Chapter
II: night air
—¿De verdad está bien, Arthur? —preguntó JaHan a
su lado.
Arthur había estado
perdido en sus propios pensamientos, con la mirada perdida en el infinito y
tardó unos momentos en darse cuenta de la pregunta, pero cuando lo hizo, se
giró hacia el chico y le dedicó una sonrisa cansada, asintiendo a ella. Le
dolía la garganta por todo el humo que había tragado y los ojos todavía los
sentía arder, de la misma forma que podía sentir las manos del rey tocando su
cuerpo y sujetando sus muñecas. Le daban escalofríos solo de pensar en lo que
había pasado en la torre antes de que JaHan hubiera subido con el guerrero de
sus sueños a rescatarlo.
—Mi señor —murmuró
JaHan, sacándolo de sus pensamientos de nuevo y devolviéndolo al presente—.
Está temblando… voy a traerle una manta más.
Realmente Arthur no
tenía frío, a pesar de que estaba semi desnudo y era una noche fresca, pero
aceptó la manta que JaHan le llevó. La primavera apenas acababa de llegar al
Reino de la Lluvia y las noches seguían siendo frías, casi invernales, pero sus
temblores no se debían al frío, porque Arthur todavía podía sentir el calor de
las llamas en la torre, acechando su piel, a punto de quemarlo… no, sus
temblores no se debían al frío de la noche, sino a sus recuerdos, los recuerdos
de lo que había sucedido, todavía demasiado presente. El ataque había comenzado
justo cuando JaHan le había llevado su comida y ambos habían estado observando
el desarrollo de esta desde lo alto de la torre, Arthur sintiendo una gran
expectación porque por fin se estaba cumpliendo lo que había soñado semanas
antes, feliz de que el pueblo del reino pudiera ser liberado del yugo al que
estaba sometido. No obstante, cuando la noche cayó y la batalla estaba
decantándose a favor de los invasores, la puerta de su habitación en la torre
se abrió de golpe y el rey había entrado, increpándolo porque no le había
hablado de aquel sueño, de aquella batalla. Había echado a JaHan a patadas y
había cerrado la puerta diciéndole a Arthur que prefería morir a ser destronado
y que morirían juntos en aquella torre, quemados hasta que no quedaran más que
sus huesos y obteniendo lo que siempre había querido de él. Arthur había
intentado escapar, había pedido ayuda, pero el rey era mucho más fuerte y
corpulento que él, curtido en el fragor de la batalla y no había tenido
oportunidad de hacer nada contra él mientras lo tiraba sobre la cama y le
arrancaba sus ropas.
—JaHan —llamó cuando
éste volvió y le echó la manta por los hombros, arropándolo—. ¿Crees que
podrías abrazarme?
El chico pareció
confundido por su petición, pero una vez el asombro se fue, asintió y se sentó
de nuevo a su lado, pegándose a su cuerpo y echándole un brazo por sus hombros
para atraerlo hacia sí y abrazarlo con fuerza. Arthur suspiró profundamente y se
dejó envolver en ese abrazo cálido y reconfortante. Hacía demasiado tiempo que
alguien lo abrazaba, desde que la vieja Jill había dejado de subir a la torre
para llevarle la comida o hacerle compañía mientras cosía porque allí arriba
tenía mucha más luz y veía mejor. El abrazo de JaHan le recordaba al de su
abuela, aunque llevaba sin verla mucho tiempo porque no había podido volver a
subir las escaleras a la torre desde que se había caído por ellas y de eso
habían pasado ya varios años.
—¿Sabes cómo está tu
abuela? —le preguntó, queriendo saber si el chico la había podido ver para ver
cómo se encontraba tras el ataque.
Cuando habían salido de
la torre, todo era caos. La batalla en el patio de armas había acabado, pero
los invasores estaban todavía haciendo prisioneros entre aquellos que se
resistían y llevándolos a las mazmorras del castillo, así que, guiado por el
guerrero que lo había salvado del rey, Arthur había sido alejado de aquel
tumulto y llevado al campamento que habían montado tras el risco, cerca del
río. JaHan se había quedado en el castillo un rato más para ayudar y para
encontrar a los sirvientes escondidos, para animarlos a salir y no oponer
resistencia, ya que todo aquel que se presentaba ante el pequeño ejército que
había llegado al castillo sin intención de enfrentarlos no eran represaliados.
