Título: Once in a life time it feels just right
Autora: Riz Aino
Pareja: KyuJung (KB + YooJung) (OnlyOneOf)
Clasificación: NC–17
Géneros: AU, sports, jjoo, romance, fluff, smut
Número
de palabras:
2.785 palabras
Resumen: no son muchas las ocasiones en las que
KyuBin y TaeYeob pueden verse debido a que ambos están demasiado ocupados, pero
KyuBin siente que, por una vez en la vida, lo que debe hacer es estar junto a
TaeYeob en una competición.
Advertencias: relaciones sexuales explícitas.
Notas: historia escrita debido a que los jjoo
de invierno están en marcha y hace mucho que he querido escribir algo así.
Comentario
de autora:
no se me quitaba de la cabeza lo de YooJung como patinador artístico, así que,
lo único que podía hacer era escribir sobre ello. Espero que os guste.
KyuBin todavía no se podía creer que
estuviera en China, en Pekín, más concretamente, donde se estaban celebrando
ese año los juegos olímpicos de invierno. Había sido una decisión tomada de
última hora, porque sus propios entrenamientos se habían parado durante unas
semanas y porque llevaba sin ver a TaeYeob desde fin de año porque éste se
había enfocado en el último mes en practicar una y otra vez, como loco, la
rutina que presentaría en la pista de hielo, pero KyuBin se alegraba
infinitamente de poder estar allí porque no había tenido muchas oportunidades
para ver a su chico en una competición tan importante como unos juegos
olímpicos, ya que la anterior vez, en PyeongChang TaeYeob no se pudo clasificar.
Pero ese año estaba allí, en Pekín, partiendo como uno de los favoritos de la
disciplina y KyuBin había sentido la necesidad de ir junto a él, a apoyarlo,
aunque fuera solo para los últimos días.
—¿KyuBin? —lo llamó una voz conocida,
provocando que saliera de sus pensamientos y se girara, encontrándose ante él
al preparador físico de su novio, dedicándole una sonrisa—. Te he conseguido la
acreditación que me pediste.
—Muchas gracias, JiSung —le dijo, cogiendo la
acreditación que éste le tendía—. TaeYeob no sabe nada, ¿verdad?
—Nada de nada —replicó JiSung, negando con su cabeza—. Sígueme,
te llevo hasta la zona del equipo para que puedas verlo patinar.
—Gracias por todo, JiSung —comentó, echando a
andar tras el otro—. Seguro que ha sido un quebradero de cabeza conseguirme
esto a última hora.
—No ha sido para tanto —respondió éste—. He tenido que mover
un par de hilos y pedir algunos favores, pero han estado encantados de ayudarme
en el momento en el que les decía que era el gran Shin KyuBin, nuestro orgullo
en gimnasia artística, para que me hicieran todo el papeleo sin rechistar.
KyuBin no pudo evitar reír ante aquello, pero volvió a
darle las gracias al otro mientras avanzaban por los pasillos de aquel estadio
deportivo en el que se encontraba la pista de hielo. Todavia no estaba acostumbrado
a que lo trataran de aquella forma. El “gran Shin KyuBin”, “nuestro orgullo en
gimnasia artística”, eran títulos que se había ganado aquel mismo verano en
Tokio, después de ganar el oro y, a pesar de las muchas entrevistas, y los
muchos titulares que habían salido con esas palabras o similares, no se sentía
especialmente cómodo con ellas porque había sido bastante repentino. Hasta los
últimos mundiales no había destacado y lo de los juegos había sido algo
bastante increíble, algo para lo que había trabajado mucho, pero sin tener muchas
esperanzas de conseguir nada a aquellas alturas de su vida deportiva, porque no
le quedaban demasiadas competiciones para poder darlo todo en ellas, a sus 30
años, quizás solo podría participar en un par de mundiales más y si acaso en
los siguientes juegos.
—Ya hemos llegado —le señaló JiSung,
devolviéndolo a la realidad de nuevo—. Puedes sentarte por aquí, TaeYeob debe
de estar ahora mismo con el entrenador esperando para salir, no le queda mucho.
—Gracias.
