Chapter
V: a white storm
El mundo era un lugar extraño para Arthur. Acostumbrado a
vivir dentro de las mismas cuatro paredes, viéndolo todo desde lo alto, sintiendo
que el resto de personas eran como pequeñas hormigas por su punto de vista, no
sabía realmente cómo ser ni cómo comportarse con el nuevo mundo que ahora lo
rodeaba. Tanto la vieja Jill como JaHan lo estaban ayudando a que se
acostumbrase, a que no le tuviera miedo a las cosas que eran normales y a que
intentara conocer todo lo que pudiera de primera mano dentro de los límites del
castillo y Arthur estaba realmente agradecido por ello, a pesar de que no
pudiera hacer mucho para mostrar aquella gratitud. También estaba bastante
agradecido con Dann, por haber salvado algunos de sus libros, sus únicas
posesiones y lo único que hacía que no se volviera totalmente loco porque el
cambio en su vida había sido demasiado grande y tenerlos, poder releerlos cada
vez que lo necesitaba, lo calmaba lo suficiente como para seguir un día más
enfrentándose al nuevo mundo ante él. Igualmente estaba agradecido con Dann
porque no había dicho ni una sola palabra, no había hecho ni una sola mención
al hábito nocturno que había desarrollado sin querer. Arthur no lo hacía
conscientemente, pero eran muchas las noches en las que acababa dormido,
pegándose a la espalda ancha del guerrero, sintiendo el calor que el cuerpo de
este desprendía y solo durmiendo bien de aquella forma. Dann debía de saberlo
porque generalmente se despertaba mucho más temprano que él por las mañanas y
debía verlo acurrucado contra él, pero no había hecho mención ninguna a aquella
situación, imaginaba que, porque no le importaba o porque no quería avergonzarlo,
fuera por lo que fuera, Arthur estaba realmente agradecido por ello.
—Mi señor Arthur —murmuró JaHan, sacándolo de
sus pensamientos—. ¿Está realmente seguro de que quiere que le intente cortar
el pelo yo?
Arthur no pudo evitar
sonreír y dedicarle una sonrisa a JaHan cuando se giró hacia él. Le había dicho
aquella mañana que se daría un baño y le había pedido después que lo ayudara a
cortarse el pelo porque éste había crecido demasiado. Cuando estaba en la torre,
se lo había cortado él mismo con unas tijeras que apenas cortaban y gracias a
la ayuda de un espejo desde que la vieja Jill había dejado de subir allí, pero
nunca lo había hecho especialmente bien y la última vez que lo había tratado,
JaHan había aparecido con su almuerzo y le había cortado el pelo mucho mejor de
lo que él lo había hecho. El chico obviamente decía que no sabía cómo hacerlo
bien y que era mejor que alguien con experiencia como su abuela, se lo cortara,
pero Arthur no quería importunar más a la mujer, porque ya había hecho bastante
por él en todos aquellos años —y seguía haciendo un montón por él en esos
momentos—, así que, aunque JaHan no fuera el mejor cortando el pelo, al menos
era mucho mejor que él, por lo que a Arthur le servía. No tenía a otra persona
a la que poder preguntarle y era algo que llevaba atrasando desde antes del
invierno, por lo que, las habilidades del chico eran más que suficientes para
él.
—Estoy seguro —respondió a su pregunta.
JaHan suspiró al escuchar su respuesta, probablemente no
muy contento con ella, pero después asintió, resignado y Arthur no pudo evitar
que su sonrisa se ampliara. JaHan era un buen chico.
Después de aquel pequeño intercambio de palabras, Arthur
siguió aseándose y relajándose un poco en la bañera mientras el agua en ésta
todavía seguía calentita. No era especialmente necesario ni frecuente bañarse,
mientras había vivido en la habitación de la torre solo se había lavado en
torno a una vez al mes, pero aquella misma mañana se había puesto perdido de
barro cuando había salido con JaHan y con uno de los hombres de Dann, que los
había vigilado durante todo el trayecto, para rondar por los alrededores y ver
un poco el mundo que siempre había visto a través de su ventana. El día se
había vuelto oscuro de repente y les había caído encima un buen chaparrón, así
que, todos se habían llenado de barro. JaHan se había lavado rápidamente abajo,
en los aposentos de los sirvientes, mientras le calentaba agua y luego la subía
hasta la enorme habitación que Arthur estaba compartiendo con Dann, donde tras
una de las puertas, se encontraba un pequeño baño. Cuando finalmente terminó de
quitarse todo el barro de la piel, simplemente salió del agua y cogió la toalla
que JaHan le tendió para secarse un poco, antes de salir a la habitación,
descalzo y desnudo para colocarse frente al fuego porque en el baño hacía
bastante frío fuera del agua. Allí, frente al fuego, Arthur siguió secándose
poco a poco. Tenía la ropa limpia que le había sido llevada sobre una de las
sillas que había a su lado y probablemente se sentaría allí mismo después de
ponerse su ropa interior para que JaHan le cortase el pelo antes de que se le
secase, se le rizase y le fuera imposible meter las tijeras entre sus rizos sin
hacerle un destrozo.
