jueves, 10 de marzo de 2022

[Chapter V] Kingdom of Rain {Dannthur}

 

Chapter V: a white storm

 

            El mundo era un lugar extraño para Arthur. Acostumbrado a vivir dentro de las mismas cuatro paredes, viéndolo todo desde lo alto, sintiendo que el resto de personas eran como pequeñas hormigas por su punto de vista, no sabía realmente cómo ser ni cómo comportarse con el nuevo mundo que ahora lo rodeaba. Tanto la vieja Jill como JaHan lo estaban ayudando a que se acostumbrase, a que no le tuviera miedo a las cosas que eran normales y a que intentara conocer todo lo que pudiera de primera mano dentro de los límites del castillo y Arthur estaba realmente agradecido por ello, a pesar de que no pudiera hacer mucho para mostrar aquella gratitud. También estaba bastante agradecido con Dann, por haber salvado algunos de sus libros, sus únicas posesiones y lo único que hacía que no se volviera totalmente loco porque el cambio en su vida había sido demasiado grande y tenerlos, poder releerlos cada vez que lo necesitaba, lo calmaba lo suficiente como para seguir un día más enfrentándose al nuevo mundo ante él. Igualmente estaba agradecido con Dann porque no había dicho ni una sola palabra, no había hecho ni una sola mención al hábito nocturno que había desarrollado sin querer. Arthur no lo hacía conscientemente, pero eran muchas las noches en las que acababa dormido, pegándose a la espalda ancha del guerrero, sintiendo el calor que el cuerpo de este desprendía y solo durmiendo bien de aquella forma. Dann debía de saberlo porque generalmente se despertaba mucho más temprano que él por las mañanas y debía verlo acurrucado contra él, pero no había hecho mención ninguna a aquella situación, imaginaba que, porque no le importaba o porque no quería avergonzarlo, fuera por lo que fuera, Arthur estaba realmente agradecido por ello.

 

            —Mi señor Arthur —murmuró JaHan, sacándolo de sus pensamientos—. ¿Está realmente seguro de que quiere que le intente cortar el pelo yo?

 

            Arthur no pudo evitar sonreír y dedicarle una sonrisa a JaHan cuando se giró hacia él. Le había dicho aquella mañana que se daría un baño y le había pedido después que lo ayudara a cortarse el pelo porque éste había crecido demasiado. Cuando estaba en la torre, se lo había cortado él mismo con unas tijeras que apenas cortaban y gracias a la ayuda de un espejo desde que la vieja Jill había dejado de subir allí, pero nunca lo había hecho especialmente bien y la última vez que lo había tratado, JaHan había aparecido con su almuerzo y le había cortado el pelo mucho mejor de lo que él lo había hecho. El chico obviamente decía que no sabía cómo hacerlo bien y que era mejor que alguien con experiencia como su abuela, se lo cortara, pero Arthur no quería importunar más a la mujer, porque ya había hecho bastante por él en todos aquellos años —y seguía haciendo un montón por él en esos momentos—, así que, aunque JaHan no fuera el mejor cortando el pelo, al menos era mucho mejor que él, por lo que a Arthur le servía. No tenía a otra persona a la que poder preguntarle y era algo que llevaba atrasando desde antes del invierno, por lo que, las habilidades del chico eran más que suficientes para él.

 

            —Estoy seguro —respondió a su pregunta.

 

            JaHan suspiró al escuchar su respuesta, probablemente no muy contento con ella, pero después asintió, resignado y Arthur no pudo evitar que su sonrisa se ampliara. JaHan era un buen chico.

 

