CHAPTER
1: THE MISSION
Aunque
la puerta de madera de dos hojas fue cerrada a sus espaldas cuando todos
salieron, JiSung todavía podía sentir la mirada fija del arcángel Christopher
en su nuca y un escalofrío recorrió toda su columna vertebral de arriba abajo
sin que el chico pusiera detenerlo. Durante toda aquella impactante reunión, el
chico había sentido cómo éste no apartaba su mirada prácticamente en ningún
momento de él y JiSung había pasado todo el tiempo tratando de controlar su
cuerpo para que dejara de temblar como un flan por el peso de la intensidad de
aquella mirada y de miedo. Había tratado de contenerlo porque no había querido
verse como alguien débil, en una habitación en la que había estado rodeado por
siete ángeles y un arcángel, ocho seres que poseían un poder inmenso y que
podían acabar con él de la misma forma que JiSung lo hacía con los pequeños
bichos que encontraba de vez en cuando en el nuevo y pequeño piso al que se
acababa de mudar en la capital. Ni siquiera entendía el motivo por el que había
sido admitido a entrar en aquella reunión tan importante, simplemente era un
humano normal y corriente sin poder alguno que lo único a lo que había aspirado
en la vida había sido a tener un trabajo mínimamente estable que lo ayudara a
mantenerse y vivir independizado, obviamente jamás había aspirado a encontrarse
en el despacho del arcángel de Oceanía con otros siete mortíferos ángeles más,
siendo incluido en algo tan enorme como aquello.
—¿Vas
a quedarte todo el día aquí? —le cuestionó una voz suave y calmada, pero con un
leve toque de sarcasmo. JiSung se sobresaltó al escuchar aquella voz tan cerca
y salió de sus pensamientos por completo, poniéndose en guardia—. ¿Te he
sobresaltado? Lo siento.
JiSung
parpadeó rápidamente un par de veces, aún sorprendido por la cercanía de aquel
ser y por todos los sentimientos que transmitía a través de su voz, curiosidad
en su pregunta, verdadero arrepentimiento por sobresaltarlo luego. Quien le
había hablado había sido uno de los ángeles que acababa de salir del despacho
del arcángel Christopher junto a él unos momentos antes, el ángel que, en lugar
de mostrar evidente desagrado por su presencia allí, le había dedicado una
sonrisa encantadora cuando la atención de todos se había dirigido hacia él en
un momento de la reunión. El ángel, como todos, era realmente hermoso. Tenía
unos carismáticos ojos de color chocolate y la nariz recta y afilada, bajo la
cual se encontraban unos labios finos; su rostro estaba enmarcado por las
líneas rectas de su mandíbula, aunque no tan rectas como las de otro de los
ángeles que había estado en la reunión; su pelo, del mismo color chocolate del
de sus ojos parecía suave y sedoso. Era un poco más alto que JiSung, pero lo
parecía mucho más debido a aquel porte angelical que el chico se había dado
cuenta que todos poseían y, sus alas a su espalda, eran algo más pequeñas en
comparación a las de los demás ángeles que había visto en aquel escaso lapso de
tiempo, pero realmente hermosas, de los colores de los que el cielo se teñía en
el atardecer, naranjas, rosáceos, azules y violetas, formando una composición
totalmente increíble.
—Vas
a bajar en el ascensor, ¿verdad? —le preguntó el ángel, hablando de nuevo,
haciendo que JiSung se tuviera que enfocar y dejara de admirarlo—. Qué
preguntas hago… —murmuró divertido—, no es como si te pudieras lanzar por la
ventana como los demás y salir de aquí volando, claro que vas a coger el
ascensor, por las escaleras tardarías una eternidad en bajar.
JiSung
asintió, no sabiendo cómo volver a utilizar sus cuerdas vocales de nuevo sin
que su voz sonara débil y ahogada. Un ángel le estaba hablando de forma casual
delante de la enorme puerta de madera del despacho del arcángel Christopher y,
además de no saber cómo podía dirigirse a él, el chico se sentía totalmente
descolocado por aquella muestra de cortesía y amabilidad, si es que se la podía
llamar así realmente.
—Entonces
bajemos juntos —le propuso el ángel, de forma cálida—. Odio tener que subirme a
ese maldito ascensor de cristal solo.
