Título: The elf
Autora:
Riz Aino
Pareja:
KyuJun (KB + JunJi) (OnlyOneOf)
Clasificación:
PG–13
Géneros:
AU, fantasy, drama, “romance”
Número de palabras:
1.150 palabras
Resumen:
KyuBin siempre pensó que la existencia de los elfos era mítica… nunca se
imaginó encontrarse con aquella raza de seres perfectos frente a frente.
Notas: la historia
se corresponde con el “day 12: elf” del OOOctober.
Comentario de autora:
llevo mucho tiempo con mi agenda de JunJi!Legolas y nadie me iba a impedir
completar esta agenda escribiendo una historia con JunJi siendo un elfo. Espero
que os guste.
The
elf
Aquel bosque le daba escalofríos a
KyuBin. Nunca se había adentrado allí, nunca había tenido que hacerlo, pero en
aquellos momentos, era lo único que había podido hacer. KyuBin estaba herido y
había tenido que escapar del fragor de la batalla porque, ante todo, el
guerrero no quería morir. Siempre había dicho que defendería a su pueblo, a su
reino hasta que no pudiera sostenerse en pie, pero una vez había llegado el
momento, había sido un cobarde que había preferido conservar su vida en lugar
de entregarla por el resto. Había huido y se había adentrado en aquel bosque,
buscando escapar, buscando refugio, a pesar de que aquel lugar era oscuro y
sombrío y todo en él le decía a KyuBin que debía alejarse de allí y no seguir
adentrándose en él. Por aquella zona siempre habían circulado leyendas sobre el
bosque, leyendas sobre criaturas y seres míticos, como los elfos que, según
éstas, vivían allí, en el centro del bosque, escondidos de los humanos y
asesinando cruelmente a todo aquel que se atrevía a aventurarse en el bosque,
ya que, nadie que entraba, volvía a salir. KyuBin tenía miedo de adentrarse
allí… pero tenía mucho más miedo de la muerte segura a la que se enfrentaba
quedándose. Con pesar en su corazón, con su cuerpo dolorido y sus heridas
dejando un reguero de sangre por el bosque, KyuBin no tenía más opción que
seguir adelante. No supo cuánto tiempo anduvo ni cuánto se adentró en aquel
bosque, pero el guerrero sabía que, tarde o temprano se encontraría con
problemas… y así fue.
Muerto de cansancio, KyuBin se había dejado
caer sobre un tronco caído, sentándose allí para recuperar el aliento y para
ver cómo de graves eran sus heridas, cuando escuchó el ruido provocado por una
pequeña rama al partirse y el sonido de tensar la cuerda de un arco. KyuBin se
quedó completamente quieto, casi conteniendo su respiración. Lo habían debido
de seguir usando el rastro de su sangre que no se había molestado en cubrir
porque jamás habría pensado que alguien lo fuera a seguir allí. KyuBin cerró
sus ojos y simplemente esperó por su muerte, aquella muerte que tanto temía y
de la que había tratado de huir. No obstante, en el silencio sepulcral de aquel
lugar, el guerrero no llegó a escuchar el disparo de la flecha, sino una voz.
—¿Quién eres? —le preguntó la voz—. ¿Qué haces
aquí?
La voz que le habló no parecía
conocerlo y no parecía haber ido allí persiguiéndolo, por lo que, el guerrero
decidió contestar con un poco de sinceridad, aunque adornando su verdad, por si
podía apelar a su bondad, por poca que tuviera.
—Shin KyuBin —respondió—. He entrado
al bosque buscando refugio porque hay una batalla en las lindes meridionales —y
añadió—: estoy cansado, confuso, herido, solo buscaba alejarme lo máximo
posible del lugar, ni siquiera era consciente de lo mucho que me he debido de
adentrar.
Quien le había hablado no contestó y, en el
silencio del bosque, KyuBin no escuchó nada más, aunque se concentró en ello.
Pasados unos momentos, abrió sus ojos, encontrándose a unos metros de distancia
la figura de una persona, un chico joven, vestido con ropas de cuero, el pelo
largo y rubio hasta la cintura y portando un arco con el que apuntaba a KyuBin.
Éste no lo había oído llegar tan cerca. No lo había escuchado moverse por el
bosque como había escuchado antes la rama partirse y el arco ser tensado. No
había hecho ni un solo ruido y aquello era imposible, completamente imposible…
al menos, imposible para un humano, pero quién se encontraba ante él no era un
humano. KyuBin no había reparado en las orejas puntiagudas que se apreciaban a
través de su pelo rubio. Un elfo. Aquello no podía ser verdad. Los elfos no
existían. No podía tener ante él a una criatura mítica.
—Pareces sorprendido —le dijo el elfo con un
tono de voz calmado.
—No esperaba que las leyendas que circulaban
por estas tierras sobre el bosque y sus habitantes fueran ciertas —replicó,
todavía demasiado sorprendido, pero sabiendo ahora que la explicación a las
desapariciones en aquel lugar era real, tan real como el elfo que se encontraba
ante él—. Siento haberme adentrado en vuestros dominios —murmuró, inclinando su
cabeza levemente a modo de disculpa—. Puedes terminar lo que otros han
comenzado y matarme para que no desvele vuestra situación.
—No voy a matarte —replicó el elfo, bajando su
arco—. Ahora mismo no eres una amenaza y quizás nos seas útil —continuó,
acercándose a KyuBin, su hermoso rostro haciéndose visible con la cercanía a
pesar de que la luz que se filtraba por entre las ramas de los árboles era cada
vez más escasa, provocando que KyuBin contuviera su respiración porque era
demasiado precioso—. Hace tiempo que el mundo de los humanos está sumido en el
caos y cada vez se acercan más y más a nuestro hogar, no podemos permitir que
nos rodeen.
KyuBin quiso decir algo en respuesta a aquello,
pero no supo el qué. El elfo había terminado de acercarse a él y su belleza era
completamente deslumbrante, dejando a KyuBin extasiado, su mente en blanco. El
elfo alzó la mano para tocar el borde de una de sus heridas, la que se
encontraba en su pecho, provocando que KyuBin se encogiera levemente por el
dolor y por la corriente que sintió cuando éste lo tocó.
—Algunas de tus heridas parecen profundas
—comentó el elfo y KyuBin casi distinguió un tono preocupado en su voz, aunque
desechó inmediatamente aquella idea de su mente porque era completamente
imposible—. Ven conmigo —le dijo—. Curaré tus heridas y dejaré que descanses
antes de presentarte a nuestro monarca.
KyuBin titubeó, no sabiendo si seguir o no a
aquel elfo porque no estaba muy seguro de que conocer al rey de los elfos fuera
algo no peligroso para él, pero al final accedió a ello y se levantó del tronco
del árbol caído en el que había estado sentado, siguiendo al elfo a través de
la espesura del bosque. No tenía a dónde ir, de todas formas, y probablemente
moriría eligiera la opción que eligiera, al menos, de aquella forma podría
morir viendo el hermoso rostro de aquel elfo.
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