Todavía se estaba secando cuando la puerta de sus
aposentos se abrió de golpe y por ella entró Dann, seguido de un chico que
Arthur no reconocía, de ojos grandes y labios gruesos. Arthur se quedó
completamente paralizado en esos momentos, sintiendo la penetrante mirada de
Dann sobre su cuerpo, conteniendo la respiración, su corazón latiendo
rápidamente dentro de su pecho. La intensidad de la mirada del guerrero lo
hacía sentir aún más desnudo de lo que estaba, como si estuviera metiéndosele
dentro de su cuerpo y Arthur solo pudo salir de su ensimismamiento cuando el
joven que acompañaba a Dann carraspeó. En ese momento, la mirada de Dann se
desvió de su cuerpo hacia cualquier otro lugar de la habitación y Arthur pudo
hacer que su cuerpo volviera a funcionar correctamente y se cubrió con la
toalla que todavía tenía en su mano para no estar desnudo ante ellos, sabiendo
a la perfección que debía de estar sonrojado de pies a cabeza, por la vergüenza
y sintiéndose bastante expuesto ante los recién llegados.
—Perdón por la intrusión —dijo Dann, mirando
todavía a un punto indefinido del lugar—. He preguntado a los sirvientes y
éstos me habían dicho que te habían visto en la habitación… no pensaba…
importunar de esta forma.
—No… no… no
importunáis… —respondió Arthur—. Solo… permitidme que me ausente unos segundos
para vestirme.
Dann asintió y Arthur cogió la ropa que se encontraba en
la silla a su lado y volvió hacia el frío baño, donde JaHan estaba vaciando la
bañera, echando los cubos de agua por la pequeña ventana del lugar. El chico lo
miró, interrogante, pero Arthur no tenía tiempo para contarle nada en aquellos
momentos, así que, rápidamente se vistió para volver a salir a la habitación,
aunque no se abrochó del todo la camisa porque cuando JaHan le cortara el pelo
se la tendría que quitar de nuevo. Cuando volvió a salir, se encontró con que Dann
seguían prácticamente en la puerta, mientras que el otro chico había avanzado
por la habitación, observándolo todo con ojos curiosos hasta que se percató de
que Arthur ya había vuelto y, en ese momento, le dedicó una sonrisa amplia que
hizo que sus ojos se convirtieran en dos medias lunas.
—Mi nombre es MuJin, Go MuJin —se presentó.
Arthur asintió a su presentación, pero no dijo nada,
inseguro sobre qué era lo que podía decir, pero la intervención de Dann lo
salvó de hablar.
—MuJin es un buen guerrero y espadachín —dijo—.
Mis hombres suelen estar bastante ocupados, por lo que no pueden prestarte toda
la atención que deberían y quería asegurarme de que estuvieras a salvo.
Arthur asintió,
moviendo su cabeza levemente. Sabía perfectamente que seguía siendo un
prisionero de Dann a pesar de que ya no lo tuviera atado a ningún lugar y a
pesar de que lo dejara salir de los muros del castillo debidamente acompañado,
pero no le gustó que éste tratara de disfrazar su preocupación porque sus
hombres no pudieran estar totalmente pendientes de él de preocupación por su
seguridad. Estaba claro que ni él ni JaHan podrían defenderse si alguien
intentara hacerle daño porque, de alguna forma, la información sobre sus sueños
se supiera, pero mientras él no dijera nada y mientras Dann no supiera nada,
aquel no debía de ser el caso. En el fondo, quiso oponerse a aquello, protestar
incluso, como si fuera un niño, pero no lo hizo porque no sabía qué
consecuencias podría tener para él su oposición. Dann había sido amable con él,
pero tampoco quería tentar su suerte… y, de todas formas, no tenía otro lugar
donde ir, no sabiendo que su sitio estaba en el Reino de la Lluvia, tratando
que las gentes del lugar no se enfrentasen a la guerra o estuviesen preparados
para sortear hambrunas o desastres naturales.