Éste
le dedicó una pequeña sonrisa antes de comenzar a caminar por el amplio pasillo
por el que había sido conducido JiSung antes por aquella muchacha bajita que
ahora no se veía por ningún lugar. Allí solo se encontraban él y el ángel de
las alas del color del atardecer, los demás debían de haber desaparecido mientras
el chico estaba perdido en sus pensamientos sobre todo lo que había sucedido
tras las enormes puertas de madera del despacho del arcángel. Debían haber
salido por alguna de los amplios ventanales. Aquella era la forma de entrar y
salir del edificio que tenían los ángeles, los ángeles y los arcángeles. Un
escalofrío volvió a recorrer el cuerpo de JiSung al pensar en la mirada fija,
aquellos rasgados ojos castaños oscuros, del arcángel sobre él. Su cuerpo había
reaccionado violentamente a todas las sensaciones que había tenido desde que
había recibido la noticia de que había sido llamado a subir a la última planta
de la Torre del Arcángel y durante la reunión, había sido mil veces peor,
porque las diversas presencias de aquellos seres habían sido demasiado
apabullantes. Todavía sentía también en su piel, en su garganta, la sensación
de ahogo que le había producido haber estado encerrado en el ascensor durante
tan solo unos pisos con el ángel de las alas bronce… una sensación que no
quería volver a repetir otra vez.
—¿B-ba-baja
en ascensor? —se atrevió a preguntarle al ángel que le había dado la espalda y
se había alejado de él ya unos metros, antes de que se perdiera de vista—. ¿No
sale por la ventana como los demás?
El
ángel se detuvo al escuchar su pregunta reverberar en las paredes del amplio
pasillo y se giró hacia él lentamente, volviéndose solo de forma parcial, lo
suficiente para dedicarle una sonrisa divertida y cálida, aunque bajo ella se
podía distinguir un leve eco de pesar, aunque solo fue durante un instante y el
chico no supo si había sido real o algo que se había imaginado ver.
—No
soy un ángel como todos los demás —le respondió, divertido—. Y puedes llamarme
MinHo, vamos a pasar mucho tiempo juntos a partir de ahora y me siento muy raro
si me hablas así de formal.
JiSung
quiso replicar, quiso decirle que claro que debía tratarlo formalmente porque,
aunque aquel ángel tuviera la apariencia de alguien joven, alguien que había
pasado hacía poco de la veintena, en realidad había vivido muchísimos siglos.
Todo el tiempo que durara la vida del chico, por mucho que ésta durase, no
sería nada comparable a la vida que los ángeles que acababa de encontrar ya
habrían vivido. Sin embargo, no replicó. JiSung no dijo ni una palabra y solo
asintió, porque también comprendía que siendo un mero humano no estaba en
posición de replicarle a un ángel, de la misma forma que en el despacho se
había callado todo lo que quería haber dicho por esa misma razón. Si aquel
ángel quería que lo tratara casualmente, él lo haría.
No tenía tan claro lo
de subirse al ascensor con él… pero también lo haría. Su presencia no lo había
abrumado de la misma forma que lo había hecho la del hermoso ángel de las alas
de color bronce, no había sentido esa misma aura mortal procedente de él, sino
más bien, era un sentimiento cálido el que le provocaba. Por eso, tratando de
no cuestionar mucho nada, siguió al ángel hasta el ascensor cuando éste comenzó
a caminar de nuevo, algunos pasos por detrás de él, teniendo una vista
espectacular de aquellas alas de los colores del atardecer que no eran tan
inmensas como las de los otros ángeles que acababan de cruzarse en su vida.
Tenían unos colores tan vivos y también un aspecto tan suave que JiSung quiso
alargar su mano para rozarlas con las puntas de sus dedos, pero no lo hizo,
obviamente era algo que no podía hacer.
El viaje en el ascensor
después de que se cerraran las puertas y cada uno pulsara los botones de las
respectivas plantas a las que se dirigían fue parecido y a la vez completamente
distinto a lo que había sido el ascenso para JiSung. Fue parecido porque
compartió aquel lugar con un ángel que se dejó caer contra la esquina contraria
a la del chico, con sus brazos cruzados sobre su pecho y sus ojos cerrados, fue
distinto porque la sensación dentro del cubículo de metal y cristal no era
asfixiante y fue parecido porque el chico seguía sintiendo que su cuerpo
temblaba de vez en cuando, que sus rodillas estaban a punto de ceder y hacer
que cayera al suelo por no poder mantenerse en pie… fue diferente porque, al
contrario de la subida, JiSung ya sabía qué era lo que lo había llevado hasta
la última planta de la Torre del Arcángel, aunque saberlo no hacía que se
sintiera mucho mejor, de hecho, había hacho que se sintiera bastante peor
porque seguía sin entender el motivo de su presencia allí arriba.
Cuando
el ángel se bajó del ascensor en su planta y las puertas se cerraron después de
que éste se despidiera de él, JiSung acabó dejándose caer por la pared hasta
llegar al suelo. Sus piernas no habían podido sostenerlo más. El chico casi
habría preferido no haber salido de aquel despacho con vida, casi habría
preferido que antes de que el arcángel Christopher comunicara el por qué todos
habían sido llamados allí, por qué él había sido llamado allí, lo hubieran
lanzado por uno de aquellos enormes ventanales. Casi… porque en el fondo JiSung
apreciaba su vida, pero a pesar de que la apreciaba, no estaba nada seguro de
que pudiera salir con vida de todo aquello, no tenía ninguna garantía de que
él, humano, mortal, pudiera salir con vida de algo a lo que seres inmortales
temían y eran incapaces de controlar. El chico no tenía ni idea quién había
sido la cabeza pensante detrás de su adición a aquel grupo, pero no creía que
fuera alguien muy brillante.
Porque
JiSung había sido llamado al despacho del arcángel Christopher junto a otros
siete ángeles para llevar a cabo la peligrosa misión de dar caza a unos demonios…
pero no a unos demonios cualquiera, unos demonios increíblemente poderosos.
En
aquel mundo, los arcángeles eran quienes gobernaban realmente, quienes movían
absolutamente todos los hilos, y no lo eran simplemente por ser seres
inmortales mucho más fuertes que los humanos y por eso los tenían subyugados.
No. Los arcángeles se encontraban allí por la simple razón de mantener a los
demonios a raya, unos demonios que se alimentaban del tormento, del daño, de la
ira, del estrés… en definitiva, de toda la energía negativa que poseían los
humanos y los ángeles y comenzaban a tomar forma y a crecer hasta que se
convertían en seres oscuros que provocaban verdadero caos allá donde se
materializasen. JiSung solo había visto una vez por la televisión la
devastación provocada por la aparición de un demonio y había sido realmente
escalofriante. Habían pasado muchos años, todavía era un crío cuando lo había
visto, pero las imágenes se habían quedado grabadas a fuego en su retina y no
pudo evitar rememorarlas en aquellos momentos.
En
las calles del centro de Bangkok, la mayor parte de los edificios se
encontraban en llamas, el cielo estaba cubierto por una densa capa de nubes
oscuras y tóxicas, las carreteras y el acerado habían sido destrozados, el agua
de las tuberías se escapaba por todas partes y todo estaba lleno de cadáveres
apilados a un lado y a otro, personas inocentes que habían perdido su vida por
encontrarse simplemente en el lugar equivocado, en el momento equivocado, el
lugar y el momento en el que un demonio se había materializado y había hecho
que todo a su alrededor se volviera el caos más absoluto. El chico podía
recordar vagamente que el arcángel de Siam había muerto en la batalla y que
había sido un poderoso ángel con las alas como la piel de un leopardo el que al
final había resuelto aquel conflicto cazando y sellando a aquel demonio para
que nunca más volviera a perturbar a los humanos; no obstante, el coste en
vidas humanas había sido demasiado alto.
Desde
aquella vez, no se había vuelto a producir ninguna aparición de demonios que se
hubiera conocido, aunque muy probablemente éstas hubieran sido ocultadas al
mundo para que éste no se sintiera tan indefenso ante aquellos seres tan
poderosos, pero, oficialmente, era algo que no había vuelto a ocurrir… hasta
ahora.
Y
JiSung tenía miedo…
.
.
.
—Ya
estamos todos —anunció el arcángel con una voz dulce y melosa—. Supongo que
querréis saber por qué habéis sido convocados aquí.