            Después de aquel pequeño intercambio de palabras, Arthur siguió aseándose y relajándose un poco en la bañera mientras el agua en ésta todavía seguía calentita. No era especialmente necesario ni frecuente bañarse, mientras había vivido en la habitación de la torre solo se había lavado en torno a una vez al mes, pero aquella misma mañana se había puesto perdido de barro cuando había salido con JaHan y con uno de los hombres de Dann, que los había vigilado durante todo el trayecto, para rondar por los alrededores y ver un poco el mundo que siempre había visto a través de su ventana. El día se había vuelto oscuro de repente y les había caído encima un buen chaparrón, así que, todos se habían llenado de barro. JaHan se había lavado rápidamente abajo, en los aposentos de los sirvientes, mientras le calentaba agua y luego la subía hasta la enorme habitación que Arthur estaba compartiendo con Dann, donde tras una de las puertas, se encontraba un pequeño baño. Cuando finalmente terminó de quitarse todo el barro de la piel, simplemente salió del agua y cogió la toalla que JaHan le tendió para secarse un poco, antes de salir a la habitación, descalzo y desnudo para colocarse frente al fuego porque en el baño hacía bastante frío fuera del agua. Allí, frente al fuego, Arthur siguió secándose poco a poco. Tenía la ropa limpia que le había sido llevada sobre una de las sillas que había a su lado y probablemente se sentaría allí mismo después de ponerse su ropa interior para que JaHan le cortase el pelo antes de que se le secase, se le rizase y le fuera imposible meter las tijeras entre sus rizos sin hacerle un destrozo.

 

            Todavía se estaba secando cuando la puerta de sus aposentos se abrió de golpe y por ella entró Dann, seguido de un chico que Arthur no reconocía, de ojos grandes y labios gruesos. Arthur se quedó completamente paralizado en esos momentos, sintiendo la penetrante mirada de Dann sobre su cuerpo, conteniendo la respiración, su corazón latiendo rápidamente dentro de su pecho. La intensidad de la mirada del guerrero lo hacía sentir aún más desnudo de lo que estaba, como si estuviera metiéndosele dentro de su cuerpo y Arthur solo pudo salir de su ensimismamiento cuando el joven que acompañaba a Dann carraspeó. En ese momento, la mirada de Dann se desvió de su cuerpo hacia cualquier otro lugar de la habitación y Arthur pudo hacer que su cuerpo volviera a funcionar correctamente y se cubrió con la toalla que todavía tenía en su mano para no estar desnudo ante ellos, sabiendo a la perfección que debía de estar sonrojado de pies a cabeza, por la vergüenza y sintiéndose bastante expuesto ante los recién llegados.

 

            —Perdón por la intrusión —dijo Dann, mirando todavía a un punto indefinido del lugar—. He preguntado a los sirvientes y éstos me habían dicho que te habían visto en la habitación… no pensaba… importunar de esta forma.

            —No… no… no importunáis… —respondió Arthur—. Solo… permitidme que me ausente unos segundos para vestirme.

 

            Dann asintió y Arthur cogió la ropa que se encontraba en la silla a su lado y volvió hacia el frío baño, donde JaHan estaba vaciando la bañera, echando los cubos de agua por la pequeña ventana del lugar. El chico lo miró, interrogante, pero Arthur no tenía tiempo para contarle nada en aquellos momentos, así que, rápidamente se vistió para volver a salir a la habitación, aunque no se abrochó del todo la camisa porque cuando JaHan le cortara el pelo se la tendría que quitar de nuevo. Cuando volvió a salir, se encontró con que Dann seguían prácticamente en la puerta, mientras que el otro chico había avanzado por la habitación, observándolo todo con ojos curiosos hasta que se percató de que Arthur ya había vuelto y, en ese momento, le dedicó una sonrisa amplia que hizo que sus ojos se convirtieran en dos medias lunas.

 

            —Mi nombre es MuJin, Go MuJin —se presentó.

 

            Arthur asintió a su presentación, pero no dijo nada, inseguro sobre qué era lo que podía decir, pero la intervención de Dann lo salvó de hablar.

 

            —MuJin es un buen guerrero y espadachín —dijo—. Mis hombres suelen estar bastante ocupados, por lo que no pueden prestarte toda la atención que deberían y quería asegurarme de que estuvieras a salvo.

 

            Arthur asintió, moviendo su cabeza levemente. Sabía perfectamente que seguía siendo un prisionero de Dann a pesar de que ya no lo tuviera atado a ningún lugar y a pesar de que lo dejara salir de los muros del castillo debidamente acompañado, pero no le gustó que éste tratara de disfrazar su preocupación porque sus hombres no pudieran estar totalmente pendientes de él de preocupación por su seguridad. Estaba claro que ni él ni JaHan podrían defenderse si alguien intentara hacerle daño porque, de alguna forma, la información sobre sus sueños se supiera, pero mientras él no dijera nada y mientras Dann no supiera nada, aquel no debía de ser el caso. En el fondo, quiso oponerse a aquello, protestar incluso, como si fuera un niño, pero no lo hizo porque no sabía qué consecuencias podría tener para él su oposición. Dann había sido amable con él, pero tampoco quería tentar su suerte… y, de todas formas, no tenía otro lugar donde ir, no sabiendo que su sitio estaba en el Reino de la Lluvia, tratando que las gentes del lugar no se enfrentasen a la guerra o estuviesen preparados para sortear hambrunas o desastres naturales.

 

            —Tengo algunos asuntos que atender —dijo entonces Dann—, si me disculpáis.

 

            Salió de la habitación tras aquello, cerrando la puerta tras él, dejándolo en el lugar junto con MuJin y junto con JaHan, que salía en aquellos momentos del baño, tijeras en mano, para comenzar con su tarea y Arthur decidió no prestarle mucha atención a MuJin por el momento, simplemente se desabrochó los pocos botones que había abrochado antes de la camisa y la dejó sobre sus piernas en cuanto se sentó en la silla que habían colocado junto a la ventana porque el día era frío y oscuro y no entraba demasiada luz. JaHan se colocó tras él y comenzó a pasarle los dedos por su pelo para desenredarlo un poco antes de peinarlo con el cepillo. Se había rizado un poco, pero no lo suficiente como para que el chico no pudiera deshacerlos con el cepillo antes de comenzar a coger los mechones más largos de su pelo y las tijeras para cortarle el pelo. No obstante, antes de que pudiera empezar una voz lo detuvo.

 

            —¿Vas a cortarle el pelo de esa forma? —preguntó MuJin, acercándose a ellos desde el otro lado de la habitación—. Porque no creo que sea la mejor forma de hacerlo.

 

            Arthur giró su cabeza hacia JaHan y vio cómo la expresión del chico se ensombrecía durante un par de segundos antes de desviar su mirada hacia el suelo, como si hubiera recordado que él solo era un sirviente que no tenía derecho a contestar ante un reproche de alguien en una posición social más elevada. MuJin era un guerrero, por lo que, debía de ser noble, los únicos capaces de permitirse una espada como la que el chico lucía en su cinto, aunque fuera de la baja nobleza, seguía teniendo una posición mucho más elevada que la de JaHan y la suya misma. Arthur no era más que un profeta.

 

            —He visto a mi madre cortarle el pelo a mis hermanas y a mi padre en más ocasiones de las que soy capaz de contar y alguna vez la he ayudado yo a cortarse el pelo a ella —dijo—. Si me permitís, puedo cortaros el pelo.

 

            Arthur asintió y, entonces, JaHan le entregó las tijeras a MuJin, que ocupó la posición en la que éste se había encontrado hasta el momento. El chico comenzó a cortar y mechones de su pelo empezaron a caer al suelo de piedra uno tras otro hasta formar un pequeño montón a su alrededor. Arthur se quedó lo más quieto que pudo, pero sin dejar de tamborilear sus dedos sobre sus muslos hasta que el otro le anunció que había terminado, en ese momento, Arthur giró su cabeza hacia el cristal de la ventaba y, aprovechando la oscuridad del día en el exterior, pudo ver su reflejo perfectamente, dándose cuenta de que MuJin había hecho un gran trabajo cortándole el pelo.

 

            —Muchas gracias —murmuró, provocando que el chico le dedicara una sonrisa amplia.

            —No hace falta que me lo agradezcas —le respondió—. Estoy aquí para lo que necesites, para protegerte, para cortarte el pelo o para ser tu amigo.

 

~

 

            Arthur pensaba que no se acostumbraría a la presencia de MuJin pendiente de él y de todos sus movimientos prácticamente a casi todas horas, pero el chico resultó ser una compañía bastante agradable. Hablaba bastante, no dejando que hubiera ni un solo momento de silencio entre ellos, contándole cosas sobre sí mismos, sobre su madre, sobre sus hermanas, haciéndole pequeñas demostraciones de su gran manejo de la espada o simplemente comenzando una conversación sobre el tiempo y, al principio, fue extraño como casi todo a lo que se enfrentaba Arthur desde que estaba fuera de la torre. El chico no estaba acostumbrado a escuchar a alguien hablar tanto ni a que le intentaran hacer partícipe de la conversación hablándole directamente, pidiendo opiniones o reacciones a lo que se le contaba porque tanto la vieja Jill como JaHan no hablaban tanto. Con la mujer sí que podía pasar algunas horas hablando sin mucho problema porque ella podía hablar y contarle cosas y Arthur siempre lo encontraba interesante y atendía a ello, pero eran más como lecciones de vida o simplemente cosas que le podían servir de ahora en adelante; con JaHan, por el contrario, Arthur estaba acostumbrado a los constantes silencios cómodos que siempre caían sobre ellos cuando agotaban sus temas de conversación, habían pasado muchos años conociéndose y el silencio podía poblar su día a día sin que ninguno de los dos se sintiera incómodo por ello. La otra persona con la que hablaba regularmente era Dann, pero sus conversaciones no eran especialmente largas y la mayoría de ellas trataban sobre temas serios y Arthur no se sentía especialmente cómodo hablando con él porque siempre estaba nervioso por algo, ya fuera por la forma en la que sentía que Dann lo miraba o por el tono que tomaba la conversación, no queriendo revelar más de lo que había planeado en un inicio. No obstante, con MuJin era diferente, era todo demasiado diferente y Arthur se sentía quizás un poco intrigado por ello, porque era un chico con una personalidad interesante, un chico que actuaba de una forma completamente diferente a como actuaban el resto de personas con las que él trataba. Y probablemente fuera por eso que Arthur dejó que, con el paso de los días, MuJin se abriera paso en su vida como si realmente siempre hubiese estado allí.

 

            —Arthur —lo llamó MuJin, sacándolo de sus pensamientos—. ¿En qué piensas?

 

            Arthur no pudo evitar parpadear rápidamente, primero confuso por la pregunta y después un poco avergonzado porque no quería admitir que había estado pensando en él, en que su compañía lo estaba comenzando a agradar y pasaron largos minutos hasta que encontró la mejor respuesta.

 

            —En lo diferente que es todo ahora.

 

            No elaboró su respuesta porque, de todas formas, sabía perfectamente que MuJin la utilizaría como punto de partida como otro nuevo tema de conversación y el chico no tardó más que unos segundos en empezar a hablar de todos los cambios que él había notado y en lo agradecido que estaba con Dann por haberlo acogido en el castillo y él no pudo estar más de acuerdo con MuJin en todo aquello. El chico le había contado en otra ocasión las circunstancias por las que había ido al castillo y la forma en la que Dann le había encargado quedarse con él para protegerlo de cualquier amenaza y Arthur había visto cómo gente de todas partes del reino traían partes de sus cosechas como regalo por el cambio en el gobierno. Solo habían pasado unas tres semanas desde que todo había pasado, pero en ese escaso tiempo habían ocurrido bastantes cosas buenas para la gente y Dann había tomado diversas decisiones que daban un poco de respiro al pueblo después de haber pasado tantos años bajo la tiranía del anterior rey, que solo buscaba su propio bienestar y beneficio. Solo habían sido unas semanas, pero todo era ahora mucho mejor de lo que lo había sido durante los últimos tiempos y Dann parecía querer hacer todo lo posible para que las cosas en el reino fueran de la mejor manera posible y Arthur sabía perfectamente que estaba haciendo un buen trabajo con ello porque desde que había llegado con sus hombres, no había tenido ningún sueño, aparte de aquel que había tenido en la noche que había pasado en el campamento. No obstante, aquel sueño, aquella persona que llegaba envuelto por el blanco, no era una amenaza. Arthur se había acostumbrado a soñar prácticamente todas las semanas sobre algo que podía ir terriblemente mal en el reino cuando todavía estaba en la torre, pero desde la llegada de Dann eso no había pasado y Arthur se alegraba de que la decisión que había tomado al dejarlo entrar sin oponer resistencia estuviera dando buenos frutos.

 

            Porque el destino de Arthur y del Reino de la Lluvia habían cambiado drásticamente en el momento en el que Dann había desenvainado su espada, pero el chico sentía que había cambiado para ser muchísimo mejor de lo que habría sido de no haberlo hecho.

