Chapter
VI: a revealed secret
Arthur nunca había estado en la habitación en la que se
encontraban en esos momentos, no había estado en la mayoría de lugares del
castillo a pesar de que había explorado algunos sitios junto a JaHan, que le
habían enseñado las habitaciones más importantes, el comedor principal, el
salón del trono, una sala donde se solían celebrar los festejos más
importantes, algunas habitaciones vacías que habían pertenecido a los nobles
que se alojaban de forma permanente o intermitentemente en la corte del lugar,
pero nunca había entrado a aquella pequeña habitación en la que solo había una
mesa y un par de sillas, con sus paredes repletas de estanterías que estaban a
rebosar de pergaminos, algunos cofres cerrados desperdigados por el suelo.
Estaba en un lugar bastante recóndito y Dann había abierto la puerta con una
llave que se había sacado de entre sus ropajes, por lo que suponía debía de ser
un lugar bastante importante, lo más probable que fuera la sala del archivo del
reino o la de las cuentas. Era un sitio bastante cerrado y privado, la pesada
puerta de madera y metal que la cerraba y la mantenía alejada de oídos
indiscretos, con solo una ventana en la parte alta que Arthur imaginaba que
daba a la parte de la muralla externa del castillo, donde nadie podría acceder
a ella. Dann se había sentado en una de las sillas que se encontraban en el
lugar y le había indicado al recién llegado que se sentara en la otra, pero
éste había rechazado su oferta y seguía en pie, apoyándose en su vara blanca
que relucía bajo la luz amarillenta de las velas que iluminaban la estancia con
un color extraño, casi parecía refulgir con magia. El recién llegado era una
persona bastante misteriosa, casi mística, Arthur había leído mucho en sus
libros sobre magia, sobre las personas que la practicaban y ante él parecía
tener a un practicante, su piel, su cabello, sus ropajes, todo en él era
blanquecino, menos sus ojos, de color oscuro, que contrastaban de una forma
irremediablemente atractiva y cautivadora, unos ojos oscuros que parecían
querer arrancar todos sus más profundos secretos cada vez que lo miraba.
—¿Y bien? —dijo Dann, llamando la atención de
Arthur, sacándolo de sus pensamientos y devolviéndolo a la realidad—. Has dicho
que querías hablar con aquel que había soñado con tu llegada —Dann gesticuló
hacia él, señalándolo—. Aquí tienes a la persona indicada.
El recién llegado se giró hacia Arthur y lo observó
detenidamente de una forma que lo hizo temblar, pero el chico no sintió miedo
ni incomodidad bajo aquella mirada, quizás solo un poco de nerviosismo, y tuvo
que apoyarse en la mesa para que su cuerpo dejara de temblar. El otro dio un
paso hacia él y alargó su mano para tocar su rostro, pero antes de que pudiera
hacerlo, su brazo fue retenido por Dann, quién había reaccionado con una
rapidez increíble para interponerse entre ellos, agarrándolo antes de que sus
dedos rozasen siquiera su piel.
—Nada de tocar —lo advirtió—. Solo querías
hablar.
—Mis disculpas —dijo
éste, alejándose, y hablando por primera vez desde que habían salido del patio.
En aquella habitación cerrada, su voz aguda resonó en las paredes haciendo eco—.
No quería incomodaros.
—No… no… es nada… —murmuró
Arthur.
—Ni siquiera me he
presentado, he sido un poco grosero al intentar tocaros sin permiso —dijo—. Mi
nombre es Ivan, vengo del Reino de la Nieve y, como creo que habéis podido
comprobar, soy un mago —en la parte alta de su vara había una especie de bola
de cristal de la cual salieron unas chispas, como si se tratasen de los rayos
que caían del cielo en aquella noche de tormenta, pero a una escala muchísimo
menor—. Han llegado hasta mí las noticias de que el monarca del Reino de la
Lluvia había muerto y quería encontrar al verdadero heredero al trono, ayudarlo
a ascender y prestarle mi ayuda.
Las noticias viajaban rápido. Arthur no se esperaba que
la muerte del rey hubiera llegado ya hasta los reinos vecinos, porque con
aquella noticia en el aire, estaba seguro de que algunos de aquellos reinos
iban a comenzar a moverse hacia las fronteras del Reino de la Lluvia tratando
de sacar provecho de la inestabilidad en la que el reino se encontraba en
aquellos momentos, tratando de comenzar de nuevo a funcionar de una forma
diferente y mejor a la que lo había hecho anteriormente, pero a un ritmo lento.
