. Es tan fácil ver la belleza de la danza, la
belleza del chico cuando sus músculos se estiran y sus pies abandonan el suelo.
Cada vez que éste está en el aire, YoungWoong se olvida de respirar, se le
escapa todo el oxígeno a pesar de que sabe que no va a marcharse volando, porque
ahora mismo, parece que puede. Los músculos de sus brazos se tensan con cada
movimiento preciso y lo está provocando, casi seduciendo cuando se mueve otra
vez y amenaza con tirar de él.
La música se desvanece poco a poco, unas
notas finales de piano flotan en el aire antes de que el silencio sea total y YoungWoong
no puede moverse. Se siente indigno de haber presenciado semejante belleza,
algo tan increíblemente perfecto que le había llenado los ojos de lágrimas. MoonSeong
está desenfocado frente a él, acercándose antes de que pueda parpadear lo
suficiente para enfocarlo de nuevo.
—¿Qué te ha parecido? —MoonSeong está
sin aliento, sudoroso y sus ojos brillan tanto que YoungWoong se pierde en
ellos.
—Wow —es todo lo que se le ocurre
decir, porque su garganta no está cooperando demasiado y su cerebro ha decidido
limitar su vocabulario a palabras de una sola sílaba. MoonSeong arquea una ceja
y sus labios amenazan con curvarse en una sonrisa.
—¿Es un “wow” bueno o uno malo? —pregunta,
aunque es obvio que sabe la respuesta. Está provocándolo y éste siente el rubor
en las mejillas.
YoungWoong se encoge de hombros e
intenta fingir que el corazón no está a punto de escapársele del pecho.
—Ha estado bien.
MoonSeong da un paso más hacia él, su
calor corporal le llega como olas. YoungWoong sigue clavado en el sitio y traga
saliva, viendo cómo el otro se lame los labios y siente como si todo se hubiera
detenido. No es consciente de nada más aparte de que se está acercando a la
boca de MoonSeong o quizá es MoonSeong el que se acerca a él, pero sea como sea
están en terreno peligroso. YoungWoong extiende una mano, sus dedos rozan la
parte delantera de la camiseta del otro justo cuando el aliento del otro le
acaricia el rostro. Oye un sonido ahogado,
de fondo, que está desconcentrándolo. Está a segundos de besar al hombre que ha
estado invadiendo sus pensamientos en todo momento y algo lo está distrayendo.
Por fin identifica el sonido y su cerebro vuelve a funcionar. Suelta un suave “oh”
y se retira.
—El teléfono.
Sólo hay dos personas que llaman por
teléfono: SeongYeob… y es demasiado tarde para que sea él, y el hospital, por
su padre.
Su padre.
YoungWoong sube corriendo las
escaleras y casi se tropieza con sus propios pies de camino al teléfono, que ha
empezado a sonar otra vez.
—¿Diga?
✿
El hospital es justo como lo
recuerda, paredes blancas y estériles y el olor a desinfectante fuerte en la
nariz. Los recuerdos de su infancia le revuelven el estómago y se detiene un
momento para aferrarse a la pared y así no caerse. Ver a su padre así, con una
máquina llenándole de aire los pulmones y vías intravenosas hundiéndose en su
piel, es tan similar a como estaba su madre que le cuesta respirar.
—¿Hero? —Una voz conocida le llama la
atención y se encuentra cara a cara con KoGun.
—¿Qué… qué haces aquí?
—Al no poder contactar contigo, me
llamaron a mí. ¿Estás bien? —hay preocupación en la cara de KoGun y YoungWoong
sabe que es genuina, sabe que sigue importándole y eso ayuda a animarlo un poco.
Consigue asentir suavemente y el otro lo ayuda a incorporarse cogiéndolo del
brazo—. Hey, ambos sabemos que no lo estás.
Se le escapan las lágrimas, le caen
por las mejillas antes de que pueda darse cuenta de lo que pasa. KoGun lo
sostiene, le pasa un brazo por los hombros y lo atrae hacia sí. Ha perdido
tanto en esta vida… y saber que podría estar a punto de perder a alguien más le
duele más de lo que creía. Se deja consolar, permite que los sollozos salgan de
su garganta cuando la extenuación por la hora y por todas las emociones lo
superan y ya casi no tiene energía para llorar.
