Título: Magical stone
Autora:
Riz Aino
Pareja:
KyuRie (KB + Rie) (OnlyOneOf)
Clasificación:
PG–13
Géneros:
AU, fantasy, magic, romance, fluff
Número de palabras:
1.236 palabras
Resumen:
SungHo no puede evitar pensar demasiado… y eso es lo que lo frena a la hora de
poder usar aquella piedra mágica.
Notas: la historia
se corresponde con el “day 4: stone” del OOOctober.
Comentario de autora:
mientras asignaba prompts a cada palabra, recordé que hacía bastante tiempo
había planeado una historia sobre una piedra mágica que ayudaba a la
teletransportación y decidí sacarla del baúl. Espero que os guste.
Magical
stone
—Es fácil, ¿ves? —le dijo KyuBin, al aparecer a
su lado, aquella piedra de color morado brillando levemente en su mano—. Solo
tienes que dejarte llevar por su poder —le entregó la piedra, posándola con
cuidado en sus manos—. Inténtalo de nuevo.
SungHo suspiró. Lo llevaba intentando toda la tarde y no
había ido mejor cada vez que lo había hecho. No obstante, lo volvió a tratar
porque nunca había sido alguien que abandonara por la más mínima dificultad.
Inspiró hondo, una y otra vez, tratando de relajarse, tratando de no pensar en
nada, tratando de dejarse llevar, tal y como le había dicho KyuBin unos
momentos antes. Cerró sus ojos y se alejó del mundo exterior. Simplemente debía
pensar en el lugar al que quería ir, visualizándolo, y SungHo trató de
concentrarse en ello, de cerrar su mente a todo lo demás. Imaginó el prado en
el que se encontraba y se imaginó a sí mismo en un punto unos veinte pasos más
allá. Imaginó que era ligero como una pluma y que podía ir hasta aquel lugar.
No obstante, cuando estuvo a punto de dejarse llevar, una cantidad ingente de
pensamientos se volcó sobre su mente. ¿Y si la piedra no reaccionaba a su
magia? ¿Y si no lo conseguía? ¿Y si salía mal? ¿Y si no llegaba entero? SungHo
jadeó, angustiado, y abrió sus ojos, encontrándose a KyuBin todavía frente a
él, a solo unos pocos centímetros, pareciendo preocupado.
—No puedo… no puedo… —dijo—. No puedo hacerlo…
—Sí, sí que puedes, SungHo —replicó KyuBin poniendo sus
manos sobre sus hombros—. Eres uno de los magos más talentosos que conozco,
puedes manejar perfectamente esa piedra.
—No puedo… —le repitió.
KyuBin resopló y SungHo se sintió un poco decepcionado
consigo mismo. Sabía perfectamente qué era lo que fallaba, pero no sabía qué
era lo que podía hacer para solucionarlo. Su mente lo traicionaba en el último
momento y hacía que todo el trabajo que había realizado hasta el momento fuera
echado por tierra. La inseguridad. Su maldita inseguridad. Era un buen mago,
podía hacerlo. Había conseguido dominar hechizos de alto nivel sin despeinarse,
aquello era algo muy simple, solo tenía que canalizar su magia hacia la piedra
y ésta actuaba como catalizador. Solo tenía que pensar en su destino y dejarse
llevar… pero era mucho más fácil decirlo que hacerlo. SungHo siempre había
pensado demasiado. A veces, algunos de los hechizos que requerían que vaciara
su mente para poder realizarlos eran los que más problemas le daban y, aunque
al final lo conseguía, siempre tenía que hacerlos casi por costumbre, por
haberlos practicado tanto los podía hacer como si fueran algo natural. No
obstante, no tenía tiempo para poder practicar aquello hasta la saciedad… tenía
que conseguirlo aquella tarde porque el examen a Hechicero Mayor era al día
siguiente y la piedra se la habían entregado ese día para que practicara.
SungHo estaba estresado por no poder estar estudiando esas últimas horas y
tener que estar allí perdiendo el tiempo con aquello, a pesar de que entendía
que aprender el uso de la piedra era algo muy importante.
