Título: Everything I imagined (and more)
Autora:
Riz Aino
Pareja:
KyuRie (KB + Rie) (OnlyOneOf)
Clasificación:
NC–17
Géneros:
AU, police, romance, fluff, smut, pwp
Número de palabras:
4.762 palabras
Resumen:
SungHo siempre había tenido la fantasía de esposar a KyuBin… pero ni en sus más
salvajes fantasías se había imaginado que aquello sería tan increíble y
excitante como lo era la realidad.
Advertencias:
relaciones sexuales explícitas con un pequeño (en realidad un gran) kink
de bondage con esposas.
Notas: historia
inspirada por estas
preciosas y maravillosas fotos en las que KB y Rie están esposados en un fansign.
Comentario de autora:
sé que no hay mucha gente fan de este ship, pero yo lo adoro y eso es lo único
que me importa realmente para escribir cosas de ellos siendo así de sexys.
Espero que os guste.
Everything I imagined
(and more)
KyuBin se estaba duchando cuando SungHo llegó a casa
porque el chico escuchó el agua de la ducha cayendo desde la entrada, mientras
soltaba todas sus cosas. Era extraño que el mayor llegara antes que él del
trabajo si tenía turno de tarde porque siempre se entretenía con cosas a última
hora y era bastante raro que estuviera allí a una hora como aquella. SungHo no
pudo evitar que una sonrisa apareciera en su rostro, una sonrisa traviesa
mientras se quitaba los zapatos en la entrada y dejaba el maletín sobre la
mesita. Hacía tiempo que no coincidían realmente con sus horarios o que, cuando
lo hacían, ambos estaban terriblemente cansados, pero aquel día, SungHo no
estaba nada cansado de su día en la oficina… y esperaba que KyuBin tampoco lo
estuviera porque quería tener un buen momento solo para ellos. Avanzó por el
pequeño apartamento que tenían alquilado quitándose la chaqueta del traje y
dejándola sobre el respaldo del sofá, aflojándose la camisa de camino al baño,
abriendo la puerta lentamente y asomando su cabeza por el pequeño espacio que
acababa de crear, viendo a KyuBin en la ducha, con los ojos cerrados,
tarareando la última canción que se le hubiera pegado mientras se lavaba el
pelo, sin darse cuenta de su llegada. La sonrisa traviesa en el rostro de
SungHo se volvió un poco más perversa cuando decidió entrar en el baño y
simplemente desnudarse, con rapidez, lanzando su ropa al cesto de la ropa sucia
sin mucho miramiento, abriendo la mampara con cuidado y entrado a la ducha
junto a KyuBin, abrazándose a su espalda, encajando su rostro entre sus
omóplatos, provocando que el mayor diera un pequeño salto, sobresaltado.
—¿SungHo? —murmuró. El nombrado simplemente movió su
cabeza de forma afirmativa contra su piel—. No te he escuchado llegar, me has
dado un susto de muerte —KyuBin lo tomó por las manos para que dejara de
abrazarlo y se dio la vuelta para encararlo, mirándolo con cariño—. ¿Todo bien
hoy en la oficina? —le preguntó.
—Perfectamente —respondió.
—¿Y el abrazo entonces…? —comenzó a preguntar KyuBin,
pero le respondió antes de que terminase la pregunta.
—Echaba de menos abrazarte desnudo.
KyuBin rio por aquello y después lo envolvió fuertemente
entre sus brazos durante unos segundos, dándole un beso en la frente antes de
separarse del todo y comenzar a compartir su ducha con SungHo, él terminando de
aclararse mientras SungHo comenzaba a lavarse. A pesar de la estrechez de la
ducha, no tardaron demasiado en terminar de ducharse ambos, saliendo del baño
sin siquiera vestirse. SungHo había tenido desde el principio en mente
aprovechar un poco aquella noche, de ahí que hubiera entrado con KyuBin a la
ducha, pero al ver que el mayor tampoco se vestía, no pudo evitar sentirse
excitado por ello y nada más entrar en la habitación se puso de puntillas,
llevó sus brazos a su cuello y buscó su boca con sus labios. El beso fue
respondido de inmediato por KyuBin, moviendo su boca contra la suya y buscando
más contacto con su lengua, húmeda, caliente, que siempre dejaba a SungHo sin
respiración. Su lengua era una especie de pecado del que el chico no quería
escapar nunca, pero también quería hacer muchas más cosas aquella noche, así
que, cuando se separaron un poco para respirar, SungHo se alejó del cuerpo de
KyuBin, caminando hacia la cama, invitándolo a seguirlo hasta allí. KyuBin
sonrió y lo siguió inmediatamente, inclinándose sobre él y volviendo a atrapar
sus labios, esta vez de forma lenta, saboreando su boca, tomando la iniciativa
del beso, dejando de nuevo a SungHo sin aire.
—Mmmm… me encanta esto… —murmuró KyuBin contra su boca.
—¿También lo echabas de menos? —le preguntó SungHo y el
mayor simplemente asintió, antes de volver a besarlo, metiéndole la lengua
hasta lo más profundo de su boca.
Por lo general, los turnos de trabajo de KyuBin eran
bastante dispares, a veces por la mañana, a veces por la tarde, a veces por la
noche. Sus días libres no solían ser los fines de semana y era complicado
coincidir en casa y tener un buen rato para ellos solos y disfrutar el uno del
otro de forma lenta, como estaban haciendo en aquellos momentos. A SungHo le
habría gustado que fuera de otra forma, como cuando KyuBin todavía estaba en la
academia de policía, que tenía unos horarios fijos, como los suyos, y podían
estar juntos una y otra vez sin ningún problema, sin ninguna pega, probando
cosas nuevas para que el sexo no se volviera repetitivo. SungHo tenía muchas
fantasías. Demasiadas quizás. Y con KyuBin había sido bastante atrevido a la
hora de plantearlas y a la hora de realizarlas, algo que no había hecho con
ningún otro de sus anteriores novios. Nunca se había dejado llevar de esa forma
con los demás, pero con KyuBin sentía que podía hacerlo absolutamente todo y
que cualquier cosa que imaginase lo podía hacer realidad… y SungHo tenía una
imaginación bastante poderosa.
Cuando KyuBin se alejó de su boca y comenzó a recorrer
con sus labios su mentón y su cuello, hacia abajo, lentamente, besando con
dulzura, con mimo, SungHo no pudo evitar abandonarse a aquellos besos y
sentirse casi como si estuviera en el mismísimo paraíso. Los labios de KyuBin
siempre quemaban contra su piel y era increíble la forma en la que su cuerpo
reaccionaba ante los más ligeros toques por parte del mayor, siempre sensible,
siempre deseoso y ansioso por más. Sus manos se agarraron con fuera a los enormes
brazos de KyuBin, sin poder abarcar del todo sus bíceps, inclinando su cabeza
hacia un lado para dejarle mayor acceso a KyuBin, jadeando cuando la lengua del
mayor comenzó a lamerlo. No dejaría marcas, no en su cuello al menos, pero
ojalá lo pudiera hacer en aquel lugar también porque su cuello era una de las
zonas más sensibles de su cuerpo y el mayor lo sabía perfectamente. SungHo tuvo
que morderse el labio inferior para no gemir porque sus vecinos tenían que
estar en casa y tenían un oído demasiado fino. Solo se dejaba llevar cuando
sabía a la perfección que nadie lo podía escuchar o cuando el sexo era tan
increíble que no podía contener sus gemidos por más que lo tratase.
KyuBin acabó aprovechando que su cuerpo cada vez se
encontraba más sensible y más débil a su toque, a sus besos, a su voluntad,
para inclinarse más sobre él y acabar tumbándolo sobre la cama del todo,
situándose encima de él, entre sus piernas, echándose contra su cuerpo, cada
parte de ellos rozándose. SungHo acabó conteniendo un gemido de puro milagro
cuando notó el miembro medio duro de KyuBin contra el suyo y giró su cabeza
hacia un lado para tratar de coger aire, aunque eso solo hizo que el mayor
tuviera un mejor acceso a su cuello y lo que provocó fue que este dejara un
beso demasiado profundo en el lugar, succionando en el hueco entre su hombro y
su cuello, un lugar que quedaría oculto bajo el cuello de su camisa. SungHo cerró
los ojos y apretó los dientes por el placer y cuando los abrió de nuevo, los
labios de KyuBin ya bajaban por su pecho mientras una de sus manos rozaba su
pierna izquierda de arriba abajo. Sus ojos se fijaron en ese momento en la
chaqueta del uniforme de policía de KyuBin, que la había dejado sobre la percha
de la habitación, de la cual, de uno de sus bolsillos, salía una de las anillas
de sus esposas, colgando fuera, brillando levemente bajo la escasa luz que
entraba por la ventana a aquellas horas.
Un pensamiento cruzó por su mente y SungHo no pudo evitar
el jadeo que se escapó de sus labios por este, totalmente excitado. Hacía
bastante tiempo que había querido probar algo usando las esposas que sabía que
KyuBin siempre llevaba encima, desde que éste había entrado definitivamente al
cuerpo, pero nunca se había atrevido a hacer la pregunta porque el mayor
siempre se tomaba demasiado en serio su trabajo y no sabía si se tomaría bien o
no usar las esposas para algo como aquello. No obstante, la boca de SungHo fue
mucho más rápida que sus pensamientos y acabó haciendo la pregunta antes de que
pudiera terminar de pensar en las posibles respuestas de KyuBin ante aquello.
—Hyung… —le dijo, llamando su atención—. Quiero esposarte
a la cama.
Inmediatamente, KyuBin dejó de pesar la piel de su pecho
y alzó su cabeza, mirándolo a los ojos con una pregunta clara en ellos, una
pregunta que no tuvo siquiera que verbalizar para que SungHo la entendiera. Su
expresión decía claramente que estaba confuso y la pregunta tenía que ser algo
como “¿de verdad me acabas de preguntar esto?”. No parecía disgustado al menos,
quizás curioso, algo que hizo que SungHo ganara un poco de confianza para
seguir hablando.
—Me gustaría probarlo —comentó—, para poder hacerte
sentir bien… increíblemente bien.
SungHo no iba a negar que había pensado en aquello, había
pensado en aquello muchas veces, de hecho. Había incluso visto algo de porno
bdsm para saber cómo podía usar las esposas sin que le hicieran especial daño a
KyuBin en sus muñecas, cuánto debía de apretarlas en torno a su piel y qué
cosas podía probar con él que no hacían de forma usual para hacerlo sentir bien
y que las manos esposadas no fueran mayor problema, sino más bien algo que lo
excitara. En alguna que otra ocasión habían usado una de sus muchas corbatas
para que las manos del mayor no lo tocaran, pero las esposas nunca las habían
utilizado y SungHo sentía que la experiencia para ambos podía ser mucho más
increíble de lo que siempre había imaginado.
—Solo si quieres… hyung… —acabó murmurando, en vista de
que había dejado sin palabras a KyuBin.
KyuBin tardó en contestar, sus ojos simplemente fijos en
los de SungHo, mirándolo con un brillo de curiosidad en estos. Lo estaba
pensando, lo debía de estar imaginando, y solo unos momentos después, cuando
pareció salir de su ensoñación, el mayor asintió lentamente a su petición,
levantándose de su cuerpo y sentándose sobre la cama, de rodillas, extendiendo
sus brazos hacia él, con sus muñecas juntas, pidiéndole de aquella forma que lo
esposara. SungHo tuvo que tragar saliva porque aquella visión era demasiado
erótica y cuando KyuBin incluso le guiñó un ojo, sintió que un fuego muy
intenso comenzaba a crecer en su interior, expandiéndose por todo su cuerpo y,
sobre todo, concentrándose en su entrepierna. Si con los besos y caricias y
roces SungHo se había empezado a excitar, con aquello sintió que estaba a punto
de estallar.
—Oh Dios mío —murmuró sin poder contenerse—. No sé por
qué no te he pedido esto nunca antes porque ahora mismo eres lo más excitante
que he visto en mi vida.
KyuBin rio ante aquello y SungHo no tardó en levantarse
de la cama y prácticamente correr hasta el perchero donde se encontraba la
chaqueta del uniforme de KyuBin, cogiendo de su bolsillo las esposas y buscando
la llave también, para tenerla cerca para cuando lo tuviera que soltar. Cuando
se giró y caminó de vuelta hacia la cama, dejando la llave sobre la mesita de
noche, KyuBin seguía sobre la cama con sus manos extendidas y sus muñecas
juntas, pero SungHo le señaló que se pusiera contra el cabecero de la cama,
aprovechando que éste tenía algunas barras en los laterales y el centro de
metal, junto con algunos trozos de madera. Esposó una de las manos de KyuBin
con cuidado de no hacerle daño, simplemente asegurando que la anilla estuviera
cerrada en torno a su muñeca, pero sin hundirla en su carne, pasando después la
otra por detrás de uno de los barrotes y asegurando la otra mano del mayor con
la otra anilla, dejándolo de aquella forma esposado con las manos por encima de
su cabeza, sentado contra el cabecero. SungHo le colocó la almohada tras la
espalda para que estuviera más cómodo y después no pudo evitar relamerse los
labios cuando se echó un poco hacia atrás y admiró la vista que tenía ante él.
Cuando había llegado al piso que ambos compartían y se
había dado cuenta de que el mayor se encontraba en el lugar, lo único que había
imaginado era una pequeña sesión de sexo para poder disfrutar el uno del otro
sin prisas, aprovechando que tenían todo el tiempo del mundo, pero en aquellos
momentos, con KyuBin esposado al cabecero de la cama, SungHo sentía que lo que
había imaginado para aquella noche —y para cualquier otra noche— se quedaba
corto. Siempre había tenido una poderosa imaginación, pero ni en sus más
salvajes fantasías se había imaginado que KyuBin luciría de aquella forma
esposado ante él, completamente a su merced, para que pudiera hacer con él todo
lo que quisiera.
—Hyung… —murmuró—. ¿Puedo comerte entero?
—Puedes hacer lo que quieras —respondió KyuBin después de
tragar saliva, su nuez subiendo y bajando por su cuello de forma demasiado
apreciable.
SungHo no pudo contenerse las ganas de acercarse a él y
lamer y besar el lugar, arrancando un leve y grave gemido de los labios de
KyuBin con su acción, pensando que ojalá pudiera dejar una marca allí,
reclamándolo como su propiedad, pero de la misma forma que él, el mayor no
podría ocultarlo en un lugar tan visible, por lo que se contuvo lo mejor que
pudo y dirigió sus labios hacia los trabajados pectorales de KyuBin,
desquitándose en aquel lugar, succionando su piel, dejando pequeñas marcas que
poco a poco se volverían de color morado, encajándose entre sus piernas,
llevando su mano izquierda al miembro de KyuBin y sujetándolo entre sus dedos,
notando cómo estaba bastante duro y cómo de su punta había comenzado a manar un
poco de pre semen, haciendo que resbalara entre sus dedos. El pecho de KyuBin
subió y bajó rápidamente, conteniendo su respiración, probablemente conteniendo
un gemido grave y fuerte cuando su dedo gordo bordeó la punta de su miembro,
siempre sensible, excitándolo aún más.
—Si haces eso mucho más… ten en cuenta… que me voy a
correr en tu… mano —jadeó KyuBin, provocando que SungHo no pudiera contener una
pequeña risa contra su pecho.
—Lo tendré en cuenta —susurró, dejando un beso en su
pezón antes de succionarlo levemente—. Si ves que no puedes más y no paro,
avísame, hyung —le pidió.
—Mmmmm… —murmuró, más bien gimió, KyuBin en respuesta.
SungHo siguió besando el torso de KyuBin, entreteniéndose
de vez en cuando de nuevo en sus pezones, mientras con su mano seguía tocando
su miembro, dejándolo al borde del abismo una y otra vez. Habían pasado
demasiados momentos como aquellos juntos, sabía qué era lo que debía hacer para
que todo el fuego se acumulara en el interior de KyuBin, a punto de estallar,
pero parando antes de que lo hiciera. Sus músculos se tensaban cuando comenzaba
a sentirse al borde y jadeaba, movía sus caderas en busca de más y, en ese
momento, SungHo se detenía, alejaba su mano de su miembro y se entretenía
dejando besos cortos y leves contra la piel de su pecho, esperando hasta que el
cuerpo de KyuBin volviera a un estado anterior al pre orgasmo, jugando con él
de aquella forma hasta que el mayor acabó deteniéndolo.
—Te juro que como no me dejes correrme la próxima vez vas
a acabar muy mal —jadeó.
SungHo no pudo evitar dedicarle una sonrisa traviesa
cuando se separó de él, realmente esperando con ansias que KyuBin cumpliera con
aquella amenaza algún día; sin embargo, en aquel momento, tenía en mente otra
cosa que quizás le gustaría aún más y que lo dejaría al borde del abismo sin
que él tuviera que tocarlo. SungHo se alejó totalmente de su cuerpo, sintiendo
un poco de frío al hacerlo porque el contacto de sus cuerpos calientes el uno
contra el otro y la fina capa de sudor que se había creado por ello comenzó a
enfriarse al no estar completamente pegado al mayor, pero la forma en la que
KyuBin se encontraba ante él, jadeante, con el flequillo pegado a la frente y
totalmente erecto para él, provocó que aquel frío se convirtiera en un ardiente
deseo que apenas pudo contener, toda la sangre de su cuerpo acumulándose de
repente en su miembro, su ano pulsando porque necesitaba a KyuBin dentro de él.
—Voy… voy a coger el lubricante… —acabó diciendo.
Un brillo salvaje apareció en la mirada de KyuBin y
SungHo supo que necesitaba lo mismo que él en aquellos momentos, así que no se
permitió tardar ni un solo segundo en hacer lo que acababa de vocalizar. Se
dejó caer sobre el colchón de la cama cuan largo era y estiró sus brazos para
abrir el primer cajón de la mesilla, rebuscando dentro de él hasta dar con el
bote de lubricante y con una caja de condones, la cual sacó y dejó sobre la
mesita, simplemente cogiendo uno de ellos por el momento y volviendo a
levantarse, sentándose sobre el colchón frente a KyuBin. Vio al mayor tironear
de las esposas que lo mantenían sujeto al cabecero de la cama, haciendo un poco
de ruido al rozar el metal de la cadena de las esposas contra el barrote del
cabecero de la cama al que estaban enganchadas. SungHo supo que lo que quería
en aquellos momentos era que lo soltara para poder prepararlo con aquellos
dedos largos, huesudos y expertos que eran una completa fantasía en sí misma,
pero él tenía pensada otra cosa que los iba a excitar a ambos de una forma muy
diferente y, esa vez al menos sabía que KyuBin iba a tener sus manos quietas
alejadas de su cuerpo, dejándolo terminar, sin abalanzarse sobre él antes de
hora. Por eso, se negó a la petición de KyuBin con un movimiento de su cabeza.
—Cuando acabe —le dijo—. Te prometo que esto lo vas a
disfrutar tú más que yo.
KyuBin contuvo la respiración después de escuchar aquello
y SungHo no pudo evitar la sonrisa pícara que apareció en su rostro. Estaba
bastante claro que iba a ser el mayor el que más iba a disfrutar viéndolo
masturbarse, porque a pesar de que SungHo conocía perfectamente su cuerpo y
sabía qué era lo que le gustaba, lo que no, lo que lo hacía volverse loco de
placer y lo que lo excitaba más, la forma en la que KyuBin lo tocaba lo hacía
temblar solo poniéndole una mano encima. Cuando sus dedos rozaban su miembro,
envolviéndolo por completo era una delicia y se sentía casi en el paraíso con
unos pocos toques; cuando sus dedos se introducían en su interior y lo llenaban
por completo a la vez que rozaban contra su próstata, el placer era tan intenso
y exquisito que SungHo no podía dejar de gemir levemente, a pesar de que
tratara de contener su voz. No obstante, aunque él no iba a disfrutar tanto de
la preparación como lo solía hacer cuando era KyuBin el que le ponía las manos
encima, lo iba a compensar viendo las expresiones del mayor mientras se
masturbaba frente a él, lo iba a tentar y lo iba a excitar todo lo que pudiera
de aquella forma para cuando se dejara caer sobre su miembro, estuviera a punto
de estallar y solo quisiera penetrarlo una y otra vez, salvajemente, hasta que
ambos alcanzaran el orgasmo.
