domingo, 6 de febrero de 2022

[One Shot] 2021 Super Rookies Drabbles: Golden Sin {GeonHoon}

Título: Golden Sin

Autora: Riz Aino

Pareja: GeonHoon (ChiHoon + DongGeon) (TO1)

Clasificación: NC–17

Géneros: AU, fantasy, mythology, romance, smut, pwp

Número de palabras: 1.049 palabras

Resumen: ChiHoon sabe que aquello es pecado… pero no puede evitar seguir pecando junto a DongGeon.

Advertencias: pensamientos impuros y relaciones sexuales explícitas.

Notas: esta idea la tenía pensada desde el principio de los tiempos y la he rescatado del baúl para escribirla. En un inicio no era ni siquiera de TO1, pero pensé que me venía de lujo porque quería hacer algo de este estilo.

Comentario de autora: llevaba un tiempo queriendo escribir sobre ambos y la verdad es que o lo hacía o explotaba. Espero que os guste.

 

Golden Sin

 

            Yacer con un dios era algo que los mortales debían evitar a toda costa, ya que aquello podría traerles una vida llena de desgracias por desobedecer los mandatos de su religión, porque era el mayor de los pecados, pero DongGeon, el dios de la lujuria, había aparecido ante ChiHoon, ante un débil mortal como él y se había desnudado ante sus ojos, sabiendo perfectamente que él estaba allí, observando, sin quitarle el ojo de encima, al otro lado del río. El cuerpo de DongGeon era un increíble pecado, un pecado de piel dorada, de espalda ancha y cintura estrecha, de músculos definidos y manos grandes de dedos largos. De los pies a la cabeza era la perfecta encarnación de la lujuria porque nadie que estuviera ante aquel cuerpo podría resistirse a él, incluso aunque no fuera un dios, nadie podría hacerlo porque era demasiado perfecto e invitaba a demasiadas cosas solo con su mirada oscura, mirada que no se despegaba de ChiHoon, quien simplemente había ido al río a pescar para la casa de su señor. ChiHoon trató de no observar su cuerpo desnudo mientras se adentraba en el río y caminaba hacia él, trató de desviar su mirada y de acabar su tarea antes de que fuera muy tarde porque el pescado debía estar listo para el almuerzo. Trató con todas sus fuerzas de resistirse a él, lo intentó por todos los medios, pero al final no pudo hacerlo… al final lo único que consiguió fue caer rendido a sus pies, a pesar de que era el mayor de los pecados.

 

            La cesta en la que había algunos peces que había conseguido pescar antes de la aparición del dios de la lujuria quedó olvidada en la orilla del río, al igual que la caña que había estado usando para ello mientras se dejaba guiar por DongGeon hasta una zona un poco más resguardada del río, una zona en la que nadie los podría ver. Su corazón latía demasiado deprisa dentro de su pecho y no sabía si era por la excitación que sentía o por el miedo, el miedo a lo que podía pasarle después de acostarse con el dios. Había oído cientos de historias, miles de ellas, en las que contaban cómo mujeres y hombres habían sido seducidos de una forma o de otra por algún dios y después de experimentar el mayor placer en el universo habían acabado afrontando las peores miserias y desgracias que el mundo podía ofrecerles. ChiHoon no era tonto, sabía a lo que se enfrentaba perfectamente, pero teniendo ante él al dios de la lujuria le era completamente imposible resistirse a él, sobre todo, cuando se encontraba desnudo y cuando en sus ojos oscuros podía ver reflejados el placer más absoluto.

 

            ChiHoon se dejó desnudar, dejó que DongGeon lo tocara con aquellos dedos largos que provocaban escalofríos por todo su cuerpo, dejó que lo acariciara por completo, su piel temblando de placer por cada roce, como si de la yema de sus dedos saliera algún tipo de afrodisiaco que lo hiciera incluso más sensible de lo que por lo general era y lo hiciera perder la cabeza. Aquello era increíble, aquello era realmente una locura, pero los dedos del dios sobre su piel eran una fantasía. Cuando sus labios tomaron el relevo de sus dedos ChiHoon se sintió cómo si estuviera en el mismísimo paraíso, junto con los dioses, en la cima más alta del mundo, su cuerpo prácticamente deshaciéndose, derritiéndose con cada beso, calentándose. Se sentía cada momento que pasaba más y más excitado, toda su sangre acumulándose en su entrepierna, yendo hacia su miembro, poniéndose duro completamente a pesar de que no había sido tocado, ni siquiera rozado de ninguna forma, casi a punto de estallar, casi doliendo porque necesitaba liberarse. Pero mientras el dios recorría todo su cuerpo con sus labios, sus dedos no se detuvieron ni un solo segundo en su erección, sino que los llevó hasta su ano, introduciéndolos de uno en uno, provocando que ChiHoon se muriese de placer. No era la primera vez que hacía aquello, su señor solía hacerlo con él, pero nunca antes se había sentido tan increíblemente bien, nunca antes había sentido que quería más, más que solo sus dedos, mucho más.

 

            Cuando finalmente DongGeon se introdujo en él, caliente y duro, lo llenó por completo y sus gemidos debieron escucharse en toda la ribera del río. El placer era tan exquisito, tan digno de un dios… y él tan indigno, pero no había podido evitarlo, no había podido resistirse al dios de la lujuria y lo único que podía hacer en aquellos momentos era deshacerse completamente en sus brazos, agarrándose con fuerza a su cuerpo, sintiendo sus embestidas, fuertes, certeras, una tras otra, hasta que acabó alcanzando el orgasmo, corriéndose como nunca lo había hecho, sintiendo el placer en absolutamente todos los rincones de su cuerpo y notando el semen caliente dentro de su cuerpo.

 

            —Volveré a ti —susurró el dios contra su piel, justo antes de desaparecer.

 

            ChiHoon llegó a pensar que aquel encuentro debía haber sido una especie de sueño febril porque había sido demasiado intenso y demasiado rápido, pero semanas más tarde DongGeon volvió a presentarse de nuevo ante él y ChiHoon se vio arrastrado de nuevo a pecar con él, sin poder resistirse a su cuerpo, sin poder resistirse a volver a experimentar aquel intenso placer, volviéndose sus encuentros cada vez más frecuentes, ChiHoon pecando con DongGeon una y otra vez, esperando que nunca llegara el momento en el que tuviera que afrontar las consecuencias de sus pecados.

 

 

 

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