—SungHo… —murmuró KyuBin, llamando su atención—. Sé que
puedes hacerlo… confío en ti.
SungHo quiso echarse a llorar porque
no quería decepcionar a KyuBin, no quería decepcionar a nadie, a ninguna de las
personas que creían en él, pero sobre todo no lo quería decepcionar a él.
KyuBin siempre había estado junto a él, siempre lo había apoyado, en los
mejores y en los peores momentos. Debía hacer aquello, porque si no lo hacía no
podría pasar el examen a Hechicero Mayor y no podría mirarlo siquiera a la
cara, por la vergüenza de haber fracasado. Por ese motivo, SungHo decidió
intentarlo con algo en mente que no se le había pasado por la cabeza hasta el
momento.
—Voy a tratarlo de nuevo —le dijo, convencido—.
Quédate aquí, por favor.
KyuBin lo miró, confuso, pero no dijo absolutamente nada
y se quedó clavado donde estaba. SungHo le dedicó una sonrisa y después echó a
andar, alejándose de él, colocándose a una veintena de pasos de distancia de
él. No sabía si lo que había pensado acabaría funcionando o no, pero quería
hacerlo porque no perdía nada por intentarlo. Si su problema era que no
confiaba en que pudiera salirle bien, si le creaba inseguridad no saber si
llegaría bien al destino, ¿por qué no lo solucionaba teniendo cómo destino a
KyuBin? Sus problemas, sus inseguridades deberían de esfumarse porque cualquier
medio que lo llevara más cerca de KyuBin debía de ser seguro. Por eso, trató de
concentrarse de nuevo, pero con aquello en mente.
SungHo inspiró hondo varias veces,
cerrando sus ojos, después de echar un último vistazo al lugar en el que se
encontraba KyuBin. SungHo volvió a repetir su ritual anterior. Se alejó del
mundo exterior, simplemente pensando en KyuBin, KyuBin como el destino al que
quería ir, visualizándolo, tratando de concentrarse solo en ello, cerrando su
mente a todo lo demás. Se imaginó junto a él, se imaginó atravesando la
distancia que lo separaba de KyuBin como si no fuera nada, se imaginó que era
ligero como una pluma y que
podía ir hasta aquel lugar sin ningún problema. Su mente volvió a atacarlo,
aquellos pensamientos intrusivos que lo desconcentraban y que lo hacían
volverse inseguro sobre sus capacidades de poder hacerlo bien… no obstante,
SungHo los mandó al fondo de su mente porque, yendo junto a KyuBin, no tenía nada
que temer. En cuanto llegó a esa conclusión, SungHo se dejó llevar sin ningún
miedo, sintiendo como una especie de mareo cuando sus pies se separaron del
suelo durante un segundo y después volvieron a tocar tierra. No cayó al suelo
porque los fuertes brazos de KyuBin lo sostuvieron al instante y lo apretaron
contra su cuerpo. SungHo se encontró sonriendo de oreja a oreja, con su cara
enterrada en los pectorales de KyuBin. Lo había conseguido.
—Eres increíble, eres completamente increíble —le
dijo KyuBin, sonando orgulloso de él—. Sabía que lo conseguirías. Lo sabía.
¿Cómo lo has hecho? ¿En qué has pensado?
—En ti —admitió, aunque un poco avergonzado—. He pensado
que no tenía nada que temer si la piedra me acercaba a ti.
SungHo notó la vibración del pecho
de KyuBin cuando éste se rio y alzó su cabeza para mirarlo con el ceño fruncido
y un puchero en sus labios y para poder reclamarle que no se riera de él, pero
antes de que pudiera hacerlo los labios de KyuBin se encontraron con los suyos
y su puchero se convirtió en una sonrisa contra la boca de KyuBin. Ahora que
había descubierto cómo solucionar su problema con la piedra ya no se sentía
ansioso, solo relajado y feliz entre los brazos de KyuBin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario