sábado, 5 de abril de 2014

Bodyguard

Bodyguard

            Kim MyungSoo atravesó la verja de aquella gran parcela después de que algún criado le abriera tras verlo a través del interfono. Hizo a su coche avanzar por la grava hasta llegar a la puerta y cuando apagó el motor y salió del vehículo, alguien lo esperaba al pie de la escalinata que subía hasta aquella casa de estilo occidental. Era un chico varios centímetros más alto que él, delgado y con el rostro aniñado. Llevaba un traje como el que MyungSoo había visto en las películas americanas que tenían los mayordomos.

            —Señor Kim —dijo el chico—. El señor Lee lo está esperando en su despacho. Si es tan amable de seguirme.

            Comenzó a subir la escalinata y MyungSoo lo siguió. Al atravesar la puerta de la casa, se encontró en un gran vestíbulo con una gran escalera que subía al piso superior y suelos de baldosas. Todo estaba decorado con cuadros, esculturas y demás y a MyungSoo le brillaron los ojos. Si hacía bien su trabajo, le pagarían bastante.

            Tras la sorpresa inicial, siguió al chico por la casa hasta llegar a una puerta de madera de dos hojas. El mayordomo llamó a esta con sus nudillos y una voz salió de la habitación diciendo “adelante”. Abrió la puerta e ingresó al lugar. Era un despacho, decorado igual que el resto de la casa que había visto, pero con un par de estanterías en la pared de la derecha y una mesa frente a la ventana, en la que estaba sentado un hombre.

            —Este es el señor Kim —presentó el muchacho a MyungSoo. El hombre asintió.
            —Gracias, SungYeol —dijo. El muchacho hizo una leve reverencia y se fue del despacho, dejando al recién llegado con aquel hombre.

            Era más bajito que el mayordomo, más enjuto y con una mandíbula cuadrada que lo hacía ver muy masculino. Había esbozado una sonrisa ensayada para intentar darle confianza, pero MyungSoo pudo ver detrás de ella otra cosa.

            —Gracias por venir —le dijo—. Ya no sé qué hacer para mantener a mi hijo fuera de peligro.
            —¿Voy a ser una niñera? —preguntó MyungSoo.
            —No —el hombre sonrió—. Simplemente serás su guardaespaldas. Ese es tu trabajo, ¿no?
            —Sí, señor.

            A eso era a lo que se dedicaba Kim MyungSoo, era guardaespaldas y había trabajado para grandes empresarios, el gobierno y para mafiosos. Nunca hacía distinción ni se preguntaba de dónde podía haber ganado la persona a la que servía el dinero que luego tendría en sus manos. El dinero era dinero, y Kim MyungSoo lo necesitaba.

            —Mi nombre es Lee HoWon, aunque sospecho que ya lo sabe —se presentó. MyungSoo asintió—. ¿Cuándo puede comenzar su trabajo?
            —Cuando usted ordene —una voz chillona se escuchó a través de la puerta del despacho y el hombre sonrió.
            —¿Qué tal ahora?

            MyungSoo asintió de nuevo y salió del despacho, guiado por los gritos estridentes de aquella persona que suponía era la que tenía que proteger. Recorrió los pasillos hasta llegar al vestíbulo, en el que se encontró a dos personas. Una de ellas era el mayordomo, el tal SungYeol; la otra seguramente sería el hijo malcriado del mafioso que había contratado sus servicios. Era algo más bajito que él, de pelo oscuro y rostro bastante afeminado. MyungSoo se acercó a ellos y pudo escuchar su conversación.

            —Déjame salir —pedía el chico—. Tengo que ir a un desfile y tengo que estar allí en media hora, así que apártate, idiota.
            —Señorito SungJong, no puedo hacer eso, su padre me despediría y no puedo permitirme eso —contestaba.
            —¡Déjame salir! —gritó.
            —¿Un desfile? —preguntó MyungSoo llamando la atención de ambos chicos—. Supongo que te puedo llevar.
            —¿Quién eres tú? —dijo el chico, mirándolo con suspicacia a través de sus ojos de gato.
            —Tu guardaespaldas, Kim MyungSoo —se presentó—. Y ahora sígueme si quieres ir al desfile.
            —A mí nadie me da órdenes —bufó el chico antes de darse la vuelta y subir las escaleras.