JiSung
se quedó paralizado junto a la puerta al escuchar aquella frase. El arcángel de
Oceanía lo había estado esperando a él, un simple humano, para comenzar una
reunión que tenía pinta de ser muy importante porque en aquel despacho había
otros siete ángeles más. Su corazón comenzó a latir muy rápido por el miedo y
por la tensión que se percibía demasiado clara en el lugar, tan clara que
podría haber sido cortada con un cuchillo. Aquel no era su sitio, él no tenía
por qué estar allí, realmente no importaba que hubiera sido llamado para estar
presente en esa reunión, él no pertenecía a ese despacho; sin embargo, no fue
capaz de hacer o de decir nada, no fue capaz de expresar en voz alta esa
incomodidad, ni siquiera cuando dieciséis pares de ojos lo observaron
fijamente. Lo único que JiSung pudo hacer en ese momento fue tratar de
tranquilizar a su corazón mientras imponía una fachada exterior de calma
absoluta.
Los
ángeles eran los seres más bellos de la tierra, de eso no había ninguna duda…
sin embargo, aquella belleza era mortífera, JiSung no olvidaba aquello, como
tampoco olvidaba que él era un mero humano.
—Os he convocado aquí
porque hay una grave amenaza que se cierne sobre nuestras tierras y vosotros
sois los más cualificados para el trabajo de asegurar que la amenaza no se
convierta en una tragedia —dijo el arcángel, llamando la atención de todos los
que se encontraban allí, haciendo que los ojos de los ángeles dejaran de estar
fijos sobre JiSung, posándose sobre él en su lugar—. Cada uno de vosotros tiene
una habilidad especial que os hace idóneos para llevar a cabo este trabajo y
que asegura el éxito de la misión que os debo asignar.
JiSung
tragó saliva de forma bastante evidente, su garganta se había quedado
completamente seca. Habilidades especiales. Todos aquellos ángeles tenían
habilidades especiales para una misión que tenía aspecto de peligrosa por las
palabras y el tono serio que el arcángel había usado. JiSung obviamente no
tenía ninguna habilidad que lo hiciera especial, no la tenía ni de lejos, a no
ser que contara con que estuviera allí con ellos para llevarles cafés, porque
su gran talento era recordar todos los cafés que tomaban los miembros del
departamento para el que trabajaba y servírselos sin equivocarse. Él estaba muy
fuera de lugar, lo sabía… y los demás también lo sabían.
—Algunos de vosotros
habéis sido convocados por mí, mientras que otros habéis sido enviados por
JiHyo —continuó, observando a los tres ángeles que se encontraban sentados a su
izquierda, uno de ellos tenía una expresión seria en su rostro de líneas rectas
y alas de color gris perla; los otros dos también estaban terriblemente serios,
pero a JiSung le pareció realmente curioso que éstos fueran tan jóvenes—.
Confío en la arcángel de Corea plenamente, así que, de la misma forma confío en
que ella ha enviado a los mejores ángeles dada la situación y la rapidez con la
que se ha tenido que realizar esto debido a que no tenemos tiempo que perder.
—¿Cuál es esa amenaza? —cuestionó
el ángel que había subido junto a JiSung en el ascensor, su voz había sonado
tan mortífera y fría que JiSung apenas pudo reprimir el escalofrío que recorrió
su cuerpo de arriba abajo—. No podemos enfrentarnos a ella a ciegas.
El
arcángel Christopher le dedicó una mirada de soslayo al ángel de las alas de
color bronce y después apretó sus labios en una fina línea, tomándose su tiempo
para contestar a aquella exigencia.
—Hace unos días
aparecieron unos demonios —contestó.
Aquello provocó la
sorpresa generalizada de todos los que se encontraban allí, sobre todo la de
JiSung. No era nada común que los demonios aparecieran, aunque sí que había
habido casos y, por ese motivo, los ángeles y los arcángeles se encontraban en
el mundo.
—¿Dónde
ha sido? —preguntó el mismo ángel—. Este país está completamente en calma desde
hace décadas.
—La energía negativa de
los seres humanos y de los ángeles suele concentrarse en zonas con gran
población o de inestabilidad y guerras por lo general —expresó el arcángel
Christopher, dando una información de la que JiSung estaba al corriente,
aquello era algo que se daba en la escuela—. Sin embargo, esta vez se ha
acumulado en una zona despoblada en la que los vientos de todo el planeta
confluyen.
Por las primeras
palabras del arcángel, JiSung pensó que los demonios habían debido de aparecer
en algún lugar de las enormes zonas desérticas del país, que se encontraban
prácticamente despobladas, pero tras escuchar la parte final, estuvo
completamente seguro de que no era ninguno de aquellos desiertos por los
vientos.
—La
Antártida.
Aquello lo dijo uno de
los dos ángeles que tenían la apariencia de adolescentes, sus ojos eran
rasgados, pero a la vez bastante grandes y los rasgos de su rostro eran bastante
lineales, el contorno de su mandíbula completamente definido y las alas a su
espalda eran de color verde esmeralda, las plumas tenían el mismo brillo que
tenían aquellas piedras preciosas. El arcángel Christopher asintió.
—La Antártida es un
continente totalmente despoblado y desolado, un lugar ya de por sí inhóspito,
pero la aparición de los demonios ha hecho estragos, los ángeles destinados
allí lo han visto con sus propios ojos y he sido avisado de ello —dijo el
arcángel.
—Los desterrados… —murmuró
un ángel que se encontraba cerca de JiSung, tan débilmente que el chico se
preguntó si se había imaginado aquellas palabras o no.
—Los demonios han
comenzado a moverse fuera de allí porque en aquel lugar no hay humanos de los
que poder dragar su energía y los lugares más cercanos al continente, las rutas
naturales de escape son Suramérica y Oceanía… por alguna razón, han escogido
seguir la ruta hacia mis tierras.
—¿La información es
veraz? —cuestionó el ángel de las alas de color bronce de nuevo. Ahora que
JiSung lo volvía a mirar, parecía que las heridas que tenía cuando se había
subido al ascensor con él se estaban volviendo mucho más pequeñas, como si se
estuvieran curando solas rápidamente.
—Totalmente veraz —replicó
el arcángel—. ChangBin estaba allí cuando sucedió.
Señaló
levemente con su cabeza al ángel que se encontraba junto a los grandes
ventanales del despacho, un ángel de pelo negro azabache y alas del mismo
color, unas alas que parecían absorber la luz que se encontraba a su alrededor.
Cuando se giró hacia ellos, sus rasgos afilados y fuertes dejaron a JiSung un
momento sin respiración, sus ojos tan oscuros que la pupila no se distinguía
del iris y su vestimenta también era de aquel color. La habitación se quedó
completamente en silencio.
—Hace un par de días
notamos una actividad extraña en torno al polo sur —comenzó, hablando con voz
rasposa—. Teniendo en cuenta que allí solo nos encontramos una decena de
ángeles y algunos puestos de investigación de los humanos, era algo bastante
inusual, así que, un compañero y yo nos dirigimos al lugar para ver qué sucedía
—hizo una pequeña pausa, como si recordar lo que había visto le causara
malestar, algo que tenía sentido, porque la aparición de demonios no era nada
agradable—. Al llegar nos topamos con un socavón gigantesco en la capa de hielo
que dejaba ver la tierra que había debajo y la actividad demoníaca era muy
fuerte —explicó—. Probablemente no confiéis en mí por lo que soy, pero por lo
que soy, supe inmediatamente que aquello había sido obra de demonios.
Murmullos
se dejaron escuchar en el despacho, murmullos que JiSung fue incapaz de
entender porque no había entendido las últimas palabras de aquel ángel. Le
faltaba una información importante para poder entenderlas, pero dadas las
circunstancias, dado que se encontraba en aquel lugar cuando realmente sabía
que no debería estar allí, su cuerpo y su mente se lo gritaban, el chico no
podía hacer preguntas o exigir que le explicasen lo que no entendía.
—No estaban por allí en
ese momento —continuó—, por lo que, mi compañero y yo nos dividimos para ver
qué ruta de salida habrían tomado y yo fui el que vi a los demonios dirigirse
en esta dirección, así que, tomé la decisión de venir a avisar al arcángel
ocupado de estas tierras.
—¿Como podemos creerlo?
—volvió a cuestionar el ángel de las alas de color bronce, sin siquiera
dirigirle la mirada al otro, pidiéndole las explicaciones al arcángel
Christopher.
—Sabes perfectamente
que no habría convocado está reunión y menos le habría pedido apoyo a JiHyo de
no estar completamente seguro de que la amenaza es real —replicó el arcángel y
pareció que iba a decir algo más, pero se quedó unos momentos callado, su ceño
fruncido y su mirada perdida. Las palabras que expresó después no parecieron las
que había pensado en primera instancia—. Aún tenemos de margen otros tres días
más para poder trazar un plan para evitar su entrada en el continente y me
gustaría que todos estuvierais alerta en todo momento por si sois necesarios.