KyuBin se sentó en el lugar que JiSung el había señalado
y saludó al equipo técnico de su chico, a quienes ya conocía de otras veces,
cuando había ido a ver entrenar a TaeYeob en alguna ocasión. Todos parecieron
encantados de verlo allí y todos coincidieron en que, en el momento en el que
TaeYeob lo viera se pondría muy contento y haría su rutina incluso mejor de lo
que lo había hecho nunca en los entrenamientos. KyuBin trató de rebatirles
aquello, porque obviamente no pensaba que su presencia allí fuera a ayudarlo
tantísimo a hacerlo bien, pero ninguno lo escuchó y al final tuvo que desistir
y simplemente enfocarse en la pista, viendo a aquellos que competían antes que
TaeYeob. La verdad era que todos eran bastante gráciles y hacían unos saltos
increíbles, algunos impecables, pero KyuBin sabía perfectamente que TaeYeob lo
podía hacer muchísimo mejor que todos ellos.
Su chico no tardó mucho en salir a la pista de hielo, concentrado,
sus pies prácticamente volando sobre la superficie, las cuchillas apenas
rozándola. Era frágil, delicado, etéreo, como si fuera un hada, o al menos eso
era lo que parecía cuando patinaba, porque en la realidad, con él, no era nada
de eso. Tenía un encanto especial cuando se ponía aquellas botas y salía a la
pista, se movía al ritmo de la música elegida como si hubiera nacido para ello.
Era increíble, era el mejor. TaeYeob se colocó en el centro de la pista tras
dar un par de vueltas, preparándose, mirando directamente a la zona en la que
se encontraba su equipo, dándose cuenta de que estaba él allí y sorprendiéndose
durante un segundo antes de dedicarle una sonrisa encantadora. Después de eso,
el chico se terminó de colocar en la postura en la que debía de comenzar y la
música lo llenó todo.
En esa ocasión había elegido la banda sonora de una
película que habían visto el año anterior y que le había gustado especialmente.
Se había pasado meses preparando aquella rutina, modificándola, haciéndola una
y otra vez de primeras, tratando de encontrar los momentos perfectos en los que
hacer los movimientos reglamentarios. KyuBin lo había visto entrenar algunas
veces, pero nunca había visto la versión definitiva de aquella rutina y no pudo
despegar los ojos de él ni un solo segundo porque había creado algo
completamente increíble. Era espectacular, era suave, era delicado, era fuerte,
se movía por la pista al compás de la música, saltaba, giraba cuando ésta
estaba en su auge, el público lo aplaudía y TaeYeob cambiaba su expresión a medida
que la intensidad en la instrumental subía, modificaba su ritmo, más rápido, más
lento, ajustándose a cada sección de la canción y movía sus brazos, su cintura
y sus piernas de una forma tan perfecta que, incluso KyuBin, que sabía lo justo
y necesario del deporte, sabía perfectamente que lo estaba haciendo
increíblemente bien y que los jueces debían de estar puntuándolo muy alto, por
la dificultad de los movimientos y por la perfección de éstos.
La música se detuvo poco más de un minuto después,
TaeYeob se detuvo también, con una sonrisa encantadora en sus labios y KyuBin
no pudo hacer otra cosa más que levantarse de su asiento y aplaudir con locura
porque lo que acababa de hacer había sido espectacular.
~
La puntuación que le habían dado a
TaeYeob había sido bastante alta y KyuBin no se lo podía creer. Bueno, se lo
creía porque sabia que su chico era el mejor, pero no se lo terminaba de creer
porque la puntuación era la más alta y, aunque todavía quedaban por salir
algunos de los favoritos, tendrían que hacerlo muy muy bien para poder quitarle
el puesto. El equipo técnico de TaeYeob se mordía las uñas de los nervios y
KyuBin se estaría mordiendo las suyas también de tenerlas, porque nunca había
tenido las uñas largas. El chico tardó un buen rato en aparecer donde ellos se
encontraban porque seguramente habría estado concediendo entrevistas una tras otra,
pero en cuanto llegó, lo primero que hizo fue acercarse a KyuBin, con la
sonrisa más amplia que le había visto nunca y lanzarse sobre él a abrazarlo
incluso cuando éste no se había terminado de levantar de su silla.
—No te esperaba aquí —murmuró—. No sabía que
ibas a venir, ¿por qué no me dijiste nada?
