CHAPTER
2: (NORMAL) LIFE
Cuando
JiSung llegó a casa después de aquella intensa jornada de trabajo, lo primero
que hizo fue descalzarse en la entrada, soltar su mochila en aquel mismo lugar,
caminar sobre el suelo cálido del lugar arrastrando los pies hasta llegar al
sofá, donde se tumbó, lanzándose en plancha y escondiendo la cara entre los
cojines, suspirando de puro cansancio. Aquel día había sido demasiado largo y
agotador, tanto física como mentalmente y lo único que deseaba era estar allí
tumbado, no le importaba siquiera quedarse dormido aquella noche en el incómodo
sofá en lugar de irse hacia su cama. Todo había comenzado a ir cuesta abajo
desde la reunión, aquella reunión en la que JiSung estaba completamente seguro
que no era realmente bienvenido, una reunión importante en la que él no tenía
absolutamente nada que aportar, al contrario del resto de los participantes en
ella. Se había pasado el día dándole vueltas al motivo por el cuál había
acabado allí dentro, rodeado de seres importantísimos, pero eso lo único que le
había provocado había sido un dolor de cabeza incesante y que perdiera la
concentración en varias ocasiones mientras realizaba su trabajo, con las
consecuentes broncas de aquellos que estaban por encima de él por no hacer las
cosas bien.
JiSung
suspiró por milésima vez en aquel día mientras se giraba lentamente en el sofá,
cuidando no caerse de bruces al suelo, para quedarse tumbado de espaldas,
mirando el blanco techo de la habitación como si fuera la cosa más interesante
del universo, su cabeza pensado por milésima vez en lo sucedido aquella mañana,
en la noticia que había recibido, en la misión que le había sido encomendada
junto a los demás ángeles y en las órdenes recibidas de estar disponibles para
cualquier imprevisto. El chico deseaba poder volver a aquel despacho y poder
alzar la voz para ser escuchado por todos, poder pedir que lo sacaran de aquel
embrollo porque él no tenía absolutamente nada que lo hiciera especial y no
tenía el derecho de estar allí con los demás; pero aquello era algo
completamente imposible porque no podía volver el tiempo atrás y no es que
pudiera tampoco decir algo sin que lo más probable que sucediera fuera que lo
asesinaran por su atrevimiento por dar su opinión y no seguir la orden que se
le había dado, la orden que el arcángel Christopher de Oceanía le había dado.
Estaba
en una encrucijada de la que no sabía cómo salir con vida, porque bien podría
irse para el aeropuerto con las cuatro cosas de su apartamento que atesoraba de
verdad y algo de ropa y cogerse un avión a la otra punta del mundo —y si
existieran los viajes intergalácticos, no dudaría ni un segundo en irse a la
galaxia más lejana— para poder escapar de todo aquello y esconderse para que no
lo encontraran. Ojalá pudiera hacerlo si tuviera la certeza de que eso serviría
para algo, pero sabía perfectamente que irían a buscarlo y a asesinarlo por
haber tratado de escapar con la información que en aquellos momentos tenía. El
chico también había deseado poder tener un desmemorizador para poder borrar de
su memoria todo aquel horrible día, pero aquel tipo de cosas todavía no se
habían inventado a pesar de todo el avance de la tecnología.
El
sonido del timbre de la puerta de abajo sacó a JiSung inmediatamente de sus
pensamientos y lo sobresaltó tanto que prácticamente se cayó del sofá al suelo,
pero se agarró en el último momento al respaldo para sujetarse y no darse el
golpe de su vida. Durante unos segundos se quedó muy quieto, parpadeando varias
veces seguidas y tratando de recuperarse del susto mientras intentaba hacer
memoria sobre si había quedado con alguien o no aquel día, porque, sino, era
sumamente raro que se presentaran en su puerta. Que él recordara, no había
quedado con nadie, así que, buscó su teléfono en el bolsillo delantero de sus
pantalones y miró su agenda, corroborando que, en efecto no había quedado con
nadie aquella noche.
El
timbre volvió a sonar y, con todo el dolor de su corazón, el chico se incorporó
para quedarse sentado en el sofá y después levantarse. Le dolía todo el cuerpo
a pesar de que realmente no había realizado esfuerzo físico en ese día, pero
sabía perfectamente que se debía a la tensión que había acumulado en sus
músculos desde primera hora de la mañana cuando había subido a la planta más
alta de la Torre del Arcángel. No sintiendo sus piernas correctamente, caminó
hasta la puerta de su apartamento hasta llegar al interfono, donde se quedó
quieto por un pensamiento que cruzó su mente. ¿Y si algún ángel había ido hasta
allí para llevarlo a alguna otra reunión? Solo fue por un segundo porque
después desechó aquella idea ya que si algún ángel quería ir a por él lo más
normal era que se presentara volando y diera algún golpecito en su ventana
provocándole un infarto como mínimo, pero ese segundo hizo que JiSung se
quedara totalmente paralizado. No quería ni pensar en que algo como aquello
sucediera y fueran a buscarlo hasta su casa.
Tratando
de calmar a su corazón, que había comenzado a latir como loco dentro de su
pecho, JiSung pulsó el botón del interfono para ver quién era la persona que
había decidido hacerle una visita sin avisarle, encontrándose en la imagen de
la pantalla a alguien que era prácticamente su vivo reflejo, ojos brillantes,
nariz respingona y labios de tamaño normal, ni gruesos ni finos, todos aquellos
rasgos enmarcados en un rostro redondo con unas mejillas que su abuela había
pellizcado siempre con amor; la única diferencia era el color de pelo, el suyo
castaño claro, con algunos mechones dorados, el del otro negro azabache. El
chico exhaló un suspiro de puro alivio al ver que era su hermano mayor el que
estaba abajo y no ningún ángel, aunque aquel día no estaba de ánimo
especialmente para pasar la noche con su hermano allí.
—¿Qué
haces aquí, Brian? —cuestionó, después de pulsar otro botón para que su voz se
escuchara abajo—. No recordaba haberte invitado a venir —siguió, provocando que
el otro se riera.
—¿Es
que ya no puedo venir a ver a mi hermano favorito cuando me apetezca? —le
respondió.
—Pero
si no tienes otro hermano —replicó JiSung, bufando.
—Pero
aun así eres mi favorito.
El
chico puso sus ojos en blanco por las palabras de su hermano y después
simplemente le abrió la puerta para que entrara. No tenía mucho ánimo para
visitas, pero era su hermano y no podía dejarlo en la calle sin tener que
contarle el motivo exacto por el que no quería que subiera, así que, era mucho
mejor dejarlo entrar. JiSung no estaba seguro de que pudiera decir nada sin
poner en peligro la vida de nadie, la suya o la de su hermano debido a la importante
reunión a la que había sido invitado esa mañana. Lo más probable era que ambos
acabaran lanzados desde la azotea de la Torre del Arcángel sin ningún
miramiento.
JiSung
fue sacado de nuevo de sus pensamientos por unos pequeños golpes en la puerta
que le indicaron que su hermano ya estaba al otro lado y a él se le había
olvidado abrirle por no poder parar de pensar. El chico sacudió su cabeza para
tratar de despejarla de cualquier pensamiento que no fuera su hermano Brian y
exhaló profundamente antes de abrir la puerta, dedicándole una sonrisa amplia a
su hermano.
—¿Y
esa cara? —le cuestionó Brian en cuanto lo vio. JiSung frunció su ceño,
confundido—. Cuando estaba abajo me has mirado como si quisieras echarme de
aquí y ahora me recibes con la sonrisa más bonita del mundo, si es que eres un
bebé.
Como
siempre había hecho desde que eran pequeños, la última frase, dicha como si le
estuviera hablando a un bebé o a una mascota, la acompañó llevando sus manos a
las mejillas de JiSung para apretarlas. JiSung le bufó y se apartó de él lo más
rápido que pudo, colocando sus propias manos en sus mejillas levemente
doloridas. Odiaba con toda su alma cuando su hermano hacía aquello porque ya
tenía veinte años y no era un bebé, aunque siguiera siendo el pequeño de la
familia.
—Tan
arisco como siempre —murmuró su hermano, frunciendo sus labios durante unos
momentos para después entrar tranquilamente al piso, quitándose los zapatos en
la entrada y caminando hacia el interior como si aquella fuera su propia
vivienda—. ¿Qué tal te va la vida? ¿Alguna novedad? —cuestionó sentándose en el
sofá en el que JiSung había estado tirado hasta hacía solo unos minutos.