—¿Necesitas un lugar donde quedarte?
—ofrece KoGun.
YoungWoong lo mira y se le encoge el
corazón. Hubo un tiempo en que habría dado lo que fuera porque KoGun lo mirara
como ahora, pero parece que hace eones de eso. Es la misma mirada que le había
lanzado cuando intentó que se marchara de casa de MoonSeong para volver con él.
—Me voy a quedar aquí. No puedo
dejarlo solo —cuando YoungWoong vuelve a la habitación de su padre y se hace un
ovillo en el sillón que hay junto a la cama, una mano cálida se posa sobre su
hombro y alza la vista para ver a KoGun a su lado.
—Yo también me quedo. Por ti.
YoungWoong agradece la compañía, pero
no puede evitar sentirse culpable porque sólo puede pensar en cuánto desearía
que fuera MoonSeong el que estuviera aquí, no él.
✿
La casa siempre había estado vacía, MoonSeong
era la única presencia constante entre las paredes sin vida que no ha hecho
ningún esfuerzo por llamar suyas. Pero sin YoungWoong, basta para volverlo
loco. Éste era un destello de luz, un millar de colores que llenaban cualquier
habitación, aunque sólo estuviera en ella un breve instante. No oye al chico
cocinar o poner la lavadora, no ve su silueta en el jardín cuidando las flores,
su presencia no está donde debería estar.
Es insoportable.
YoungWoong ha estado fuera cuatro
días, junto a su padre después de que este sufriera un infarto. MoonSeong le
había dado las llaves de su coche, que había estado aparcado en el garaje
durante casi un año y éste se marchó. Se marchó con un susurro agradecido y las
lágrimas frescas en las mejillas.
MoonSeong no podía reprimir los
pensamientos amargos que le invadían la mente, odiaba que su momento, su único
momento, hubiera acabado arruinado. El control de su rabia que había conseguido
mantener durante tanto tiempo se rompió. Las sillas estaban hechas añicos,
había trozos de cristal de jarrones y marcos de fotos por todo el suelo. Se
sentó en el centro de todo, con los hombros temblorosos mientras lloraba. Lo
destruye por dentro y duele más de lo que pensaba. Sabe que YoungWoong volverá, espera
que vuelva, pero el terror le pesa en el estómago porque siente que la ha
vuelto a fastidiar.
No debería haber intentado besarlo.
¿Qué iba a querer alguien como YoungWoong
con un alguien tan destrozado? Nunca podría ser lo que éste necesitaba. Eso es
lo que más odia. Le envenena la mente y lo único que puede pensar es en lo bien
que YoungWoong está sin él.
Y cuando se levanta por la mañana,
con los ojos aún doloridos y entre los rugidos de su estómago, se pone a limpiar
sus destrozos en lugar de comer. Por primera vez, se hace cargo de su propio
caos. Su estómago protesta y acaba cortándose las manos un par de veces, pero
se siente realizado. Le hace preguntarse qué sentiría YoungWoong si pudiera
verlo. Casi puede ver su rostro, su sonrisa dándole ánimos y sus preciosos ojos
haciéndole saber lo orgulloso que está. Una corriente de anhelo le recorre los
músculos y la imagen se desvanece.
YoungWoong no está aquí.
No baila esa noche, en lugar de eso,
decide tumbarse en la cama de YoungWoong y hundir la cara en su almohada. Huele
a él. Si cierra los ojos, puede imaginarse al chico junto a él, acurrucado bajo
las mantas y asomando los ojos por encima de las sábanas juguetonamente. Se
puede imaginar cómo sería tenerlo cerca, sentir su aliento en la cara y sus
labios contra los suyos. Está tan perdido en su amor por él que no cree que
pueda volver a encontrar la salida.
✿
MoonSeong abre la puerta de entrada y
la corriente de aire matutino que se cuela en la casa le produce un escalofrío.
El otoño se acerca. Sin embargo, lo que atrapa su atención es ver a YoungWoong
ahí de pie, mordiéndose el labio inferior y con los ojos como platos mientras
se miran el uno al otro.
—Hey —dice, esperando que no haya
sonado muy desesperado.