Con aquello en mente e imaginando que eran los dedos de
KyuBin los que lo tocaban, SungHo se echó un poco de lubricante en su mano
izquierda y comenzó a masturbarse, sus piernas abiertas para que KyuBin pudiera
tener una buena visión de todo el proceso. Primero tocó su miembro, haciendo que
éste temblara por el contraste del frío lubricante contra su piel, caliente,
sensible, húmeda, dejando escapar leves jadeos porque sabía perfectamente cómo
debía tocarse para sentir lo máximo sin llegar a correrse, conociendo
perfectamente cuál era su límite, sin quitarle los ojos de encima a KyuBin, que
lo miraba con un fuego ardiendo intensamente en su mirada y lo hacía sentirse
todavía más excitado de lo que ya lo estaba. Se echó más lubricante poco
después y se introdujo uno de sus dedos en su interior, sintiendo cómo sus
paredes lo apretaban por la postura en la que se encontraba, jadeando al notar
aquella presión, buscando su próstata también y presionándola, dejando escapar
un jadeo ahogado de placer absoluto. Sus ojos se habían cerrado de forma instintiva
para disfrutar de aquella sensación eléctrica que había recorrido su cuerpo de
los pies a la cabeza, pero los volvió a abrir cuando escuchó de nuevo el
tintineo de las esposas contra el cabecero de la cama, KyuBin moviendo sus
manos como si tratara de soltarse para lanzarse sobre él.
—Solo aguanta un poco más —le pidió al mayor—. Estoy casi
listo.
Y realmente SungHo no mentía porque estaba tan excitado
que todo en él pulsaba, pero, sobre todo, lo hacía su ano, queriendo más y más,
queriendo sobre todo el miembro de KyuBin. No obstante, necesitaba un poco más
de preparación para ello porque llevaban algo de tiempo sin acostarse de
aquella forma, hacía semanas que KyuBin no entraba en él y su cuerpo se había
desacostumbrado a aquello. Por ese motivo, SungHo sacó su dedo de su interior y
se echó un poco más de lubricante antes de introducir dos dedos, jugar con su
cuerpo un poco más e introducir un tercero, siseando por una sensación a medio
camino entre el dolor y el placer que lo dejó completamente quieto durante unos
minutos, tratando de acostumbrarse a aquello. Tenía claro que necesitaba mucho
más, que quería mucho más, pero en esos momentos tuvo que parar porque la
sensación había sido un poco abrumadora después de tanto tiempo. Tras
recomponerse de aquello, SungHo siguió moviendo sus dedos en su interior para
terminar de prepararse, dentro, fuera, una y otra vez, alcanzando su próstata
en un par de ocasiones y casi llegando al orgasmo tras ellas porque la
sensación era completamente increíble y, sobre todo, hacer aquello bajo la
intensa e inquisitiva mirada de KyuBin era todavía más increíble, mucho más
excitante, aunque por la forma en la que el miembro del mayor pulsaba contra la
parte baja de su estómago, SungHo sabía que para KyuBin aquello era algo
todavía mejor. Solo cuando sintió que por fin estaba completamente preparado
para dejarse penetrar por el miembro de KyuBin, SungHo sacó sus dedos de su
interior con un obsceno y lascivo sonido que provocó que las esposas volvieran
a tintinear porque el mayor había dado otro pequeño tirón. No obstante, el
chico no lo soltó. Se limpió un poco sus manos en las sábanas que de todas
formas iban a tener que cambiar el lubricante y después abrió el sobrecito del
condón para sacarlo y colocárselo con cuidado y lentitud a KyuBin, rozando su
miembro enteramente al hacerlo y provocando que otro gemido grave saliera de
sus labios por el placer.
—¿No me vas a soltar? —le preguntó KyuBin, mirándolo a
los ojos, volviendo a mover sus manos.
—Quiero cabalgarte —respondió SungHo, negando con su
cabeza.
Un nuevo e intenso brillo apareció en los ojos de KyuBin
al escucharlo decir aquello y SungHo supo perfectamente que había sido la
decisión acertada, realmente, todo lo que había estado haciendo hasta el
momento parecía haber sido completamente acertado porque tenía a KyuBin al
borde del orgasmo y con un creciente deseo por el y por su cuerpo, a la vez que
para él la forma en la que el mayor se encontraba le producía una enorme
excitación. Sin poder contenerse ni un solo minuto más, SungHo acabó echando un
poco más de lubricante sobre el miembro de KyuBin antes de colocarse sobre él,
sus rodillas a cada lado de sus caderas, su mano derecha sobre su hombro,
agarrándose con firmeza a él mientras con la mano izquierda tomaba su miembro y
lo guiaba a su entrada a la vez que iba descendiendo levemente. En el momento
en el que la punta del miembro de KyuBin rozó contra su ano, SungHo lo soltó y
comenzó a descender de nuevo, esta vez sintiendo cómo el mayor se adentraba en
él lentamente, llenándolo de aquella forma hasta el infinito. Tuvo que
agarrarse con fuerza a los hombros de KyuBin y detenerse para coger aire porque
se había quedado sin respiración.
—¿Estás bien? —preguntó KyuBin, con su mirada llena de
preocupación, el ardiente deseo escondiéndose tras ésta—. ¿Necesitas parar?
—Estoy bien, estoy bien —respondió, inspirando
profundamente—. Solo necesito un segundo para terminar de acostumbrarme de
nuevo.
Le dedicó una pequeña sonrisa y KyuBin inclinó su cabeza
hacia delante, buscando sus labios, besándolo con firmeza, pero con cariño a la
vez y SungHo se dejó llevar por aquel beso, su cuerpo relajándose por completo
y al final terminando de descender, llegando hasta la base del miembro de
KyuBin. Ambos se detuvieron en medio del beso para jadear contra la boca del
otro durante un solo segundo, sonriendo justo después y volviendo a besarse
mientras el cuerpo de SungHo terminaba de acostumbrarse a la penetración. No
tardó demasiado tiempo en hacerlo, comenzando a mover sus caderas levemente,
arrancando gemidos de los labios de KyuBin, que no dejaban de besarlo, buscando
más y más contacto, queriéndolo todo de él con aquella lengua que no se dejaba
ni un solo lugar de su boca sin explorar, enredándose con la suya, llenándolo
por completo, dejándolo sin respiración.
El leve movimiento de sus caderas poco a poco se fue
haciendo mucho más rápido, mucho más intenso, mucho más irregular y
descontrolado y SungHo estuvo seguro de que si KyuBin hubiera tenido sus manos
libres en aquellos momentos estaría sujetando sus caderas, moviéndolas a un
ritmo todavía mucho más enloquecedor. No obstante, sin la ayuda del mayor, con
solo el movimiento de su cuerpo, arriba y abajo, una y otra vez, dando contra
su próstata con cada penetración, SungHo acabó llegando al orgasmo, su mente
quedándose en blanco por completo, su cuerpo temblando de placer mientras su
semen manchaba sus estómagos, su boca separándose de la de KyuBin para jadear,
falto de aire, sus dedos hundiéndose en sus anchos y firmes hombros mientras la
corriente eléctrica no dejaba de recorrer todo su cuerpo, haciéndolo pulsar.
Aquellas pulsaciones de su interior fueron lo que acabaron por hacer llegar a
KyuBin al orgasmo también, que se corrió en su interior, llenando de semen el
condón, también sin aire.
Ambos se quedaron quietos durante algunos minutos,
disfrutando de las sensaciones hasta que al final se hizo irremediable el tener
que moverse, SungHo separando su cuerpo del de KyuBin, quitándole el condón
ahora que su miembro había comenzado a deshincharse, levantándose de la cama
con cuidado porque sus piernas apenas le respondían para tirarlo a la papelera
que tenían en la habitación, volviendo a la cama cogiendo la llave de las
esposas de la mesita para quitárselas a KyuBin. Simplemente le había quitado la
anilla de una de ellas cuando el mayor se separó del cabecero de la cama y se
echó sobre él, abrazándose a su cuerpo con fuerza, hundiendo sus manos en sus
muslos, su nariz contra su cuello, aspirando con fuerza su aroma antes de
besarlo allí donde había dejado antes un pequeño chupetón, susurrándole lo
increíble que era. SungHo no pudo evitar sonreír ante aquello, devolviendo el
cumplido porque aquella pequeña fantasía que había cumplido había sido
muchísimo mejor de lo que nunca había podido imaginarse y no podía evitar
querer repetirlo muchas más veces.
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