—Tengo algunos asuntos que atender —dijo
entonces Dann—, si me disculpáis.
Salió de la habitación
tras aquello, cerrando la puerta tras él, dejándolo en el lugar junto con MuJin
y junto con JaHan, que salía en aquellos momentos del baño, tijeras en mano,
para comenzar con su tarea y Arthur decidió no prestarle mucha atención a MuJin
por el momento, simplemente se desabrochó los pocos botones que había abrochado
antes de la camisa y la dejó sobre sus piernas en cuanto se sentó en la silla
que habían colocado junto a la ventana porque el día era frío y oscuro y no
entraba demasiada luz. JaHan se colocó tras él y comenzó a pasarle los dedos
por su pelo para desenredarlo un poco antes de peinarlo con el cepillo. Se
había rizado un poco, pero no lo suficiente como para que el chico no pudiera
deshacerlos con el cepillo antes de comenzar a coger los mechones más largos de
su pelo y las tijeras para cortarle el pelo. No obstante, antes de que pudiera
empezar una voz lo detuvo.
—¿Vas a cortarle el
pelo de esa forma? —preguntó MuJin, acercándose a ellos desde el otro lado de
la habitación—. Porque no creo que sea la mejor forma de hacerlo.
Arthur giró su cabeza
hacia JaHan y vio cómo la expresión del chico se ensombrecía durante un par de
segundos antes de desviar su mirada hacia el suelo, como si hubiera recordado
que él solo era un sirviente que no tenía derecho a contestar ante un reproche
de alguien en una posición social más elevada. MuJin era un guerrero, por lo
que, debía de ser noble, los únicos capaces de permitirse una espada como la
que el chico lucía en su cinto, aunque fuera de la baja nobleza, seguía
teniendo una posición mucho más elevada que la de JaHan y la suya misma. Arthur
no era más que un profeta.
—He visto a mi madre
cortarle el pelo a mis hermanas y a mi padre en más ocasiones de las que soy
capaz de contar y alguna vez la he ayudado yo a cortarse el pelo a ella —dijo—.
Si me permitís, puedo cortaros el pelo.
Arthur asintió y,
entonces, JaHan le entregó las tijeras a MuJin, que ocupó la posición en la que
éste se había encontrado hasta el momento. El chico comenzó a cortar y mechones
de su pelo empezaron a caer al suelo de piedra uno tras otro hasta formar un
pequeño montón a su alrededor. Arthur se quedó lo más quieto que pudo, pero sin
dejar de tamborilear sus dedos sobre sus muslos hasta que el otro le anunció
que había terminado, en ese momento, Arthur giró su cabeza hacia el cristal de
la ventaba y, aprovechando la oscuridad del día en el exterior, pudo ver su
reflejo perfectamente, dándose cuenta de que MuJin había hecho un gran trabajo
cortándole el pelo.
—Muchas gracias —murmuró, provocando que el
chico le dedicara una sonrisa amplia.
—No hace falta que me
lo agradezcas —le respondió—. Estoy aquí para lo que necesites, para
protegerte, para cortarte el pelo o para ser tu amigo.