—Hey —repite YoungWoong, aún sin
moverse—. Puedo… ¿puedo pasar?
—Oh, claro —dice rápidamente, apartándose
de la puerta para que el otro pueda pasar—. Lo siento.
La situación es incómoda y el aire a
su alrededor resulta asfixiante. YoungWoong no lo mira y va arrastrando los
pies hasta que llega a las escaleras. Cuando se da la vuelta, parece que quiera
decir algo, pero tras unos segundos vuelve a bajar la vista y lo deja ahí solo,
con el corazón aleteándole en el pecho. No está seguro de qué esperaba
exactamente para cuando volviera a casa, pero no era esto. Esto duele.
~
—¿Cómo está tu padre? —le pregunta,
rompiendo el silencio mientras ambos preparan juntos la comida. Intenta ignorar
cómo YoungWoong se encoge ante el contacto cada vez que están cerca.
—Los médicos dicen que se pondrá bien
—el chico se apoya en la encimera, con los hombros hundidos—. O al menos, tan
bien como estaba antes.
—¿Has estado en el hospital todo el
tiempo?
—No —contesta y se aclara la
garganta—. Me quedé en casa de un amigo unos días.
—Oh.
~
YoungWoong va con pies de plomo con MoonSeong
durante días, sin mirarlo a los ojos y contestando sus preguntas con respuestas
cortantes. No se tocan, no conversan y los momentos que compartieron quedan
eclipsados por esta oscuridad de la que MoonSeong esperaba haberse deshecho ya.
Siente que todo se le está escapando de entre los dedos y que no tiene poder
para hacer que pare. Nunca se le ha dado bien tratar con la gente a nivel
personal. Antes del accidente era un hombre superficial y ninguna relación de
las que había tenido había ido más allá de la piel. Esto, fuera lo que fuera lo
que lo atraía hasta YoungWoong, era mucho más y lo estaba volviendo loco. Sus
dedos deseaban coger al otro y preguntarle qué le pasa por la cabeza, pero sabe
que éste seguiría callado.
El plato sucio que lleva en las manos
cae, se le desliza entre los dedos húmedos y se hace añicos en el suelo,
sacando a YoungWoong de su ensimismamiento. MoonSeong lo mira a duras penas, su
furia apenas contenida por la rigidez de sus hombros y su mandíbula apretada.
Los ojos de YoungWoong van de su rostro al suelo y de vuelta a su rostro.
—¿Has hecho eso a propósito?
—¿Por qué estás actuando así?
—pregunta, ignorando lo que dice.
—MoonSeong, el plato…
—¡No importa! —MoonSeong se aleja del
fregadero, acercándose lentamente al hombre que está al otro lado de la habitación—.
¿Qué ha pasado?
¿Qué nos ha pasado?
—Nada —murmura, pero la mentira es
evidente en su cara.
—¿Es así como va a ser a partir de
ahora, entonces? —replica MoonSeong—. ¿Vas a cerrarte en banda, a dejarme solo
otra vez?
—Yo no…
—¡Me hiciste creer que te importaba! —YoungWoong levanta la vista, con los ojos y la boca
muy abiertos.
—Me importas —susurra… odia ver la honestidad en su gesto porque eso
sólo empeora el dolor.
—¿Entonces por qué?
—Porque no es suficiente —YoungWoong
retrocede un paso y extiende los brazos para que MoonSeong no pueda avanzar—.
Estás tan acostumbrado a que todos te amen que dejas que tu orgullo y tu rabia
manden sobre tus acciones, incluso ahora. Tu problema es que quieres el amor
de todo el mundo y te vuelves loco cuando no lo consigues.
—Yo no…
—Acabas de romper un plato porque no
te estaba mirando.
—¡He roto un plato para que te des
cuenta de que existo otra vez!
Sabe que YoungWoong puede ver lo
mucho que está intentando no perder el control en sus puños temblorosos y en su
cuerpo rígido. Lo está intentando, de verdad, pero la única cosa que desea con
todas sus fuerzas está justo delante de él y no puede tenerla.
—¿Es eso lo que quieres? ¿Atención? —Sus
ojos se estrechan y se cruza de brazos—. Bien. Ya la tienes.