Sus vecinos podían verlos como débiles y atacarlos en cualquier momento, por lo
que el cuerpo de Arthur se tensó. En algún momento cercano comenzaría a volver
a tener sueños sobre la guerra, la muerte del pueblo del Reino de la Lluvia y
la sangre derramada en las contiendas, algo que lo asustaba bastante. Le había
revelado unos momentos antes a Dann que había soñado con la llegada de Ivan,
que no había sentido que éste representara ningún peligro, de la misma forma
que había soñado con él tiempo atrás y había dejado que se adentrara en el
reino y tomara el poder. Dann no había reaccionado ante aquello, probablemente
porque estaban delante de un montón de personas y quería tratar aquel tema en
un sitio privado y solo con él, pero Arthur tenía un poco de miedo por las
consecuencias que pudiera traer lo que le acababa de revelar, solo lo había
hecho porque había sentido que si no lo decía, si no le explicaba a Dann el
motivo por el que creía que Ivan no suponía ningún peligro, éste no habría
dudado en enfrentarlo como si se tratase de una amenaza y no sabía qué podría
haber pasado, pero imaginaba que éste no habría salido muy bien parado, sus
movimientos ralentizados por culpa de las heridas que le habían hecho los
cristales de la ventana al estallar y clavarse en su cuerpo, algunos de los
cuales seguían allí, hundidos en su piel. Ivan era mago, su poder era inmenso
viendo cómo había dejado la puerta de entrada de la muralla, viendo cómo su
vara rezumaba una intensa magia, Dann no habría tenido ninguna posibilidad.
—Por la sangre de los monarcas del Reino de la
Lluvia siempre ha corrido la magia —dijo Ivan, sacándolo de sus pensamientos—.
En momentos de dificultad, siempre ha nacido alguien en la familia real con la
habilidad de tener sueños premonitorios sobre el futuro, sueños que auguraban
desgracias y avisaban de ellas o que traían buenos presagios —los ojos del mago
se encontraron con los suyos y pudo ver en ellos un brillo azulado, como el de
los rayos que habían aparecido antes en la bola de su vara—. Puedo notar esa
misma magia antigua emanando de ti.
Arthur parpadeó confuso
y después miró a Dann, que se había sentado de nuevo en la silla, con los
brazos cruzados, simplemente observando la situación, como si no quisiera
intervenir por el momento en ella.
—¿En mí? —no pudo
evitar preguntar, incrédulo.
—Tienes esa misma
habilidad —respondió Ivan—. Tus sueños son proféticos.
—Soy un profeta —contestó,
diciendo aquello por primera vez delante de alguien que no era el rey o la
vieja Jill—. No sé realmente cómo ni por qué tengo esta habilidad, ni cómo el
anterior rey lo descubrió, pero desde siempre, desde que tengo uso de razón y
memoria, he sido el profeta del reino.
Arthur miró de nuevo a
Dann, esperando alguna reacción por su parte, pero éste solo lo estaba
observando, mirándolo fijamente, como si lo estuviera evaluando, evaluando sus
palabras, sus gestos, sus acciones… y Arthur sintió un pequeño escalofrío
recorrer su cuerpo de arriba abajo bajo aquella mirada.
—Soñaste con mi llegada
—apuntó Ivan—. de la misma forma que soñaste con la de quien nos acompaña en
esta habitación —señaló a Dann—. Lo he escuchado en el patio, mis sentidos son
uno con la naturaleza y el viento y la lluvia me han llevado tus palabras
susurradas —aclaró—. Sabías perfectamente que yo no soy una amenaza, que solo
he venido aquí a ayudar, de la misma forma que sabías que la llegada del
guerrero que derrocaría al rey sería beneficiosa para el Reino de la Lluvia y
lo dejaste entrar hasta el mismísimo corazón del reino sin que nadie le
opusiera resistencia —Arthur abrió la boca para hablar, pero la cerró unos
momentos después, sin saber realmente qué decir ante aquello porque era verdad—.
Como alguien que siente la magia como parte de sí mismo, puedo decir sin lugar
a dudas que dentro de ti hay una magia muy antigua y muy poderosa, de la misma
forma que sé que has notado mi magia y que la sigues notando en tu piel a pesar
de que no la estoy usando.
Arthur asintió con un
movimiento leve de cabeza. Sentía perfectamente la magia que desprendía Ivan
ante él, sobre todo desde que se encontraban en aquella habitación pequeña y
cerrada porque ésta estaba allí muy concentrada, la notaba salir de su vara,
pero también por todos los poros del cuerpo del otro. Había imaginado que era
tan fuerte que podía ser notada por todo el mundo y que Dann también podría
notarla en su propia piel, pero al escucharlo decir aquello, volvió a girarse
hacia éste y Dann por fin habló.
—Yo no he notado la
magia de Ivan —comentó, como si hubiera leído sus pensamientos—. Tampoco puedo
notar si Arthur tiene alguna magia en él, solo he escuchado cosas y he estado
investigando un poco sobre ello —inspiró profundamente antes de seguir hablando—.
Es posible que seas el legítimo heredero al trono del Reino de la Lluvia,
Arthur, aunque sería importante poder demostrarlo de una forma fehaciente.
El legítimo heredero del trono del Reino de la Lluvia.
Arthur se tuvo que agarrar con fuera a la mesa porque sintió una especie de
mareo al escuchar aquellas palabras salir de los labios de Dann. No podía ser
posible. Si lo fuera, él habría crecido como un príncipe, criado y educado en
el manejo del reino y no prisionero en una torre, bajo las órdenes de un rey
más cercano a tiránico que a bondadoso. Habría recibido un trato completamente
diferente y no habría sido liberado de su cautiverio para por fin vivir en el
mundo real tan solo unas semanas atrás.
—¿Qué se cuenta de la muerte del anterior
monarca años atrás en el Reino de la Nieve? —le preguntó Dann a Ivan.
—Hay varias versiones —respondió,
Dann le indicó que podía contarlas—. En una de ellas se habla de un desgraciado
y desafortunado accidente en una cacería que hizo ascender al trono al hermano
menor del rey… en la otra se habla de un asesinato, una conspiración liderada
por dicho hermano que llegó al trono con sus manos manchadas de sangre y
también ordenó la muerte de la reina.
—Yo he tenido acceso a
otra versión más de esta historia —comentó Dann—. Una versión que es difícil de
creer, pero que cada día que pasa cobra más sentido —añadió—. Una vieja
sirvienta que lleva viviendo en este castillo más años de los que puede
recordar me contó en esta misma habitación cómo la muerte del rey había sido
perpetrada por su tiránico hermano, cómo la reina embarazada había comenzado a
tener sueños premonitorios y éste la había encerrado en la torre más alta del
castillo, donde había dado a luz a un niño, al heredero al trono, con aquellos
mismos sueños en los que podía ver el futuro y cambiarlo a placer con sus
decisiones, un joven que había crecido separado del resto y había estado a su
servicio como profeta cuando realmente era el verdadero heredero al trono del Reino
de la Lluvia.
Arthur se dejó caer sobre la silla que se encontraba tras
él porque sus rodillas flaquearon y sus piernas dejaron de sostenerlo. Le
comenzó a doler la cabeza mientras trataba de buscarle un sentido a todo lo que
acababa de escuchar y ésta le daba vueltas, sintiéndose mareado y débil. No
podía creer lo que había sido dicho en esa habitación. Era completamente
imposible que él fuera el heredero al trono. No tenía ningún sentido que lo
fuera. No podía serlo. Era cierto que él era un profeta, que con sus sueños
podía ver acontecimientos que sucederían en el futuro y que, además, podía
tratar de evitarlos si éstos eran nefastos para el reino. Era cierto que había
pasado toda su vida encerrado en la torre, alejado del resto del mundo y
simplemente al servicio del rey, de la misma forma que era cierto que sus
poderes habían servido al monarca a repeler diferentes ataques o desgracias
para el Reino de la Lluvia, al igual que la soberbia de éste había provocado
que no siguiera sus consejos o hiciera algo completamente diferente a lo que
Arthur le había pedido para evitar los malos tiempos que se avecinaban,
haciendo que, efectivamente, aquel mal augurio con el que había soñado se
hiciera realidad. Pero él era solo un profeta, la vieja Jill podía constatar
que él era solo eso, ya que era la única persona que sabía quién era en aquel
mundo lleno de extraños. No obstante, pensar en la vieja sirvienta hizo que
Arthur recordara parte de lo que Dann había dicho tan solo unos momentos antes.