Arthur había acabado sentado delante de una pequeña hoguera, junto con un
guardia que lo vigilaba imaginaba que porque no se fiaban de él y alguien le
había tendido una manta para que se tapase sus ropas rasgadas. JaHan no había
vuelto hasta mucho después a su lado.
—Mi abuela tiene
aguante para rato —contestó el muchacho—. Estaba tranquilamente en las cocinas
comiendo, ajena a todo el barullo y diciéndole a todo el servicio que no tenían
por qué preocuparse porque, mi señor Arthur no dejaría que sucediera nada malo.
Una sonrisa se extendió por su rostro sin que pudiera
evitarlo. La vieja Jill siempre había sido muy compuesta y calmada y siempre
había tenido fe ciega en él. Sus habilidades no eran conocidas por mucha gente,
pero una de las personas que lo habían sabido todo desde el principio había
sido ella y, cuando era pequeño, entre su madre y la mujer lo habían ayudado a
verle el sentido a sus sueños cuando él no sabía cómo hacerlo. No solían ser
claros, nunca tenía sueños en los que todo fuera una sucesión de eventos tras
otros, veía imágenes, colores y debía obtener una imagen completa de todo con
los retazos que aparecían en su mente. La vieja Jill siempre lo había ayudado y
apoyado y había estado para él cuando la había necesitado, sobre todo, tras la
muerte de su madre y ahora que por fin podía estar al aire libre, fuera de esa
maldita torre que había sido todo el mundo que había conocido siempre, quería
volver a encontrarse con ella.
—Me gustaría volver a verla —murmuró.
—Espero poder llevarlo con ella cuando todo esto se calme
un poco —dijo JaHan en respuesta—. Mi abuela también estará deseando verlo.
Arthur asintió. La realidad era que en aquel momento no
era el mejor para poder ver a la mujer porque todo estaba revuelto y las cosas
tenían que calmarse un poco y que todo volviera a la normalidad, o al menos
para que se pudiera volver a la rutina en el castillo, aunque para Arthur todo
sería muy diferente a partir de aquel momento… o al menos eso era lo que
esperaba.
Arthur había salido por fin de la torre, algo que llevaba
queriendo hacer demasiado tiempo, y todavía no se lo terminaba de creer porque
le parecía un sueño. Sentir la hierba bajo sus pies descalzos era una sensación
totalmente nueva y poder ver a tantísimas personas era algo a lo que todavía no
se podía acostumbrar porque desde la torre solo los veía como pequeñas hormigas
que se movían por el patio de armas y que no tenían un rostro definido, pero
ahora podía ver demasiadas personas, con muchos rasgos diferentes y muy cerca
de él. Era extraño y a la vez excitante estar allí fuera, en el mundo exterior,
pero también tenía miedo porque no sabía qué era lo que podía esperar ahora que
estaba allí, ahora que era libre, ahora que no había una pesada puerta de
madera con unos barrotes ni unas escaleras sin fin que lo mantenían alejado del
resto del mundo. Arthur estaba asustado porque no sabía qué sería de él, no
sabía si debía ocultar sus sueños, su papel como profeta o contarlo, no sabía
qué era lo que pasaría porque no lo había visto, solo había visto cómo la
invasión traería prosperidad al reino si no se luchaba contra ella y nada más.
Un movimiento captó su atención y lo trajo de nuevo al
mundo real, lejos de sus pensamientos. Arthur pudo ver cómo un hombre, todavía
ataviado con su armadura, se acercó a aquel que lo estaba vigilando desde el
otro lado de la hoguera y le decía algo en un tono de voz tan bajo que el chico
no llegó a escuchar nada de lo que decía, pero por la mirada que le dedicaron
ambos cuando el recién llegado terminó de hablar, supuso que era de él de quien
estaban hablando. Arthur comenzó a moverse en el abrazo de JaHan y éste lo dejó
de apretar fuertemente contra su cuerpo para que se pudiera alejar de él y
sentarse mejor sobre el suelo, sin quitarle la vista de encima a ninguno de los
dos hombres frente a él. Solo un momento más tarde parecieron alcanzar algún
tipo de acuerdo y el que había llegado se fue de allí, mientras que aquel que
lo había estado vigilando todo el tiempo se levantaba y se acercaba a él hasta
quedarse a un par de pasos, tendiéndole la mano para levantarlo.
—Mi señor ha pedido que se reúna con él en la laguna —le
dijo—. Debo de llevarlo hasta allí.
