Título: Who I am?
Autora: Riz Aino
Pareja:
DoYu (Yuta + DoYoung) (NCT)
Clasificación:
PG–13
Géneros:
AU, romance, fantasy, drama
Número de palabras:
790 palabras
Resumen:
Yuta ha sido condenado a vivir como un humano, sin recuerdos de lo que una vez
fue, debido al gran pecado cometido.
Notas: este drabble
es parte de una escena de un fic terriblemente dramático y complejo que estoy
preparando.
Comentario de autora:
generalmente mis sueños son cosas estúpidas, pero hay veces, en las que sueño
con tramas para historias completamente maravillosas, como me pasó con esta
idea. Espero que os guste este pequeño aperitivo del fic que vendrá.
Who
I Am?
Una voz grave reverberaba todavía en su mente
cuando sintió cómo unas manos cálidas tocaban su rostro. Aquella voz parecía
estar diciéndole algo importante, algo que probablemente no debía olvidar, pero
aun así, no pudo identificar qué era y poco a poco acabó abandonando su mente,
a medida que el chico fue abriendo sus ojos.
Todo era blanco a su alrededor, contrastando
con la oscuridad que había vivido anteriormente y la luz lo cegó, por lo que
tuvo que parpadear varias veces para acostumbrarse a aquella claridad. Una vez
pudo enfocar sus ojos, se dio cuenta de que todo no era exactamente blanco a su
alrededor, sino que había un poco de color justo delante de él, a escasa
distancia. El rostro fino y alargado de un joven que lo observaba con ojos
preocupados y que mantenía sus cálidas manos tomando su rostro. El chico
terminó de despertarse en el momento en el que comenzó a notar el frío en todo
su cuerpo, provocado por la gruesa capa de nieve en la que se hallaba tumbado y
solo tardó unos segundos en levantarse de aquel manto blanco y sacudirse la
nieve de su cuerpo desnudo.
¿Por qué estaba desnudo? ¿Por qué se encontraba
tumbado en la nieve, inconsciente? ¿Por qué no recordaba absolutamente nada?
¿Por qué ni siquiera sabía quién era? ¿Y por qué lo único que había en su mente
era aquella voz grave que no podía comprender?
—¿Estás bien? —escuchó cómo le preguntaba el
joven que se encontraba allí con él—. Pareces muy perdido y confuso.
—Lo estoy —respondió simplemente,
sorprendiéndose al escuchar su propia voz.
El muchacho de rostro fino le dedicó una
sonrisa cálida que estaba destinado a tratar de calmarlo y se acercó a él,
quitándose las pieles en las que estaba envuelto para tendérselas. Él se las
colocó agradecido, sintiendo un poco de calor, aunque todavía estaba
terriblemente helado.
—No sé qué te habrá pasado —murmuró el chico—.
Creo que tú tampoco lo sabes por tu expresión, pero lo mejor es que te lleve a
casa y entres en calor, luego veremos qué hacer.
Él asintió agradecido, sin saber qué poder
decirle a aquel joven que le acababa de salvar la vida y que, además, estaba
dispuesto a darle cobijo aunque no supiera quién era. El joven le indicó que se
subiera al trineo que se encontraba a unos metros de distancia, junto a unos
animales parecidos a los lobos, pero quizás menos salvajes, que estaban atados
a él y que probablemente servirían para arrastrarlo a través del terreno.
—Me llamo DongYoung,
por cierto —comentó el joven una vez ambos estuvieron instalados—. ¿Tu nombre?
El chico comenzó a pensar, a tratar
de recordar cuál podía ser su nombre, porque seguro que debía tener uno… pero
en esos momentos no atendía a cuál podría ser. Sabía que era corto, que tenía
fuerza, pero no lo recordaba y eso lo frustró, mucho más de lo que ya se
encontraba.
—No lo recuerdo.
—No te preocupes —murmuró
DongYoung—. Ya lo recordarás… o si no te buscaremos alguno, un nombre no es
tampoco gran cosa —le sonrió—. Agárrate fuerte, que estos bebés corren mucho.
Hizo lo que el otro le dijo y se
agarró fuertemente a unas cuerdas que encontró justo cuando aquel trineo
comenzó a moverse por la nieve, al principio un poco más lento, pero después
aumentando la velocidad de forma rápida. El chico aprovechó aquel viaje hasta
que llegaron a casa de la persona que lo había salvado para pensar, darle
vueltas a las cosas y tratar por todos los medios de recordar quién era y por
qué estaba allí. Sin embargo, para cuando se bajó del trineo y entró en aquella
casa desconocida para intentar entrar en calor, lo único que había descubierto
había sido que dos lobos, uno de pelaje negro como el carbón y otro de pelaje
dorado como el sol, los habían estado siguiendo durante todo el trayecto y se
habían quedado rondando la vivienda, como si los estuvieran vigilando… como si
lo estuvieran vigilando a él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario