martes, 23 de abril de 2013

Crazy Night


Crazy Night


   Después de ganar el premio al que optábamos esa noche, nos fuimos de fiesta junto con los demás ganadores a la discoteca más exclusiva de la ciudad. Muy pocas veces teníamos la oportunidad de hacer eso, por lo que bebimos, bailamos e hicimos todo lo que se nos vino a la cabeza sin que nadie nos dijera nada.

   Los cinco acabamos la noche borrachos. ¿Cómo llegamos a casa? Yo por lo menos no lo recuerdo, el primer recuerdo que tuve desde que entré a la discoteca, fue de la mañana siguiente.

   Me dolía la cabeza horrores no volvería a ver más en toda mi vida. Ja, ni yo mismo me lo creía. Iba a seguir bebiendo como un cosaco cada vez que pudiera salir (N.A.: Beber como un cosaco, expresión que significa beber mucho). Sentí un pinchazo en mi cerebro de nuevo y grité de dolor.

   Aun con los ojos cerrados intenté levantarme de la cama para tomarme una pastilla y el mejunje de JinKi para volver a estar como nuevo. Pero hubo dos cosas que me impidieron hacerlo. La primera, un mareo enorme que me dejó en el sitio, y la segunda, unos finos brazos, de piel suave y blanca que rodeaban mi torso.

   Abrí mis ojos rápidamente asustado por lo que hubiera podido hacer esa noche. Borracho como estaba podría haberme tirado a cualquier tía y eso no sería nada bueno, ni nada conveniente. Me relejé un poco cuando vi que a quien tenía abrazado a mí, era a KiBum, pero me volví a tensar cuando vi marcas en su cuellos, sus labios destrozados y su cuerpo denudo, al igual que el mío.

   Su cuerpo perlado de sudor, subiendo y bajando sobre el mío, gimiendo, gritando, suspirando mi nombre.

   Casi grito al tener ese recuerdo tan vívido de anoche y me volví a marear, pero no por el alcohol, sino por lo que había hecho. Me había acostado con KiBum. Me levanté de la cama intentando no despertarlo y fui al baño que había en nuestro cuarto. En el espejo, vi cómo tenía un montón de marcas por todos lados. No podría ocultarlas, así que ni siquiera lo intentaría, ninguno de mis compañeros se extrañaría.

   Abrí el grifo del lavabo y me eché el agua helada por el rostro para refrescarme y aclararme un poco los pensamientos. Salí del baño y vi a KiBum tendido en la cama, dormía tranquilamente. Suspiré y comencé a buscar mis bóxers por el suelo y cuando los encontré me los puse rápidamente. Volví a girarme hacia él. Estaba medio destapado, así que me acerqué y lo cubrí, no pudiendo retener el impulso de darle un pequeño beso en la frente, después, salí de allí, dirigiéndome a la cocina en busca del mejunje de JinKi.

   -Buenos días- me saludó mi único hyung alegremente cuando entré al lugar.
   -No me grites, por favor- llevé mis manos a mi cabeza, su voz me retumbaba en el cerebro.
   -¿Resaca?- asentí sentándome- ¿quieres mi mejunje?- volví a asentir- así no se piden las cosas- me entraron ganas de asesinarlo, él seguía allí plantado, con su encantadora sonrisa, mientras yo me desmoronaba por dentro.
   -Por favor, hyung, necesito tu mejunje- acabé diciendo.
   -Así me gusta…

-oooOOOooo-

   Estaba muy bien, muy calentito, me agradaba sentirme así, pero de repente, sentí un movimiento a mi lado y el calor que me envolvía desapareció. Abrí mis ojos lentamente, justo cuando la puerta del baño se cerraba.

   Me estiré como un gato y de repente sentí una punzada muy fuerte en mi trasero que me hizo quedarme quieto. Sabía lo que eso significaba, me había acostado con un tío mientras estaba borracho, y ese tío no había tenido ningún cuidado al metérmela, ahora no podría hacer movimientos bruscos en un par de días. Pero lo peor de todo, era que  ese hombre estaba ahora en el baño.

   Justo en ese momento, el hombre salió del baño y antes de cerrar los ojos para hacerme el dormido, pude ver que era JongHyun. Me había acostado con mi mejor amigo, con mi compañero de grupo, de cuarto. ¿Cómo había podido pasar? Bueno, eso lo sabía, pero, ¿por qué?

   Sentía su pene en mi interior mientras yo botaba una u otra vez sobre su cuerpo. Sus manos recorrían mi espalda y las mías sus pectorales bien marcados.

   -Ahh… ahh… Jong… te amo… ahh… ahh…

   Casi abro mis ojos de la sorpresa y por la nitidez de ese recuerdo, pero en ese momento sentí como las sábanas me volvían a cubrir y un suave beso sobre mi frente.

   En cuanto escuché la puerta cerrarse, comencé con la tarea de levantarme. Me dolía horrores el trasero, pero debía aguantar. Cuando estuve sentado en mi cama, me puse de pie lentamente, agarrándome a todo lo que encontré y luego caminé hacia el baño, una distancia de dos metros que tardé en salvar cinco minutos.

   Me eché agua en la cara y cuando me incorporé, pude ver por todo mi cuerpo miles de marcas. Me entró una mala leche enorme y me metí en la ducha para intentar relajarme. ¿Cómo narices haría para disimularlas? Bueno, podría maquillarme y decirle a TaeMin que me acompañara a comprar algo de ropa, así, mataría tres pájaros de un tiro, sí, tres. Ocultaba las marcas, me alejaba de Jong, y de paso, ya que estaba, me quitaba la frustración.

   Cuando terminé de ducharme, me vestí para salir y me maquillé, después cogí todas las cosas que me hacían falta y salí hacia la sala, donde seguro que estaría mi pequeño jugando a lo que fuera con MinHo, y no me equivocaba, allí estaba.

   -Minnie, ¿vendrías conmigo a comprar ropa?- le puse cara de perrito y al final se levantó.
   -Vale, iré contigo, pero primero quiero pasar por la cocina- contestó.
   -Ok, bebé.

   Nos dirigimos a la cocina y lo vi. Vi allí a la causa de todos mis problemas, y en ese momento estuve seguro de que seguiría dándome problemas, pero de otra manera, una manera que me agradaba.

-oooOOOooo-

   Por fin tenía en mis manos el mejunje de JinKi. Estaba asqueroso, pero no me importaba, me despejaba. No sabía con qué narices lo hacía, pero bueno, no me importaba antes, y ahora tampoco me iba a comenzar a importar, tenía cosas más importantes que hacer y en las que pensar.

   De repente, por la puerta, apareció la causa de mis problemas, unos problemas que al verlo me parecieron insignificantes, porque en su rostro noté que lo sabía, porque sus labios mostraban una sonrisa, una sonrisa sincera, dirigida solo a mí, entonces supe que aquella noche loca lo cambiaría todo, pero para mejor…











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