 

🗡 👑

 

            Dann decidió levantarse de la cama después de llevar varias horas dando vueltas sin terminar de quedarse dormido. Trató de no mover demasiado el colchón para no despertar a Arthur, que dormía profundamente a su lado y caminó por la habitación, dando vueltas como un león enjaulado y suspirando una y otra vez sin poder contenerse. Tenía demasiadas cosas en la cabeza, demasiadas cosas que hacer y demasiado a lo que enfrentarse a pesar de que el reino se hubiera tomado su llegada con relativa calma y con alegría, incluso. Que el pueblo del Reino de la Lluvia lo aceptase le hacía algunas cosas más fáciles, pero no todas, sobre todo, en el tema de la familia real y el que era el legítimo heredero al trono, aquel que dormía plácidamente en su cama. Todavía no había encontrado la forma de verificar la información que le había dado aquella vieja sirvienta porque absolutamente nadie sabía que la reina realmente no se había ido y había muerto en el camino de vuelta a su hogar. Eso era lo que todo el mundo sabía, lo que todo el mundo le contaba cuando preguntaba. “Una tragedia” comentaban algunos. Lo que había sucedido con los reyes antes de que el usurpador ascendiera al trono había sido una tragedia para el reino y nadie sabía nada sobre aquel chico que había vivido encerrado en la torre más alta del castillo. Quienes en el castillo sabían de su existencia no sabían quién era, solo que era un prisionero del anterior rey, alguien importante, pero no cuál era su identidad, de hecho, ni siquiera sabían que Arthur, el chico que caminaba entre ellos esos días, era el muchacho que había estado encerrado en la torre. Todo aquello frustraba un poco a Dann y no podía hacer otra cosa más que esperar y casi rezar por una especie de milagro que lo ayudara a resolver todo aquello para poder dedicarse totalmente a otros temas del reino, sin que sus pensamientos se vieran invadidos por Arthur una y otra vez… pero no paraba de hacerlo, no paraba de pensar en él. Cuando MuJin había llegado, había decidido dejarlo a su cuidado, como una forma de testar si de verdad el chico era una amenaza o no para ellos, teniendo a alguno de sus hombres siempre vigilante por si algo pudiera pasar y había descubierto que éste simplemente quería ayudar y no sabía absolutamente nada de Arthur, ni de quién era, por lo que realmente no debería de preocuparse por él, sabiendo que estaba en buenas manos con MuJin, viendo cómo poco a poco parecía empezar a encajar en el lugar y que nadie sabía quién era, por lo tanto, estaba protegido y seguro. No obstante, su mente seguía jugándole malas pasadas y seguía sin poder dejar de pensar en el chico cuando obviamente tenía muchísimas más cosas sobre las que preocuparse. Dann suspiró profundamente y después se agachó junto a la leña que había cerca de la chimenea para echar un par de troncos al fuego y así avivarlo y que la habitación no se quedara helada. Tardó un poco en que la llama fuera un poco más fuerte y diera algo de más calor, pero en cuanto lo hizo, Dann no pudo evitar sonreír, contento de tener algo que hacer mientras estaba desvelado, contento de tener algo a lo que poder dedicarse en lugar de pensar una y otra vez en Arthur.

 

            El viento sopló fuertemente fuera en ese momento, los cristales de la ventana temblando por él y por el golpeteo incesante de la tormenta que se había levantado aquella noche. La lluvia no había dejado de caer en toda la noche, pero en aquellos instantes, lo que golpeaba los cristales no era agua, sino granizo. Dann se alejó del fuego para asomarse un poco a la ventana, viendo así cómo el patio del castillo y las colinas circundantes se teñían de blanco debido al granizo, sintiendo también un poco de frío porque las porteras de la ventana no cerraban del todo bien y un poco de aire gélido se colaba a través de los huecos. Se abrazó a sí mismo después de tener un pequeño escalofrío y estuvo a punto de darse la vuelta para coger algo con lo que abrigarse un poco; sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, ocurrió algo que dejó a Dann completamente paralizado ante la ventana. Un rayo cayó del cielo justo en mitad de la planicie que se encontraba frente a los muros del castillo, un rayo intenso, blanco, casi espectral, con una luz tan intensa y un sonido tan atronador que Dann tuvo que cerrar sus ojos y taparse las orejas con las manos durante unos segundos y, cuando los volvió a abrir, entre la tormenta, vio una figura a lo lejos, caminando hacia el castillo, una figura completamente blanca de pies a cabeza que caminaba con un bastón igualmente níveo y por allí por donde pasaba, la lluvia y el granizo dejaban de caer, una figura que había aparecido exactamente en el mismo lugar en el que había caído el rayo.