—Ni siquiera yo sabía que iba a venir —le contestó,
todavía abrazándolo fuertemente—. Fue una decisión de última hora, sentí que
tenía que venir a verte competir porque era una oportunidad única en la vida.
—Me alegra un montón que pudieras venir —respondió
TaeYeob, dejando un fugaz beso en su mejilla.
Tras aquello se separó de él y fue a sentarse junto a su
entrenador, un poco más lejos de él, pero a KyuBin ya lo había dejado con una
sonrisa tonta en su rostro que no se le iba a borrar en el resto del día,
estaba completamente seguro de ello. Con aquella cara de tonto siguió viendo al
resto de patinadores y esperando con nerviosismo sus puntuaciones, algunas que
se acercaban muy peligrosamente a la puntuación de TaeYeob, otras que se
quedaban varios puntos por debajo y que no suponían ningún peligro. Él estaba
nervioso, pero sabía que TaeYeob tenía que estar el triple de nervioso, cada
vez que miraba en su dirección lo encontraba con las manos entrelazadas sobre
sus muslos, como si rezara, mientras movía sus piernas con rapidez y
nerviosismo. Por eso, en el último descanso que hicieron antes de que salieran
los últimos patinadores, se levantó de su asiento y fue hasta donde se
encontraba su chico, colocándose tras él y masajeándole los hombros por encima
del enorme abrigo que llevaba. TaeYeob se relajó inmediatamente bajo sus manos,
como si éstas hubieran ejercido una especie de magia en él.
—Gracias —le dijo, tirando de sus manos para hacer que
acabara dándole un abrazo—. Lo necesitaba.
KyuBin se quedó junto a él, abrazándolo desde atrás, a
pesar de que la postura en la que se encontraba era bastante incómoda, durante
el resto del descanso, solo separándose de TaeYeob cuando la competición se reanudó
y volvió a su sitio, no queriendo atraer tampoco demasiadas miradas ni cámaras.
El tiempo se le pasó increíblemente lento, los minutos le parecieron horas,
horas interminablemente largas… pero finalmente el último patinador salió a la
pista, realizó su rutina y fue al backstage a esperar por su puntuación. Lo había
hecho bastante bien, casi tan bien como lo había hecho TaeYeob, por lo que era
muy probable que uno de los dos acabara teniendo la medalla de oro. En el
momento en el que TaeYeob se había asegurado estar en el podio porque ninguno
de los demás había podido superarlo, el equipo se había vuelto loco, pero
todavía quedaba saber si se lo acabaría tratando como a un rey, como hacían con
él tras ganar el oro, o simplemente lo tratarían bien por haber llevado una
medalla. Los últimos momentos fueron los peores, pero en el momento en el que
la puntuación del otro patinador salió en pantalla y el número era menor que el
de la que había obtenido TaeYeob, solo por unas décimas, se sintió increíblemente
feliz por su chico. Se giró hacia TaeYeob y vio cómo éste estaba llorando
mientras abrazaba a su entrenador, con el que había pasado por demasiado en los
últimos tiempos. El resto de su equipo se lanzó hacia ellos poco después,
dándose abrazos, los unos a los otros, algunos llorando a moco tendido, otros
con las sonrisas más amplias que KyuBin había visto nunca, mientras él se
quedaba allí, en su sitio, esperando. Cuando finalmente TaeYeob se vio liberado
de todos los efusivos abrazos, se alejó de su equipo y se dirigió hacia él,
KyuBin se levantó y abrió los brazos para él. Su chico simplemente salvó la distancia
que los separaba y de un salto se subió a su cuerpo, enredando sus piernas en
su cintura. Si KyuBin no hubiera tenido piernas ni brazos de acero,
probablemente se habría caído hacia atrás por la potencia del salto, pero lo
único que hizo fue recogerlo entre sus brazos y apretarlo fuertemente contra
él, sintiendo las lágrimas de su chico en su cuello cuando éste escondió su
rostro allí.
—Eres increíble —le dijo—. Eres el mejor.