Había hablado de una vieja sirvienta que conocía la historia y que se la había
contado de esa forma. Arthur había pasado algunos días junto con los demás
sirvientes en el castillo, pero no había muchas viejas sirvientas en el lugar,
menos que supieran quién era él, solo había una y era ella. Su cerebro le dio
una punzada fuerte dentro de su cabeza y Arthur tuvo que cerrar los ojos y
llevarse las manos a su frente, tratando de que el dolor remitiera, pero sin
conseguirlo. Todo aquello era una locura y realmente no sabía qué hacer, qué
pensar, qué decir, lo único que sabía era que no sabía quién era, no sabía nada
de sí mismo porque su madre nunca le había dicho una sola palabra sobre ello y
la vieja Jill tampoco lo había hecho. Lo único que Arthur siempre había tenido
claro había sido que era un profeta que ayudaba al reino a prosperar.
—Creo que deberíamos dejar esta conversación por
hoy porque hay mucha información que asimilar y es tarde —comentó entonces Dann—.
Ivan, imagino que querrás quedarte en el castillo porque has dicho que querías
apoyar al legitimo heredero en su ascenso al trono, así que, puedes alojarte en
alguna de las habitaciones vacías, le diré a algún sirviente que esté rondando
por el castillo que te indique el camino.
—Es mi intención —respondió
Ivan—. he venido a ayudar al heredero, pero coincido en que debe de haber sido
demasiado para él y necesita algo de tiempo para asimilar qué es lo que se ha
dicho aquí esta noche. Estaré encantado de quedarme en el castillo si mi
presencia es bienvenida aquí.
Lo siguiente que sucedió,
fue como un sueño para Arthur. Dann lo ayudó a levantarse de la silla en la que
se había dejado caer y después lo había guiado por el castillo, sujetando su
cuerpo con firmeza entre sus brazos, ayudándolo a caminar. Le había pedido a
una sirvienta joven que se habían encontrado de camino que ayudara a Ivan a
instalarse y habían subido a la planta en la que se encontraban los aposentos
en los que ellos se alojaban. Casi sin ser consciente de ello, subió poco a
poco las escaleras de piedra y caminó por los pasillos adornados por tapices
hasta que llegaron a la habitación, donde Dann finalmente soltó su agarre y lo
dejó sobre la cama con inmenso cuidado, tapándolo con las sábanas y las mantas
justo después. Para Arthur todo aquello fue una especie de sueño porque su
mente seguía muy lejos de allí, todavía pensando en lo que había escuchado en
aquella habitación junto al mago y al guerrero, lo que ambos habían dicho, lo
que se suponía que él era, su supuesta identidad y todo lo que ella conllevaba.
Arthur ni siquiera se dio cuenta de que, en algún momento, bajo el calor de las
mantas y arrullado por el suave y cálido toque de una mano sobre su frente y unos
dedos enredándose en sus cabellos, se quedó profundamente dormido, porque en
sus sueños, todo lo que acababa de vivir se repitió una y otra vez, sin cesar,
agotándolo por completo, convirtiendo un sueño que debía de haber sido
reparador en una auténtica pesadilla de la que no podía escapar por más que
quisiera.
🗡️ 👑
Cuando Dann sintió que Arthur se había quedado dormido,
se alejó de él y comenzó a recoger los cristales que seguían sobre su lado de
la cama y sobre el suelo de la habitación, para que ninguno de los dos
resultara herido por ellos. había sido una noche larga e intensa desde la
mismísima llegada de aquel mago del Reino de la Nieve llamado Ivan, pero Dann
todavía no podía quedarse dormido a pesar de estar un poco exhausto y dolorido
por las heridas que le habían provocado los cristales que habían estallado
sobre su cuerpo. Cuando terminó de recoger todos los trozos que pudo ver
brillando bajo la luz de las velas, se quitó su ropa y, trató de sacarse él
mismo los cristales que seguían hundidos en su piel, frente al fuego, usando un
par de espejos colocados estratégicamente para poder verse la espalda algo
mejor. Su cuerpo protestaba cada vez que sacaba un cristal de su piel y la
sangre manaba de la herida, pero no podía hacer otra cosa más que apretar sus
dientes con fuerza para no emitir ningún sonido y simple y llanamente soportar
aquel intenso dolor para no despertar a Arthur. Tenía que sacar los cristales
de su cuerpo antes de irse a dormir para que éstos no le hicieran más daño del
que ya le habían hecho durante todo el tiempo que habían estado hundidos en su
piel. Ni siquiera supo cuánto tiempo estuvo haciendo aquello, ni cuántos
pequeños trocitos de cristales había sacado de su cuerpo cuando escuchó la voz
de Arthur a sus espaldas antes de verlo reflejado en el espejo que había estado
usando.