 

            Inmediatamente, Dann se puso en guardia, observando fijamente aquella figura que avanzaba entre la tormenta como si ésta no le importase ni importunase en absoluto, dirigiéndose hasta las puertas del castillo, quedándose a varios metros de éstas. Dann lo observó porque era extraño, era realmente extraño. Nadie viajaría en mitad de la noche con unas condiciones tan desfavorables y nadie llegaría a las puertas de un castillo a aquellas horas in tener un motivo. No sabía quién era esa figura, pero quizás no estaría de más que todos se pusieran en guardia, los vigías de aquella noche tendrían que haberlo visto y seguro que estaban pendientes como él de lo que hacía, así que, decidió ir hasta donde ellos se encontraban, por si había que organizar cualquier tipo de operación para averiguar quién era aquella persona y qué era lo que quería. No obstante, antes de que pudiera hacer nada de aquello, el extraño viajero alzó hacia el cielo la vara blanca que portaba e inmediatamente un nuevo rayo cayó del cielo, esta vez justo sobre su vara. Dann no pudo hacer más que contener su respiración al ver cómo la parte superior de la vara se iluminaba con una luz blanca demasiado pura, con toques de azul durante tan solo unos segundos, justo antes de que la parte inferior de esta tocase el suelo y el rayo de luz fuera disparado directamente contra las puertas del castillo, haciéndolas pedazos. Dann reaccionó rápido en ese momento, su cuerpo acostumbrado a las amenazas constantes de ataques y al fragor de la batalla y corrió, alejándose de la ventana a la que había estado asomado, corrió hasta la cama en la que Arthur todavía se encontraba durmiendo plácidamente y saltó sobre ella, tapando con su cuerpo el del chico, justo antes de que los cristales de la ventana saltasen con un ruido fuerte, como si una bala de cañón hubiera impactado contra ella, y éstos se rompiesen en mil pedazos, llenando la habitación de trozos volando por los aires, algunos de ellos cortando la piel desnuda de su espalda y de sus brazos mientras protegía con su cuerpo a Arthur para que no sufriera ningún daño.

 

            En ese momento, Arthur se despertó, sobresaltado, abriendo los ojos al máximo al verlo y trató de alejarse de él, de salir de entre sus brazos, pero Dann lo retuvo en su lugar, agarrándolo de los hombros y dejándolo de aquella forma completamente presionado contra el colchón.

 

            —No te muevas —le dijo—. No te muevas hasta que sea seguro.

 

            Arthur lo miró fijamente a los ojos durante unos momentos y después asintió. Dann suspiró profundamente, sintiendo los pinchazos de los cristales en su piel, aquellos que simplemente le habían hecho cortes y aquellos que se habían hundido en su carne. Dolía. Dolía demasiado. Sobre todo, porque todo su cuerpo estaba en completa tensión, y tuvo que apretar los dientes con fuerza para soportar el dolor. Los cristales dejaron de volar por la habitación instantes más tarde y solo entonces, Dann dejó de envolver el cuerpo de Arthur con el suyo, respirando profundamente al darse cuenta de que el chico no tenía ni un solo rasguño, sentándose sobre el colchón justo después. Arthur tuvo que darse cuenta de sus heridas por la sangre que corría caliente por su piel, manchándolo todo de rojo y señaló su cuerpo, incorporándose rápidamente y llevando su mano derecha con cuidado y delicadeza hacia un trozo de cristal que se había hundido en su brazo, tirando de él suavemente hasta que éste salió, provocando que aún más sangre brotara de aquella herida en concreto.

 

            —Lo siento —murmuró Arthur—. Voy… voy… a por… seguro que hay algunas vendas… yo… agua también… hay que… curar esas heridas…

 

            Dann sabía que el chico tenía razón, pero en esos momentos no podía hacerlo, no podía entretenerse en aquello cuando alguien justo había hecho volar todo por los aires. Sabía que cuanto más tiempo tardara en atender sus heridas, peor sería para su cuerpo, pero también sabía que la amenaza del exterior era bastante más importante en esos momentos, por lo que se bajó de nuevo de la cama, se puso las botas para no andar por el suelo de piedra lleno de cristales descalzo y comenzó a vestirse para salir al exterior, colocándose su espada al cinto mientras se asomaba a la ventana para evaluar lo que estaba pasando en el patio. Las enormes puertas de madera que guardaban el castillo habían saltado en pedazos por los aires y se encontraban por el suelo del patio de armas, en el mismo lugar, donde la lluvia y el granizo seguían cayendo en todas partes menos sobre la figura de blanco y donde se encontraban la mayoría de los guardias, rodeándolo, amenazándolo con sus espadas, con sus lanzas, con sus arcos. Ahora que estaba mucho más cerca, el desconocido parecía un chico joven, realmente joven, a pesar de que su pelo era completamente blanco, al igual que su atuendo y la vara que llevaba en su mano izquierda. No parecía intimidado ante los guerreros que lo rodeaban y, después de haberlo visto utilizar aquel artefacto, Dann sabía que obviamente no debía de temerle a nada teniendo aquella vara en sus manos. Con rapidez, a pesar del dolor que le causó terminar de ponerse la camisa sobre las heridas, con todavía muchos trocitos de cristal clavados en su piel, se vistió y se giró hacia Arthur de nuevo, que no le había quitado los ojos de encima en ningún momento, probablemente todavía pensando que debía de curarse las heridas antes de nada.

 

            —No te muevas de aquí —le pidió, dirigiéndose después hacia la puerta, que se abrió antes de que él llegara a ella, entrando MuJin a la habitación como una exhalación, seguido por JaHan unos momentos después.

            —¿Estáis bien? —preguntó MuJin.

            —Quedaos los dos aquí con Arthur —fue lo que dijo él, en vez de responder a la pregunta que el chico le había hecho—. Voy a bajar para saber cómo está la situación en el patio.

 

            Ambos asintieron y se echaron a un lado para que Dann pudiera pasar y éste simplemente salió de la habitación, caminando rápidamente por los pasillos, bajando las escaleras una tras otra con rapidez, a pesar de que notaba la tirantez de sus heridas y la sangre empapando su camisa. Llegó hasta el patio tan solo unos momentos después y caminó bajo la lluvia haciéndose paso entre la multitud de guerreros que se habían congregado en el lugar hasta llegar ante el recién llegado. Desde la ventana le había parecido joven, pero ahora que se encontraba allí ante él, Dann no ponía en duda que lo era, debía de ser más joven que Arthur incluso, su rostro níveo revelando todavía rasgos de la niñez en él, pero sus ojos oscuros revelaban una sabiduría propia de alguien que había vivido más eras de las que podían contar.

 

            —No se ha movido desde que entró —le susurró a su lado Jack—. Y nosotros no podemos avanzar tampoco más allá de aquí.

 

            Su segundo al mando le señaló un lugar a tan solo un par de zancadas de donde se encontraba la primera línea de hombres rodeándolo, donde no caía la lluvia. Jack le explicó entre susurros que cuando un par de hombres se habían tratado de acercar para atacarlo, al llegar a aquella zona habían sido expulsados hacia atrás, como si se hubieran chocado contra una pared invisible, como si fuera magia. Dann no creía en la magia, no creía que ésta existiera a pesar de que en algunos de los reinos que circundaban al Reino de la Lluvia ésta era o parte importante de su sociedad o perseguida. Él creía en su Dios, todopoderoso, omnipotente y omnipresente… pero en aquellas tierras hablaban de leyendas, de profecías, de reyes con poderes más allá de lo imaginable, de magos, de druidas. Lo que había visto aquella noche, la repentina aparición del chico que se encontraba ante él en la tormenta y la forma en la que había hecho estallar en pedazos la enorme puerta de las murallas exteriores del castillo, hacía que no tuviera más remedio que aceptar que el chico que se encontraba ante él tenía algún tipo de poder mágico, algo que lo hizo ponerse todavía más en guardia, sacando su espada y apuntándolo con ella al preguntarle con voz firme y autoritaria:

 

            —¿Quién eres y qué es lo que buscas?

            —Solo quiero hablar con el rey —dijo el chico.

 

            Su voz era aguda, infantil, pero había un eco en ella que la volvía fuerte e intensa. Dann tuvo un sentimiento extraño al escuchar su demanda porque el rey de aquellas tierras hacía semanas que había muerto bajo su espada y sobre la situación de Arthur y las palabras de la vieja sirvienta solo ellos dos eran conscientes, nadie más sabía que el chico podía ser el legítimo heredero al trono del Reino de la Lluvia. Si el recién llegado pensaba hacerle cualquier tipo de daño a Arthur, él no dejaría que aquello sucediera por nada del mundo, por lo que agarro con firmeza su espada, con las dos manos, y se puso en posición, con su pie derecho adelantado, dispuesto a atacarlo si este hacía algún movimiento extraño. No obstante, antes de que él o el otro pudiera hacer absolutamente nada, hubo un pequeño revuelo a su espalda y miró de reojo hacia atrás, girando levemente su cabeza, descubriendo que Arthur había salido a pesar de que le había dicho que se quedara en la habitación y caminaba hacia él con rapidez, empujando a aquellos que se encontraban en su camino, seguido a apenas dos palmos de distancia por MuJin y JaHan.

 

            —Baja, la espada, por favor —murmuró cuando llegó a su lado, tan bajo que solo él podía haber escuchado su voz—. No viene a hacernos daño.

            —Ha hecho saltar por los aires la puerta de entrada del castillo —replicó él, sin bajar el arma—. No sé si querrá hacernos daño, pero ha invadido el castillo.

            —Yo… —Arthur se mordió el labio inferior, indeciso, sus ojos nerviosos mirando al recién llegado y al resto de la comitiva—. Yo… no quería decirlo antes porque… no sabía si era seguro decirlo… —dijo y antes de que Dann reaccionara, el chico se pegó a su cuerpo y susurró en su oído—. Soy un profeta… soñé con tu llegada y no avisé al rey de ésta porque el cambio para el reino era positivo… de la misma forma que he soñado con su llegada… no viene a hacer daño… el sueño fue cálido, reconfortante… no le hagas daño… por favor… deja que… deja que hable…

 

            Después de susurrar aquello directamente contra su oreja, Arthur se alejó de su cuerpo y Dann sintió frío allí donde el cuerpo del chico había estado presionado contra el suyo. No obstante, su mente funcionaba a toda velocidad en esos momentos porque Arthur acababa de expresarle que tenía sueños sobre el futuro, que había soñado con él y había advertido que no era una amenaza, de la misma forma que había soñado con aquel que se alzaba ante ellos, imperturbable, con su vara en la mano y su mirada oscura fija en ellos. Si era cierto, si eso de verdad era cierto, y si las leyendas que se contaban sobre el poder de la sangre mágica que corría por las venas de la familia real del Reino de la Lluvia… Arthur debía de ser realmente el heredero al trono.

 

            —Quiero hablar con el rey —volvió a decir el chico—. Quiero ver a aquel que soñó con mi llegada.

 

            Dann tragó saliva. Arthur le acababa de susurrar al oído que él había soñado con su llegada, pero su voz había sido tan suave, tan baja, que apenas lo había podido escuchar, era imposible que el otro hubiera escuchado lo que le había dicho porque estaba seguro que ni siquiera Jack, que estaba a su lado, había oído a Arthur. Aquello era un tema delicado que no podían tratar delante de todo el mundo y bajo la tormenta, por lo que tomo una decisión que realmente no sentía que fuera la correcta, pero era la única que podía tomar en aquellos momentos.

 

            —Todos bajad las armas y volved a vuestros puestos hasta nuevo aviso —dijo, su voz alzándose en la noche—. Por el momento no hay ninguna amenaza que os requiera.

 

            Todos bajaron las armas tras su orden y comenzaron a retirarse lentamente del patio, dejando el lugar vacío tan solo unos minutos después. Antes de irse, Jack le dijo que solo tenía que avisarlo si las cosas se torcían y él asintió, tranquilo de saber que tendría su apoyo si algo sucedía, pero en aquellos momentos había algo mucho más importante que hacer. Se giró hacia Arthur y hacia el recién llegado y les indicó que ambos podían seguirlo antes de echar a andar, tomando al chico del brazo para que éste caminara a su lado y sin perder de vista al otro hasta que finalmente dejaron la lluvia atrás, adentrándose en el castillo, yendo hacia la habitación en la que tendrían más privacidad para hablar.

 

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