JiSung
cerró la puerta del apartamento y siguió a su hermano al interior, dejándose
caer a su lado en el sofá y exhalando un profundo suspiro sin saber cómo
empezar a contarle qué era de su vida en los dos últimos meses que no se habían
podido encontrar —se habían mandado mensajes casi diariamente, pero el chico no
le había contado mucho de su vida en sus respuestas casi idénticas sobre cómo
estaba—. Desde la última vez que se habían visto no es que hubiera habido
demasiado cambio, JiSung seguía de becario en la Torre del Arcángel sin que lo
dejaran hacer más que unas cuantas cosas sencillas de papeleo y llevando muchos
cafés; lo único que había cambiado era que ahora a JiSung le habían encomendado
una misión suicida desde las más altas esferas que tenía que ver con la
liquidación de unos demonios antes de que éstos causaran estragos en el país…
claro que, eso no se lo podía contar.
—Pues…
¿bien? —murmuró—. Todo bastante normal y repetitivo, no me dejan hacer mucho.
¿Qué tal tú? ¿Sigues con esa chica de la que me hablaste la última vez?
—¿JiEun?
—JiSung asintió—. No, qué va, hace como tres semanas que lo dejamos porque
creía que estaba liado con Jae.
—¿Y
no lo estabas? —cuestionó. Su hermano rio.
—Claro
que estaba con él —replicó—. Tú sabes que nunca lo vamos a dejar del todo.
JiSung
chasqueó su lengua, decepcionado, y quizás también algo aburrido de todo
aquello. Su hermano y Jae llevaban ya muchos años con aquello. A veces estaban
juntos, a veces se enfadaban y cortaban, pero al rato volvían a estar liados
otra vez. Hacía solo un año habían tenido una pelea muy grande, tan grande que
habían estado semanas sin hablarse y cada uno había seguido a lo suyo, Jae
incluso se había ido a Corea del Sur a visitar a su familia y allí se había
echado novio; pero en el momento en el que Brian se había enterado de aquello
había pedido una semana libre en el trabajo y había corrido hacia el otro. A la
vuelta ya estaban juntos de nuevo y más felices que nunca, pero medio año atrás
se habían vuelto a truncar las cosas y Brian se había echado de novia a JiEun.
JiSung no había tenido muchas expectativas de que aquella relación durase
mucho, pero tampoco se había imaginado que su hermano le hubiera estado
poniendo los cuernos a la chica con Jae.
—¿Cuándo
vas a tener una relación decente con Jae? —le preguntó, a sabiendas de que la
respuesta iba a ser “nunca”, seguida de una risa incómoda.
—Pues
eso me pregunto yo también —contestó su hermano, haciendo que se sorprendiera—.
Ya nos vamos haciendo mayores y tendríamos que hacer esto decentemente —Brian
suspiró—. La verdad es que pensaba olvidarlo después de esta última vez porque
estaba muy bien con JiEun, pero nunca he podido resistirme a hacer todo lo que
me pide.
La
palabra “whipped” cruzó la mente de JiSung después de escuchar a su hermano
decir aquello, pero se la calló porque no quería empezar ninguna discusión en
aquel momento.
—¿Y
tú? ¿Cuándo vas a tener una relación a secas? —le cuestionó su hermano,
provocando que se tensara por completo.
Aquel
era un tema que prefería evitar lo más posible porque, al contrario que su
hermano, él había sido bastante más reservado con el tema de sus relaciones y,
sobre todo, no tenía una relación recurrente con uno de sus amigos. Para
empezar, JiSung no tenía realmente amigos porque se había pasado toda su etapa
de instituto viajando de un lado a otro con sus padres, al contrario que su
hermano mayor, que se había asentado definitivamente en Sidney porque había
comenzado la universidad. Y tras acabar sus estudios obligatorios había
convencido a sus padres para irse junto a Brian y hacer un módulo de
administración que lo había llevado a hacer las prácticas en un lugar tan
prestigioso como la Torre del Arcángel, donde luego lo habían contratado en
cuanto acabó. El chico no había tenido mucho tiempo para amistades profundas y
menos para relaciones que fueran más allá de la cordialidad. Tan solo hacía medio
año que se había independizado, alquilando aquel pequeño piso en el que ahora
vivía, yéndose de la casa de su hermano y todos sus líos amorosos, y el amor o
las relaciones no eran su prioridad, nunca lo habían sido… mucho menos ahora
que su vida se acababa de poner patas arriba. Lo que menos le apetecía en
aquellos momentos era una relación porque ni siquiera sabía si iba a salir vivo
de todo aquello, no quería pensar en las complicaciones que le traería algo así
en un tiempo tan peligroso.
—Ahora
mismo no quiero complicarme más la vida —comentó, encogiéndose de hombros,
tratando de aparentar que no le daba especial importancia a aquel tema—.
Todavía soy joven, no como tú.