JaHan se tensó a su lado, pero Arthur asintió a lo que el
guerrero había dicho y se levantó del suelo, dejando una de las mantas allí,
sin tomar la mano del otro. JaHan se levantó inmediatamente tras él y cogió la
manta del suelo, siguiéndolos en cuanto comenzaron a andar, alejándose
lentamente del campamento. Arthur nunca había caminado por los alrededores del
castillo, pero el muchacho que lo acompañaba sí que lo había hecho y le había
llevado dibujos de la zona a la vez que le había explicado lo que podía encontrar
fuera de los muros del palacio, por ese motivo, sabía que había una pequeña
laguna cerca de donde habían instalado aquel campamento y también sabía que era
un lugar apartado y privado, por lo que, si el señor que comandaba ese ejército
había pedido verlo allí, era porque necesitaba hablar con él en un sitio
privado, donde nadie pudiera escucharlos y hacerle muchas preguntas.
Seguramente, el guerrero que lo había sacado de la torre, aquel que había visto
desde hacía mucho tiempo en sus sueños, le habría hablado de él, del chico en
la torre que el rey mantenía preso.
No tardaron mucho en llegar, pero cuando lo hicieron, lo
único que los recibió fue la laguna, un lugar de aguas poco profundas y
cristalinas en el que se reflejaba la luz de la luna. Los dibujos que le había
llevado JaHan del lugar no le hacían justicia a su belleza, aunque éstos eran
increíblemente exactos. Arthur se acercó a la superficie del agua y metió los
pies en esta, sintiendo que el frescor del líquido era una especie de bálsamo contra
su piel. Sin detenerse a pensarlo, tiró la manta que todavía llevaba sobre sus
hombros tras él y terminó de quitarse su rasgada ropa, desnudándose bajo la luz
de la luna y metiéndose poco a poco en el agua, caminando por el barro del
fondo de la laguna hasta que su cuerpo quedó cubierto hasta su cintura. Las
tranquilas aguas se removieron con su entrada, pero volvieron a quedarse
estáticas unos momentos más tarde y Arthur se relajó en ellas. Nunca había
estado rodeado de tanta agua ni había nadado antes, pero no sentía miedo, se
sentía tranquilo y en paz, además de refrescado, así que, comenzó a frotarse
para quitarse la tizne del fuego, a pesar de las protestas de JaHan, que le
pedía que saliera del agua.
—Mi señor —le decía—. Se va a helar ahí dentro, salga del
agua.
—Estoy bien —respondió él en una de las ocasiones,
dedicándole una sonrisa que esperó que fuera tranquilizadora—. No tienes por
qué preocuparte.
JaHan no pareció especialmente convencido con lo que le
había dicho, pero después de aquello dejó de pedirle que saliera del agua, así
que, por lo menos, lo había convencido lo suficiente… o eso era lo que Arthur
pensaba que había pasado, pero la realidad había sido otra, se percató de ello
cuando las aguas a su alrededor comenzaron a moverse sin que él hubiera hecho
ningún movimiento. Arthur se giró en ese momento, pensando que JaHan igual
había entrado con él al agua, pero a quien se encontró ante él, completamente
desnudo, entrando en la laguna con él, a el guerrero que había matado al rey y
lo había sacado de la torre. Arthur contuvo la respiración, su corazón comenzó
a latir rápidamente dentro de su pecho y sus ojos no pudieron apartar la mirada
del cuerpo de quien tenía delante hasta que no estuvo hundido en el agua hasta
el pecho, como él, solo entonces, pareció salir de su ensoñación y darse cuenta
de que lo que acababa de hacer había sido demasiado irrespetuoso, por lo que
apartó los ojos del otro, cerrando sus ojos, tratando de quitarse de la cabeza
lo que acababa de ver.
—No me presenté antes —le dijo—. Soy Dann, el señor del
ejército que ha entrado esta noche en el castillo —Arthur asintió a su
presentación y se atrevió a abrir los ojos un poco de nuevo, tratando de
mantener su mirada en el rostro del otro—. Si no recuerdo haber escuchado mal,
tu nombre era Arthur, ¿verdad? —el chico asintió otra vez, no encontrando las
palabras para hacerlo de otra forma—. Bien… tengo algunas palabras para ti,
Arthur —dijo—. No sé si es el mejor momento para hacerlas, pero no tengo
demasiado tiempo para perder… ¿quién eres?
Arthur tragó saliva. Había esperado que esa pregunta
fuera una de las que le hicieran, pero no estaba preparado para responderla,
menos cuando no estaba seguro de si podía confiar en la persona a la que
acababa de entregar el reino. Lo había hecho porque era la mejor opción en sus
sueños y porque no quería que el pueblo del Reino de la Lluvia sufriera con una
encarnizada guerra que no iba a traer más que muerte y desgracia, pero no sabía
si debía poner o no su poder al servicio de aquel joven que se encontraba ante
él.
—Soy Arthur —acabó respondiendo—. No sé más de mí mismo
que mi nombre y que he vivido desde que nací en esa torre de la cual me
sacasteis hace tan solo unas horas —Dann ante él alzo una de sus cejas,
probablemente sin creerse lo que le había dicho, pero Arthur le aguantó la
mirada y no dejó que viera a través de ella con aquellos ojos oscuros y
levemente rasgados que parecían querer meterse en lo más profundo de su alma—.
Nací y crecí en la torre, esta noche también pensé que moriría en ella, como lo
hizo mi madre cuando yo era todavía pequeño —continuó—. Mi única compañía desde
que mi madre murió han sido los libros, la vieja Jill cuando todavía podía
subir las escaleras para cuidarme y JaHan, que ha sido quien me ha traído la
comida en los últimos años.
—¿Y el rey? —preguntó el otro, inquisitivamente.
—Subía de vez en cuando, me miraba fijamente unos
momentos y luego se volvía a ir, la mayoría de las veces sin dirigirme la
palabra, otras veces me llamaba “chico” despectivamente y me hacía alguna
pregunta sin sentido —dijo en respuesta.
Dann asintió ante aquello y no dijo nada más durante unos
momentos, pensativo, pero Arthur sabía a la perfección que sus preguntas no
habían acabado y que solo debía de estar pensando cómo abordar el tema para así
obtener respuestas más concretas. El antiguo rey ponía una expresión similar
cuando pensaba que Arthur no le estaba contando lo que había visto en sus
sueños. No había tenido mucho contacto con el mundo exterior ni con muchas
personas a lo largo de su vida, pero su madre y la vieja Jill lo habían ayudado
a leer las expresiones de los demás y, sobre todo, las expresiones del rey para
que pudiera adelantarse a él y a sus emociones, sabiendo si estaba de humor o
enfadado. No habían sido muchas las ocasiones en las que le había puesto la
mano encima y le había pegado, pero en esas ocasiones, Arthur había aprendido
mucho sobre lo que debía o no debía de hacer y decir en su presencia
dependiendo del humor que reflejara su rostro.
—¿No sabes el motivo por el cual estabas allí encerrado? —le
preguntó después de unos momentos y Arthur negó con la cabeza antes de
contestarle.
—Nunca me lo dijo nadie.
Arthur nunca había sabido el motivo real por el que había
sido encerrado en la torre, siempre había hecho suposiciones y se había
imaginado que era por su condición como profeta. Si alguien hubiera sabido
sobre sus sueños y que éstos se hacían o no realidad según la toma de
decisiones del rey, seguro que había llevado una guerra a las puertas del
castillo y hubiera habido una masacre, un derramamiento de sangre tan solo
porque alguien se quisiera apoderar de él y de sus sueños. No obstante, aquello
no se lo dijo a Dann.
—Es extraño… —murmuró en ese momento el otro—. Me parece
muy extraño tener a alguien encerrado en una torre durante… ¿qué tienes?
¿diecisiete años?
—Creo que veinte —lo cortó—. No estoy totalmente seguro,
pero diría que son veinte.
—Veinte… —murmuró por lo bajo Dann, dedicándole una
mirada mucho más fija a su rostro, a su cuerpo bajo el agua, pero pareció
volver en si unos momentos después—. Es demasiado extraño.
No obstante, después de decir aquello, éste no dijo
absolutamente nada más y Arthur sintió que podía respirar tranquilamente,
aunque fuera tan solo por unos momentos porque Dann no parecía que tuviera
ninguna pregunta más para él, perdido demasiado en sus pensamientos. Debía de
seguir teniendo algo de cuidado porque en cualquier momento volvería a tratar
de conocer las respuestas a todas las preguntas que le había hecho aquella
noche y que solo había respondido a medias tintas, pero sobre todo debía de estar
atento a él, a cómo se comportaba en los siguientes días con él, con la gente
del castillo y la gente de las aldeas cercanas, para saber si podía confiar
plenamente en él y podía contarle lo único que sabía de sí mismo.
🗡️ 👑
Dann no dejaba de darle vueltas a lo que había conseguido
que Arthur le contara mientras se terminaba de secar distraídamente con una
toalla que le había tendido Mark, el joven que había puesto a vigilar al
misterioso chico de la torre. No podía dejar de pensar que éste no le había
contado todo y que había muchísimo más, un secreto que quizás no debía de ser
revelado, pero que Dann sentía la necesidad de revelarlo, la curiosidad siendo
uno de los motores para ello, pero no siendo el único. No podía dejar de pensar
que a pesar de que Arthur no se lo había contado todo, sí que parecía haber
sido sincero en la respuesta que le había dado cuando le había preguntado por
qué se encontraba encerrado en la torre. Su respuesta parecía genuina cuando le
había dicho que no lo sabía y, aunque no podía fiarse de lo que le dijera, una
parte de él sentía que debía de creerlo y confiar en él, su parte irracional,
aquella que se sentía completamente fascinado por aquel muchacho. Tampoco podía
dejar de observarlo mientras éste se secaba, ayudado por su sirviente, aquel
que lo había llevado hasta la torre en llamas para que lo sacara de allí. Allí,
bajo la luz de la luna, su cuerpo desnudo parecía brillar, como si fuera un hada,
su rostro era hermoso, enmarcado por su pelo castaño, que caía hasta sus
hombros y sus ojos grandes, verdosos y dorados, eran demasiado preciosos.
La
leve brisa nocturna que se levantó en aquellos momentos, hizo a Dann temblar y
lo sacó de sus pensamientos. No debía dejarse dominar por aquella parte que
había despertado de repente en él y que encontraba hermoso al muchacho, debía
de seguir lo que la razón le decía y, sobre todo, debía de averiguar quién era
ese chico y la importancia que tenía en aquel reino para que el rey hubiera
decidido morir en la torre con él. Mientras intentaba que el castillo y el
Reino de la Lluvia volviera a la normalidad en los siguientes días, no dejaría
de hacer preguntas sobre él para tratar de averiguar lo máximo posible sobre él
y determinar si era o no una amenaza que debía de eliminar. Mientras tanto, no
le quitaría el ojo de encima.
—Mark
—llamó al chico que se encontraba con ellos mientras se terminaba de vestir
tras haberse secado. El muchacho rápidamente se acercó a él.
—¿Sí,
mi señor? —preguntó.
—¿Tienes
la cuerda que te pedí que cogieras antes? —éste asintió con un rápido
movimiento de cabeza—. Átale las manos a Arthur, firme para que no pueda
soltarse, pero sin hacerle daño.
Mark
asintió de nuevo y después se dirigió hasta el otro muchacho, pidiéndole que le
tendiera los brazos para poder atarlo por las muñecas. Arthur miró más allá de
Mark, sus ojos encontrándose con los de Dann, la confusión bastante clara en
ellos, pero tras un suspiro profundo, se dejó hacer y sus manos fueron atadas.
Su sirviente le echó una manta por encima de los hombros porque sus vestiduras
estaban rasgadas y su cuerpo desnudo podía verse a través de ellas. Debía de
ser incómodo para el chico estar de aquella forma, así que, Dann pediría que le
llevasen ropa nueva para que se vistiera a la mañana siguiente porque esa noche
ya era demasiado tarde y debería de descansar un poco. El asalto al castillo lo
había cansado y sus músculos, aunque se habían destensado un poco en el agua,
todavía protestaban un poco, necesitando descanso.
—¿Dónde
lo llevo, mi señor? —le preguntó Mark una vez ató al chico.
—Yo
lo llevaré hasta mi tienda —respondió—. Lleva al sirviente con los demás y que
le den una cama para esta noche.
Mark
pareció confundido por su respuesta, pero aún así, acató sus órdenes y se llevó
a JaHan del lugar, tendiéndole el extremo de la cuerda para que lo guiara hasta
su tienda. Dann echó a andar entonces, seguido de Arthur, de vuelta al
campamento, en el que las velas y antorchas se comenzaban a apagar después de
una larga noche. No se dedicaron ni una sola palabra durante el camino, solo sus
pies sobre la hierba rompiendo el silencio nocturno que los envolvía hasta que
se acercaron al campamento un poco más y distintas voces podían escucharse en
la distancia. La tienda de Dann estaba en el extremo del campamento más cercano
al río, así que, no tuvieron que adentrarse en éste ni caminar entre las demás
para llegar hasta ella. Dann alzó la tela para que Arthur pudiera pasar tras él
y la dejó caer de nuevo cuando estuvieron ambos dentro. En ese momento, llevó
al muchacho hasta el centro de la tienda, atando el extremo que llevaba en sus
manos al poste central de ésta y después dejándose caer sobre el lecho de
mantas que le servía como cama, cansado.