            Cuando su cuerpo desapareció en la planta superior, el mayordomo suspiró cansado.

            —Será mejor que se dé prisa —murmuró.
            —¿Por qué? —preguntó MyungSoo sin comprender.
            —Ahora saldrá por la ventana de su habitación —dijo. El guardaespaldas abrió los ojos como platos—. Si le da la vuelta a la casa con el coche hasta llegar a un gran árbol que hay detrás, lo pillará en plena huida.
            —Gracias —dijo MyungSoo antes de salir corriendo y bajar la escalinata para meterse en su coche. Arrancó el motor y segundos después, conducía hacia la parte trasera de la casa. Al llegar a un gran árbol, se detuvo y, tras esperar un par de minutos, lo vio. Efectivamente salía por la ventana de la que supuso sería su habitación y, como un mono se agarraba a las ramas del árbol y descendía por él hasta llegar al suelo, donde se quedó de piedra al ver a MyungSoo abriéndole la puerta del coche para que entrara—. No te vas a librar de mí tan fácilmente.
            —¿Qué eres tú? —preguntó SungJong.
            —Ya te lo he dicho, tu guardaespaldas.

            Durante unos momentos, el chico estuvo vacilando, parecía que no sabía si entrar o no al coche. Finalmente, tras una eternidad pensándolo, se introdujo en el coche con un bufido.

            —Llévame hasta Gangnam —ordenó.
            —No te separes de mí.
            —Seguro.


            Ser el guardaespaldas de Lee SungJong era demasiado agotador para MyungSoo. Se había tenido que mudar a la casa de la familia Lee porque el chico estaba dispuesto a escaparse en todo momento para hacer lo que le daba la gana. Más de una vez en las pocas semanas que llevaba allí, lo había atrapado intentando salir la ventana y otras veces, atravesar el pasillo intentando no hacer ningún ruido, pero tirando al suelo cualquier objeto y lo había devuelto a su habitación.

            MyungSoo estaba agotado, nunca su trabajo había sido tan cansado.

            Se tumbó en la cama del chico tras encerrarlo en su habitación, cerrando las ventanas y la puerta con llave para que no pudiera salir por ningún lado. MyungSoo se había tenido que encerrar con él porque aquella noche había intentado huir tres veces.

            —¿Por qué no me dejas salir? —gritó SungJong—. ¡He quedado!
            —Me da igual que hayas quedado —contestó—. Está prohibido salir para ti por las noches.
            —Dame las llaves —el chico se acercó a la cama e intentó tomar las llaves de la mano de MyungSoo, pero este fue más rápido y las introdujo dentro de su bóxer.
            —Intenta cogerlas, sino puedes, duerme.

            Durante unos momentos, el chico pareció tentado a alargar la mano para coger las llaves de aquel lugar, pero después, simplemente bufó y se tumbó en la cama, junto a MyungSoo.

            —Buenas noches.


            Kim MyungSoo salió corriendo al darse cuenta de que SungJong lo había engañado. Supuestamente iba a comprarse un aperitivo en el puesto que había frente al coche y el guardaespaldas lo había dejado ya que estaba a un par de metros de él. Solo había parpadeado y SungJong había desaparecido.

            —Lo voy a matar —murmuraba una y otra vez mientras avanzaba por la calle, siguiendo a través de su móvil, la señal que emitía el del chico—. Si no lo mata la gente que quiere vengarse de su padre me lo cargo yo.

            Tras un par de minutos siguiendo su rastro, lo encontró entrando a un callejón con un tipo. Definitivamente, Lee SungJong era un idiota. MyungSoo salió corriendo y entró al callejón, en el que se encontró al chico besando a la otra persona que había entrado con él. Era más o menos de su altura y, a pesar de tener los ojos abiertos, parecía que los tenía cerrados. El guardaespaldas vio un destello plateado en la mano del desconocido y, rápidamente, tomó a SungJong de la cintura y lo separó del tipo, poniéndolo tras su espalda y sacando una pistola de su chaqueta, tal y como lo hacía el tipo que no tenía ojos.

