Título: Family Secret
Autora: Riz Aino
Pareja: RenMin (RenJun + JaeMin) (NCT)
Clasificación: PG
Géneros: AU, high
school, romance, humor
Número
de palabras:
2.222 palabras
Resumen: JaeMin es el único miembro de la
familia Na que es incapaz de usar el don de la familia y el que más lo
necesita…
Notas: historia escrita para Mara, que fue una
de las pocas personas que acertó todas las respuestas en un juego sobre NCT.
Comentario
de autora:
tenía pendiente escribir un RenMin/MinJun (no sé cómo se llama la OTP) y la
petición me vino de lujo. Espero que os guste.
La familia Na siempre
había tenido cierta reputación en cuanto a encantar los corazones de las personas
se trataba. No es que fueran abejas de flor en flor, ligando con todo el mundo
y haciendo caer tanto a mujeres como a hombres a sus pies, simplemente era un
talento natural que, con unas sonrisas y miradas, pudieran enamorar a todo el
mundo y en la familia Na trataban de no aprovecharse de aquello para no hacer
daño a las personas que los rodeaban. No
obstante, el talento estaba ahí, y el hijo mayor de la familia, Yuta, era un
maestro del ligue que a pesar de tener solo 22 años había encandilado a más
chicos y chicas de los que podía recordar.
Pero,
aunque la familia Na se caracterizara por tener aquel don, había una persona
que no lo había heredado. Esa persona era el hijo menor de la familia, JaeMin,
quien, al contrario que su hermano mayor, era completamente incapaz de hacer
que las personas se enamoraran de él simplemente mostrándoles una sonrisa
encantadora. Por ese motivo, porque JaeMin no había heredado aquello, se
encontraba en una encrucijada y necesitaba de la ayuda de Yuta para poder salir
de ella.
—Hyung,
por favor, ayúdame —dijo JaeMin, agarrando del brazo a su hermano mayor y
zarandeándolo levemente—. Te lo suplico.
—¿Por qué debería ayudarte? —cuestionó éste.
—Porque eres el único de la familia que puede
ayudarme a conquistarlo —replicó el menor—. Por favor, hyung. Me gustaría poder tener el don de la familia para no tener
que molestar a nadie por esto, pero no lo tengo y necesito conquistarlo.
JaeMin esperó que aquellas palabras llevaran a que su
hermano aceptara ayudarlo, pero mientras Yuta se lo pensaba, el chico no pudo
evitar estar muy nervioso. ¿Qué pasaba si no aceptaba? ¿A quién le iba a pedir
ayuda? Porque él solo ya había quedado patente que era incapaz de ligar con
nadie y no quedar en ridículo el 90% del tiempo y su amigo Jeno traía loquitas
a todas las chicas del instituto porque era un as en los deportes y guapo
además, pero en chicos no estaba muy puesto. Y a quién JaeMin necesitaba
conquistar era a un chico… y antes de que se acabara aquella semana.
Parecía imposible… pero, al menos, JaeMin quería
intentarlo.
JaeMin se había enamorado por completo de RenJun, aquel
muchacho de intercambio que había aparecido en su clase al inicio de ese
trimestre. Era un chico encantador y JaeMin no había podido evitar gravitar a
su alrededor hasta que habían acabado siendo amigos… pero la realidad era que
JaeMin no quería seguir siendo su amigo, quería ser algo más, y aunque había
intentado en varias ocasiones tratar de encandilarlo, no había podido hacer
nada más que el ridículo porque no tenía ningún encanto.
Pero
lo peor de todo aquello era que a RenJun solo le quedaba una semana en Seúl
antes de volver a su ciudad natal en el norte de China y JaeMin necesitaba que
el chico también se prendara de él antes de que se fuera, porque si lo hacía,
podían mantener su relación, aunque fuera a distancia, hasta el año siguiente,
cuando acababan el instituto y comenzaban la universidad, porque ese año,
RenJun iba a volver a Corea para estudiar de nuevo.
Así
que, JaeMin necesitaba por todos los medios convencer a su hermano mayor para
que le enseñara qué es lo que debía hacer para enamorar a RenJun, cómo debía
comportarse para que el chico cayera en sus redes. JaeMin necesitaba que Yuta
le enseñara cuál era el secreto de la familia para hacerlo.
—Vale… te ayudaré —dijo finalmente Yuta—,
pero solo porque haría cualquier cosa antes de tener que ponerme a terminar
este maldito trabajo.
—Hyung,
eres el mejor —replicó JaeMin, saltando a los brazos de su hermano. El mayor
trató de deshacerse de él, pero éste se había pegado a su cuerpo como una lapa
y no lo iba a dejar escapar porque estaba demasiado feliz.
Por fin, bajo la guía de Yuta, iba a
ser capaz de encandilar a RenJun.
~
Los días de la semana fueron pasando mientras
Yuta le iba pidiendo información sobre RenJun y JaeMin se la conseguía y
mientras éste le iba enseñando pequeños truquillos que él utilizaba cuando
quería ligar conscientemente con alguien —ya que lo que le salía de forma
natural era incapaz de enseñarse, era el don de la familia Na y JaeMin no lo
tenía—. Al principio, JaeMin se frustró un poco, porque no entendía cómo una
sonrisa amplia o un pestañeo iban a ser capaces de hacer que el corazón de
RenJun aleteara por él. En cambio, sí que entendía lo de que llevara al chico a
lugares especiales con la excusa de que eran sus últimos días en Seúl, que le
dijera cosas bonitas y que aumentara su contacto físico con él.
No obstante, le pareciera bien o mal, todos
esos días JaeMin hizo todo lo que Yuta le había dicho sin poner ninguna pega y,
por increíble que pudiera parecer, el chico pensaba que había habido algún
avance con RenJun. El chico ahora reía más estando con él y JaeMin lo había
pillado mirándolo fijamente cuando él tenía su vista fija en otra dirección —como
aquella vez en la que después de volver de Namsan se había echado contra la
ventana del bus y, a través del reflejo del cristal se había percatado de que
RenJun no le quitaba la vista de encima—.
—Yo creo que ya lo tienes en el bote —era lo
que Yuta había respondido después de enterarse de aquella cuestión—. Solo
necesitas dar el último paso.
—¿El último paso?
—Sí. El último paso —dijo su hermano, con una
sonrisa—. Lo último que tienes que hacer es hacerle un regalo y decirle que no
quieres que se olvide de ti. Después de eso, no podrá dejar de pensar en ti.
—Hyung…
eres el mejor —replicó JaeMin, mientras su cabeza comenzaba a ir a toda
velocidad para ver qué era lo que podía comprarle a RenJun.
~~
La tarde antes de que RenJun tuviera
que coger el avión para volver a casa, JaeMin le pidió quedar unos momentos
para llevar finalmente a cabo su plan maestro, esperando no ser demasiado
molesto por si éste todavía no había terminado de recoger algunas de sus cosas.
Sin embargo, pareció que al chico no le importó para nada quedar con él en un
parque cercano a la residencia de estudiantes en la que se había estado
quedando RenJun todos aquellos meses.
JaeMin estaba un poco nervioso.
Después de todo lo que había trabajado bajo la guía de su hermano mayor, el
chico esperaba que no hubiera sido en balde y que todo saliera bien, tal y como
Yuta le había dicho, pero no podía evitar pensar en que seguro que hacía algo
mal o que RenJun realmente no había caído por él en aquella semana que habían
pasado cada segundo del día pegados el uno al otro. JaeMin había hecho todo lo
que su hermano mayor le había mandado y, por la experiencia que éste tenía,
todo debía de haber ido bien, pero el chico todavía tenía dudas de que lo
hubiera conseguido. Sin embargo, para poder hacer aquello último bien, debía
dejar de lado todas sus preocupaciones y miedos.
Mientras esperaba a que RenJun
bajara al parque, JaeMin no pudo evitar echar un último vistazo al regalo que
le había comprado al chico. No le había salido muy caro y no era tampoco nada
del otro mundo, pero a Yuta le había parecido que era lo ideal para aquello y
JaeMin no había podido expresar lo contrario porque a él también se lo parecía.
Simplemente había comprado dos brazaletes finos que hacían juego, uno dorado y
otro plateado, uno para él y otro para RenJun, pero con estos esperaba que de
verdad RenJun no pudiera dejar de pensar en él y en el momento en el que
volvería a Seúl para volver a encontrarse.
—¡JaeMin! —dijo RenJun, llamando su atención y
el chico dejó de mirar los brazaletes que tenía en su mano, escondiéndolos
detrás de su espalda—. ¿De qué querías hablarme? —le preguntó, llegando hasta
él.
JaeMin no pudo evitar tragar saliva, totalmente
nervioso. Había ensayado la conversación que iba a mantener con el chico la
noche anterior y aquella mañana con su hermano, pero ahora que se encontraba
allí, frente a RenJun, se quedó totalmente paralizado por unos momentos, sin
saber cómo comenzar… hasta que vio cómo RenJun le dedicó una de sus sonrisas
encantadoras, aquellas que hacían que el corazón de JaeMin diera un vuelco
dentro de su pecho. En ese momento, el chico inspiró hondo y trató de sacar de
su garganta las palabras que tenía que decir, aunque no fueran exactamente
aquellas que había ensayado.
—La verdad… es que quería decirte algo
importante —comenzó, toqueteando los brazaletes con sus dedos a medida que
hablaba, tratando de calmarse—. Hoy ya te vas y no vamos a poder ser capaz de
vernos en un tiempo… y bueno… no quiero que te olvides de mí… por eso, por eso
quería darte algo… —JaeMin sacó sus manos de detrás de su espalda y se las
mostró a RenJun, enseñándole los dos brazaletes—. Uno es para ti y otro es para
mí… para que no nos olvidemos el uno del otro… puedes elegir el que más te
guste.
JaeMin tenía la cabeza un poco agachada, para
no mirar directamente la expresión que el otro había puesto en su rostro, pero
en su visión periférica captó la enorme sonrisa en el rostro de RenJun y el
chico no pudo evitar sentirse un poco más calmado. A RenJun aquello le había
gustado, quizás su hermano sí que hubiera acertado con todo y quizás todo le
estuviera saliendo a pedir de boca.
—No tenías por qué hacer esto —murmuró RenJun
mientras cogía uno de los brazaletes, el dorado, y se lo colocaba en la mano
izquierda—. No te olvidaría por nada del mundo, eres una persona muy especial
para mí.
Acto seguido, RenJun acortó la escasa distancia
que los separaba y abrazó fuertemente a JaeMin, que correspondió aquel abrazo
de la misma forma, sin quererse separar del cuerpo del otro nunca más. Pero
aunque pasaron un buen rato abrazados, tuvieron que separarse el uno del otro
porque no podían quedarse de aquella forma toda la vida, RenJun tendría que
terminar de preparar cosas para su inminente marcha y JaeMin tenía que darle
las gracias a su hermano por haberlo ayudado con todo aquello.
—Yo tampoco te voy a olvidar —replicó JaeMin,
colocándose él el brazalete plateado que el otro no había elegido—. Y esperaré
el momento en el que me digas que vuelves a Seúl.
Ambos se miraron durante unos segundos a los
ojos, pero JaeMin no pudo evitar desviar su vista a los labios de RenJun.
Quería besarlo, pero no podía hacerlo todavía, su hermano le había dicho que
era mejor que se reservara el beso para cuando se reencontraran porque eso
haría todo mucho más sencillo, así que el chico trató de contenerse. Sin
embargo, ajeno al conflicto interno que tenía JaeMin, RenJun simplemente volvió
a acortar la distancia que los separaba para esta vez dejar un corto beso sobre
sus labios.
—Yo también esperaré el momento en el que
podamos volver a estar juntos —murmuró el chico contra sus labios—. Mientras
tanto, hablemos todos los días porque si no te voy a echar demasiado de menos.
—Vale —respondió JaeMin, besando los labios de
RenJun durante unos segundos—. Hablemos todos los días.
Cuando finalmente se despidieron,
JaeMin no pudo evitar que una sonrisa que reflejaba su absoluta felicidad se
instalara en su rostro durante todo el camino a casa. No solo había conseguido
que RenJun se prendara de él, sino que había conseguido que se enamorara de él,
de la misma forma que él ya estaba enamorado de RenJun y eso era muchísimo más
de lo que se había planteado, muchísimo más de lo que su corazón podía
soportar, porque llevaba desde que se habían dado su primer beso danzando como
loco.
JaeMin no había heredado el don de
encandilar a las personas de la familia Na, pero gracias a su hermano Yuta
había conseguido encandilar a la persona que amaba y eso era más que suficiente
para él.
Notas finales:
—Y,
para quienes no lo sepan, JaeMin sí que le ha regalado en la realidad a RenJun
un brazalete a juego con uno que lleva él. Aquí
está la muestra.
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