—Dentro o fuera de la torre —comenzó Arthur, llamando su
atención—. No soy más que un prisionero.
Algo se removió dentro de su pecho por la tristeza en la
voz de Arthur y Dann tuvo que inspirar hondo y calmarse antes de responderle,
porque si lo hubiera hecho antes, probablemente le habría dicho que lo liberaba
inmediatamente. No sabía por qué había sentido ese dolor en su pecho al
escucharlo de aquella forma, tampoco quería pensar en ello porque ya tenía
demasiadas cosas en la cabeza y no necesitaba nada más.
—Ahora mismo no puedo confiar en ti —dijo—. Creo que eres
lo suficientemente listo como para saber el por qué no puedo hacerlo y necesito
tenerte atado hasta saber quién eres y clarificar si eres alguien que supone
una amenaza o no —Arthur asintió con un leve movimiento de cabeza—. En el
momento en el que sepa algo más sobre ti y tu situación, no dudaré en
liberarte… —y añadió, sin saber por qué lo hizo—: algún día serás libre,
Arthur.
Los
ojos del chico brillaron de ilusión en ese momento y algo volvió a removerse
dentro de su pecho. Se aclaró la garganta y desvió su mirada a otro lado,
tratando de cambiar de tema porque no creía que fuera capaz de dejar de
prometerle cosas que no sabía si iba a poder cumplir luego… nunca le había
importado romper alguna que otra promesa, a pesar de que siempre había tratado
de cumplir su palabra, pero sentía que si rompía aquella promesa que le acababa
de hacer al chico ante él, no iba a descansar en paz. Era extraño, pero así lo
sentía. Al desviar su mirada de Arthur unos momentos antes, se dio cuenta de
que sobre las mantas sobre las que dormía, se encontraba un pequeño recipiente
de cerámica con algo verde en su interior y no pudo evitar sonreír porque Christopher,
quien lo había acompañado en sus viajes desde el principio, le había dejado un
ungüento para las heridas. Aquel hombre siempre había tenido buena mano con las
hierbas, las conocía todas y sabía cómo debía de usarlas para cualquier tipo de
dolencia o herida.
Dann tomó el recipiente en sus manos y hundió los dedos
en aquella especie de líquido viscoso, para untarse el ungüento en las heridas
que tenía en sus brazos y piernas para que no se le infectaran. Tenía también
alguna que otra quemadura en la piel y supuso que aquellas hierbas no le harían
mal en ellas, por lo que también se untó una fina capa sobre éstas. El agua en
la laguna le había refrescado las heridas y las quemaduras, así que, en
aquellos momentos, apenas le dolían, pero el ungüento tuvo un efecto calmante
inmediato. Cuando alzó su mirada de su cuerpo, se dio cuenta de que Arthur lo
estaba observando fijamente y sintió su boca seca al instante ante la fuerza de
aquella mirada, penetrante, como si quisiera llegar hasta el fondo de su alma,
solo desvió su mirada cuando los ojos de Dann se encontraron con los suyos.
Dann tuvo que tragar saliva para poder hablar de nuevo.
—Déjame que trate tus quemaduras —le dijo al chico.
—No es necesario —respondió este, pero Dann se levantó de
las mantas y fue hasta él.
—Insisto.
Sus ojos se encontraron de nuevo y, en aquella ocasión,
Arthur no desvió su mirada, como si lo estuviera evaluando. No fueron más que
unos segundos los que se miraron fijamente, pero para Dann fueron más que
suficientes para que en su interior algo se removiera de nuevo. Arthur acabó
asintiendo al final, con un suspiro profundo, y dejó caer la manta que lo
cubría al suelo, mostrando su cuerpo semidesnudo ante él. Dann tragó saliva sin
poder evitarlo, pero trató de dedicarse a lo que se suponía iba a hacer,
tratando de parecer imperturbable, llevando sus dedos de nuevo al recipiente de
cerámica, hundiéndolos en él y tomando un poco de aquel ungüento, observando el
cuerpo de Arthur solo porque debía de ver dónde tenía las heridas y quemaduras.