~
Arthur pensaba que no se acostumbraría a la presencia de
MuJin pendiente de él y de todos sus movimientos prácticamente a casi todas
horas, pero el chico resultó ser una compañía bastante agradable. Hablaba
bastante, no dejando que hubiera ni un solo momento de silencio entre ellos,
contándole cosas sobre sí mismos, sobre su madre, sobre sus hermanas, haciéndole
pequeñas demostraciones de su gran manejo de la espada o simplemente comenzando
una conversación sobre el tiempo y, al principio, fue extraño como casi todo a
lo que se enfrentaba Arthur desde que estaba fuera de la torre. El chico no
estaba acostumbrado a escuchar a alguien hablar tanto ni a que le intentaran
hacer partícipe de la conversación hablándole directamente, pidiendo opiniones
o reacciones a lo que se le contaba porque tanto la vieja Jill como JaHan no
hablaban tanto. Con la mujer sí que podía pasar algunas horas hablando sin
mucho problema porque ella podía hablar y contarle cosas y Arthur siempre lo
encontraba interesante y atendía a ello, pero eran más como lecciones de vida o
simplemente cosas que le podían servir de ahora en adelante; con JaHan, por el
contrario, Arthur estaba acostumbrado a los constantes silencios cómodos que
siempre caían sobre ellos cuando agotaban sus temas de conversación, habían
pasado muchos años conociéndose y el silencio podía poblar su día a día sin que
ninguno de los dos se sintiera incómodo por ello. La otra persona con la que
hablaba regularmente era Dann, pero sus conversaciones no eran especialmente
largas y la mayoría de ellas trataban sobre temas serios y Arthur no se sentía
especialmente cómodo hablando con él porque siempre estaba nervioso por algo,
ya fuera por la forma en la que sentía que Dann lo miraba o por el tono que
tomaba la conversación, no queriendo revelar más de lo que había planeado en un
inicio. No obstante, con MuJin era diferente, era todo demasiado diferente y
Arthur se sentía quizás un poco intrigado por ello, porque era un chico con una
personalidad interesante, un chico que actuaba de una forma completamente
diferente a como actuaban el resto de personas con las que él trataba. Y
probablemente fuera por eso que Arthur dejó que, con el paso de los días, MuJin
se abriera paso en su vida como si realmente siempre hubiese estado allí.
—Arthur —lo llamó MuJin, sacándolo de sus
pensamientos—. ¿En qué piensas?
Arthur no pudo evitar
parpadear rápidamente, primero confuso por la pregunta y después un poco
avergonzado porque no quería admitir que había estado pensando en él, en que su
compañía lo estaba comenzando a agradar y pasaron largos minutos hasta que
encontró la mejor respuesta.
—En lo diferente que es
todo ahora.
No elaboró su respuesta
porque, de todas formas, sabía perfectamente que MuJin la utilizaría como punto
de partida como otro nuevo tema de conversación y el chico no tardó más que
unos segundos en empezar a hablar de todos los cambios que él había notado y en
lo agradecido que estaba con Dann por haberlo acogido en el castillo y él no
pudo estar más de acuerdo con MuJin en todo aquello. El chico le había contado
en otra ocasión las circunstancias por las que había ido al castillo y la forma
en la que Dann le había encargado quedarse con él para protegerlo de cualquier
amenaza y Arthur había visto cómo gente de todas partes del reino traían partes
de sus cosechas como regalo por el cambio en el gobierno. Solo habían pasado
unas tres semanas desde que todo había pasado, pero en ese escaso tiempo habían
ocurrido bastantes cosas buenas para la gente y Dann había tomado diversas
decisiones que daban un poco de respiro al pueblo después de haber pasado
tantos años bajo la tiranía del anterior rey, que solo buscaba su propio
bienestar y beneficio. Solo habían sido unas semanas, pero todo era ahora mucho
mejor de lo que lo había sido durante los últimos tiempos y Dann parecía querer
hacer todo lo posible para que las cosas en el reino fueran de la mejor manera
posible y Arthur sabía perfectamente que estaba haciendo un buen trabajo con
ello porque desde que había llegado con sus hombres, no había tenido ningún
sueño, aparte de aquel que había tenido en la noche que había pasado en el
campamento. No obstante, aquel sueño, aquella persona que llegaba envuelto por
el blanco, no era una amenaza. Arthur se había acostumbrado a soñar
prácticamente todas las semanas sobre algo que podía ir terriblemente mal en el
reino cuando todavía estaba en la torre, pero desde la llegada de Dann eso no
había pasado y Arthur se alegraba de que la decisión que había tomado al
dejarlo entrar sin oponer resistencia estuviera dando buenos frutos.
Porque el destino de
Arthur y del Reino de la Lluvia habían cambiado drásticamente en el momento en
el que Dann había desenvainado su espada, pero el chico sentía que había
cambiado para ser muchísimo mejor de lo que habría sido de no haberlo hecho.