Podéis retiraros.
JiSung
tardó un momento en reaccionar ante la despedida tan abrupta y, para cuando
comenzó a moverse, muchos de los ángeles ya habían salido de la sala, así que,
se apresuró a atravesar la enorme puerta de madera, notando los ojos del
arcángel fijos a su espalda.
.
.
.
JiSung
todavía sentía una horrible opresión en su pecho y su respiración seguía
levemente acelerada cuando al final pudo volver a tener el control de su cuerpo
y se puso de pie con algo de trabajo, usando toda la fuerza que pudo reunir
para apoyarse contra las paredes de cristal del ascensor, tan solo unos pocos
segundos antes de que las puertas de éste se abrieran en su planta. Apretando
los dientes, el chico salió del cubículo tratando de calmarse y de no expresar
en su cuerpo y en su rostro lo asustado y agobiado que estaba, ya se había
permitido bastante al derrumbarse en el ascensor cuando no debería de haberlo
hecho. Todavía le quedaba una jornada muy larga para acabar su trabajo y llegar
a casa, tenía que seguir adelante, no podía permitirse perder aquella
oportunidad de trabajo que le habían dado por lo que había sucedido en el
despacho del arcángel, aquello era algo que debía arreglar, aunque no sabía
cómo lo haría todavía.
~~
—¿Crees
que he hecho bien en traerlo aquí?
Aquello fue lo que le
cuestionó el arcángel Christopher al ángel que se encontraba junto a él en la
sala de las cámaras de seguridad del edificio, ni siquiera se había girado
hacia el ángel de cabello dorado y alas del color del mar, azules turquesas con
leves tonos verdosos, sus ojos no podían apartarse de la pantalla en la que se
mostraba cómo el chico se había derrumbado sobre el suelo del ascensor,
respirando rápidamente y con una mano sobre su pecho, como si se estuviera
quedando sin aire y su corazón doliera. Aquella simple imagen había provocado
que el arcángel comenzara a replantearse si su decisión había sido la correcta
o si, dadas las circunstancias, se había precipitado.
—Sabes
que yo no estaba de acuerdo desde que me lo comentaste —le respondió.
Con
los labios apretados en una fina línea y los ojos todavía fijos en la pantalla
que mostraba ahora cómo el chico se levantaba del suelo y trataba de recuperar
la compostura de nuevo, Christopher asintió a las palabras de Felix, su mano
derecha, el único ser al que siempre le había permitido que le diera su
opinión, aunque esta contradijese lo que él pensaba. Ocasionalmente había
tomado también sus consejos, cuando estos eran razonables y otras veces el
ángel le había abierto los ojos a otras opciones que él ni siquiera había
contemplado… sin embargo, cuando le había comentado que quería incluir a Han
JiSung en el grupo para llevar a cabo la misión y Felix le había recomendado
que no lo hiciera, no lo había escuchado. Ahora era tarde porque el chico había
tenido acceso con aquella reunión a información clasificada que los humanos no
debían de saber y aunque confiaba en que, debido a la personalidad del joven,
éste no contaría nada de lo que había escuchado, ya sabía más de lo que debía y
tenía que estar en el equipo por sus capacidades.
—No
obstante —continuó Felix—, confío en que esta decisión ha sido tomada en base a
lo que puede aportar al grupo y no simplemente porque quisieras tenerlo cerca.
Christopher
apartó los ojos de la pantalla para encontrarse con aquellos ojos color miel
cuya forma siempre le habían recordado a los de los felinos, con la excepción
de la característica pupila alargada que los animales poseían, que lo miraban
con seriedad. Él también esperaba que la decisión la hubiera tomado la parte
racional de su cerebro y no se hubiera dejado llevar, porque no se perdonaría
volver a perderlo de nuevo.
—MinHo
ha hecho buenas migas con él —dijo el ángel—, ¿te gustaría que estuviera cerca
del chico por si algo ocurriera?
—Sí
—asintió—. Por ahora solo puedo confiar en él para eso, a ti te necesito aquí y
HyunJin ahora mismo no tiene la cabeza donde tiene que estar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario