Título: Golden Sin
Autora:
Riz Aino
Pareja:
GeonHoon (ChiHoon + DongGeon) (TO1)
Clasificación:
NC–17
Géneros:
AU, fantasy, mythology, romance, smut, pwp
Número de palabras:
1.049 palabras
Resumen:
ChiHoon sabe que aquello es pecado… pero no puede evitar seguir pecando junto a
DongGeon.
Advertencias:
pensamientos impuros y relaciones sexuales explícitas.
Notas: esta idea la
tenía pensada desde el principio de los tiempos y la he rescatado del baúl para
escribirla. En un inicio no era ni siquiera de TO1, pero pensé que me venía de
lujo porque quería hacer algo de este estilo.
Comentario de autora:
llevaba un tiempo queriendo escribir sobre ambos y la verdad es que o lo hacía
o explotaba. Espero que os guste.
Golden
Sin
Yacer con un dios era algo que los
mortales debían evitar a toda costa, ya que aquello podría traerles una vida
llena de desgracias por desobedecer los mandatos de su religión, porque era el
mayor de los pecados, pero DongGeon, el dios de la lujuria, había aparecido
ante ChiHoon, ante un débil mortal como él y se había desnudado ante sus ojos,
sabiendo perfectamente que él estaba allí, observando, sin quitarle el ojo de
encima, al otro lado del río. El cuerpo de DongGeon era un increíble pecado, un
pecado de piel dorada, de espalda ancha y cintura estrecha, de músculos
definidos y manos grandes de dedos largos. De los pies a la cabeza era la
perfecta encarnación de la lujuria porque nadie que estuviera ante aquel cuerpo
podría resistirse a él, incluso aunque no fuera un dios, nadie podría hacerlo
porque era demasiado perfecto e invitaba a demasiadas cosas solo con su mirada
oscura, mirada que no se despegaba de ChiHoon, quien simplemente había ido al
río a pescar para la casa de su señor. ChiHoon trató de no observar su cuerpo
desnudo mientras se adentraba en el río y caminaba hacia él, trató de desviar
su mirada y de acabar su tarea antes de que fuera muy tarde porque el pescado
debía estar listo para el almuerzo. Trató con todas sus fuerzas de resistirse a
él, lo intentó por todos los medios, pero al final no pudo hacerlo… al final lo
único que consiguió fue caer rendido a sus pies, a pesar de que era el mayor de
los pecados.
La cesta en la que había algunos
peces que había conseguido pescar antes de la aparición del dios de la lujuria
quedó olvidada en la orilla del río, al igual que la caña que había estado
usando para ello mientras se dejaba guiar por DongGeon hasta una zona un poco
más resguardada del río, una zona en la que nadie los podría ver. Su corazón latía
demasiado deprisa dentro de su pecho y no sabía si era por la excitación que
sentía o por el miedo, el miedo a lo que podía pasarle después de acostarse con
el dios. Había oído cientos de historias, miles de ellas, en las que contaban
cómo mujeres y hombres habían sido seducidos de una forma o de otra por algún
dios y después de experimentar el mayor placer en el universo habían acabado
afrontando las peores miserias y desgracias que el mundo podía ofrecerles.
ChiHoon no era tonto, sabía a lo que se enfrentaba perfectamente, pero teniendo
ante él al dios de la lujuria le era completamente imposible resistirse a él,
sobre todo, cuando se encontraba desnudo y cuando en sus ojos oscuros podía ver
reflejados el placer más absoluto.
ChiHoon se dejó desnudar, dejó que
DongGeon lo tocara con aquellos dedos largos que provocaban escalofríos por
todo su cuerpo, dejó que lo acariciara por completo, su piel temblando de
placer por cada roce, como si de la yema de sus dedos saliera algún tipo de
afrodisiaco que lo hiciera incluso más sensible de lo que por lo general era y
lo hiciera perder la cabeza. Aquello era increíble, aquello era realmente una
locura, pero los dedos del dios sobre su piel eran una fantasía. Cuando sus
labios tomaron el relevo de sus dedos ChiHoon se sintió cómo si estuviera en el
mismísimo paraíso, junto con los dioses, en la cima más alta del mundo, su
cuerpo prácticamente deshaciéndose, derritiéndose con cada beso, calentándose.
Se sentía cada momento que pasaba más y más excitado, toda su sangre
acumulándose en su entrepierna, yendo hacia su miembro, poniéndose duro
completamente a pesar de que no había sido tocado, ni siquiera rozado de
ninguna forma, casi a punto de estallar, casi doliendo porque necesitaba
liberarse. Pero mientras el dios recorría todo su cuerpo con sus labios, sus
dedos no se detuvieron ni un solo segundo en su erección, sino que los llevó
hasta su ano, introduciéndolos de uno en uno, provocando que ChiHoon se muriese
de placer. No era la primera vez que hacía aquello, su señor solía hacerlo con
él, pero nunca antes se había sentido tan increíblemente bien, nunca antes
había sentido que quería más, más que solo sus dedos, mucho más.
Cuando finalmente DongGeon se
introdujo en él, caliente y duro, lo llenó por completo y sus gemidos debieron
escucharse en toda la ribera del río. El placer era tan exquisito, tan digno de
un dios… y él tan indigno, pero no había podido evitarlo, no había podido
resistirse al dios de la lujuria y lo único que podía hacer en aquellos
momentos era deshacerse completamente en sus brazos, agarrándose con fuerza a
su cuerpo, sintiendo sus embestidas, fuertes, certeras, una tras otra, hasta
que acabó alcanzando el orgasmo, corriéndose como nunca lo había hecho,
sintiendo el placer en absolutamente todos los rincones de su cuerpo y notando
el semen caliente dentro de su cuerpo.
—Volveré a ti —susurró el dios contra su piel,
justo antes de desaparecer.
ChiHoon llegó a pensar que aquel
encuentro debía haber sido una especie de sueño febril porque había sido
demasiado intenso y demasiado rápido, pero semanas más tarde DongGeon volvió a
presentarse de nuevo ante él y ChiHoon se vio arrastrado de nuevo a pecar con
él, sin poder resistirse a su cuerpo, sin poder resistirse a volver a
experimentar aquel intenso placer, volviéndose sus encuentros cada vez más
frecuentes, ChiHoon pecando con DongGeon una y otra vez, esperando que nunca
llegara el momento en el que tuviera que afrontar las consecuencias de sus
pecados.
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