🗡️ 👑
Dann decidió levantarse de la cama después de llevar
varias horas dando vueltas sin terminar de quedarse dormido. Trató de no mover
demasiado el colchón para no despertar a Arthur, que dormía profundamente a su
lado y caminó por la habitación, dando vueltas como un león enjaulado y
suspirando una y otra vez sin poder contenerse. Tenía demasiadas cosas en la
cabeza, demasiadas cosas que hacer y demasiado a lo que enfrentarse a pesar de
que el reino se hubiera tomado su llegada con relativa calma y con alegría,
incluso. Que el pueblo del Reino de la Lluvia lo aceptase le hacía algunas
cosas más fáciles, pero no todas, sobre todo, en el tema de la familia real y
el que era el legítimo heredero al trono, aquel que dormía plácidamente en su
cama. Todavía no había encontrado la forma de verificar la información que le
había dado aquella vieja sirvienta porque absolutamente nadie sabía que la
reina realmente no se había ido y había muerto en el camino de vuelta a su
hogar. Eso era lo que todo el mundo sabía, lo que todo el mundo le contaba
cuando preguntaba. “Una tragedia” comentaban algunos. Lo que había sucedido con
los reyes antes de que el usurpador ascendiera al trono había sido una tragedia
para el reino y nadie sabía nada sobre aquel chico que había vivido encerrado
en la torre más alta del castillo. Quienes en el castillo sabían de su
existencia no sabían quién era, solo que era un prisionero del anterior rey, alguien
importante, pero no cuál era su identidad, de hecho, ni siquiera sabían que
Arthur, el chico que caminaba entre ellos esos días, era el muchacho que había
estado encerrado en la torre. Todo aquello frustraba un poco a Dann y no podía
hacer otra cosa más que esperar y casi rezar por una especie de milagro que lo
ayudara a resolver todo aquello para poder dedicarse totalmente a otros temas
del reino, sin que sus pensamientos se vieran invadidos por Arthur una y otra
vez… pero no paraba de hacerlo, no paraba de pensar en él. Cuando MuJin había
llegado, había decidido dejarlo a su cuidado, como una forma de testar si de
verdad el chico era una amenaza o no para ellos, teniendo a alguno de sus
hombres siempre vigilante por si algo pudiera pasar y había descubierto que
éste simplemente quería ayudar y no sabía absolutamente nada de Arthur, ni de
quién era, por lo que realmente no debería de preocuparse por él, sabiendo que
estaba en buenas manos con MuJin, viendo cómo poco a poco parecía empezar a
encajar en el lugar y que nadie sabía quién era, por lo tanto, estaba protegido
y seguro. No obstante, su mente seguía jugándole malas pasadas y seguía sin
poder dejar de pensar en el chico cuando obviamente tenía muchísimas más cosas
sobre las que preocuparse. Dann suspiró profundamente y después se agachó junto
a la leña que había cerca de la chimenea para echar un par de troncos al fuego
y así avivarlo y que la habitación no se quedara helada. Tardó un poco en que
la llama fuera un poco más fuerte y diera algo de más calor, pero en cuanto lo
hizo, Dann no pudo evitar sonreír, contento de tener algo que hacer mientras
estaba desvelado, contento de tener algo a lo que poder dedicarse en lugar de
pensar una y otra vez en Arthur.
El viento sopló fuertemente fuera en ese momento, los
cristales de la ventana temblando por él y por el golpeteo incesante de la
tormenta que se había levantado aquella noche. La lluvia no había dejado de
caer en toda la noche, pero en aquellos instantes, lo que golpeaba los
cristales no era agua, sino granizo. Dann se alejó del fuego para asomarse un
poco a la ventana, viendo así cómo el patio del castillo y las colinas
circundantes se teñían de blanco debido al granizo, sintiendo también un poco
de frío porque las porteras de la ventana no cerraban del todo bien y un poco
de aire gélido se colaba a través de los huecos. Se abrazó a sí mismo después
de tener un pequeño escalofrío y estuvo a punto de darse la vuelta para coger
algo con lo que abrigarse un poco; sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, ocurrió
algo que dejó a Dann completamente paralizado ante la ventana. Un rayo cayó del
cielo justo en mitad de la planicie que se encontraba frente a los muros del
castillo, un rayo intenso, blanco, casi espectral, con una luz tan intensa y un
sonido tan atronador que Dann tuvo que cerrar sus ojos y taparse las orejas con
las manos durante unos segundos y, cuando los volvió a abrir, entre la
tormenta, vio una figura a lo lejos, caminando hacia el castillo, una figura
completamente blanca de pies a cabeza que caminaba con un bastón igualmente
níveo y por allí por donde pasaba, la lluvia y el granizo dejaban de caer, una
figura que había aparecido exactamente en el mismo lugar en el que había caído
el rayo.