~
La celebración por la medalla se
alargó hasta las tantas de la madrugada y cuando regresaron a la villa
olímpica, TaeYeob estaba un poco borracho. No obstante, aunque estaba un poco
borracho, KyuBin sabía perfectamente que tenía algo en mente, algo que, por muy
borracho que estuviera, no se le olvidaría. Lo llevó prácticamente a rastras
hasta su habitación en el hotel y KyuBin se dejó llevar sin oponer resistencia
porque llevaban más de un mes sin verse y mucho más sin poder estar en la cama
juntos. Ni siquiera cuando se acostaban muchas veces podían hacerlo
completamente porque TaeYeob tenía que estar a pleno rendimiento en todos sus
entrenamientos y eran muy pocas las ocasiones en las que podía penetrarlo hasta
lo más profundo… pero esa noche iba a ser diferente. El chico le había
susurrado en mitad de la celebración que esa noche podían hacer absolutamente
todo lo que quisieran y que lo que él más quería era sentirlo dentro de su
cuerpo, así que, KyuBin no se iba a contener. Se había pasado excitado media
celebración y, en aquellos momentos estaba tan excitado que casi no cabía en sí
mismo, así que, en el mismo instante en el que la puerta de la habitación de
TaeYeob se cerró tras ellos, se abalanzó sobre su chico.
Sus labios chocaron, se besaron con
ansia, torpemente, borrachos y muy excitados, tocando por todas partes y por
ninguna a la vez, sus lenguas se lamieron la una a la otra, reconociéndose
después de tanto tiempo, un ritmo frenético que los dejó sin respiración al
instante, pero a ninguno les importó lo más mínimo. Avanzaron por la habitación
quitándose ropa, acelerados, torpes, sus extremidades no haciendo lo que
querían en el momento que querían, con muchas risas, con tropezones porque
había cosas por medio, pero sin detenerse a pesar de ello, queriendo llegar a
la cama lo más rápido posible, una cama que parecía estar en la otra punta del
mundo, no tan cerca que casi la podía palpar con sus manos. Cuando finalmente llegaron
a ella, terminaron de desvestirse, quedándose totalmente desnudos ante el otro,
subiéndose a la cama y siguiendo con los besos y con las caricias, TaeYeob
agarrando su miembro y comenzando a tocarlo, él metiendo uno de sus dedos en su
trasero, después de sacar el lubricante que había comprado en la tienda 24h de
la esquina de la calle, junto con los condones. TaeYeob gimió contra su boca y después
llevó sus labios hasta su cuello, hasta su hombro, mordiendo su piel cada vez
que lo hacía temblar de placer.
Su chico estaba bastante apretado
alrededor de su dedo. Apenas habían tenido oportunidades para hacer aquello casi
desde el verano, por lo que lo tuvo que preparar a conciencia, sin escatimar en
lubricante, metiendo y sacando su dedo una y otra vez hasta que sus músculos
dejaron de oponer resistencia y después introduciendo otro más con muchísimo
cuidado para seguir con la preparación. Los gemidos de TaeYeob quedaban
ahogados en su cuello, sus manos dejaron de tocar su miembro para agarrarse con
fuerza a su cuerpo y, a veces, se revolvía de placer cada vez que tocaba su
próstata. KyuBin estaba realmente encantado con cómo se estaban desarrollando
los acontecimientos y, por muchas ganas que tuviera de internarse en él desde
el primer momento, puso a prueba toda su paciencia y obvió todas las veces en
las que TaeYeob le suplicó que se la metiera hasta que no dejó de notar la
resistencia a la intrusión, solo entonces, se dejó llevar hasta el final.
Cambiaron de postura más veces de
las que KyuBin quiso entretenerse a contar, a veces arriba, a veces abajo, a veces
de lado, pero siempre dentro de él, siempre embistiendo su interior con ganas,
con rapidez, con fuerza, tan excitado que no podía parar, corriéndose dentro
del condón mientras TaeYeob lo hacía sobre las sábanas. La noche fue larga y
las veces en las que sus cuerpos se fundieron en uno solo varias… porque
aquella era una oportunidad única en la vida, una celebración de una medalla,
de una medalla de oro, nada más y nada menos, y no tenían por qué contenerse
porque ninguno de ellos tenía competición cerca, así que, ambos sintieron que
era lo correcto.
Notas
finales:
—Quería hacer algo
cortito, así que no me he querido meter en detalles sobre nada para no hacer un
fic interminable.
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