La
respuesta a aquello por parte de su hermano fue echarse sobre él para hacerle
cosquillas por lo que le había dicho. JiSung se había medio esperado eso porque
el mayor siempre se había lanzado a hacerle cosquillas a la más mínima
oportunidad, así que, trató de protegerse con sus brazos y sus piernas, pero no
pudo hacer mucho más que no parar de reír hasta que Brian se cansó —aunque pasó
bastante antes de que lo hiciera—.
—Bueno,
señor joven —comentó su hermano después—. Su hermano es un señor viejísimo con
mucha hambre, ¿qué tenemos para cenar?
—No
tenías ganas de prepararte la cena y te has venido para acá para no gastarte un
pastizal en pedir comida para ti solo, ¿verdad? —inquirió. Brian asintió y
JiSung suspiró—. ¿Qué quieres pedir? —le preguntó—. Porque sabes perfectamente
que cada vez que me arrimo a la cocina a hacer algo que no sea ramen todo sale
mal.
El
chico tenía un don para hacer estragos en la cocina cada vez que trataba de
preparar algo de comer que no fuera realmente sencillo. No sabía por qué motivo
era tan malditamente torpe porque siempre había seguido los pasos de las
recetas de internet cada vez que trataba de cocinar algo más elaborado, pero la
última vez que había querido prepararle la cena a su hermano cuando aún vivían
juntos, había acabado quemando una sartén y provocando que saltara el detector
de humos y que la cocina se empapara por el agua que caía del techo para apagar
el fuego que había calcinado la sartén. Desde entonces, lo único que JiSung
había cocinado había sido ramen o sopas de sobre, lo demás lo había comprado
semipreparado en el supermercado y lo había metido en el microondas, que
parecía ser el único aparato de la cocina con el que se llevaba medio bien.
—No,
no —dijo su hermano, negando con sus manos alzadas y su cabeza—. A la cocina ni
te acerques, ¿tienes por ahí folletos para pedir?
JiSung
asintió y se levantó del sofá para poder ir a la cocina, donde tenía los
folletos de publicidad de los restaurantes cercanos pegados con los imanes a la
nevera, y después volvió al salón, tendiéndole todos los que había cogido a su
hermano para que éste eligiera. Él no tenía hambre realmente, podría pasar
perfectamente sin comer nada esa noche, pero pediría algo sencillo para que su
hermano no se preocupara por si le pasaba algo al no verlo comer.
—¿Te
apetece coreano? —le cuestionó Brian.
—Me
apetece —respondió, dedicándole una sonrisa a su hermano.
—Entonces
perfecto.
Pasaron
unos minutos ojeando el menú del folleto del restaurante coreano y cuando
tuvieron decidido lo que querían Brian fue el encargado de llamar por teléfono
mientras JiSung se dejaba caer sobre el respaldo del sofá, sintiéndose muy
agotado. La llegada de su hermano lo había espabilado un poco, pero después de
un rato volvía a sentir cómo el cansancio iba abriéndose camino a través de su
cuerpo queriendo adentrarlo en el mundo de los sueños, unos sueños que JiSung
auguraba que estarían llenos de alas aquella noche. El chico cerró sus ojos
unos momentos, escuchando la voz de su hermano haciendo el pedido y se dejó
arrullar por ésta, quedándose dormido.
Se
despertó un segundo después, no obstante, debía de haber pasado mucho más
tiempo porque cuando abrió sus ojos ante él se encontraba sobre la mesa baja
que tenía delante del sofá los platos de la comida que habían pedido y la tele
puesta, su hermano dejando sobre la mesa los cubiertos. Se había quedado
completamente dormido y ni siquiera se había dado cuenta de ello.
—¿Un
día largo? —le cuestionó su hermano, sentándose a su lado en el sofá y
separando los palillos de madera—. No he querido molestarte porque has caído
profundamente, pero al final parece que te he despertado.
—No,
no has sido tú —murmuró JiSung, negando con un leve movimiento de su cabeza—.
Ha sido un día demasiado largo, así que me voy a echar un poco de agua para
despertarme y al menos comer.
—En
cuanto terminemos de comer me largo y te dejo que descanses —le prometió su
hermano.