—Eso no… todo esto está mal. —El
cuerpo de MoonSeong se relaja y se pasa los dedos por el pelo, esforzándose por
encontrar las palabras adecuadas—. No quiero atención, YoungWoong. Quiero tu atención.
—¿Yo soy suficiente?
Las palabras son suaves, bajas, pero
retumban en su cabeza como un coro y la presión dentro de MoonSeong por fin se
suelta. YoungWoong deja caer los brazos y va hasta él, sujeta su cara con las
manos antes de juntar sus labios en un beso que lleva deseando lo que le ha
parecido una eternidad. Los labios del chico son sedosos y suaves mientras
presionan contra los suyos y eso lo llena de esperanza, le está devolviendo el
beso. Unas manos se hunden
en su pelo, lo atraen hacia YoungWoong para estar más cerca.
Amor es lo primero que se le pasa por
la cabeza cuando sus bocas vuelven a encontrarse, un leve murmullo de
aprobación se derrama de los labios de YoungWoong cuando pasa la lengua por su
suave piel. El chico se aferra a él, lo besa con desesperación y su cuerpo se
funde con el suyo. Cada pequeño gemido que se le escapa sólo aumenta el deseo
que siente por él. Nunca ha deseado tanto a nadie, y lo va a tener. Ahora.
~
El corazón de YoungWoong late tan
rápido que cree que le va a romper una costilla cuando MoonSeong lo posa sobre
el suave edredón de su cama y sus manos sujetan firmemente sus muñecas. Suelta
un quejido cuando la calidez de la boca del chico lo abandona para besar su
cuello y cada roce de sus labios envía una nueva inyección de lujuria a sus
venas. Había pasado tanto miedo, estaba aterrorizado de estar locamente
enamorado de alguien que nunca podría estar del todo satisfecho con él. Sí, MoonSeong
había estado a punto de besarlo antes de que se fuera, pero así era él, esa era
la advertencia que le había hecho sobre su actitud hacía tanto tiempo. MoonSeong
quería a todo el mundo, pero YoungWoong sólo podía ser él mismo.
Todos esos pensamientos ya estaban al
límite cuando MoonSeong había roto el plato y eso lo había forzado a darle voz
a sus miedos. Lo que no había esperado era esto, pero era mucho mejor que
cualquiera de las cosas que había imaginado. MoonSeong lo está haciendo añicos
con los labios y reconstruyéndolo con dedos firmes, que se colaban bajo su
camiseta, acariciando su piel desnuda y dejando huellas de calor tras de sí. Es
demasiado, pero no suficiente, y levanta las caderas, necesitado del peso de MoonSeong,
que encaja perfectamente entre sus piernas, pegándose a él cuando YoungWoong
envuelve sus muslos con las pantorrillas para mantenerlo cerca. La comodidad de
la boca de MoonSeong sobre la suya regresa y YoungWoong gime, clavando los dedos
en la tela sobre las clavículas del chico ahora que puede usar las manos.
La idea de que quizá las cosas estén
yendo demasiado rápido acaba rápidamente reemplazada por roces llenos de
urgencia y MoonSeong le quita la camiseta y la tira a un lado. Y, de repente,
las cosas no van lo suficientemente deprisa. Tira con impaciencia de la camisa
del otro para que haga lo mismo. La duda está ahí, escrita claramente en el
rostro de MoonSeong, pero YoungWoong se incorpora para darle un beso en la
cicatriz de la mejilla. Necesita que MoonSeong entienda que no le importa, que
sus cicatrices son parte de él y que él las adora, como todo lo demás. Poco
después, el chico se quita lentamente la camisa, y sus hombros se hunden para
intentar ocultarse, pero YoungWoon no va a dejar que se salga con la suya. Usando todo su peso y aprovechando que lo pilla por
sorpresa, lo tumba de espaldas con un movimiento ágil. MoonSeong tiene los ojos
como platos y YoungWoong se inclina para darle un beso lento hasta que el chico
que hay debajo se relaja. Se separa de sus labios para ofrecerle una sonrisa
antes de volver a presionarlos contra su mejilla.
Las cicatrices son historias
representadas en carne, que narran cuentos de dolor, obstáculos y triunfo. YoungWoong
traza las cicatrices con los dedos, como un mapa, los mueve con destreza sobre
la piel áspera antes de sustituirlos con sus labios. Un gemido agudo llena el
aire cuando YoungWoong recorre su cuello con los labios por primera vez. Se
toma su tiempo, venerando apropiadamente a MoonSeong hasta que llega a la
barrera de la cintura de sus vaqueros. Levanta la vista y ve al chico,
sonrojado, devolviéndole la mirada con los ojos oscuros y las mejillas teñidas
de rosa. Sólo le hace falta oír cómo éste murmura su nombre con algo parecido a
adoración para que se deshaga del resto de su ropa, quitándole los calzoncillos
y los pantalones para tirarlos al suelo.
Su preciosa piel se convierte en
terreno abrupto en la cadera y no pierde el tiempo, lo cubre todo con suaves
besos y roces leves como el de una pluma. MoonSeong gime en voz baja y YoungWoong
sonríe porque sabe la razón, sabe que lo está provocando. Pero ignora su sutil
estremecimiento y se centra en su muslo, no en su miembro curvado por la
excitación contra su estómago. Saber que es él el que está provocando este
efecto en MoonSeong hace que su propio cuerpo responda enviando una corriente
de sangre hacia su entrepierna. Y ahora es él quien se impacienta y alcanza por
fin el final de las cicatrices. Acaricia con las palmas de las manos la cara
interna de los muslos de MoonSeong, intentando abrirlos un poco más para caber
en medio. Éste los abre voluntariamente y YoungWoong sonríe, sin atreverse a
mirar hacia arriba antes de plantar un beso en la punta del miembro de MoonSeong.
Hace muchísimo tiempo que no hace
esto y es perfectamente consciente de que MoonSeong tiene mucha más
experiencia, pero la forma en que éste susurra su nombre mientras lo toma en su
boca es suficiente ánimo. YoungWoong se inclina hacia delante, deja que el pelo
le caiga sobre la cara porque sigue dándole un poco de vergüenza hacer esto,
como siempre, y eso ayuda. MoonSeong gime su nombre en alto cuando hunde la
lengua en la punta antes de deslizarla hacia abajo y envolver su miembro con la
boca otra vez.
Una mano se aferra a su pelo y MoonSeong
levanta las caderas para alcanzar un ritmo lento y regular y YoungWoong hace lo
que puede por mantenerlo, presionando con la lengua contra la piel sensible y
apretando los labios para crear más fricción. El sabor de MoonSeong en su boca
lo enciende aún más y pronto YoungWoong lleva una mano a su propia entrepierna
para acariciarse, provocándose un gemido, pero sigue sin ser suficiente y se
desabrocha los pantalones mientras el otro sigue embistiendo en su boca. Cuando
empieza a frustrarse tanto que no puede concentrarse en ambas cosas, MoonSeong
lo toma para tirar suavemente de él hacia arriba. No pierde el tiempo en unir
sus labios, su lengua entra en la boca del otro mientras se frota contra su
cuerpo. Sabe que parece necesitado y exigente, pero ahora mismo es como está, y
MoonSeong enseguida intercambia posiciones y lo termina de desnudar.
Unos ojos hambrientos observan su
cuerpo desnudo y YoungWoong está demasiado perdido en su propia lujuria como
para sentirse avergonzado, sólo quiere que lo toque. Y, eso es lo que hace,
desliza sus manos por sus costados cuando sus caderas vuelven a encontrarse y YoungWoong
sisea ante el contacto. Oye la sangre bombear en sus oídos y sólo puede
abrazarse a él mientras sus cuerpos se mueven uno contra otro con algo más de
facilidad gracias al sudor. Sus labios se encuentran en un beso mucho más
apasionado que los anteriores, sus bocas se abren y sus dientes chocan mientras
sus lenguas se abrazan. YoungWoong siente que MoonSeong se mueve, oye la
lámpara chocar contra el suelo y siente un nudo de excitación en el estómago
cuando el sonido del cajón al abrirse le llega a los oídos.
MoonSeong no se separa demasiado cuando
desliza unos dedos lubricados entre los muslos de YoungWoong y los urge a
separarse un poco con un golpecito. Su atención se desvía de su erección
palpitante cuando el chico mete el primer dedo, pero el lubricante frío ayuda a
que el movimiento no llegue a ser doloroso. Muerde el labio inferior de MoonSeong
sin darse cuenta cuando un segundo dedo se le une, abriéndolo poco a poco, y se
le escapa un quejido de incomodidad. Éste lo besa para distraerlo y mueve los
dedos para descubrir el punto correcto. Cuando lo hace, YoungWoong le muerde el
labio otra vez.
YoungWoong jadea contra los labios de
MoonSeong, empuja con las caderas mientras el chico lo prepara y no sabe cuánto
más puede aguantar. Ya no hay fricción alguna sobre su erección y éste está sobre
él, besándole el cuello y a veces mordisqueándolo para devolvérsela por lo de
antes. Eso no hace más que avivar el fuego de su cuerpo y no le importa
suplicar por más.
—MoonSoeng, por favor… —consigue
decir entre gemidos, levantando las caderas, pidiendo más.
Cuando por fin lo penetra, YoungWoong
no sabe si pegarse a él o alejarse. La sensación sorda de quemazón le obliga a
tensar los músculos y MoonSeong tiene que parar varias veces, apretando los
dedos en la piel de la parte interna de sus muslos para mantenerlos abiertos.
Para cuando está dentro del todo, YoungWoong está temblando y no consigue coger
suficiente aire. Se aferra al otro, clavándole las uñas en la espalda sólo para
saber que hay algo sólido a lo que sujetarse. MoonSeong lo besa en la sien y YoungWoong
alza la cabeza para devolverle el beso, y es suficiente para distraerlo,
suficiente para que su cuerpo se relaje y acepte el dolor a cambio del placer
que está por llegar.
A un movimiento de las caderas de MoonSeong
le sigue otro cuando YoungWoong no lo detiene y, en el tercero, YoungWoong
levanta las caderas para corresponderlo. Tras eso, bastan un par de embestidas
y el ritmo aumenta de velocidad, YoungWoong se siente mareado y clava los
talones en el edredón para equilibrarse. Una aguda punzada de placer lo coge
por sorpresa y arquea la espalda, levantándola de la cama, gimiendo el nombre
de MoonSeong mientras éste sigue moviéndose en su interior. El chico lo agarra
de las caderas y las levanta de la cama y sólo quedan sus hombros y sus pies
apoyados sobre la tela.
MoonSeong lo mira y YoungWoong no
puede apartar la vista, no puede dejar de observar su expresión. Su mente
estaría volviéndose loca intentando identificar lo que significa si no
estuviera ocupada con las poderosas embestidas. YoungWoong baja una mano para
masturbarse, su erección necesita atención desesperadamente, pero MoonSeong lo
obliga a apartar la mano y la sujeta contra la cama, deteniéndose de repente.
—Espera —dice con voz grave,
volviendo a dejarlo sobre la cama e inclinándose para quedar cara a cara. YoungWoong
siente que está a punto de sollozar cuando todo movimiento se detiene y bloquea
su casi orgasmo—. Necesito que sepas… —se queda callado y YoungWoong se da
cuenta de lo inseguro que parece, de cuánto está luchando por decir lo que tiene
que decir, y le pone una mano en la cara, acariciando su mejilla con el pulgar,
cariñosamente—. Eres suficiente. Eres más que suficiente.
Y ahora está a punto de sollozar,
pero por otra razón. Siente que el corazón se le hincha y se incorpora para
besarlo en los labios. Ambos están exhaustos, la frustración sexual de YoungWoong
burbujea hasta salir en forma de risa y MoonSeong empieza a reírse también.
—Necesitas replantearte cuándo es el
momento de decir estas cosas —murmura y levanta las caderas porque de
verdad necesita que se mueva.
—Qué exigente —le acusa MoonSeong,
antes de seguir por donde lo habían dejado.