El chico se encogió ante su toque cuando Dann rozó una de aquellas quemaduras
en su brazo derecho y eso provocó que tuviera muchísimo más cuidado con el
resto.
—Lo siento —murmuró—. No quería hacerte daño.
—No… no es eso… —respondió Arthur.
Dann quiso preguntar de qué se trataba, pero cuando trató
de hablar de nuevo, no encontró la forma de hacerlo y simplemente lo dejó
correr, siguiendo con su tarea de tratar las quemaduras y heridas de Arthur,
rozando levemente su piel, sin hacer la más mínima presión en esta al untar el
ungüento sobre éstas hasta que acabó. Dejó entonces el pequeño cueco a un lado
y volvió a cubrir su cuerpo con la manta, aleándose de él, inmediatamente, sin
atreverse a estar mucho más tiempo junto a el chico. Ya era bastante tarde, no
deberían de quedar muchas horas para que el sol comenzara su ascenso en el
cielo, así que, apagó las velas y el candil que mantenían iluminada la tienda,
echándose inmediatamente sobre las mantas para dormir, dándole la espalda a Arthur
antes de hacer algo de lo que se pudiera arrepentir profundamente, aunque no
sabía siquiera qué sería capaz de hacer. Tardó en conciliar el sueño, sintiendo
en su nuca la mirada fija del muchacho que seguía atado al poste de la tienta,
pero una vez el cansancio de la batalla lo venció, Dann se quedó profundamente
dormido.
~
Cuando
Dann despertó, el sol ya debía de estar muy alto en el cielo porque la luz que
se filtraba a través de la tela de la tienda era bastante fuerte. Se removió un
poco sobre las mantas, sintiendo todo su cuerpo pesado por no haber dormido ni
descansado lo suficiente; no obstante, no tardó en incorporarse y prepararse
para un nuevo día en el que debía de hacer demasiadas cosas. Mientras se vestía
no pudo apartar la mirada de Arthur, que se encontraba profundamente dormido,
sobre la hierba, temblando de vez en cuando debido a que ésta debía estar fría.
Durante el rato que tardó en arreglarse, Dann le dio vueltas a lo que el
muchacho le había contado la noche anterior en la laguna y, sin poder evitarlo,
sintió un poco de compasión por él, a pesar de que seguía sin confiar en el
chico ni un ápice. Con mucho cuidado, tratando de no despertarlo, Dann desató
el nudo con el que aquella noche lo había atado al poste central que sostenía
su tienda y después pasó los brazos por debajo del cuerpo de Arthur, pegando su
cuerpo contra su pecho y alzándolo. El chico se removió un poco, pero no
despertó, así que, Dann lo dejó sobre las mantas en las que había estado
durmiendo hasta hacía unos momentos, esperando que éstas no hubieran perdido
del todo el calor y lo tapó, atando el extremo de la cuerda a otro poste.
Una
vez se cercioró de que todo estaba en orden, salió de la tienda, encaminándose
hacia el centro del campamento, donde debería encontrarse con su gente,
aquellos que lo habían seguido desde el principio, porque tenía que hablar con
ellos de demasiadas cosas. Debía de ver qué era lo que había sucedido en el
castillo una vez había abandonado la batalla, aunque sabía que si hubiera
sucedido algo grave o que no estuviera en los planes habrían ido a buscarlo,
también debía encontrar la forma de tener a Arthur vigilado y debía de ver qué
era lo que podía averiguar sobre él, además de comenzar a organizar las cosas
ahora que era el nuevo señor del castillo. Había demasiadas cosas que hacer y
no podía dejarlas a un lado porque debía de encargarse de todas ellas para que
saliera todo bien y no hubiera ninguna masacre, bastantes vidas se habían
perdido la noche anterior.
—Jack —llamó a su segundo al mando en cuanto lo vio y
éste se detuvo para que llegara a su lado—. Cuéntame qué ha ocurrido en mi
ausencia —le pidió.
Su segundo al mando asintió, comenzando a relatarle cómo
habían terminado de asegurar el castillo después de que él hubiera vuelto al
campamento y cómo todos los nobles y lores habían sido llevados a los calabozos
que se encontraban en los sótanos bajo las dependencias militares del lugar,
estando vigilados en todo momento para tratar de aquella forma que no hubiera
una conspiración en contra del nuevo poder. Aquello era una buena noticia
porque de esa forma tendrían algo menos de lo que preocuparse por el momento.
No podrían tener a toda la nobleza en los calabozos del castillo durante el
resto de sus vidas, pero sí podrían hacerlo durante un buen tiempo para tratar
de minar todos sus posibles intentos de revueltas de la misma forma que
minarían su ánimo.
—En
cuanto a los muertos —continuó Jack—. He mandado a algunos a cavar tumbas y han
ido a buscar a un cura a la aldea más cercana para darles un entierro lo más
digno posible a todos y que puedan descansar en los brazos de Dios.
No había habido demasiadas bajas, pero ambos bandos
habían perdido algunos hombres, así que, un entierro digno era una buena forma
de honrar a los muertos y ganarse el respeto de los vivos. En las batallas, la
muerte era irremediable y honrar a los muertos siempre era el deber de aquellos
que quedaban en pie.
—¿Qué va a hacer con el chico que sacó de la torre, mi
señor? —le preguntó el otro y Dann suspiró.
Había pensado muchas cosas sobre lo que podía hacer con
él, pero ninguna de ellas terminaba de convencerlo porque no encontraba el
equilibrio entre que el chico estuviera bien, a salvo, atendido y vigilado para
saber ante qué se enfrentaba. No sabía nada de él aparte de lo poco que le
había contado y lo que había visto al entrar en su habitación en la torre.
Arthur, como mínimo, debía de ser una persona importante para el rey, un
prisionero que había sido encerrado desde antes incluso de su nacimiento no era
algo banal.
—Quiero tenerlo vigilado hasta saber quién es —respondió—,
por el momento no puedo decidir qué más hacer con él, solo podré tomar una
decisión buena cuando tenga la máxima información posible sobre él.
—¿Quiere que pregunte entre la gente del castillo?
—cuestionó Jack—. Estoy seguro de que alguien debería de saber algo —Dann
asintió a aquella propuesta.
—Pregunta por una sirvienta —le pidió, recordando una de
las partes de la conversación que había mantenido con Arthur la noche
anterior—. Debe de ser una señora algo mayor… Jill, se llama, si no recuerdo
mal. El chico me contó que ella lo había criado, así que, como mínimo, algo de
información debe de tener sobre él, aunque no sepa los motivos por los que el
chico estuviera encerrado en la torre porque es una mera sirvienta.
Jack asintió a su petición y continuó contándole más
cosas que habían sucedido en las últimas horas y preguntando por las soluciones
que debían de darle a diversos problemas que habían surgido o que pudieran
surgir en los siguientes días para que el lugar no se convirtiera en un
absoluto caos. Aquellos en los que confiaba para la toma de decisiones lo
habían hecho bastante bien en las horas en las que él no había estado al mando,
así que, realmente no tenía por qué preocuparse demasiado porque siempre habría
alguien capaz entre los suyos de asumir la responsabilidad ante algún momento
crucial, tomando la mejor decisión posible para todo el mundo. Dann siempre se
había enorgullecido de sus compañeros de viaje, pero en momentos como aquellos,
se daba cuenta de que eran los mejores compañeros que podía haber tenido jamás.
—La gente del reino que nos ha acompañado en las últimas
semanas dicen que hoy lloverá —acabó diciendo Jack—, así que, he dado orden
hace un rato de que el campamento se mueva al castillo, ahora está
prácticamente vacío y no podemos permitirnos el lujo de que algún reino vecino
se entere pronto de que el rey ha caído y no haya nadie para defenderlo… las
noticias como esta viajan rápido y el Reino de la Lluvia siempre ha tenido
escaramuzas con el Reino del Sol y el Reino de la Nieve.
—Perfecto —respondió—. No podemos dejar el castillo
vacío, no, y hace demasiado tiempo que no dormimos en unas camas decentes,
¿verdad? —bromeó.
Jack rio ante aquello y le dio la razón. Después de
aquello, ambos se despidieron y, mientras Jack seguía con aquello que había
dejado a medias para ponerlo al día con todo lo sucedido en las últimas horas,
Dann decidió buscar al sirviente de Arthur para encargarle nuevas tareas con
respecto al muchacho, esperando que de aquella forma hubiera un poco de equilibrio
en la vida del chico y, aunque siguiera siendo su prisionero, tuviera algún
tipo de libertad.
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