Inmediatamente, Dann se puso en guardia, observando
fijamente aquella figura que avanzaba entre la tormenta como si ésta no le
importase ni importunase en absoluto, dirigiéndose hasta las puertas del
castillo, quedándose a varios metros de éstas. Dann lo observó porque era
extraño, era realmente extraño. Nadie viajaría en mitad de la noche con unas condiciones
tan desfavorables y nadie llegaría a las puertas de un castillo a aquellas
horas in tener un motivo. No sabía quién era esa figura, pero quizás no estaría
de más que todos se pusieran en guardia, los vigías de aquella noche tendrían
que haberlo visto y seguro que estaban pendientes como él de lo que hacía, así
que, decidió ir hasta donde ellos se encontraban, por si había que organizar
cualquier tipo de operación para averiguar quién era aquella persona y qué era
lo que quería. No obstante, antes de que pudiera hacer nada de aquello, el
extraño viajero alzó hacia el cielo la vara blanca que portaba e inmediatamente
un nuevo rayo cayó del cielo, esta vez justo sobre su vara. Dann no pudo hacer
más que contener su respiración al ver cómo la parte superior de la vara se
iluminaba con una luz blanca demasiado pura, con toques de azul durante tan
solo unos segundos, justo antes de que la parte inferior de esta tocase el
suelo y el rayo de luz fuera disparado directamente contra las puertas del
castillo, haciéndolas pedazos. Dann reaccionó rápido en ese momento, su cuerpo
acostumbrado a las amenazas constantes de ataques y al fragor de la batalla y
corrió, alejándose de la ventana a la que había estado asomado, corrió hasta la
cama en la que Arthur todavía se encontraba durmiendo plácidamente y saltó
sobre ella, tapando con su cuerpo el del chico, justo antes de que los
cristales de la ventana saltasen con un ruido fuerte, como si una bala de cañón
hubiera impactado contra ella, y éstos se rompiesen en mil pedazos, llenando la
habitación de trozos volando por los aires, algunos de ellos cortando la piel
desnuda de su espalda y de sus brazos mientras protegía con su cuerpo a Arthur
para que no sufriera ningún daño.
En ese momento, Arthur se despertó, sobresaltado,
abriendo los ojos al máximo al verlo y trató de alejarse de él, de salir de
entre sus brazos, pero Dann lo retuvo en su lugar, agarrándolo de los hombros y
dejándolo de aquella forma completamente presionado contra el colchón.
—No te muevas —le dijo—. No te muevas hasta que
sea seguro.
Arthur lo miró
fijamente a los ojos durante unos momentos y después asintió. Dann suspiró
profundamente, sintiendo los pinchazos de los cristales en su piel, aquellos
que simplemente le habían hecho cortes y aquellos que se habían hundido en su
carne. Dolía. Dolía demasiado. Sobre todo, porque todo su cuerpo estaba en
completa tensión, y tuvo que apretar los dientes con fuerza para soportar el
dolor. Los cristales dejaron de volar por la habitación instantes más tarde y
solo entonces, Dann dejó de envolver el cuerpo de Arthur con el suyo, respirando
profundamente al darse cuenta de que el chico no tenía ni un solo rasguño,
sentándose sobre el colchón justo después. Arthur tuvo que darse cuenta de sus
heridas por la sangre que corría caliente por su piel, manchándolo todo de rojo
y señaló su cuerpo, incorporándose rápidamente y llevando su mano derecha con
cuidado y delicadeza hacia un trozo de cristal que se había hundido en su
brazo, tirando de él suavemente hasta que éste salió, provocando que aún más
sangre brotara de aquella herida en concreto.