—Déjame ayudarte —le dijo.
Dann se giró hacia él y
quiso protestar, quiso decirle que él podía seguir haciendo aquello sin ningún
problema y se volviera a la cama para descansar porque seguro que había sido
una noche dura para él, pero cuando vio su mirada decidida e intensa, fija en
su cuerpo, sus palabras se quedaron atascadas en su garganta y no pudo decir
nada al final, simplemente asentir a lo que el chico le había dicho.
Inmediatamente, Arthur se acercó a él, a su espalda, y comenzó a tocar su piel
de una forma delicada, pasando las yemas de sus dedos por ésta, rozando todos
los lugares, buscando de aquella forma los cristales más pequeños que apenas
eran visibles y tomándolos entre sus dedos de la forma más cuidadosa posible,
sacándolos lentamente de su piel. La sangre salía de cada nueva herida,
caliente, líquida y Arthur acabó alejándose de él para ir hasta la habitación
contigua, donde se encontraba una bañera y un lavabo, cogiendo del lugar el
cubo de agua que solían utilizar por las mañanas para lavarse la cara y una
toalla. El agua estaba fría, casi helada, en contraste con la sangre caliente
que manaba de sus heridas, lo que hacía que Dann no pudiera evitar que su
cuerpo se tensara cada vez que notaba la toalla húmeda sobre su espalda, sobre
las heridas recién abiertas, tratando de cortar la salida de sangre. No
obstante, todo su cuerpo se fue relajando bajo el roce de los dedos de Arthur,
sabiendo que estaba en buenas manos y que éste se encargaría de que toda su
espalda quedara libre de cristales y de sus heridas dejara de salir sangre.
—¿Tienes algún ungüento
para las heridas? —le preguntó Arthur, bastante rato después, Dann supuso que
cuando hubo terminado de sacar todos los cristales de su piel y tras haber
limpiado sus heridas con la toalla y el agua helada.
—En el baúl —respondió—.
Hay un pequeño recipiente de cerámica.
El chico asintió y se
alejó de su cuerpo para ir hasta los pies de la cama y abrir el baúl, cogiendo
de él el ungüento que Dann le había señalado. Era el mismo recipiente que había
usado con él la noche del día que se habían conocido, el que había usado en sus
propias heridas y con el que había tratado las quemaduras de Arthur. Todavía
quedaba un poco en él, probablemente lo suficiente como para que todas sus
heridas fueran atendidas porque eran pequeñas. Probablemente, sin el ungüento,
estas también se curarían y no le darían ningún problema, con el cuidado que
había tenido Arthur sacando los cristales y limpiándolas, no deberían de
infectarse, pero Dann sintió que no quería que el chico dejara de tocarlo con
aquellos dedos suaves, aquellas manos delicadas que nunca habían realizado
ningún trabajo de esfuerzo ni tenían cayos, como las suyas, de haber sujetado
una espada desde que apenas se sostenía en pie. Era un toque cálido del que no
quería desprenderse jamás, por eso dejó que el chico le untara aquel ungüento
sin protestar, sin pedirle que parara, sin decirle que él podía hacerlo solo
sin su ayuda, dejándose tratar por él.
—Mañana debería verte
las heridas algún galeno —le dijo el chico cuando acabó, retirando sus manos de
su espalda, provocando que Arthur volviera a sentir frío por segunda vez
aquella noche después de que éste se alejara de él—. Lo he hecho lo mejor
posible para sacarlos todos sin hacerte más daño, pero no estoy seguro de si
las heridas se infectarán o no.
—Gracias —murmuró él,
en respuesta, girándose hacia Arthur y viendo la mirada del chico fija en él,
oscura, profunda, de una forma completamente diferente a como lo había mirado
hasta el momento. Se veía cansado, asustado. Dann estaba seguro de que lo que
había escuchado esa noche lo había cambiado todo para él y su mundo se había
puesto todavía más patas arriba—. Deberías descansar.
—No soy el único que debería descansar —replicó
Arthur.
Dann asintió, estando de
acuerdo en ello. Debía ser demasiado tarde —o quizás demasiado temprano— y no
había dormido nada. La llegada de Ivan también había puesto su mundo un poco
patas arriba porque él había estado jugando con suposiciones, tratando de
llegar al fondo de aquel asunto sobre el heredero con las palabras de una
anciana y las leyendas de los libros sobre la realeza de aquel reino, pero con
Ivan allí, avalando las palabras de la vieja Jill y probando que la magia
existía dentro de Arthur, Dann tenía por delante muchas cosas que hacer, muchas
decisiones importantes que tomar y no podía permitirse no descansar nada
aquella noche porque debía de estar lo más lúcido posible a la hora de tomar
sus próximas decisiones. Por ese motivo, tomó a Arthur de la mano y lo guio
hacia la cama, ayudándolo a meterse en ella y después bordeándola para tumbarse
él también en el colchón, cerrando sus ojos e intentando que el sueño y el
cansancio pudieran con él y se adentrara en un sueño profundo que estaba más
que claro que necesitaba. Mientras estaba todavía en el umbral entre el sueño y
la realidad, Dann notó cómo el cuerpo de Arthur se pegaba a su espalda,
buscando su calor y su protección y, más dormido que despierto, su cuerpo
reacciono a ello instintivamente, girándose hacia el chico y envolviéndolo con
sus brazos, apretándolo con fuerza contra su pecho.
~
Dann se levantó a la mañana siguiente con Arthur en sus
brazos, cuando el sol ya hacía bastante tiempo que había aparecido por el
horizonte y estaba bastante cerca de su punto más alto en el cielo. Sin poder
evitarlo, observó el rostro dormido del chico durante unos momentos, retirando
con cuidado el pelo que le caía sobre su cara. Ahora que lo llevaba más corto
no ocultaba del todo su rostro, pero algunos mechones eran rebeldes y se habían
movido mientras dormía entre sus brazos. Quizás el hecho de que el chico
estuviera pegado a su cuerpo, durmiendo plácidamente como si todas sus
preocupaciones se hubieran acabado simplemente porque él lo estaba sosteniendo,
debía de haberlo hecho huir, pero Dann lo único que pudo hacer fue quedarse
mirándolo durante bastante rato, no pudiendo evitar pensar en los
acontecimientos de esa noche y en la forma en la que Arthur había reaccionado a
ellos, quedándose ausente, con la mirada perdida, mientras su mente debía de
funcionar a toda velocidad. Debía de estar confuso y asustado, él lo estaría de
encontrarse en su situación, y probablemente por eso su reacción había sido
sostenerlo entre sus brazos mientras dormían.
Bastante rato más tarde, Dann finalmente se levantó con
cuidado de la cama, tratando de no despertar a Arthur, vistiéndose sin hacer
movimientos bruscos para no abrirse las heridas de la espalda, ajustándose la
espada al cinto y poniéndose las botas antes de salir sin hacer ningún ruido
del lugar, caminando por los pasillos del castillo, con el claro objetivo de
encontrarse con Ivan. No sabía dónde éste podía estar. La noche anterior
simplemente había parado a una sirvienta joven que seguía despierta, haciendo
una ronda de noche por el lugar, para pedirle que le diera alojamiento, pero no
recordaba el rostro de la chica y no sabía dónde habría podido ésta llevarlo.
Por ese motivo, al final acabó cambiando su objetivo y buscó a Jack, para
ponerlo un poco al día sobre la situación, aunque no pudiera contarle
exactamente lo que habían hablado en aquella habitación, pero sí para avisarlo
de que Ivan no iba a ser considerado nadie peligroso por el momento. Su llegada
había sido quizás un poco perturbadora e impactante, sobre todo, pero no tenía
intención alguna de hacer daño. Lo había estado observando con detenimiento
mientras éste explicaba qué era lo que lo había llevado hasta allí y mientras
hablaba con Arthur sobre la magia que ambos poseían y no era peligroso, no al
menos para ellos, porque estaba completamente seguro de que aquel chico
albergaba un poder inmenso que no sabía ni cómo calificar.
Cuando salió al patio de armas pensaba que se encontraría
con una escena completamente diferente a la que se encontró. Al dejar el lugar
la noche anterior, en el suelo embarrado y lleno de granizos blancos que no se
terminaban de derretir, había pedazos grandes y pequeños de madera de la puerta
que había estallado por el rayo que Ivan había conjurado para destrozarla y
entrar dentro de las murallas del castillo, pero cuando llegó al lugar, lo que
se encontró fue solo el suelo embarrado, ya que la puerta estaba en su sitio,
entera, de madera maciza, como si nunca hubiera sido rota en pedazos. Parpadeó
confuso ante aquella visión porque no creía que ningún artesano hubiera podido
realizar un trabajo tan engorroso, pesado y complejo como aquel en tan solo
unas cuantas horas desde que el sol había salido.