            —¿Quién eres? —preguntó el otro.
            —Me interesa más saber quién eres tú y para quién trabajas —contestó MyungSoo.
            —Jamás —el tipo disparó y el guardaespaldas tiró de SungJong al suelo para ponerse a cubierto. El tipo salió corriendo después de esto y se perdió entre la multitud.

            MyungSoo se levantó del suelo y escuchó unos sollozos a su espalda, pero no les hizo caso, simplemente levantó al chico y lo arrastró hasta el coche. Lo subió y le colocó el cinturón, después, arrancó y se dirigió hacia la casa de la familia Lee. No podía seguir con aquel trabajo, a SungJong no le importaba nada, solo hacía lo que quería.

            —Si quieres que te maten, no cuentes con que estaré allí para ti siempre —comentó cuando llegaron—. Voy a hablar con tu padre para dejar el trabajo —después de esto, salió del coche.


            Era el último día de trabajo de Kim MyungSoo con aquel niñato malcriado al que le había tocado hacer de guardaespaldas. Ese era su oficio, proteger a las personas de cualquier peligro que les acechara, pero los últimos meses habían sido un infierno junto a aquel chico.

            No le obedecía, siempre se metía en problemas grandes y cuando MyungSoo le quitaba los ojos de encima durante un par de segundos se las arreglaba para desaparecer. Así que, por estos motivos (y aunque el hombre fuera un profesional) no podía dejar de alegrarse de que por fin su vida se alejaría de la de SungJong.

            Aquella mañana canturreaba alegremente mientras llevaba al chico en limusina a la universidad, como todas las mañanas. Escuchaba al menor suspirar y maldecir por lo bajo, pero lo ignoró, era su último día y no se lo iba a estropear.

            Minutos después llegaban al lugar y SungJong se bajaba del coche sin decir siquiera adiós, como era su costumbre. MyungSoo sacudió la cabeza porque normalmente aquello le molestaba, pero ese día no lo haría. Esbozó una gran sonrisa y se miró en el espejo retrovisor para darse el visto bueno.

            En ese momento se percató de un extraño movimiento y haciendo caso a sus instintos salió rápidamente del coche, en busca del chico al que seguía teniendo que proteger aunque fuera su último día. No le hizo falta mucho para encontrarlo, ya que apenas había traspasado la verja del terreno. El guardaespaldas advirtió otro movimiento y, corriendo, fue hacia SungJong, poniéndose ante él, cubriendo todo su cuerpo con el suyo.

            No pasó ni un segundo cuando sintió el impacto contra la piel de su espalda baja. Su cuerpo dio una sacudida y se aferró al del chico, que estaba confuso con toda la situación hasta que MyungSoo habló.

            ―Ni se te ocurra moverte ni un milímetro ―advirtió―. O el disparo que acabo de recibir habrá sido en vano.

            SungJong abrió los ojos como platos ante la revelación, pero no se movió ni un ápice. El guardaespaldas sentía la sangre caliente brotar de la herida, pero se quedó en la misma posición hasta que notó que su agresor había huido. En ese momento se desplomó sobre el cuerpo del chico al que protegía y este lo recibía entre sus brazos.

            ―Muchas gracias… MyungSoo ―creyó oírlo decir―. Gracias.

            El guardaespaldas sonrió. No iba a obtener más de aquel chico, además, había cumplido con lo prometido, aunque a partir de ese momento tuviera que portar una cicatriz en la zona baja de su espalda que le recordaría a SungJong para siempre.



6 comentarios:

  1. Esta es una version más larga de otro que hiciste? O estoy alucinando?xd

    Mola mucho eh? Maldito niño malcriado jaja

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    1. Sí, es la versión (un poco) más larga de otro XD
      Me alegra que así sea XD Ne, SungJong es un maldito malcriado XD

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  2. Yay! One-shot del drabble *w* LOL Me encanta SungJong tan malcriado xD Pobrecito MyungSoo, las está pasando canutas xD Y el chico intenta salir en silencio pero tira las cosas?! Menudo torpe xDDD

    Bye bye! ^^

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    1. Yey! Eso mismo XD SungJong es que es así, el nene y bueno, MyungSoo tuvo que poner mucho empeño XD

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  3. *3333333* LOVE IT!
    Si es q esos dos son amor <3333

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