—Lo siento —murmuró
Arthur—. Voy… voy… a por… seguro que hay algunas vendas… yo… agua también… hay
que… curar esas heridas…
Dann sabía que el chico tenía razón, pero en esos
momentos no podía hacerlo, no podía entretenerse en aquello cuando alguien
justo había hecho volar todo por los aires. Sabía que cuanto más tiempo tardara
en atender sus heridas, peor sería para su cuerpo, pero también sabía que la
amenaza del exterior era bastante más importante en esos momentos, por lo que
se bajó de nuevo de la cama, se puso las botas para no andar por el suelo de
piedra lleno de cristales descalzo y comenzó a vestirse para salir al exterior,
colocándose su espada al cinto mientras se asomaba a la ventana para evaluar lo
que estaba pasando en el patio. Las enormes puertas de madera que guardaban el
castillo habían saltado en pedazos por los aires y se encontraban por el suelo
del patio de armas, en el mismo lugar, donde la lluvia y el granizo seguían
cayendo en todas partes menos sobre la figura de blanco y donde se encontraban
la mayoría de los guardias, rodeándolo, amenazándolo con sus espadas, con sus
lanzas, con sus arcos. Ahora que estaba mucho más cerca, el desconocido parecía
un chico joven, realmente joven, a pesar de que su pelo era completamente
blanco, al igual que su atuendo y la vara que llevaba en su mano izquierda. No
parecía intimidado ante los guerreros que lo rodeaban y, después de haberlo
visto utilizar aquel artefacto, Dann sabía que obviamente no debía de temerle a
nada teniendo aquella vara en sus manos. Con rapidez, a pesar del dolor que le
causó terminar de ponerse la camisa sobre las heridas, con todavía muchos
trocitos de cristal clavados en su piel, se vistió y se giró hacia Arthur de
nuevo, que no le había quitado los ojos de encima en ningún momento,
probablemente todavía pensando que debía de curarse las heridas antes de nada.
—No te muevas de aquí —le pidió, dirigiéndose
después hacia la puerta, que se abrió antes de que él llegara a ella, entrando
MuJin a la habitación como una exhalación, seguido por JaHan unos momentos
después.
—¿Estáis bien? —preguntó
MuJin.
—Quedaos los dos aquí
con Arthur —fue lo que dijo él, en vez de responder a la pregunta que el chico
le había hecho—. Voy a bajar para saber cómo está la situación en el patio.
Ambos asintieron y se
echaron a un lado para que Dann pudiera pasar y éste simplemente salió de la
habitación, caminando rápidamente por los pasillos, bajando las escaleras una
tras otra con rapidez, a pesar de que notaba la tirantez de sus heridas y la
sangre empapando su camisa. Llegó hasta el patio tan solo unos momentos después
y caminó bajo la lluvia haciéndose paso entre la multitud de guerreros que se
habían congregado en el lugar hasta llegar ante el recién llegado. Desde la
ventana le había parecido joven, pero ahora que se encontraba allí ante él, Dann
no ponía en duda que lo era, debía de ser más joven que Arthur incluso, su
rostro níveo revelando todavía rasgos de la niñez en él, pero sus ojos oscuros
revelaban una sabiduría propia de alguien que había vivido más eras de las que
podían contar.
—No se ha movido desde
que entró —le susurró a su lado Jack—. Y nosotros no podemos avanzar tampoco
más allá de aquí.
Su segundo al mando le
señaló un lugar a tan solo un par de zancadas de donde se encontraba la primera
línea de hombres rodeándolo, donde no caía la lluvia. Jack le explicó entre
susurros que cuando un par de hombres se habían tratado de acercar para
atacarlo, al llegar a aquella zona habían sido expulsados hacia atrás, como si
se hubieran chocado contra una pared invisible, como si fuera magia. Dann no
creía en la magia, no creía que ésta existiera a pesar de que en algunos de los
reinos que circundaban al Reino de la Lluvia ésta era o parte importante de su
sociedad o perseguida. Él creía en su Dios, todopoderoso, omnipotente y
omnipresente… pero en aquellas tierras hablaban de leyendas, de profecías, de
reyes con poderes más allá de lo imaginable, de magos, de druidas. Lo que había
visto aquella noche, la repentina aparición del chico que se encontraba ante él
en la tormenta y la forma en la que había hecho estallar en pedazos la enorme
puerta de las murallas exteriores del castillo, hacía que no tuviera más
remedio que aceptar que el chico que se encontraba ante él tenía algún tipo de
poder mágico, algo que lo hizo ponerse todavía más en guardia, sacando su
espada y apuntándolo con ella al preguntarle con voz firme y autoritaria:
—¿Quién eres y qué es
lo que buscas?
—Solo quiero hablar con el rey —dijo el chico.