El cambio repentino de nada a todo es
brusco y YoungWoong grita, gime el nombre de MoonSeong en lugar de darle una
respuesta cortante. La tensión se acumula mucho más rápido esta vez, la presión
se arremolina con más fuerza con cada embestida hasta que tiene que
tocarse. Pero MoonSeong se le adelanta y lo único que YoungWoong puede hacer
para seguirle el ritmo es repetir su nombre una y otra vez hasta que le llega
el clímax y todos los músculos de su cuerpo se tensan. Sus muslos aprietan los
costados del chico, temblando por la intensidad de su orgasmo. Cuando se relaja
por fin y MoonSeong lo acaricia hasta que no puede aguantarlo más, se da cuenta
de que él también ha terminado. YoungWoong separa sus manos de la piel cubierta
de sudor de MoonSeong y las lleva a sus brazos temblorosos antes de hundir los
dedos en su pelo y tirar de él para besarlo. Sus bocas se deslizan una sobre
otra con languidez, dulce y perezosamente, y YoungWoong sonríe cuando MoonSeong
le coge una mano y entrelaza sus dedos.
Nunca va a soltarlo.
✿
MoonSeong sueña en tonos de rojo,
sueña con que el fuego lo rodea y no hay escapatoria. Sueña con ruedas que
derrapan sobre asfalto y con el estridente sonido del metal chirriando cuando
dos coches chocan. Sueña que está atrapado dentro de uno, con el fuego que se le
acerca cada vez más y no tiene posibilidad de salvarse. El humo le llena los
pulmones y no puede respirar, se ahoga y tose, aferrándose a la vida. Le quema,
el dolor ardiente que desciende por su cuerpo le hace retorcerse. Sabe que va a
morir, sabe que el fuego va a matarlo.
Y entonces, todo para, las llamas se
apagan tan rápido como habían aparecido e inhala tanto aire fresco como puede.
Su pesadilla acaba, sustituida por la calma cuando se despierta lo suficiente
para estrechar aún más entre sus brazos a la persona que duerme junto a él. YoungWoong
gira sobre sí mismo, entierra el rostro en el pecho de MoonSeong y le pasa una
pierna por encima. Con una sonrisa en la cara, MoonSeong vuelve a dormirse,
seguro de que no importa lo que pase, él estará ahí para salvarlo.
✿
Es un día nublado, el sol se esconde
tras las nubes y el viento azota con fuerza. A pesar de que apenas hay luz, MoonSeong
entrecierra los ojos cuando ve el resto de casas del vecindario ante él. YoungWoong
está ocupado arreglándose la bufanda y él lo mira con una sonrisa cariñosa
pintada en la cara. Ya hacía más de un año que no salía de la casa, que el
miedo lo mantenía encerrado y YoungWoong ha tenido que insistir mucho para
convencerlo de que salga, pero aquí está. Es una simple salida para comprar, pero
para él es cualquier cosa menos simple. Es otro paso adelante, otro avance y
sabe que sólo él podría haberlo convencido para que lo hiciera.
YoungWoong se acerca, le pone una
bufanda igual que la suya en el cuello y tira de él para darle un beso. MoonSeong
intenta acercarse aún más, pero éste se aleja de un salto, sonriente. Deja que
le arregle la bufanda para que no se constipe y después entrelaza sus dedos. MoonSeong
se separa y da un paso a un lado para ponerlo en su lado bueno, el lado que no
está lleno de cicatrices. Pero éste lo regaña con los ojos y vuelve a su
posición al otro lado.
Un suave tirón y MoonSeong da un paso
fuera de su santuario y se para. YoungWoong se gira, deja que éste lo abrace. MoonSeong
nunca tiene ganas de hacer este tipo de cosas, tan difíciles para él, pero sólo
puede pensar en que de no hacerlo estaría decepcionando al hombre que tiene
entre sus brazos.
—Te quiero —susurra, juntando la
punta de su nariz con la de YoungWoong porque es lo único de él que puede ver.
Y sabe que está sonriendo, porque sus ojos tienen arruguitas a los lados y
brillan.
—Yo también te quiero.
En ese momento, lo comprende. No
importa cómo lo vea el mundo, no importa si lo miran con miedo o con lástima.
Sólo le importa cómo lo vea YoungWoong, cómo lo mira con el amor escrito en su
ridículamente preciosa cara.
—Venga —dice YoungWoong y MoonSeong
se obliga a andar a su ritmo por la acera.
Esto es suficiente.
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