El Príncipe de Hielo

El Príncipe de Hielo

            ―¡He dicho basta! ―grité, asustando a todo el mundo en la sala. Al principio pensé que fue por mi tono de voz, pero descubrí que eso era insignificante. Había helado parte del suelo alrededor de mí con aquellos malditos poderes que poseía.

            Miré asustado mis manos sin guantes, aquellos que me había quitado JongDae mientras discutíamos en el salón, en la fiesta tras mi coronación. Después, la alcé hasta los ojos que aquel chico que era mi sirviente, pero que para mí, había sido mi vida y tuve miedo de que volviera a pasar lo mismo que años atrás, cuando éramos niños y sin querer puse hielo en su cabeza. Él parecía asustado, asustado de mí y de lo que pudiera hacerle. Me mordí el labio inferior antes de salir corriendo del palacio, huyendo del país para ocultarme en un lugar en el que no le hiciera daño a nadie.

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            ―Tengo que encontrarlo ―me dije a mí mismo en medio de la ventisca―. Debo encontrarlo ―un paso más en la densa capa de nieve que se había formado―. MinSeok, debes volver y traer de nuevo el verano ―murmuré―. Haré lo que sea para traerte de vuelta.

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            Vivir en soledad, en la montaña más alta y alejada del reino, en un palacio de hielo era todo lo que necesitaba. Allí no había nadie, nadie que me molestara, nadie a quien ocultarle mis poderes, nadie a quien hacerle daño. Bueno, estaba BaekHyun, un muñeco de nieve que me había apañado para crear y darle vida la primera vez que di rienda suelta a mis poderes.

            Miré al horizonte desde el balcón y me maravillé por las hermosas vistas. Todo era blanco y todo estaba vacío de personas a las que pudiera hacer daño. Sin embargo, una mancha de color azul llamó mi atención y fijé mi vista en ella. Cuando me di cuenta de quién era, abrí mis ojos, asustado.

            ―JongDae ―murmuré.

            ―¿Un invitado? ―preguntó BaekHyun asomándose al balcón conmigo. Esbozó una gran sonrisa y salió corriendo―. Iré a abrirle la puerta.

            ―¡No! ―grité, yendo tras él pero ya era demasiado tarde. La puerta estaba abierta, JongDae había ingresado en mi palacio de hielo y se encontraba al pie de las escaleras en las que yo me ubicaba con mirada decidida.

            ―Vuelve a casa conmigo, MinSeok.