—La magia parece ser bastante útil —dijo la voz
de Jack a su lado y Dann se giró hacia él, pidiéndole explicaciones con su
mirada—. Hace un par de horas apareció el chico diciendo que ahora era un
invitado en el castillo y que debía de arreglar los destrozos que había
provocado en agradecimiento por la cálida bienvenida que había recibido —Jack
le devolvió la misma mirada que él le había lanzado antes, queriendo que le
explicara lo que había sucedido para que hubiera pasado de ser una amenaza a un
invitado en el castillo—. Arregló la puerta en unos pocos minutos, la madera y
los clavos se comenzaron a levantar del suelo y a unirse como si nunca hubieran
sido rotos en primer lugar —su segundo al mando se detuvo y lanzó un pequeño
silbido de admiración—. Ha sido bastante increíble.
—Me alegra que la puerta esté como nueva otra
vez —comentó—. Creía que iba a ser un problema porque el castillo se quedaba
bastante desprotegido sin ella, ha sido una agradable sorpresa.
—¿Sabes a qué ha venido el mago? —le preguntó
Jack, sin dar ningún rodeo y queriendo las debidas explicaciones.
—Sí —respondió—. Al Reino
de la Nieve ya han llegado las noticias de que el rey ha sido derrocado y hay
alguien al mando del reino, ha venido porque quiere ayudar con la búsqueda del
legítimo heredero del trono.
—¿Eso no sería…
inconveniente, mi señor Dann? —cuestionó.
—No realmente —respondió,
lanzando un suspiro—. Nunca me ha interesado gobernar un reino, solo necesitaba
un lugar donde asentarme, un lugar en el que ser aceptado y creo que, si ayudo
en la búsqueda del legítimo heredero, junto con el apoyo que tengo por parte
del pueblo, podríamos instalarnos aquí sin ningún problema y sin más
obligaciones que las necesarias como guerrero.
—¿Y mientras tanto? —preguntó
Jack.
—Mientras encuentro al
heredero gobernaré el Reino de la Lluvia lo mejor que sepa y pueda, tratando de
que se vuelva un lugar mejor para todo el mundo —dijo—, pero ahora que ha
llegado Ivan y ha confirmado la existencia del heredero, quiero intentar
ayudarlo a recuperar lo que le pertenece, el exilio no es algo que le desee a
nadie —Jack asintió a aquello—. ¿Sabes dónde está el mago? —preguntó—. Quiero
hablar con él y agradecerle que haya arreglado la puerta.
—Debería de estar con Christopher —Dann frunció
su ceño, extrañado por la respuesta que acababa de recibir—. Hace unos momentos
todavía estaba en el patio, como si estuviera esperando su llegada, pero cuando
Christopher apareció ante él, se acercó a él y le pidió que lo ayudara con unas
hierbas que necesitaba para hacer un ungüento.
Dann se extrañó
bastante por aquello, pero no dijo ni una palabra, simplemente dejó que Jack lo
guiara hasta el lugar que Christopher había reclamado como su lugar de trabajo
y su habitación para realizar sus funciones como galeno. Dann no había tenido
tiempo para visitar al hombre desde que se habían instalado en el castillo
porque había estado demasiado ocupado con todos los asuntos que tenía que
atender, pero se alegró de verlo de nuevo y le agradeció a Jack que lo hubiera
llevado hasta allí. En el lugar se encontraban Ivan y Christopher, machacando unas
hierbas en el mortero, demasiado concentrados en su tarea, sin darse cuenta de
su llegada hasta que Dann no carraspeó, llamando su atención.
—Mi señor Dann —dijo
Christopher, levantándose y caminando hacia él, con una sonrisa—. ¿Qué lo trae
por aquí?
—Vengo de visita —contestó—,
y para hablar con tu invitado.
—Oh, es un buen
muchacho —dijo, señalando a Ivan—. Me ha parado antes en el patio para pedirme
ayuda con unas hierbas y me ha contado que anoche causó un pequeño alboroto
cuando llegó.
—¿Sabías que era
galeno? —le preguntó Dann a Ivan y el chico se giró hacia él, dedicándole una
sonrisa infantil, casi inocente, asintiendo a su pregunta—. ¿Cómo?
—Huele a muchas hierbas
con propiedades curativas —le respondió—. No ha sido muy difícil deducir que lo
era —Dann asintió—. ¿Puedes quitarte la ropa? —cuestionó el mago,
sorprendiéndolo por lo repentino de la pregunta—. Anoche la camisa que llevabas
puesta tenía rastros de sangre, pero debido a la importante conversación que
tuvimos no supe cómo sacar el tema sobre tus heridas.
—¿Está bien, mi señor? —preguntó
Christopher.
—Sí, sí, no se
preocupe, Christopher —respondió—. Son heridas superficiales y anoche las traté
antes de dormir.
El hombre no pareció
muy convencido con su respuesta y la mirada oscura de Ivan le indicó que no
podría irse de allí sin que antes vieran cómo se encontraban sus heridas, por
lo que, acabó quitándose su ropa, quitándose la casaca y la camisa con cuidado,
revelándoles su espalda desnuda de la misma forma que la había revelado ante
Arthur la noche anterior.
—Están bien tratadas —comentó
Christopher al verlas—, pero no se curarán del todo hasta dentro de bastantes
días, no son graves, pero probablemente son molestas, al ser tantas.
—Es por eso que
necesitaba ayuda con las hierbas —dijo entonces Ivan. Dann lo sintió acercarse
a su cuerpo, con algo en la mano y quiso retirarse de su alcance, pero antes de
poder hacerlo, éste ya había untado con sus dedos algo frío sobre una de sus
heridas, provocando que sintiera una intensa quemazón y jadeara por el dolor—. Puede
quemar un poco, pero el resultado es increíble, curando las heridas como si
nunca hubieran estado ahí.
—Increíble —murmuró
Christopher—. La herida se ha cerrado por completo. Es mágico.
Dann no podía verse la
espalda, solo sentía aquella quemazón que poco a poco se iba diluyendo, pero
imaginó que Ivan había hecho un ungüento con algunas hierbas curativas y su
magia para ayudarlo a curar sus heridas y, a pesar de que la quemazón le
proporcionó un dolor intenso, lo soportó hasta que Ivan terminó de ponerle el
ungüento en todas las heridas que tenía en la espalda y en los brazos. Fue una
experiencia poco placentera y nada parecida a la que había tenido la noche
anterior mientras Arthur sacaba los pequeños trozos de cristal de su piel y le
curaba las heridas con el ungüento, pero cuando el mago terminó, no le dolía
nada.
—Gracias —dijo—. Por el
ungüento y por reparar la puerta.
—Era lo mínimo que
podía hacer —respondió el chico, sonriendo de nuevo como si fuera demasiado
joven como para saber siquiera lo que eran las responsabilidades de la vida
adulta, pero con aquellos ojos oscuros que parecían saber todo el conocimiento
del mundo, algo que confundía a Dann demasiado—. Algo me dice que no solo
querías agradecerme esto —comentó Ivan.
—No, quería continuar
la conversación que empezamos anoche —respondió.
Ivan asintió y después
recogió las cosas que había estado utilizando en el lugar, agradeciéndole a
Christopher haberlo dejado usar su espacio y despidiéndose de él, cogiendo su
vara y siguiendo a Dann fuera de allí. Tenía varias preguntas que hacerle,
demasiadas, pero después de pensarlo durante algunos momentos, decidió hacerle
la que más importante le pareció y, aprovechando que aquel lugar era poco
transitado y se encontraban completamente solos, la verbalizó, sorprendiendo a
Ivan con ella, que parecía no haber esperado que le hiciera la pregunta en un
espacio como aquel.
—Suponiendo que es el
heredero legítimo como todo apunta —comenzó—. ¿Qué deberíamos hacer para que
pudiera reclamar el trono sin que nadie tenga lugar a dudas de su identidad?
—No estoy seguro —respondió
Ivan—. Pueden surgir muchas complicaciones y, sobre todo, muchos nobles pueden
tratar deslegitimar su reinado sin pruebas fehacientes de que es el heredero —el
chico se quedó en silencio unos momentos y después lo miró a los ojos antes de
añadir—. Yo confiaría en Arthur. De la misma forma que soñó con nuestras
llegadas a su vida, soñará con lo que debe hacer para reclamar su trono, ahora
que sabe que él es el legítimo heredero.
Dann asintió. El chico había soñado con ambos y durante
años había mantenido al Reino de la Lluvia a salvo del colapso. Siendo el heredero,
teniendo aquella magia que le enviaba sueños sobre el futuro recorriendo sus
venas, seguramente recibiría una pista, una señal, que le indicaría qué era lo
que debería hacer para demostrar ante todos que él era el heredero legítimo del
trono del Reino de la Lluvia.
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