JiSung
se levantó del sofá y fue hasta el baño, donde abrió el grifo del lavabo a tope
en el agua fría y dejó que ésta corriera hasta que estuvo helada antes de echársela
sobre la cara. El frío hizo que sus párpados dejaran de pesar tres mil
toneladas y pudiera volver a abrir sus ojos con normalidad. Todavía se sentía
demasiado cansado y todavía sentía que en cualquier momento se quedaría
dormido, pero podría aguantar un poco más hasta que su hermano se fuera antes de
arrastrarse hasta la cama y echarse a dormir, probablemente para no despertar
en varios días. Tenía suerte de que fuera viernes y al día siguiente no tenía
que trabajar, porque si fuera día de semana el chico estaba seguro de que no
sería capaz de levantarse a por la mañana al sonido del despertador.
El
timbre de su apartamento resonó en las paredes del baño mientras JiSung se
secaba la cara con la toalla, pero no le prestó especial atención pensando que
simplemente se trataría de algún repartidor más porque su hermano hubiera
pedido otra cosa de algún otro restaurante. Brian se encargaría de ello como se
había encargado de recoger la comida mientras él se había quedado dormido en el
sofá. Sin embargo, cuando JiSung salió del baño, dirigiéndose hacia el salón,
escuchó la voz de su hermano desde la puerta y el tono con el que lo llamó,
hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo de arriba abajo, un escalofrío que
le indicó que algo iba mal.
—¿JiSung…?
—lo llamó—. ¿Sabes por qué motivo hay un ángel en tu puerta?
Y
el mundo a JiSung se le vino encima. Se volvió a sentir de la misma forma que
aquella mañana en el ascensor, cuando su respiración se había vuelto irregular
y el latido de su corazón era demasiado rápido, resonando en su cabeza,
mareándolo; sus piernas no volvieron a soportar el peso de su cuerpo y el chico
tuvo que dejarse caer sobre la pared para no caerse redondo al suelo mientras
trataba de calmarse lo más rápido posible porque no quería que su hermano lo
viera en aquel estado. Sin embargo, su mente trabajaba a toda velocidad
tratando de ver por qué motivo un ángel había ido hasta allí, hasta su casa.
¿Habría ido porque lo necesitaran para la misión? ¿Habría ido porque no se
fiase de que hubiera mantenido el secreto con su hermano? ¿Habría ido para
matarlo?
—¿JiSung?
—volvió a llamar su hermano, con un tono de preocupación en su voz que hizo que
el chico saliera un poco de su mente—. ¿Estás por ahí?
—Sí,
sí —respondió, tragando saliva y tratando de hacer que sus piernas volvieran a
funcionar correctamente—. Voy.
Lentamente,
JiSung comenzó a volver a ser dueño de su cuerpo y empezó a caminar, moviendo
primero un pie y después el otro en un esfuerzo casi titánico que lo llevó
finalmente hasta la puerta del apartamento, donde se encontraba su hermano
observando a un ángel de alas del color del atardecer. Era MinHo, una cara
conocida, una cara que se había mostrado amable con él y eso hizo que el chico
se calmara un poco porque su presencia allí no podía ser tan mala, después de
todo, aunque notaba un poco de tensión en el ambiente, la calidez que
desprendía el ángel hacía que se sintiera un poco más tranquilo a pesar de
todo. En cuanto lo vio ángel le dedicó una de aquellas sonrisas encantadoras
que ya le había mostrado esa misma mañana, una sonrisa que JiSung correspondió
tímidamente.
—Nos
volvemos a ver —le dijo el ángel, provocando que su hermano se girase hacia él
para mirarlo con cara de estupefacción.
—¿Lo
conoces? —le cuestionó.
—¿Podría
decirse que sí…? —respondió JiSung, no muy seguro de si esa era una respuesta
correcta a aquella pregunta.
—Han
JiSung… ¿conoces a un ángel y cuando te he preguntado antes que si había pasado
algo nuevo en tu vida no se te ocurre decírmelo? —inquirió.
JiSung
volvió a tragar saliva, su boca repentinamente seca y su cerebro trabajando a
toda velocidad para tratar de encontrar una respuesta coherente y que no los
pusiera en riesgo a ninguno de los dos; sin embargo, no le hizo falta esbozar
ni una palabra, ya que MinHo volvió a hablar.
—No
me gustaría entremeterme en vuestra conversación —comentó—. Pero he venido
porque necesito que JiSung me acompañe a la Torre por un imprevisto que ha
surgido en el departamento y precisamos de su ayuda.
JiSung
estuvo tentado a protestar porque aquella era una excusa muy pobre, ya que, si
algo así hubiera sucedido, lo habrían llamado por teléfono para que fuera a
ayudar, no se había presentado ningún ángel allí. No obstante, el cerebro de su
hermano parecía que no coordinaba todavía bien la información y aquello no le
pareció nada raro, así que, JiSung simplemente tuvo que seguirle el juego a
MinHo, sabiendo perfectamente que el motivo de su visita tenía muy poco que ver
con un imprevisto surgido en su departamento y mucho con aquella reunión de esa
mañana en el despacho del arcángel.