Su voz era aguda, infantil, pero había un eco en ella que
la volvía fuerte e intensa. Dann tuvo un sentimiento extraño al escuchar su
demanda porque el rey de aquellas tierras hacía semanas que había muerto bajo
su espada y sobre la situación de Arthur y las palabras de la vieja sirvienta
solo ellos dos eran conscientes, nadie más sabía que el chico podía ser el
legítimo heredero al trono del Reino de la Lluvia. Si el recién llegado pensaba
hacerle cualquier tipo de daño a Arthur, él no dejaría que aquello sucediera
por nada del mundo, por lo que agarro con firmeza su espada, con las dos manos,
y se puso en posición, con su pie derecho adelantado, dispuesto a atacarlo si
este hacía algún movimiento extraño. No obstante, antes de que él o el otro
pudiera hacer absolutamente nada, hubo un pequeño revuelo a su espalda y miró
de reojo hacia atrás, girando levemente su cabeza, descubriendo que Arthur
había salido a pesar de que le había dicho que se quedara en la habitación y
caminaba hacia él con rapidez, empujando a aquellos que se encontraban en su
camino, seguido a apenas dos palmos de distancia por MuJin y JaHan.
—Baja, la espada, por favor —murmuró cuando
llegó a su lado, tan bajo que solo él podía haber escuchado su voz—. No viene a
hacernos daño.
—Ha hecho saltar por
los aires la puerta de entrada del castillo —replicó él, sin bajar el arma—. No
sé si querrá hacernos daño, pero ha invadido el castillo.
—Yo… —Arthur se mordió
el labio inferior, indeciso, sus ojos nerviosos mirando al recién llegado y al
resto de la comitiva—. Yo… no quería decirlo antes porque… no sabía si era
seguro decirlo… —dijo y antes de que Dann reaccionara, el chico se pegó a su
cuerpo y susurró en su oído—. Soy un profeta… soñé con tu llegada y no avisé al
rey de ésta porque el cambio para el reino era positivo… de la misma forma que
he soñado con su llegada… no viene a hacer daño… el sueño fue cálido,
reconfortante… no le hagas daño… por favor… deja que… deja que hable…
Después de susurrar
aquello directamente contra su oreja, Arthur se alejó de su cuerpo y Dann
sintió frío allí donde el cuerpo del chico había estado presionado contra el
suyo. No obstante, su mente funcionaba a toda velocidad en esos momentos porque
Arthur acababa de expresarle que tenía sueños sobre el futuro, que había soñado
con él y había advertido que no era una amenaza, de la misma forma que había
soñado con aquel que se alzaba ante ellos, imperturbable, con su vara en la
mano y su mirada oscura fija en ellos. Si era cierto, si eso de verdad era
cierto, y si las leyendas que se contaban sobre el poder de la sangre mágica
que corría por las venas de la familia real del Reino de la Lluvia… Arthur
debía de ser realmente el heredero al trono.
—Quiero hablar con el
rey —volvió a decir el chico—. Quiero ver a aquel que soñó con mi llegada.
Dann tragó saliva.
Arthur le acababa de susurrar al oído que él había soñado con su llegada, pero
su voz había sido tan suave, tan baja, que apenas lo había podido escuchar, era
imposible que el otro hubiera escuchado lo que le había dicho porque estaba
seguro que ni siquiera Jack, que estaba a su lado, había oído a Arthur. Aquello
era un tema delicado que no podían tratar delante de todo el mundo y bajo la
tormenta, por lo que tomo una decisión que realmente no sentía que fuera la
correcta, pero era la única que podía tomar en aquellos momentos.
—Todos bajad las armas y volved a vuestros
puestos hasta nuevo aviso —dijo, su voz alzándose en la noche—. Por el momento
no hay ninguna amenaza que os requiera.
Todos bajaron las armas
tras su orden y comenzaron a retirarse lentamente del patio, dejando el lugar
vacío tan solo unos minutos después. Antes de irse, Jack le dijo que solo tenía
que avisarlo si las cosas se torcían y él asintió, tranquilo de saber que
tendría su apoyo si algo sucedía, pero en aquellos momentos había algo mucho
más importante que hacer. Se giró hacia Arthur y hacia el recién llegado y les
indicó que ambos podían seguirlo antes de echar a andar, tomando al chico del
brazo para que éste caminara a su lado y sin perder de vista al otro hasta que
finalmente dejaron la lluvia atrás, adentrándose en el castillo, yendo hacia la
habitación en la que tendrían más privacidad para hablar.
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