—Es…
urgente, supongo —murmuró.
—Muy
urgente —replicó MinHo.
—Entonces…
tendré que ir…
—Te
espero abajo —dijo al ángel.
Después
de aquello, se giró, mostrando aquellas preciosas alas con los tonos del
atardecer, y echó a andar por el pasillo de la comunidad hasta el ascensor.
JiSung estuvo tentado a cerrar la puerta de su apartamento con llave, cerrar
todas las ventanas y bajar las persianas hasta el fondo para convertir aquel
lugar en un búnker impenetrable… pero sabía perfectamente que aquello sería una
tontería y que, si lo habían llamado de la Torre en mitad de la noche, lo mejor
que podía hacer para que no sucediera nada malo sería simplemente presentarse
allí, tal y como había hecho aquella mañana.
—Puedes
quedarte a dormir después de comer, si quieres —le dijo a su hermano, con algo
de resignación, colocándose sus zapatos para salir—. No sé cuándo volveré, pero
espero no tardar mucho.
—Me
voy a quedar porque me tienes que contar cómo narices conoces a un ángel —replicó
su hermano—, así que, vuelve pronto.
—Lo
intentaré —respondió.
~~
Christopher
caminaba de un lado a otro de su despacho nerviosamente, dando largas zancadas
y pensando una y otra vez en si había hecho lo correcto o se había precipitado.
Cuando las cosas incumbían a aquel chico humano, el arcángel no estaba seguro
de que las decisiones que tomaba fueran lo suficientemente premeditadas o se
debían a sus impulsos y sus ansias de volverlo a ver. Quizás, aquella reunión
en mitad de la noche a la que lo había convocado tuviera un poco de ambas
porque la parte racional de Christopher le decía que le debía una explicación
mucho más extensa sobre el propósito de su presencia allí entre los demás
ángeles cuando no era uno de sus congéneres, pero la parte irracional lo único
que quería era volver a ver al chico y estar con él a solas una vez más.
Aquella
era una situación bastante extraña ya que el arcángel no había tenido aquel
tipo de conflictos nunca antes en toda su amplia existencia, ya que en la
mayoría de los casos tomaba las decisiones que tomaba sin cuestionarlas
demasiado sabiendo que había hecho lo correcto y, en los escasos casos en los
que no tenía la seguridad de ello, acudía a Felix para obtener otro punto de
vista sobre la situación. Pero en esto en concreto estaba completamente solo ya
que, desde el principio, Felix le había dicho que no era una buena idea meter
al chico en todo aquello y él, aun así, había seguido adelante.
Su
mente fue rozada por una conciencia conocida y el arcángel salió de sus
pensamientos para poder responder a la llamada de MinHo.
“Sire,
ya estamos aquí”, le anunció.
“Deja
que el chico venga solo a mi despacho, lo espero aquí”, ordenó.
“Sí,
sire”.
Saber
que ya habían llegado a la Torre y que en unos minutos estaría solo en su
despacho junto a JiSung provocó que el arcángel se sintiera aún más nervioso.
Había visto esa misma tarde en las cámaras de seguridad cómo el chico se había
derrumbado en el ascensor después de la reunión y sabía perfectamente que éste
estaría igual de nervioso en aquellos momentos por su nueva llamada,
probablemente pasando un mal rato por ello, pero aquello era lo único que podía
hacer por él para que se fuera acostumbrando al nuevo mundo en el que lo había
incluido y, sobre todo, para que dejara de tenerle miedo.
Unos
débiles golpes en la puerta de madera de su despacho le indicaron minutos
después que el chico había llegado, así que, lo invitó a pasar, no pudiendo
evitar quedarse fijamente mirándolo mientras pasaba al interior con timidez y
temor, sintiendo en su corazón estallar una emoción que hacía demasiado tiempo
que no sentía.
Sí. Probablemente
haberlo llamado a aquella reunión en mitad de la noche había sido lo mejor.
Notas finales del capítulo:
—La chica que nombro que era novia de Brian
(Young K) pero a la que le pone los cuernos con Jae y lo deja, es Kim JiEun, la
actriz que salió en la trilogía de MVs de DAY6 ‘When you love someone’, ‘I
loved you’ y ‘What can I do’.
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